TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

sábado, 25 de junio de 2016

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 26 DE JUNIO, 13º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo)


…“TE SEGUIRÉ DONDE VAYAS”

Lc. 9. 51-62
           
            Cuando se completaron los días en que iba a ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros delante de él. Puestos en camino, entraron en una aldea de samaritanos para hacer los preparativos. Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén.
       Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?». Él se volvió y los regañó. Y se encaminaron hacia otra aldea.
       Mientras iban de camino, le dijo uno: «Te seguiré adondequiera que vayas». Jesús le respondió: «Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». 
       A otro le dijo: «Sígueme». Él respondió: «Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre». Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios».
       Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa». Jesús le contestó: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios».

Otras Lecturas: 1Reyes 19, 16b.19-21; Salmo 15; Gálatas 5,1.13-18

LECTIO:
                El evangelio de este domingo tiene dos escenas bien diferenciadas pero ambas se desarrollan en un mismo escenario: el camino desde Galilea a Jerusalén.
       Primera escena: en un pueblo de Samaría no quisieron acoger a los enviados de Jesús. Los discípulos quieren eliminar el problema por las buenas: eliminando con fuego a esos samaritanos tan mal educados. Jesús les regaña. Les quiere enseñar que esa no es la actitud de un discípulo. Un cristiano ha de actuar movido por la  ley que Jesús nos ha enseñado: la del perdón ante el que te ofende.
       La segunda escena de este evangelio son tres textos de seguimiento. En dos casos una persona anónima quiere seguir a Jesús. En otro caso es Jesús quien llama a otra persona. En dos de estas llamadas, los llamados ponen pegas a Jesús.
       En el caso de la contestación que Jesús da a la primera persona que le manifiesta su deseo de seguirle vemos lo exigente que es seguir a Jesús. No se trata de no querer a  los nuestros, se trata de no ponerle excusas a Jesús. Si apostamos por Él apostamos con todas nuestras fuerzas.
       Perdonar siempre y seguir a Jesús con todas nuestras fuerzas, sin regatear ni tiempo, ni ilusión, ni nada. Dando lo mejor de nosotros mismos.

MEDITATIO:
…“te seguiré donde vayas”
     Jesús a las personas que encuentra y que le piden seguirlo, dice claramente cuáles son las condiciones: no tener una morada fija; saberse despegar de los afectos humanos; no ceder a la nostalgia del pasado. (Papa Francisco)
     Jesús también les dice a sus discípulos… que no impongan nada: si no encontraran disponibilidad a recibirlo, continúen, vayan adelante. Pero Jesús no impone jamás, Jesús es humilde, Jesús invita. Si tú quieres ven. Y la humildad de Jesús es así. Él nos invita siempre. (Papa Francisco)
…“te seguiré donde vayas”
     Jesús nos quiere libres como Él. No quiere cristianos egoístas que sigan el propio ‘yo’, ni cristianos débiles, cristianos que no tienen voluntad… que buscan siempre conectarse con la voluntad de otro, y no son libres. ¿Dónde se consigue esta libertad? En el diálogo con Dios en la propia conciencia. Si un cristiano no sabe hablar con Dios, no sabe escuchar a Dios en su propia conciencia no es libre. (Papa Francisco)
     La Virgen escuchaba y meditaba en lo más íntimo de sí misma la Palabra de Dios y aquello que sucedía a Jesús. Siguió a su Hijo con íntima convicción, con firme esperanza. Que María nos ayude a convertirnos cada vez más en hombres y mujeres de consciencia… capaces de escuchar la voz de Dios y de seguirla con decisión. (Papa Francisco)

ORATIO:
     Señor, ayúdanos a seguirte fielmente, procurando siempre dar lo mejor que tenemos, lo mejor que somos, sin medida, sin condiciones. Perdónanos nuestras debilidades.

Manda fuego del cielo, Señor, manda fuego que queme
todo lo que me separa de ti.
Que queme mis rechazos, mis cobardías y mis miedos,
que queme lo que me aleja de los otros y de ti.

