TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

viernes, 28 de mayo de 2021

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 30 DE MAYO DEL 2021, SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

« ID Y HACED DISCÍPULOS A TODOS LOS PUEBLOS…»

 

Mt. 28. 16-20

 

            En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron. Acercándose a ellos, Jesús les dijo:

       «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.

       Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos».

 

Otras Lecturas: Deuteronomio 4,32-34; Salmo 32; Romanos 8,14-17

 LECTIO:

     La fiesta de este domingo y las lecturas bíblicas de su misa, nos permiten reconocer algunos de los rasgos de la imagen de Dios a la cual debemos asemejarnos… Dios es comunión de Personas, Compañía amable y amante. Por eso no es bueno que el hombre esté solo: no porque un hombre solo se puede aburrir sino porque no puede vivirse y desvivirse a imagen de su Creador.

     La primera lectura de esta fiesta dice que sólo hay un único Dios, el cual nos manda guardar los mandamientos para que seamos felices. Y ese Dios nos propone un determinado modo de vivir para que realmente alcance nuestro corazón aquello para lo cual nació: la felicidad… nos ha hecho hijos suyos, nos ha adentrado en su hogar y nos ha hermanado a su propio Hijo Unigénito.

     Por eso podemos decir en verdad ¡Padre! por la fuerza del Espíritu. Y tan es verdad que somos hermanos de Jesús, que hemos heredado su misión como Él mismo dice a los suyos en su despedida: adentrad a todos en el hogar trinitario, bautizadlos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñadles a ser felices según Dios, enseñadles lo que yo os he mandado. (+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm. Arzobispo de Oviedo).

 

MEDITATIO:

     Celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad. Una fiesta para contemplar y alabar el misterio del Dios de Jesucristo, que es Uno en la comunión de tres Personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Para celebrar con asombro siempre nuevo Dios Amor, que nos ofrece gratuitamente su vida y nos pide difundirla en el mundo.  (Papa Francisco)

     La lecturas bíblicas nos hacen entender que Dios no quiere tanto revelarnos que Él existe, sino más bien que es el «Dios con nosotros», cerca de nosotros, que nos ama, que camina con nosotros, está interesado en nuestra historia personal y cuida de cada uno, empezando por los más pequeños y necesitados. Él «es Dios allá arriba en el cielo» pero también «aquí abajo en la tierra». Por tanto, nosotros no creemos en una entidad lejana, en una entidad indiferente,  sino en el Amor que ha creado el universo y ha generado un pueblo, se ha hecho carne, ha muerto y resucitado por nosotros, y como Espíritu Santo todo transforma y lleva a plenitud. (Papa Francisco)

     Finalmente, en el Evangelio, el Señor resucitado promete permanecer con nosotros para siempre. Y precisamente gracias a esta presencia suya y a la fuerza de su Espíritu podemos realizar con serenidad la misión que Él nos confía. ¿Cuál es la misión? Anunciar y testimoniar a todos su Evangelio y así dilatar la comunión con Él y la alegría que se deriva. Dios, caminando con nosotros, nos llena de alegría y la alegría es un poco el primer lenguaje del cristiano. Por tanto, la fiesta de la Santísima Trinidad nos hace contemplar el misterio de Dios que incesantemente crea, redime y santifica, siempre con amor y por amor, y a cada criatura que lo acoge le da la posibilidad de reflejar un rayo de su belleza, bondad y verdad. (Papa Francisco)

 ORATIO:

     Oh Dios mío, Trinidad a quien adoro, ayúdame a olvidarme de mí por completo para establecerme en ti, que nada pueda turbar mi paz ni hacerme salir de ti.

 Creo en Dios Padre, que me ama como hijo.

Creo en Jesús, el Señor, que infundió su Espíritu en mi vida.

