TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

jueves, 30 de agosto de 2018

¿PERSECUCIÓN CONTRA LOS CRISTIANOS EN OCCIDENTE?
Estas son las 5 etapas de la persecución religiosa
(Continuación)


   4. Criminalizar al grupo o a sus trabajos.

     Los cristianos hemos tenido que ir al juzgado muchas veces a luchar por el derecho a vivir nuestra fe abiertamente. Una cantidad cada vez mayor de litigios están siendo dirigidos contra la Iglesia y otros cristianos por atreverse a vivir nuestra fe.
     Hay quienes han obligado a los hospitales católicos y clínicas provida a informar sobre temas referentes al aborto. Lo mismo a farmacéuticos obligándoles a proporcionar "anticoncepción de emergencia" (es decir, el abortiva conocida como la píldora del día después). Algunos grupos de caridad cristiana se les ha prohibido llevar a cabo tareas de mediación para la adopción porque ellos no asignaban niños en familias gays. En 2009, el estado de Connecticut quiso regular la organización y las estructuras de las parroquias católicas.
     Recientemente un número no pequeño de católicos que han sido los primeros en su promoción escolar han sufrido penas legales cuando se supo que ellos planeaban mencionar a Dios en sus discursos de graduación.
     Algunos de estos intentos de criminalizar la fe han sido rechazados con éxito en los tribunales, pero el número y la frecuencia de las demandas, y el tiempo y el costo involucrado en la lucha contra ellos imponen una carga enorme. Está claro que los intentos de criminalizar el comportamiento cristiano están creciendo en la nueva cultura y es signo del comienzo de una constante erosión de la libertad religiosa. De hecho muchos se sienten indignados y encuentran políticamente correcto el separar en sus trabajos la práctica de la fe de las cosas públicas.

   5. Perseguir abiertamente al grupo señalado.

     Si la actual corriente continua, especialmente los líderes religiosos no están muy lejos de sufrir multas o ser encarcelados.
     De hecho en Canadá y en algunos lugares de Europa sacerdotes católicos han sido arrestados y acusados por crímenes de odio por predicar la doctrina católica en temas como la homosexualidad.     En Estados Unidos hay muchas provisiones de libertad de opinión, pero como estamos viendo hay una constante erosión de la libertad religiosa y muchas diócesis están familiarizadas con perder mucho tiempo en juzgados defendiendo la libertad religiosa básica.
     Las persecuciones van tomando forma creciente cada vez más fuerte: desde perder el empleo, pleitos, grandes multas y cárcel para aquellos que no se amoldan. ¿Es improbable lo que digo? ¿Es alarmista? Bueno, los pasos del 1 al 4 están bien asentados. Uno podría desear que no pase nada, pero parece que estamos entrando en el quinto paso. Tú decides. Nos tenemos que preparar.
     Para aquellos que piensan que Dios no permitirá eso, recordad que Dios ha establecido tiempos y ha colocado gente para la persecución desde el primer día. Jesús no estuvo exento de esto. Él ya avisó de las persecuciones: “Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros” (Juan 15, 18-25). Y en Apocalipsis, 13, 10: “El que a la cárcel, a la cárcel ha de ir; el que ha de morir a espada, a espada ha de morir”.
     El Señor ha señalado a algunos para sufrir y ser mártires en diversos grados. Por amor a la fe. Y nos pide resistir. Ninguno de nosotros busca esto, pero para algunos, en esta cultura secularizada tan militante, la persecución vendrá con frecuencia. Pero no lo olvidemos: aquellos que sufran por proclamar el Evangelio y viviéndolo con valentía son los más honrados en el Reino de Dios. Permaneced firmes en la fe.

Traducción de Fernando María de Navascués.




sábado, 25 de agosto de 2018

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 26 DE AGOSTO DEL 2018, 21º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Obispo de Coria-Cáceres)

«SEÑOR, ¿A QUIÉN VAMOS A ACUDIR? TÚ TIENES PALABRAS DE VIDA ETERNA»

Jn. 6. 60-69

     En aquel tiempo, muchos de sus discípulos, al oírlo, dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?».
     Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os escandaliza?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y, con todo, hay algunos de entre vosotros que no creen». Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede». Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
     Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?». Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios».

