TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

domingo, 18 de junio de 2017

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 18 DE JUNIO DE 2017, SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO (Comentario de +Demetrio Fernández-Obispo de Cordoba)

«YO SOY EL PAN VIVO; EL QUE COMA DE ESTE PAN VIVIRÁ PARA SIEMPRE»

 Jn. 6. 51-58
            “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo”.
       Disputaban los judíos entre sí: “¿Cómo puede Éste darnos a comer su carne?”  Entonces Jesús les dijo: “En verdad, en verdad os digo; si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
     Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre”.

Otras Lecturas: Deuteronomio 8,2-3.14b-16a; Salmo 147 1Corintios 10, 16-17

LECTIO:
     El evangelio de esta fiesta nos presenta el célebre discurso de Jesús sobre el Pan de Vida. …Jesús se presenta como el pan bajado del cielo, pero… a dife­rencia del maná que también bajó del cielo, el que Jesús ofrece no vale para quitar el hambre fugaz y momentánea, sino el hambre más honda: la del corazón.
     Jesús viene como el Pan definitivo que el Padre envía, para saciar el hambre más profunda y decisiva: el hambre de vivir y de ser feliz. …Su Persona viva es el Pan que el Padre da. Comer este Pan que sacia todas las hambres significa adherirse a Jesús, entrar en comunión de vida con Él, compartiendo su destino y su afán, ser discípulo, vivir con Él y seguirle.
     Comulgar a Jesús no es posible sin comulgar también a los hermanos. No son la misma comunión, pero son inseparables. Y esto lo ha entendido muy bien la Iglesia cuando al presen­tarnos hoy la fiesta del Corpus Christi en la cual adoramos a Jesús en la Eucaristía, nos presenta también a los pobres e indigentes, en el día de Caritas.
     Difícil es co­mulgar a Jesús, ignorando la comunión con los hombres. Difícil es saciar el hambre de nuestro corazón en su Pan vivo, sin atender el hambre de los hermanos: tantas hambres en tantos hermanos.

           
MEDITATIO:
     «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo…» Jesús subraya que vino para darse a sí mismo, su vida, como alimento para quienes tienen fe en Él. Esta comunión con el Señor nos compromete a nosotros, sus discípulos, a imitarlo, haciendo de nuestra vida, con nuestras actitudes, un pan partido para los demás, como el Maestro partió el pan que es realmente su carne. (Papa Francisco)
     La Eucaristía hace madurar un estilo de vida cristiano. La caridad de Cristo, acogida con corazón abierto, nos cambia, nos transforma, nos hace capaces de amar no según la medida humana, siempre limitada, sino según la medida de Dios. (Papa Francisco)
     No se puede medir el amor de Dios: ¡es sin medida! Debemos amar también a quien no nos ama. Oponernos al mal con el bien, perdonar, compartir, acoger. Gracias a Jesús y a su Espíritu, también nuestra vida llega a ser «pan partido» para nuestros hermanos. Y viviendo así descubrimos la verdadera alegría. La alegría de convertirnos en don, para corresponder al gran don que nosotros hemos recibido antes. Esto es imitar a Jesús. (Papa Francisco)

ORATIO:
     Te suplicamos que, comulgando del cuerpo de Cristo, nos convirtamos en lo que somos, como nos dice san Agustín: cuerpo de Cristo y miembros los unos de los otros.

Señor Jesús:
 ¿De qué nos sirve hablar todas las lenguas?
Si nos falta el amor, sólo hacemos ruido.
¿De qué nos sirve entregarlo todo a los pobres,
e incluso entregar la propia vida?
Si nos falta el amor, de nada nos aprovecha…
Señor, enséñanos a amar.

     Te damos gracias, Dios de eterno amor por el regalo de la eucaristía, comunión y unión con Cristo y los hermanos. 

CONTEMPLATIO:
     En la Eucaristía se nos comunica el amor del Señor por nosotros: un amor tan grande que nos nutre de sí mismo; un amor gratuito, siempre a disposición de toda persona hambrienta y necesitada de regenerar las propias fuerzas. Dejarse alimentar por el Señor significa construir la propia existencia  sobre la realidad que no perece: los dones de Dios, su Palabra y su Cuerpo.
     Si miramos a nuestro alrededor, nos damos cuenta de que existen muchas ofertas de alimento que no vienen del Señor y que aparentemente satisfacen más: dinero, éxito, vanidad, poder, orgullo… Pero el alimento que nos nutre verdaderamente y que nos sacia es sólo el que nos da el Señor. Cada uno de nosotros, hoy, puede preguntarse: ¿y yo? ¿Dónde quiero comer? ¿En qué mesa quiero alimentarme? ¿En la mesa del Señor? ¿O sueño con comer manjares gustosos, pero en la esclavitud? 
     El Padre nos dice: «Te he alimentado con el maná que tú no conocías». Aprendamos a reconocer el pan falso que engaña y corrompe, porque es fruto del egoísmo, de la autosuficiencia y del pecado. Jesús, el Maestro, partió el pan que es realmente su carne. Nuestros comportamientos generosos hacia el prójimo,  ¿demuestran que somos pan partido para los demás?      


