TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

jueves, 28 de marzo de 2024

EL TRIDUO PASCUAL Y SU SIGNIFICACIÓN


       La pascua de los primitivos cristianos, entremezclada con la experiencia de la comunidad apostólica, giraba en torno a una sola celebración. El criterio místico de la concentración dominaba sobre el cronológico de los tres días, que se impuso más adelante. La pascua era la gran celebración de la noche. Su celebración concentraba la unidad de la historia de salvación desde la creación a la parusía.

     Pronto esta vigilia pascual fue precedida de uno o más días de ayuno, los cuales se transformaron progresivamente en el triduo del viernes, sábado y domingo, dedicados, respectivamente, a la muerte, sepultura y resurrección del Señor.

   El triduo pascual, vislumbrado ya en Orígenes, nos lo descubre no como una indicación cronológica, sino de sentido teológico y litúrgico. Comentando Os 6,2, dice: Prima die nobis passio Salvatoris est et secunda, qua descendit in infernum, tertia autem resurrectionis est dies, (El primer y el segundo día son para nosotros el sufrimiento del Salvador, que bajó a los infiernos, y el tercero es el día de la resurrección).

     Llegados al s. IV, encontramos una formulación teológica litúrgica bien precisa del triduo sacro. En san Ambrosio podemos leer: "Triduo en el que ha sufrido, ha reposado y ha resucitado el que pudo decir destruid este templo y en tres días lo reedificaré". Entre otras escogemos la conocida expresión de Agustín: Sacratissimum triduum crucifixi, sepulti et suscitati. (Triduo sacratísimo de la crucifixión, sepultura y resurrección)

     La doble tradición acerca del nombre de pascua contribuyó también a forjar la teología del triduo. Al entrar en crisis la primitiva, la asiática (pascha-passio), en el s. IV, va adquiriendo preponderancia la occidental al tener conocimiento de la alejandrina (pascha-transitus). La traducción latina de la Vulgada de Ex 12,11 de la palabra pascua como paso, (transitus) está en la base del nuevo acento teológico.

     Al interpretarse pascua por paso, como lo hace por primera vez Clemente de Alejandría, resulta muy adecuada para significar el principio y el término del triduo. Será el vehículo de una teología que permite poner de relieve los aspectos morales, ascéticos y doctrinales de la pascua. Los autores cristianos expresan así la dimensión cristológica, sacramental y escatológica de la fiesta.

CELEBRACIÓN LITÚRGICA DEL SANTO TRIDUO

  Santo Triduo Pascual es el título del misal, puesto inmediatamente antes de la misa vespertina de la cena del Señor. El epígrafe Santísimo Triduo Pascual de la muerte y resurrección del Señor, en la oración de las horas, encabeza los oficios que empiezan por las vísperas del jueves de la cena del Señor. En el leccionario, con menor precisión, la Misa Crismal del jueves va precedida de la expresión triduo pascual. El nuevo Ordo Lectionum el orden de las lecciones del año 1981, rectificando, pone la Misa Crismal en la cuaresma, y la palabra triduo precede a la Misa de la cena. Para las normas universales sobre el año litúrgico, el triduo pascual de la pasión y de la resurrección del Señor comienza con la misa vespertina de la cena del Señor, tiene su centro en la vigilia pascual y acaba con las vísperas del domingo de resurrección.

     Hasta aquí una síntesis de la normativa actual según los libros litúrgicos promulgados después del concilio Vat. II…

   … Las bases  bíblicas y patrísticas en ningún caso incluían el jueves santo, ni siquiera parcialmente. Para la iglesia, el triduo pascual de la pasión y resurrección del Señor es el punto culminante de todo el año litúrgico. El triduo pascual, propiamente, comprende los tres días de la muerte, sepultura y resurrección del Señor. Así se explica que la liturgia de las Horas del jueves tenga el carácter de una feria de cuaresma. En todo caso, las vísperas de los que no participan en la misa vespertina, que ocupa el lugar de las primeras vísperas, y la propia eucaristía, son como la introducción del triduo.

      No se olvide que la única celebración litúrgica de estos días, en los orígenes, era la de la vigilia pascual. Es esta dinámica propia, que va de la austeridad a la alegría y de la muerte a la vida, la que lleva impresa el orden y sentido de las celebraciones del triduo, desde este prólogo del jueves, bien significado en la lectura profética de la pascua del Éxodo.

