TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

domingo, 31 de marzo de 2013

FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN


Tú iluminas esta noche santa

Exulten por fin los coros de los Ángeles,
exulten las jerarquías del cielo,
y por la victoria de Rey tan poderoso
que las trompetas anuncien la salvación.

Goce también la tierra,
inundada de tanta claridad,
y que, radiante, con el fulgor del Rey eterno,
se sienta libre de la tiniebla
que cubría el orbe entero.

   ¡Alégrese el cielo, goce la tierra! Este día ha brillado para nosotros con el resplandor del sepulcro más que si resplandeciera con el sol. Oh luz bella, has revestido de súbita claridad a los que vivían en tinieblas y sombras de muerte. Porque al descender Cristo a los infiernos, su eterna noche ha resplandecido inmediatamente y han cesado los lamentos de los afligidos; las ataduras de los condenados se han roto y caído; los espíritus malignos se han sobrecogido de estupor, abatidos por un trueno.
     Desde que Cristo ha descendido, las sombras, ciegas en su negro silencio y encorvadas por el temor, murmuran entre sí: ¿Quién es éste tan temible y resplandeciente de blancura? Jamás nuestro infierno ha recibido a otro semejante; jamás el mundo ha arrojado a otro semejante en nuestro abismo. Si fuera culpable, no sería tan audaz. Si algún delito lo ennegreciera, jamás podría disipar nuestras tinieblas con su resplandor. Pero si es Dios, ¿qué hace en la tumba? Si es hombre, ¿cómo se atreve? Si es Dios, ¿por qué viene? Si es hombre, ¿cómo libera a los cautivos? ¡Oh cruz, que desbaratas nuestros placeres y provocas nuestra desdicha! El madero nos enriqueció y el madero nos arruina. ¡Ha perecido este gran poder siempre temido por los pueblos!
Eusebio el Galicano, obispo.



Esta es la noche en que,
rotas las cadenas de la muerte
Cristo asciende victorioso del abismo…

¡ Qué noche tan dichosa
en que se une el cielo con la tierra,
lo humano y lo divino ! ...

Que el lucero matinal encuentre ardiendo,
ese Lucero que no conoce ocaso,
y es Cristo, Tu Hijo resucitado,
que al salir del sepulcro,
brilla sereno para el linaje humano,
y vive y reina glorioso por los siglos de los siglos.

sábado, 30 de marzo de 2013


EL TRIDUO PASCUAL Y SU SIGNIFICACIÓN (III)

Domingo  de  resurrección, último día del triduo
Joan Bellavista                                                 

                                                                                                         
      El domingo de resurrección fundamentalmente es una vigilia, la vigilia pascual. La pascua del Éxodo era ya noche de vigilias en honor de Yavé (Ex 12,42). El apócrifo Epístola Apostolorum (s. II) subraya este aspecto, que probablemente se remonta a los tiempos apostólicos.
     Es esta tradición la que recoge el misal actual al advertir que se trata de una celebración nocturna, y que por lo tanto no ha de empezar antes del inicio de la noche y ha de terminar antes del amanecer; así se da cumplimiento al mandato del Señor “la noche santa rompe el ayuno”, y es la inauguración de la gran fiesta de alegría cincuentenaria. Es el tercer día del triduo, como el paso del duelo a la fiesta, de la muerte a la vida, juntamente con el Señor. De todos los tiempos, es la noche de la celebración sacramental de la pascua por la palabra, el bautismo y la eucaristía. La originalidad de la pascua es el hecho de ser la eucaristía que alcanza su máxima expresividad por encima de las restantes celebraciones del año de tener encendidas las lámparas (Lc 12,35ss).
     La liturgia de la palabra es mucho más larga que la habitual; y la liturgia sacramental no sólo celebra la eucaristía, sino también el bautismo. El antiquísimo rito del lucernario, utilitario y simbólico, de Jerusalén y del Oriente, dará lugar al del alumbramiento del cirio pascual. En el s. XII entrará en ella la bendición del mismo y la procesión.

