TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

domingo, 31 de mayo de 2020

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 31 DE MAYO DEL 2020, PASCUA DE PENTECOSTÉS (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Arzobispo de Toledo. Primado de España)

«PAZ A VOSOTROS… RECIBID EL ESPÍRITU SANTO»


Jn. 20. 19-23

       Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado.  Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. 
   Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo;  a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Otras Lecturas: Hechos 2,1-11; Salmo 103; 1Corintios 12, 3b-7.12-13

LECTIO:
     Con la fiesta de Pentecostés que celebramos este domingo, hemos llegado al final de todo el ciclo pascual. Jesús antes de su ascensión al Padre hizo dos promesas muy importantes a sus discípulos: por una parte, que permanecería con, en y entre ellos hasta el final de los siglos; y por otra, que les enviaría desde el Padre al Espíritu Santo, que sería para ellos el Consolador, el que llevaría a plenitud lo que Jesús mismo había comenzado, recordándoles lo que Él les había revelado.
   Tras la ascensión de Jesús, los discípulos volvieron a Jerusalén. Allí esperarían el cumplimiento de la promesa del Espíritu. “Todos los discípulos estaban juntos el día de Pentecostés”. La tradición cristiana siempre ha visto esta escena como el prototipo de la espera del Espíritu. La Madre de Jesús –y de los discípulos que engendró al pie de la Cruz del Señor – era una mujer que sabía de la fidelidad de Dios, de cómo Él hace posible lo que para nosotros es imposible; era una mujer creyente que había aprendido a guardar en su corazón todo lo que Dios le manifestaba. Ella era, y sigue siendo, la que reunía a la Iglesia (+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm. Arzobispo de Oviedo).

MEDITATIO:
«Donde llega el Espíritu de Dios, todo renace y se transfigura»

     Nadie se esperaba ya nada de los discípulos... En cambio, se verificó un hecho inesperado que suscitó admiración: la gente quedaba turbada porque cada uno escuchaba a los discípulos hablar en la propia lengua, contando las grandes obras de Dios. (Papa Francisco)
     La Iglesia que nace en Pentecostés es una comunidad que anuncia un mensaje nuevo: Cristo está vivo, ha resucitado; un lenguaje nuevo: el lenguaje del amor. (Papa Francisco)
     El Espíritu Santo nos enseña: es el Maestro interior. Nos guía por el justo camino, a través de las situaciones de la vida. …nos enseña a seguir a Jesús, a caminar siguiendo sus huellas. El Espíritu Santo es  maestro de vida dentro del horizonte más amplio y armónico de la existencia cristiana. (Papa Francisco)
     El Espíritu Santo nos recuerda todo lo que dijo Jesús. Es la memoria viviente de la Iglesia. Y mientras nos hace recordar, nos hace comprender las palabras del Señor. Nos recuerda todo lo que dijo Cristo, nos hace entrar cada vez más plenamente en el sentido de sus palabras. (Papa Francisco)
   Con la ayuda del Espíritu Santo, podemos interpretar las inspiraciones interiores y los acontecimientos de la vida a la luz de las palabras de Jesús. Y así crece en nosotros la sabiduría de la memoria, la sabiduría del corazón, que es un don del Espíritu. (Papa Francisco)

ORATIO:
     Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos la llama de tu amor…

Espíritu Santo, armonía nuestra,
tú que nos haces un solo cuerpo,
infunde tu paz en la Iglesia y en el mundo.

CONTEMPLATIO:
«Se llenaron todos del Espíritu Santo»

       Este acontecimiento cambia la vida de la Iglesia que comienza su misión. Y esa misión continúa a través de nosotros. Todos entienden el anuncio que hacen los apóstoles en su propia lengua. Y es que estaban llenos del Espíritu... El acontecimiento de Pentecostés nos muestra cómo la Iglesia muestra su identidad comunicando la buena noticia. Saliendo a comunicar la buena noticia. Y esto es lo que nos pide a nosotros también hoy. En vuestras familias, entre vuestros amigos, entre la gente que conocéis. No hay que hacer cosas raras. Es definirse como cristiano, y sobre todo expresarlo con nuestra propia vida
     Tenemos una misión. Un pueblo para la misión: llevar a los hombres de la oscuridad a la luz, que es el mismo Cristo. Una primera parte del Evangelio nos dice que los discípulos estaban en la oscuridad, con las puertas cerradas, con miedo... Se quedaron encerrados en sí mismos. Una Iglesia que vive así no es la de Cristo. La de Cristo es la Iglesia en la que el Señor irrumpe en medio de aquellos hombres. Se hace presente. Se manifiesta. Abre puertas. Y les dice: paz a vosotros. Y les comunica que recibirán el Espíritu Santo... Y les comunica que marchen. Que les envía: lo mismo que el Padre me envió, así os envío yo. (+Card. Carlos Osoro – Arzobispo de Madrid).