                                                                                                                                                           Joan Bellavista

sábado, 16 de marzo de 2024

PARA EL DIÁLOGO Y LA MEDITACIÓN


MARZO :  ADORAR AL ENMANUEL

Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar

LA ADORACIÓN NOCTURNA MOMENTO PARA CULTIVAR LA INTIMIDAD CON DIOS


DEUS CUM NOBIS

     “Queremos contemplar, la maravilla de la vida de Dios en el hombre y del hombre en Dios, mediante la Comunión sacramental, que es la realización de su nombre misterioso Emmanuel, Dios con nosotros. ¡Qué portento! ¿Cuáles son sus consecuencias? ¿Cómo se compadece esto con nuestra libertad moral? ¿A dónde llegan sus efectos? Nadie tal vez pueda contestar. Pero fuerza es repetirlo con veneración y agradecerlo con amor. El hecho es de fe. Es más que eso, porque el precioso texto evangélico ha salido de la boca del Salvador, y tiene tan íntimo enlace con el anuncio de vivir con nosotros, y hacer en el hombre su morada hasta la consumación de los siglos, que se puede decir que esta vida recíproca del hombre con Dios es la literal aplicación o cumplimiento de la promesa hecha a la humanidad y a cada hombre individualmente, por la recepción del Cuerpo del Señor” (L.S. Tomo. XVI (1885) págs.441-450)

   Íntimo y verdadero es el vínculo entre estos dos misterios: Eucaristía y Encarnación. Lo esencial de ambos se refleja en el dulce nombre prometido por Isaías para el Mesías: Enmanuel, Dios con nosotros. Cuando Dios se hizo carne en las entrañas de María, vino a estar entre nosotros, cuando Dios hecho carne se deja comulgar por sus fieles, lo hace por estar en nosotros, pero de una manera u otra siempre es Dios con nosotros.

   Al contemplar el misterio de la Encarnación, por otro lado, recordamos que aquel a quien adoramos es la Vida, que su evangelio es un anuncio de Vida y que nos compromete en la defensa, promoción, custodia de la vida humana en todas sus fases, especialmente en sus momentos de mayor debilidad, pero muy especialmente en el seno de sus madres.

   El Magisterio de la Iglesia ha sido siempre rotundo a la hora de defender la vida del no-nacido, lo hace siendo consciente de que el mismo Dios quiso que sus entrañas se formaran en el seno de una madre, sabiendo que Dios nos conoce a todos desde el seno materno. La Iglesia celebra cada vida nueva, independientemente de las difíciles circunstancias que puedan acompañarla, la vida de cada ser humano tiene una dignidad superior, que merece ser celebrada y amparada.

 “La revelación del Nuevo Testamento confirma el reconocimiento indiscutible del valor de la vida desde sus comienzos. La exaltación de la fecundidad y la espera diligente de la vida resuenan en las palabras con las que Isabel se alegra por su embarazo: «El Señor... se dignó quitar mi oprobio entre los hombres» (Lc 1, 25). El valor de la persona desde su concepción es celebrado más vivamente aún en el encuentro entre la Virgen María e Isabel, y entre los dos niños que llevan en su seno. Son precisamente ellos, los niños, quienes revelan la llegada de la era mesiánica: en su encuentro comienza a actuar la fuerza redentora de la presencia del Hijo de Dios entre los hombres”. (Evangelium vitae 45)

   Como indica el Papa, la Escritura nos enseña a reconocer en María embarazada la presencia oculta de Dios cono nosotros. Isabel supo que María era la Madre del Señor, Juan saltó de alegría al notar la presencia divina de Cristo aún no nacido. El que era testigo de la luz, sin haber salido aún del vientre de su madre ya nos da testimonio de quién es la Luz.

   “El Verbo era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; el cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios. Y el Verbo se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.” (Jn 19-14)

   Cuando en la fiesta de la Encarnación se recita el Credo, al decir “que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo” todos los fieles se ponen en silencio de rodillas y hacen un breve acto de adoración. Hoy tenemos, en este mes de marzo, la oportunidad de prolongar esa adoración. De adorar más largamente el cuerpo de Cristo recién formado en las entrañas de María, el mismo cuerpo escondido ahora bajo las apariencias de pan. Sabemos que Él ha querido hacer morada, no sólo entre nosotros sino incluso dentro de nosotros, para llenarnos de su gloria, de su gracia y de su verdad. Cada vez que comulgamos le decimos a Jesús con María Amén, Fiat, que se cumpla lo que tú quieres en mí. Que tu palabra tome cuerpo en mi vida…

   Adoremos al Dios con nosotros, y que la contemplación de su debilidad de no nacido mueva en nuestros corazones un compromiso mayor para la defensa de la vida de tantos pequeños. El aborto, decía Juan Pablo II, no sólo era una amenaza contra la vida de cada niño, sino incluso contra nuestra civilización, una verdadera “estructura de pecado” ante la cual no podemos permanecer impasibles. Que triunfe la causa provida en el mundo debe ser una intención particular de todas nuestras vigilias. El terrible drama del aborto sólo puede ser combatido con ayuno y oración, quizá otra cosa no podemos hacer, pero la intercesión por las madres tentadas, la reparación al Corazón de Cristo por este crimen tan frecuente, eso está a nuestro alcance, delante de la Custodia.

