TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

martes, 30 de septiembre de 2014


LOS SANTOS ARCÁNGELES
Del discurso de S. S. Benedicto XVI

     La liturgia de ayer nos invitó a recordar a los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. Cada uno de ellos, como leemos en la Biblia, cumplió una misión peculiar en la historia de la salvación. Queridos hermanos y hermanas, invoquemos con confianza su ayuda, así como la protección de los ángeles custodios, cuya fiesta celebraremos dentro de algunos días, el 2 de octubre. La presencia invisible de estos espíritus bienaventurados nos es de gran ayuda y consuelo: caminan a nuestro lado y nos protegen en toda circunstancia, nos defienden de los peligros y podemos recurrir a ellos en cualquier momento. Muchos santos mantuvieron con los ángeles una relación de verdadera amistad, y son numerosos los episodios que testimonian su ayuda en ocasiones particulares. Como recuerda la carta a los Hebreos, los ángeles son enviados por Dios «a asistir a los que han de heredar la salvación» (Heb 1,14), y, por tanto, son para nosotros un auxilio valioso durante nuestra peregrinación terrena hacia la patria celestial.
 Y LOS SANTOS ÁNGELES CUSTODIOS

     La tradición bíblica nos presenta a los ángeles como ministros o funcionarios de Dios, mensajeros de su voluntad y ejecutores de sus órdenes, que por designio divino son los custodios, guardianes o protectores de los hombres. San Francisco de Asís, según nos cuenta su biógrafo Tomás de Celano, «tenía en muchísima veneración y amor a los ángeles, que están con nosotros en la lucha y van con nosotros entre las sombras de la muerte. Decía que a tales compañeros había que venerarlos en todo lugar; que había que invocar, cuando menos, a los que son nuestros custodios. Enseñaba a no ofender la vista de ellos y a no osar hacer en su presencia lo que no se haría delante de los hombres. Y porque en el coro o capilla se salmodia en presencia de los ángeles, quería que todos cuantos hermanos pudieran se reunieran en el coro y salmodiaran allí con devoción» (2 Cel 197).- 

ORACIÓN

      Oh Dios, que en tu providencia amorosa te has dignado enviar para nuestra custodia a tus santos ángeles, concédenos, atento a nuestras súplicas, vernos siempre defendidos por su protección y gozar eternamente de su compañía. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

domingo, 28 de septiembre de 2014

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 28 DE SEPTIEMBRE, 26º DEL TIEMPO ORDINARIO

…DE PALABRAS Y HECHOS
Mt. 21. 28-32
            En aquel tiempo dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: ¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña. Él le contestó: “No quiero”. Pero después se arrepintió y fue.
       Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor”. Pero no fue. ¿Quién de los dos cumplió la voluntad de su padre”.
       Contestaron: “El primero”. Jesús les dijo: En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas van por delante de vosotros en el reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis”.

Otras Lecturas: Ezequiel 18.25-28; Salmo 24; Filipenses 2,1-11.

LECTIO:
            La parábola marca la diferencia que se da entre las palabras y los hechos. Un hijo que responde sí con la palabra. Pero, que por sus obras dice que no.
        Jesús pide coherencia, es decir: entre lo que se promete y se hace debe haber coordinación, corresponsabilidad, concordancia. Al prometer algo, toda la persona queda comprometida para hacer aquello que ha prometido.
        Los fariseos decían sí a realizar la alianza con el Señor. Pero, sus obras estaban alejadas del amor responsable al don de Dios con su pueblo. Se cerraron al mensaje tanto de Juan Bautista como al de Jesús. ¿Dónde estaban su sinceridad y coherencia?
        Lo que importa no son las apariencias externas sino la actitud interior. El que verdaderamente cumple la alianza no es el que cumple unos ritos externos, sino que el vive la voluntad de Dios.
        Jesús pretendía hacer entender a los dirigentes judíos que ellos eran los que decían no a la verdadera fe, a la verdadera alianza. Los que acogían el mensaje de Jesús eran los acusados de pecadores, que se arrepentían y cambiaban de vida.
        No basta con decir a boca llena: Yo soy buen cristiano, buen católico. Las obras lo dirán. Hay que integrar fe y obras. Coherencia entre lo que se cree y lo que se vive.
        Jesús pretende cambiar la actitud interior de sus oyentes, motivarlos a entender su enseñanza como una liberación de tantas cargas, como la invitación permanente a entender el Evangelio como una fiesta continua, como una respuesta al gran amor que Dios tiene a todos, en especial a los pobres y despreciados, por los que el Señor tiene especial predilección.
        La actitud de estos dos hijos nos ayuda a darnos cuenta de que la fe más allá de conceptos o ideas, requiere una decisión, una opción, que lleva a asumir las enseñanzas del Señor Jesús haciendo de ellas un estilo de vida.
        Creer a Jesús es: confiar en Él totalmente y vivir siempre de cara a Él. Ser cristiano, discípulo de Jesús, es tarea de todos los días.