…   ¡Oh inapreciable y maravilloso banquete que a los comensales les da la salvación y la alegría sin fin! ¿Qué puede haber más grande que esto? No se ofrecen suntuosas carnes de becerros y machos cabríos, como en la antigua ley, sino a Cristo, verdadero Dios, como alimento. ¿Qué puede existir más sublime que este sacramento? [Nadie puede expresar la suavidad de este sacramento. Se gusta la dulzura espiritual en la misma Fuente y se hace memoria de la altísima caridad, que Cristo ha demostrado en su pasión  (Santo Tomas de Aquino).

sábado, 10 de junio de 2017

AVISO PARROQUIAL PARA LA SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI


LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 11 DE JUNIO DE 2017, SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Obispo de Coria-Cáceres)

«TANTO AMÓ DIOS AL MUNDO, QUE ENTREGÓ A SU UNIGÉNITO»


Jn. 3. 16-18
      Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
       Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
       El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.    

Otras Lecturas: Éxodo 34,4b-6.8-9; Cántico de Daniel 3,52-56; 2Corintios 13, 11-13

LECTIO:
La fiesta de la Santa Trinidad, y las lecturas bíblicas de su misa, nos permiten reco­nocer algunos de los rasgos de la imagen de Dios a la cual debemos asemejarnos.
En primer lugar, Dios no es comunión de Personas, Compañía amable y amante. Por eso no es bueno que el hombre esté solo: no porque un hombre solo se puede aburrir sino porque no puede vivirse y desvivirse a imagen de su Creador.
… El segundo rasgo que brilla en la Trinidad, es precisa­mente el amor. Nuestro Dios ha querido ser “vulnerable” al amor y por el amor. No es un Dios ausente, lejano, arrogante, inaccesible. Se nos ha revelado con entrañas de mi­sericordia y rico en compasión.
Y el tercer rasgo de la imagen de Dios que aparece en esta fiesta, es lo que dice Jesús en el Evangelio: “tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna”.
Lo que Dios quiere y desea, la razón por la que nos ha amado hasta la entrega de su Hijo bienamado, el único, es para que nosotros podamos vivir, para siempre, sin perecer en nin­guna forma de fracaso fatalista. Este tercer rasgo de Dios es el de la esperanza que se tra­duce en felicidad eterna.
       Nuestra fe en el Dios en quien creemos… es que creyendo en Él creemos también en nosotros, porque nosotros –así lo ha querido Él– somos la difusión de su amor creador.

MEDITATIO:
     La celebración de la solemnidad de la santísima Trinidad presenta a nuestra contemplación y adoración la vida divina del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo: una vida de comunión y de amor perfecto, origen y meta de todo el universo y de cada criatura, Dios. (Papa Francisco)
     En la Trinidad reconocemos también el modelo de la Iglesia, en la que estamos llamados a amarnos como Jesús nos amó. Es el amor el signo concreto que manifiesta la fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es el amor el distintivo del cristiano, como nos dijo Jesús: «En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros». (Papa Francisco)
     El Espíritu Santo, don de Jesús resucitado, nos comunica la vida divina, y así nos hace entrar en el dinamismo de la Trinidad, que es un dinamismo de amor, de comunión, de servicio recíproco, de participación. (Papa Francisco)
     Una persona que ama a los demás por la alegría misma de amar es reflejo de la Trinidad. Una familia en la que se aman y se ayudan unos a otros, es un reflejo de la Trinidad. Una parroquia en la que se quieren y comparten los bienes espirituales y materiales, es un reflejo de la Trinidad. (Papa Francisco)

ORATIO:
Gloria a ti, Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo,
     Gloria a ti, que eres el amor rebosante, que me acoges y me salvas en mi fragilidad. Gloria a ti, que me concedes entrar en comunión contigo y me revelas relaciones inimaginables. Gloria a ti, que me conduces por el camino de la entrega seduciendo mi Espíritu deseoso de plenitud. Gloria a ti, que eres el principio, el ámbito y la meta de todo cuanto puedo disfrutar. Gloria a ti, que lo eres Todo.