   Como siempre los santos de ayer y de hoy nos enseñan cómo adorar la presencia del Dios con nosotros, encarnado, eucaristizado, hecho solidario de todos los niños a los que no se deja nacer. «Bien pronto se manifiestan los beneficios de la llegada de María y de la presencia del Señor... Isabel fue la primera en oír la voz, pero Juan fue el primero en experimentar la gracia, porque Isabel escuchó según las facultades de la naturaleza, pero Juan, en cambio, se alegró a causa del misterio. Isabel sintió la proximidad de María, Juan la del Señor; la mujer oyó la salutación de la mujer, el hijo sintió la presencia del Hijo; ellas proclaman la gracia, ellos, viviéndola interiormente, logran que sus madres se aprovechen de este don hasta tal punto que, con un doble milagro, ambas empiezan a profetizar por inspiración de sus propios hijos. El niño saltó de gozo y la madre fue llena del Espíritu Santo, pero no fue enriquecida la madre antes que el hijo, sino que, después que fue repleto el hijo, quedó también colmada la madre» (De la exposición de San Ambrosio, Obispo, sobre el Evangelio de San Lucas Libro 2, 19. 22-23)

   Qué hermoso conocer cómo una santa como Gianna Beretta que fue capaz de entregar su vida renunciando a que le aplicaran la quimioterapia, para no dañar a la niña que llevaba en su seno, veía también esa relación entre la comunión, la encarnación, entre la maternidad y el sacrificio, entre la adoración y la causa provida. Ella escribía en unos apuntes suyos: “Miren a las mamás que verdaderamente aman a sus hijitos: ¡cuántos sacrificios hacen, están prontas a todo, hasta a dar su propia sangre con tal que sus niños crezcan buenos, sanos y robustos! Y Jesús, ¿acaso, no ha muerto en cruz por nosotros, por amor nuestro? Es con la sangre del sacrificio que se afirma y confirma en amor. Cuando Jesús en la Santa Comunión nos muestra su corazón herido, ¿cómo le diremos que lo amamos si no hacemos sacrificios para unirlos a los suyos, y así salvar las almas? ¿Y cuál es la mejor manera de practicar el sacrificio? La mejor manera consiste en adorar la voluntad de Dios todos los días, en todas las pequeñas cosas que nos hacen sufrir, y decir ante todo lo que nos sucede: “Fiat: tu voluntad, Señor!" Y repetirlo ciento de veces al día!”  (Cuaderno de los recuerdos durante los Ejercicios Espirituales, años 1945- 1946)


 Preguntas para el diálogo y la meditación.

¿Estás implicado en la causa provida?

¿Rezas habitualmente por esta intención?

¿Te das cuenta de que detrás de cada niño Dios nos regala su presencia?


martes, 5 de marzo de 2024

 5 ARTIMAÑAS DEL DEMONIO PARA ATACAR AL HOMBRE Y

5 ARMAS PARA RESISTIR Y VENCER SUS EMBESTIDAS.

  Si Dios es amor, Satanás encarna el odio, hacia el propio Dios y a toda la humanidad. Por ello, el diablo trabaja incansablemente para hacer tropezar y caer al hombre. Para ello, él y sus secuaces utilizan su inteligencia y su maldad, pues saben perfectamente cómo y dónde tentar para hacer pecar.

  El demonio conoce las debilidades de cada hombre y ataca por estas rendijas, yendo al punto más débil de cada uno. Sin embargo, Dios no se ha quedado de brazos cruzados mientras atacan a sus hijos sino que ha dado a los creyentes una serie de armas para defenderse.

  Para vencer a Satanás en la lucha diaria es importante conocer las argucias del enemigo, pero también las debilidades propias para protegerlas de las embestidas del príncipe de las tinieblas. Para ello, el padre Ed Broom, oblato de la Virgen María, ofrece en Catholic Exchange cinco de las herramientas más comunes que tiene en su arsenal el demonio para atacarnos y también cinco de las armas más eficaces para vencer a Satanás en la batalla.

