TIEMPO LITÚRGICO

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sábado, 22 de diciembre de 2012

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 23 DE DICIEMBRE, 4º DE ADVIENTO

Salta de gozo
Lucas 1: 39-44     En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre.
     Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá».

Otras lecturas: Miqueas 5:1-4; Salmo 79; Hebreos 10:5-10

LECTIO:
     Después de oír las sorprendentes noticias que respecto al inesperado embarazo de su parienta Isabel le había contado el ángel Gabriel (Lucas 1:36), María no tardó en ir a visitarla. También ella tenía ahora sus propias noticias y, además, eran increíbles.
     El pleno significado de muchos anuncios y acciones de Dios puede manifestarse a los interesados muy lentamente. Sara, la esposa de Abraham, se echó a reír cuando le dijeron que iba a ser madre en su ancianidad (Génesis 18:12). Zacarías, el esposo de Isabel, tuvo dudas y se quedó mudo durante todo el embarazo de su mujer (Lucas 1:20). María, fueran cuales fueran sus dudas y ansiedades, sencillamente aceptó lo que Dios quería: ‘¡Qué Dios haga conmigo como me has dicho!’ (Lucas 1:38).
     Isabel, con voz muy fuerte, anuncia la llegada de María y hace que se produzca algo sorprendente: el niño de Isabel se movió en su vientre. Tal vez ya estaba acostumbrada a que el niño se moviera, pero lo sorprendente es que era el Espíritu Santo quien había provocado aquel movimiento. Isabel, llena del Espíritu Santo, ‘reconoce’ a María, la proclama madre del Señor y la bendice por su misión.
     Este breve pasaje recibe comúnmente el nombre de “la Visitación”. No sólo María visita a Isabel, sino que Jesús realiza su primera visita a ‘su pueblo’. También Juan, todavía oculto en el vientre de Isabel reconoce a Jesús como Mesías y salta de alegría.
     Qué dichoso debió de ser aquel encuentro para las dos mujeres encintas y para los niños que gestaban. Qué hermosas las palabras de aliento de una y otra. Al bendecir a María, las palabras de Isabel son un eco de las que el ángel Gabriel le había dirigido a María (Lucas 1:28, 30-33).

MEDITATIO:
   Considera cómo debió sentirse María antes y después de su visita a su prima Isabel. Por una parte, estaba la maravillosa noticia de un embarazo después de toda una vida de esterilidad. Por otra, ¿qué podría pensar Isabel, esposa del sacerdote Zacarías, de la noticia de María? ¿Creería en ella o le daría la espalda?
   Llena del Espíritu Santo, Isabel alza la voz y confirma a María madre del Mesías tanto tiempo esperado. ¿Qué sentiría María ante aquellas palabras? Los versos siguientes del evangelio de hoy nos dan la clave (Lucas 1:46-56).
   Considera la manera en que el Espíritu Santo conduce a Isabel y a María. ¿Has experimentado que el Espíritu Santo te guiaba a ti? ¿Qué recuerdas de tales acontecimientos?

ORATIO:
     A veces también algunas zonas de nuestros corazones necesitan ablandarse un tanto. Dios ha prometido darnos corazones de carne para reemplazar nuestros corazones de piedra (Ezequiel 11:19). Pídele a Dios que te ayude a reconocer la guía del Espíritu Santo, así como fe y valor para obedecer a sus impulsos.

CONTEMPLATIO:
     A veces se describe a Dios como pastor. Contempla las diversas maneras en que Dios te ‘pastorea’ a ti personalmente y cómo lo hace con todas las naciones cuando estas se lo permiten. Medita sobre el título que se le da a Jesús: Príncipe de la Paz.
     La profecía de Miqueas se remonta a unos 700 años antes del nacimiento de Jesús. No fue el único que profetizó ese nacimiento. También Jeremías lo anunció unos 150 años más tarde. Leímos sus palabras en los textos de hace tres semanas (Jeremías 33:14-16). Reflexiona sobre la profecía de Miqueas. ¿Qué significa para ti?

1 comentario:

  1. La piedad es una virtud, un don del Espíritu. Pero tiene que ponernos en disposición de abrirnos a Dios y de entender sus mensajes. De lo contrario es una suposición que termina en pretexto para no escuchar al Señor. De esto nos habla la Palabra de Dios según nos vamos acercando al verdadero Acontecimiento que ha marcado la historia de los hombres, ese día en el que Dios dejó de enviarnos más mensajeros para hacerse Él mismo mensaje y mensajero a la vez. Portador y portavoz de un proyecto amoroso por el que volvía a estrenar el ensueño truncado y fallido por el mal uso de la libertad de los hombres. Eso fue la pascua de su Natividad, gozne verdadero entre la pascua de la Creación y la pascua de la Resurrección.
    En este cuarto domingo de Adviento, escala última antes de Navidad, se nos presenta a María como contrapunto de obediencia y fidelidad. Hay formas de “respetar” a Dios, que en el fondo son maneras elegantes de tenerle bajo control para que no influya ni modifique nuestra vida real. Era la pretensión del rey Acaz: no quería “tentar” a Dios, ni importunarle, dejándole donde estaba en su nimbo de nubes y en sus divinas la¬bores. Pero el profeta no aplaudirá este respeto que en el fondo desprecia, esta veneración que termina ignorando. También a nosotros se nos ha anunciado esta Buena noticia prome¬tida: Dios sin dejar de ser el Altísimo, será un Dios-con-nosotros, un Dios que ha querido acam¬parse en nuestro suelo, hablar nuestro lenguaje, sufrir en nuestros do¬lores y brindar en nuestros gozos.
    Si fuera Dios pero no estuviese con noso¬tros, sería una divinidad lejana, opresora o inútil. Si estuviera con-nosotros pero no fuese Dios, estaríamos ante alguien bondadoso, mas incapaz de acceder a los entresijos de nuestro corazón y de nuestra his¬toria, en donde nuestra felicidad se hace o se deshace. Él es Dios y con-nosotros para que nosotros estemos con Él y con cuantos Él ama, para que podamos estar hasta con nosotros mismos, sin censura acalladora y sin traición reductora de cuanto nos constituye. En este horizonte aparece María, como alguien que se fió de Dios, que le dejó ser Dios (tremendo misterio de nuestra libertad humana y de la condescendencia divina), consintiendo que su Palabra eterna se hiciera biográfica en la entraña de su historia de mujer creyente. María co-protagonizó el primer Adviento y recibió la misión al pie de la cruz de co-protagonizar todos los Advientos desde su intercesión maternal hacia los hermanos de su Hijo.
    Debemos descubrir que jamás molestamos a un Dios que ha querido amarnos hasta ser-estar con nosotros. Y pedimos que nos conceda tratarnos entre nosotros como somos tratados por Él: que acogiendo y contemplando al Dios-con-nosotros, podamos a nuestra vez ser también hermanos-entre-herma¬nos.


    + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
    Arzobispo de Oviedo

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