TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

sábado, 26 de abril de 2014

DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA


         La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos publicó el 5 de mayo del 2000 un decreto en el que se establece, por indicación de Juan Pablo II, la fiesta de la Divina Misericordia, que tendrá lugar el segundo domingo de Pascua. La denominación oficial de este día litúrgico será “segundo domingo de Pascua o de la Divina Misericordia.
     Ya el Papa lo había anunciado durante la canonización de Sor Faustina Kowalska, el 30 de abril de 2000: “En todo el mundo, el segundo domingo de Pascua recibirá el nombre de domingo de la Divina Misericordia. Una invitación perenne para el mundo cristiano a afrontar, con confianza en la benevolencia divina, las dificultades y las pruebas que esperan al género humano en los años venideros”. El Papa le dedicó una de sus encíclicas a la Divina Misericordia (“DIVES IN MISERICORDIA”).
    
DECRETO
   Se concede la indulgencia plenaria, con las condiciones habituales (confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Sumo Pontífice) al fiel que, en el domingo segundo de Pascua, llamado de la Misericordia divina, en cualquier iglesia u oratorio, con espíritu totalmente alejado del afecto a todo pecado, incluso venial, participe en actos de piedad realizados en honor de la Misericordia divina, o al menos, rece en presencia del santísimo sacramento de la Eucaristía, públicamente expuesto o conservado en el Sagrario, el Padrenuestro y el Credo, añadiendo una invocación piadosa al Señor Jesús misericordioso (por ejemplo, "Jesús misericordioso, confío en ti").
     Además, los navegantes, que cumplen su deber en la inmensa extensión del mar; los innumerables hermanos a quienes los desastres de la guerra, las vicisitudes políticas, la inclemencia de los lugares y otras causas parecidas han alejado de su patria; los enfermos y quienes les asisten, y todos los que por justa causa no pueden abandonar su casa o desempeñan una actividad impostergable en beneficio de la comunidad, podrán conseguir la indulgencia plenaria en el domingo de la Misericordia divina si con total rechazo de cualquier pecado, como se ha dicho antes, y con la intención de cumplir, en cuanto sea posible, las tres condiciones habituales, rezan, frente a una piadosa imagen de nuestro Señor Jesús misericordioso, el Padrenuestro y el Credo, añadiendo una invocación piadosa al Señor Jesús misericordioso (por ejemplo, "Jesús misericordioso, confío en ti").
   Si ni siquiera eso se pudiera hacer, en ese mismo día podrán obtener la indulgencia plenaria los que se unan con la intención a los que realizan del modo ordinario la obra prescrita para la indulgencia y ofrecen a Dios misericordioso una oración y a la vez los sufrimientos de su enfermedad y las molestias de su vida, teniendo también ellos el propósito de cumplir, en cuanto les sea posible, las tres condiciones prescritas.
   Se concede la indulgencia parcial al fiel que, al menos con corazón contrito, eleve al Señor Jesús misericordioso una de las invocaciones piadosas legítimamente aprobadas.

     Los sacerdotes que desempeñan el ministerio pastoral, sobre todo los párrocos, informen oportunamente a sus fieles acerca de esta saludable disposición de la Iglesia, préstense con espíritu pronto y generoso a escuchar sus confesiones, y en el domingo de la Misericordia Divina, después de la celebración de la santa misa o de las vísperas, o durante un acto de piedad en honor de la Misericordia divina, dirijan, con la dignidad propia del rito, el rezo de las oraciones antes indicadas; por último, dado que son "Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia" (Mt 5, 7), al impartir la catequesis impulsen a los fieles a hacer con la mayor frecuencia posible obras de caridad o de misericordia, siguiendo el ejemplo y el mandato de Jesucristo, como se indica en la segunda concesión general del "Enchiridion Indulgentiarum".
     Este decreto tiene vigor perpetuo.

     Dado en Roma, en la sede de la Penitenciaría apostólica, el 29 de junio de 2002, en la solemnidad de San Pedro y San Pablo, apóstoles.


LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 27 DE ABRIL, 2º DE PASCUA O DE LA MISERICORDIA DIVINA

«PAZ A VOSOTROS»


Juan 20.19-31    Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
     «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
     Jesús repitió: «Paz a vosotros». «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
     Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
     A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? -Dichosos los que crean sin haber visto».

     Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Otras lecturas: Hechos 4.42-47; Salmo 117; 1 Pedro 1,3-9

LECTIO:
      Juan nos ofrece una descripción del aspecto del Cristo resucitado ante sus discípulos. Muchos relatos semejantes circularon entre los cristianos que vivían en Jerusalén en los primeros días tras su muerte, en torno al año 30 d.C. Los autores de los Evangelios usaron más tarde estos mismos relatos en su enseñanza.
     Juan nos traslada a la reunión que los discípulos tienen un domingo por la noche. De repente, Jesús aparece en medio de ellos. Los discípulos se llenan de alegría. Jesús los envía a difundir el Evangelio y les dice que van a recibir el Espíritu Santo.
     Por desgracia, Tomás, uno de los ‘doce’, no estaba allí para poder compartir la misma experiencia. Cuando los otros le dicen que han visto vivo al Señor Jesús, no los cree. Por el contrario, declara con toda brusquedad que sólo creerá si puede ver las heridas de los clavos en las manos de Jesús y meter la mano en su costado.
     La comunidad vuelve a reunirse al domingo siguiente. Esta vez, Tomás está con ellos. El Señor se aparece y los saluda. Sorprendentemente, Jesús invita a Tomás a que compruebe sus heridas metiendo los dedos en los agujeros de las manos y su propia mano en el costado. ¿Llegó a hacerlo Tomás? No lo sabemos. Parece que le bastó con ver a Jesús. Así que también él declara que es su Señor y su Dios. Tomás pronunció una confesión de fe porque vio a Cristo resucitado. Jesús admite a quienes más tarde se acercarán y creerán en él a pesar de no verle físicamente.

MEDITATIO:
 ¿Cuál es la diferencia entre la comunidad eclesial recién fundada descrita arriba y aquella a la que perteneces tú?
¿Está presente en tu comunidad cristiana Jesús resucitado?
¿Qué significa para ti que Jesús esté vivo después de su muerte en la cruz? ¿Puedes unirte a Tomás y decir ‘Señor mío y Dios mío’?
Según la versión de Juan, las primeras palabras que dirige Jesús a los discípulos cuando se les aparece son ‘¡Paz a vosotros!’. Considera lo que esto significa. Puede que éstas también sean las palabras que tú necesitas oírle decir.

ORATIO:
       Utiliza el Salmo 117 y escoge algunos versos como acción de gracias a tu Padre del cielo por la resurrección de Jesús y por la esperanza eterna que nos ofrece. Da las gracias también por la presencia de Jesús en el seno de nuestras comunidades.
      Agradece hoy de manera especial el don de la fe, la paz y el perdón.

CONTEMPLATIO:
     Los dos textos del Nuevo Testamento de este día conducen nuestra contemplación a una profundidad mayor.
      La resurrección de Jesús tiene que conducirnos a amar a nuestro prójimo y estar dispuestos a compartirlo todo con los necesitados.
     Contempla la emoción y el agradecimiento de Tomás ante el gesto de Jesús, posiblemente, también, debió entristecerse por haber dudado de su Señor.
     Presenta las personas de tu entorno a Jesús. ¿Ves que sufren, que caminan sin rumbo, que están débiles en su fe…? Descubre en ellos al Resucitado, ámalos, perdónalos, compréndelos… Ofrécele tu apoyo y reza por ellos.
     Reconoce y agradece el testimonio de los que cambian y entregan su vida porque creen en el Resucitado, como les sucedió a los discípulos.
Decálogo para la Pascua 2014