Otras Lecturas: Josué 24,1-2ª.15-17.18b; Salmo 33; Efesios 5,21-32

LECTIO:
     El pasaje de hoy es la conclusión narrativa de todo el discurso del pan de vida que hace Jesús después de la multiplicación de los panes, y muestra las reacciones opuestas de dos grupos, por un lado “muchos de los que habían seguido a Jesús”, es decir muchos de sus discípulos y por otro los doce.
     El discurso había comenzado con una multitud que se había acercado porque comieron hasta saciarse, el texto habla de cinco mil hombres; en la medida que Jesús avanza en su discurso y profundiza quién es él, comienzan las deserciones.
      Primero murmurando, luego discutiendo,  y aquí ya se escandalizan, y terminan yéndose. Vemos entonces que mientras crece la entrega de Jesús, y se profundiza su revelación, se va achicando el auditorio, y hasta muchos de sus mismos discípulos lo dejan y se van…
     «¿También vosotros queréis marcharos?» Jesús no está dispuesto a cambiar su mensaje, o disminuir  su exigencia porque se le vaya la gente Pedro le responde con una pregunta, “Señor, ¿a quién iremos?” pero detrás de esta pregunta está la afirmación, “¡no queremos ir a ningún otro, sino quedarnos contigo!” y sigue diciendo “Tus palabras son palabras de vida eterna”. 
     Para los discípulos que se fueron, las palabras de Jesús eran “duras”, para Pedro y los demás apóstoles, estas mismas palabras son “palabras de vida eterna”, y la diferencia está en el modo como las reciben. Aquellos discípulos “no creían”, pero Pedro confiesa: “Nosotros ya hemos creído, y sabemos que tú eres el Santo de Dios”.

MEDITATIO:
     Jesús había dicho que era el Pan bajado del cielo y que daría su carne como alimento y su sangre como bebida, aludiendo al sacrificio de su misma vida. Estas palabras suscitaron desilusión en la gente, que las juzgó indignas del Mesías… Ni siquiera los discípulos logran aceptar ese lenguaje inquietante del Maestro. Y el pasaje de hoy relata su malestar: «¡Este modo de hablar es duro! — decían — ¿Quién puede hacerle caso?». (Papa Francisco).
     En realidad, ellos entendieron bien el discurso de Jesús. Tan bien que no quieren escucharlo, porque es un lenguaje que pone en crisis su mentalidad. Siempre las palabras de Jesús nos hacen entrar en crisis; en crisis, por ejemplo, ante el espíritu del mundo. (Papa Francisco).
     Jesús ofrece la clave para superar la dificultad: Primero, su origen divino. Él ha bajado del cielo y subirá «adonde estaba antes». Segundo: sus palabras se pueden comprender sólo a través de la acción del Espíritu Santo, «quien da vida». Es el Espíritu Santo el que nos hace comprender bien a Jesús. Tercero: la verdadera causa de la incomprensión de sus palabras es la falta de fe: «hay algunos de entre vosotros que no creen», dice Jesús. (Papa Francisco).
     Todo lo que tenemos en el mundo no sacia nuestra hambre de infinito. ¡Tenemos necesidad de Jesús, de estar con Él, de alimentarnos en su mesa, con sus palabras de vida eterna! Creer en Jesús significa hacer de Él el centro, el sentido de nuestra vida. (Papa Francisco).

ORATIO:
     Dame, Señor, tu Espíritu para que yo pueda comprender tus palabras de vida eterna, para que no te abandone en los momentos de la prueba, cuando me parezcas inhumano en tus demandas…

¡Atráeme, Señor, y yo correré,
porque he creído de verdad
y he conocido que tú eres el Santo de Dios!

CONTEMPLATIO:
«¿También vosotros queréis marcharos?»

