TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

sábado, 29 de agosto de 2020

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 30 DE AGOSTO DEL 2020, 22º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Arzobispo de Toledo. Primado de España)


«QUIEN QUIERA VENIR CONMIGO QUE TOME SU CRUZ Y ME SIGA»

Mt. 16. 21-27

     En aquel tiempo, comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.
     Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡Lejos de ti tal cosa, Señor! Eso no puede pasarte». Jesús se volvió y dijo a Pedro: «¡Ponte detrás de mí, Satanás! Eres para mí piedra de tropiezo, porque tú piensas como los hombres, no como Dios».
     Entonces dijo a los discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará».
     ¿Pues de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá, con la gloria de su Padre, entre sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta.

Otras Lecturas: Jeremías 20,7-9; Salmo 62; Romanos 12,1-2

LECTIO:
     Pedro tiene claro que Jesús es el Mesías, el Salvador del mundo, el Hijo de Dios; pero no puede comprender que el Mesías tenga que recorrer los caminos del sufrimiento y el dolor. Por eso reacciona con fuerza,…  no quiere que Jesús sufra. Es normal. Actúa con toda la buena fe. Jesús es su amigo del alma y además es el Mesías. Pedro hace como suelen hacer los padres y madres con los hijos: procuran evitarles cualquier mal rato y oímos decir: “que no sufran, que no tengan que pasar lo mismo que padecimos nosotros”. También tratamos de evitar el dolor a los amigos y solemos proponerles que tomen el camino más sencillo, más fácil.
     La respuesta de Jesús es contundente: — Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios. Jesús ha sido enviado por el Padre al mundo, para hacer presente el amor de Dios al que nace y al que muere, al que ríe y al que llora, al que trabaja y al que sueña Si Jesús se hubiera retirado al acercarse la cruz no hubiera cumplido su misión, nos hubiera mostrado el camino de la cobardía, de la mentira, del egoísmo.
     Este mensaje del evangelio choca frontalmente con la cultura dominante de nuestra sociedad, por eso es más necesario que nunca recordar las palabras del apóstol: no os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que agrada, lo perfecto. (+Julián Ruiz Martorell - obispo de Huesca y de Jaca)

MEDITATIO:
     Mateo nos muestra la reacción del propio Pedro cuando Jesús revela a sus discípulos que en Jerusalén deberá sufrir, ser matado y resucitar al tercer día. Pedro reprende al maestro  porque esto —le dice— no le puede suceder a Él, a Cristo. Pero Jesús, a su vez, reprende a Pedro con duras palabras: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!». (Papa Francisco)
     En aquel punto, el Maestro se dirige a todos los que lo seguían, presentándoles con claridad la vía a recorrer: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame». Siempre, también hoy. Está la tentación de querer seguir a un Cristo sin cruz, es más, de enseñar a Dios el camino justo, como Pedro: «No, no Señor, esto no, no sucederá nunca». Pero Jesús nos recuerda que su vía es la vía del amor, y no existe el verdadero amor sin sacrificio de sí mismo. (Papa Francisco)
     Estamos llamados a no dejarnos absorber por la visión de este mundo, sino a ser cada vez más conscientes de la necesidad y de la fatiga para nosotros cristianos de caminar siempre a contracorriente y cuesta arriba. Jesús completa su propuesta con palabras que expresan una gran sabiduría siempre válida, porque desafían la mentalidad y los comportamientos egocéntricos. Él exhorta: «Quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará». En esta paradoja está contenida la regla de oro que Dios ha inscrito en la naturaleza humana creada en Cristo: la regla de que solo el amor da sentido y felicidad a la vida. (Papa Francisco)

ORATIO:
     Yo me decía: «No pensaré más en él, no hablaré más en su nombre». Pero era dentro de mí como un fuego devorador encerrado en mis huesos; me esforzaba en contenerlo, pero no podía. (Jeremías 20,7-9)

Tú me sedujiste, Señor,
y yo me dejé seducir;
me has violentado y me has podido.

CONTEMPLATIO:
     Las lecturas de la Misa de este domingo nos ofrecen una enseñanza fortísima sobre la totalidad del amor que Dios nos pide.
     El profeta Jeremías, reconoce en términos dramáticos la fuerza del amor de Dios, que lo ha llamado a profetizar para la conversión de su pueblo: “Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir... (Jer 20,7,9). El profeta respondió plenamente a la llamada de Dios, que también lo hacía signo de contradicción, se dejó “aferrar” por Dios, a quien se adhirió con todas sus fuerzas Lo mismo nos pide Jesucristo, Hijo del Padre: “El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará... ¿Qué podrá dar el hombre para recobrar su vida?” (Mt 16,24 ss.).
     Debemos seguir a Cristo con la fuerza del amor. Debemos dar amor por amor. Porque Él nos amó primero: por amor nuestro se encaminó por la senda de la cruz, previendo con anticipación todos los detalles dolorosos, y oponiéndose resueltamente a las interpretaciones seductoras y a los consejos de prudencia humana que incluso Pedro intentaba darle. ¿Quién ha sido más privilegiado por Cristo que Pedro? Y sin embargo, lo llama hasta “satanás”, cuando intenta desviar al Maestro del camino real de la cruz. He aquí cuánto nos ha amado Jesucristo: a precio de su misma sangre, con la obediencia ofrecida al Padre, sin pedir nada para sí.
     También a cada uno pide Jesús la totalidad del don de sí mismo: nos pide seguirle por nuestro “Via Crucis” cotidiano, no negarle las conquistas, conseguidas a veces a precios de heroísmos ocultos, que Él exige a quien quiere permanecer fiel siempre y a cualquier costa; nos pide llevar la cruz de nuestra vida cotidiana, sin retroceder, agarrándonos a Él para no caer por desconfianza o cansancio; y, desde luego, sin traicionarle jamás, en la perspectiva del juicio final: “Porque el Hijo del hombre -así termina el Evangelio de hoy- vendrá con la gloria de su Padre... y entonces pagará a cada uno según su conducta” (Mt 16,27). Y como se ha dicho seremos juzgados de amor. (San Juan Pablo II, pp)

                    
                                                                                                                                 
.
     Hijo, no puedes poseer libertad perfecta si no te niegas del todo a ti mismo. En prisiones están todos los ricos y amadores de si mismos, los codiciosos, ociosos y vagabundos, y los que buscan siempre las cosas de gusto y no las de Jesucristo, sino que antes componen e inventan muchas veces lo que no ha de durar. Porque todo lo que no procede de Dios perecerá… Imprime en tu alma esta breve y perfectísima máxima: Déjalo todo, y lo hallarás todo; deja tu apetito, y hallarás sosiego. Aún tienes mucho que dejar; que si no lo renuncias enteramente, no alcanzarás lo que me pides (Tomás de Kempis).

PRESENTE Y FUTURO DE LAS OBRAS EUCARÍSTICAS DE LA IGLESIA ( I )
en el contexto de la nueva evangelización


   1. La adoración eucarística hoy, un soplo del Espíritu


      El Concilio Vaticano II y la ulterior “reforma litúrgica” significaron para muchos el descubrimiento de la “participación activa” en la Misa, la comprensión de la lengua en lecturas y, especialmente en las oraciones, que facilitaba hacer de ellas alimento y guía para la propia vida cristiana.
    En tantos lugares se realizó una intensa catequesis litúrgica encaminada a fomentar la participación mediante las posturas y gestos corporales, con los silencios receptivos y mediante la palabra, con respuestas orantes, aclamaciones y cánticos entonados por toda la comunidad. Y especialmente se insistió en la recepción frecuente de la comunión eucarística, como cima de la participación sacramental.
      Todo esto fue acompañado por un verdadero intento de renovación de la teología eucarística que ayudase a relanzar pastoralmente, sea la dimensión “subjetiva” de esta participación, es decir, su repercusión en la vida del creyente, sus frutos, sea, particularmente, la proyección misionera, apostólica y social de la misma.
      De este modo todo los que hemos vivido estos últimos 50 años de la historia de la Iglesia hemos podido constatar muchos frutos positivos de todo esto, pero no podemos callar tampoco algunas sombras.
      En el campo teológico las acentuaciones sobre los frutos y sobre el fruto social, en particular, derivaron en diversos autores y lugares en un auténtico desgajamiento respecto a la dimensión objetiva del Sacramento (la presencia real y permanente por medio de la transustanciación del pan y del vino), como se verificó en las teorías de la transignificación o de la transocialización. Papa Pablo VI con su encíclica “Mysterium fidei” (3 septiembre 1965) y con el “Credo del pueblo de Dios” (30 junio 1968) y el beato papa Juan Pablo II con su carta “Dominicae cenae” (14 febrero 1980) vinieron a poner en claro la perenne verdad católica sobre la Eucaristía. Del mismo modo los aspectos positivos de las nuevas corrientes teológicas, conciliables con la verdad cristiana han sido asumidos en documentos del magisterio del beato Juan Pablo II: carta apostólica “Vicesimus quintus annus” (4 diciembre 1988), Catecismo de la Iglesia Católica (1992-97), encíclica “Ecclesia de Eucaristía” (17 abril 2003), carta apostólica “Spiritus et Sponsa” (4 diciembre 2003), y carta apostólica “Mane nobiscum Domine” (7 octubre 2004), entre otros documentos, y de Benedicto XVI, singularmente su exhortación “Sacramentum caritatis” (22 febrero 2007).
      En lo más estrictamente litúrgico y pastoral se verificó una “coagulación” litúrgica en la Misa. Toda la vida de piedad se centró en la celebración eucarística. Desaparecen en tantos lugares las adoraciones eucarísticas, las novenas y sermones autónomos. Todo pasó a celebrarse con la Misa. Y se produjo, en muchas comunidades cristianas, casi un olvido de otras formas de culto eucarístico. Es cierto que en 1973 (21 junio) se publicó el ritual de la Comunión y el Culto eucarístico fuera de la Misa, con interesantes aportaciones sobre la adoración eucarística fuera de la Misa y sobre la organización de los congresos eucarísticos. Pero también es cierto que en estos años de controversia doctrinal en torno al Augusto Sacramento, con tantas clarificaciones doctrinales de los Papas, tanto el nuevo Misal (1970) como este Ritual eliminan diversos gestos y signos de adoración presentes en la liturgia desde las controversias eucarísticas medievales:
1.  - se reduce mucho en la Misa la posición de los fieles de “estar de rodillas” (y en algunas comunidades llega, arbitrariamente, a suprimirse del todo),
2.  - se suprime ante la custodia la genuflexión doble y en la Misa se reducen también mucho las genuflexiones del sacerdote y de los ministros del altar (llegando en algunos casos a desaparecer, contra norma, todas las genuflexiones reemplazadas, en el mejor de los casos, por inclinaciones profundas, o no tan profundas);
3.  - y en el momento de comulgar se comienza por tolerar la comunión “de pie”, (hasta eliminar casi universalmente los comulgatorios), para pasar luego a eliminar la comunión “de rodillas”, sustituida por un signo de veneración poco explicado, genuflexión o inclinación previas, (que terminan por ser prácticamente ignoradas), y, finalmente se pasa a autorizar la comunión “en la mano”, con una forma antigua, respetuosa y cuidada, pero que se va imponiendo hasta obligar a los fieles a comulgar de este modo, en algunos momentos (caso de los decretos ilegítimos de varias Conferencias Episcopales con ocasión de la misteriosa epidemia de “gripe A”, no hace tanto tiempo), y descuidando en muchos casos el modo, que se convierte en rutinario y poco reverente, en no algunos casos, (esto sin tocar el tema de los abusos de una Eucaristía no distribuida, sino “tomada” −autoservicio que se han dado y aun se dan en ciertas comunidades). Todo esto, lo “normal” y lo “abusivo”, no deja de ser extraño y ajeno al común actuar de la Iglesia, que siempre venía reforzando en la liturgia las oraciones y gestos que podían defender la fe frente a los errores doctrinales que amenazaban al pueblo cristiano, aquí, en este caso, fue todo lo contrario.
      Si tratamos de ofrecer una visión de conjunto de estos 50 años, a escala mundial, tendremos que reconocer que en muchos lugares las aguas se ha ido encauzando gracias al Magisterio de los Papas, al que hemos aludido, y a la acción tenaz de algunos Obispos en sus diócesis. Pero tampoco podemos silenciar que en otros muchos lugares se ha producido una real perdida de la fe eucarística del pueblo cristiano, un grave deterioro de los valores religiosos y de la fe en general, debidos a causas muy variadas de orden cultural (estamos viviendo una “revolución cultural” a escala mundial que quiere hacer desaparecer de la vida social la cuestión religiosa), pero que además han sorprendido a los católicos, en muchos casos, con las “defensas” muy bajas. A lo que ha contribuido y sigue contribuyendo, por desgracia, en muchos lugares del orbe católico, una mala formación teológica y litúrgico-sacramental en particular en Facultades, Seminarios y Casas religiosas de formación.
      En medio de este panorama, no positivo, el Espíritu Santo ha soplado con su fuerza en el hogar de la Iglesia. Desde hace más de veinte años en los ambientes carismáticos, entre las nuevas realidades eclesiales, sea de Vida Consagrada o seglar, se ha desarrollado un potentísimo movimiento de espiritualidad Eucarística, singularmente de adoración, dentro y fuera de la Misa.
      Este movimiento, que en gran medida surge fuera de la programación pastoral oficial, ha de reconocerse como un grito de Dios que revindica su lugar, su tiempo, su presencia en la vida de los hombres y en la misma vida social. Ya en el siglo XIX, ante el imperio del laicismo liberal, la piedad eucarística y los primeros Congresos Eucarísticos se presentaron como un dique que quería proteger los derechos de Dios en la sociedad y el sacrosanto derecho de sus fieles a darle culto público y a manifestar externamente su fe. Pero ahora, en el inicio del tercer milenio, esta “ola eucarística”, que es la acción eclesial que hoy agrupa a más fieles de la Iglesia católica en el mundo entero, “primavera eucarística” la llamó el papa Benedicto XVI en su catequesis del miércoles 17 de noviembre del 2010, dedicada a santa Juliana de Cornillon, toma tintes nuevos: más urgentes, fruto de la sequía espiritual de nuestro mundo contemporáneo, de nuestra cultura dominante
     

     +Mons. Juan Miguel Ferrer, subsecretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.

viernes, 21 de agosto de 2020

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 23 DE AGOSTO DEL 2020, 21º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Arzobispo de Toledo. Primado de España)


« Y VOSOTROS, ¿QUIÉN DECÍS QUE SOY YO? »


Mt. 16. 13-20

     En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?». Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas».
     Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo». Jesús le respondió: «¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.
     Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos». Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.

Otras Lecturas: Isaías 22,19-23; Salmo 137; Romanos 11,33-36

LECTIO:
     Esta escena llamada la confesión de Pedro en Cesarea de Filipos, siempre me ha conmovido en mis ratos de oración. Primero, porque es la primera y única encuesta de la que tenemos constancia en todo el Evangelio. ¿Y vosotros quién decís que soy yo? Todos responden. Jesús les escucha. Escucha las opiniones que le transmiten sobre Él. Ante todo, buenas y potables. Probablemente dirían barbaridades sobre Jesús.
     Por otra parte, la pregunta clave, la que cambia nuestra historia y nuestra vida, la ruta de nuestra existencia es esta. ¿Y vosotros quién creéis que soy yo? ¿Quién soy Yo para ti?  En esta respuesta es donde nos jugamos la vida, la existencia, los momentos delicados y difíciles de la vida. De esta contestación dependen las grandes decisiones de nuestra vida.
     Decir: “Jesús es el Hijo de Dios Vivo”, nos cambia la vida y la existencia. Es descubrir que nada ni nadie nos podrán arrebatar el Amor de Jesús. Es un cambio... (+ Francisco Cerro Chaves - Arzobispo de Toledo y Primado de España)

MEDITATIO:
     El Evangelio de este domingo nos cuenta un pasaje clave en el camino de Jesús con sus discípulos: el momento en el que Él quiere verificar en qué punto está su fe en Él. Primero quiere saber qué piensa de Él la gente; y la gente piensa que Jesús es un profeta, algo que es verdad, pero no recoge el centro de su Persona, no coge el centro de su misión. (Papa Francisco)
     Después, plantea a sus discípulos la pregunta que más le preocupa: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Y con ese «y» Jesús separa definitivamente a los apóstoles de la masa, como diciendo: y vosotros, que estáis conmigo cada día y me conocéis de cerca, ¿qué habéis aprendido más? El Maestro espera de los suyos una respuesta alta y otra respecto a la de la opinión pública. Y, de hecho, precisamente tal respuesta proviene del corazón de Simón llamado Pedro: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». (Papa Francisco)
     Simón Pedro encuentra en su boca palabras más grandes que él, palabras que no vienen de sus capacidades naturales. Quizá él no había estudiado en la escuela, y es capaz de decir estas palabras, ¡más fuertes que él! Pero están inspiradas por el Padre, el cual revela al primero de los Doce la verdadera identidad de Jesús: Él es el Mesías, el Hijo enviado por Dios para salvar a la humanidad. Y de esta respuesta, Jesús entiende que, gracias a la fe donada por el Padre, hay un fundamento sólido sobre el cual puede construir su comunidad, su Iglesia. Por eso dice a Simón: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». (Papa Francisco)
     Además, el Evangelio de hoy nos recuerda que Jesús ha querido para su Iglesia también un centro visible de comunión en Pedro, tampoco él es una gran piedra, pero tomada por Jesús se convierte en centro de comunión, en Pedro y en aquellos que le sucederían en la misma responsabilidad de primacía, que desde los orígenes se han identificado en los Obispos de Roma, la ciudad donde Pedro y Pablo han dado el testimonio de la sangre. (Papa Francisco)

ORATIO:
     Señor, dame la gracia de amar a tu Iglesia y a todos los cristianos y que con ellos comparta la vida que me una en los sacramentos.
Gracias, Señor, por tu amor y tu fidelidad.
Cuando te invoqué, me escuchaste,
fortaleciste mi ánimo.

CONTEMPLATIO:
     También hoy nos dirige Jesús a los cristianos la misma pregunta que hizo un día a sus discípulos:
     Es el mismo Jesús quien, hablando con los discípulos, distingue: "¿Quién dice la gente que soy yo?" (cf. Mt 16, 13), refiriéndose a los que lo conocen de lejos, por decirlo así "de segunda mano". "Y vosotros ¿quién decís que soy yo?", refiriéndose a los que lo conocen "de primera mano", habiendo vivido con él, habiendo entrado realmente en su vida personalísima hasta convertirse en testigos de su oración, de su diálogo con el Padre
     Así, es importante que tampoco nosotros nos limitemos a la superficialidad de tantos que escucharon algo acerca de él: que era una gran personalidad, etc..., sino que entremos en una relación personal para conocerlo realmente. Y esto exige el conocimiento de la Escritura, sobre todo de los Evangelios, donde el Señor habla con nosotros”(Benedicto XVI)


  Como sabéis, el Señor Jesús eligió antes de su pasión a sus discípulos, a quienes llamó apóstoles. Entre ellos solo Pedro ha merecido personificar a toda la Iglesia casi por doquier. En atención a esa personificación de toda la Iglesia que solo él representaba, mereció escuchar: ¡Te daré las llaves del Reino de los Cielos! Estas llaves no las recibió un solo hombre, sino la unidad de la Iglesia. Por este motivo se proclama la excelencia de Pedro, porque era figura de la universalidad y unidad de la misma Iglesia…  (Agustín de Hipona).


jueves, 20 de agosto de 2020

PARA EL DIALOGO Y LA MEDITACIÓN


AGOSTO: DESDE EL CUARTO DE GUARDIA

Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar


LA ADORACIÓN NOCTURNA MOMENTO PARA CULTIVAR LA INTIMIDAD CON DIOS


1º marco para esta noche de agosto.

     San Pascual es patrono de la Adoración Nocturna, de los Congresos Eucarísticos y Asociaciones Eucarísticas ordenado por León XIII el 28 de noviembre de 1897.
     Aunque este santo apenas sabía leer y escribir, era capaz de expresarse con gran elocuencia sobre la presencia de Jesús en la Eucaristía. Tenía el don de ciencia infusa, es decir, poseía un vasto conocimiento teológico sin estudio alguno.
     En esta vigilia de agosto os proponemos como sentimiento dominante el que expresa en su Canción III San Pascual Bailón para  encender en amor al que comulga.

Herido viene de amor
el Santísimo Cordero
del alma del pecador.
Gran bien os está esperando;
mirad, pecador, por vos;
que del cielo viene Dios
en vuestro amor se abrasando;
mirad que se debe amor
a un amor tan verdadero,
como el que tiene el Cordero
del alma del pecador:
¡Dios herido por amor!...

2º una oración jaculatoria al espíritu santo, para que nos encienda en amores.

     Iniciamos nuestras vigilias invocando al Espíritu Santo. Hoy proponemos que el fuego de su amor nos permita  “renovar la faz de la tierra” Renovabis faciem terrae.

¡Ven, oh Santo Espíritu!,
llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos el fuego de tu amor.
V/. Envía tu Espíritu y serán creados.
R/. Y renovarás la faz de la tierra.

   Oh Dios, que habéis instruido los corazones de los fieles con la luz del Espíritu Santo, concedednos según el mismo Espíritu conocer las cosas rectas y gozar siempre de sus divinos consuelos. Por Jesucristo nuestro Señor. R/. Amén.

3º un texto de un santo o de la iglesia que nos inicie en la oración meditativa.

Entresacados de la biografía de Fr. Ignacio Beaufays, O.F M.

     «¿Quién soy yo ¡oh Dios grande y poderoso! para que tú te acerques a visitarme?» ... «¿Quién es el hombre ¡oh Padre de misericordias! para que tú le hagas descansar en tu propio corazón? No bien es sacado de la nada, lo haces rey y lo colocas en un paraíso delicioso. Una vez redimido le preparas un festín, y en este festín ¡te ofreces a Ti mismo! ¡Oh Dios! ¡Cuánta condescendencia! ¡Cuánta liberalidad, en permitir que encierre en mí corazón a Ti, que eres infinito!...»
     «¡Oh buen Jesús! yo te ofrezco mi pobre alma, mi tibio corazón... ¡Yo, que he pecado! te suplico ablandes mi pecho endurecido y hagas brotar mis lágrimas. ¡Que estas laven las manchas de mi alma! «Mi vida no es otra cosa que una larga cadena de faltas, pero tú puedes perdonarme porque eres bueno y misericordioso. Perdón ¡oh amable Señor! pues estoy pesaroso de haberte ofendido y estoy resuelto a servirte en adelante con fidelidad inviolable...»
     «Yo soy lo que el pequeño Benjamín sentado a la mesa de su poderoso hermano José. «Os pido por favor que me tratéis como a uno de vuestros amigos. Yo estoy enfermo ¡curadme! Estoy pobre ¡enriquecedme! «Aumentad en mí la fe, el amor y las fuerzas, para que os sirva, para que pase mi vida alabándoos, ¡para que llegue a poseeros en la gloria!»
     «Jesús, por quien suspira mi corazón, yo te estoy preparando la ciudad de Dios, obra grande entre todas. ¡Padre celestial, ayudadme! «Yo te estoy construyendo un templo consagrado a tu gloria. ¡Hijo de Dios, sabiduría eterna, inspiradme! «Yo voy a recibir a la santidad por esencia. ¡Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, sed para mi corazón una llama que ilumina, un fuego que purifica, un soplo que alienta!»
     «Sed para mí un aumento de caridad, ¡que el fuego sea más ardiente!; de humildad, ¡que mi pequeñez sea más profunda!; de paz, ¡que mi reposo sea más completo!; y de toda virtud, ¡que yo crezca sin cesar y que persevere en el bien hasta el fin!» 
     «Tus mismos labios ¡oh Jesús! lo han dicho: “Yo soy el Pan de vida que descendió del cielo; quien me come vivirá siempre”. «¡Oh Pan, que eres la santidad misma, da a mi paladar la gracia de gustar de ti únicamente! ¡Concédeme que todo, fuera de ti, me sea insípido! «¡Oh Pan, que eres la misma dulzura! En ti están encerradas todas las delicias y todos los sabores. Tú eres un aroma siempre embriagador. ¡Recibirte a Ti es deleitarse en la abundancia! «¡Oh Pan, que eres el cielo mismo trasladado a mi corazón, haz que mi alma, rica en poseerte, se embriague con los placeres de los elegidos!... «Yo te poseo como dentro de un velo. ¡Cuánto tarda en rasgarse a mis ojos ese velo, para que pueda yo contemplarte al descubierto, a Ti, resplandor vivífico y eterno!... ¿Llegará pronto a lucir el día claro de tu luminosa presencia?...» «¡Oh santa Hostia! ratifica entre uno y otro una unión indisoluble, ¡sé como un nudo que me sujete a ti para siempre!
     «Gracias te sean dadas ¡oh eterno Padre! que me has dado en la Hostia a tu Hijo, mi consuelo y mi libertad. «Gracias te sean dadas ¡oh Redentor mío! que me haces rico con tu propia riqueza, la de tu Cuerpo y de tu Sangre. «Gracias te sean dadas ¡oh Espíritu Santo, que eres todo amor! Merced al divino Huésped la caridad se desborda en mi corazón. ¡Que los ángeles del cielo, que las criaturas todas del universo, se unan a mí para cantar tus alabanzas!»

Preguntas para el diálogo y la meditación.

■   ¿Por qué decimos en la plegaria eucarística que Cristo es la “Fuente de toda santidad”? ¿Lo tenía presente San Pascual en estos textos? Primero, conocimiento interno de quienes somos.

■   En estos textos San Pascual  está practicando ante todo la oración de petición o de súplica. La oración, en cualquiera de sus modalidades, es como el aire para nuestros pulmones. ¿Sin intimar con Dios que busca nuestro amor podría el ser humano progresar en el camino universal de la santidad? No saber mucho, sino amar mucho.

■  De bien nacido es ser agradecidos. ¿Por qué es tan importante en todo momento, cuanto más después de comulgar, la acción de gracias? Pidamos al Espíritu Santo como hace el santo, que sepamos corresponder en amores al Huésped  de nuestra alma.