Reflexiones
sobre la Fe.- 2.
La fe ilumina la
inteligencia abriéndola a la luz de la verdad revelada,
y haciéndola capaz de vislumbrar los misterios de la vida de Dios. Con la
gracia recibida en el Bautismo como don gratuito de Dios, nuestra inteligencia
comienza a vislumbrar los rayos de luz de la Verdad, de Dios.
“El motivo de creer no radica en el
hecho de que las verdades reveladas aparezcan como verdaderas e inteligibles a
la luz de nuestra razón natural. Creemos a causa de la autoridad de Dios mismo
que revela y que no puede engañarse ni engañarnos” (Catecismo, 156).
A través de los actos de fe, en los que
manifestamos el deseo de dejarnos inundar más y más por esa luz de Dios, la
virtud de la fe se convierte en un hábito de nuestro pensar que amplía
paulatinamente los límites de nuestra razón –sin confundir los planos- y nos
ayuda a penetrar en la realidad de Dios que Cristo nos ofrece en su propia
vida: revelación del Padre, de la vida intratrinitaria de Dios Padre,
Hijo y Espíritu Santo.
“Un solo Dios en tres Personas distintas”; es la primera gran
afirmación de nuestra fe.
“Todos nosotros somos sus criaturas. Somos
criaturas queridas por Él y destinadas a la eternidad. El hombre proviene del
amor creador de Dios” (Ratzinger, El Dios de Jesucristo).
“Para el cristiano, nos recuerda el Catecismo,
creer en Dios es inseparable de creer en Aquel que Él ha enviado, su Hijo
amado, en quien ha puesto toda su complacencia (Mc 1, 11)”. Dios nos
ha dicho que le escuchemos. El Señor mismo dice a sus discípulos: ‘Creed en
Dios, creed también en mí’ (Jn 14, 1). Podemos creer en Jesucristo
porque es Dios, el Verbo hecho carne (cf. n. 151).
“No se puede creer en Jesucristo sin tener
parte en su Espíritu. Es el Espíritu Santo quien revela a los hombres quién es
Jesús. Porque “nadie puede decir: “Jesús es Señor” sino bajo la acción del
Espíritu Santo”. Nosotros creemos en el Espíritu Santo porque es Dios” (cf.
n. 152).
La revelación de Dios, Uno y
Trino, se ha ido desvelando a través de los tiempos. Dios envió a los profetas
para que anunciaran su Nombre al pueblo de Israel. “Yo soy el que soy”, dijo
Dios a Moisés en el Sinaí.
“La revelación del Nombre inefable “Yo soy el
que soy” contiene la verdad que sólo Dios ES. Dios es la plenitud del Ser y de
toda perfección, sin origen y sin fin. Mientras todas las criaturas han
recibido de Él todo su ser y su poseer. Él sólo es su ser mismo y es por sí
mismo todo lo que es” (Catecismo, cf. n. 213).
Con Jesucristo y en Jesucristo, Dios desveló
al hombre sus más hondos misterios; y de manera muy particular, nos hizo
comprender –en la medida en que los seres humanos podemos llegar a
comprenderlo- la realidad de que “Dios es Amor”.
“Dios es amor” (Jn 4, 8. 16); el ser
mismo de Dios es Amor. Al enviar en la plenitud de los tiempos a su Hijo único
y al Espíritu de Amor, Dios revela su secreto más íntimo; Él mismo es una
eterna comunicación de amor: Padre, Hijo y Espíritu Santo, y nos ha destinado a
participar en Él” (Catecismo,
cf. n. 221).
Cuestionario
·
Al hacer la señal de la cruz, ¿renuevo mi fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu
Santo?
·
¿Soy consciente, al comenzar la Santa Misa, que se va a celebrar en el
nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo?
* ¿Nos
damos cuenta de que el Amor de Dios Padre nos crea; el Amor de Dios Hijo nos
redime; el Amor de Dios Espíritu Santo nos santifica?
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