TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

viernes, 31 de octubre de 2014

TODOS LOS SANTOS Y DÍA DE LOS DIFUNTOS

    Nos acercamos al mes de noviembre. Un mes que comenzamos con el recuerdo de la muerte y de nuestros difuntos. Aunque de hecho el mes comienza no con la conmemoración de los fieles difuntos –día 2-, sino con la gozosa celebración de todos los santos –día 1-. Es decir, que anteponemos la vida a la muerte; la vida en Dios, en el cielo, de quienes se abrieron, en la vida y en la muerte, a su bondad y a su misericordia, en la fe, la esperanza y el amor. Las dos celebraciones nos sitúan ante el misterio de la muerte y nos invitan a renovar nuestra fe y esperanza en la vida eterna.
     En la fiesta de Todos los Santos celebramos los méritos de todos los santos. Eso significa sobretodo celebrar los dones de Dios, las maravillas que Dios ha obrado en la vida de estas personas, su respuesta a la gracia de Dios, el hecho de que seguir a Cristo con todas las consecuencias es posible. Una multitud inmensa de santos canonizados y otros no canonizados. Ellos han llegado a la plenitud que Dios quiere para todos. Celebramos y recordamos también la llamada universal a la santidad que nos hace el Señor: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48).
     En el Día de Difuntos, la Iglesia nos invita a rezar por todos los difuntos, no sólo por los de la familia o los seres más cercanos, sino por todos, incluyendo especialmente a aquellos de los que nadie hace memoria. La costumbre de orar por los difuntos es tan antigua como la Iglesia, pero la fiesta litúrgica se remonta al 2 de noviembre de 998 cuando fue instituida por san Odilón, monje benedictino y quinto abad de Cluny en el sur de Francia. Roma adoptó esta práctica en el siglo XIV y la fiesta se fue expandiendo por toda la Iglesia. En este día contemplamos el misterio de la Resurrección de Cristo que abre para todos el camino de la resurrección futura.
     En estos días, una de nuestras tradiciones más arraigadas es la visita a los cementerios para cumplir con los familiares difuntos. Momento de oración, momento para el recuerdo de los seres queridos que nos han dejado, momento de reunión familiar

     Estas tradiciones y costumbres tan nuestras se ven desde hace algún tiempo invadidas por las que llegan de otros lugares, que son popularizadas por el cine y la televisión y que parecen teñidas de superficialidad y consumismo. No es mi intención minusvalorarlas, pero sería una lástima que un planteamiento meramente lúdico entre la broma y el terror a base de calabazas, calaveras, brujas, fantasmas y otros seres terroríficos, acabe desplazando las seculares tradiciones de nuestra tierra, más fundamentadas en la convivencia y el encuentro festivo con la familia y los seres queridos; en la oración por nuestros difuntos, y en la contemplación de Dios, el Santo, que nos llama a la perfección.
OFICIO DIVINO, Oración de las horas (iII)


I LA LITURGIA DE LAS HORAS  EN MANOS DE LOS FIELES
Fuente: Liturgia de las horas para los fieles Edición 2002.

9. LA IGLESIA RECOMIENDA INSISTENTEMENTE A LOS LAICOS EL REZO DE LA LITURGIA DE LAS HORAS

…hemos visto que ya en el lejano 1966 Pablo VI recomendaba en su motu propio Ecclesiae sanctae el rezo de la Liturgia de las Horas a los miembros de los Institutos laicales. En la Constitución apostólica Laudis canticum amplía el horizonte, recomendando el rezo del Oficio a todos los fieles, como hemos visto también; en esta misma línea, en los Principios y Normas generales de la Liturgia de las Horas se afirma que "cuando los fieles son convocados y se reúnen para la Liturgia de las Horas, uniendo sus corazones y sus voces, visibilizan a la Iglesia, que celebra el misterio de Cristo"; se recomienda a los laicos que "dondequiera que se reúnan... reciten el Oficio de la Iglesia, celebrando algunas partes de la Liturgia de las Horas"; se advierte la conveniencia de que "la familia, que es como un santuario doméstico dentro de la Iglesia, no sólo ore en común, sino que además lo haga recitando algunas partes de la Liturgia de las Horas"; finalmente, se exhorta a las comunidades religiosas no obligadas a la Liturgia de las Horas, y a cada uno de sus miembros, como también a los seglares, a que "celebren algunas partes de la Liturgia de las 'Horas, que es la oración de la Iglesia y hace de todos los que andan dispersos por el mundo un solo corazón y una sola alma".


II. NATURALEZA DE LA ORACIÓN LITÚRGICA

1. ORACIÓN PERSONAL Y ORACIÓN ECLESIAL

     El hecho de que en nuestros días los laicos se hayan reincorporado de nuevo a la oración de la Iglesia, como lo hacían los antiguos cristianos, y vuelvan a considerar la Liturgia de las Horas como algo que les pertenece por su misma condición de bautizados es uno de los aspectos más positivos de la actual renovación litúrgica. Pero este progreso, por importante que sea, constituye sólo un primer paso al que debe seguir otro de no menor importancia: el de una correcta comprensión e intensa vivencia espiritual de lo que constituye la identidad propia de la oración eclesial. Dicho de otro modo: al logro que significa que los fieles recen la Liturgia de las Horas, hay que añadir el de que entiendan que la oración de la Iglesia - la Liturgia de las Horas - es una plegaria de naturaleza diversa, que no se limita a ser una de tantas maneras posibles de orar, apenas distinta de lo que es la oración personal a no ser porque se reza en común o usando unos formularios propuestos por la Iglesia, sino que tiene una identidad propia y exclusiva.
     Descubrir y vivir en qué consiste esta identidad propia de la oración eclesial es, sin duda, más difícil que el simple logro de haber adoptado el rezo de la Liturgia de las Horas. Han sido demasiados los siglos en que los fieles vivieron del todo ajenos a la oración litúrgica, para pretender que ahora, en poco tiempo, se capte con facilidad que, para los cristianos, "oración" no siempre es sinónimo de "trato íntimo con Dios", sino que en la Iglesia se da, además de la oración personal, otro modo de orar, de naturaleza distinta, que es la oración litúrgica. Si no se descubre esta realidad y si de ella no se hace vivencia espiritual, siempre resultará difícil incorporarse al genuino sentido y al verdadero espíritu de la Liturgia de las Horas. Quienes no sepan distinguir entre la naturaleza de la oración personal y la de la oración de la Iglesia inevitablemente toparán con dificultades insuperables para vivir como oración algunos de los textos - especialmente de los salmos - de la Liturgia de las Horas. Y no sabrán tampoco justificar por qué la normativa litúrgica no admita determinados modos de orar - las preces espontáneas, por ejemplo - que, a primera vista, parecen ser oración en su sentido más auténtico, pero que, en realidad, sólo responden a la naturaleza de la oración personal, no a la de la plegaria litúrgica.
     Para adentrarse en el espíritu de la oración litúrgica, para ahondar en el significado de muchos de sus textos y para captar hasta qué punto algunas de las disposiciones litúrgicas, lejos de ser meras arbitrariedades jurídicas que coartan la libertad, constituyen medios para manifestar la identidad propia de la oración litúrgica, lo primero que se impone es delimitar bien las fronteras que separan la oración personal de la oración litúrgica. Esta delimitación resulta tanto más importante cuanto que la mayoría de los fieles han sido educados, durante siglos y más siglos, sólo en el significado de la oración personal, desconociendo la entidad propia y la finalidad específica de la oración eclesial.
     La oración personal consiste en el trato íntimo con Dios. Por ello este modo de orar resulta tanto más auténtico cuanto más espontáneamente brota del corazón. En el ámbito de esta oración personal, las fórmulas preexistentes pueden ser útiles, sin duda, para orientar la plegaria, pero nunca son elemento imprescindible ni mucho menos fundamental. Incluso - teóricamente por lo menos -, si el que ora sabe prescindir de toda fórmula de plegaria, su oración personal será más filial y ganará en autenticidad.

2. LA ORACIÓN DE LA IGLESIA,  ORACIÓN DE TODO EL PUEBLO DE DIOS

     La oración eclesial, en cambio, va por otros senderos. Su finalidad no es el coloquio personal de los participantes con su Dios, sino el diálogo de la Iglesia con su Esposo, del pueblo santo con el Padre que lo ha elegido, de la comunidad santificada por la sangre de Cristo con su Salvador. Y esta comunidad orante es únicamente la Iglesia en su sentido más pleno, es decir, la Iglesia universal, la única que merece el título de esposa "radiante, sin mancha ni arruga, ni nada parecido, sino santa e inmaculada". La asamblea local es sólo una presencia limitada de esta Iglesia de Jesús. Por ello la oración de la asamblea concreta - o del bautizado que reza solo la Liturgia de las Horas - nunca se reduce ni a los sentimientos personales de los participantes ni a la simple adición de los votos individuales de los que participan en la oración de una asamblea concreta, sino que se trata siempre de la voz de todo el cuerpo de Cristo, de las alabanzas y de los votos de la Iglesia universal como tal. Porque, si bien es verdad que en toda asamblea cristiana - o incluso en el bautizado que reza en solitario la Liturgia de las Horas - está presente y ora la Iglesia universal, con todo esta oración, por ser la plegaria de la Iglesia como tal, sobrepasa los sentimientos y deseos de quienes físicamente participan en una celebración concreta y constituye la voz de todo el cuerpo de Cristo, de toda la Iglesia universal. Es por ello que la naturaleza de esta oración quedaría desfigurada si en el interior de lo que es la oración eclesial se introdujeran elementos que sólo responden a la oración personal, como serían las preces espontáneas de los participantes.
     El hecho de que la oración litúrgica sobrepase los sentimientos y votos de los participantes concretos de una celebración logra, además, desvanecer una dificultad que surge con frecuencia entre los fieles, cuando advierten que, a veces, los sentimientos del propio corazón difieren de los que aparecen en los salmos, por ejemplo, cuando el que está triste topa con un salmo de júbilo o, por el contrario, el que está alegre se ve obligado a rezar un salmo de lamentación. Teniendo presente que los salmos, en el Oficio, se rezan, no a título privado, sino en nombre de toda la Iglesia - incluso en el caso de que alguien rece solo la Liturgia de las Horas -, siempre le resultará fácil al orante encontrar motivos de alegría o de tristeza, recordando las diversas circunstancias en que viven otros miembros de la Iglesia, realizando así en la oración el consejo del apóstol de "alegrarse con los que se alegran y llorar con los que lloran".

domingo, 26 de octubre de 2014

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 26 DE OCTUBRE, 30º DEL TIEMPO ORDINARIO

AMAR A DIOS Y AL PRÓJIMO
Mt. 22. 34-40
     En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?» 
     Él le dijo: «"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser." Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.

Otras Lecturas: Éxodo 22,20-26; Salmo 17; 1 Tesalonicenses 1,5c-10


 LECTIO:
            El evangelista hoy nos habla de la principal regla del cristiano: «Amar al prójimo y amar a Dios», pero, para poner en práctica este mandamiento, lo primero que tenemos que hacer es amarnos a nosotros mismos, porque quien no se ama a sí mismo es incapaz de darse a los demás, de descubrir a Dios en el prójimo, porque tampoco descubre a Dios en su interior.
        Decía S. Agustín: «Ama y haz lo que quieras». Amar a Cristo es disfrutar cada día de los detalles que la vida nos ofrece, buenos o malos; es enriquecer el amor porque un amor pobre, enclenque, no da fuerzas ni alegrías. Amar es despreocuparte de todo y dejar que cada día tenga su afán, amar es aceptar a los demás como son, es poner voluntad en mejorar las relaciones con aquellas personas, amigos, vecinos, compañeros, jefes o familiares con los que no nos entendemos.
      Amar es no caer en la rutina, ni en el desanimo, amar es compartirse, darse, caminar al lado del anciano,  del enfermo,  del matrimonio o pareja con problemas, de las parejas separadas, de los jóvenes… Amar es hacer a Cristo presente donde hay dolor, pero también donde hay alegría.
        San Pablo en su carta a los Corintios, capítulo 13 nos dice, que el amor no es egoísta, no envidia, no es descortés, sino todo lo contrario: el amor es paciente, fiel, sencillo, soporta y busca el bien…
        Tenemos que conseguir que el amor pueda más en nuestras vidas que el desamor. Jesús nos muestra la importancia que tiene el amor en la vida personal y comunitaria. ¡Ama sin cansarte! “En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros».

 MEDITATIO:                    
      Medita si cuando tienes dolor, saber poner amor, en medio del dolor. Si cuando tienes alegrías, sabes poner amor para alegrarte infinitamente.
Una de las características del amor es la alegría. El que ama a Dios muestra su amor a los demás. ¿Es éste tu caso, su amor te llena de alegría, jubilo…?
El amor te lleva a amar. No se aprender a andar, sino andando. ¿Cuánto tiempo dedicas a tu Amor, al Dios que llena tu vida? ¿A sembrar no con palabras, sino con vida al amor a los hermanos?
El amor es como la mitad de la balanza de tu vida. Tanto amas, tanto perdonas. ¿Vives tu vida sintiéndote amado infinitamente por Dios? ¿Procuras perdonar a los demás, desde el amor de Dios?
¿Sabes pedir perdón a Dios y perdonarte cuando cometes algún error? ¿Qué te impide poner el amor y el perdón de Dios en tu vida?
En este mundo de tantas injusticias y diferencias, ¿cómo manifiestas tu amor a los más débiles y desprotegidos?

ORATIO:
     Padre, quiero verte en el rostro de cada persona, de cada ser humano creado a imagen y semejanza tuya. Pon en mí tu mirada de amor. Gracias, Jesús, por tomar nuestra condición humana y quedarte reflejado en todos los hombres que sufren. Ayúdame a aceptar el dolor, el sufrimiento desde tú amor.
     Ayúdame, Señor a amarte, a ser como un espejo que refleje tu gran amor hacia mí y los demás.

CONTEMPLATIO:
     Contempla a Jesús que te dice: la vida tiene sentido solo en el amor, en buscar la salvación, el bien del otro, en la apertura hacia los demás, en tratarlos como yo te trato con amor, benevolencia y condescendencia. En Amar a Dios y al prójimo como a ti mismo.
    Interioriza este texto de Santa Teresa “El que ama verdaderamente a Dios, ama todo lo bueno. Quien de veras ama a Dios no puede amar vanidades, comodidades, deleites, honras o envidias. No pretende otra cosa que contentar al Maestro. Daría la vida para que fuera conocido y seguido por otras personas”. 
El sínodo de la familia "cum Petro et sub Petro"

     La frase "cum Petro et sub Petro" se ha hecho clásica y significa con Pedro y bajo Pedro, es decir, con aquel que Cristo ha puesto al frente de su Iglesia como guardián de la fe y de la disciplina. El que garantiza que vamos por buen camino, el que abre nuevos horizontes para el rebaño, el que vigila cuando alguien se descarría, el que nos guarda del lobo cuando éste quiere entrar en el rebaño para hacer estragos. En definitiva, el que nos hace presente a Cristo buen pastor. "El Señor es mi pastor nada me falta... aunque camine por cañadas oscuras nada temo, porque tú vas conmigo, tu vara y tu cayado me sosiegan" (Salmo 22).
     He vivido estos días en Roma la clausura del Sínodo en su etapa primera que concluirá dentro de un año en su etapa segunda y última. He participado en la beatificación del Papa Pablo VI, que después del Concilio Vaticano II instituyó el Sínodo de los Obispos, que tan buenos frutos ha dado a la Iglesia en estos cincuenta años. Una vez más, he vivido de forma palpable la comunión eclesial cum Petro et sub Petro, punto clave de nuestra pertenencia a la única Iglesia de Cristo. Realmente es bonita la Iglesia. Los Papas que nos ha dado el Señor (en el último siglo) para conducirnos como pueblo de Dios han cumplido su misión, han sido santos y han iluminado el mundo con la palabra de Cristo. No han faltado dificultades, pero ellos las han vivido con amor y dando la vida. Son ejemplo para todo el pueblo cristiano y un referente precioso para toda la humanidad.
     El Sínodo de los obispos sobre la familia ha sido un acontecimiento de gracia, que ha reunido obispos de todo el mundo, expertos y matrimonios para afrontar el inmenso campo de la familia según el plan de Dios. Se trata de tomar la luz que nos viene de la Palabra de Dios y que en Cristo adquiere su plenitud para iluminar los problemas de nuestro tiempo. La Iglesia es rica en experiencia, es rica en humanidad, sabe bien cuáles son la posibilidades a las que el hombre y la mujer pueden llegar con la ayuda de la gracia, y conoce por dentro el corazón del hombre y de la mujer, débil, frágil, pecador en ocasiones. A este hombre concreto de hoy, tal como es, Dios le ofrece su amistad para llevarlo a la cumbre de la santidad.
      El Sínodo ha descrito ese anhelo que anida en el corazón de toda persona humana de vivir en familia y de encontrar en la familia el calor y el aliento para el camino de la vida. Ese anhelo Dios lo satisface con creces en Cristo, por el camino del matrimonio y de los hijos. Tocamos de esta manera el núcleo de la sociedad y de la Iglesia. Y ese núcleo presenta hoy dificultades nuevas, situaciones nuevas, de las que la Iglesia no quiere desentenderse, sino al contrario, quiere salir al encuentro de cada persona para acompañarla y ofrecerle el bálsamo que cure sus heridas y fortalezca su debilidad, presentado al mismo tiempo el testimonio real de tantas familias que viven el gozo del plan de Dios en sus vidas.
     Los medios de comunicación son un instrumento valioso para tener noticia en tiempo real, inmediatamente, de lo que acontece en el mundo. Y han sido un instrumento valioso para seguir de cerca el Sínodo. Pero a veces, la versión de cada uno no coincide con la verdad de lo que está ocurriendo. Por eso, hemos de ir a los documentos oficiales, leerlos pausadamente, meditarlos. Y ahí veremos la gran riqueza de la Iglesia que quiere acercarse hoy a todos para darles la redención de Cristo.
     Seguimos orando por el Sínodo de la familia, que ahora recorre una nueva etapa en la preparación del Sínodo de octubre de 2015. Y a todos nos da plena garantía saber que estamos cum Petro et sub Petro, esto es, con el Papa, principio y fundamento de la unidad de la Iglesia y garante principal de la verdad y del amor de Dios para el hombre de nuestro tiempo.
Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba

jueves, 23 de octubre de 2014

El Rosario

     «El rosario de la Virgen María (...) es una oración apreciada por numerosos santos y fomentada por el Magisterio.
      En su sencillez y profundidad, sigue siendo también en este tercer milenio apenas iniciado una oración de gran significado, destinada a producir frutos de santidad. La devoción del Santísimo Rosario, que era en tiempo de nuestros padres una de las más constantes prácticas en las familias, ha venido casi a olvidarse o enfriarse en España, en términos de que son ya contadas las casas, al menos en las Ciudades, en que se conserva tan hermosa práctica, que las exhortaciones de nuestro Pontífice León XIII pretendieron y desearon restablecer.
     Se encuadra bien en el camino espiritual de un cristianismo que, después de dos mil años, no ha perdido nada de la novedad de los orígenes, y se siente empujado por el Espíritu de Dios a "remar mar adentro" (duc in altum!), para anunciar, más aún, "proclamar" a Cristo al mundo como Señor y Salvador, "el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6)... El rosario, en efecto, aunque se distingue por su carácter mariano, es una oración centrada en la cristología.
     En la sobriedad de sus pares, concentra en sí la profundidad de todo el mensaje evangélico, del cual es como un compendio. En él resuena la oración de María, su perenne Magníficat por la obra de la encarnación redentora en su seno virginal.
      Con él, el pueblo cristiano aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor».
     El Rosario, precisamente a partir de la experiencia de María, es una oración marcadamente contemplativa. Sin esta dimensión, se desnaturalizaría, como subrayó Pablo VI: «Sin contemplación, el Rosario es un cuerpo sin alma y su rezo corre el peligro de convertirse en mecánica repetición de fórmulas y de contradecir la advertencia de Jesús: "Cuando oréis, no seáis charlatanes como los paganos, que creen ser escuchados en virtud de su locuacidad" (Mt 6,7).
     Por su naturaleza el rezo del Rosario exige un ritmo tranquilo y un reflexivo remanso, que favorezca en quien ora la meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del corazón de Aquella que estuvo más cerca del Señor, y que desvelen su insondable riqueza».
San Juan Pablo II, papa

     Con sólo advertir que nuestros sentidos no lo ven, pero que el mismo Señor está allí y escucha de cerca nuestras preces, ya se logra una gran ventaja y un gran aumento de gracia con la recitación de cualquier plegaria en presencia del Santísimo Sacramento.
     Pero hay más, y es que Jesús se asocia a nuestras oraciones desde su trono de gracia, por el plural del Padre-nuestro y por la reminiscencia de actos de su vida, pasión y muerte, que se le hace en la hermosa devoción que nos ocupa.

    De este orden de consideraciones se deduce, que al realizar esta devoción con buen espíritu y deseo, se da culto a Cristo y a su Madre, y gloria a la Trinidad. Todos los fieles saben que el recuerdo de la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo es uno de los medios más eficaces de alcanzar los favores del cielo y de asegurar a los pecadores el don de la conversión, y a los que caminan hacia la perfección cristiana, la perseverancia...



MILAGROS EUCARÍSTICOS
El milagro eucarístico de Avignon


Antecedentes
      Avignon es una ciudad del sur de Francia. Con el fin de comprender mejor el significado de este milagro eucarístico, retrocedamos al año 1226, es decir, 217 años antes del milagro.    La herejía Albigense, que tomó su nombre de la cuidad de Albi, Francia, se propagaba por todo el sur de Francia rechazando todos los sacramentos, especialmente el matrimonio y la Eucaristía. Esta herejía fue condenada por la Iglesia desde el Siglo XI, pero no fue hasta que los Albigenses empezaron a atacar seriamente a los gobiernos seculares desde sus fortalezas, que los gobernantes los denunciaron y los privaron de la protección de las leyes.
     Los albigenses eran muy poderosos en 1226, especialmente en el Sur de Francia, donde se encuentra Avignon. Para combatir sus ataques contra la Presencia de Jesús en la Eucaristía, el Rey Luis VIII, padre de San Luis IX, construyó una iglesia cerca del río Sorgue en honor del Santísimo Sacramento. También escogió el 14 de septiembre de 1226, la fiesta de la "Exaltación de la Santa Cruz", para hacer un acto público de reparación por los sacrilegios cometidos por los Albigenses. Se hizo una procesión con el Santísimo Sacramento que terminó en la nueva iglesia de la Santa Cruz.
     El Rey esperaba para recibir la procesión en la Iglesia de la Santa Cruz vestido de saco, una soga ceñida a su cintura y una vela en su mano. A su lado estaba el Cardenal Legate, toda su corte y muchos fieles. La procesión por toda la ciudad fue dirigida por el Obispo Corbie. El Santísimo permaneció expuesto toda la noche y durante varios días, hasta que el obispo decidió que el Santísimo debería quedarse perpetuamente expuesto. Esta costumbre fue continuada por sus sucesores y aprobada por el Santo Padre. La Iglesia fue custodiada por los Penitentes Grises, de la Orden Franciscana y después de 200 años de adoración perpetua ocurrió un milagro espectacular.

El milagro
      Sorgue es el nombre de un río que pasa por la ciudad de Avignon (Francia). El río se desbordaba cada cierto año y cuando esto ocurría, el agua inundaba las casas y fincas de los alrededores. A finales de noviembre de 1433, después de unas fuertes lluvias, vino una gran inundación. El agua penetró más que en años anteriores. Fue una de las peores inundaciones conocidas. En las noches del 29 y el 30 de noviembre, el nivel del agua subió a gran altura. Los Penitentes Grises de la Orden Franciscana estaban seguros de que la pequeña iglesia de la Santa Cruz se había inundado y decidieron ir allí para salvar la Eucaristía y traerla a tierra seca. Dos de los superiores de los Penitentes Grises se subieron en un bote y remaron hasta la iglesia.
     Cuando llegaron, descubrieron que el agua había subido hasta la mitad de la puerta de la entrada de la iglesia. Sin embargo, cuando abrieron la puerta, para su sorpresa, encontraron que el pasillo, desde la puerta hasta el altar, estaba completamente seco. El agua se había acumulado formando paredes de agua a derecha e izquierda del pasillo, como a cuatro pies de altura. Nuestro Señor Jesús, en la Hostia Consagrada en la custodia, permanecía regiamente sobre el altar, completamente seco.
     El milagro recuerda lo que cuenta la Biblia sobre el Mar Rojo que se parte ante el ingreso de los Israelitas y la división del río Jordán ante la entrada en él del arca de la alianza. Realmente, también les pareció de esa forma a los Penitentes Grises. Buscaron a otros miembros de los Penitentes Grises para que fueran y verificaran el milagro. Los cuatro Frailes oraron juntos y llevaron la custodia que contenía el Santísimo Sacramento a una Iglesia Franciscana en tierra seca. Cuando colocaron la custodia en el altar, leyeron del libro del Éxodo sobre la División del Mar Rojo (Éxodo 14:21): "Moisés tendió su mando sobre el mar e hizo soplar Dios sobre el mar toda la noche un fortísimo viento solano, que le secó, y se dividieron las aguas. Los hijos de Israel entraron en medio del mar, a pie enjuto, formando para ello las aguas una muralla a derecha e izquierda." Los Franciscanos escribieron el testimonio de los cuatro Frailes en los registros de su comunidad, donde se conservan hasta hoy día.
     En este tiempo se creó una tradición que todavía está en práctica. El 30 de noviembre de cada año, en la capilla de la iglesia de Avignon, los Penitentes Grises se ponen una soga alrededor del cuello, y arrastrándose piadosamente en sus manos y rodillas, vuelven a recrear el incidente, trayendo a la memoria los pasos que siguieron sus antepasados, por el mismo camino que siguieron la noche del milagro.

sábado, 18 de octubre de 2014

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 19 DE OCTUBRE, 29º DEL TIEMPO ORDINARIO - DOMUND

…A DIOS LO QUE ES DE DIOS.
Mt. 22. 15- 21
   En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es licito pagar impuesto al César o no?»
   Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: «Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.»
    Le presentaron un denario. Él les preguntó: «¿De quién son esta cara y esta inscripción?» Le respondieron: «Del César.» Entonces les replicó: «Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.»

Otras Lecturas: Isaías 45,1.4-6; Salmo 95; Filipenses 1,1-5b

LECTIO:
         El enfrentamiento de Jesús con los fariseos es cada vez mayor, buscan motivos para acusarlo y condenarlo. De ahí que quieran enfrentarlo con las autoridades políticas del momento, los romanos.
      Para esto utilizaron el tema de los impuestos, si se debía pagar o no. Según su respuesta quedaba claro si Él apoyaba la ocupación romana, siendo así un detractor del pueblo judío o si la rechazaba siendo de esa manera un conspirador del pueblo romano.
      Pero el Señor se da cuenta de la trampa que le tendían, y en este contexto nos dejó sus enseñanzas respecto de la necesidad de distinguir entre lo político y lo religioso, buscando dar a cada uno su ámbito propio: “…dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios…”
        Es un tema que marca una distinción clara entre lo que es de Dios y lo que es del mundo. La conclusión a la que se llegue determinará nuestra presencia como cristianos en el mundo.
        Ante una situación como ésta, surgen muchas preguntas a la hora de hacer un planteo práctico; ¿hasta qué punto lo que es de Dios está al margen de lo que es del mundo?, ¿se puede decir que hay un aspecto donde lo de Dios no tiene injerencia?
     En esta perspectiva, tenemos que tener claro qué implica la presencia cristiana en el mundo, es decir, el testimonio que debemos dar como personas de fe, haciendo realidad la misión que el Señor nos ha dejado de dar testimonio de su proyecto de amor, siendo sal y luz en la sociedad, ser como la levadura, que contagia toda la masa, buscando impregnar de espíritu cristiano toda nuestra sociedad. 
        El mensaje de este texto es vital  porque debemos identificar  y examinar cómo es nuestra manera de ser y nuestra presencia como cristianos en el ámbito en que nos movemos.
     Como cristianos tenemos que contribuir a la construcción de la sociedad civil, dando y siento testimonios del mensaje de Cristo tanto personal como comunitariamente. Con nuestra vida, con nuestras obras, con nuestros compromisos tenemos que contribuir a una sociedad más justa, más humana… a actualizar en la sociedad el proyecto de amor del Padre.

 MEDITATIO:                    
¿Tu identidad de cristiano te ayuda a comprometerte en el mundo donde habitas o por el contrario te hace alejarte?
¿Cómo vives en el mundo, sin ser del mundo? ¿Cómo te sitúas ante lo caduco y transitorio? ¿Cómo valoras el trabajo productivo, tu trabajo?  ¿Con qué criterios valoras a las personas?
¿Qué compromisos tienes cono ciudadano cristiano en favor de los necesitados: hambre, soledad, ausencia de Dios…?
¿Pones al servicio de Dios y de los hermanos tus propias riquezas: dinero, valores, capacidades, tiempo…?                                                                                                                                                     
.ORATIO:
     “Por experiencia puedo decir que cuando todavía existen preocupaciones por la propia honra, bienes o comodidades personales, es imposible adelantar en el camino de la oración.”  S. Teresa de Jesús.
     Dios; Padre de bondad, ayúdanos a entender que la santidad no consiste en hacer cosas sobrenaturales ni ser agraciados con dones extraordinarios, sino vivir con la Gracia del Señor y ser fiel a su voluntad, que se nos manifiesta, sobre todo, en los deberes inherentes a la situación particular en la que Él nos ha colocado.

Toma, Señor, y recibe
toda mi libertad,
mi memoria,
mi entendimiento
y toda mi voluntad;
todo mi haber y mi poseer.
San Ignacio de Loyola

CONTEMPLATIO:
     Contempla a Jesús que desafía a los fariseos, saduceos y herodianos a favor de la dignidad de las personas. Contempla, también, a tu sociedad necesitada y a ti mismo. ¿Qué le respondes a Jesús?
     Jesús hoy te invita a liberarte del poder del dinero, de la vida cómoda, a compartir, a que lleves su presencia a la sociedad de hoy, ¿qué le respondes?
      La transformación que la sociedad necesita solo vendrá si dejamos que Dios transforme nuestros corazones.
¿En tu vida qué es “lo de Dios”? ¿Y tuyo o del “Cesar”?

viernes, 17 de octubre de 2014

Viernes, 17 de Octubre de 2014 10:39 Carta semanal del Obispo de Córdoba, Mons. Demetrio Fernández González.

     "La alegría del Evangelio nace del encuentro con Cristo y del compartir con los pobres. Animo, por tanto, a las comunidades parroquiales, asociaciones y grupos a vivir una vida fraterna intensa, fundada en el amor a Jesús y atenta a las necesidades de los más desfavorecidos. Donde hay alegría, fervor, deseo de llevar a Cristo a los demás, surgen las verdaderas vocaciones" (Mensaje del Papa Francisco, 2014).
     La alegría del Evangelio surge del encuentro con Cristo, y no tanto de la búsqueda por nuestra parte, sino porque en esa búsqueda de sentido para nuestra vida, él nos ha salido al encuentro. La fe se produce en ese encuentro, que llena nuestro corazón de alegría. No podemos guardarnos la buena noticia que hemos recibido, y por eso salimos al encuentro de otros para hacerles partícipes de esa misma alegría. En la salida hacia los demás, los pobres son los privilegiados a quienes llega primero el Evangelio. Quienes están llenos de cosas y distraídos por otros afanes, el Evangelio les resbala. Quienes, por el contrario, se sienten pobres, están despojados, viven el sufrimiento, etc. ésos son privilegiados para el encuentro con Cristo. La Iglesia lleva a Jesucristo hasta los pobres y los que están disponibles para acogerle. Y en ese anuncio la alegría se multiplica.
     Celebrar el DOMUND es recordar esta dimensión esencial de la Iglesia. La Iglesia es misionera por naturaleza. No puede guardarse el Evangelio, no puede ocultar a Jesucristo, no puede retardar el anuncio para que otros tengan esa misma alegría. Por eso, es urgente la tarea misionera de la Iglesia, en la que todos estamos comprometidos. No se trata sólo de recordar el bien social que nuestros misioneros realizan por todo el mundo, un bien inmenso. Se trata de recordar en primer lugar el anuncio de Jesucristo. Es Jesucristo quien llama, es Jesucristo quien envía, es de Jesucristo de quien damos testimonio, es Jesucristo el que cambia los corazones y los llena de alegría. Y ese encuentro con Jesucristo se convierte en ayuda a todos los necesitados.
     Llegado este domingo, tenemos ocasión de agradecer a Dios la entrega generosa de tantos hombres y mujeres que han dado su vida al Señor para hacerlo presente entre sus contemporáneos, especialmente entre los más pobres. Son los misioneros que están por todo el mundo, (…) han dejado su tierra y su gente para compartir su vida llevando a otros la alegría del Evangelio.
     Agradezco a todos los que desde nuestra delegación diocesana de misiones entregan su tiempo voluntariamente para este servicio misionero. Y agradezco a todos los fieles cristianos, niños, jóvenes y adultos, que se comprometen en esta bonita tarea. La Iglesia no impone a nadie su mensaje, no obliga a creer, no hace proselitismo. La evangelización se realiza por atracción. ¡Es tan bonito creer! Tener como amigo nada menos que a Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre. Y es tan atrayente la vida de quienes se han encontrado de veras con Jesús. El problema misionero no es de carencias materiales, sino de falta de testigos. Por eso, todos estamos llamados a ser misioneros, es decir, a ser testigos de Jesucristo con nuestra vida, en nuestro ambiente, con el corazón ensanchado al mundo entero. La misión no excluye a nadie, sino que va preferentemente a los más pobres. Y con misioneros entregados y entusiasmados brotan vocaciones en esa dirección.
     Que el DOMUND de este año sea un motivo de alegría para todos. Hemos conocido a Jesús y no podemos callarlo ni ocultarlo, aunque al dar testimonio de él nos encontremos con el rechazo, la marginación e incluso la persecución. Esto mismo será una señal inequívoca de que estamos anunciando al que por nosotros se entregó voluntariamente a la cruz y ha vencido el mal, el pecado y la muerte con su resurrección.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba