TIEMPO LITÚRGICO

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domingo, 31 de mayo de 2015

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 31 DE MAYO, SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD (Comentario de + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo)

« ID Y HACED DISCÍPULOS A TODOS LOS PUEBLOS…»
Mt. 28. 16-20

            En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron. Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
       «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
       Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos».

Otras Lecturas: Deuteronomio 4,32-34; Salmo 32; Romanos 8,14-17

LECTIO:
                El Evangelio de Mateo concluye con un encuentro cara a cara de Jesús con sus discípulos. Una vez más, los discípulos podían ver a Jesús. De ahora en adelante, Jesús seguirá estando con ellos pero no podrán verlo más.
       Jesús comunica una triple misión: hacer discípulos por todo el mundo, bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y enseñarles a observar todo lo que Él había mandado.
“…haced discípulos”
     El discípulo convive con el maestro y aprende de él en la convivencia cotidiana. Forma comunidad con el maestro y lo sigue, tratando de imitar su modo de vivir y convivir. Discípulo es aquella persona que no absolutiza su propio pensamiento, sino que está siempre dispuesto  a aprender. Como el “siervo de Yahvé”, el discípulo afina el oído para escuchar lo que Dios le dice.
“…bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
     La Buena Noticia que Jesús nos ha traído es la revelación de que Dios es el Padre y por tanto todos somos hermanos. Esta nueva experiencia de Dios, Jesús la ha vivido y nos la ha conseguido con su muerte y resurrección. Es el nuevo Espíritu que Él ha derramado sobre sus seguidores en el día de Pentecostés.
       Ser bautizado significaba y significa asumir públicamente el compromiso de vivir la Buena Noticia que Jesús nos ha dado: revelar a través de la fraternidad que Dios es Padre y luchar porque se superen las divisiones y las separaciones entre los hombres y afirmar que todos somos hijos e hijas de Dios.
“…enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado”.
     No enseñar doctrinas nuevas, ni nuestras, sino que revelamos y mostramos el rostro de Dios que Jesús nos ha revelado. De aquí deriva toda la doctrina que nos fue transmitida por los apóstoles.
       “Yo estoy con vosotros… hasta el final de los tiempos” Esta es la gran promesa, la síntesis de todo lo que ha sido revelado desde el comienzo. Es el resumen de todo el Antiguo Testamento, de todas las promesas, de todas las aspiraciones del corazón humano. Es el resumen final de la buena Noticia de Dios, trasmitido por el Evangelio de Mateo. 

MEDITATIO:    
         Hoy necesitamos oír hablar de Dios con palabras humildes y sencillas que toquen nuestro corazón, muchas veces confuso y desalentado, y reconforten nuestra fe. Dios es un  foco de amor insondable. Su intimidad  es amor y comunicación. ¿Lo descubres dando sentido y existencia a toda la realidad?
Creo en Dios Padre. No estamos solos ante nuestros problemas y conflictos. No vivimos olvidados, Dios es nuestro Padre. Nos ha creado a todos sólo por amor y nos espera con corazón de Padre al final de nuestro caminar por este mundo. Aunque estés lleno de dudas, preocupaciones y sufrimientos no pierdas la fe y la confianza en un Dios que es Padre.
Creo en Jesús, nuestro Señor. Es el gran regalo que Dios ha hecho al mundo. Mirando a Jesús, vemos al Padre: en sus gestos captamos su ternura y comprensión. En Él podemos sentir al Dios humano, cercano, amigo. Este Jesús, el Hijo amado de Dios, nos ha animado a construir una vida más fraterna y dichosa.  Jesús nos ha indicado el camino a seguir: “Sed compasivos…” Si olvidas a Jesús, ¿qué o quién ocupara su vacío? ¿Quién te ofrecerá su luz y su esperanza? ¿En quién podrás confiar?
Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida. Este misterio de Dios no es algo lejano. Está presente en el fondo de cada uno de nosotros. ¿Lo captas como Espíritu que alienta tu vida, como Amor que te lleva hacia los que sufren?