CONTEMPLATIO:
“Te seguiré adonde vayas”.
     El gran obstáculo que nos impide hoy a muchos cristianos seguir de verdad a Jesús es el bienestar en el que vivimos instalados. Nos da miedo tomarle en serio porque sabemos que nos exigiría vivir de manera más generosa y solidaria. Somos esclavos de nuestro pequeño bienestar.
     Colaborar en el proyecto de Jesús exige dedicación total, mirar hacia adelante sin distraernos, caminar hacia el futuro sin encerrarnos en el pasado. El Papa Francisco nos ha advertido de algo que está pasando hoy: “Tenemos miedo a que Dios nos lleve por caminos nuevos, sacándonos de nuestros horizontes, con frecuencia limitados, cerrados y egoístas, para abrirnos a los suyos”.

…  No ayuda el que uno se ponga en camino y después, en vez de caminar, se vuelva atrás. Si alguien se ha puesto en camino –es decir, se ha hecho cristiano católico realmente- y mira hacia atrás dirigiendo todavía su amor al mundo, no hace más que volver al lugar de donde había partido (Agustín de Hipona).

jueves, 23 de junio de 2016










JUNIO: MES DEL SAGRADO CORAZÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO 

“Quien me ve a Mí, ve al Padre” (Jn 14, 9).

dijo el Señor a los Apóstoles. Quien contempla el Corazón de Nuestro Señor, contempla el amor que Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo tiene al hombre, podemos decir nosotros.
      “La plenitud de Dios se nos revela y se nos da en Cristo, en el amor de Cristo, en el Corazón de Cristo” (Es Cristo que pasa, n. 163).
     La piadosa devoción al Sagrado Corazón de Jesús hará posible que se realice en nosotros el sueño de San Pablo: “Que Cristo habite en vuestros corazones por la fe, para que, arraigados y fundamentados en la caridad, podáis comprender con todos los santos cuál es la anchura y la hondura, la altura y la profundidad; y conocer también el amor de Cristo que supera todo conocimiento, para que os llenéis por completo de toda la plenitud de Dios” (Ef 3, 17-19).
     Ese amor de Dios, el Espíritu Santo que ha sido derramado en nuestros corazones (cfr. Rm 5, 5), hará posible que nuestra inteligencia se abra a la luz del Amor de Cristo manifestado en la Cruz; que nuestra memoria se abra al Amor escondido en la promesa de vida eterna que Cristo nos da al anunciar la Eucaristía: “Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene viene eterna, y Yo le resucitaré el último día” (Jn 6, 54)”; y que nuestra voluntad se abra de verdad a las necesidades de los demás, y así podamos vivir su mandamiento nuevo: “Amaos los unos a los otros como Yo os he amado” (Jn 13, 34).
     Al instituir para toda la Iglesia la fiesta litúrgica del Sagrado Corazón de Jesús, el Papa Pío XII, señaló con estas palabras el Amor del Corazón de Jesús: “Con toda razón, el corazón del Verbo Encarnado es considerado signo y principal símbolo del triple amor con que el Divino Redentor ama continuamente al Eterno Padre y a todos los hombres. Es, ante todo, símbolo del divino amor que en Él es común con el Padre y el Espíritu Santo, y que sólo en Él, como Verbo Encarnado, se manifiesta por medio del caduco y frágil velo del cuerpo humano, ya que en “Él habita toda la plenitud de la Divinidad corporalmente”. (…) “Finalmente, y esto en modo más natural y directo, el Corazón de Jesús es símbolo de su amor sensible, pues el Cuerpo de Jesucristo, plasmado en el seno castísimo de la Virgen María por obra del Espíritu Santo, supera en perfección, y, por ende, en capacidad perceptiva a todos los demás cuerpos humanos” (Encíclica “Haurietis aquas, 15-mayo-1956)
     ¿Cómo podremos vivir esos tres amores, que nos indican los caminos que hemos de seguir si queremos manifestar con nuestra vida la realidad del Mandamiento Nuevo? El Señor quiere que, con nuestra vida demos testimonio de ese su amor a los hombres, y además nos indica: “Aprended de Mí, que soy manso y humilde de Corazón”. ¿Cómo podremos amar y aprender del Señor, si no tenemos en nuestro corazón, el amor de su Corazón?
     Ya en el Antiguo Testamento, Dios nos anunció por el profeta Ezequiel que daría a los hombres un corazón nuevo: “Os daré un corazón nuevo y pondré en vosotros un espíritu nuevo; os arrancaré ese corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Pondré dentro de vosotros mi espíritu y os haré ir por mis mandamientos y observar mis preceptos y ponerlos por obra” (Ez 36, 26-27).
     La solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús nos trasmite el rostro de Dios en Cristo Jesús, que se conmueve ante el óbolo de la viuda, que llora ante la muerte de Lázaro, que llora sobre Jerusalén por el mal que se hacen quienes le rechazan y no descubren la “hora de Dios”. El corazón de Dios que tiene sed del agua que bebemos los hombres, del amor de los hombres, y agradece, con la Fe, el vaso de agua de la Samaritana. 
     La devoción al Sagrado Corazón abre nuestro corazón, nuestra capacidad de amar, en tres dimensiones:
Amar a Dios, Uno y Trino.
Amar a los demás y vivir con ellos la Comunión de los santos en el bien, y sufriendo y padeciendo con ellos en el mal físico y moral, ayudándoles para que se arrepientan de sus pecados y vivan la redención en el amor de Dios.
Amar a todos, como Cristo los ama.
“Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn15, 13).
 Damos nuestra vida a Dios adorándole en la Eucaristía, dando testimonio de nuestra Fe, de nuestra Esperanza, de nuestra Caridad, anunciando a amigos y conocidos su Nombre, y rezando con todo el corazón ante el Sagrario por las necesidades de la Iglesia, por el aumento de las vocaciones sacerdotales, por el Papa.
 Damos nuestra vida a los demás viviendo con todos sus afanes, sus alegrías, sus tristezas, sus triunfos y sus aparentes fracasos; alejando de nosotros todo egoísmo que nos lleva a pensar solamente en nosotros mismos y en nuestros intereses.
  Damos nuestra vida a todos, sirviéndoles con nuestro trabajo profesional, en la casa, atendiendo sus necesidades, también materiales cuando es preciso, acompañándoles para que no sufran la soledad. 
     María Santísima, al pie de la Cruz, nos enseña a amar el Corazón de su Hijo que muere amándonos.
Cuestionario
Cristo nos enseñó a amar muriendo en la Cruz por nosotros. ¿Sé amar y servir a los demás, aunque a veces eso me comporte sufrimientos y sacrificios?
¿Le pido a Dios Espíritu Santo que me enseñe a amar a Dios Padre con el corazón de Dios Hijo, Jesús?
¿Manifiesto mi amor en familia, alegrándome de todo corazón por los dones que Dios nos da? 