 MEDITATIO:
     Ponte delante de Dios, con sinceridad, sin tapujos y descubrirás las contradicciones de tu vida. Pídele que te ayude a aceptarlas, a cambiarlas, a superarlas.
¿Hasta qué punto las enseñanzas de Jesús te ayudan a ser coherente?
     Normalmente cuando entiendes que el Señor te pide algo o los hermanos te necesitan ¿cómo respondes? ¿Dices inmediatamente sí o no y luego…
¿En qué cosas o en que momento te cuesta más cumplir la voluntad de Dios?

ORATIO:
     Haz, Señor, que no me contente con decirte: Sí, voy a seguirte, voy a hacer…y luego me olvide y siga con mi rutina, mi pereza…
    Dios Padre bueno, Tú que me pides que viva tu Palabra, ayúdame a…
    Señor, para que mi vida sea reflejo de la tuya, haz que…
    Señor Jesús, ayúdame a vivir como Tú quieres y dame la gracia de tu Espíritu Santo.

CONTEMPLATIO:
     Contempla a Jesús. Te pide que asumas su estilo de vida, te dice lo que implica ser seguidor suyo, como debe ser tu oración, tus palabras, tus actitudes… ¿qué le respondes?

     Este texto, que sólo trae el evangelista Mateo, nos debe llevar a una  autocomprensión mayor de mi estado de cristiano. Por lo tanto es importante reflexionar, y  seguir dando vueltas a las ideas principales que nacen del texto. No rechaces al que ves que en su vida tiene contradicciones, como las tienes tú. Pon tu ayuda, oración y entrega para que pueda cumplir lo que dice de palabras y no cumple.

sábado, 27 de septiembre de 2014

¿Miedo a quedar anticuados?


    En diversos momentos de la historia surge un miedo íntimo a perder el tren del progreso, a quedarse anticuados, a sucumbir bajo acontecimientos e ideas que avanzan triunfantes. Ése miedo es sano si lo nuevo resulta mejor que lo antiguo. Ése miedo es confuso si no hemos pensado seriamente donde está lo mejor y donde lo peor. Ése miedo es suicida y enfermizo cuando algo nuevo destruye elementos buenos del pasado y avanza hacia metas irracionales, incluso negativas.
     Un Adorador, ¿puede tener miedo a quedar anticuado?. En realidad, si está profundamente enraizado en Cristo Eucaristía, si cree con fe autentica en la Victoria del Maestro, si lee y busca vivir el Evangelio, si acoge lo que dicen el Papa y los obispos cuando exponen su doctrina... un cristiano así no tendrá nunca miedo a quedar anticuado. Porque vivir según la fe de la Iglesia no es anclarse en ideas caducas que hoy sirven y mañana se tiran, sino que permite al creyente construir su existencia sobre una Roca viva y presente en el tiempo y más allá del tiempo: Jesucristo.
     Por eso no tenemos miedo a quedar anticuados. Él Evangelio conserva una vitalidad y un empuje que vale para todos los hombres, en todos los tiempos, a través de las diferentes culturas. Es levadura que rejuvenece, es sal que purifica, es agua que lava, es alimento que da Vida Eterna.
     Solo queda anticuado quien sigue modas pasajeras, quien abraza novedades sin un sano discernimiento, quien promueve libertades orientadas al capricho y a la comodidad, quien renuncia al sano sacrificio, quien avanza por la puerta amplia que lleva a la perdición (cf. Mt 7,13-14).
     No tenemos miedo a quedar anticuados, porque la verdad nunca pasa, mientras que cielos y tierras quedan enjaulados en el flujo del tiempo (cf. Mt 24,35). Ante nuestros ojos sucumben los engaños del mundo, del demonio y de la carne. La belleza de la Eucaristía brilla con la frescura de una mañana eterna y joven. No tenemos miedo, sino esperanza, porque Él ha vencido al mundo (cf. Jn 16,33)…. Y nosotros le adoraremos en la noche.