     La complicada historia de las lecturas bíblicas de la vigilia pascual no quita su importancia central en la liturgia, sino al contrario. Haciéndose eco de esta tradición, la liturgia actual no teme afirmar que ellas constituyen el elemento fundamental de la vigilia. La liturgia de la palabra es el memorial agradecido por la salvación, recordada por unas referencias históricas-base, que culminan en el Cristo de la pascua.
     Las tres últimas lecturas están más directamente orientadas hacia la celebración inmediata del bautismo. A la lectura del Nuevo Testamento (Rom 6,3-11), igualmente bautismal, sigue el relato evangélico de la resurrección.
     Las oraciones del final de las lecturas continúan su vieja función, heredada de los sacramentariós, de actualizar la salvación en Cristo, anunciada en la lectura, al tiempo que los responsorios bíblicos invitan a la contemplación agradecida de la misma.
     Hoy continúa siendo la noche por excelencia del bautismo por la entrañable vinculación del sacramento con el misterio de la muerte y resurrección, de acuerdo con la teología paulina.
     La gran vigilia llega a la cima con la eucaristía nocturna, que inicia el domingo de resurrección. Es la eucaristía por antonomasia, en que el neófito y todo cristiano ha sido adentrado en la comunión con Cristo, nuestra pascua, en la espera de la venida gloriosa del Señor. La eucaristía pascual, culminación del memorial de la muerte y resurrección del Señor hasta que venga. El paso de la austeridad a la alegría es la iniciación de la fiesta para siempre, simbolizada en pentecostés (= cincuenta días).

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 31 DE MARZO, PASCUA DE RESURRECCIÓN


Ha resucitado

Juan 20:1-9
     El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, y vio quitada la piedra que tapaba la entrada. Corrió entonces a donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, aquel a quien Jesús quería mucho, y les dijo:” ¡Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto! ”
     Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro corrió más que Pedro y llegó primero al sepulcro. Se agachó a mirar y vio allí las vendas, pero no entró. Detrás de él llegó Simón Pedro, que entró en el sepulcro. Él también vio allí las vendas, y vio además que el sudario que había servido para envolver la cabeza de Jesús no estaba junto a las vendas, sino enrollado y puesto aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio lo que había pasado y creyó. Y es que todavía no habían entendido lo que dice la Escritura, que Él tenía que resucitar de entre los muertos.

Otras lecturas: Hechos 10:34, 37-43; Salmo 117, 22-23; Colosenses 3:1-4

LECTIO:
     Es ésta una lectura fascinante. Ha desparecido el cuerpo de Jesús y María Magdalena es la primera que aparece en escena. Puedes leer su encuentro con Jesús en los versículos que siguen a la lectura de hoy.
     Este pasaje se centra principalmente en los dos discípulos, Pedro y otro al que la tradición identifica como el apóstol Juan.
     El narrador nos dice que Juan cree en la resurrección de Jesús tan pronto como ve los lienzos abandonados en la tumba. ¿Qué hace que Juan crea que Jesús está vivo? Algunos comentaristas piensan que la manera particular en que estaban doblados era la manera propia de Jesús, algo que Juan reconoció inmediatamente. Quienquiera que lo hubiera hecho no estaba muerto sino vivo. Sin duda, tenía que ser Jesús. Este fue el primer encuentro de Juan con Cristo resucitado. ¿Hizo Juan partícipe de esta convicción a Pedro? No sabemos. Todo lo que se nos dice es que los discípulos todavía no entendían la escritura que decía que Jesús tenía que resucitar de entre los muertos. Esto cambiaría bien pronto. Pero cada individuo tuvo una experiencia ligeramente distinta.
     María Magdalena, Pedro, Juan y los otros discípulos se encuentran cara a cara con Cristo en los versículos que siguen al relato de Juan en evangelio de hoy.
     Los relatos de estos discípulos, de los que son testigos oculares, son fundamentales para la fe de los cristianos. Sabían que Jesús había muerto en la cruz, sabían con exactitud dónde estaba enterrado y cada uno se encontró personalmente con Cristo resucitado. Esos encuentros con el Señor resucitado confirmaban su fe en que él era efectivamente lo que decía que era: el Mesías Prometido, el Hijo de Dios.