AVISO PARA ADORADORAS/ES DEL TURNO NÚM. 5 DE MARÍA AUXILIADORA Y SAN JOSÉ








Querido hermano en Xtº. Eucaristía:
     Con la presente, queremos invitarte a que participes con tu Turno en la próxima Vigilia extraordinaria de las Espigas convocada por el Consejo Superior Diocesano de Cádiz y que se celebrará D.m. el sábado 25 de Junio en la Parroquia de San Mateo Apóstol de la localidad de Tarifa (Cádiz).
          

VIGILIA  DIOCESANA  DE  LAS  ESPIGAS,
            (Organiza el Consejo Diocesano y la Sección de la Adoración Nocturna junto al consejo Parroquial de San Mateo de Tarifa.)


Días 25 y 26 de Junio de 2016.

PROGRAMA DE ACTOS:

Día 25 de Junio:

20,00.-  Salida desde Cádiz.
22,30.-  Reunión de Banderas  en las dependencias parroquiales y    Procesión de Banderas por las calles de la feligresía.
23,30.- Vísperas y Santa Misa presidida por el Sr. Delegado Episcopal Rdº D. Juan José Marina.

Día 26 de Junio:

00,30.-   Turnos de Vela ante el Santísimo Sacramento.
04,30.-   Santo Rosario y rezo de Laudes; Procesión Eucarística con Su Divina Majestad  para la Bendición de los Campos. Regreso al Templo, Oración final y despedida.


     Con el fin de facilitar el desplazamiento hasta la localidad de Tarifa éste Consejo Diocesano  contratará un autobús. A tal efecto y para evitar traslados innecesarios quedan establecidas las siguientes paradas:

CÁDIZ.-  salida 20,00h del día 25 de Junio desde la Plaza de la Hispanidad (antigua estación de autobuses), –San Felipe – Residencia.

PUERTO REAL.-      20,15h - En parada del Campo de Futbol.

SAN FERNANDO.-   20,30h – En parada de Policía Local.

CHICLANA.-           21,00H – En nueva parada del Campo de Futbol.

BARBATE.-             21,30h – En Parada de Transportes Comes.



(Estos horarios tan ajustados se consideraran aproximados debido a las paradas que hay que realizar en su largo recorrido por lo que se solicita su caritativa comprensión en el caso de retrasos)


Recuerda que Jesús Sacramentado nos espera

EL PRESIDENTE DIOCESANO
Fdº: Antonio Llaves Villanueva

viernes, 17 de junio de 2016

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 12 DE JUNIO, 12º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de + José Manuel Lorca Planes-Obispo de Cartagena)

«Y VOSOTROS, ¿QUIÉN DECÍS QUE SOY?»


Lc. 9.18-24

            Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?». Ellos contestaron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros dicen que ha resucitado uno de los antiguos profetas». Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Pedro respondió: «El Mesías de Dios».
       Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie, porque decía: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día».
       Y, dirigiéndose a todos, dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará.

Otras Lecturas: Zacarías 12, 10-11.ss; Salmo 62; Gálatas 3,26-29

LECTIO:
                El evangelista Lucas trata con cariño el tema de la oración en su evangelio: al insistir en cómo oraba Jesús está invitando a sus discípulos y a nosotros a que no olvidemos esta dimensión fundamental del cristiano: “es preciso orar sin desfallecer”.
       «¿Quién dice la gente que soy yo?». A Jesús no le interesa tanto lo que diga la gente, sino lo que los suyos digan de Él mismo, porque ellos serán los que después de la resurrección tendrán que anunciar al mundo quién es Jesús.
       Para Pedro y los suyos Jesús es el Mesías de Dios”. Después de oír a Pedro, Jesús completa su definición realizando el primer anuncio de la pasión. El hijo del hombre tiene que padecer y ser ejecutado…
       Jesús les formula esta invitación: El que quiera seguirme…”Jesús invita  porque sabe que a su lado podremos ser realmente felices. Pero no nos engaña. El caminar a su lado implica renuncia y sufrimiento. Uno no puede aceptar la cruz como una obligación pesada que nos asfixia. La cruz, el querer compartir el camino con Jesús se acepta libremente y por amor. ¿El premio? Ganar la vida eterna.

MEDITATIO:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy?».
     La pregunta de Jesús a sus discípulos alcanza, después de dos mil años, a cada uno de nosotros y pide una respuesta. Una respuesta que  se encuentra  en la experiencia de quien sigue de verdad a Jesús, con la ayuda de un «gran trabajador», el Espíritu Santo. (Papa Francisco)
     Pedro respondió con firmeza: «Tú eres el Mesías». Y después de esta confesión probablemente se sintió «satisfecho dentro de sí: ¡he respondido bien!. Sin embargo, el diálogo con Jesús no termina así. En efecto, «el Señor  comenzó a explicar lo que tenía que suceder». Pero Pedro no estaba de acuerdo con lo que había oído: no le gustaba ese camino proyectado por Jesús. (Papa Francisco)
«Y vosotros, ¿quién decís que soy?».
     También hoy Jesús «se dirige a nosotros y nos pregunta: para ti, ¿quién soy yo? Y, también nosotros seguramente daremos la misma respuesta de Pedro, la que hemos aprendido en el catecismo: ¡Tú eres el Hijo de Dios vivo, Tú eres el Redentor, Tú eres el Señor! (Papa Francisco)
     Jesús a Pedro y a sus discípulos no les dijo: ‘¡Conocedme!’, sino que les dijo: ‘¡Seguidme!’. Y en este seguir a Jesús nos hace conocerle. Seguir a Jesús con nuestras virtudes, y con nuestros pecados, pero seguirle siempre. No es un estudio de cosas, que es necesario, sino una vida de discípulo. (Papa Francisco)
     Para conocer a Jesús se necesita un encuentro cotidiano con Él, todos los días, con nuestras victorias y nuestras debilidades. Es un camino que no podemos recorrer solos. Es necesaria la intervención del Espíritu Santo (Papa Francisco)

ORATIO:
     Señor, ayúdanos a seguirte fielmente, procurando siempre dar lo mejor que tenemos, lo mejor que somos, sin medida, sin condiciones. Perdónanos nuestras debilidades.

Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,…

Tu gracia vale más que la vida,…
Toda mi vida te bendeciré…
Porque fuiste mi auxilio.