Ricardo Nieto. Delegado para Andalucía Occidental ANE.
AVISO PARA ADORADORAS/ES DEL TURNO NÚM. 5 DE MARÍA AUXILIADORA Y SAN JOSÉ


     Como es tradicional, y próximos a la celebración de la festividad de Ntrª. Srª. del Rosario Patrona de Cádiz y Madre nuestra, el Consejo Superior Diocesano de la Adoración Nocturna Española convoca Vigilia General extraordinaria; a celebrar en la Iglesia de Santo Domingo el próximo sábado día 4 de Octubre a las 22,30 horas, durante la cual, y a los pies  de Nuestra Srª., tendrá lugar la imposición de insignias a los  adoradores propuestos y la renovación del compromiso de fidelidad de los adoradores asistentes.

Fdº: Antonio Llaves Villanueva
PRESIDENTE  DIOCESANO



¡ JESÚS SACRAMENTADO NOS ESPERA !
EL PAPA FRANCISCO CONCEDE LA GRACIA DE AÑO JUBILAR PARA TODAS LAS DIÓCESIS DE ESPAÑA

Del 15 de octubre de 2014 al 15 de octubre de 2015
Con motivo del V Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús

     El Papa Francisco ha concedido la gracia de Año Jubilar Teresiano para todas las diócesis de España, desde el día 15 de octubre de 2014 hasta el 15 de octubre de 2015, con el fin de celebrar con solemnidad el V Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús.
     De esta manera, se conceden las indulgencias propias del jubileo de los santos:
     Indulgencia Plenaria a los fieles verdaderamente arrepentidos, con las condiciones acostumbradas (confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Papa). Más adelante se comunicará cuáles serán los templos y santuarios jubilares donde los fieles puedan conseguir la citada Indulgencia.
     Asimismo, el Santo Padre ha concedido al Presidente de la Conferencia Episcopal y al Obispo de Ávila la gracia de impartir  el Año Jubilar la Bendición Papal, con la consiguiente Indulgencia Plenaria, a todos los fieles cristianos presentes en las celebraciones que se determinen, y que, verdaderamente arrepentidos y movidos por la caridad, hayan asistido a los Ritos Sagrados y cumplan con las condiciones anteriormente citadas.
     La lectura del Decreto, firmado por el Cardenal Mauro Piacenza, Penitenciario Mayor de la Santa Sede, y en el que concede el Año Jubilar, tuvo lugar al finalizar la Eucaristía que, con motivo del IV Centenario de la Beatificación de Santa Teresa, se celebró ayer por la tarde en la Catedral de Ávila.
     Durante la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal, de noviembre de 2011, el Cardenal Rouco Varela, en ese momento Presidente de la CEE, remitió un escrito al Papa en el que, además de solicitar el mencionado Año Jubilar – como ya había hecho también el obispo de Ávila -, recordaba la vida de Santa Teresa de Jesús y la intención de celebrar solemnemente su centenario en toda España.
     Teresa de Cepeda y Ahumada (Santa Teresa de Jesús) nació en Ávila, el 28 de marzo de 1515, y murió en Alba de Tormes (Salamanca), en 1582. Fue beatificada por Pablo V en 1614, canonizada por Gregorio XV en 1622 y nombrada Doctora de la Iglesia Universal por Pablo VI en 1970. En 2015 celebramos el V Centenario de su nacimiento.
  