MEDITATIO:
Imagínate en aquella primera mañana después de la crucifixión de Jesús. Despertar, tratar de comer o beber, ir a la tumba con María Magdalena, o con Pedro y Juan.
     ¿Qué pensarías? ¿Qué sentirías? Y en contraste con esto: ¿cómo te sentirías al acostarte aquella noche?
Piensa en cómo le podrías explicar a un amigo que no cree en Jesús por qué aquellos acontecimientos que sucedieron la primera Pascua siguen siendo tan importantes hoy día.

ORATIO:
     Hoy es uno de los días más gozosos del calendario litúrgico.
     Las palabras de los otros evangelistas “No está aquí; ha resucitado” han resonado siglo tras siglo.
     Busca tu propia alabanza y expresa tu gozo y tu agradecimiento a Dios.
     Usa los versos del Salmo 117 para ayudarte.

CONTEMPLATIO:
     ‘Ya que habéis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas del cielo, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios.’
     Colosenses 3:1-4 nos dicen que en Cristo ya hemos experimentado nuestra propia ‘resurrección’ a una nueva vida espiritual. Dedica algo de tiempo a reflexionar sobre lo que significa tener la ‘vida escondida con Cristo en Dios” y poner el corazón y la mente en el cielo en vez de en los afanes mundano.

EL TRIDUO PASCUAL Y SU SIGNIFICACIÓN (II)
  
Sábado santo, segundo día del triduo
Joan Bellavista      
                                  

                                                                                                                 
El significado del día está puesto de relieve por la presentación que el misal hace del mismo. La iglesia, dice, durante el sábado santo permanece junto al sepulcro del Señor meditando su pasión. El gran sábado de la liturgia bizantina está envuelto en los mismos sentimientos.
Lo más probable es que el ayuno fuera la única forma de celebración primitiva. Por lo menos la tradición ha visto siempre este sábado como un día alitúrgico, es decir, en el que la iglesia se abstiene de la celebración eucarística. Por ello el altar queda desnudo.
El sábado, como día de oración y reposo, encuentra en la oración de las horas su única celebración. Tiene un marcado acento de una celebración pública del oficio de lecturas con asistencia del pueblo 'En este oficio de lecturas, de acuerdo con el gran silencio y reposo del Señor —según la antigua homilía que en él se lee—, pregustamos la salvación universal anunciada a los justos del ANTIGUO TESTAMENTO: "Dios hecho hombre se ha dormido y ha despertado a los que dormían desde hace siglos..., ha puesto en movimiento a la región de los muertos", en el misterioso encuentro con los que se hallaban en dicha prisión (1 Pe 3,19). En el oficio la iglesia confía participar del reposo y triunfo del Señor. En las vísperas, celebradas pocas horas antes de la vigilia pascual, domina esta esperanza ante la inminencia de la resurrección.


LA EUCARISTÍA, ¿REFUGIO O COMPROMISO?

"Descansa sólo en Dios, alma mía
porque Él es mi esperanza;
sólo Él es mi roca y mi salvación
mi alcázar; no vacilaré.
Pueblo suyo, confiad en Él
desahogad ante Él vuestro corazón
          que Dios es nuestro refugio."   (Salmo 61)