                                                                                        


   Es vano esperar recibir y aprender de boca de cualquier hombre lo que sólo es posible recibir y aprender de la lengua de la verdad. En efecto, como dice la verdad misma, «Dios es Espíritu» (Jn 4,24). Dado que es preciso que sus adoradores lo adoren en Espíritu y en verdad, los que desean conocerlo y experimentarlo deben buscar sólo en el Espíritu la inteligencia de la fe y el sentido puro y simple de esa verdad. (Guillermo de Saint-Thierry).

sábado, 30 de mayo de 2020

DEL BLOG DEL OBISPO


     EL DOMINGO DE PENTECOSTÉS SE CELEBRA EL DÍA DE LA ACCIÓN CATÓLICA Y EL APOSTOLADO SEGLAR

     ...como todos los años, bajo el lema: “Hacia un renovado Pentecostés”. Por el bautismo recibido y la confirmación, el Señor mismo ha encomendado al laico que tome parte en la misión salvadora de la Iglesia (cf. Lumen Gentium, 33), convirtiéndose en discípulo misionero (cf. Mt 28, 19). Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de formación de su fe, es un evangelizador que debe dar testimonio de Cristo con su vida en su familia, en su ámbito social y profesional y donde quiera que esté. Esta convicción se convierte en una llamada dirigida a cada cristiano, para que nadie postergue su compromiso con la evangelización.
     Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús; somos siempre “discípulos misioneros” (Evangelii Gaudium, n. 120) —nos recuerda siempre el Papa Francisco—. Quien ha hecho la experiencia del amor de Dios que lo salva, comprende fácilmente que ha de anunciarlo a los demás. Encontrará gran apoyo para hacerlo en las formas asociadas de apostolado dentro de la Iglesia.
     Los laicos han adquirido un protagonismo especial, sobre todo a partir de la renovación del Concilio Vaticano II. Se dice que la Iglesia está viviendo el siglo de los laicos, que día a día asumen con más decisión y compromiso su vocación y misión en el mundo. No obstante aun nos falta mucho por avanzar. Pues bien, vivamos “un renovado Pentecostés” en esta hora de la historia donde las nuevas situaciones nos reclaman con fuerza particular. Si no comprometerse es siempre inaceptable hoy lo hace especialmente culpable. “A nadie le es lícito permanecer ocioso (cf. Christi Fideles Laici, n.3)  […]