CONTEMPLATIO:
     El misterio del Padre es amor entrañable y perdón continuo. Nadie está excluido de su amor, a nadie le niega su perdón. El Padre nos ama y nos busca a cada uno de sus hijos e hijas por caminos que sólo él conoce. Mira a todo ser humano con ternura infinita y profunda compasión. Por eso, Jesús lo invoca siempre con una palabra: “Padre”.
    También Jesús nos invita a la confianza: “No viváis con el corazón turbado. Creéis en Dios. Creed también en mí”. …En sus palabras estamos escuchando lo que nos dice el Padre. En sus gestos y en su modo de actuar, entregado totalmente a hacer la vida más humana, se nos descubre cómo nos quiere Dios.
     Acoger el Espíritu que alienta al Padre y a su Hijo Jesús, es acoger dentro de nosotros la presencia invisible, callada, pero real del misterio de Dios. Cuando nos hacemos conscientes de esta presencia continua, comienza a despertarse en nosotros una confianza nueva en Dios.



¡Oh, mi Dios, Trinidad a quien adoro! Ayúdame a olvidarme totalmente de mí, para establecerme en Vos, inmóvil y tranquila, como si mi alma estuviera ya en la eternidad. Que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de Vos, ¡oh mi Inmutable!, sino que a cada minuto me sumerja más en la profundidad de vuestro misterio. Pacificad mi alma, haced de ella vuestro cielo, vuestra morada predilecta y el lugar de vuestro reposo. Que no os deje jamás allí solo, sino que esté allí toda entera, completamente despierta en mi fe, en adoración total, entregada del todo a vuestra acción creadora. (Isabel de la Trinidad).

viernes, 9 de junio de 2017

JORNADA “PRO ORANTIBUS” 2017


OBJETIVOS

1. Orar por los que entregan generosamente su vida a la oración diariamente: las personas consagradas en la vida contemplativa.
2. Expresar el reconocimiento, estima y gratitud por lo que estos hermanos y hermanas nuestras representan en la Iglesia y en nuestra sociedad, agradeciendo a Dios –dador de todo don– el rico patrimonio espiritual de los Institutos de vida enteramente contemplativa.
3. Dar a conocer la vocación específicamente contemplativa, tan actual y tan necesaria en la Iglesia y para el mundo, promoviendo iniciativas dirigidas a incentivar la vida de oración y la dimensión contemplativa en las Iglesias particulares, dando ocasión a los fieles –donde sea posible– de la participación en las celebraciones litúrgicas de algún monasterio, salvaguardando, en todo caso, las características propias de la clausura.

PRESENTACIÓN

     Terminada la cincuentena pascual, tras la recepción del Espíritu Santo en Pentecostés, celebramos la solemnidad litúrgica de la Santísima Trinidad, el domingo 11 de junio. «El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la jerarquía de las verdades de fe. Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela a los hombres, los aparta del pecado y los reconcilia y une consigo» En el Domingo de la Trinidad la Iglesia católica que peregrina en España celebra la Jornada Pro orantibus, para rezar por quienes se dedican a la vida íntegramente contemplativa y que tanto rezan por la Iglesia y por el mundo. Una jornada eclesial para manifestarles nuestra sincera gratitud por sus vidas entregadas a la alabanza trinitaria, la ofrenda permanente al Señor y el ejercicio activo de la caridad según la propia vocación.
     El lema para la Jornada de este año 2017 es Contemplar el mundo con la mirada de Dios; es una expresión tomada de la nueva constitución apostólica para la vida contemplativa femenina Vultum Dei quaerere (29 de junio de 2016), en su n. 10, que nos ha regalado el papa Francisco. El mismo santo padre nos recuerda cómo debe ser la contemplación al mundo y a las personas: con la mirada de Dios. ¿Y cuál es esa mirada? ¿Cómo es la mirada de Dios? El místico carmelita san Juan de la Cruz dice que el mirar de Dios es amar (cf. Cántico espiritual, comentario a la Canción XXXII); eso significa que Dios siempre mira al mundo y a cada ser humano desde el amor eterno que hay en las Tres Personas Divinas. Y san Agustín nos recuerda que el Padre es el eterno amante, el Hijo es el eterno amado, y el Espíritu es el amor eterno de ambos que ha llegado hasta nosotros (cf. De Trinitate, Lib. XV, cap. 3, 5)
     Todos los miembros de la Iglesia estamos unidos a los contemplativos, que interceden por la humanidad y cooperan en la construcción de un mundo más evangélico. Descubramos la vida contemplativa como escuela de escucha, tanto de la voluntad de Dios como de quienes necesitan la luz de Cristo. Igualmente, descubrámosla como escuela de una «espiritualidad de la hospitalidad», para contribuir a superar la «cultura del descarte». Escuelas para enseñar y aprender a «contemplar al mundo con la mirada de Dios». (Francisco, constitución apostólica Vultum Dei quarere, n. 36. 10)
     El místico y cardenal Nicolás de Cusa (1401-1464) decía: «¡Qué admirable tu mirada, oh, Dios de la contemplación, para todos los que la buscan! Con tu mirada, Señor, das vida a todo espíritu, regocijas a todos, alejas toda tristeza. ¡Mírame, pues, compasivo, y mi alma será salva!»