     La Sagrada Escritura, los salmos de un modo especial, son una llamada a confiarnos a Dios. Él es siempre quien no nos falla. Tantas veces repetidas las palabras de Jesús "no temáis". Porque son muchas las tormentas que -como los discípulos en la barca- pueden atemorizarnos.
     La vida del hombre está sometida a mil temores. Sería una larga lista el comentarlos. Están por una parte, los inherentes a nuestra limitada condición humana, sobre todo la enfermedad, la muerte... pero además, en nuestra situación familiar, laboral, existen sombras. En todas esas circunstancias hemos buscado en Dios un refugio. Porque, además, puede estar esa otra tristeza que a veces nos invade. Como la niebla invade el bosque en una tarde invernal. No sabemos de dónde viene y cada vez se hará más densa. E invade nuestra alma y hasta nuestros huesos. Es, quizás, la tristeza, la soledad de ser hombre; de querer y no poder, de la insuficiencia de todo lo humano (y pensamos que hasta de todo lo divino) para liberarnos de esa tristeza para romper nuestra soledad.
     Y también nuestros fallos, nuestros propósitos nunca cumplidos, nuestra insensibilidad hacia lo que está un poco lejos de nosotros, este mundo podrido de guerras, de hambre, de egoísmo, de desesperanza. Algo que nos parece irremontable. Y los tremendos fallos de nuestra Iglesia a la que, con razón, confesamos santa porque Cristo es su cabeza, y su palabra y sus sacramentos están en la Iglesia y porque en ella ha habido y hay millones de santos, pero que, a la vez está llena de pecadores. ¡Pero los pecados se ven tanto!. Y esto nos angustia, nos entristece, nos aplasta. Y por si fuera poco, ésta cristianofobia que recorre todo el mundo.
     Pero "¿Dónde vamos a ir, Tú tienes palabras de vida eterna?". Sabemos que Tú estás en la barca, que estás con nosotros, que sufres con los sufrimientos de tantos que sufren. Tenemos esperanza; sabemos que por encima de las nubes brillan el sol y las estrellas. Y en Dios buscamos y encontramos siempre nuestro refugio. Y en la oración aunque sea temerosa encontramos consuelo. Y sobre todo en el Pan encontraremos satisfacción a nuestra hambre, fuerza en nuestra debilidad, confianza en nuestros tormentos interiores y exteriores. Pero la fe, la oración y la eucaristía no pueden nunca ser un mero refugio, una huida. La fe, la esperanza y la caridad son para el cristiano un compromiso que se actualiza en la Eucaristía. Esta tiene que ser motor de nuestra vida, exigencia de testimonio.
     "No os sorprenda que el mundo os odie" (Un 3,12). Él nos envía, como a Él lo envió el Padre, para que demos fruto, para ser luz y sol. Nos envió a sembrar, a sembrarnos. Y en esa tarea encontraremos siempre consuelo, gozo y renovadas fuerzas.

(La Lámpara del Santuario,3a época, n° 31)


     ¡Oh, amor tierno y generoso de un Dios para con tan viles criaturas como nosotros, que tan indignos somos de su predilección!, ¡cuánto respeto deberíamos tener a ese grande Sacramento, en el que un Dios hecho hombre se muestra presente cada día en nuestros altares!
(Santo Cura de Ars)





viernes, 29 de marzo de 2013

LECTIO DIVINA PARA EL VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR


El siervo obediente


Juan Capítulos 18:1-40 y 19:1-42
    C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo: + « ¿A quién buscáis? ». C. Le contestaron: M. «A Jesús, el Nazareno».
C. Les dijo Jesús: + «Yo soy». C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez: « ¿A quién buscáis? ». C. Ellos dijeron: M. «A Jesús, el Nazareno». C. Jesús contestó:  + «Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a estos». C. Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste
(por su extensión no se transcribe en su totalidad)
  
Otras lecturas: Isaías 52,13; 53,12; Salmo 30; Hebreos 4,14-16;5,7-9

LECTIO:
     Juan nos presenta un relato sobrecogedor de la pasión de Jesús. Nos ofrece una perspectiva distinta de la de los otros evangelistas. Se nos muestra a Jesús sufriendo a manos de los poderes de este mundo (18:12, 22; 19:1-3). A lo largo de todo el proceso, Jesús es el dueño de la situación. Es el juez de los que ahora le juzgan, pero se somete voluntariamente a su autoridad durante este tiempo (19:17).
     Juan incorpora también el encargo de Jesús al ‘discípulo a quien él quería’ –aludiendo a Juan mismo (Juan 21:24) - que cuidara de su madre. Esto muestra la preocupación por el bien de su madre incluso en el trance de la cruz. También narra cómo un soldado le atravesó el costado con una lanza, en vez de quebrarle las piernas como a los otros dos a los que habían crucificado con él (19:32-34).
     Juan explica que ‘estas cosas sucedieron para que se cumpla la Escritura’, refiriéndose al Salmo 34:20 y a Zacarías 12:10. También nos refiere el detalle de que cuando le atravesaron el costado a Jesús ‘salió sangre y agua’. Literalmente hablando, se trata de una prueba de que Jesús estaba muerto, refutando así a los escépticos que más tarde tratarían de negar la resurrección alegando que Jesús no murió realmente. Algunos también sugieren que, en un plano simbólico, la sangre y el agua representan el bautismo y la sagrada eucaristía.
     Encontramos más tarde a José de Arimatea, que le pide a Pilato el cuerpo de Jesús, y a Nicodemo (19:38-40). Los dos entierran a Jesús en un sepulcro nuevo cercano al lugar donde había muerto. Ambos eran miembros importantes del consejo y discípulos de Jesús en secreto. Jesús le había hablado a Nicodemo sobre su muerte, y sus palabras incluyen uno de los versículos más famosos de la Biblia, Juan 3:16: “Tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna.”

MEDITATIO:
¿Qué aprendemos acerca de Jesús a partir de este relato de la Pasión? ¿Qué es lo que más te impresiona?
Considera por qué padeció Jesús el dolor, la humillación y la muerte en la cruz?
¿Qué querría decir Jesús cuando dijo ‘Todo está cumplido”? ¿Qué significa para ti esa frase en la actualidad?
Otros dos personajes, Pedro y Pilato, desempeñan papeles muy importantes en estos capítulos. ¿Qué aprendemos de ellos?

ORATIO:
     “Acerquémonos, pues, con confianza al trono de nuestro Dios lleno de amor, para que tenga misericordia de nosotros y en su bondad nos ayude en la hora de la necesidad.” Hebreos 4:16
     Antes de presentarte hoy ante Dios en la oración, lee los versículos de Hebreos que nos presenta la liturgia. Explican por qué podemos atrevernos a acercarnos a Dios todopoderoso en oración y nos dicen que Jesús es ‘fuente de salvación eterna’.
     Considera estas palabras y busca tu propia respuesta para con Dios.

CONTEMPLATIO:
     Isaías 53 anuncia, palabra por palabra, lo que hizo Jesús por nosotros. Dedica algún tiempo a leer este retrato conmovedor del ‘siervo sufriente’. Los versos 5, 6 y 7 nos recuerdan que Jesús fue condenado a causa de nuestra rebeldía, fue atormentado a causa de nuestras maldades. Su sufrimiento nos concede la paz y somos salvos, aunque errábamos como ovejas descarriadas. Jesús lo padeció todo humildemente, sin siquiera abrir la boca. 

EL TRIDUO PASCUAL Y SU SIGNIFICACIÓN (I)

Viernes santo, primer día del triduo
Joan Bellavista   

                                                                                                                                                        
     La celebración actual. La liturgia de la palabra con su conclusión, las oraciones solemnes, continúa siendo el centro de la celebración. El silencio impresionante con que empieza —el nihil canentes (sin canto) del antiguo sacramentario— es expresión de la sobriedad de siempre, propia de este día. La reforma actual, al cambiar las dos primeras lecturas tradicionales, se ha inclinado por una acentuación de lo que podríamos llamar el anuncio de la pasión.    Un análisis atento del cuarto cántico del siervo de Yavé descubre una profecía del misterio de pascua. El salmo 30, como responsorial, continúa la meditación de la voluntad interior de oblación del que puede decir: "Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu". El fragmento de la carta a los Hebreos de la segunda lectura es una síntesis de la teología de la salvación pascual en Jesucristo, por su gran obediencia.
     Esta celebración de la palabra encuentra su cima en el evangelio de la pasión según san Juan, reservado desde siempre para este momento. En él, como el de la gran hora de Jesús entregado a los suyos por amor, se hacen más visibles que en ninguna otra narración sus características pascuales, sacramentales y de la sublime realeza y divinidad de quien va a una muerte abierta a la glorificación.
     Las oraciones con que concluye la liturgia de la palabra no son unas oraciones, sino las oraciones solemnes, según el sacramentario gregoriano. Son probablemente un sustrato anterior al s.v, y ya universalizado en éste. Es la plegaria del pueblo sacerdotal, asociado activamente a la salvación universal del viernes.
     La adoración de la cruz no como objeto sino como signo es un acto de fe y una proclamación de la victoria pascual de Jesús. Los cantos que la acompañan subrayan este carácter triunfal. El que mejor la sintetiza es el magnífico Crucem tuam, procedente del oficio bizantino de la mañana de pascua.
     La conveniencia de unirse en comunión con el pontífice que se entrega para liberar a su pueblo ha prevalecido en la liturgia actual sobre el inconveniente de la doble comunión del triduo en la controvertida cuestión histórica.