     Estas son algunas de estas armas destructivas que utiliza el diablo:

1. El abatimiento

  San Ignacio de Loyola reitera en las Reglas para el Discernimiento, así como en la meditación de Las Dos Banderas, la importancia de la vigilancia. Es decir, hay que estar constantemente atentos al estado interior de la vida emocional para detectar cuando se puede encontrar en un estado de desolación, pues es entonces cuando el enemigo, el diablo y su ejército, preparan sus arcos y flechas para disparar a matar. Una conciencia atenta que dé la alerta cuando se cae en el abatimiento ayudará a resistir el embate del enemigo con mayor coraje e inteligencia para no sucumbir a sus astutos ataques.

  El abatimiento es un estado propicio para las tentaciones del demonio.

2. Kriptonita: nuestro principal punto débil

  Los deportistas estudian a sus oponentes para detectar su punto débil y así poder derrotarlos. En un debate electoral, descubrir una laguna o un punto débil en el argumento del oponente puede ser clave para lograr la victoria. Los soldados igualmente usan tácticas militares para descubrir la zona más vulnerable del enemigo.

  Con los ataques del demonio pasa lo mismo. Toda persona tiene su kriptonita. Superman era fuerte pero tenía un punto débil, estar expuesto a la kriptonita, lo que le hacía vulnerable. Es importante que cada creyente conozca estos puntos débiles y aquí cobra fuerza el “conócete a ti mismo”.

3. A través de nuestro entorno social

   La sociedad actual es más hostil a la fe y más favorable a caer al pecado que en el pasado. En el mundo laboral, en el entorno social, las propias redes sociales o en el entretenimiento se abren las puertas a las tentaciones del demonio. En internet por ejemplo hay una tentación contaste ante un material nocivo y venenoso, lo mismo ocurre con las redes sociales, muchos contenidos audiovisuales o incluso con las modas que atentan contra el pudor y la modestia.

4. El demonio de las impurezas

  Hace más de 100 años, la Virgen de Fátima dijo con tristeza que la mayoría de las almas se pierden para siempre debido a los pecados contra el sexto y el noveno mandamientos, es decir, los pecados contra la virtud de la pureza y la castidad. En el medio social actual, nadie podría dejar de admitir que esta situación se ha disparado y la virtud de la pureza se encuentra en niveles mínimos.

5. La desesperación

  Jesús le reveló a santa Faustina Kowalska que el peor de todos los pecados y ofensas contra Dios es la falta de confianza en su misericordia infinita. Una vez más, detrás aparece la presencia nefasta, insidiosa y maliciosa del diablo y sus cohortes. El verdadero y peor pecado de Judas Iscariote fue su desesperación, su incapacidad para pedir perdón y no confiar en la Misericordia Infinita del Corazón de Jesús.

 Con el diablo en el fondo, pero verdaderamente presente, muchos en nuestra sociedad moderna han renunciado a toda esperanza y confianza en el amor y la misericordia de Jesús y el poder maternal de intercesión de María.

     Pero ante estas cinco formas de ataque del demonio hay también otras cinco formas de defensa para luchar, resistir y vencerle:

1. Oración ferviente

  No importa cuán poderosas, insistentes, insidiosas y astutas sean las tentaciones del diablo, ya que si se recurre a la oración frecuente, ferviente, humilde y perseverante, la victoria definitivamente será nuestra sobre el diablo y su ejército. El mejor ejemplo es Jesús en el Huerto de Getsemaní, como se presenta en la película La Pasión de Cristo Jesús está orando con tanto fervor que suda enormes gotas de sangre, entonces se levanta para aplastar al diablo con su pie. ¡La oración puede conquistarlo todo!

2. Práctica de la penitencia

  Jesús fue tentado por el diablo en el desierto durante cuarenta días y cuarenta noches. Allí, Cristo básicamente dedicó sus esfuerzos a dos actividades: oración ferviente e intensa penitencia. Ayunó durante cuarenta días y cuarenta noches. Como resultado, cuando el diablo trató de tentar a Jesús para que convirtiera las piedras en pan, Él respondió con la Escritura: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios".  Los intentos del diablo fueron frustrados.

  En otro pasaje bíblico, cuando los apóstoles le preguntaron al Señor por qué no podían echar fuera a los demonios, Jesús respondió: "Aquellos sólo pueden ser expulsados ​​con oración y ayuno". (Mt. 17, 21) Por lo tanto, si podemos impregnar nuestras vidas con al menos pequeños actos de penitencia y mortificación, ¡podemos mantener a raya al diablo y las tentaciones!