     Aprendamos todos de las personas consagradas en la vida contemplativa a mirar al Señor, fijando los ojos en Aquel que inicia y completa nuestra fe (cf. Heb 12, 2): Jesús, el Redentor del mundo. 

jueves, 8 de junio de 2017

¿Quieres acabar con tu fe? 
Diez formas de conseguirlo
   
     Veámoslas pues, siguiendo el consejo de Tomás de Kempis en la Imitación de Cristo (I, 5, 1):

"No mires quién lo dice, sino atiende a lo que dice".

1. Admite que la Iglesia está acabada
     Escucha a quienes atacan a la fe sin estar seguro de que tu fe es lo bastante sólida para sostenerla. Así podrás empezar a sentirte aislado, a enfadarte y sentirte lejos de una fe que un día te pareció hermosa, y a asumir que la mayoría de los católicos de hoy están completamente fuera de juego.

2. Sé lo más escrupuloso posible:
     Ante la imponente realidad de la Presencia Real y de la Santa Comunión, en vez de hacer un buen examen de conciencia y confesarte, si quieres llegar a un estado de locura como el de Nietzsche mira con lupa cada una de tus acciones y considera que todos los pecados son mortales. Vive atemorizado. Te garantizo que tu fe arderá en esas llamas.

3Olvídate de la Misericordia:
     Céntrate en la Justicia, tienes que llegar a la conclusión de que Dios no es misericordioso, de que se le hace la boca agua ante la idea de verte gritar en el infierno. Con ello, no solamente matarás tu fe y tu amor a Dios, sino que llegarás fácilmente al mundo opuesto de los anticristianos.

4. Céntrate en la vida espiritual de todo el mundo, salvo en la tuya:
     Disecciona la de los demás, pero tú no trabajes en tu propia salvación con temor y temblor.

5. No mantengas conversaciones inteligentes sobre religión:
     Sobre todo, discute mucho. Cada vez que alguien desafíe tu fe de alguna manera, comienza a echar humo por las orejas, ignora lo que está diciendo tu adversario y frústrate todo lo posible.

6. Haz el mínimo de los mínimos:
     Que se te exija, conviértete en un católico vago. Empieza por ir a misa sólo los domingos, luego procurar saltarte alguna, y antes de que te des cuenta estarás yendo solamente en Navidad y Pascua.

7. Ignora tu fe:
     Lo mejor para abandonarla es no haberla conocido nunca. No leas las Escrituras, ni a los Santos Padres, no leas libros de teología ni estudies historia. Así, cuando alguien te plantee dudas o ataque la fe, cederás inmediatamente.

8. Procura no comulgar con frecuencia:
     Porque eso sería lo que más podría ayudar a tu vida cristiana. Si realmente quieres crecer débil, procura no comulgar, porque si no, cada vez que lo hagas te sentirás limpio y rejuvenecido.

9. Asústate cada vez que veas un desafío contra la fe:
     Miente, escóndete, huye. Esto es fundamental, cada vez que alguien objete tu fe, da media vuelta y corre. O aún mejor, discúlpate y avergüénzate. Esto te hará sentirte falso en tu fe, desleal, indigno de comulgar, cobarde. Si realmente quieres perder la fe, te aconsejo vivamente que te acobardes ante ella.

10. Por encima de todo: ¡no reces nunca! 
     No rezar te aleja de la conversación con Dios. Si en verdad deseas matar tu fe, ésta es la vía. La oración es el agua que mantiene vivo el árbol: rechaza el agua, y verás cómo se seca.