Espero en el Amor, la fuerza, el Espíritu…

 CONTEMPLATIO:

«Con la solemnidad, la Iglesia celebra la Jornada pro Orantibus y nos recuerda el valor de esta vocación contemplativa»

     Concluida la cincuentena pascual, de Pascua a Pentecostés, se suceden una serie de fiestas que complementan el año litúrgico. Este domingo, la solemnidad de la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

     Jesucristo constituye la plenitud de la revelación de Dios. Él se presenta en el escenario de la historia humana, hablándonos de Dios como su Padre, habla de sí mismo como el Hijo amado y nos anuncia el Espíritu Santo, que ha de venir como consolador y abogado. Así lo recibe la Iglesia, así lo vive en su liturgia de alabanza y acción de gracias, así lo proclama en el anuncio del Evangelio a todas las gentes. El Dios de Jesucristo no es un personaje solitario, lejano, inaccesible.[…]

     Si Dios no es un círculo cerrado, sino un corazón abierto para incluir a todos los hombres, el corazón de un contemplativo no es un corazón aislado del mundo y de los dolores de la humanidad. El lema de la Jornada Pro-orantibus de este año nos dice: “Cerca de Dios y del dolor humano”. Los contemplativos están más cerca de Dios, porque han sido llamados para vivir cerca, pero al mismo tiempo, entrando en el corazón de Dios, están más cerca de la humanidad, porque comparten los amores de Dios y el sufrimiento de Cristo crucificado, movido por el amor.

  Concretamente en este tiempo de pandemia, los contemplativos llevan traspasado el corazón con los sufrimientos de tantos hermanos que sufren la pandemia, como ellos mismos la están padeciendo. Estar cerca de Dios no aleja de los hombres, y menos aún de los dolores de la humanidad. Estar cerca de Dios hace estar más cerca de los hombres y de sus angustias y esperanzas. Como decía santa Teresita del Niño Jesús: “En el corazón de mi madre la Iglesia, yo seré el amor”. Los contemplativos son el amor que bombea a toda la Iglesia el amor para sanar los corazones doloridos. (+ Demetrio Fernández - Obispo de Córdoba)

 

 

  Es lo que nos enseña el mismo Pablo en su segunda carta a los Corintios... Porque toda gracia o don que se nos da en la Trinidad se nos da por el Padre, a través del Hijo, en el Espíritu Santo. Pues así como la gracia se nos da por el Padre, a través del Hijo, así también no podemos recibir ningún don si no es en el Espíritu Santo, ya que hechos partícipes del mismo poseemos el amor del Padre, la gracia del Hijo y la participación de este Espíritu. (San Atanasio)

JORNADA “PRO RANTIBUS” 2021


     «La vida contemplativa, cerca de Dios y del dolor del mundo» es el lema de este año de la Jornada Pro Orantibus, que la Iglesia celebra en la solemnidad de la Santísima Trinidad, el próximo 30 de mayo.

   Los obispos de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada, organizadora de esta Jornada, recuerdan en el mensaje que «este es un año más, pero no un año cualquiera. Estamos atravesando una situación global que ha trastocado fuertemente nuestras vidas». Por ello, subrayan la importancia de la vida contemplativa «que sufre cuando el mundo sufre porque su apartarse del mundo para buscar a Dios es una de las formas más bellas de acercarse a él a través de Él».


 «Vivimos verdaderamente en un mundo cada vez más extraño y tan alejado de Dios que acaba por banalizar el hecho de la muerte y el destino eterno de cada persona. Esta nueva situación reclama de manera urgente el visibilizar la vida contemplativa y el contenido de su misión. La vida en el silencio de los claustros, la celebración diaria de la Eucaristía, el rezo de la Liturgia de las Horas, el trabajo oculto y la intercesión constante por todos, ponen de manifiesto en medio de nuestro mundo la primacía de Dios, nos recuerdan cual es el fundamento de nuestra existencia y nos invitan a mirar, más allá de la muerte, hacia un horizonte de esperanza. La muerte, grita la vida contemplativa, ha sido vencida. Somos ciudadanos del cielo y es allí, junto a Dios tres veces santo, donde está nuestra meta y hacia donde hemos de dirigir nuestro deseo. Así nos lo enseña San Pablo: “Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos como salvador al Señor Jesucristo, el cual transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo, en virtud del poder que tiene de someter así todas las cosas” (Flp 3,20-21). » (+ Juan Antonio, obispo Complutense)

OBJETIVOS DE LA JORNADA 

 Orar por los que entregan generosamente su vida a la oración diariamente: las personas consagradas en la vida contemplativa.

