TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

miércoles, 30 de marzo de 2016

MENSAJE DE NUESTRO OBISPO PARA LA PASCUA DE RESURRECCIÓN (I)

     Queridos amigos ¡Feliz Pascua!
La alegría del Resucitado, nuestro Evangelio
     Me dirijo a vosotros con gran alegría para desearos la felicidad de Cristo Resucitado cuando aún resuenan los aleluyas de la resurrección que anuncian esta gran fiesta que es el Domingo de la Resurrección del Señor, cuya celebración se prolonga cincuenta días hasta Pentecostés, y que nos invita a vivir la originalidad radical del cristianismo, a experimentar hasta qué punto “los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá”, como dice San Pablo (Rm 8,18). Esta es la razón por la que Cristo y su Evangelio son una “Buena Noticia” que nos alegra, pues nos cambia la vida, y nos hace mensajeros de una alegría que el mundo no puede experimentar. Toda la Pascua es como un solo día, como una gran luz que nos anuncia que Jesucristo, venido del cielo al universo de los hombres, ha entrado en las tinieblas de este mundo y las tinieblas se volvieron luz. Él nos dice: “He resucitado y ahora estoy siempre contigo”, “mi mano te sostiene”. Su resurrección es un hecho único en la historia y, al tiempo, un misterio de fe; es un misterio de vida y gozo para quienes en el bautismo han muerto y resucitado con Él.
Esta es nuestra fe, la fe de la Iglesia
     La Iglesia exulta en toda la tierra y proclama un Aleluya sonoro que abarca el orbe entero. Es la expresión del gozo desbordante que nace de la fe, del encuentro vivo con el resucitado, de la experiencia de haberle encontrado vivo y activo. Confesemos nuestra fe con las palabras del Símbolo niceno-constantinopolitano: “Resucitó al tercer día, según las Escrituras”; o, con las palabras del Símbolo de los Apóstoles: “Al tercer día resucitó de entre los muertos”.
     La resurrección, aun siendo un evento determinable en el espacio y en el tiempo, transciende y supera la historia.  La certeza de la resurrección de Jesús ha hecho de nosotros hombres nuevos, como sucedió con los apóstoles y con las santas mujeres. No sólo se afianzó en ellos la fe en Cristo, sino que se transformaron sus vidas y quedaron preparados para dar testimonio de la verdad sobre su resurrección y sobre nuestra redención. También nosotros nos alegramos y gozamos con la Gloria y el gozo de Cristo Nuestro Señor resucitado y triunfante.
     La fe cristiana y la predicación de la Iglesia tienen su fundamento en la resurrección de Cristo, que es la confirmación definitiva y la plenitud de la revelación, y al mismo tiempo es la fuente del poder del evangelio que nos salva y de la Iglesia. Ella nos aporta la presencia confortadora de Cristo glorioso, el gozo de la gracia, la esperanza y la posesión ya incoada en nosotros de la vida eterna. Se trata de una alegría más sólida que sensible y fruitiva, como lo es la paz que ofrece Jesús: “Mi paz… no es una paz como la que da el mundo” (Jn 14, 27). Algo tan sublime debemos implorarlo como verdadero don.
Vivamos la vida nueva
     Jesucristo, por su muerte, nos ha liberado del pecado y nos abre el acceso a la vida nueva, pues se ha revelado como “Hijo de Dios con poder, según el espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos” (Rom 1, 4), y transmite a los hombres esta santidad porque “fue entregado por nuestros pecados y fue resucitado para nuestra justificación” (Rom 4, 25). Busquemos por todos los medios esta nueva vida que brota del bautismo, y, como resucitados con Cristo, anhelemos “los bienes de arriba”.
Pidamos al Resucitado que crezca nuestra fraternidad
     La participación en esta vida nueva hace también que los hombres sean “hermanos” de Cristo, como el mismo Jesús llama a sus discípulos después de la resurrección: “Id a anunciar a mis hermanos...” (Mt 28, 10; Jn 20, 17). Hermanos no por naturaleza sino por don de gracia, pues esa filiación adoptiva nos da una verdadera y real participación en la vida del Hijo unigénito, tal como se reveló plenamente en su resurrección. Que esta fraternidad sea nuestro distintivo y que brille, ante nuestro mundo fragmentado y desunido, la presencia viva del resucitado que nos hermana en la comunidad de discípulos. Que la unidad sea el reflejo de esta nueva vida con el resucitado que anhela el corazón, y que se expresa mejor en la caridad fraterna y en la comunicación cristiana de bienes.
Reavivemos nuestra esperanza
     La resurrección del Señor es el fundamento, el manantial y la certeza de nuestra futura resurrección.  “Si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en nosotros, Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en vosotros” (Rom 8, 11). Es un proceso misterioso de revitalización que alcanzará también a los cuerpos en el momento de la resurrección por el poder de ese mismo Espíritu Santo que obró la resurrección de Cristo. Que la esperanza sobrenatural sea el distintivo de nuestro ejemplo, y que la paz para afrontar las dificultades sea el consuelo para los tristes, enfermos, ancianos y cuantos viven en soledad o han perdido el sentido de la vida.
Vivamos la gracia de ser hijos de Dios