1. Pascua de Resurrección, porque “murió y resucitó” (Mt. 8,6). Cuando confesamos a Cristo resucitado no decimos simplemente que su tumba quedó vacía, sino que vive para darnos vida.
     Cuando toda prueba se transforma en gracia, toda tristeza y sufrimiento en alegría, todo pecado en perdón, cuando nos liberamos de todas nuestras esclavitudes y pasamos de la muerte a la vida, es Pascua de Resurrección.
2. Pascua de Gloria, porque “era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria” (Lc. 24,26).
     A pesar de que nuestras luchas lleven tantas veces al fracaso, a pesar de que nuestras ilusiones no se realicen, y veamos tantas veces que nuestros sacrificios parecen estériles, podemos gritar que la muerte no es el final absoluto de la vida, que lo que hemos sembrado con esfuerzo y amor en nuestra vida se convertirá en Pascua de Gloria.
3. Pascua del Señor, porque los discípulos decían “Hemos visto al Señor” (Jn. 20,25). Y llamarle “el Señor”, significa que Él es el fundamento, el fin y el destino del hombre, del mundo, y de la historia.
     En su resurrección, Jesucristo vuelve de manera plena, está y vive del todo para Dios y para los hombres, y esta vida es la que Jesús comunica a los suyos.
     Él es la salvación ya presente y la salvación futura en plenitud, porque Él es el Señor.
4. Pascua eucarística, porque le reconocieron “al partir el pan” (Lc. 24,35). Un pan que no sólo estimula por un momento, sino que da la vida para siempre. En la Eucaristía, es donde Jesús se encuentra y allí Jesús habla al corazón y lo colma con su gracia. Cuando se experimenta el trato con el Sacramento Eucarístico se abren los ojos del corazón y se ve a Dios en todas las cosas, como los discípulos en la Pascua de Emaús.
5. Pascua de la Vida, porque Cristo “ha resucitado de entre los muertos como primicia de los que mueren” (1 Cor 16,9).
     La vida del creyente no es soledad angustiosa, sino experiencia compartida con el Resucitado. Ahora sabemos que venimos de Dios, que hemos sido hechos a su imagen y que nuestra vocación es la de “reproducir los rasgos de Cristo” (Rom. 8,29).
     No podemos buscar entre los muertos al que vive. Nos pueden matar, pero nunca nos quitarán la vida, por la Pascua de Resurrección.
6. Pascua santificadora, porque Cristo resucitado nos ofreció “el perdón de los pecados” (Jn 20,22).
     Cristo quiso que la Iglesia fuera el signo y el instrumento del perdón y de la reconciliación que nos adquirió al precio de su sangre por la Pascua Santa.
7. Pascua de alegría, porque “los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor” (Jn. 20,20).
     Los cristianos no somos el pueblo de un muerto, sino el pueblo de un resucitado. La alegría pascual da su auténtico sentido a toda la vida humana.
     Esperanza y alegría son las características de la vida espiritual del hombre. A pesar de las cruces y padecimientos de la vida, el final siempre inexorablemente será la alegría victoriosa de la Pascua de resurrección.
8. Pascua pacificadora, porque Jesús resucitado repetía: “Paz a vosotros” (Jn. 20,21).
Puedes llevar la paz, ofrecer la paz, hacer la paz rebosar de la paz que siempre nace de la posesión de Dios y de su gracia, la tranquilidad del alma, la integridad del cuerpo, la felicidad perfecta, la seguridad del cielo. Paz con Dios, paz con los hermanos, paz consigo mismo, hasta la paz cósmica, porque Cristo es nuestra Paz.
9. Pascua misionera, porque Jesús resucitado dijo: “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo” (Jn 20,21).
     Quien vive con la Fe Pascual, no puede quedarse impasible ante el mundo, ante la realidad social, ante la Iglesia. Somos una Iglesia misionera que sale al encuentro del mundo y de los hombres siguiendo el mandato de Jesús “Id al mundo entero” (Mt. 28).
     La Iglesia del Señor es tanto más Iglesia cuanto más abierta está a la evangelización del mundo por la Pascua de Resurrección.
10. Pascua comunitaria, porque “Jesús se presentó en medio de ellos” (Jn. 20,19).
     La comunidad es la comunidad de cada uno y de todos con Cristo. El siempre une.
     La vida comunitaria no consiste en estar juntos, o en cooperar como miembros de un equipo a la realización de una determinada tarea de carácter social o apostólico, sino en estar realmente unidos con Cristo y entre sí. La comunidad hace presente a Cristo por la Pascua de Resurrección.