Purificación espiritual
De  los sermones   de san León Magno

     Siempre, hermanos, la misericordia del Señor llena la tierra, y la misma creación natural es, para cada fiel, verdadero adoctrinamiento que lo lleva a la adoración de Dios, ya que el cielo y la tierra, el mar y cuanto en ellos hay manifiestan la bondad y omnipotencia de su autor, y la admirable belleza de todos los elementos que le sirven está pidiendo a la criatura inteligente una acción de gracias.
     Pero cuando se avecinan estos días, consagrados más especialmente a los misterios de la redención de la humanidad, estos días que preceden a la fiesta pascual, se nos exige, con más urgencia, una preparación y una purificación del espíritu. Porque es propio de la festividad pascual que toda la Iglesia goce del perdón de los pecados, no sólo aquellos que nacen en el sagrado bautismo, sino también aquellos que, desde hace tiempo, se cuentan ya en el número de los hijos adoptivos.
     Pues si bien los hombres renacen a la vida nueva principalmente por el bautismo, como a todos nos es necesario renovarnos cada día de las manchas de nuestra condición pecadora, y no hay nadie que no tenga que ser cada vez mejor en la escala de la perfección, debemos esforzarnos para que nadie se encuentre bajo el efecto de los viejos vicios el día de la redención. Por ello, en estos días, hay que poner especial solicitud y devoción en cumplir aquellas cosas que los cristianos deben realizar en todo tiempo; así viviremos, en santos ayunos, esta Cuaresma de institución apostólica, y precisamente no sólo por el uso menguado de los alimentos, sino sobre todo ayunando de nuestros vicios. Y no hay cosa más útil que unir los ayunos santos y razonables con la limosna, que, bajo la única denominación de misericordia, contiene muchas y laudables acciones de piedad, de modo que, aun en medio de situaciones de fortuna desiguales, puedan ser iguales las disposiciones de ánimo de todos los fieles. Porque el amor, que debemos tanto a Dios como a los hombres, no se ve nunca impedido hasta tal punto que no pueda querer lo que es bueno. Pues, de acuerdo con lo que cantaron los ángeles: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor, el que se compadece caritativamente de quienes sufren cualquier calamidad es bienaventurado no sólo en virtud de su benevolencia, sino por el bien de la paz.
     Las realizaciones del amor pueden ser muy diversas y, así, en razón de esta misma diversidad, todos los buenos cristianos pueden ejercitarse en ellas, no sólo los ricos y pudientes, sino incluso los de posición media y aun los pobres; de este modo, quienes son desiguales por su capacidad de hacer limosna son semejantes en el amor y afecto con que la hacen. 