 Expresar el reconocimiento, estima y gratitud por lo que estos hermanos y hermanas nuestras representan en la Iglesia y en nuestra sociedad, agradeciendo a Dios –dador de todo don– el rico patrimonio espiritual de los Institutos de vida enteramente contemplativa.

 Dar a conocer la vocación específicamente contemplativa, tan actual y tan necesaria en la Iglesia y para el mundo, promoviendo iniciativas dirigidas a incentivar la vida de oración y la dimensión contemplativa en las Iglesias particulares, dando ocasión a los fieles –donde sea posible– de la participación en las celebraciones litúrgicas de algún monasterio, salvaguardando, en todo caso, las características propias de la clausura.





domingo, 23 de mayo de 2021

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 23 DE MAYO DEL 2021, SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Arzobispo de Toledo. Primado de España)

«RECIBID EL ESPÍRITU SANTO…»

 

Jn. 20. 19-23

 

       Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

 Otras Lecturas: Hechos  2,1-11; Salmo 103;  Corintios 12,3b-7,12-13

 LECTIO:

   Tras la Ascensión de Jesús, los discípulos volvieron a Jerusalén. Allí esperarían el cumplimiento de la promesa del Espíritu. “Todos los discípulos estaban juntos el día de Pentecostés”. En la sala donde se tuvo la última Cena, solían reunirse, eran concordes, y oraban con algunas mujeres y con María.

     […] A diferencia de la torre de Babel… ahora en Jerusalén ocurría: que las maravillas que se escuchaban eran las de Dios, y que lejos de ser víctimas de la confusión, aun hablando lenguas distintas, eran las justas y necesarias para entenderse. Efectivamente, se trataba de hacer entender en todos los lenguajes lo que maravillosamente Dios había dicho y hecho. La misión de la Iglesia es continuar la de Jesús: “como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”.

Los discípulos de Jesús que formamos su Iglesia, como miembros de su “cuerpo”, desde nuestras cualidades y dones, en nuestro tiempo y en nuestro lugar, estamos llamados a continuar lo que Jesús comenzó.

     El Espíritu nos da su fuerza, su luz, su consejo, su sabiduría para que a través nuestro también puedan seguir escuchando hablar de las maravillas de Dios y asomarse a su proyecto de amor otros hombres, culturas, situaciones. El Espíritu “traduce” desde nuestra vida, aquel viejo y nuevo mensaje, aquel eterno anuncio de Buena Nueva. Esto fue y sigue siendo el milagro y el regalo de Pentecostés. (+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm. Arzobispo de Oviedo).

 

MEDITATIO:

     La Palabra de Dios, hoy de modo especial, nos dice que el Espíritu actúa, en las personas y en las comunidades que están colmadas de él, las hace capaces de recibir a Dios. Y ¿Qué es lo que hace el Espíritu Santo mediante esta nueva capacidad que nos da? Guía hasta la verdad plena, renueva la tierra y da sus frutos. Guía, renueva y fructifica. (Papa Francisco)

   Los Apóstoles… hombres, antes asustados y paralizados, encerrados en el cenáculo para evitar las consecuencias del viernes santo, ya no se avergonzarán de ser discípulos de Cristo, ya no temblarán ante los tribunales humanos. Gracias al Espíritu Santo comprenden que la muerte de Jesús no es su derrota, sino la expresión extrema del amor de Dios… Y esta realidad, de la cual ellos son testigos, se convierte en Buena Noticia que se debe anunciar a todos. (Papa Francisco)

   El mundo tiene necesidad de hombres y mujeres no cerrados, sino llenos de Espíritu Santo… Existen muchos modos de cerrarse al Espíritu Santo: en el egoísmo del propio interés, en el legalismo rígido, en la falta de memoria de todo aquello que Jesús ha enseñado, en el vivir la vida cristiana no como servicio sino como interés personal, entre otras cosas. (Papa Francisco)

 ORATIO:

     Señor Jesús, Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos de la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra.