ORATIO:
Creo en Dios Padre, que me ama como hijo.
Creo en Jesús, el Señor, que infundió su Espíritu en mi vida.
Creo en la paciencia de Dios.
Espero en el Amor, la Fuerza, el Espíritu…

     El Salmo 34 habla de las promesas eternas de Dios y su protección.
Dale gracias a Dios por las promesas que te hace: a medida que los lleves a la práctica, se irán convirtiendo en una realidad en tu vida.
    De la Trinidad brota la fuerza del apostolado como fuerza del amor que es autocomunicación del bien para todos.
Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos,…

CONTEMPLATIO:
     La fe en la Trinidad cambia no sólo nuestra manera de mirar a Dios, sino también nuestra manera de entender la vida. Confesar la Trinidad de Dios es creer que Dios es un misterio de comunión y amor. Todo lo existente viene del Amor.
     Contempla y adora la divinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Vida de comunión y amor perfecto, origen y meta de todo lo existente.
     Reconoce en la Trinidad el modelo de la Iglesia a la que hemos sido llamados para amarnos como Él nos amó. Es el amor el signo concreto que manifiesta la fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu. Es el amor el distintivo del cristiano, como nos dijo Jesús: “…conocerán que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros”.

… «Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos»...

sábado, 30 de mayo de 2015


Oración del papa Francisco para el  Año de la Vida Consagrada 2015
Haz que vivamos el Evangelio del encuentro: ayúdanos a humanizar la tierra y a crear fraternidad, llevando las fatigas de quien está cansado y no busca más, la alegría de quien espera, de quien busca, de quien custodia signos de esperanza.
Espíritu Santo, Fuego que ardes, ilumina nuestro camino en la Iglesia y en el mundo. Danos el coraje del anuncio del Evangelio y la alegría del servicio en la cotidianidad de los días. Abre nuestro espíritu a la contemplación de la belleza. Custodia en nosotros la gratitud y la admiración por la creación, haz que reconozcamos las maravillas que tú realizas en todo viviente.

María, Madre del Verbo, vela sobre nuestra vida de hombres y mujeres consagrados, para que la alegría que recibimos de la Palabra llene nuestra existencia, y tu invitación a hacer lo que el Maestro dice (cf. Jn 2, 5) nos encuentre activos intérpretes en el anuncio del Reino. 
Amén.

Sólo Dios basta
     El domingo 31 de mayo celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad y la Jornada Pro Orantibus. La Jornada de este año acontece en el marco del Año de la Vida Consagrada proclamado por el papa Francisco para toda la Iglesia y dentro del V Centenario del nacimiento de santa Teresa de Jesús. Es una celebración gozosa para dar gracias a Dios por el don de la vida de los monjes y monjas, que se consagran enteramente a Dios y al servicio de la sociedad en los monasterios y claustros. Es un día también para que todo el Pueblo de Dios ore al Señor por esta vocación tan especial y necesaria, despertando el interés por las vocaciones a la vida consagrada contemplativa.
     La exhortación apostólica de san Juan Pablo II Vita consecrata, citando al Decreto Perfectae caritatis, n. 7, del Concilio Vaticano II, describe así la naturaleza y finalidad de la vida consagrada contemplativa: «Los Institutos orientados completamente a la contemplación, formados por mujeres o por hombres, son para la Iglesia un motivo de gloria y una fuente de gracias celestiales. Con su vida y misión, sus miembros imitan a Cristo orando en el monte, testimonian el señorío de Dios sobre la historia y anticipan la gloria futura.  En la soledad y el silencio, mediante la escucha de la Palabra de Dios, el ejercicio del culto divino, la ascesis personal, la oración, la mortificación y la comunión en el amor fraterno, orientan toda su vida y actividad a la contemplación de Dios. Ofrecen así a la comunidad eclesial un singular testimonio del amor de la Iglesia por su Señor y contribuyen, con una misteriosa fecundidad apostólica, al crecimiento del Pueblo de Dios» (VC, n. 8).
     El lema de este año es: «Solo Dios basta».  Este verso del conocido poema teresiano es como una composición sapiencial, al estilo de los salmos. Es el resumen esencial de las personas contemplativas. Mientras peregrinamos por este mundo entre luces y sombras, las personas contemplativas nos recuerdan que también hoy Dios es lo único necesario, que hay que buscar primero el Reino de Dios, que la vida nueva en el Espíritu preanuncia la consumación de los bienes invisibles y futuros. En este Año Jubilar Teresiano la santa doctora mística nos exhorta a comprender: «el gran bien que hace Dios a un alma que la dispone para tener oración con voluntad (…), que no es otra cosa la oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama» (Vida 8, 5). En esta presentación transcribo un pasaje de la carta del papa Francisco al Sr. obispo de Ávila, con motivo del Año Jubilar Teresiano (15.X.2014), que se refiere al camino de la oración. «Cuando los tiempos son recios, son necesarios amigos fuertes de Dios para sostener a los ojos (Vida 15, 5). Rezar no es una forma de huir, tampoco de meterse en una burbuja, ni de aislarse, sino de avanzar en una amistad que tanto más crece cuanto más se trata al Señor, amigo verdadero y compañero fiel de viaje, con quien todo se puede sufrir, pues siempre ayuda, da esfuerzo y nunca falta (Vida 22, 6). Para orar no está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho (Moradas IV, 1, 7), en volver los ojos para mirar a quien no deja de mirarnos amorosamente y sufrirnos pacientemente (cf. Camino, 26, 3-4). Por muchos caminos puede Dios conducir las almas hacia sí, pero la oración es el camino seguro (Vida 21, 5). Dejarla es perderse (cf. Vida, 19, 6). Estos consejos de la santa son de perenne actualidad. ¡Vayan adelante, pues, por el camino de la oración, con determinación, sin detenerse, hasta el fin! Esto vale singularmente para todos los miembros de la vida consagrada. En una cultura de lo provisorio, vivan la fidelidad del para siempre, siempre, siempre (Vida 1, 5); en un mundo sin esperanza, muestren la fecundidad de un corazón enamorado (Poesía 5); y en una sociedad con tantos ídolos, sean testigos de que solo Dios basta (Poesía 9)».
     Vivamos con alegría en este año de gracia la Jornada Pro Orantibus y demos gracias a Dios por el don de la vida consagrada contemplativa, que tanto embellece el Rostro de Cristo, que resplandece en su Iglesia.
Vicente Jiménez Zamora-Arzobispo de Zaragoza

Presidente de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada
PROPUESTAS PARA MEJORAR EL REZO DEL SANTO ROSARIO

    El ‘rosario’: “Instrumento tradicional para rezarlo es el rosario. (...) Lo primero que debe tenerse presente es que el rosario está centrado en el Crucifijo, que abre y cierra el proceso mismo de la oración. En Cristo se centra la vida y la oración de los creyentes. Todo parte de Él, todo tiende hacia Él, todo, a través de Él, en el Espíritu Santo, llega al Padre.”
1ª Inicio adecuado:
     “En la práctica corriente, hay varios modos de comenzar el Rosario, según los diversos contextos eclesiales. En algunas regiones se suele iniciar con la invocación del Salmo 69 (...); en otras, se comienza recitando el Credo, como haciendo de la profesión de fe el fundamento del camino contemplativo que se emprende. Éstos y otros modos similares, en la medida que disponen el ánimo para la contemplación, son usos igualmente legítimos.”
2ª Enunciado del misterio:
     “Enunciar el misterio, y tener tal vez la oportunidad de contemplar al mismo tiempo una imagen que lo represente, es como abrir un escenario en el cual concentrar la atención. Las palabras conducen la imaginación y el espíritu a aquel determinado episodio o momento de la vida de Cristo.”
3ª Escucha de la Palabra de Dios:
     “Para dar fundamento bíblico y mayor profundidad a la meditación, es útil que al enunciado del misterio siga la proclamación del pasaje bíblico correspondiente. (...) No se trata de recordar una información, sino de dejar ‘hablar’ a Dios. En alguna ocasión solemne y comunitaria, esta palabra se puede ilustrar con algún breve comentario.”
4ª El silencio:
     “La escucha y la meditación se alimentan del silencio. Es conveniente que, después de enunciar el misterio y proclamar la Palabra, esperemos unos momentos antes de iniciar la oración vocal, para fijar la atención sobre el misterio meditado. El redescubrimiento del valor del silencio es uno de los secretos para la práctica de la contemplación y la meditación.”
5ª El «Padrenuestro»:
     “Es natural que el ánimo se eleve al Padre. Jesús, en cada uno de sus misterios, nos... quiere introducir en la intimidad del Padre para que digamos con Él: «¡Abba, Padre!». (...) El «Padrenuestro», puesto como fundamento de la meditación cristológico-mariana que se desarrolla mediante la repetición del Ave Maria, hace que la meditación del misterio, aun cuando se tenga en soledad, sea una experiencia eclesial.”
6ª Rezo pausado del «Ave María»:
     “A la luz del Ave María, bien entendida, es donde se nota con claridad que el carácter mariano no se opone al cristológico, sino que más bien lo subraya y lo exalta. (...) El centro del Ave María, casi como engarce entre la primera y la segunda parte, es el nombre de Jesús. A veces, en el rezo apresurado, no se percibe este aspecto central y tampoco la relación con el misterio de Cristo que se está contemplando.”
7ª Rezo adecuado del «Gloria»:
     “La doxología trinitaria es la meta de la contemplación cristiana. En efecto, Cristo es el camino que nos conduce al Padre en el Espíritu.(...) Es importante que el Gloria, culmen de la contemplación, sea bien resaltado en el Rosario.”
8ª Considerar una jaculatoria final:
     “(...) parece oportuno señalar que la contemplación de los misterios puede expresar mejor toda su fecundidad si se procura que cada misterio concluya con una oración dirigida a alcanzar los frutos específicos de la meditación del misterio. De este modo, el Rosario puede expresar con mayor eficacia su relación con la vida cristiana.”
9ª Conclusión adecuada:
     “La plegaria se concluye rezando por las intenciones del Papa, para elevar la mirada de quien reza hacia el vasto horizonte de las necesidades eclesiales.”
10ª Las Letanías lauretanas y la Salve:
     “Es como coronar un camino interior, que ha llevado al fiel al contacto vivo con el misterio de Cristo y de su Madre Santísima.”


San Juan Pablo, pp II

domingo, 24 de mayo de 2015

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 24 DE MAYO, SOLEMNIDAD DE LA PASCUA DE PENTECOSTÉS (Comentario de + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo)

«…RECIBID EL ESPÍRITU SANTO…»
Jn. 20. 19-23
            Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos.
       Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado.
       Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
       Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Otras Lecturas: Hechos 2,1-11; Salmo 103; Corintios 12,3b-7,12-13 o bien Gálatas 5,16-25; Jn. 15,26-27; 16,12-15

LECTIO:
Recibid el Espíritu Santo…”
     El gran don pascual de Jesús es el Espíritu Santo. Para esto ha venido Él al mundo, para esto ha muerto y ha resucitado, para darnos su Espíritu.
       De esta manera Dios cumple sus promesas: “Les daré un corazón nuevo, les infundiré un Espíritu nuevo”. Necesitamos al Espíritu Santo porque es “el Espíritu el que da la vida…”
       El Espíritu Santo no solo nos da a conocer la voluntad de Dios, sino que nos hace capaces de cumplirla, dándonos la fuerza y la gracia.
“Sopló sobre ellos…”
     Para recibir el Espíritu tenemos que acercarnos a Jesús, pues es Él quien lo comunica: “Quien tenga sed que venga a mí y beba”. Es preciso acercarnos a Jesús en la oración, en los sacramentos, sobre todo en la Eucaristía, para recibir al Espíritu.
“Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”
     Jesús nos hace partícipes de la misión de anunciar la Buena Nueva que Él ha recibido del Padre, y lo hace comunicándonos la fuerza del Espíritu Santo, para reafirmar nuestra fe en la resurrección y para que, por nuestro testimonio, otros crean en Él.
       Celebrar Pentecostés es reconocer que toda nuestra vida está relacionada con Jesús, que es Él el que hace en nosotros su obra, que es Él el que nos capacita para la misión y nos da su gracia para dar testimonio y para anunciarlo en nuestro “aquí” y “ahora”.
       Pentecostés es una nueva oportunidad para que el Señor  nos envíe su Espíritu y dejarnos transformar por Él, para que cambie nuestra vida y nos dé la valentía y la sabiduría de los primeros discípulos.
     
MEDITATIO:        
Ven Espíritu Santo, despierta mi fe débil, pequeña y vacilante. Enséñame  a vivir confiado en el amor del Padre a todos sus hijos, estén dentro o fuera de tu Iglesia.
Ven Espíritu Santo, abre mis oídos para escuchar la llamada de Jesús. Hazme vivir abierto para comunicar la nueva fe que necesitan los hombres y las mujeres de hoy.
Ven Espíritu Santo, enséñame a reconocer mis pecados y limitaciones. Libérame de mi arrogancia y falsa seguridad. Haz que aprenda a caminar entre los hombre en verdad, con humildad y por amor.
Ven Espíritu Santo, que aprenda a mirar, como Jesús miraba, a los que sufren, los que lloran, los que caen, los que están solos,los olvidados…
Ven Espíritu Santo, haz de nosotros una Iglesia de puertas abiertas, de corazón compasivo, misericordiosa, y de esperanza contagiosa. Que nada nos distraiga o desvíe del proyecto de Jesús.
                                                                           
ORATIO:
     Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos de la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra.

Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre; don en tus dones espléndido;
luz que penetras las almas; fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego,
    gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos…

CONTEMPLATIO:
     Contempla como te dice Jesús lo que un día dijo a sus discípulos exhalando sobre ellos su aliento: “Recibid el Espíritu Santo”. Ese Espíritu que sostiene tu vida y alienta tu débil fe puede penetrar en ti por caminos que solo Él conoce.
“Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”.
     Jesús nos envía para hacerlo presente en el mundo. No dice a quienes hemos de ir, qué hemos de hacer, cómo hemos de actuar. Nuestra misión es la misma de Jesús, no hay otra: la que Jesús ha recibido del Padre. Ser en el mundo lo que ha sido Él.
     Nadie vive privado del Espíritu de Dios. En todos está Él atrayendo nuestro ser hacia la vida: la fuerza, la luz, el aliento, la paz, el consuelo, el fuego que experimentamos en nosotros y cuyo origen último está en Dios, fuente de toda vida. Acogemos al Espíritu cuando acogemos la vida.
     La fiesta de Pentecostés es una llamada a cultivar nuestro mundo interior y vivir más atentos a la presencia del Espíritu en nosotros. Quien trata de vivir desde dentro sabe que el exceso de trabajo y actividad no es una virtud, sino una enfermedad, una esclavitud. Entrar en la propia intimidad es regenerarse desde la raíz, rescatar lo mejor que hay en nosotros, encontrarse de nuevo vivo para vivir y hacer vivir. El Espíritu de Dios que habita en nosotros es siempre “dador de vida”.
     El Espíritu de Dios no está ausente de esta sociedad, aunque lo reprimamos, lo encubramos o no le prestemos atención alguna. Él sigue trabajando silenciosamente a los hombres en lo más profundo de su corazón.