     En espera de esa transcendente plenitud final, Cristo resucitado vive en los corazones de sus discípulos y seguidores como fuente de santificación por el Espíritu Santo, fuente de la vida divina y de la filiación, fuente de la futura resurrección. Esa certeza le hace decir a San Pablo en la Carta a los Gálatas: “Con Cristo estoy crucificado; y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí. La vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gal 2, 20). Como el Apóstol, también cada cristiano, aunque vive todavía en la carne (Cfr. Rom 7, 5), vive una vida ya espiritualizada con la fe (Cfr. 2 Cor 10, 3), porque el Cristo vivo, el Cristo resucitado se ha convertido en el sujeto de todas sus acciones: Cristo vive en mí (Cfr. Rom 8, 2. 10)11;. Flp 1, 21; Col 3, 3). He aquí la vida en el Espíritu Santo que hemos de desear y pedir para ser en todo profundamente cristianos.
+ Rafael, Obispo de Cádiz y Ceuta - Pascua de 2016

viernes, 25 de marzo de 2016

EL TRIDUO PASCUAL Y SU SIGNIFICACIÓN


       La pascua de los primitivos cristianos, entremezclada con la experiencia de la comunidad apostólica, giraba en torno a una sola celebración. El criterio místico de la concentración dominaba sobre el cronológico de los tres días, que se impuso más adelante. La pascua era la gran celebración de la noche. Su celebración concentraba la unidad de la historia de salvación desde la creación a la parusía.
     Pronto esta vigilia pascual fue precedida de uno o más días de ayuno, los cuales se transformaron progresivamente en el triduo del viernes, sábado y domingo, dedicados, respectivamente, a la muerte, sepultura y resurrección del Señor.
     El triduo pascual, vislumbrado ya en Orígenes, nos lo descubre no como una indicación cronológica, sino de sentido teológico y litúrgico. Comentando Os 6,2, dice: Prima die nobis passio Salvatoris est et secunda, qua descendit in infernum, tertia autem resurrectionis est dies, (El primer y el segundo día son para nosotros el sufrimiento del Salvador, que bajó a los infiernos, y el tercero es el día de la resurrección).
     Llegados al s. IV, encontramos una formulación teológica litúrgica bien precisa del triduo sacro. En san Ambrosio podemos leer: "Triduo en el que ha sufrido, ha reposado y ha resucitado el que pudo decir destruid este templo y en tres días lo reedificaré". Entre otras escogemos la conocida expresión de Agustín: Sacratissimum triduum crucifixi, sepulti et suscitati. (Triduo sacratísimo de la crucifixión, sepultura y resurrección)
     La doble tradición acerca del nombre de pascua contribuyó también a forjar la teología del triduo. Al entrar en crisis la primitiva, la asiática (pascha-passio), en el s. IV, va adquiriendo preponderancia la occidental al tener conocimiento de la alejandrina (pascha-transitus). La traducción latina de la Vulgada de Ex 12,11 de la palabra pascua como paso, (transitus) está en la base del nuevo acento teológico.
     Al interpretarse pascua por paso, como lo hace por primera vez Clemente de Alejandría, resulta muy adecuada para significar el principio y el término del triduo. Será el vehículo de una teología que permite poner de relieve los aspectos morales, ascéticos y doctrinales de la pascua. Los autores cristianos expresan así la dimensión cristológica, sacramental y escatológica de la fiesta.