Traducción del Decreto General
Día 24 de abril de 2014
En el cuatrocientos aniversario de la beatificación de santa Teresa de Jesús
PENITENCIARÍA APOSTÓLICA
     Por mandato del Santísimo Padre Francisco, manifestada de buen grado su paternal benevolencia, concede el Año Jubilar Teresiano en España con la siguiente indulgencia plenaria a los fieles verdaderamente arrepentidos, con las condiciones acostumbradas: confesión sacramental, Comunión Eucarística y oración por las intenciones del Romano Pontífice, que podrá lucrarse una vez al día y también podrán aplicar por las almas de los fieles todavía en el Purgatorio si visitan en forma de peregrinación alguna catedral, templo o santuario jubilar y allí asisten a algún rito sagrado o, al menos, oran durante un tiempo suficiente ante alguna imagen de santa Teresa solemnemente expuesta, terminando con la oración del Padrenuestro, Credo, invocación a la Virgen María y a santa Teresa de Jesús.
     Los devotos cristianos que estuvieran impedidos a causa de la ancianidad o por grave enfermedad, igualmente podrán lucrar la indulgencia plenaria si, arrepentidos de sus pecados y con propósito de realizar lo antes posible las tres acostumbradas condiciones, ante alguna pequeña imagen de santa Teresa de Jesús, se unieran espiritualmente a las celebraciones jubilares o peregrinaciones y rezan el Padrenuestro y el Credo en su casa o en el lugar donde permanezcan a causa de impedimento, ofreciendo los dolores y molestias de la propia vida.
     Todos los fieles de España, si estuvieran en cama, también podrán alcanzar indulgencia parcial, incluso varias en un mismo día, cuantas veces con corazón contrito practicaran obras de misericordia, actos penitenciales o de evangelización propuestos por el obispo diocesano, invocando a santa Teresa de Jesús, que compensó su deseo de martirio con limosnas y otras buenas obras.
     Finalmente, para poder acceder con más facilidad al divino perdón conforme a la autoridad sacramental de la Iglesia, en aras de la caridad pastoral, esta Penitenciaría ruega encarecidamente que los penitenciarios de las iglesias catedrales, los canónigos y clero, y además los Rectores de los santuarios se dispongan con ánimo generoso a la celebración penitencial y administren la Sagrada Comunión a los enfermos.
     El presente decreto tendrá validez durante todo el Año Jubilar Teresiano no obstando nada en contra.

Maurus S.R.E. Card. Placenza
Penitenciario Mayor

sábado, 20 de septiembre de 2014

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 21 DE SEPTIEMBRE, 25º DEL TIEMPO ORDINARIO

ID TAMBIEN VOSOTROS A MI VIÑA…

 Mt. 20- 1-16          
      En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: “El Reino de los cielos es semejante a un propietario que, al amanecer, salió a contratar trabajadores para su viña. Después de quedar con ellos en pagarles un denario por día, los mandó a su viña. Salió otra vez a media mañana, vio a unos que estaban ociosos en la plaza y les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña y les pagaré lo que sea justo’. Salió de nuevo a medio día y a media tarde e hizo lo mismo.
     Por último salió también al caer la tarde y encontró todavía otros que estaban en la plaza y les dijo: ‘¿Por qué han estado aquí todo el día sin trabajar?’ Ellos le respondieron: ‘Porque nadie nos ha contratado’. Él les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña’.
     Al atardecer, el dueño de la viña le dijo a su administrador: ‘Llama a los trabajadores y págales su jornal, comenzando por los últimos hasta que llegues a los primeros’. Se acercaron, pues, los que habían llegado al caer la tarde y recibieron un denario cada uno. Cuando les llegó su turno a los primeros, creyeron que recibirían más; pero también ellos recibieron un denario cada uno. Al recibirlo, comenzaron a reclamarle al propietario, diciéndole: ‘Esos que llegaron al último sólo trabajaron una hora, y sin embargo, les pagas lo mismo que a nosotros, que soportamos el peso del día y del calor’. Pero él respondió a uno de ellos: ‘Amigo, yo no te hago ninguna injusticia. ¿Acaso no quedamos en que te pagaría un denario? Toma, pues, lo tuyo y vete. Yo quiero darle al que llegó al último lo mismo que a ti. ¿Qué no puedo hacer con lo mí lo que yo quiero? ¿O vas a tenerme rencor porque yo soy bueno?’ De igual manera, los últimos serán los primeros, y los primeros, los últimos”.