sábado, 23 de mayo de 2015

Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar 2015

El anuncio del Evangelio de la familia constituye una urgen­cia para la nueva evangelización como nos recuerdan los padres si­nodales (n. 29). Esta tarea es responsabilidad de todo el Pueblo de Dios. En el seno de la Iglesia existen diversas vocaciones, carismas, ministerios, condiciones de vida y responsabilidades que se comple­mentan. Como nos propone la exhortación Christifideles laici, gracias a esa diversidad y complementariedad, cada fiel laico está en dispo­sición de ofrecerle su propia aportación1. Toda vocación cristiana es, pues, una vocación al apostolado, a la misión. El matrimonio que funda la familia, es una vocación a la que Dios llama como camino de seguimiento y santidad, haciendo así de la familia lugar y fuente de evangelización, por ser vocación cristiana.
La familia debe tomar conciencia gozosa de su misión en la Iglesia, para ello hay que proponer caminos que permitan a la fa­milia alcanzar su plenitud de vida humana y cristiana2. A esta apa­sionante tarea estamos llamados todos los que formamos parte de la Iglesia, asumiendo cada uno su papel. Esto conlleva alumbrar un cambio que permita trasformar la pasividad en protagonismo, animando a la familia a asumir su misión evangelizadora3. Ello pasa porque los cónyuges, y toda la familia, asuman la responsabilidad que les viene conferida por su pertenencia a la Iglesia a través del bautismo y concretada de una forma especial por la gracia sacra­mental del matrimonio. Para conseguir este objetivo, toda la comu­nidad eclesial debe alentar a las familias a descubrir el plan que Dios ha establecido para ellas y ayudarles a conseguir que se convierta en realidad.
La familia se enfrenta hoy a un gran cambio social que reper­cute profunda y agresivamente en ella. «La familia atraviesa una crisis cultural profunda, como todas las comunidades y vínculos sociales. En el caso de la familia, la fragilidad de los vínculos se vuelve especialmente grave porque se trata de la célula básica de la sociedad, el lugar donde se aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer a otros, y donde los padres transmiten la fe a sus hijos. El matrimonio tiende a ser visto como una mera forma de gratificación afectiva que puede constituirse de cualquier manera y modificarse de acuerdo con la sensibilidad de cada uno»4. Existen, además, los grandes problemas sociales que asolan a tantas familias (paro, vi­vienda, seguridad, emigración, droga...).
En este contexto hay que ayudar a la familia cristiana a redes­cubrirse siendo ella misma, con todo el potencial misionero que tie­ne. Nacida del amor, la familia recibe la misión de «custodiar, revelar y comunicar el amor»5. La familia cristiana, reunida por el Señor a través del sacramento del matrimonio, es una verdadera «iglesia doméstica», una imagen viva y una representación histórica del miste­rio mismo de la Iglesia. Lo propio y original de esta «iglesia domés­tica», lo que la distingue de las otras manifestaciones de la Iglesia de Cristo, es su condición de comunidad de vida y amor. En ella la comunión que crea el Espíritu, se expresa y realiza en la íntima y total unión de los esposos, como unión de cuerpos, de sentimientos y de voluntades, como entrega y aceptación mutua y generosa de todo lo que constituye a las personas que la integran. De manera que el amor y la vida son, al mismo tiempo, gracia que la familia recibe de Dios y testimonio que ella transmite para renovación de la humanidad.
Una tarea fundamental para la familia es la construcción res­ponsable y generosa de la comunión de personas. Esa comunión es parte de la misión encomendada a la «iglesia doméstica». Por eso los cónyuges deben trabajar para construir esa comunión íntima que implica la donación personal y total, la unidad, la fidelidad y el valor de la indisolubilidad. Esta comunión se extiende a los demás miembros de la familia recibidos con generosidad, como signo de sentirse copartícipes de la obra creadora de Dios. Así todos ellos cumplen su misión dentro de la Iglesia confirmando y perfeccio­nando la comunión familiar. La oración compartida en el seno de la familia ayuda a construir esa comunión. Asumiendo esta tarea la familia descubre el gozo de la búsqueda común de la plenitud y se convierte en Buena Noticia para las demás familias.