     Aceptar el cuerpo y la sangre de Jesús como comida y bebida, es algo difícil de entender y el escándalo que produce lleva al abandono del seguimiento. Jesús nos invita a vivir más profundamente nuestra fe en Él a través de la Eucaristía, abriéndonos a una fe más madura y dejando atrás nuestras propias seguridades.
     La pregunta de Cristo sobrepasa los siglos y llega hasta nosotros, nos interpela personalmente y nos pide una decisión. ¿Cuál es nuestra respuesta? Si estamos aquí hoy (JMJ XII) es porque nos vemos reflejados en la afirmación del apóstol Pedro: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna”.   (S. Juan Pablo II).
     “… Sólo Cristo tiene palabras que resisten al paso del tiempo y permanecen para la eternidad.  El momento que están viviendo les impone algunas opciones decisivas: …Es importante darse cuenta de que, entre todas las preguntas que surgen en vuestro interior, las decisivas no se refieren al “qué”. La pregunta de fondo es “quién”: hacia “quién” ir, a “quién” seguir, a “quién” confiar la propia vida”. (S. Juan Pablo II).



    Los que se retiraron no eran pocos; eran muchos. Eso tiene lugar tal vez para consuelo nuestro: puede suceder, en efecto, que alguien diga la verdad y no sea comprendido y que incluso los que le escuchan se alejen escandalizados. Este hombre podría arrepentirse de haber dicho la verdad: «No hubiera debido hablar así, no hubiera debido decir estas cosas». Al Señor le pasó esto: habló y perdió a muchos discípulos, y se quedó con pocos. Pero no se turbó, porque desde el principio sabía quién habría de creer y quién no. Si a nosotros nos sucede algo semejante, nos quedamos turbados. (S. Agustín).

viernes, 24 de agosto de 2018

PARA EL DIALOGO Y LA MEDITACIÓN












AGOSTO: Eucaristía y Doctrina Social de la Iglesia

Eucaristía y Trabajo humano


   Introducción.
     En su origen, a finales del siglo XIX, la cuestión social se presentó como un conflicto entre “capital” (ligado a la propiedad) y “trabajo” (ligado a la clase obrera). El salto que para la producción supuso la “industrialización” no sólo suponía el respaldo de un desarrollo científico, con la aportación de las máquinas, sino que requería grandes aportes de capital y de mano de obra. Los países o regiones donde la economía hasta entonces imperante, basada en la agricultura y ganadería, el comercio y las antiguas manufacturas, habían permitido el ahorro, vieron aquí un cauce rentable para dar mayor rentabilidad a esas acumulaciones de capital. Allí nació el “capitalismo” y se dio un fuerte impulso a la industrialización. Pero la expansión industrial no sólo requería capital, hacía falta mano de obra, pero a ésta no se le dio un valor equiparable. Si el rendimiento del capital, sus beneficios, se vieron como algo evidente, el aporte del trabajo se consideró más bien como una oportunidad para la subsistencia individual. No se reconocía el derecho del trabajador a beneficiarse de las plusvalías que generaba la producción, que se convertían sólo en rendimiento del capital y capacidad para renovar la maquinaria. La respuesta a esta situación la dieron los llamados “socialismos”, que evolucionan de posiciones más especulativas o idealistas (utopías) a posiciones más políticas (revolucionarias). Pero este socialismo político o pragmático (particularmente el marxista) se centra en la supresión de la propiedad privada de los medios de producción y tiende a un estatalismo que, como la historia ha mostrado, se convirtió en un “capitalismo de Estado”. La vía más socialista, representada por el “anarquismo”, contraria tanto al capitalismo como al estatalismo no consiguió abrirse paso estable en ningún lugar (tal vez, por ignorar la verdad del ser humano herido por el pecado).
     La Iglesia nunca se mostró entusiasta ante la emergencia del capitalismo, que como han estudiado sociólogos e historiadores de la economía, se desarrolló más cómodamente en el mundo cultural protestante. Pero, cuando los planteamientos económicos y sus desajustes se convirtieron en conflictos sociales por todos los países cristianos, la voz de la Iglesia se hizo oír. Fue León XIII con su encíclica Rerum novarum (Las cosas nuevas; CDSI p. 138) el primero en ofrecer una visión moral cristiana sobre el análisis de la situación y los conflictos sociales que estaba generando. Desde entonces los Papas no han dejado de aportar al debate social su peculiar aportación, hasta la reciente encíclica Laudato si’ del Papa Francisco. Ni la encíclica de León XIII, ni las sucesivas intervenciones del Magisterio en materia social son un bajar a la arena política o económica por parte de los Pastores de la Iglesia para, en el mismo nivel que “capitalismo” y “socialismo”, ofrecer una “tercera vía” o una “vía media” entre los dos excesos. La enseñanza de la Doctrina Social no es una “alternativa”, es una luz o un enriquecimiento para la reflexión madura y objetiva que se espera de unos y otros, de todos los hombres de buena voluntad. En esta materia, la enseñanza del Magisterio, que habla siempre para ayudar a formar la conciencia y consolidar la fe de los fieles, es también una fuerte defensa del Orden Natural o de Creación, válida para la razón que busca la verdad, válido para todo ser humano de buena voluntad.