Otras Lecturas: Isaías 55.6-9; Salmo 144; Filipenses 1,20-27.

 LECTIO:
            Jesús había hablado a sus discípulos con claridad: "Buscad el reino de Dios y su justicia". Para él esto era lo esencial. Sin embargo, no le veían buscar esa justicia de Dios cumpliendo las leyes y tradiciones de Israel como otros maestros. Incluso en cierta ocasión les dijo: "Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de Dios". ¿Cómo entendía Jesús la justicia de Dios?
        La parábola que les contó los dejó desconcertados. El dueño de una viña salió a la plaza del pueblo a contratar obreros. No quería ver a nadie sin trabajo. El primer grupo trabajó duramente doce horas. Los últimos en llegar sólo trabajaron sesenta minutos.
        Al final de la jornada, el dueño ordena que todos reciban un denario. La decisión sorprende a todos. ¿Cómo calificar la actuación de este señor que ofrece una recompensa igual por un trabajo tan desigual? ¿No es razonable la protesta de quienes han trabajado durante toda la jornada?
     Estos obreros reciben el denario estipulado, pero al ver el trato generoso que han recibido los últimos, se sienten con derecho a exigir más. No aceptan la igualdad: «los has tratado igual que a nosotros». El dueño de la viña responde con: «¿Va ser tu ojo malo porque yo soy bueno?».
       Según Jesús, hay una mirada mala, enferma y dañosa, que nos impide captar la bondad de Dios y alegrarnos con su misericordia hacia todos. Nos resistimos a creer que la justicia de Dios consiste en tratarnos con un amor que está por encima de todos nuestros cálculos.
        Esta es la Gran Noticia revelada por Jesús. Todos somos acogidos y salvados, no por nuestros esfuerzos sino por su misericordia.
        A Jesús le preocupaba que sus discípulos vivieran con una mirada incapaz de creer en esa Bondad. En cierta ocasión les dijo: "Si tu ojo es malo, toda tu persona estará a oscuras. Y si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!". Los cristianos lo hemos olvidado. ¡Qué luz nos penetraría si nos atreviéramos a creer en la Bondad de Dios sin recortarla con nuestra mirada enferma! ¡Qué alegría inundaría los corazones creyentes! ¡Con qué fuerza seguiríamos a Jesús!

 MEDITATIO:
     Analiza cuántas necesidades hay en el mundo, en tu ciudad, en tu parroquia, en tu familia… A unos les falta el pan, a otros la palabra de Dios.
¿Qué estás dispuesto a hacer?
     El amor del Señor es totalmente gratuito y busca el bien de todos.
¿Agradeces este amor? ¿De qué manera expresas y manifiestas tu interés por los que te rodean? ¿Procuras ser presencia de Dios para los que tienes a tu lado, para que vean al Señor en tu manera de ser y actuar?
“…los últimos serán los primeros y los primeros, últimos.”
¿Cómo lo vives? ¿Dónde te sitúas? ¿Te alegras por los dones y talentos que tienen las personas cercanas? ¿Agradeces que el Señor te haya llamado a su viña?
¿Eres consciente de que el amor de Jesús es igual para todos o te consideras mejor que los demás por conocerlo un poco?                                                                                                                                                                     
 ORATIO:
     “¡Señor, aquí estoy, envíame! Haz que estas palabras entren en mi corazón, en mis ojos, en mis oídos y me cambie, me transforme.
     Señor, quiero trabajar por Ti, quiero desgastarme por Ti, quiero poner todo lo que soy a tu servicio.
           
CONTEMPLATIO:
     Jesús está esperando de ti el fruto bueno. Te ha elegido como invitado a su mesa. Él volverá y vendrá a buscarte y llamará a tu puerta. ¿Estás preparado para responderle? ¿para abrirle? ¿Para ofrecerle el amor que espera de ti? O por el contrario, ¿estás preocupado por otros intereses, esclavizado por otros dueños, diversos y lejanos a Él?
     El Padre continúa su obra de amor en ti, para que lleves fruto y pacientemente espera. Él poda y cultiva, pero luego te invita a trabajar a recoger los frutos para ofrecérselos. Eres enviado a su pueblo, a sus hijos: no puedes echarte atrás, estás hecho para que vayas y des fruto y el fruto permanezca.
¿DIOS LO QUIERE?