     El autor de estas recomendaciones es un bloguero, se llama Jason L., tiene 28 años, estudia Teología y es periodista free-lance. Y, lo más importante: está "orgulloso" de haberse convertido a la fe católica

sábado, 3 de junio de 2017

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 4 DE JUNIO DE 2017, SOLEMNIDAD DE LA PASCUA DE PENTECOSTÉS (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Obispo de Coria-Cáceres)

«PAZ A VOSOTROS… RECIBID EL ESPÍRITU SANTO»

Jn. 20. 19-23
     Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado.  Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. 
     Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo;  a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Otras Lecturas: Hechos 2,1-11; Salmo 103; 1Corintios 12, 3b-7.12-13

LECTIO:
            Jesús antes de su ascensión al Padre hizo dos promesas muy importantes a sus discípulos: por una parte, que permanecería con, en y entre ellos hasta el final de los siglos; y por otra, que les enviaría desde el Padre al Espíritu Santo, que sería para ellos el Consolador, el que llevaría a plenitud lo que Jesús mismo había comenzado, recordándoles lo que Él les había revelado.
     Tras la ascensión de Jesús, los discípulos volvieron a Jerusalén. Allí esperarían el cumplimiento de la promesa del Espíritu. “Todos los discípulos estaban juntos el día de Pentecostés”. La tradición cristiana siempre ha visto esta escena como el prototipo de la espera del Espíritu. La Madre de Jesús –y de los discípulos que engendró al pie de la Cruz del Señor – era una mujer que sabía de la fidelidad de Dios, de cómo Él hace posible lo que para nosotros es imposible; era una mujer creyente que había aprendido a guardar en su corazón todo lo que Dios le manifestaba. Ella era, y sigue siendo, la que reunía a la Iglesia.
       “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. Los discípulos de Jesús que formamos su Iglesia, como miembros de su “cuerpo”, desde nuestras cualidades y dones, en nuestro tiempo y en nuestro lugar, estamos llamados a continuar lo que Jesús comenzó.
El Espíritu nos da su fuerza, su luz, su consejo, su sabiduría para que a través nuestro también puedan seguir escuchando hablar de las maravillas de Dios y asomarse a su proyecto de amor otros hombres, culturas, situaciones.
El Espíritu “traduce” desde nuestra vida, aquel viejo y nuevo mensaje, aquel eterno anuncio de Buena Nueva. Esto fue y sigue siendo el milagro y el regalo de Pentecostés. 

MEDITATIO:
Donde llega el Espíritu de Dios, todo renace y se transfigura.
…Nadie se esperaba ya nada de los discípulos... En cambio, se verificó un hecho inesperado que suscitó admiración: la gente quedaba turbada porque cada uno escuchaba a los discípulos hablar en la propia lengua, contando las grandes obras de Dios. (Papa Francisco)
     La Iglesia que nace en Pentecostés es una comunidad que anuncia un mensaje nuevo: Cristo está vivo, ha resucitado; un lenguaje nuevo: el lenguaje del amor. (Papa Francisco)
     El Espíritu Santo nos enseña: es el Maestro interior. Nos guía por el justo camino, a través de las situaciones de la vida. …nos enseña a seguir a Jesús, a caminar siguiendo sus huellas. El Espíritu Santo es  maestro de vida dentro del horizonte más amplio y armónico de la existencia cristiana. (Papa Francisco)
     El Espíritu Santo nos recuerda todo lo que dijo Jesús. Es la memoria viviente de la Iglesia. Y mientras nos hace recordar, nos hace comprender las palabras del Señor. Nos recuerda todo lo que dijo Cristo, nos hace entrar cada vez más plenamente en el sentido de sus palabras. (Papa Francisco)
     Con la ayuda del Espíritu Santo, podemos interpretar las inspiraciones interiores y los acontecimientos de la vida a la luz de las palabras de Jesús. Y así crece en nosotros la sabiduría de la memoria, la sabiduría del corazón, que es un don del Espíritu. (Papa Francisco)

ORATIO:
     Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos la llama de tu amor…

Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo…
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo…
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos…
Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos…


CONTEMPLATIO:
     Todo nos invita a vivir desde fuera. Todo nos presiona para movernos con prisa, sin apenas detenernos en nada ni en nadie.  Se nos está olvidando lo que es saborear la vida desde dentro.
     Muchos no saben lo que es el silencio del corazón, no están acostumbrados a vivir la fe desde dentro. Privados de experiencia interior, sobrevives olvidando tu alma: escuchando palabras con los oídos y pronunciando oraciones con los labios, mientras tu corazón está ausente. ¿Dónde y cuándo acoges el Espíritu del Resucitado en tu interior?
     Acoger al Espíritu de Dios quiere decir dejar de hablar solo con un Dios al que casi siempre colocamos lejos y fuera de nosotros, y aprender a escucharlo en el silencio del corazón. Dejar de pensar a Dios solo con la cabeza, y aprender a percibirlo en los más íntimo de nuestro ser.