jueves, 28 de marzo de 2013



EL TRIDUO PASCUAL Y SU SIGNIFICACIÓN

       La pascua de los primitivos cristianos, entremezclada con la experiencia de la comunidad apostólica, giraba en torno a una sola celebración. El criterio místico de la concentración dominaba sobre el cronológico de los tres días, que se impuso más adelante. La pascua era la gran celebración de la noche. Su celebración concentraba la unidad de la historia de salvación desde la creación a la parusía.
     Pronto esta vigilia pascual fue precedida de uno o más días de ayuno, los cuales se transformaron progresivamente en el triduo del viernes, sábado y domingo, dedicados, respectivamente, a la muerte, sepultura y resurrección del Señor.
     El triduo pascual, vislumbrado ya en Orígenes, nos lo descubre no como una indicación cronológica, sino de sentido teológico y litúrgico. Comentando Os 6,2, dice: Prima die nobis passio Salvatoris est et secunda, qua descendit in infernum, tertia autem resurrectionis est dies, (El primer y el segundo día son para nosotros el sufrimiento del Salvador, que bajó a los infiernos, y el tercero es el día de la resurrección).
     Llegados al s. IV, encontramos una formulación teológica litúrgica bien precisa del triduo sacro. En san Ambrosio podemos leer: "Triduo en el que ha sufrido, ha reposado y ha resucitado el que pudo decir destruid este templo y en tres días lo reedificaré". Entre otras escogemos la conocida expresión de Agustín: Sacratissimum triduum crucifixi, sepulti et suscitati. (Triduo sacratísimo de la crucifixión, sepultura y resurrección)
     La doble tradición acerca del nombre de pascua contribuyó también a forjar la teología del triduo. Al entrar en crisis la primitiva, la asiática (pascha-passio), en el s. IV, va adquiriendo preponderancia la occidental al tener conocimiento de la alejandrina (pascha-transitus). La traducción latina de la Vulgada de Ex 12,11 de la palabra pascua como paso, (transitus) está en la base del nuevo acento teológico.
     Al interpretarse pascua por paso, como lo hace por primera vez Clemente de Alejandría, resulta muy adecuada para significar el principio y el término del triduo. Será el vehículo de una teología que permite poner de relieve los aspectos morales, ascéticos y doctrinales de la pascua. Los autores cristianos expresan así la dimensión cristológica, sacramental y escatológica de la fiesta.

CELEBRACIÓN LITÚRGICA DEL SANTO TRIDUO

     Santo Triduo Pascual es el título del misal, puesto inmediatamente antes de la misa vespertina de la cena del Señor. El epígrafe Santísimo Triduo Pascual de la muerte y resurrección del Señor, en la oración de las horas, encabeza los oficios que empiezan por las vísperas del jueves de la cena del Señor. En el leccionario, con menor precisión, la Misa Crismal del jueves va precedida de la expresión triduo pascual. El nuevo Ordo Lectionum el orden de las lecciones del año 1981, rectificando, pone la Misa Crismal en la cuaresma, y la palabra triduo precede a la Misa de la cena.
   Para las normas universales sobre el año litúrgico, el triduo pascual de la pasión y de la resurreción del Señor comienza con la misa vespertina de la cena del Señor, tiene su centro en la vigilia pascual y acaba con las vísperas del domingo de resurrección.
     Hasta aquí una síntesis de la normativa actual según los libros litúrgicos promulgados después del concilio Vat. II…


… Las bases  bíblicas y patrísticas en ningún caso incluían el jueves santo, ni siquiera parcialmente. Para la iglesia, el triduo pascual de la pasión y resurrección del Señor es el punto culminante de todo el año litúrgico. El triduo pascual, propiamente, comprende los tres días de la muerte, sepultura y resurrección del Señor. Así se explica que la liturgia de las Horas del jueves tenga el carácter de una feria de cuaresma. En todo caso, las vísperas de los que no participan en la misa vespertina, que ocupa el lugar de las primeras vísperas, y la propia eucaristía, son como la introducción del triduo.
      No se olvide que la única celebración litúrgica de estos días, en los orígenes, era la de la vigilia pascual. Es esta dinámica propia, que va de la austeridad a la alegría y de la muerte a la vida, la que lleva impresa el orden y sentido de las celebraciones del triduo, desde este prólogo del jueves, bien significado en la lectura profética de la pascua del Éxodo.
                                                                                                                                                           Joan Bellavista

BIBLIOGRAFÍA: Bernal J.M., Iniciación al año litúrgico, Madrid 1984; Cantalamessa R., La Pasqua della nostra salvezza, Turín 1971; Capelle B., Problémes de pastorale liturgique. Le vendredi saint, en Questions liturgiques el paroissiales 34, 1953, 251-274; Durwell F.X., La resurrección de Jesús, misterio de salvación, Barcelona 1962; Jounel P., Le Triduum pascal, en L'Église en Priére IV, La liturgie et le temps, Tournai 1983, 46-68; Léon-Dufour, La resurrección de Jesús y misterio pascual, Salamanca 19783; VV.AA., La liturgie du Mystére Pascal, en La Maison Dieu 67 (1961).