CONTEMPLATIO:
“Vosotros, quién decís que soy yo?
     Si dejamos apagar nuestra fe en Jesús, perderemos nuestra identidad. No acertaremos a vivir con audacia creadora la misión que Jesús nos confió; no nos atreveremos a enfrentarnos al momento actual, abiertos a la novedad de su Espíritu.
     Jesús es el "Mesías de Dios", el Enviado del Padre. ¿Sabemos los cristianos acoger, cuidar, disfrutar y celebrar este gran regalo de Dios? ¿Es Jesús el centro de mi vida, de nuestras celebraciones, encuentros y reuniones?  ¿Quién es hoy Jesús para los cristianos?
     Jesús es "Hijo de Dios". Él nos puede enseñar a confiar más en su bondad de Padre, a escuchar con más fe su llamada a construir un mundo más fraterno y justo para todos. ¿Estamos descubriendo el verdadero rostro de Dios encarnado en Jesús? ¿Sabemos anunciarlo y comunicarlo como una gran noticia para todos? No es cuestión de palabras, es cuestión de vida. Con la vida se anuncia a Jesús.

…  Cristo, nuestra vida, bajó acá para llevarse nuestra muerte y matarla con la abundancia de su vida; con tonante voz nos llamó para que volviéramos a Él (…)  Y luego desapareció de nuestra vista para que lo busquemos en nuestro corazón y allí lo encontremos. Se fue, pero aquí está. No se quiso quedar largo tiempo con nosotros, pero no nos dejó (Agustín de Hipona).

jueves, 16 de junio de 2016

EL SILENCIO EN LA LITURGIA


  El n. 45 de la Institutio Generalis Missalis Romani (editio typica tertia emendata, 2008), prescribe: “Debe guardarse también, en el momento en que corresponde, como parte de la celebración, un sagrado silencio. Sin embargo, su naturaleza depende del momento en que se observa en cada celebración. Pues en el acto penitencial y después de la invitación a orar, cada uno se recoge en sí mismo [singuli ad seipsos convertuntur]; pero terminada la lectura o la homilía, todos meditan brevemente lo que escucharon; y después de la Comunión, alaban a Dios en su corazón y oran [in corde suo Deum laudant et orant]. Ya desde antes de la celebración misma, es laudable [laudabiliter] que se guarde silencio en la iglesia, en la sacristía, en el “secretarium” y en los lugares más cercanos para que todos se dispongan devota y debidamente para la acción sagrada”.
     El texto cita, como nota, el n. 30 de la Constitución litúrgica Sacrosanctum Concilium, que igualmente prescribe: “Guárdese, además, a su debido tiempo, un silencio sagrado”. Nótese cómo, en ambos casos, se precisa que el silencio litúrgico es un silencio sagrado, sacrum silentium. El n. 56 de la Institutio especifica mejor la importancia del silencio dentro de la Liturgia de la Palabra, mientras que en lo que respecta a la Liturgia eucarística, el n. 78 precisa: “La Plegaria Eucarística exige que todos la escuchen con reverencia y con silencio”.
     Luego, el n. 84 subraya la importancia de la observancia del silencio para prepararse bien a recibir la Santa Comunión: “El sacerdote se prepara para recibir fructuosamente el Cuerpo y la Sangre de Cristo con una oración en secreto. Los fieles hacen lo mismo orando en silencio”.
     Finalmente, la misma actitud es sugerida para la acción de gracias después de la Comunión: “Terminada la distribución de la Comunión, si resulta oportuno, el sacerdote y los fieles oran en silencio por algún intervalo de tiempo. Si se quiere, la asamblea entera también puede cantar un salmo u otro canto de alabanza o un himno” (n. 88). En varios otros números de la Institutio se repiten prescripciones similares con respecto al silencio, que resulta ser parte integrante de la misma celebración.
     San Juan Pablo II reconoció que, en la praxis actual, la prescripción del Concilio Vaticano II referente al sagrado silencio – prescripción que luego pasó a la Institutio – no siempre fue observada fielmente. Él escribía: “Un aspecto que es preciso cultivar con más esmero en nuestras comunidades es la experiencia del silencio [...] La liturgia, entre sus diversos momentos y signos, no puede descuidar el del silencio” (Spiritus et Sponsa, n.13). Podemos recordar aquí también un texto del entonces teólogo y cardenal Joseph Ratzinger: “Nos volvemos cada vez más claramente conscientes de que la liturgia implica también el callar. Al Dios que habla, nosotros le respondemos cantando y rezando, pero el misterio más grande, que va más allá de todas las palabras, nos llama también a callar. Debe ser, sin duda, un silencio lleno, más que una ausencia de palabras y de acciones. De la liturgia se espera precisamente que nos de el silencio positivo en el cual nos encontramos a nosotros mismos” (Introducción al espíritu de la liturgia). Por lo tanto, es de gran importancia la observancia de los momentos de silencio previstos por la liturgia. Ellos son parte integrante tanto del ars celebrandi de los ministros como de la actuosa participatio de los fieles. El silencio en la liturgia es el momento en que se escucha con mayor atención la voz de Dios y se interioriza su Palabra para que produzca un fruto de santidad en la vida de cada día.