Es vano esperar recibir y aprender de boca de cualquier hombre lo que sólo es posible recibir y aprender de la lengua de la verdad. En efecto, como dice la verdad misma, «Dios es Espíritu» (Jn 4,24). Dado que es preciso que sus adoradores lo adoren en Espíritu y en verdad, los que desean conocerlo y experimentarlo deben buscar sólo en el Espíritu la inteligencia de la fe y el sentido puro y simple de esa verdad. (Guillermo de Saint-Thierry).

jueves, 1 de junio de 2017

FRANCISCO DENUNCIA LA PERSECUCIÓN

«Disfrazada de modernidad y progreso»: es la «gran apostasía»


     La persecución es el pan de cada día en la Iglesia". Así lo ha asegurado el Papa Francisco en la homilía de la misa matutina celebrada este martes en Santa Marta, según informa Zenit. Como le sucedió a Esteban, el primer mártir, o a los “pequeños mártires” asesinados por Herodes, también hoy muchos cristianos son asesinados por la fe en Cristo y otros incluso son perseguidos “educadamente” porque quieren manifestar el valor del ser “hijos de Dios”.
     Existen persecuciones sanguinarias, ha observado, como ser devorados por fieras para la alegría del público en las gradas o saltar por los aires debido a una bomba a la salida de misa. Del mismo modo, ha hablado de las persecuciones de guante blanco, amamantadas “de cultura”, esas que te envían a una esquina de la sociedad, que llegan a quitarte el trabajo si no te adecuas a leyes que “van contra Dios Creador”.
     El pasaje del martirio de Esteban, lleva al Papa a hacer consideraciones conocidas y nuevas sobre una realidad que desde hace dos mil años es una historia dentro de la historia de la fe cristiana, la persecución.
     De este modo, el Santo Padre ha considerado que la persecución “es el pan de cada día en la Iglesia”, Jesús lo ha dicho. Así, el Pontífice ha observado que cuando hacemos turismo por Roma y vemos el Coliseo, “pensamos que los mártires eran esos asesinados por los leones”. Pero –ha añadido– los mártires no han sido solo esos o esos otros. “Son hombres y mujeres de todos los días: Esos cristianos que celebraban la Pascua en Pakistán fueron martirizados precisamente porque celebraban al Cristo Resucitado. Y así la historia de la Iglesia va adelante con sus mártires”…
     Al respecto, el Santo Padre ha advertido de que hay otra persecución de la que no se habla tanto, una persecución
disfrazada de cultura, disfrazada de modernidad, disfrazada de progreso. Es una persecución, ha definido el Papa un poco irónicamente como “educada”. Así, ha explicado que este tipo de persecución se da cuando se persigue al hombre no por confesar el nombre de Cristo, sino por querer tener y manifestar los valores del Hijo de Dios. “¡Es una persecución contra Dios Creador en la persona de sus hijos!”, ha exclamado. 
     Por esta razón, el Santo Padre ha observado que todos los días vemos que las potencias hacen leyes que obligan a ir sobre este camino y una nación que no sigue estas leyes ‘modernas’, ‘cultas’, o al menos que no quiere tenerlas en su legislación, es acusada, perseguida educadamente. “Es la persecución que quita al hombre la libertad, también de la objeción de conciencia”, ha precisado.
     En esta misma línea, el Papa ha indicado que esta es la persecución del mundo que quita la libertad, mientras que Dios nos ha hecho libres de dar testimonio “del Padre que nos ha creado y de Cristo que nos ha salvado”. Y el jefe de esta persecución educada, ya Jesús indicó quién es: el príncipe de este mundo.
“Y cuando las potencias quieren imponer actitudes, leyes contra la dignidad del Hijo de Dios, persiguen a estos y van contra el Dios Creador. 
Es la gran apostasía.

     Así la vida de los cristianos va adelante con estas dos persecuciones. También el Señor nos ha prometido no alejarse de nosotros”, ha concluido el Santo Padre.