Ven, Espíritu Santo,

cámbianos por dentro

y renueva la faz de la tierra.

 CONTEMPLATIO:

«Paz a vosotros. Recibid el Espíritu Santo »

   Celebramos este domingo la gran fiesta de Pentecostés, la fiesta del Espíritu Santo, que fue enviado en este día para renovar la faz de la tierra, renovando todos los corazones.[…]

   La Iglesia ha recorrido los caminos del Espíritu, en su nacimiento y en su despliegue misionero. El Espíritu Santo es el alma de la Iglesia, la va conduciendo a la verdad plena, como prometió Jesús, la consuela y la fortalece en medio de las tribulaciones del mundo, va configurando a cada uno de sus hijos, según el modelo de Cristo. Los que dejan mover por el Espíritu, ésos son hijos de Dios y herederos del cielo.

     La fiesta de Pentecostés es el fruto maduro de la Pascua. Ven, Espíritu Santo, y renuévalo todo con tu amor. Es el Espíritu Santo el que ha sido derramado en nuestros corazones para que experimentemos que somos hijos de Dios y hermanos de todos los hombres. Él es el autor de nuestra vida espiritual, nuestra vida según el Espíritu. Nos va haciendo parecidos a Jesús, infunde en nosotros sus virtudes y su estilo. El Espíritu Santo nos llena de esperanza y de alegría. Nos hace vivir en gracia de Dios, es decir, en la amistad de Dios, que Cristo nos ha alcanzado por su redención. Las virtudes las alienta el Espíritu en nuestros corazones. Y los dones del Espíritu Santo vienen a perfeccionar todo el organismo espiritual de nuestras vidas. La fiesta de Pentecostés quiere darnos los frutos abundantes del Espíritu: caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad (Gal 5, 22-23). (+ Demetrio Fernández - Obispo de Córdoba)

 

…   En efecto, los que gozan de la presencia de Cristo, es lógico que estén tranquilos y serenos. Es precisamente lo que Pablo deseaba a los fieles, diciendo: Y la paz de Cristo, que sobrepasa todo juicio, custodie vuestros corazones y vuestros pensamientos. Y la paz de Cristo, que sobrepasa todo juicio, dice no ser otra que su Espíritu, el cual colma de toda clase de bienes a quien participare de él. (S. Cirilo de Alejandría)

DEL BLOG DEL OBISPO

EN LA SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS Y EL DÍA DEL APOSTOLADO SEGLAR Y LA ACCIÓN CATÓLICA


     Con la solemnidad de Pentecostés, la Iglesia celebra el día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, que nos impulsa a descubrir la riqueza del laicado en la vida del Pueblo de Dios. El Espíritu Santo quiere llevar a la Iglesia a cumplir su misión.

     Evangelizar constituye para la Iglesia su vocación propia, su identidad más profunda, de tal manera que cuando la Iglesia toma conciencia de su ser, se convierte en evangelizadora y misionera. La Iglesia existe para evangelizar, y en la Iglesia todos los bautizados somos responsables de la misión evangelizadora, pero no de forma aislada e independiente. «Evangelizar no es para nadie un acto individual y aislado, sino profundamente comunitario y eclesial», afirmó el Papa San Pablo VI en la Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi.

     En todas las circunstancias hemos ser testigos del Señor resucitado, mostrando y entregando a los hermanos nuestro mejor tesoro, el tesoro de nuestra fe y de nuestra esperanza en Jesucristo, único salvador. El dinamismo apostólico es el mejor termómetro de la vitalidad de nuestra fe. El afán por anunciar a Jesucristo es el mejor camino para vivir una vida cristiana vigorosa y fecunda, pues como también nos decía el papa san Pablo VI: «la fe se robustece dándola». Con ello manifestaba que si la fe no es misionera, si no se transmite y se comparte, corre el riesgo de fosilizarse y de asfixiarse