CELEBRACIÓN LITÚRGICA DEL SANTO TRIDUO
     
   Santo Triduo Pascual es el título del misal, puesto inmediatamente antes de la misa vespertina de la cena del Señor. El epígrafe Santísimo Triduo Pascual de la muerte y resurrección del Señor, en la oración de las horas, encabeza los oficios que empiezan por las vísperas del jueves de la cena del Señor. En el leccionario, con menor precisión, la Misa Crismal del jueves va precedida de la expresión triduo pascual. El nuevo Ordo Lectionum el orden de las lecciones del año 1981, rectificando, pone la Misa Crismal en la cuaresma, y la palabra triduo precede a la Misa de la cena.
   Para las normas universales sobre el año litúrgico, el triduo pascual de la pasión y de la resurreción del Señor comienza con la misa vespertina de la cena del Señor, tiene su centro en la vigilia pascual y acaba con las vísperas del domingo de resurrección.
     Hasta aquí una síntesis de la normativa actual según los libros litúrgicos promulgados después del concilio Vat. II…
 … Las bases  bíblicas y patrísticas en ningún caso incluían el jueves santo, ni siquiera parcialmente. Para la iglesia, el triduo pascual de la pasión y resurrección del Señor es el punto culminante de todo el año litúrgico. El triduo pascual, propiamente, comprende los tres días de la muerte, sepultura y resurrección del Señor. Así se explica que la liturgia de las Horas del jueves tenga el carácter de una feria de cuaresma. En todo caso, las vísperas de los que no participan en la misa vespertina, que ocupa el lugar de las primeras vísperas, y la propia eucaristía, son como la introducción del triduo.
      No se olvide que la única celebración litúrgica de estos días, en los orígenes, era la de la vigilia pascual. Es esta dinámica propia, que va de la austeridad a la alegría y de la muerte a la vida, la que lleva impresa el orden y sentido de las celebraciones del triduo, desde este prólogo del jueves, bien significado en la lectura profética de la pascua del Éxodo.

                                                                                                                                                           Joan Bellavista

miércoles, 23 de marzo de 2016

INDULGENCIA PLENARIA Y EL SANTO TRIDUO PASCUAL

     Durante la Semana Santa podemos ganar para nosotros o para los difuntos el don de la Indulgencia Plenaria si realizamos algunas de las siguientes obras establecidas por la Santa Sede.

OBRAS QUE GOZAN DEL DON DE LA INDULGENCIA PLENARIA EN SEMANA SANTA

Jueves Santo
1.- Si durante la solemne reserva del Santísimo Sacramento, que sigue a la Misa de la Cena del Señor, recitamos o cantamos el himno eucarístico del "Tantum Ergo" ("Adorad Postrados este Sacramento…").

2.- Si visitamos por espacio de media hora el Santísimo Sacramento reservado en el Monumento para adorarlo.
Viernes Santo
1.- Si asistimos piadosamente a la Adoración de la Cruz en la solemne celebración de la Pasión del Señor.
Sábado Santo
1.- Si rezamos juntos el Santo Rosario.
Vigilia Pascual
1.- Si asistimos a la celebración de la Vigilia Pascual (Sábado Santo por la noche) y en ella renovamos las promesas de nuestro Santo Bautismo.


CONDICIONES:
     
     Para ganar la Indulgencia Plenaria además de haber realizado la obra enriquecida se requiere el cumplimiento de las siguientes condiciones:
a.- Exclusión de todo afecto hacia cualquier pecado, incluso venial.
b.- Confesión sacramental, Comunión eucarística y
c.- Oración por las intenciones del Sumo Pontífice.
     Estas tres condiciones pueden cumplirse unos días antes o después de la ejecución de la obra enriquecida con la Indulgencia Plenaria; pero conviene que la comunión y la oración por las intenciones del Sumo Pontífice se realicen el mismo día en que se cumple la obra.

     Es oportuno señalar que con una sola confesión sacramental pueden ganarse varias indulgencias. Conviene, no obstante, que se reciba frecuentemente la gracia del sacramento de la Penitencia, para ahondar en la conversión y en la pureza de corazón. En cambio, con una sola comunión eucarística y una sola oración por las intenciones del Santo Padre sólo se gana una Indulgencia Plenaria.

     La condición de orar por las intenciones del Sumo Pontífice se cumple si se reza a su intención un solo Padrenuestro y Avemaría; pero se concede a cada fiel cristiano la facultad de rezar cualquier otra fórmula, según su piedad y devoción.

CELEBRACIÓN DEL SANTO TRIDUO PASCUAL


AVISO PARA ADORADORAS/ES DEL TURNO NÚM. 5 DE MARÍA AUXILIADORA Y SAN JOSÉ

CELEBRACIONES PARROQUIALES DE SEMANA SANTA

Jueves Santo
(24 de marzo)

     17.30 h.   MISA DE LA CENA DEL SEÑOR
     21.00 h.   ORACIÓN ANTE EL SANTÍSIMO Y ADORACIÓN

Viernes Santo
(25 de marzo)

     12.00 h.   ORACIÓN Y REFLEXIÓN DE LAS SIETE PALABRAS
     17.30 h.   CELEBRACIÓN DE LA PASIÓN DEL SEÑOR

Sábado Santo
(26 de marzo)

     12.00 h.   ORACIÓN ANTE EL SEPULCRO VACÍO
     22.00 h.      SOLEMNE VIGILIA PASCUAL

Domingo de Resurrección
(27 de marzo)

MISAS DE PASCUA: 11.00 – 12,00 – 13,30 – 19,00 – 20,00 H.
  

     Como en años anteriores, éste 2016, el Consejo Parroquial nos ha encargado la participación/preparación del segundo  turno de ORACIÓN ANTE EL SANTÍSIMO  que tendrá lugar D.m. el próximo Jueves Santo (24 de marzo) en la Iglesia de San José y en horario de 22,00 a 01, 00 horas.  Os transcribo también todo el turno de la Vigilia  por si alguno está interesado en participar en algún otro, así como unas mínimas normas para el correcto funcionamiento de la misma y de respeto hacia los demás.

    Turno                                  Hora                                     Responsable    
       Hora Santa                               21,00 – 22,00                             P. Salvador Rivera (Párroco)
       1º Turno                                   22,00 – 01,00                                  Francisco de la Torre     
       2º Turno                                   01,00 – 04,00                      Mª del Carmen Estévez y Chantal
       3º Turno                                   04,00 – 07,00                                      Carlos Vizcaíno
       4º Turno                                   07,00 – 09,00                          
· La persona que esté interesada en orar en algunos de los Turnos, se lo indicará al responsable, para que éste sepa con las personas que cuenta para su Turno.
· El Templo cerrará su puerta principal a las 22,00h.
· 10 minutos antes del comienzo de cada turno nos concentraremos en los jardines parroquiales (puerta sacristía).
· Pedimos puntualidad, para comenzar el turno con todos los participantes, ya que la puerta de la Sacristía se cerrará cinco minutos después del comienzo de cada Turno.
· El Templo volverá a abrir su puerta principal a las 09,00 h de la mañana.

Recuerda que Jesús Sacramentado nos espera


domingo, 20 de marzo de 2016

LECTIO DIVINA PARA EL 20 DE MARZO, DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR (Comentario de + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo)

« ¡BENDITO EL QUE VIENE, EN NOMBRE DEL SEÑOR! »

Lc. 19. 28-40

           En aquel tiempo, Jesús echó a andar delante, subiendo hacia Jerusalén. Al acercarse a Betfagé y Betania, junto al monte llamado de los Olivos, mandó a dos discípulos, diciéndoles: "Id a la aldea de enfrente; al entrar, encontraréis un borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta: "¿Por qué lo desatáis?", contestadle: "El Señor lo necesita".
     Ellos fueron y lo encontraron como les había dicho. Mientras desataban el borrico, los dueños les preguntaron: "¿Por qué desatáis el borrico?" Ellos contestaron: "El Señor lo necesita." Se lo llevaron a Jesús, lo aparejaron con sus mantos y le ayudaron a montar.
     Según iba avanzando, la gente alfombraba el camino con los mantos. Y, cuando se acercaba ya la bajada del monte de los Olivos, la masa de los discípulos, entusiasmados, se pusieron a alabar a Dios a gritos, por todos los milagros que habían visto, diciendo: "¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en lo alto.
     Algunos fariseos de entre la gente le dijeron: «Maestro, reprende a tus discípulos». Y respondiendo, dijo: «Os digo que, si estos callan, gritarán las piedras».

Otras Lecturas: Isaías 50,1-7; Salmo 21; Filipenses 2,6-11

LECTIO:
                La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, tiene una dimensión de anuncio y profecía, como también de realización y consumación de las profecías sobre el Mesías, pero lo hace de manera humilde y pobre sobre un burro. La aclamación y la glorificación de la gente, que lo reconocen como el prometido, es un reconocimiento de todo lo que hizo y de todo lo que dijo. Lo proclama como el Bendito, el que viene en el Nombre del Señor, como el Rey servidor.
       En sí es un pasaje de contrastes, pues por un lado vemos estas aclamaciones que son un reconocimiento de su identidad y por otro veremos a que otros pedían su condena, el rechazo total.
       En esta entrada triunfal el grito es:Hosanna, bendito el que viene y después será: “…crucifícalo… crucifícalo…”. Es de destacar la actitud de Jesús, pues por un lado a lo largo de su vida, siempre evitó las ocasiones donde la gente lo reconocieran solo como un líder socio-político, en cambio aquí lo aceptó y no solo eso, sino que justificó la actitud de la gente.
       Esta entrada de Jesús en Jerusalén nos ayuda a ver la verdadera dimensión de los días que viviremos en la Semana Santa, donde veremos que Aquel que está siendo injustamente condenado, flagelado y a quien cargaron con su cruz, para que después diera su vida en ella, es el Mesías esperado, el HIJO de Dios vivo, que dio su vida para llevarnos a su Padre.
       De ahí, que iniciar la Semana Santa con la entrada de Jesús en la ciudad Santa, nos sensibiliza respecto a la actitud que debemos tener ante el Señor: Él vino a darnos vida con su muerte en la cruz. 

MEDITATIO:
      En la procesión del Domingo de Ramos nos unimos a la muchedumbre de discípulos que, con alegría festiva, acompañan al Señor en su entrada en Jerusalén. Como ellos, alabamos al Señor alzando la voz por todos los prodigios que hemos visto.
«¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor! »
     En la procesión de las Palmas profesamos la realeza de Jesucristo. Reconocerle como Rey significa aceptarle como quien nos indica el camino, Aquél de quien nos fiamos y a quien seguimos. Significa aceptar día tras día su palabra como criterio válido para nuestra vida.
     Seguir a Jesús supone  un cambio interior de la existencia. Exige que ya no me cierre en mi yo. Exige entregarme libremente al Otro por la verdad, por el amor, por Dios, que en Jesucristo, me precede y me muestra el camino.
«¡Paz en el cielo y gloria en lo alto! ».
     Seguir a Jesús es la decisión fundamental de dejar de considerar la utilidad, la ganancia, la carrera y el éxito como el objetivo último de mi vida, para reconocer como criterios auténticos la verdad y el amor.
     Seguir a Jesús es optar entre vivir sólo para mí o entregarme a lo más grande. Al seguirle a Él, me pongo al servicio de la verdad y del amor.                                                             

ORATIO:
La obra de salvación y de liberación realizada por Jesús perdura a lo largo de los siglos. La Iglesia, no se cansa de  aclamarlo  con la alabanza y la adoración… "¡Hosanna! Bendito el que viene en nombre del Señor.
Concédenos unirnos a ti con un abandono total de quien se fía -como un niño- en manos del Padre, seguros de que la muerte no tiene la última palabra, sino el gozo y el triunfo del amor eternamente victorioso.

CONTEMPLATIO:
      El pueblo de Jerusalén aclama al Señor con gritos de HOSANNA, y con palmas de olivo. También nosotros hemos acogido al Señor; también nosotros hemos expresado la alegría de acompañarlo, de saber que nos es cercano, presente en nosotros y en medio de nosotros… como faro luminoso de nuestra vida. Jesús es Dios, pero se ha abajado a caminar con nosotros.
     ¿Cómo entra Jesús en Jerusalén? La multitud lo aclama como rey. Y él no se opone, no la hace callar. Pero, ¿qué tipo de rey es Jesús? como anuncia Isaías;  entra para recibir una corona de espinas, una caña, un manto de púrpura. Su realeza será objeto de burla.
     Jesús entra en Jerusalén para morir en la cruz. Ese es el trono de Jesús.  ¿Por qué la Cruz? Porque Jesús toma sobre sí el mal, la suciedad, el pecado del mundo, también el nuestro, y lo lava, lo lava con su sangre, con la misericordia, con el amor de Dios.
Éste es el bien que Jesús nos hace a todos nosotros sobre el trono de la Cruz. La Cruz de Cristo, abrazada con amor, nunca conduce a la tristeza, sino a la alegría, a la alegría de ser salvados y de hacer un poquito de lo que hizo él ese día de su muerte.


Aceptemos todo por amor al Verbo, imitemos a través de nuestros sufrimientos la Pasión, honremos con nuestra sangre a la Sangre, llevemos decididamente la cruz. Si eres Simón Cireneo, toma la cruz y sigue al Maestro. Si, como el ladrón, estás en la cruz, con honradez reconoce a Dios: si Él por ti, por tus pecados, ha sido contado entre los malhechores, tú, por Él, hazte justo. Adora al que por tu culpa ha sido colgado de un madero. (Gregorio Nacianceno).