3. Transparencia y dirección espiritual periódica

   Tanto San Ignacio de Loyola como Santa Teresa de Ávila insisten en la extrema necesidad de la dirección espiritual en la búsqueda de la santidad. Tenemos puntos ciegos que solo se pueden detectar con la ayuda de un director espiritual capacitado.

 Es indispensable abrir nuestra alma y conciencia atribulada a un director espiritual capacitado cuando nos encontramos en medio de una confusión o en medio de una tormenta espiritual. Esta es la Regla clásica en el esquema de las Reglas para el Discernimiento de San Ignacio de Loyola. El diablo quiere que mantengamos nuestras tentaciones ocultas; si hacemos esto, el enemigo puede transformar fácilmente un grano de arena en una montaña, un pequeño corte en una infección gangrenosa.

4. «Nunc Coepi»: ¡comienza de nuevo!

  Siendo débiles y expuestos a muchas tentaciones, es posible que nos derrumbemos y capitulemos ante las insistentes murmuraciones del diablo. Solo Dios es perfecto y todos somos pecadores. Un ataque del diablo grave pero omnipresente es precisamente este: después de caer en el pecado, nos desesperamos y perdemos la esperanza.  El verdadero soldado de Jesús, después de una caída no se desesperará, ni tirará la toalla y sucumbirá a hundirse más profundamente en el lodazal del pecado. ¡Todo lo contrario! Admitirá humildemente su caída, recurrirá a la confesión sacramental y empezará de nuevo.

5. María

 Jesús es el Rey y María es la Reina. En Guadalajara, México, hay un título digno de mención que se le da a María: “¡La Generala!  En nuestra constante batalla contra el diablo y su ejército debemos recurrir a María.

  Debemos estar consagrados a María, llevar el Escapulario de María, rezar el Rosario y, muy especialmente, en tiempos de tentación, invocar el Santo Nombre de María. Si se hace, la victoria será nuestra gracias a la poderosa intercesión de la Virgen.

miércoles, 14 de febrero de 2024

 

Qué significa «entrar en la cuaresma»

    Con el ayuno y el rito de imposición de la ceniza, entramos en la Cuaresma. Pero, ¿qué significa "entrar en la Cuaresma"? Significa iniciar un tiempo de particular *empeño en el combate espiritual que nos opone al mal presente en el mundo, en cada uno de nosotros y en torno a nosotros. Quiere decir *mirar el mal cara a cara y disponerse a luchar contra sus efectos, sobre todo contra sus causas, hasta la causa última, que es Satanás. Significa no descargar el problema del mal en los demás, en la sociedad o en Dios, sino reconocer las propias responsabilidades y afrontarlo conscientemente.

     A este propósito, resuena con mucha urgencia, para nosotros cristianos, la invitación de Jesús a que cada uno tome su "cruz" y lo siga con humildad y confianza (cf. Mt 16,24). La "cruz", por pesada que sea, no es sinónimo de desventura, de desgracia que hay que evitar lo más posible, sino de oportunidad para seguir a Jesús y así adquirir fuerza en la lucha contra el pecado y el mal. Por tanto, entrar en la Cuaresma significa *renovar la decisión personal y comunitaria de afrontar el mal junto con Cristo. En efecto, el camino de la cruz es el único que conduce a la victoria del amor sobre el odio, del compartir con los demás sobre el egoísmo, de la paz sobre la violencia. Vista así, la Cuaresma es en verdad una ocasión de fuerte empeño ascético y espiritual, fundado en la gracia de Cristo… recuerda las palabras que Jesús pronunció precisamente al inicio de su misión pública, y que volvemos a escuchar muchas veces durante estos días de Cuaresma: «Convertíos y creed en el Evangelio», rezad y haced penitencia. Acojamos la invitación de María, que hace eco a la de Cristo, y pidámosle que nos obtenga "entrar" con fe en la Cuaresma, para vivir con alegría interior y empeño generoso este tiempo de gracia…

   En este primer domingo de Cuaresma, os animo a que os dejéis llevar sin temor por el Espíritu Santo para seguir más de cerca a Cristo en su camino hacia la Pascua. Pidamos a la Virgen María que interceda por nosotros, para que sepamos responder con generosidad a la llamada que Dios nos hace a la conversión y a la renovación de nuestra fe.

De Benedicto XVI, Pp..