     Actualmente la Adoración Nocturna en unos lugares crece y florece, y en otros languidece. Ésta alternativa puede explicarse sin duda por condicionamientos externos, por situaciones de Iglesia, etc. Pero aún más se debe a causas internas, es decir, al espíritu de los mismos Adoradores. En estas centramos ahora muestra atención.
    La Adoración Nocturna decae allí donde el amor a la Eucaristía se va enfriando en sus Adoradores; donde una adoración de una hora resulta insoportable; donde los Adoradores, entre una y otra vigilia, no visitan al Señor en los días ordinarios y no se pide suficientemente a Dios nuevas vocaciones de Adoradores, ni se procuran estas con el empeño necesario; donde se acepta con resignación que las iglesias estén siempre cerradas, aun allí donde podrían estar abiertas…
     Los Adoradores que están en este espíritu aceptan ya, sin excesiva pena, la próxima desaparición de la Adoración Nocturna en su Parroquia o en su Diócesis, atribuyendo principalmente esa pérdida a causas externas, sobre todo a la falta de colaboración de ciertos sacerdotes. Y no se dan cuenta de que son ellos mismos, los que amenazan disminuir la Adoración Nocturna hasta acabar con ella.
     La Adoración Nocturna, por el contrario, crece y florece allí donde los Adoradores mantienen encendida la llama del amor a Jesús en la Eucaristía, y viven con toda fidelidad las Vigilias tal como el Manual y la tradición las establecen; allí donde los Adoradores adoran al Señor no solo de noche y una vez al mes, sino también de día y siempre que pueden; allí donde piden al Señor nuevos Adoradores con fe y perseverancia; allí donde difunden la devoción eucarística y procuran con todo empeño que las iglesias permanezcan abiertas...
    Donde más se necesita actualmente la Adoración Nocturna -o cualquier otra obra eucarística- es precisamente allí donde la devoción a la Eucaristía está más apagada. Allí es donde más quiere Dios que se encienda poderosa la llama de la Adoración Nocturna. Dios ha concedido por su gracia a la Adoración Nocturna ciento cincuenta años de vida en la Iglesia.
     Que Él mismo, por su gracia, le siga dando vida por los siglos de los siglos.


Ricardo Nieto. Delegado para Andalucía Occidental ANE.

viernes, 19 de septiembre de 2014

OFICIO DIVINO, Oración de las horas (iI)

I LA LITURGIA DE LAS HORAS  EN MANOS DE LOS FIELES
Fuente: Liturgia de las horas para los fieles Edición 2002.


6. LA PARTICIPACIÓN DE TODOS LOS BAUTIZADOS EN EL OFICIO, SEGÚN LOS PRINCIPIOS Y NORMAS GENERALES DE LA LITURGIA DE LAS HORAS

     El segundo documento al que nos hemos referido - los Principios y Normas generales de la Liturgia de las Horas -, y que viene a ser como un tratado teológico-normativo sobre la oración de la Iglesia, tiene un amplio capítulo referente al Sujeto de la oración eclesial. Pues bien, en este capítulo, al tratar del sujeto de la oración litúrgica, afirma con claridad meridiana que la Liturgia de las Horas es propia del conjunto de todos los fieles; se dice, en efecto, que "la Liturgia de las Horas, como las demás acciones litúrgicas, no es una acción privada, sino que pertenece a todo el cuerpo de la Iglesia, lo manifiesta e influye en él". "Por tanto, cuando los fieles son convocados y se reúnen para la Liturgia de las Horas, uniendo sus corazones y su voces, visibilizan a la Iglesia".    Establecido este principio general, se pasa a describir la participación de cada uno de los grupos y personas - ministros, monjes, religiosos, asambleas de seglares -, sin olvidar ni siquiera la familia, de la que se afirma que "conviene que... recite algunas partes de la Liturgia de las Horas..., con lo que se sentirá más insertada en la Iglesia". También se alude a los que, no pudiendo unirse a una asamblea local, rezan en solitario el Oficio y, con esta oración solitaria, aunque físicamente dispersos por el mundo, logran, con todo, orar con "un solo corazón y una sola alma" y participar así de la oración común, seguramente porque a ellos les sería difícil acudir a la celebración comunitaria.