EN LA PASCUA DE PENTECOSTÉS, DÍA DE LA ACCIÓN CATÓLICA Y DEL APOSTOLADO SEGLAR



     En Pentecostés la Iglesia, bajo el impulso del Espíritu Santo, inaugura la misión encomendada por su Señor de predicar el Evangelio hasta los últimos confines de la tierra.
     La acción del Espíritu ocupa un lugar destacado en los grandes acontecimientos de la Historia de la Salvación. Antes de los tiempos, en el seno de Dios, el Espíritu unge a Jesús como Mesías, profeta, sacerdote e hijo amado del Padre. En la Encarnación, inunda a María y, gracias a su sombra fecunda, el Verbo toma carne en sus purísimas entrañas. En los inicios del ministerio público de Jesús, el Espíritu le lleva al desierto, se manifiesta en su bautismo y habla por Él en la sinagoga de Nazareth. En los instantes supremos de la vida del Señor, la acción del Espíritu hace perfecta y agradable al Padre su obra redentora; y en Pentecostés se manifiesta en todo su esplendor.
     En Pentecostés "rompe el Espíritu el techo de la tierra y una lengua de fuego innumerable purifica, renueva, enciende y alegra las entrañas del mundo" (Himno de Tertia). Desde entonces, el Espíritu es el alma de la Iglesia porque la unifica, dinamiza y vivifica. Él es el manantial de los carismas, los dones, funciones y ministerios (1 Cor, 12,4-6); y es también el corazón de la vida personal de cada cristiano, hasta el punto de que no podemos decir "Jesús es el Señor, si no es bajo la acción del Espíritu Santo” (1 Cor 12,3). El Espíritu es quien deposita en nuestras almas el amor y el anhelo de santidad.
     En Pentecostés, el Espíritu se manifiesta como la "la fuerza que pone pie a la Iglesia en medio de las plazas y levanta testigos en el pueblo". A partir de Pentecostés, los apóstoles, fortalecidos con la fuerza de lo alto, comienzan a anunciar a Jesucristo en Jerusalén, en Judea, Samaría, Galilea y hasta los confines del mundo. Desde entonces han sido innumerables los cristianos laicos que, habiendo escuchado el mandato misionero de Jesús, lo han mostrado a sus hermanos, con coraje y valentía, con la palabra y, sobre todo, con el testimonio luminoso de su vida. Por todo ello, Pentecostés es la fiesta del Apostolado Seglar. También los laicos están destinados al apostolado. Se trata de una obligación orgánica, que brota de nuestro bautismo, en el que quedamos incorporados a la misión profética de Cristo, obligación que se acrecentó al recibir el don del Espíritu en la confirmación.
   También vosotros, queridos militantes seglares, estáis llamados a ser heraldos de la Buena Noticia, a compartir con vuestros hermanos vuestro mejor tesoro, Jesucristo; a proclamar que vuestro encuentro con Él es lo más grande que os ha sucedido, porque en Él habéis hallado la luz, la vida, la esperanza y la alegría. Como los Apóstoles después de Pentecostés, habéis de acercaros a tantos hombres y mujeres que se debaten en el marasmo de la desesperanza, del nihilismo y de la infelicidad, para ser testigos del Dios vivo, de su amor, de la alegría cristiana, de la paz y la esperanza que nacen de la Buena Noticia del amor de Dios por la humanidad. El testigo es quien habla con la vida. Así deben ser los sacerdotes ante sus fieles, los padres ante sus hijos, los educadores ante sus alumnos, y cada uno de vosotros, laicos cristianos, en el barrio, en el trabajo, en el ocio y en el tiempo libre; también en la parroquia, implicados en la catequesis, en el acompañamiento de niños y jóvenes y en los catecumenados de adultos, dispuestos siempre a dar razón de vuestra fe y de vuestra esperanza
     Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina - Arzobispo de Sevilla

sábado, 23 de mayo de 2020

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 24 DE MAYO DEL 2020, 7º DE PASCUA (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Arzobispo de Toledo. Primado de España)

« ID, Y HACED DISCÍPULOS A TODOS LOS PUEBLOS… »



Mt. 28. 16-20

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron. Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
       «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
       Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos».

Otras Lecturas: Hechos 1,1-11; Salmo 46; Efesios 1,17-23

LECTIO:
     Con la ascensión de Jesús que celebramos este domingo… inaugura un modo nuevo de Presencia suya en el mundo, y un modo nuevo también de ejercer su Misión.     
     Cuando los discípulos vieron al Señor “algunos vacila­ban”… Esta­rían desconcertados y confusos sobre su destino y su quehacer ahora que el Maestro se marchaba. Y mientras Jesús les hace las recomendaciones finales y les habla de la promesa del Padre y del envío del Espíritu, ellos, completamente ajenos a la trama del Maestro… le espetarán la es­calofriante pregunta: “¿es ahora cuando vas a restaurar la soberanía de Israel?”, que era como proclamar que no habían entendido nada.
     Es importante entender bien la despedida de Jesús, pues Él comienza a es­tar... de otra manera… …Él cuando se hizo hombre no perdió su divinidad, ni su intimidad con el Padre bienamado, ni su obediencia hasta el final más abandonado. Ahora que regresa junto a su Padre, no perderá su humanidad, ni su comunión con los suyos, ni su solidaridad hasta el amor más extremado. (+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm. Arzobispo de Oviedo).

MEDITATIO:
    La página evangélica nos presenta el momento de la despedida definitiva del Resucitado de sus discípulos… Ahora esos discípulos han pasado a través del “fuego” de la pasión y de la resurrección; al ver al Señor resucitado se postrarán delante, pero algunos todavía tienen dudas. A esta comunidad con miedo, Jesús deja la gran tarea de evangelizar al mundo; y concreta este encargo con la orden de enseñar y bautizar en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. (Papa Francisco)
     La Ascensión de Jesús al cielo constituye por eso el final de la misión que el Hijo ha recibido del Padre y el inicio de la continuación de tal misión por parte de la Iglesia. Desde este momento, desde el momento de la Ascensión, de hecho, la presencia de Cristo en el mundo es mediada por sus discípulos, por aquellos que creen en Él y lo anuncian. Esta misión durará hasta el final de la historia y gozará cada día de la asistencia del Señor resucitado, el cual asegura: «Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo». Y su presencia lleva fortaleza ante las persecuciones, consuelo en las tribulaciones, apoyo en las situaciones de dificultad que encuentran la misión y el anuncio del Evangelio. (Papa Francisco)
     La Ascensión nos recuerda esta asistencia de Jesús y de su Espíritu que da confianza, da seguridad a nuestro testimonio cristiano en el mundo Hoy somos invitados a comprender mejor que Dios nos ha dado la gran dignidad y la responsabilidad de anunciarlo al mundo, de hacerlo accesible a la humanidad. Esta es nuestra dignidad, este es el honor más grande para cada uno de nosotros, ¡de todos los bautizados! (Papa Francisco)
     En esta fiesta de la Ascensión, mientras dirigimos la mirada al cielo, donde Cristo ha ascendido y está sentado a la derecha del Padre, reforcemos nuestros pasos en la tierra para proseguir con entusiasmo y valentía nuestro camino, nuestra misión de testimoniar y vivir el Evangelio en todo ambiente. (Papa Francisco)

ORATIO:
     Señor Jesús: danos el Espíritu de la verdad para que nos haga comprender y poner en práctica todas tus palabras de vida, esas que has traído para nosotros del corazón del Padre eterno.

Empapa, oh Dios mío, mi corazón de tu bondad; 
rocíame con la lluvia suave de tu ternura; 
deja caer tu amor sobre mí como rocío de la mañana…

CONTEMPLATIO:
     Es importante entender bien la despedida de Jesús cuando se hizo hombre no perdió su divinidad, ni su intimidad con el Padre bienamado, ni su obediencia hasta el final más abandonado. Ahora que regresa junto a su Padre, no perderá su humanidad, ni su comunión con los suyos, ni su solidaridad hasta el amor más extremado.
   Nosotros somos también los destinatarios de esta escena. Como discípulos que somos de Jesús, Él nos encarga su misión. Contagiar esta esperanza, hacer nuevos discípulos; bautizar y hablar­les de Dios nuestro Padre, de Jesús nuestro Hermano, del Espíritu Santo nuestra fuerza y consuelo; de María y los santos, de la Iglesia del Señor, enseñándoles lo que nosotros hemos aprendido que nos ha de­vuelto la luz y la vida.
     Y todo esto es posible, más allá de nuestras vacilaciones y dificul­tades, porque Jesús se ha comprometido con nosotros, con y a pesar de nuestra pe­queñez. Es lo que celebramos los cristianos en la Iglesia, cuerpo de Jesús en plenitud. Él no se ha marchado, vive en nosotros y a través nuestro. (+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm. Arzobispo de Oviedo).



   Y así como en la solemnidad de Pascua la resurrección del Señor fue para nosotros causa de alegría, así también ahora su Ascensión al cielo nos es un nuevo motivo de gozo, al recordar y celebrar litúrgicamente el día en que la pequeñez de nuestra naturaleza fue elevada, en Cristo, por encima de todos los ejércitos celestiales, de todas las categorías de ángeles, de toda la sublimidad de las potestades hasta compartir el trono de Dios Padre. Hemos sido establecidos y edificados por este modo de obrar divino, para que la gracia de Dios se manifestara más admirablemente, y así, a pesar de haber sido apartada de la vista de los hombres la presencia visible del Señor, por la cual se alimentaba el respeto de ellos hacia él, la fe se mantuviese firme, la esperanza inconmovible y el amor encendido. (S. León Magno)


EN EL MES QUE CELEBRAMOS EL NACIMIENTO DE S. JUAN PABLO II, Pp.

DE LA EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL "VERBUM DOMINI" DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI


     Al recordar la relación inseparable entre la Palabra de Dios y María de Nazaret, junto con los Padres sinodales, invito a promover entre los fieles, sobre todo en la vida familiar, las plegarias marianas, como una ayuda para meditar los santos misterios narrados por la Escritura.
     Un medio de gran utilidad, por ejemplo, es el rezo personal y comunitario del Santo Rosario, [302] que recorre junto a María los misterios de la vida de Cristo, [303] y que el Papa Juan Pablo II ha querido enriquecer con los misterios de la luz [304]
     El Sínodo, además, ha recomendado promover entre los fieles el rezo del Angelus Domini. Es una oración sencilla y profunda que nos permite « rememorar cotidianamente el misterio del Verbo Encarnado ».[305] Es conveniente, además, que el Pueblo de Dios, las familias y las comunidades de personas consagradas, sean fieles a esta plegaria mariana, que la tradición nos invita a recitar por la mañana, a mediodía y en el ocaso
   Desde hace años, durante el mes de mayo, jóvenes españoles realizan un pequeño vídeo. Se llama “MayFeelings” y con él quieren animar a rezar el rosario.
     El tema elegido para el 2011 fue un mensaje de agradecimiento al papa Juan Pablo II, beatificado el 1 de mayo, el primer día del mes dedicado a la Virgen y que reproducimos en el mes que se cumple el centenario de su nacimiento.



PARA EL DIALOGO Y LA MEDITACIÓN



MAYO: DESDE EL CUARTO DE GUARDIA

Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar

LA ADORACIÓN NOCTURNA MOMENTO PARA CULTIVAR LA INTIMIDAD CON DIOS

1º marco para esta noche de mayo.

     Pasar la vigilia en presencia de Dios. Dios está aquí No venimos a estar en el templo, ni ante los altares ni ante los retablos, Los adoradores nocturnos –hombres y mujeres- venimos a estar con nuestro Dios y Señor. Una gran poetisa católica lo expresó así:
Enséñame a callar de veras, hacia dentro
a asomarme al vacío donde pueda escucharte.
A despojarme pronto de esta envoltura inerte
que me oculta y te esconde en una red sin fin
de inútiles palabras….
Enséñame a callar y a entenderte en lo hondo
y que nazca tu luz, Señor, en mi silencio.

(ERNESTINA DE CHAMPOURCIN, Presencia a oscuras)

2º una oración jaculatoria  al espíritu santo, para que nos encienda en amores.

     Nada podemos nosotros. Pero el Señor Jesús nos anunció: “el Paráclito, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, hará que recordéis lo que yo os he enseñado y os lo explicará todo” Jn14, 25). Pidámoselo confiados:

Accende lumen sensibus,
infunde amorem cordibus,
infirma nostri corporis,
virtute firmans perpeti.
Enciende con tu luz nuestros sentidos,
infunde tu amor en nuestros corazones
y con tu perpetuo auxilio,
fortalece nuestra frágil carne.

3º un texto de un santo o de la iglesia que nos inicie en la oración meditativa.

     Hoy os propongo para vuestra lectura meditativa dos textos refundidos en uno de SAN RAFAEL ARNÁIZ, extraídos de sus Obras completas. El primero gira en torno  a la idea central “Fuera de Dios, nada hay” y al medio para encontrarlo: el silencio, “ese silencio que rumia amores y esperanzas”. “El silencio del que quiere mucho, mucho y no sabe qué decir, ni qué pensar, ni qué desear, ni qué hacer.  Sólo Dios allá adentro, muy calladito,… esperando.”
     La Adoración nocturna es mucho más que cumplir un compromiso personal piadoso. El adorador necesita como requisito en su vida interior haber descubierto que Dios constituye el centro de su vida. El teresiano “sólo Dios basta” cultivado en encuentros personales de amistad. Toda la vigilia es un encuentro privado con el Señor. El amor hacia Él debe estar aun cuando recitemos en coro los salmos u otras oraciones. Pronunciamos palabras pero si nos mueve el amor y no nos distraemos sino que estamos en lo que decimos, qué curioso, es un modo de silencio. Cuánto más en la media hora de meditación silenciosa. Si no se nos ocurren ideas, dedica tu silencio a quererle. Mírale, sabiendo que Él te mira.”
     El segundo texto es una comparación con el ciervo sediento. Nuestro Dios se ha encarnado, Cristo colma nuestros anhelos y nuestra sed.

 De las Obras completas de San Rafael Arnaiz.

     “Dios y siempre Dios; ni el corazón acaba de hartarse ni el alma encuentra sosiego fuera de Dios.
     Nada te dicen los hombres; nada encuentras en los libros, sólo en el silencio de todo y de todos.  En ese silencio que ni el pensamiento se atreve a turbar, en ese silencio que rumia amores y esperanzas, solamente ahí se puede vivir.
     Fuera, todo es ruido, barullo.  Fuera de Dios, nada hay.  La paz sólo está en Dios y Dios vive en el alma de sus amigos y mientras no busquemos a Dios en el silencio y la oración, mientras no nos estemos quietos…, no hallaremos paz ni encontraremos a Dios.
     Solamente en el silencio se puede vivir pero no en el silencio de palabras y de obras…, no; es otra cosa muy difícil de explicar.  Es el silencio del que quiere mucho, mucho y no sabe qué decir, ni qué pensar, ni qué desear, ni qué hacer.  Sólo Dios allá adentro, muy calladito,… esperando.
     Pobre alma que sufres; ¿buscas descanso? En nada ni en nadie lo hallarás.  Cállate un poquito, busca un sitio de tu alma, muy oculto, muy silencioso y en él pon un poco de amor a Jesús; y ya verás; ni penas ni alegrías turbarán tu paz y aun la espera se hará dulce.  ¿Por qué he de perderme en vanas palabras que nada pueden decir?
         Todo, todo se arregla mirando a Jesús…
     El ciervo con sed es el animal acosado por los cazadores.  Su sed le viene de su continuo correr por los montes, los riscos y las breñas. Busca con locura la fuente escondida donde sabe, hallará descanso a su fatiga y el agua que templará sus ardores.  El ciervo sediento es ciervo que huye…
     El alma con ansias del cielo es alma que ve sus flaquezas; el hombre que busca la fuente de Cristo es que está sediento, y la sed es de hombres y no de ángeles.
     Bien sabe el Señor que, cuando más débil me siento, cuando más lucho con la materia que tira hacia abajo, cuando el corazón se ve sujeto a tantas cosas y mi alma sufre con un dolor más humano que divino, entonces es cuando arrodillado delante del Sagrario y en silencio de la noche, gimo y lloro como el ciervo sediento.
     Entonces es cuando veo que sólo en Cristo se haya descanso. Entonces notamos que el amor que le tenemos es débil y flojo, es la centellica que apenas llamea. Vemos nuestra nada y nuestra pequeñez,  y que lo que no es mentira ni engaño, lo que es amor verdadero y felicidad perfecta, Lo que únicamente puede apagar nuestra sed... Cristo.”



   Cuando recitamos los salmos, por ejemplo, ¿qué debemos acallar para que nuestra oración se convierta en encuentro de alabanza y amistad con el Señor?

   ¿Por qué Don Luis de Trelles recomendaba a sus consocios, como llamaba a los adoradores, a contemplar a Cristo en la Eucaristía como se representa en la imagen del Corazón de Jesús, mostrando sus llagas y su corazón traspasado? ¿No será porque nos ayuda a descubrir, que en la Adoración Nocturna no venimos a soltar rezos y ya está, sino a amar a quien nos ama con locura?

   El barullo nos ensordece, el mundo nos ofrece mil deleites que no colman nuestra sed, ¿No será que sólo en Cristo se esclarece el misterio del hombre?

domingo, 17 de mayo de 2020

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 17 DE MAYO DEL 2020, 6º DE PASCUA (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Arzobispo de Toledo. Primado de España)

«YO PEDIRÉ AL PADRE QUE OS DÉ OTRO DEFENSOR»

Jn. 14. 15-21

             En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad.
       El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque mora con vosotros y está en vosotros.
       No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo.
       Entonces sabréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él».

Otras Lecturas: Hechos 8,5-8.14-17; Salmo 65; 1Pedro 3,15-18

LECTIO:
     Jesús propone un ex­traño modo de comprobar el amor verdadero hacia su Persona: guardar sus mandamientos, es decir, todo lo que su Palabra y su Persona han ido desvelando de tantas formas.
     Muchos vieron y escucharon al Maestro en su an­dadura humana, y tantos de ellos no entendieron nada. Era necesario que este nuevo modo de vivir la existen­cia, naciera de lo Alto, del Espíritu, como explicará el mismo Jesús en otra noche de confi­dencias al inquieto Nicodemo.
     Por eso el Señor, tras haber dicho a los más suyos que amarle y guardar sus mandamientos es la fidelidad cristiana, les prometerá el envío de ese Espíritu Para entender a Jesús hay que amarle, pero sólo ama quien no censura nin­guno de los factores que componen la vida y la palabra de la persona amada. (+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm. Arzobispo de Oviedo).

MEDITATIO:
     Jesús dice en el Evangelio de hoy: «El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama, y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él». Es el amor que nos introduce en el conocimiento de Jesús, gracias a la acción de este “Abogado” que Jesús nos ha enviado, es decir el Espíritu Santo. (Papa Francisco)
     Meditando estas palabras de Jesús, nosotros hoy percibimos ser el Pueblo de Dios en comunión con el Padre y con Jesús mediante el Espíritu Santo. En este misterio de comunión, la Iglesia encuentra la fuente inagotable de la propia misión, que se realiza mediante el amor. (Papa Francisco)
     El amor a Dios y al prójimo es el mandamiento más grande del Evangelio. El Señor hoy nos llama a corresponder generosamente a la llamada evangélica, al amor, poniendo a Dios en el centro de nuestra vida y dedicándonos al servicio de los hermanos, especialmente a los más necesitados de apoyo y consuelo. (Papa Francisco)

ORATIO:
     Señor Jesús: danos el Espíritu de la verdad para que nos haga comprender y poner en práctica todas tus palabras de vida, esas que has traído para nosotros del corazón del Padre eterno.

Dame, Señor, ojos nuevos
para ver la novedad de tu Espíritu
que habita en cada tiempo y lugar. 
Para descubrir la vida que late y quiere brotar…

CONTEMPLATIO:
     …El cristiano que anuncia a Jesús, más que demostrar a su Señor, lo que senci­llamente hace es mostrarle. Porque la razón de nuestra esperanza es un anuncio sencillo y fuerte de lo que nos ha su­cedido: la oscuridad, la indiferencia, la violencia, el pecado y la muerte, han sido des­plazadas y arrancadas en noso­tros por el paso liberador de la Pascua de Jesús en nuestra vida.
      Y esa liberación que nos ha sucedido a nosotros deseamos que suceda también absolutamente a todos. Los mandamientos cristianos son vivir la vida de Jesucristo por la fuerza del Espíritu de la Verdad. Predicamos a Cristo siendo testigos de la luz, de la misericordia, de la paz, de la gracia y de la vida que ha acontecido y acontece en nosotros tras el encuen­tro con Él. Él es nuestra regla y nuestra ley. (+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm. Arzobispo de Oviedo).



   Así como Jesucristo predicaba, así ahora el Espíritu Santo predica; así como enseñaba, así el Espíritu Santo enseña; así como Cristo consolaba, el Espíritu Santo consuela y alegra. ¿Qué pides? ¿Qué buscas? ¿Qué quieres más? ¡Que tengas tú dentro de ti un consejero, un administrador, uno que te guíe, que te aconseje, que te esfuerce, que te encamine, que te acompañe en todo y por todo! Finalmente, si no pierdes la gracia, andará tan a tu lado, que nada puedas hacer, ni decir, ni pensar que no pase por su mano y santo consejo. Será tu amigo fiel y verdadero; jamás te dejará si tú no le dejas. (S. Juan de Ávila)