+ Ángel Rubio, obispo de Segovia
     RONCALLI Y WOJTYLA: LA AVENTURA CONTINÚA


     El año 1953, Pío XII, un papa mucho más abierto, dinámico y con visión de futuro que lo que indica la imagen grotesca habitualmente dibujada por los medios, realizaba un nombramiento sorprendente. Ya en la etapa final de su largo pontificado, llamaba al entonces nuncio en París, Ángelo Roncalli, para gobernar la sede de San Marcos, en Venecia. Cierto es que Roncalli había realizado una brillante labor en Francia, permitiendo una renovación tranquila del episcopado, muy lejos de la extensa purga prevista por el general De Gaulle, irritado por el colaboracionismo de numerosos prelados franceses con el régimen de Vichy. En todo caso la apuesta era alta y desmiente una vez más el supuesto conservadurismo de Pacelli.
     Ese mismo año un joven sacerdote polaco, Karol Wojtyla, presentaba su tesis sobre Max Sheler y asumía la cátedra de Teología Moral y Ética Social en la facultad de Teología de Lublin, la única Universidad Católica que permanecía abierta bajo el régimen comunista en Polonia. Cinco años después, en julio de 1958, Wojtyla recibe durante una acampada con jóvenes universitarios la noticia de que Pío XII, al que le quedaban apenas tres meses de vida, le había nombrado obispo auxiliar de Cracovia. Tenía entonces 38 años. Así pues Roncalli y Wojtyla fueron objeto de sendas decisiones inesperadas (poco probables según los cálculos humanos) de Pío XII, que colocaron a ambos en una senda cuya inusitada etapa final había de ser la silla de Pedro.
     Todo esto puede verse como una mera coincidencia o como simple curiosidad, pero a mí me sorprende siempre la ironía que gasta el Señor para trenzar los hilos de la historia. Roncalli y Wojtyla eran hombres de distinta generación y temperamentos diversos, pero si profundizamos un poco encontraremos notables sintonías. Ambos habían crecido en ambientes populares, muy alejados de cualquier refinamiento palaciego. Roncalli era hijo de campesinos de la provincia de Bérgamo, mientras Wojtyla creció en el ambiente familiar de un suboficial del ejército, en la tranquila y poco influyente ciudad de Wadowice. La austeridad de vida, la profunda piedad familiar, la conciencia de pertenecer al pueblo cristiano, y la participación directa y muy viva en las dramáticas vicisitudes históricas de su tiempo, son factores convergentes en ambos personajes. Como también lo es una suerte de bondad, o de pureza humana muy singular, que caracterizó a ambos desde su temprana edad. A su manera ambos resultaban imprevisibles, rompedores, nada asimilables a los ambientes clericales. Y sin embargo eran profundamente eclesiales, pues bebieron a fondo lo mejor de la tradición teológica, la enseñanza social de los papas del siglo XX y la vibración religiosa de sus respectivos pueblos.
     La escuela diplomática abrió la mente de un muchacho de provincias como Roncalli, le dio una dimensión ecuménica y le permitió conocer las debilidades y fortalezas de las iglesias europeas en la posguerra. Por un camino muy distinto, Wojtyla conoció en propia carne los totalitarismos y ensayó una respuesta histórica desde la fe. Ni el uno ni el otro se veían acomplejados ante la cuestión obrera, que sentían muy a flor de piel, y ambos eran creativos y no meramente defensivos frente a las cuestiones pendientes del diálogo interreligioso, las libertades o el progreso científico. Ambos, en fin, fueron protagonistas del Concilio Vaticano II. No es fantasía detectar un designio providente que los preparó a través de apasionantes biografías para responder a una vocación que ahora podemos contemplar ubicada en el camino reciente de la Iglesia.

Ahora podemos situarnos ya en la plaza de San Pedro el próximo 27 de abril, fiesta de la Divina Misericordia, cuando tendrá lugar un acontecimiento único: la canonización de dos papas reformadores, eslabones de una cadena que podría remontarse quizás a León XIII y cuyo extremo actual encarna el papa Francisco. Una cadena de carne y hueso, de inteligencia y corazón, mediante la cual el Espíritu Santo ha desplegado sorpresa tras sorpresa para que la Iglesia aprenda una y otra vez a estar presente en un mundo cambiante, para que vuelva una y otra vez a sus fuentes y se desprenda de gangas y adherencias espurias, para que encuentre nuevo vigor tras cada recaída, un verdor desconocido que desplace al óxido de la inercia.
     Podemos identificar un tramo final de esa larga cadena, que arranca precisamente con la convocatoria del Concilio. Juan XXIII advertía entonces que “nuestra tarea no es únicamente guardar este tesoro precioso (de la fe y la Tradición)… sino también dedicarnos con voluntad diligente, sin temor, a estudiar lo que exige nuestra época (…). Es necesario que esta doctrina, verdadera e inmutable, a la que se debe prestar fielmente obediencia, se profundice y exponga según las exigencias de nuestro tiempo”. ¡Y cuánta conversión, sufrimiento y libertad han sido y son necesarios para realizar esta tarea inscrita en el dinamismo de la misión de la Iglesia!
     En cuanto a Juan Pablo II, conviene releer la homilía de su beatificación en la que Benedicto XVI explicó cuál es la “causa del Concilio”, la causa por la que vivió y murió el papa llegado de Polonia: que el hombre abra sus puertas a Cristo, que la sociedad, la cultura y los sistemas económicos y políticos se dejen iluminar y sanar por la presencia del Resucitado. Gracias a su experiencia vivida bajo el marxismo, el Papa Wojtyla supo desenmascarar la pretensión de las ideologías de cumplir la esperanza del hombre, y reivindicó legítimamente para el cristianismo la respuesta a esa esperanza, restituyendo a la fe su plena significación humana, social e histórica.
     Francisco, el primer papa venido de América, ha querido reunir en un mismo gesto, ante la Iglesia y ante el mundo, el testimonio y la herencia de estos dos pontífices. Ha sido una decisión llena de sabiduría pastoral, todo un mensaje antes incluso de escuchar su homilía del próximo domingo. “El hombre es el camino de la Iglesia y Cristo el camino del hombre”: esta frase en el pórtico de la encíclica Redemptor Hominis define la aventura de la Iglesia en los últimos cincuenta años. Y Francisco la interpreta ahora con su originalísimo temple pastoral y misionero. La aventura continúa.

José Luis Restán NOTICIAS, VATICANO

sábado, 19 de abril de 2014

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 20 DE ABRIL, EN LA PASCUA DE RESURRECCIÓN DEL SEÑOR

HA RESUCITADO


Juan 20:1-9     El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: - «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
Otras lecturas: Hechos 10:34, 37-43; Salmo 117; Colosenses 3:1-4

LECTIO:
     Es ésta una lectura fascinante. Ha desparecido el cuerpo de Jesús y María Magdalena es la primera que aparece en escena.    Puedes leer su encuentro con Jesús en los versículos que siguen a la lectura de hoy.
     Este pasaje se centra principalmente en los dos discípulos, Pedro y otro al que la tradición identifica como el apóstol Juan. El narrador nos dice que Juan cree en la resurrección de Jesús tan pronto como ve los lienzos abandonados en la tumba. ¿Qué hace que Juan crea que Jesús está vivo? Algunos comentaristas piensan que la manera particular en que estaban doblados era la manera propia de Jesús, algo que Juan reconoció inmediatamente. Quienquiera que lo hubiera hecho no estaba muerto sino vivo. Sin duda, tenía que ser Jesús. Este fue el primer encuentro de Juan con Cristo resucitado. ¿Hizo Juan partícipe de esta convicción a Pedro? No sabemos. Todo lo que se nos dice es que los discípulos todavía no entendían la escritura que decía que Jesús tenía que resucitar de entre los muertos. Esto cambiaría bien pronto. Pero cada individuo tuvo una experiencia ligeramente distinta. María Magdalena, Pedro, Juan y los otros discípulos se encuentran cara a cara con Cristo en los versículos que siguen al relato de Juan en evangelio de hoy.
     Los relatos de estos discípulos, de los que son testigos oculares, son fundamentales para la fe de los cristianos. Sabían que Jesús había muerto en la cruz, sabían con exactitud dónde estaba enterrado y cada uno se encontró personalmente con Cristo resucitado. Esos encuentros con el Señor resucitado confirmaban su fe en que él era efectivamente lo que decía que era: el Mesías Prometido, el Hijo de Dios.

MEDITATIO:
Imagínate en aquella primera mañana después de la crucifixión de Jesús. Despertar, tratar de comer o beber, ir a la tumba con María Magdalena, o con Pedro y Juan.
¿Qué pensarías? ¿Qué sentirías? Y en contraste con esto: ¿cómo te sentirías al acostarte aquella noche?
Piensa en cómo le podrías explicar a un amigo que no cree en Jesús por qué aquellos acontecimientos que sucedieron la primera Pascua siguen siendo tan importantes hoy día.

ORATIO:
     Hoy es uno de los días más gozosos del calendario litúrgico. Las palabras de los otros evangelistas “No está aquí; ha resucitado” han resonado siglo tras siglo.
     Busca tu propia alabanza y expresa tu gozo y tu agradecimiento a Dios. Usa los versos del Salmo 117 para ayudarte.

CONTEMPLATIO:
     “Ya que habéis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas del cielo, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios.”
     Colosenses 3:1-4 nos dicen que en Cristo ya hemos experimentado nuestra propia ‘resurrección’ a una nueva vida espiritual.
    Dedica algo de tiempo a reflexionar sobre lo que significa tener la “vida escondida con Cristo en Dios” y poner el corazón y la mente en el cielo en vez de en los afanes mundano.
SÁBADO SANTO



Conmemoramos la sepultura del Señor. Cristo ha sido sepultado y ha bajado a los infiernos. Por “infierno” no hay que entender el lugar de los condenados, con los demonios, sino el “lugar de los muertos”; es decir, el estado de muerte. El Hijo de Dios, en su solidaridad con la humanidad. ha experimentado verdaderamente la muerte, como cualquier otro mortal.
El Sábado Santo es un día alitúrgico: no se celebran sacramentos.
Pero es un día de oración. Se recomienda hacer comunitariamente la oración de laudes o el oficio de lecturas.



VIGILIA PASCUAL


El Domingo de Resurrección se abre con la celebración de la Gran Vigilia Pascual.
Es la noche en que se celebra la Pascua, el “paso” de Dios por la historia. Este paso repetido ha sido fuente de espectaculares maravillas:
o   El paso de la nada a la creación del cosmos, que emerge entre las aguas.
o   El paso de Israel, desde la esclavitud de Egipto a la libertad de la tierra prometida, a través de las aguas del Mar Rojo.
o   El paso de Cristo de la Muerte a la Gloria del Padre.
o   El paso de la muerte del pecado a la vida de la gracia, a través de las aguas del Bautismo.
o   Finalmente, todo ello nos invita a esperar el paso definitivo de la Humanidad y del Cosmos hacia los cielos nuevos y la tierra nueva, al final de los tiempos, cuando Cristo Resucitado recapitule todas las cosas en sí mismo y lo sea todo en todos.

Historia de esta Vigilia:

        Los primeros cristianos comenzaron a celebrar la Pascua organizando, en la noche del sábado al domingo, una prolongada vigilia de oración. Desde inicios del siglo II, ya tenemos noticias de esta celebración.
Durante esa noche, la comunidad dedicaba a leer diversos pasajes del A y N Testamento, acompañándolos del canto de los salmos y de la recitación de oraciones. La Vigilia acababa con la celebración de la Eucaristía y de un ágape fraterno.

        Poco a poco esa noche se convirtió también en la noche de la iniciación cristiana, celebrándose el Bautismo y la Confirmación de los catecúmenos.
A partir del siglo V, se incorporó el último de los elementos de la Vigilia: el lucernario: con el ritual del fuego, el cirio y la luz.
                Conforme avanzaban los siglos, las diversas Iglesias fueron buscando una celebración más cómoda de la vigilia; para ello, adelantaron poco a poco la hora de la celebración a la tarde del sábado. De este modo, en el siglo XIV ya se celebraba a primeras horas de la mañana. El Sábado Santo se convirtió en Sábado de Gloria, y las campanas ya repicaban al mediodía, anunciando la resurrección. La Vigilia cayó en una gran decadencia y acabó resultando muy poco significativa en relación a otras celebraciones del año cristiano.
La reforma litúrgica realizada por los Papas Pío XII y Pablo VI se propuso rescatar y dar todo su valor a la Vigilia Pascual.

El simbolismo de la noche.

        Una de las primeras cosas que dice el misal actual sobre la Vigilia Pascual es que debe ser una celebración nocturna. Por eso, nunca debe escogerse una hora tan temprana que la vigilia empiece antes de la noche, ni tan tardía que acabe después del alba del Domingo.
        Celebrar la Vigilia de noche no es ningún capricho, sino que tiene unas motivaciones muy sólidas:
-          Primero, por autenticidad. Se trata de una vigilia, es decir, de una noche en vela en honor del Señor, para conmemorar la Resurrección, que aconteció en la noche del sábado al domingo. De hecho, todos los textos de la liturgia hablan de la noche. Por eso, no tendría sentido ni celebrarla aún de día, ni hacerla tan corta que perdiera el carácter de vigilia. Siendo tan habituales en nuestra sociedad las celebraciones festivas nocturnas, sería chocante que los cristianos tuviésemos reparos de pasar una noche en vela en honor del Señor.
-          Segundo, porque la noche en sí misma tiene un valor simbólico y pedagógico que ayuda a celebrar el misterio de la Resurrección.
o   La noche aparece repetidas veces en las sagradas Escrituras. Para los judíos eran muy significativas cuatro noches concretas:
§  La noche de la creación, en que todo pasó de la oscuridad a la primera luz.
§  La noche del sacrificio de Abrahán, en que Dios prometió que multiplicaría su descendencia como las estrellas del cielo.
§  La noche de la salida de Egipto.
§  La noche la que habría de venir el Mesías.
o   Para los cristianos, la noche más importante es la de la resurrección, en la que Jesús salió del sepulcro y pasó a una nueva existencia.
§  Es la noche en que pasamos de las tinieblas de la muerte a la luz de la vida.
§  De la esclavitud del pecado a la libertad de la gracia.
o   Toda la liturgia de la Vigilia Pascual juega con el símbolo de la oscuridad de la noche. De este modo, la noche se convierte en un verdadero “signo pascual”.

La estructura de la celebración.

        La Vigilia Pascual consta de cuatro partes:

·        La primera parte es un lucernario, o liturgia de la Luz, que tiene su momento culminante en la aclamación a Cristo Luz y en el canto del pregón pascual.
·        La segunda parte es una liturgia de la Palabra en la que se leen nueve lecturas que resumen toda la historia de la salvación. Su momento culminante es la proclamación del Evangelio precedido de un solemne canto del aleluya.
·        La tercera parte es una liturgia Bautismal, cuyo momento culminante es el bautismo de nuevos cristianos o la renovación de los compromisos bautismales por parte de los ya bautizados.
·        La última parte es la liturgia Eucarística, cuyo momento culminante es la comunión del Cuerpo y la Sangre de Cristo resucitado.

Lo principal, central y culminante en toda la Vigilia es la Palabra y el Sacramento.
- La Pascua se proclama en la Palabra: “¡Cristo ha resucitado!”.
- Y se participa en los sacramentos: Bautismo, Confirmación y Eucaristía. Por medio de los sacramentos el Resucitado comunica su vida a la Iglesia y la alimenta.

A pesar de su extensión, la Vigilia nunca se hará larga siempre que se entienda el significado de cada una de sus partes. Y por supuesto, si quienes la hayan preparado y la conduzcan sepan respetar su ritmo y cuiden la elección y calidad del canto, la competencia de los lectores, el ajuste de la megafonía, y los medios para facilitar una participación activa de los fieles.

El Rvd. Padre D. Oscar González Esparragosa ha sido Consiliario de éste Turno nº 5  de la Adoración nocturna Española.

viernes, 18 de abril de 2014

VIERNES SANTO


1º.- Significado de este día:

       Es el primer día, propiamente dicho, del Triduo Pascual. “Pascua” significa “paso”. El “paso” de Jesús de este mundo a la gloria del Padre. El Viernes Santo, al conmemorar la muerte del Señor, vivimos el primer momento de ese “paso”.
El Viernes Santo está centrado en la contemplación de la cruz del Señor. En este día, la Iglesia:
- medita la Pasión del Señor,
- adora su cruz redentora,
- e intercede ante su Señor por la salvación del mundo.
Pero nuestra mirada sobre la cruz no es una mirada de tristeza, sino de celebración. En el Viernes Santo no celebramos una especie de “exequias de Jesús”. La muerte del Señor es contemplada como fuente de nuestra salvación.  Jesús es contemplado como nuestro Sumo y Eterno Sacerdote, que ha ofrecido voluntariamente el sacrificio de su vida, por la salvación de todos los hombres. La muerte de Jesús es la muerte del primero de los mártires, por eso, el color del día es el rojo y no el morado, propio de la Cuaresma o de la liturgia de difuntos.

2º.- Historia de este día:

       La celebración del Viernes Santo tiene unos de sus primeros orígenes en la comunidad cristiana de Jerusalén. Tenemos el testimonio de que ya en el siglo IV, los cristianos se reunían en el Calvario para venerar la reliquia de la Cruz del Señor. Cada uno de los presentes pasaba ante ella, inclinándose, tocándola con la frente y besándola. Los diáconos vigilaban para que nadie arrancara trocitos para venerarlos como reliquias. A continuación, desde el mediodía hasta las tres de la tarde, se tenía una celebración con lecturas y salmos, siendo el elemento fundamental la lectura del Evangelio de la Pasión según San Juan. Mediante esta liturgia de la Palabra se pretendía que todos pudieran entender el sentido redentor que tanto el AT como el NT dan a la muerte de Jesús.
        Hacia el siglo VI la celebración del Viernes Santo ya estaba organizada en muchas Iglesias casi como la celebramos ahora. Sin embargo, la adoración de la cruz no se introdujo en la liturgia romana hasta el siglo VIII.

3º.- Hay dos aspectos que marcan el tono de este día:

- La sobriedad de la liturgia: no hay flores, no se utiliza el incienso, no suena la música ni las campanas, el altar está despojado, el sagrario, abierto y vacío.
- El ayuno. Pero este ayuno tiene un significado distinto del ayuno del miércoles de ceniza. No es un ayuno penitencial, porque la Cuaresma acabó el jueves. No se trata de manifestar dolor por los pecados, ni desasimiento de nuestros afectos y pasiones mundanos. Se trata de un ayuno litúrgico. Se ayuna para recordar, de alguna manera la tristeza de los apóstoles, de la primera Iglesia, en los días que pasaron entre la muerte del Maestro y su resurrección. Se trata, por tanto, de un ayuno sacramental, de uno de los gestos simbólicos de la celebración de la Pascua. Es como una manera de expresar que la comunidad cristiana sigue a su Señor a través de la muerte. Un aspecto de este ayuno es la ausencia de celebraciones sacramentales. Ni el Viernes ni el Sábado Santos la Iglesia celebra los sacramentos. Ni siquiera la Eucaristía. Por eso se ha reservado el Santísimo Sacramento después de la Misa del Jueves, para que todos puedan comulgar ese día. A este respecto, muchos liturgistas opinan que debería suprimirse incluso la comunión del Viernes Santo.

4º.- Una celebración impresionante:

       La celebración de la Pasión del Señor constituye una de las liturgias más impresionantes de todo el año cristiano. Se trata de una celebración austera, muy sobria, centrada enteramente en la muerte del Señor. Veamos alguno de sus elementos más singulares:

        * La entrada:
La celebración empieza sin canto de entrada. Los ministros, en procesión silenciosa, se dirigen al altar.
El sacerdote que preside, al llegar ante el altar, se postra en el suelo, mientras toda la comunidad permanece arrodillada, orando en silencio.
Esta postración es un rito propio de este día. Significa, al mismo tiempo, la humillación del hombre terreno y el dolor de la Iglesia ante Cristo crucificado.

        * La liturgia de la Palabra.
        Las lecturas bíblicas que la liturgia de la Iglesia ha seleccionado para este día poseen una clara unidad: nos invitan a contemplar la muerte del Señor en la cruz y su valor salvador para toda la humanidad.
        La primera lectura está tomada del cuarto cántico del Siervo de Yavé, del profeta Isaías. La figura del Siervo de Yavé constituye una espléndida profecía de la pasión de Jesús. La profecía de Isaías nos ofrece la contemplación de la figura del Siervo de Yavé, despreciado y quebrantado, que, siendo inocente, carga con los pecados del pueblo. Sin embargo, su muerte es redentora: el intercede por los pecadores y ofrece su vida como expiación.
        Le hace eco el salmo 30, “a tus manos encomiendo mi espíritu”, oración confiada que Jesús rezó momentos antes de expirar.
        La segunda lectura está tomada de la carta a los Hebreos. Nos acerca a la muerte del Señor desde otro ángulo: Jesús es contemplado ahora como el Sumo Sacerdote de la Nueva Alianza, que, ofreciendo su obediencia a Dios hasta la muerte, ha obtenido la expiación de nuestros pecados.
        Finalmente, la lectura de la Pasión según Juan constituye el centro y el punto culminante de la liturgia de este día. Juan nos describe con solemne grandeza la muerte del Señor. La lectura de la pasión se realiza por tres lectores y el pueblo interviene con aclamaciones. Cuando Jesús entrega el espíritu, todos se arrodillan.

        * La oración universal.
        Después de la homilía tiene lugar la Oración Universal. La oración universal de este día es la más solemne y clásica de cuantas la Iglesia ha conservado. El diácono enuncia el contenido de la petición. Toda la comunidad ora en silencio. Se une a la petición con una súplica cantada. Y el sacerdote eleva a Dios una oración en nombre de toda la comunidad eclesial.
        Se denomina universal porque intercede por todo tipo de categorías de personas. Unidos a Cristo, que muere en la cruz por nuestra salvación, y que es nuestro intercesor y nuestro Sumo Sacerdote, pedimos a Dios Padre la salvación para todos los hombres y mujeres del mundo:
o   Hay cuatro oraciones por la Iglesia:
§  Por la Iglesia universal,
§  por el Papa,
§  por todos los ministros y fieles,
§  y por los catecúmenos.

o   Otras cuatro:
§  Por la unidad de los cristianos,
§  Por los judíos,
§  Por los creyentes de otras religiones
§  Por los que no creen en Dios.

o   Finalmente, hay otras dos
§  Por los gobernantes.
§  Por todos los que sufren.
Con la oración universal expresamos nuestra confianza en el valor universal de la Pasión de Cristo, que ha muerto por la salvación de todos los hombres y mujeres del mundo.

* La adoración de la Santa Cruz.
La adoración de la cruz es un signo de amor agradecido a Jesús. Adorando la cruz, la comunidad cristiana expresa a Cristo su amor agradecido:
-          Agradecimiento porque la cruz es signo de la inmensidad del amor de Cristo por nosotros.
-          Agradecimiento, porque por medio de su muerte en la cruz nos ha reconciliado con Dios Padre.
Explicación del rito…
Durante la adoración se cantan los improperios. Es un canto en que se contrasta la generosidad de Dios con la ingratitud de su pueblo. Ayer, Israel. Hoy, nosotros, la Iglesia.


* Comunión eucarística.
El Viernes Santo no se celebra la Eucaristía. En la espera de celebrar la Eucaristía de la noche de Pascua nos acompaña el Cuerpo del Señor, entregado por nosotros. La liturgia nos lo ofrece como alimento.

El Rvd. Padre D. Oscar González Esparragosa ha sido Consiliario de éste Turno nº 5  de la Adoración Nocturna Española