7. DIVERSIDAD DE FUNCIONES EN LA LITURGIA DE LAS HORAS

     Hasta aquí hemos subrayado que la oración de la Iglesia pertenece no sólo a los clérigos y monjes sino también a los seglares. Insistir hoy en esta realidad es necesario por una doble razón: porque han sido muchos los siglos durante los cuales los laicos han vivido totalmente al margen del Oficio divino, y porque la imagen de la Liturgia de las Horas como propia de sacerdotes y religiosos es la que persevera aún actualmente en muchos de los fieles, incluso en ambientes de laicos muy piadosos. Pero, establecido el principio de que la Liturgia de las Horas "pertenece a todo el cuerpo de la Iglesia", debemos preguntarnos aún si los laicos tienen, con respecto a la oración litúrgica, exactamente la misma función que los sacerdotes y monjes contemplativos, e incluso si es razonable presentar una edición de Liturgia de las Horas para los fieles cuando, en realidad, la Liturgia de las Horas es siempre para los fieles.
     Para dar respuesta a estos interrogantes y mostrar mejor la naturaleza de la participación de los laicos en la Liturgia de las Horas, hay que empezar recordando que la Iglesia, primer sujeto de la oración litúrgica, es un cuerpo con diversidad de miembros. Aunque todos los fieles sean cuerpo de Cristo y lo sean con los mismos derechos y la misma dignidad, no todos, en cambio, tienen idénticas funciones. Y lo que acontece con el cuerpo de la Iglesia pasa también con la oración de la misma, que es como su respiración. Así como a la respiración del cuerpo contribuyen diversos órganos - pulmones, boca, nariz, etc.-, pero cada uno de ellos contribuye a la respiración común de forma propia y peculiar, así pasa también con la oración de la Iglesia: esta plegaria es tarea común de todos los bautizados, pero en ella algunos miembros participan de manera peculiar o con matices distintos. Porque una cosa es la pertenencia de la oración eclesial a todos los bautizados, otra las maneras o medios de que disponen cada uno de los fieles para participar en esta tarea común, y una tercera aún los medios con que la Iglesia cuenta para que nunca falle en ella la oración perseverante que le confió el Señor.
     Son precisamente estos tres aspectos los que se exponen, con orden y claridad, en los Principios y Normas generales de la Liturgia de las Horas. Se empieza por el problema central: la oración eclesial como función propia de todos los bautizados; en segundo lugar se trata de las funciones peculiares de algunos miembros de la comunidad; finalmente, se alude a las maneras de las que se sirve la Iglesia para realizar el ideal de orar con perseverancia.

8. EL PAPEL DE LOS MINISTROS, DE LOS MONJES Y DE LOS LAICOS EN LA LITURGIA DE LAS HORAS

     En el apartado anterior hemos visto ya que en la oración eclesial se da diversidad de funciones. Veamos, pues, en concreto, cuáles sean éstas y a quiénes competa realizarlas. Ello clarificará el papel de los laicos - seglares y religiosos - en la oración litúrgica, que es lo que persigue principalmente esta Presentación.
     Los Principios y Normas generales de la Liturgia de las Horas, después de haber afirmado que la oración litúrgica corresponde a todos los bautizados, pasa a tratar del papel de los ministros: a ellos, con respecto a la oración litúrgica, se les asignan tres funciones: la de convocar a la comunidad, la de presidir la plegaria y la de educar a los fieles en vistas a la oración. Como se comprende fácilmente, estas funciones son consecuencia de la ordenación, es decir, de la situación de los ministros en la Iglesia como "signos de Jesucristo". Porque Jesús es quien ha convocado a la Iglesia, comunidad orante -"iba a morir... para reunir a los hilos de Dios dispersos" -, por ello su ministro convoca a los fieles para la oración eclesial; porque es el mismo Señor quien preside la oración de su Iglesia -"donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos"-, por ello el ministro de Jesús preside la oración de los cristianos; porque, finalmente, los ministros de la Iglesia son instrumentos de la presencia de Jesús, profeta y maestro de su pueblo, por ello a los ordenados también les compete, como función ministerial propia, educar a los fieles en la oración cristiana. Con esta presentación estamos, pues, muy lejos de aquella visión de los sacerdotes "orando en nombre de la Iglesia", como si ésta se desentendiera de la plegaria común. Obispos y presbíteros tienen, pues, una función muy propia con respecto a la oración litúrgica; pero esta función no los separa de la comunidad orante, sino que los injerta en la misma.
     Junto a esta función ministerial de los obispos y presbíteros, aparece otra - de índole muy diversa - que la Iglesia confía por una parte a los monjes y por otra a los ministros, pero a estos últimos no en virtud de su ministerio, sino por una motivación externa: se trata de la misión de asegurar la perseverancia de la Iglesia en la oración. No resulta difícil a quien lee atentamente el nuevo Testamento advertir que la plegaria asidua es una de las características más propias de las enseñanzas de Jesús: "orar siempre sin desanimarse", "ofrecer continuamente a Dios un sacrificio de alabanza" y otras expresiones análogas se repiten sin cesar, tanto en el evangelio como en las cartas apostólicas. Ahora bien, que todos y cada uno de los fieles puedan dedicarse a la plegaria asidua resulta difícil; por ello, para que la Iglesia no cese en la oración continuada que le encomendó el Señor, se encarga a los monjes la plegaria insistente que al resto de los fieles les resultaría difícil. Se trata, pues, de un papel de suplencia: las comunidades de monjes y monjas "representan de modo especial a la Iglesia orante: reproducen más de lleno el modelo de la Iglesia, que alaba incesantemente al Señor con armoniosa voz, y cumplen con el deber de trabajar, principalmente con la oración, "en la edificación e incremento de todo el cuerpo místico de Cristo y por el bien de las Iglesias particulares". Lo cual ha de decirse principalmente de los que viven consagrados a la "vida contemplativa".
     Una función parecida se encarga también a los obispos y presbíteros: "A los ministros sagrados se les confía de tal modo la Liturgia de las Horas que cada uno de ellos habrá de celebrarla incluso cuando no participe el pueblo..., pues la Iglesia los delega para la Liturgia de las Horas de forma que al menos ellos aseguren de modo constante el desempeño de lo que es función de toda la comunidad, y se mantenga en la Iglesia sin interrupción la oración de Cristo." Este texto es importante y merece ser subrayado. Es verdad que en él, como en la Mediator Dei y en la Constitución conciliar Sacrosantum Concilium, se habla de una delegación para la oración eclesial; pero, mientras en los primeros documentos se trataba de una delegación que capacitaba para "poder orar en nombre de la Iglesia", dando, por decirlo así, una especial dignidad en vistas a ejercer esta función, aquí se trata de una delegación para suplir a la comunidad y para asegurar que se mantendrá la oración eclesial, por lo menos, a través de algunos de los miembros de la comunidad.
     Digamos aún que, con respecto a la misión de suplencia de los obispos y presbíteros, hay que subrayar que ésta no se deriva - como en el caso de convocar, presidir y educar en vistas a la plegaria - de la ordenación, sino de un encargo extrínseco que les hace la Iglesia. Por ello, a los diáconos casados, a pesar de haber recibido una verdadera función ministerial, no se les obliga a la recitación íntegra de la Liturgia de las Horas, que podría resultarles difícil por sus ocupaciones familiares.

     Situado el papel de los monjes y de los ministros en el interior de una Iglesia toda ella orante -y no como grupo separado que ora aisladamente "en nombre de la Iglesia"-, se capta perfectamente el papel de los laicos con referencia a la oración litúrgica: los laicos, que son la mayoría del cuerpo eclesial, son los principales destinatarios de la oración litúrgica. Los ministros ordenados, en cambio, y los monjes rezan la Liturgia de las Horas en función de todos los fieles: los ministros, ejerciendo el servicio de "signos del Señor", que ora en la comunidad y preside la oración de los fieles; los monjes, como levadura de oración asidua, para que la Iglesia entera - repitámoslo una vez más, formada principalmente por laicos - fermente toda ella en oración y se convierta cada vez más en comunidad orante.