Fuente: Oficina para las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice
“Los espacios de silencio dentro de la celebración”. 

JUNIO 2016

«Vivid en paz unos con otros» (Mc 9, 50).
¡Qué entonada esta invitación de Jesús a la paz en medio de los conflictos que desgarran a la humanidad en tantas partes del mundo! Mantiene viva la esperanza, sabiendo que Él es la paz y ha prometido darnos su paz.
El Evangelio de Marcos recoge esta palabra de Jesús al término de una serie de dichos que dirige a sus discípulos, reunidos en casa en Cafarnaúm, en los que explica cómo debería vivir su comunidad. La conclusión es clara: todo debe llevar a la paz, la cual contiene todo bien.
Y esta paz estamos llamados a experimentarla en la vida cotidiana: en la familia, en el trabajo, con quien piensa distinto en política. Una paz que no teme encontrarse con opiniones discordantes, de las que hay que hablar abiertamente si queremos una unidad cada vez más verdadera y profunda. Una paz que exige al mismo tiempo que estemos atentos a que la relación de amor nunca falte, porque el otro vale más que las diferencias que pueda haber entre nosotros.
«Dondequiera que llega la unidad y el amor recíproco -afirmaba Chiara Lubich-, llega la paz, la paz verdadera. Porque donde hay amor recíproco, está presente en cierta medida Jesús en medio de nosotros, y Él es la paz, la paz por excelencia».
Su ideal de unidad había nacido durante la segunda guerra mundial, y enseguida se reveló como un antídoto al odio y a la aflicción. Desde entonces, ante cualquier nuevo conflicto, Chiara siguió proponiendo con tenacidad la lógica evangélica del amor. Por ejemplo, cuando estalló la guerra de Irak en 1990, expresó su amarga sorpresa al oír «palabras que creía sepultadas, como "el enemigo'; "los enemigos'; "comienzan las hostilidades': además de los partes de guerra, los prisioneros, las derrotas [...]. Nos dimos cuenta con consternación de que se hería en lo más profundo el principio fundamental del cristianismo, el "mandato" por excelencia de Jesús, el mandamiento "nuevo': [...] En lugar de amarse mutuamente, en lugar de estar dispuestos a morir el uno por el otro», la humanidad volvía a caer «en el abismo del odio»: desprecio, torturas, matanzas. ¿Cómo salir de ahí?, nos preguntábamos. «Debemos tejer, donde sea posible, relaciones nuevas, o profundizar en las ya existentes, entre los cristianos y los fieles de las otras religiones monoteístas: los musulmanes y los judíos», o sea, entre quienes estaban entonces en conflicto.

«Vivid en paz unos con otros»

Lo mismo vale para cualquier tipo de conflicto: tejer entre personas y pueblos relaciones de escucha, de ayuda recíproca, de amor, diría Chiara, hasta «estar dispuestos a morir el uno por el otro». Hace falta dejar de lado nuestras propias razones para entender las del otro, aun sabiendo que no siempre llegaremos a entenderlo hasta el fondo. También el otro hará probablemente lo mismo que yo y quizá tampoco él me entenderá a mí ni mis razones. Sin embargo, queremos permanecer abiertos al otro, aunque persistan las diferencias y la incomprensión, y salvar ante todo la relación con él.
El Evangelio lo plantea como un imperativo: «Vivid en paz», señal de que requiere un compromiso serio y exigente. Es una de las expresiones más esenciales del amor y de la misericordia que estamos llamados a vivir unos con otros.


Fabio Ciardi