     Hemos de agradecer a Dios el trabajo de las delegaciones diocesanas de Apostolado Seglar, los Movimientos y Asociaciones, la Acción Católica, los Consejos Pastorales Parroquiales, y el testimonio silencioso y abnegado de tantos laicos de nuestras parroquias, que se esfuerzan cada día por vivir su vocación en la Iglesia y en el mundo, desde el discernimiento y la sinodalidad






sábado, 22 de mayo de 2021

 LA FIESTA DE PENTECOSTÉS

Y LA IGLESIA


Queridos hermanos y hermanas:

     Celebramos la gran fiesta de Pentecostés, en la que la liturgia nos hace revivir el nacimiento de la Iglesia, tal como lo relata san Lucas en el libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 2,1-13). Cincuenta días después de la Pascua, el Espíritu Santo descendió sobre la comunidad de los discípulos, que «perseveraban concordes en la oración en común» junto con «María, la madre de Jesús», y con los doce Apóstoles (cf. Hch 1,14; 2,1). Por tanto, podemos decir que la Iglesia tuvo su inicio solemne con la venida del Espíritu Santo.

     En ese extraordinario acontecimiento encontramos las notas esenciales y características de la Iglesia: la Iglesia es una, como la comunidad de Pentecostés, que estaba unida en oración y era «concorde»: «tenía un solo corazón y una sola alma» (Hch 4,32). La Iglesia es santa, no por sus méritos, sino porque, animada por el Espíritu Santo, mantiene fija su mirada en Cristo, para conformarse a él y a su amor. La Iglesia es católica, porque el Evangelio está destinado a todos los pueblos y por eso, ya en el comienzo, el Espíritu Santo hace que hable todas las lenguas. La Iglesia es apostólica, porque, edificada sobre el fundamento de los Apóstoles, custodia fielmente su enseñanza a través de la cadena ininterrumpida de la sucesión episcopal.

     La Iglesia, además, por su misma naturaleza, es misionera, y desde el día de Pentecostés el Espíritu Santo no cesa de impulsarla por los caminos del mundo, hasta los últimos confines de la tierra y hasta el fin de los tiempos. Esta realidad, que podemos comprobar en todas las épocas, ya está anticipada en el libro de los Hechos, donde se describe el paso del Evangelio de los judíos a los paganos, de Jerusalén a Roma. Roma indica el mundo de los paganos y así todos los pueblos que están fuera del antiguo pueblo de Dios. Efectivamente, los Hechos concluyen con la llegada del Evangelio a Roma. Por eso, se puede decir que Roma es el nombre concreto de la catolicidad y de la misionariedad; expresa la fidelidad a los orígenes, a la Iglesia de todos los tiempos, a una Iglesia que habla todas las lenguas y sale al encuentro de todas las culturas.

     Queridos hermanos y hermanas, el primer Pentecostés tuvo lugar cuando María santísima estaba presente en medio de los discípulos en el Cenáculo de Jerusalén y oraba. También hoy nos encomendamos a su intercesión materna, para que el Espíritu Santo venga con abundancia sobre la Iglesia de nuestro tiempo, llene el corazón de todos los fieles y encienda en ellos, en nosotros, el fuego de su amor.

De Benedicto XVI, pp. emérito


sábado, 15 de mayo de 2021

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 16 DE MAYO DEL 2021, SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Arzobispo de Toledo. Primado de España)

«…FUE LLEVADO AL CIELO Y SE SENTÓ A LA DERECHA DE DIOS»

 

Mc. 16. 15-20

 

       En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos».

     Después de hablarles, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a predicar por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

 

Otras Lecturas: Hechos  1,1-11; Salmo 46; Efesios 1,17-23

LECTIO:

   Después de su resurrección, Jesucristo se fue apareciendo a las mujeres, a los apóstoles y demás discípulos para confirmarles en la certeza de la resurrección [...] A los cuarenta días, desapareció de su vista subiendo al cielo a la vista de ellos, encomendándoles el mandato misionero: “Id y haced discípulos de todos los pueblos” (Mt 28,19).

   La ascensión del Señor señala dos direcciones importantes para la Iglesia, para la comunidad de sus discípulos. Por una parte, nos señala la meta y el camino de nuestra vida para llegar a la plenitud, que es el cielo. Y por otra, nos señala claramente cuál es la misión de la Iglesia: ir al mundo entero y predicar el Evangelio para incorporar a todos a esta familia en la que Dios es nuestro Padre y nosotros somos hermanos.

   Es una fiesta para renovar nuestro compromiso misionero, de manera que todos sepan, conozcan y experimenten este amor de Dios que en Cristo se nos ha revelado. La fiesta de la ascensión nos sitúa en la preparación inmediata a la venida del Espíritu Santo en Pentecostés(+ Demetrio Fernández - Obispo de Córdoba)

MEDITATIO:

     El evento de la Ascensión viene inmediatamente después de la misión que Jesús confía a sus discípulos. Una misión sin confines, —es decir, literalmente sin límites— que supera las fuerzas humanas. Jesús, de hecho dice: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación». Parece de verdad demasiado audaz el encargo que Jesús confía a un pequeño grupo de hombres sencillos y sin grandes capacidades intelectuales. Sin embargo, esta reducida compañía, irrelevante frente a las grandes potencias del mundo, es invitada a llevar el mensaje de amor y de misericordia de Jesús a cada rincón de la tierra. (Papa Francisco)

   La misión confiada por Jesús a los apóstoles ha proseguido a través de los siglos, y prosigue todavía hoy: requiere la colaboración de todos nosotros. Cada uno, en efecto, por el bautismo que ha recibido está habilitado por su parte para anunciar el Evangelio. La Ascensión del Señor al cielo, mientras inaugura una nueva forma de presencia de Jesús en medio de nosotros, nos pide que tengamos ojos y corazón para encontrarlo, para servirlo y para testimoniarlo a los demás. Se trata de ser hombres y mujeres de la Ascensión, es decir, buscadores de Cristo a lo largo de los caminos de nuestro tiempo, llevando su palabra de salvación hasta los confines de la tierra. (Papa Francisco)

ORATIO:

     Hazte presente, Señor, en nuestros grupos y comunidades… Hazte presente, Señor, en mi vida para que proclame sin miedo tu mensaje de amor, de justicia, de verdad, de misericordia…

Camina, Señor, conmigo; ...

Hazme nuevo en la donación, alegre en la entrega,

gozo desbordante al dar la vida al gastarla en tu servicio.

 CONTEMPLATIO:

«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación»

   La misión de Jesús, después de su resurrección se prolonga en la misión de sus discípulos, a los cuales entrega el testigo del encargo que recibiera Él de su Padre: ir a todo el mundo, a toda la creación, y anunciar la Buena Noticia. Les constituye en prolongación de lo que Él empezó a decir y a manifestar en Galilea, y que ellos llevarán hasta los confines últimos. Y harán esos signos que evocan el mundo nuevo esperado por los profetas que el mismo Jesús había ya manifestado.

   Nosotros, que en este domingo celebramos la ascensión del Señor, somos precisamente los destinatarios de esta escena que ahora contemplamos. Él nos encarga su misión, nos hace misioneros de su Buena Noticia enseñando lo que nosotros hemos aprendido, narrando lo que a nosotros nos ha acontecido, lo que nos ha devuelto la luz y la vida, lo “que hemos visto y oído” (1Jn 1,3), como decían los primeros cristianos […]  Jesús y su Evangelio son siempre un tema pendiente, y a nosotros se nos ha confiado su anuncio y su acercamiento real al corazón de la vida.  (+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm. Arzobispo de Oviedo).

 


…  La Iglesia, pues, diseminada, como hemos dicho, por el mundo entero, guarda diligentemente la predicación y la fe recibida, habitando como en una única casa; y su fe es igual en todas partes, como si tuviera una sola alma y un solo corazón, y cuanto predica, enseña y transmite, lo hace al unísono, como si tuviera una sola boca. Pues, aunque en el mundo haya muchas lenguas distintas, el contenido de la tradición es uno e idéntico para todos.  (S. Ireneo de Lyon)