Todo ello viene marcado por el sacramento del matrimonio que da comienzo a un apostolado especial, que hace partícipe a la familia de la misma misión de Cristo. Caer en la cuenta de esto es fundamental para asumir su propia misión eclesial. Esta debe aso­ciarse a la acción de la Iglesia, por ser parte de la Iglesia; debe hacer­lo de una forma especial, conforme el sacramento recibido y en las circunstancias que la vida familiar le ofrece. La familia se convierte entonces en sujeto activo de evangelización, no por un encargo reci­bido o una delegación, sino por su propio ser, la vida misma de las familias. Se constituye en vida de la Iglesia misma y por ello, cons­truyéndose como familia cristiana, realiza en la historia la misión sacerdotal, profética y real conferida por Cristo y la Iglesia.
En la concreción de esta triple misión, que la convierte en au­téntica familia misionera, la familia deberá ser fiel a sí misma, testi­moniando de modo silencioso una vida vivida en Cristo. La familia cristiana, conforme va madurando en la fe, debe ser cada vez más consciente de que es necesaria su participación en el anuncio explí­cito de Jesucristo6, convirtiéndose en sujeto activo de la pastoral fa­miliar (cf. Sínodo, n. 30). Este anuncio debe llegar a los alejados, las familias que no creen todavía y a las familias cristianas que no viven coherentemente la fe recibida7. Es entonces cuando tomamos con­ciencia, se descubre que la familia necesita una continua evangeli­zación para llegar a ser comunidad evangelizadora y poder cumplir su misión en la Iglesia y en el mundo. Ahí es donde se concreta la vocación de los cónyuges: ser, entre ellos y para los hijos, testigos del amor de Cristo. Ese testimonio debe llegar también a la sociedad.
La familia cristiana está también llamada por Cristo a servir al Reino de Dios y a difundirlo en la historia. Es parte de su misión. La familia cristiana no debe vivir replegada egoístamente sobre sí misma sino que ha de vivir encarnada en la sociedad y la ilumina y enriquece por los valores compartidos y experimentados en el seno familiar. El fundamento del amor orienta en la comunidad de per­sonas a un reconocimiento profundo de la dignidad y vocación de todos los que la constituyen y, consiguientemente, al reconocimien­to y promoción de sus derechos. Esta tarea es una de las manifes­taciones del protagonismo de la familia en la misión de la Iglesia y contagia a la función de la familia en la construcción de la sociedad.
Las familias deben estar siempre al servicio de todos sus miembros, especialmente de los niños, los enfermos y los más ancia­nos, que son los más vulnerables. Este servicio crea una sensibilidad nueva, pues ayuda a valorar a todos, no por lo que tienen o por lo que aportan, sino por lo que son. Servir al evangelio de la familia y de la vida implica además el servicio a las otras familias y, sobre todo, a las familias necesitadas.
Queridos laicos y queridas familias: en este año los obispos de la CEAS, siguiendo la estela de trabajo y reflexión a la que nos convocan los actuales Sínodos de los Obispos, os animamos a redes­cubrir la gran fuerza evangelizadora que tiene la familia cristiana y a ponerla al servicio de la Iglesia y de la sociedad.

1 Juan Pablo II, Christifideles laici, n. 20.
2 DPF n. 3; cf. FSVES n. 177.
3 Cf. Relatio Synodi, n. 30.
4 Francisco, Evangelii gaudium, n. 66.
5 Juan Pablo II, Familiaris consortio, n. 22.
6 Pablo VI, Evangelii nuntiandi, n. 22.
7 Juan Pablo II, Familiaris consortio, n. 54.

Javier Salinas Viñals, obispo de Mallorca, Presidente Mario Iceta Gavicagogeascoa, obispo de Bilbao, Vicepresidente Juan Antonio ReigPlá, obispo de Alcalá de Henares Carlos Manuel Escribano Subías, obispo de Teruel y Albarracín Antonio Algora Hernando, obispo de Ciudad Real Francisco Cases Andreu, obispo de Canarias Francisco Gil Hellín, arzobispo de Burgos Xavier Novell Gomà, obispo de Solsona José Mazuelos Pérez, obispo de Jerez de la Frontera Ángel Rubio Castro, obispo, emérito, de Segovia Gerardo Melgar Viciosa, obispo de Osma-Soria Juan Antonio Aznárez Cobo, obispo auxiliar de Pamplona y Tudela


Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar 2015