TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

sábado, 27 de marzo de 2021

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 28 DE MARZO DEL 2021, DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Arzobispo de Toledo. Primado de España)

« ¡BENDITO EL QUE VIENE EN EL NOMBRE DEL SEÑOR! »

 

Mc. 11,1-10

 

     Cuando Jesús y los suyos iban de camino a Jerusalén, al llegar a Betfagé y Betania, cerca del monte de los Olivos, les dijo a dos de sus discípulos: “Id al pueblo que ven allí enfrente; al entrar, encontrareis amarrado un burro que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo.  Si alguien os pregunta por qué lo hacéis, contestadle: ‘El Señor lo necesita y lo devolverá pronto’ ”. Fueron y encontraron al burro en la calle, atado junto a una puerta, y lo desamarraron.  Algunos de los que allí estaban les preguntaron: “¿Por qué sueltan al burro?”. Ellos contestaron lo que había dicho Jesús y ya nadie los molestó.

     Llevaron el burro, le echaron encima los mantos y Jesús montó en él. Muchos extendían su manto en el camino, y otros lo tapizaban con ramas cortadas en el campo. Los que iban delante de Jesús y los que lo seguían, iban gritando vivas: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el reino que llega, el reino de nuestro padre David! ¡Hosanna en el cielo!”.

 

Otras Lecturas: Mc. 14. 1-15,47; Isaías 50,4-7; Salmo 21; Filipenses 2,6-11

 LECTIO:

   Celebramos la entrada de Jesús en Jerusalén, montado en un borrico. Con este acto de humildad, nos muestra así el camino de abajamiento que le llevará hasta la muerte y una muerte de cruz  Nuestro Señor es aclamado a la entrada de Jerusalén; la gente seguía con la admiración hacia Él, creo que lo aclamaban de corazón, reconociendo su grandeza: «¡Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea!». Jesucristo entró en Jerusalén entre los gritos de alabanza de unos, la indiferencia e ignorancia de otros, y la confesión de fe de los creyentes

   Me pregunto: ¿Qué ha pasado para que estos que gritan sus alabanzas, a los pocos días pidan que lo crucifiquen?, ¿a qué se debe este cambio de opinión? La respuesta puede encontrarse en algo sencillo, que aquellos cánticos estaban muy influenciados por sus sentimientos de admiración y el juicio les venía de comprobar las obras que hacía Jesús, de la fama que le acompañaba, pero eso es fugaz, ya que cuando vienen los problemas la gente se olvida. Y aquí viene la catequesis que quiere el Señor que aprendan, Jesús les enseñará a hacer la voluntad del Padre, puesto que hacer la voluntad del Padre es su alimento. En la Sagrada Escritura podemos ver su conciencia clara y decidida a hacer la voluntad del Padre, recordad lo que dijo en otro momento de conflicto con los judíos: «Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, entonces conoceréis que “Yo soy”, y no hago nada por mí mismo, sino que, según me enseñó el Padre, hablo. El que me envió está conmigo; no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que es de su agrado» (Jn 8, 28-29).  (+ José Manuel Lorca Planes - Obispo de Cartagena)

 MEDITATIO:

   Jesús entra en Jerusalén. La liturgia nos invita a hacernos partícipes y tomar parte de la alegría y fiesta del pueblo que es capaz de gritar y alabar a su Señor; alegría que se empaña y deja un sabor amargo y doloroso al terminar de escuchar el relato de la Pasión. Pareciera que en esta celebración se entrecruzan historias de alegría y sufrimiento, de errores y aciertos que forman parte de nuestro vivir cotidiano como discípulos, ya que logra desnudar los sentimientos contradictorios que también hoy, hombres y mujeres de este tiempo, solemos tener. (Papa Francisco)

   Y así se termina silenciando la fiesta del pueblo, derribando la esperanza, matando los sueños, suprimiendo la alegría; así se termina blindando el corazón, enfriando la caridad. Es el grito del «sálvate a ti mismo» que quiere adormecer la solidaridad, apagar los ideales, insensibilizar la mirada… el grito que quiere borrar la compasión, ese «padecer con», la compasión, que es la debilidad de Dios. (Papa Francisco)

   Frente a todos estos titulares, el mejor antídoto es mirar la cruz de Cristo y dejarnos interpelar por su último grito. Cristo murió gritando su amor por cada uno de nosotros […] ¿Qué mira nuestro corazón? ¿Jesucristo sigue siendo motivo de alegría y alabanza en nuestro corazón o nos avergüenzan sus prioridades hacia los pecadores, los últimos, los olvidados? (Papa Francisco)

 ORATIO:

  Enséñanos, Señor, a hacer silencio en estos días, para escuchar tu palabra y meditar en tu Misterio de Amor… a orar para conocer lo que Dios quiere, lo que nos pide… a tomar tu cruz cada día, para morir a nuestros egoísmos y bajezas.

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muéveme tus afrentas y tu muerte.

 CONTEMPLATIO:

«¡Bendito el reino que llega,… ¡Hosanna en el cielo! »

     Jesús entra en Jerusalén y los cristianos en la Semana Santa, que es la gran semana en la que se concentra el supremo testimonio del drama de Jesús.

     Su vida pública comenzó con la escena del Bautismo en el Jordán. Allí el Padre “presentó” a su Hijo a los hombres como el bienamado predilectamente (Lc 3,22). Al final del camino de esa larga subida de Jesús a Jerusalén, otra vez esos tres protagonistas se reúnen: el Padre bienamante, el Hijo bienamado y la humanidad tan grande y tan mísera, tan favorecida y tan desagradecida a la vez […]

     Y el pueblo es como es, somos como somos. Ahí estamos nosotros. Unas veces gritando “hosannas” al Señor, y otras crucificándole de mil maneras, como hizo la muchedumbre judía hace dos mil años; unas veces cortaremos hasta la oreja del que ose tocar a nuestro Señor, y otras le ignoraremos hasta el perjuro en la fuga más cobarde, como hizo Pedro, el discípulo fogoso; unas veces le traicionaremos con un beso envenenado como hizo Judas, o con un aséptica tolerancia que necesita lavar la imborrable culpabilidad de sus manos cómplices de la tragedia, como hizo Pilato; unas veces seremos fieles rabiosamente, tristemente, haciéndonos solidarios de una causa perdida, como María Magdalena, otras lo seremos con la serenidad de una fe que cree y espera una palabra más allá de la muerte, como María la Madre… (+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo)

 

 

   Ea, pues, corramos a una con quien se apresura a su pasión, e imitemos a quienes salieron a su encuentro. Y no para extender por el suelo, a su paso, ramos de olivo, vestiduras o palmas, sino para prosternarnos nosotros mismos, con la disposición más humillada de que seamos capaces y con el más limpio propósito, de manera que acojamos al Verbo que viene, y así logremos captar a aquel Dios que nunca puede ser totalmente captado por nosotros. (San Andrés de Creta)

 

DEL BLOG DEL OBISPO

Dispongamos el corazón para la pascua




MI MENSAJE A LAS PUERTAS DE LA SEMANA SANTA

     Entramos en esta Semana que llamamos Santa. La Semana Santa está consagrada al recuerdo de la Pasión y Resurrección del Señor, dos hechos inseparables.

     Comenzamos pasando por ese pórtico que es el Domingo de Ramos, recordando el misterio del Hijo de Dios, que sigue siendo el que viene en nombre del Señor, y quiere hacernos entrar con Él en la Jerusalén Celestial, acompañándole en la Pascua de la muerte y de la Resurrección. La Semana Santa es el fin de un recorrido, el momento culminante de nuestra peregrinación anual, por lo que estos días nos mueven a la contemplación, al agradecimiento y a la conversión.

     El jueves Santo se inscribe no en el pasado de aquel año en que Jesús murió, sino en la perenne presencia del misterio de la Última Cena que da sentido a nuestra vida. Jesús nos dejó en ella tres regalos: el primero la Eucaristía, donde el pan y el vino en sus manos se nos dan como cuerpo y sangre suyos, memorial de su pasión y por lo tanto presencia suya, ofrenda sacrificial y banquete de comunión. Cristo no se ha quedado en el pasado, sino que en el presente, es compañía perenne de nuestro camino. El segundo, el sacerdocio Jesús donde constituyó sacerdotes a los apóstoles, los capacitó para hacer presente el misterio mismo de la pascua suya: Haced esto como memorial mío. Y finalmente el mandamiento nuevo del amor, tan original y típicamente suyo que le dio la medida máxima, hasta dar la vida por nosotros. Cada Jueves Santo se estremece la Iglesia ante el misterio del don y la inmensa responsabilidad de responder al sacrificio de Cristo.

     La tarde del Viernes Santo presenta el drama inmenso de la muerte de Cristo en el Calvario. La cruz erguida sobre el mundo sigue en pie como signo de salvación y de esperanza. señalando con sus cuatro brazos las dimensiones del universo, como si todo el cielo y la tierra se concentrara allí donde en Cristo todo se junta y se reconcilia. ¡Fulget crucis mysterium! Brilla el misterio de la cruz [...] Y María estaba allí, junto a la Cruz, la madre de los hijos dispersos que ella reúne junto a la cruz de su Hijo. Maternidad del corazón, que se ensancha con el dolor que la fecunda […]

     En el Sábado Santo nos llena un gran silencio, porque el rey duerme. La Tierra está temerosa y sobrecogida, porque Dios se ha dormido en la carne y ha despertado a los que dormían desde antiguo. Dios ha muerto en la carne y ha puesto en conmoción al abismo. La Iglesia permanece junto al Sepulcro del Señor, conmovida, en oración.

     La feliz conclusión del drama de la Pasión viene con la alegría inmensa que sigue al dolor: la Resurrección del Señor. Pero dolor y gozo se funden pues se refieren en la historia, al acontecimiento más importante de la humanidad: el rescate por el Hijo de Dios del pecado original. La fiesta de Pascua es, ante todo la celebración del acontecimiento clave de la humanidad, la resurrección de Jesús después de su muerte, consentida por Él para rescatar y rehabilitar al hombre caído […] Dejemos que el Señor, por medio del Espíritu Santo, actualice en nosotros la grandeza de los misterios que celebramos. La obra redentora de Cristo no se acaba con su muerte, sino que se prolonga con la victoria de la resurrección. La Pasión del Señor es el camino que conduce a su triunfo. Pero debemos disponer el corazón haciendo oración, participando en la liturgia, impregnándonos de la misericordia de Dios, reconociéndonos pecadores pero también infinitamente amados por el Señor. Sin duda proclamaremos convencidos y colmados de gozo, al final, el Aleluya de la Resurrección.

 


viernes, 26 de marzo de 2021

ESCRITOS DEL VENERABLE LUIS DE TRELLES

 


     En 1890 don Luis de Trelles dedica el cuaderno 4, correspondiente al mes de abril, de “La Lámpara del Santuario” a San José:

     “Al glorioso Patriarca San José, Padre nutricio del Salvador y Patrón de la Iglesia Universal, con motivo de la reciente decisión de la Santa Sede declarando fiesta obligatoria el día de San José en estos Reinos de España, dedica y ofrece el presente cuaderno “La Lámpara del Santuario” y se encomienda a su alta protección”

(L.S. Tomo XXI, 1890, pág.121)

 

SAN JOSÉ Y LA EUCARISTÍA

 

     A primera vista no hay conexión ninguna entre estos dos asuntos, porque es de tradición incontestada, que el Padre nutricio y putativo de Jesús, falleció antes de la vida pública del Señor, y que Él mismo cerró a aquél los ojos, acompañado de María Santísima, por la cual doble circunstancia es San José abogado de la buena muerte. Pero, investigando las cosas en su fondo, hay para el Patriarca José relaciones causales con el Santísimo Sacramento, que no pueden pasar inadvertidas para el devoto del Esposo de María y del misterio Eucarístico.

     No cabe duda, que José ejerció cerca de su Hijo adoptivo un ministerio de protección y patrocinio que es su más excelente mérito, y que supone una gran dignidad en el elegido y una alta gracia de Dios, secundada por una correspondencia perfecta. Y no es menos cierto que el grano Eucarístico, sembrado en la tierra y de cuya muerte salió tanta vida, fue criado, formado y desarrollado al amparo visible y por el trabajo de San José, quien alcanzó el privilegio de mantener, con el salario o recompensa del sudor de su frente, a Cristo Nuestro Señor; y siendo evidentes las relaciones de causa y efecto, no pueden ser lo menos la participación en el producto, y el honor de la obra, en el que contribuye a la primera materia, que sirve para elaborarlo y crearlo, aunque varíe su forma y modo de existencia.

    De lo que se infiere que José contribuyó y cooperó activamente a la Eucaristía, toda vez que también tuvo parte activa en mantener, o mejor, sostener al Hombre Dios en su vida secreta, de la que surgió inmediatamente la vida pública, la de pasión y muerte, y todas las evoluciones del niño al hombre que pasaron y se desarrollaron bajo el amparo del Padre nutricio de Jesús.

    Nadie duda, por otra parte, de la acción y concurrencia espiritual, intencional y misteriosa pero real, de María a todos los trances de la vida, pasión y muerte de Jesús, puesto caso que ésta ha sido Madre de Jesús, titulo y oficio que no perdió nunca en todos los trámites de la vida de su Divino Hijo; ni duda nadie que la sustentación y vida maternal y virtudes de la Reina de los Ángeles, corrió al abrigo de los trabajos del artesano humilde de Nazareth, otorgando Dios a Aquella en su providencia especial el auxilio de un Esposo, uniéndola y desposándola en tal concepto con San José.

     De todos estos antecedentes y observaciones se infiere, que José fue cooperador activo e indispensable, dados los decretos de Dios, de la obra maestra del amor Divino, de la Eucaristía, que es, por decirlo así, la quinta esencia y el memorial auténtico y efectivo de todas las misericordiosas maravillas de la vida de Cristo.

     Podríamos a esto añadir, que José dispensó al Redentor, con el título de Hijo, una especie de salvo conducto de honor, encubriendo así a los ojos profanos el origen verdadero de Jesús y bajo el escudo del Patriarca se conservó para los que no debían saberlo, la honra de la Madre y la del Hijo, respecto de todos los que no conocieron en aquellos tiempos el misterio de Dios.




domingo, 21 de marzo de 2021

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 21 DE MARZO DEL 2021, 5º DE CUARESMA (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Arzobispo de Toledo. Primado de España)

«… QUEREMOS VER A JESÚS»

 

Jn. 12. 20-33

 

     En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; estos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban: «Señor, queremos ver a Jesús». Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Jesús les contestó: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre». En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo honrará.

     Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré? ¿Padre, líbrame de esta hora? Pero si por esto he venido, para esta hora: Padre, glorifica tu nombre». Entonces vino una voz del cielo: «Lo he glorificado y volveré a glorificarlo». La gente que estaba allí y lo oyó, decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel. Jesús tomó la palabra y dijo: «Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí». Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir.

 

Otras Lecturas: Jeremías  31,31-34; Salmo 50; Hebreos 5,7-9

 LECTIO:

     Con motivo de la fiesta principal por antonomasia –la Pascua–, se daban cita en Jerusalén muchos judíos que venían de cerca y de lejos. Era frecuente encontrar en esa efemérides a gente que, sin haber profesado la fe hebrea, tenían una actitud abierta. Un grupo de esos simpatizantes gentiles no judíos, se encuentran con Felipe y le hacen una petición que recoge la secreta demanda de toda la humanidad: queremos ver a Jesús”. No sabían bien quién era Él; acaso habían oído cosas y sentían curiosidad. Buscaban el Templo y se encontraron con Jesús. A su manera iban a celebrar la Pascua judía, y se encontraron con otra Pascua: la del Señor. El hecho es que aquellos hombres que sin ser judíos acuden a Jerusalén, están abiertos a la respuesta adecuada a las preguntas de su corazón: ¿y si esa respuesta era ese tal Jesús?: “Felipe, queremos ver a Jesús”.

  Felipe ya había sido “embajador” de su Maestro. Al comienzo de su andadura, después que él se hubo encontrado con Jesús, no pudo por menos que comunicarlo: “se encuentra Jesús con Felipe y le dice: sígueme... Felipe se encuentra con Natanael y le dice: ése del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado... ven y lo verás[]

   El Evangelio cambia de tono para intercalar un diálogo de Jesús premonitorio de su propia Pascua. Él habla de la Hora … un anticipo del propio destino … (+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo)

 

MEDITATIO:

     La reacción de Jesús es sorprendente … «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre». Estas palabras dan la verdadera respuesta, porque quien quiere conocer a Jesús debe mirar dentro de la cruz, donde se revela su gloria. El Evangelio de hoy nos invita a dirigir nuestra mirada hacia el crucifijo,  que es un símbolo religioso para contemplar y comprender. En la imagen de Jesús crucificado se desvela el misterio de la muerte del hijo como supremo acto de amor, fuente de vida y de salvación para la humanidad de todos los tiempos. En sus llagas fuimos curados. (Papa Francisco)

   Y para explicar el significado de su muerte y resurrección, Jesús se sirve de una imagen y dice «si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto». Quiere hacer entender que su caso extremo, es decir, la cruz, muerte y resurrección es un acto de fecundidad, sus llagas nos han curado, una fecundidad que dará fruto para muchos. Así se compara a sí mismo con el grano de trigo que pudriéndose en la tierra genera nueva vida. Con la Encarnación, Jesús vino a la tierra; pero eso no basta: Él debe también morir, para rescatar a los hombres de la esclavitud del pecado y darles una nueva vida reconciliada en el amor. He dicho «para rescatar a los hombres»: para rescatarme a mí, a ti, a todos nosotros, a cada uno de nosotros, Él pagó ese precio. Este es el misterio de Cristo. Ve hacia sus llagas. Entra, contempla; ve a Jesús, pero desde dentro. (Papa Francisco)

    Y este dinamismo del grano de trigo, cumplido en Jesús, debe realizarse también en nosotros sus discípulos: estamos llamados a hacer nuestra esa ley pascual del perder la vida para recibirla nueva y eterna. ¿Y qué significa perder la vida?, ¿qué significa ser el grano de trigo? Significa pensar menos en sí mismos, en los intereses personales y saber «ver» e ir al encuentro de las necesidades de nuestro prójimo, especialmente de los últimos. (Papa Francisco)

 ORATIO:

  Señor Jesús, ayúdanos para que todos aquellos con quienes nos encontremos perciban siempre en nuestros gestos y en nuestras palabras la bondad pacificadora y consoladora de tu divinos Rostro.

 Danos, Señor, la gracia de actuar como Tú,

de amar y servir como Tú, sabiendo morir

para vivir plenamente en ti, por ti y para ti.

 CONTEMPLATIO:

«Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre»

   En el Evangelio de Juan, la Hora no es una precisión temporal, no tiene que ver con la del reloj. La Hora dice la llegada del momento oportuno... Jesús habla de su Hora recurriendo a la metáfora del grano de trigo, que explica plásticamente la paradoja de la vida cristiana: caer en tierra, morir, y cuando aparentemente todo está perdido y arruinado, surge allí la vida, con una fecundidad y fuerza inesperadas e inmerecidas. Es como un anticipo del propio destino de Jesús: el mucho fruto, el ganar la vida para siempre, tiene un insólito precio como es morir en tierra y dar la vida.

   Estamos en el 5º domingo de cuaresma. Nosotros, después de este camino andado, nos reconocemos en la pregunta de los gentiles: queremos ver a Jesús, atraídos por Él, seducidos por su extremado amor. Estamos en la antesala de todo ese drama de amor que recordaremos en la inminente Semana Santa. Y no sólo nosotros, sino también tantos hombres y mujeres de nuestro mundo, desde sus búsquedas y preguntas quieren ver a Jesús. ¿Seremos como Felipe, que desde la experiencia del encuentro con el Señor podemos decirles: ven, ved, yo os conduzco hasta Él? (+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo)

 


 

   Esta semilla de salvación germinó en beneficio de todos los hombres: partiendo de Él y transfigurados a su imagen, los santos apóstoles fueron enviados —como otras tantas semillas—, a diversas regiones y aventados, para que las gentes, congregadas en el campo de la Iglesia, resplandecieran con frutos diversos en todo el orbe de la tierra. Fueron aventados para producir nuevos frutos y ser más tarde recogidos en los graneros de la Iglesia cual trigo nuevo. (S. Ambrosio de Milán, obispo)

miércoles, 17 de marzo de 2021

PARA EL DIALOGO Y LA MEDITACIÓN

 


MARZO:  SAN JOSÉ

 Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar

 

Reflexiones que nos animen y ayuden a encontrarnos con Jesús sacramentado y descansar en su corazón.

 

     Cada mes daremos algunas pinceladas sobre diversas virtudes que nos ayuden a vivir la media hora de adoración que tanto insistía el Venerable Luis de Trelles, o contemplar cómo las vive el Señor desde el Sacramento; utilizando la Palabra de Dios, el Magisterio, textos de santos u otros autores, y recogiendo cada mes una de las promesas del Corazón de Jesús, acabando con una oración.

 

SAN JOSÉ

 

     La Palabra de Dios nos dice de San José: 

     “José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.” (Mt. 1,20-21).  “José, levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise” (Mt. 2,13). “Mis delicias están con los hijos de los hombres.” (Proverbios 8,31).

     Que San José nos enseñe a acoger a María y a su Hijo y a adorarlo y llevarlo a donde Él quiera ir, de la mano de José que como primer adorador en la noche de Belén, nos hará crecer en intimidad eucarística.

    Nos enseña el Abad de San José de Clairval en “Id a José”: “Los dos discípulos de Emaús se sintieron abrasados en el amor divino en poco tiempo de conversación con Jesús, ¡qué llamas ardientes de santa caridad debieron iluminar el corazón de José después de conversar durante treinta años con Jesucristo, después de oír las palabras de vida eterna que salían de su boca, y observar los maravillosos ejemplos de humildad, paciencia y obediencia que le daba mostrándose tan diligente en ayudarle en todos sus trabajos y servirle en todas las necesidades del hogar!

     El corazón de José no estaba dividido, porque el amor que tenía a su Esposa le colmaba de amor divino todavía más. Así sin lugar a dudas, José, mientras vivió con Jesucristo, acrecentó sus méritos y su santidad hasta tal punto que podemos ciertamente decir que sobrepasó los méritos de todos los otros santos.

     La familiaridad, el respeto y la dignidad muy elevada con que Cristo colmó a San José durante su vida terrena, como un hijo a su padre, no se los retiró en el cielo; más bien se los completó y llevó al grado más alto.

    “Acordaos de nosotros bienaventurado José, interceded por nosotros mediante la ayuda de vuestra oración junto a Aquel que fue considerado como vuestro hijo; al mismo tiempo, hacednos propicia a la bienaventurada Virgen, vuestra esposa y Reina de los cielos, donde el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo reinan en lo infinito por los siglos de los siglos (San Bernardino de Siena).”

  Las preciosas palabras de San Juan Pablo II en “REDEMPTORIS CUSTOS” - del 15/08/1989, muy actuales para nosotros, adoradores: 

     27.- La comunión de vida entre José y Jesús nos lleva todavía a considerar el misterio de la encarnación precisamente bajo el aspecto de la humanidad de Cristo, instrumento eficaz de la divinidad en orden a la santificación de los hombres: «En virtud de la divinidad, las acciones humanas de Cristo fueron salvíficas para nosotros, produciendo en nosotros la gracia tanto por razón del mérito, como por una cierta eficacia. Aún hoy tenemos muchos motivos para orar con las mismas palabras de León XIII: «Aleja de nosotros, oh Padre amantísimo, este flagelo de errores y vicios... Asístenos propicio desde el cielo en esta lucha contra el poder de las tinieblas ...; y como en otro tiempo libraste de la muerte la vida amenazada del niño Jesús, así ahora defiende a la santa Iglesia de Dios de las hostiles insidias y de toda adversidad». Existen suficientes motivos para encomendar a todos los hombres a san José.

     32.- Deseo vivamente que el presente recuerdo de la figura de san José renueve también en nosotros la intensidad de la oración que hace un siglo mi Predecesor recomendó dirigirle. Esta plegaria y la misma figura de José adquieren una renovada actualidad para la Iglesia de nuestro tiempo, en relación con el nuevo Milenio cristiano. Que san José obtenga para la Iglesia y para el mundo, así como para cada uno de nosotros, la bendición del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

     San José vivió en su vida lo que nos dice La Imitación de Cristo” Libro 2, 8: “Cuando Jesús está presente todo es bueno y no parece cosa difícil; más cuando está ausente, todo es duro. Si Jesús estuviere contigo, ningún enemigo podrá dañarte.”

     Promesas del Corazón de Jesús a Santa Margarita M.ª de Alacoque: “Bendeciré los lugares donde la imagen de mi Corazón sea expuesta y venerada. Pondré paz en sus familias”. Promesa que se vivió en el hogar de Nazaret de José, María y Jesús.

Preguntas para el diálogo y la meditación.

¿Qué lugar le doy a San José en mi vida cristiana y sobre todo como adorador?

¿Soy consciente de la importancia de su patrocinio en estos tiempos como aconsejan los Papas?

¿Le encomiendo todas las necesidades, familiares, sociales y una buena muerte?

¿Qué lugar ocupa en mi hogar y en mi vida interior?

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Acabamos con esta hermosa oración a san José:

Buenas noches San José
con tu esposa y con tu niño
vengo a hablarte con cariño
y me tienes que escuchar.
Tres cosas vengo a pedirte
y me las tienes que dar
en el cielo dadnos gloria
en la tierra dadnos paz
y a la hora de la muerte
nos vengas a consolar.
José bendito tú sabes nuestras penas
dile a tu Niño que nos saque de ellas.
¡Oh Niño hermoso!
Que nuestras penas
se conviertan en gozo.


DEL BLOG DEL OBISPO

DÍA DEL SEMINARIO 


      El próximo 19 de marzo, solemnidad de San José, se celebra el Día del Seminario. Este año bajo el lema, «Padre y hermano, como san José». El objetivo de esta edición es reflejar la figura de San José, en los sacerdotes, en un año en el que, si cabe, este santo ha tomado un mayor protagonismo tras declarar el Papa el Año de San José.

   La Subcomisión Episcopal de Seminarios destaca en su reflexión teológica, que, bajo el cuidado de San José, los sacerdotes son enviados a cuidar la vida de cada persona, con el corazón de un padre, sabiendo además, que, cada uno de ellos es su hermano.

     En nuestra diócesis la campaña comienza este mismo fin de semana. Así, los seminaristas de San Bartolomé estarán del 12 al 14 de marzo en la Janda y en el Campo de Gibraltar.  El fin de semana del 19 al 21 de marzo será el turno de la Bahía de Cádiz       

  Aprovechando que en muchas parroquias se celebra habitualmente una hora santa a la semana, la intención es que en la semana del 15 al 21 de marzo se rece por nuestros Seminarios, por las vocaciones, por nuestros seminaristas … «Hay que pedir al dueño de la mies que envíe obreros a su mies»  

  


(Antes de oír el audio deje pasar el Himno inserto al blog)