   Aspectos bíblicos.

     En este debate concreto, la gran aportación de la Doctrina Social de la Iglesia, que nace de la revelación bíblica (CDSI pp 133-139) es la relación entre el trabajo y la persona, entre el trabajo y la dignidad humana. El nexo entre trabajo y semejanza divina del ser humano, a fin de cuentas. Y esto, necesariamente, obliga a redimensionar en la economía real el valor concedido al trabajo, tanto como a desplegar la importancia del trabajo en el desarrollo integral de la persona, frente a las corrientes hedonistas que denigran el trabajo por la hipoteca de la fatiga y aspereza que el pecado arrojó sobre él (CDSI n. 256, pp 133-134). Al mismo tiempo, el trabajo se presenta sometido u orientado al “descanso divino”, genera riqueza, ayuda a que el ser humano cumpla su vocación, pero no es el fin supremo para él. Su fin se ve proféticamente enunciado y se pregusta en el “descanso sabático” y para los cristianos en la celebración de la Liturgia, singularmente en el domingo y en la Eucaristía.

   La dignidad del trabajo y el derecho al trabajo.

     Bajo estos epígrafes de la dignidad (CDSI pp. 139-147) y del derecho al trabajo (CDSI pp. 147-153) el Compendio trata multitud de cuestiones desde las relaciones trabajo-capital, pasando por la relación entre trabajo y propiedad privada o el derecho al descanso (al ocio o tiempo libre, diríamos hoy); además, bajo el epígrafe del derecho se tocan las obligaciones del Estado y la Sociedad para asegurar el derecho a un trabajo digno (cuestión hoy candente ante el problema del paro laboral), las cuestiones de conciliación entre trabajo y vida familiar o el salario familiar, la incorporación de la mujer al mundo del trabajo fuera del hogar, el delicado tema de las migraciones o el trabajo infantil, sin olvidar las peculiares circunstancias del trabajo en el mundo rural.

   Derechos de los trabajadores y solidaridad entre los trabajadores.


    Agrupamos aquí nuevamente otros dos epígrafes del Compendio, el de los derechos (CDSI pp. 154-156) y el de la solidaridad (CDSI pp. 156-158). El primero, que trata de la dignidad y respeto de los trabajadores y sus derechos y de lo que se ha de considerar “justa remuneración”, en relación también con la distribución de la renta o el reconocimiento efectivo del aporte del trabajo a la generación de los beneficios, inseparable del desarrollo de la productividad y del trabajo bien hecho. No deja de afrontarse la cuestión del “derecho a la huelga”, que es para el pensamiento socialista un símbolo y un tabú, pero que se ve desde la Doctrina Social de un modo mucho más objetivo y contextualizado. Por lo que se refiere a la solidaridad entre los trabajadores, la cuestión de la opción de “clase” se redimensiona en la larga tradición cristiana que, aprovechando algunas intuiciones ya presentes en el mundo antiguo, supo dar vitalidad evangélica a las mismas creando la red de solidaridad de las “hermandades”. El Compendio plantea junto a éstas y a su versión laica, los sindicatos, nuevas formas de solidaridad destinadas a generar un “nuevo sindicalismo”. San Juan Pablo II con su magisterio sobre el trabajo (encíclica Laborem exercens) y el modelo polaco del sindicato “Solidaridad” han sido propuestas de este desarrollo desde el planteamiento teórico y los intentos de aplicación práctica de estas líneas de desarrollo. Hoy, el sindicalismo socialista (de clase) se encuentra en una profunda crisis de la que se habla poco.

   Las “res novae” del mundo del trabajo.

     Este epígrafe final (CDSI pp. 158-164) trata de tomar en cuenta que hoy vivimos una transformación tanto o más radical de la economía y la sociedad, que la que dio origen a la “cuestión social” y a la “revolución industrial”, la era de las “nuevas tecnologías” y de la “globalización”. Estamos en el ojo del huracán de una nueva era y no es fácil pensar y tomar posiciones. El Directorio habla de una “transición epocal” (nn. 310-316, pp. 158-161). La Doctrina Social de la Iglesia insiste en la importancia de las decisiones humanas (posiciones sociales, leyes, acuerdos internacionales) para salvaguardar los grandes principios, la persona, la familia, el bien común (también a nivel internacional).
     La “crisis económica” que hemos vivido en los recientes años pasados obliga a una seria reflexión sobre sus verdaderas causas. Muy probablemente, aun no es una crisis cerrada, pese a la superación gradual de algunos de sus signos más graves, muchos economistas reconocen que la “crisis” es de valores humanos, de principios éticos en la Sociedad. Particularmente grave puede ser el llamado “post-humanismo” o “transhumanismo”, que con una fe ilimitada en las posibilidades de las nuevas tecnologías sueña un mundo en el que los seres humanos se superan a sí mismos y “crean” unos seres humano-robóticos, que ya no conocerán ni enfermedad ni dolor ni sufrimiento. Unida esta tendencia a la “ideología de género”, que propone seres humanos por encima de la naturaleza (que “optan” entre muy diversas opciones de género), que escapan incluso a la procreación natural (superando así totalmente, dicen, las diferencias entre hombres y mujeres), se nos presenta una realidad social radicalmente nueva, pero digámoslo, donde el ser humano juega a ser un dios. Todo esto tiene su reflejo en la organización del trabajo, aunque va mucho más allá del trabajo y de la misma economía.  La revolución de las nuevas tecnologías requiere en todos los campos un fortalecimiento paralelo de los valores morales y éticos, como propugna la Doctrina Social de la Iglesia; de no ser así éstos pueden llevarnos, so pretexto de progreso y más “libertades individuales”, a la mayor tiranía que jamás ha conocido la humanidad.

   Trabajo y piedad eucarística.

     En todo este contexto que estamos presentando y que muestra la importancia y necesidad, para todos los católicos (que tenemos que ejercer nuestras responsabilidades políticas, sindicales y económicas) de una sólida formación sobre la Doctrina Social de la Iglesia, emerge una peculiar aportación de cuantos vivimos de un modo especial la gracia de pertenecer a una asociación eucarística. La participación fructuosa en la celebración y la comunión eucarística, así como muy especialmente los tiempos prolongados de adoración eucarística nos hacen vivir y manifestar el lugar del ser humano en la creación, la justa importancia del trabajo, pero sobre todo, su orientación a entrar en el descanso de Dios. Nuestras Vigilias de Adoración Eucarística, vividas con verdad y profundidad espiritual, son una exaltación del Orden dado por Dios a la creación entera. Una proclamación pública del sentido de la vida humana y del sentido de todas las realidades, que nos rodean. Una defensa del ser humano y su dignidad. Un alegato frente al economicismo y a todas las formas de materialismo. Con razón, a lo largo de la historia del cristianismo la piedad eucarística ha sido siempre fuente de inspiración para una caridad efectiva y un dinamismo apostólico innovador.

Preguntas para el diálogo y la meditación.

¿Conocemos la enseñanza de la Iglesia sobre el trabajo humano? ¿Quiénes han leído la encíclica de san Juan Pablo II “Laborem exercens”?

¿En tu experiencia como adorador nocturno, de qué modo las Vigilias vividas te han ayudado a vivir el sentido de tu trabajo? ¿Cómo has conciliado las obligaciones del trabajo y las de tu vida cristiana?

¿En qué modo crees que la Adoración Nocturna, como asociación, puede, desde su “carisma”, aportar una ayuda eficaz a afrontar, como comunidad cristiana, los retos actuales del trabajo?

* CDSI .- COMPENDIO DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA