TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

miércoles, 22 de diciembre de 2021

 ANTÍFONAS DE ADVIENTO O ANTÍFONAS MAYORES


(continuación)

4.-¡Oh Llave de David! y Cetro de la casa de Israel; que abres y nadie puede cerrar; cierras y nadie puede abrir: ven y libra a los cautivos que viven en tinieblas y en sombra de muerte.

   O Clavis David, et sceptrum domus Israel; qui aperis, et nemo claudit; claudis, et nemo aperit: veni, et educ vinctum de domo carceris, sedentem in tenebris, et umbra mortis.

Isaías había profetizado:

·  «Pondré la llave de la casa de David sobre su hombro; abrirá, y nadie cerrará, cerrará, y nadie abrirá.» Is. 22:22

·  «Grande es su señorío y la paz no tendrá fin sobre el trono de David y sobre su reino, para restaurarlo y consolidarlo por la equidad y la justicia, desde ahora y hasta siempre, el celo de Yahveh Sebaot hará eso.»  Is. 9:6

5.-¡Oh Sol! que naces de lo alto, Resplandor de la luz eterna, Sol de justicia, ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte.

      Oriens, splendor lucis aeternae et sol iustitiae: veni et illumina sedentem in tenebris et umbra mortis. 

Isaías había profetizado:

·  «El pueblo que andaba a oscuras vio una luz grande. Los que vivían en tierra de sombras, una luz brilló sobre ellos.»  Is. 9:1-2

6.-¡Oh Rey de las naciones! y Deseado de los pueblos, Piedra angular de la Iglesia, que haces de dos pueblos uno solo: ven y salva al hombre, que formaste del barro de la tierra.

  O Rex Gentium, et desideratus earum, lapisque angularis, qui facis utraque unum: veni, et salva hominem, quem de limo formasti.

Isaías había profetizado:

·  «Porque una criatura nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Estará el señorío sobre su hombro, y se llamará su nombre "Maravilla de Consejero", "Dios Fuerte", "Siempre Padre", "Príncipe de Paz".» Is. 9:5

·    «Juzgará entre las gentes, será árbitro de pueblos numerosos. Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas. No levantará espada nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra.»  Is. 2:4

7.-¡Oh Dios!, rey y legislador nuestro, esperanza de las naciones y salvador de los pueblos: ven a salvarnos, Señor Dios nuestro.

   O Emmanuel, Rex et legifer noster,  exspectatio Gentium, et Salvator earum: veni ad salvandum nos, Domine, Deus noster.

Isaías había profetizado:

· «Pues bien, el Señor mismo va a daros una señal: He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel.»  Is. 7:14

 

   Unamos a la oración un recogimiento mayor, una vigilancia más continua; descendamos con más frecuencia al fondo de nuestra alma, a fin de purificarla y embellecerla pensando que debe ser la cuna del Niño divino. Sin embargo, la grande preparación  es renunciar al pecado, al pecado mortal especialmente, pues ¿qué puede haber de común entre el Hijo de María y un corazón manchado de iniquidades?

      Escuchemos a san Carlos exhortando a su pueblo a santificar el Adviento, y apropiémonos de las palabras del gran Arzobispo: “Durante el Adviento debemos prepararnos para recibir al Hijo de Dios que abandona el seno de su Padre para hacerse hombre, y platicar nosotros; es preciso destinar un poco del tiempo que consagramos a nuestras ocupaciones a meditar en silencio sobre las preguntas siguientes: ¿Quién es el que viene? ¿De dónde viene? ¿Cómo viene? ¿Cuáles son los hombres para los que viene? ¿Cuáles son los motivos y cuál debe ser el fruto de su venida? Cifremos en él nuestras aspiraciones todas a imitación de los justos y Profetas del Antiguo Testamento que por tanto tiempo le esperaron, y para abrirle el camino de nuestro corazón purifiquémonos por medio de la confesión, el ayuno y de la comunión.


FELICITACIÓN DEL CONSEJO DIOCESANO


domingo, 19 de diciembre de 2021

DOMINGO IV DE ADVIENTO (19 de diciembre)

     En María, el Hijo de Dios se hizo hombre para que nosotros, por su Pasión y cruz podamos llegar a la gloria de la resurrección (cf. 1.ª orac.). Y esto fue posible gracias a su fe, con la que aceptó obediente el anuncio del ángel: «Dichosa tú que has creído» (Ev.). Esa obediencia es la que tuvo el Hijo desde el momento de su encarnación: «Aquí estoy para hacer tu voluntad» (2 lect.). María, con el Hijo de Dios en su seno, es el arca de la Nueva Alianza que visita a Isabel. Y con ella nos dirigimos hacia Belén donde nacerá el jefe de Israel (cf. 1 lect.). El Espíritu Santo sigue haciendo presente a Cristo en la eucaristía (orac. sobre las ofrendas).

San José y la Acogida

   José tenía sus sueños de matrimonio y familia. También su negocio y su futuro. Curiosamente la primera elección de José en su primer sueño es elegir acoger la renuncia a sí mismo. La pobreza de acoger con todas las críticas y la maldad de su familia y vecinos, lo que no es suyo. Acoger renunciando a lo que más deseaba en su afecto y relacionabilidad y ser pobre a la mirada de los otros que, abierta o indirectamente, lo despreciaban en su interior. También hoy es típico hablar del consumo, porque vivimos solicitados, abrumados en la necesidad de consumir. Nos creamos necesidades artificiales de bienestar que, además, es la vertebración económica de nuestra sociedad y la llaman el motor de la civilización. Por eso, la producción exige consumo y si no se da, se estimula y se crea la necesidad. Es una sociedad que no quiere personas, sólo clientes. Esta es nuestra cultura de clientes acelerados que cada día se superan en sus productos y sin asimilarlos ya están pasados de moda o dejan de fabricarlos. Vivimos una cultura contraria a la posibilidad de asimilar y, por lo tanto, de acoger.

   José tiene que interpretar el lenguaje de Dios. Tiene que descubrir, asimilar el lenguaje de Dios y lo hace. ¿Podríamos nosotros en esta cultura descubrir el lenguaje de Dios? ¿Los sueños de Dios? José asume la pobreza de no dominar el tiempo, y se introduce en otro tiempo y ahí comienza su camino de pobreza y de elección. Su camino de acogida. ¿Y tú, serías capaz?

Mons. Jesús Rodríguez Torrente, asistente eclesiástico de ACN España



 ANTÍFONAS DE ADVIENTO O ANTÍFONAS MAYORES


     Las antífonas de Adviento o de la O (así llamadas porque todas empiezan en latín con la exclamación «O», en castellano «Oh».) son siete, y la Iglesia las canta antes y después del Magnificat con el Oficio de Vísperas desde el día 17 hasta el día 23 de diciembre. Son un llamamiento al Mesías recordando las ansias con que era esperado por todos los pueblos antes de su venida, y, también son, una manifestación del sentimiento con que todos los años, de nuevo, le espera la Iglesia en los días que preceden a la gran solemnidad del Nacimiento del Salvador.

     Fueron compuestas hacia los siglos VII-VIII, y se puede decir que son un magnífico compendio de la cristología más antigua de la Iglesia, y a la vez, un resumen expresivo de los deseos de salvación de toda la humanidad, tanto del Israel del Antiguo Testamento como de la Iglesia del Nuevo. Cada antífona empieza por una exclamación, «Oh», seguida de un título mesiánico tomado del Antiguo Testamento, pero entendido con la plenitud del Nuevo. Es una aclamación a Jesús el Mesías, reconociendo todo lo que representa para nosotros. Y termina siempre con una súplica: «ven» y no tardes más.

   Son breves oraciones dirigidas a Cristo Jesús, que condensan el espíritu del Adviento y la Navidad. La admiración de la Iglesia ante el misterio de un Dios hecho hombre: «Oh». La comprensión cada vez más profunda de su misterio. Y la súplica urgente: «ven».

     Leídas en sentido inverso las iniciales latinas de la primera palabra después de la «O», dan el acróstico «erocras», que significa «seré mañana, vendré mañana», que es como la respuesta del Mesías a la súplica de sus fieles.

 

1.-¡Oh, Sabiduría!, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín, y ordenándolo todo con firmeza y suavidad: ven y muéstranos el camino de la salvación.

     O Sapientia, quae ex ore Altissimi prodiisti, attingens a fine usque ad finem, fortiter suaviterque disponens omnia: veni ad docendum nos viam prudentiae.

Isaías había profetizado:

· «Reposará sobre él el espíritu de Yahveh: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Yahveh. Y le inspirará en el temor de Yahveh.» Is. 11:2-3

·    «[...] trazar un plan maravilloso, llevar a un gran acierto.» Is. 28-29

 

2.-¡Oh Poderoso Señor!, jefe de la casa de Israel, que te apareciste a Moisés en la zarza encendida, y le diste tu Ley sobre el monte Sinaí! ¡Ven a rescatarnos con el poder de tu brazo.

     O Adonai et dux domus Israel, qui Moysi in igne flammae rubi apparuisti, et ei in Sina legem dedisti: veni ad redimendum nos in brachio extento.

Isaías había profetizado:

· «Juzgará con justicia a los débiles, y sentenciará con rectitud a los pobres de la tierra. Herirá al hombre cruel con la vara de su boca, con el soplo de sus labios matará al malvado. Justicia será el ceñidor de su cintura, verdad el cinturón de sus flancos.» Is. 11:4-5

· «Porque Yahveh es nuestro juez, Yahveh nuestro legislador, Yahveh nuestro rey: él nos salvará. Is. 33:22

 

3.-¡Oh Renuevo del tronco de Jesé!, que te alzas como un signo para los pueblos; ante quien los reyes enmudecen, y cuyo auxilio imploran las naciones: ven a librarnos, no tardes más.

     O Radix Jesse, qui stas in signum populorum, super quem continebunt reges os suum, quem Gentes deprecabuntur: veni ad liberandum nos, jam noli tardare.

Isaías había profetizado:

· «Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará.» Is. 11:1

· «Aquel día la raíz de Jesé que estará enhiesta para estandarte de pueblos, las gentes la buscarán, y su morada será gloriosa.» Is. 11:10

   Jesé era el padre del rey David, y Miqueas había profetizado que el Mesías provendría de la casa y del linaje de David y que nacería en la ciudad de David, Belén. Miq. 5:1 

 (…)


PARA EL DIÁLOGO Y LA MEDITACIÓN

 

DICIEMBRE :  COMO UN NIÑO

Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar

 

Reflexiones que nos animen y ayuden a encontrarnos con Jesús sacramentado y descansar en su corazón

 de Niño, que pide cariño y amor, de la mano de María y José.

 

RECIBIR EL REINO DE DIOS COMO UN NIÑO

 

     Lucas 2, 12: “Encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” Mateo 18, 3: “Si no os hiciereis como niños no entraréis en el reino de los cielos” Isaías 66 12-13: “Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán; como un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo.”

     San Juan Pablo II, 2 de julio de 1989, nos enseña a ponernos en manos de María para ser niños: 

     “El Espíritu ha plasmado la santa humanidad de Cristo: su cuerpo y su alma, con toda la inteligencia, la voluntad, la capacidad de amar. En una palabra, ha plasmado su corazón.   La humanidad de Cristo es también obra de la Virgen. El Espíritu plasmó el Corazón de Cristo en el seno de María, que colaboró activamente con Él como madre y como educadora.  Como Madre, Ella se adhirió consciente y libremente al proyecto salvífico de Dios Padre, siguiendo en un silencio lleno de adoración, el misterio de la vida que en Ella había brotado y se desarrollaba.   Como educadora, Ella plasmó el Corazón de su propio Hijo, introduciéndolo, junto con San José, en las tradiciones del pueblo elegido, inspirándole el amor a la ley del Señor, comunicándole la espiritualidad de los “pobres del Señor”. Ella lo ayudó a desarrollar su inteligencia y seguramente ejerció influjo en la formación de su temperamento.”

      Santa Teresa del Niño Jesús nos muestra el caminito, en carta a su Hna. María del Sagrado Corazón, 17 de septiembre de 1896.

     “Lo que agrada a Dios es verme amar mi pequeñez y mi pobreza, es la esperanza ciega que tengo en su misericordia. He aquí mi único tesoro. Para amar a Jesús, para ser su víctima de amor, cuanto más débil se es, sin deseos ni virtudes, tanto más cerca se está de las operaciones de este amor consumidor y transformante. El solo deseo de ser víctima basta, pero es necesario consentir en permanecer siempre pobres y sin fuerzas, y he ahí lo difícil, porque ¿dónde encontrar al verdadero pobre de espíritu? “Hay que buscarle muy lejos”, dijo el salmista. No dijo que hay que buscarle entre las grandes almas, sino “muy lejos”, es decir en la bajeza, en la nada. ¡Ah, permanezcamos, pues, muy lejos de todo lo que brilla, amemos nuestra pequeñez, deseemos no sentir nada; entonces seremos pobres de espíritu, y Jesús irá a buscarnos, por lejos que estemos, ¡y nos transformará en llamas de amor! La confianza, y nada más que la confianza, es la que debe conducirnos al amor”.

     Insiste en el mismo camino a su hermana Leonia, 12 de julio de 1896:

     “Te aseguro que Dios es mucho mejor de lo que tú crees. Se contenta con una mirada, con un suspiro de amor. En cuanto a mí, la perfección me parece muy fácil de practicar, porque he comprendido que no hay que hacer más que ganar a Jesús por el corazón. Dios se hace mendigo de nuestro amor. Nos manifiesta que las más pequeñas acciones, hechas por amor, son las que cautivan su corazón. ¡Ah, si hubiese que hacer grandes cosas, cuánto se nos debería compadecer! ¡Pero qué felices somos, puesto que Jesús se deja encadenar por las más pequeñas! ¡Es tan dulce ayudar a Jesús con nuestros ligeros sacrificios, ayudarle a salvar las almas que él redimió al precio de su sangre y que sólo esperan nuestro socorro para no caer en el abismo!”

     San Manuel González nos enseña a acudir al Sagrario para ser niños. Obras completas 1127-1128: 

    “Corazón de Jesús Sacramentado, en oración perpetua ante el Padre celestial, enséñanos a “hacer todo orando”, esto es, hablando contigo, dándote gusto, contando con tu misericordia o echándola de menos.  Si heridos y maltrechos de los combates de la tentación, del dolor y del pecado, nos fuéramos al primer Sagrario que encontráramos y repitiéramos con fe y con ahínco de humilde confianza al Jesús bueno que allí mora, es decir, si orásemos en el Sagrario como se oraba en el Evangelio, estemos ciertos de que las maravillas de curaciones y resurrecciones del Evangelio se repetirían en cada Sagrario”.

   Dejémonos cuidar de San José como niños, Papa Francisco, “Patris Corde”: 2 Padre en la ternura: José vio a Jesús progresar día tras día «en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres» (Lc 2,52). Como hizo el Señor con Israel, así él “le enseñó a caminar, y lo tomaba en sus brazos: era para él como el padre que alza a un niño hasta sus mejillas, y se inclina hacia él para darle de comer” (cf. Os 11,3-4). Jesús vio la ternura de Dios en José”.

     Promesas del Corazón de Jesús a Santa Margarita M.ª de Alacoque: “Todos los divinos tesoros estarán abiertos para ellos”.

 

Preguntas para el diálogo y la meditación.

 

En la vigilia, ¿descanso como un niño en el Corazón de Jesús Sacramentado?

¿Medito la unidad de la infancia espiritual con la pequeñez de Jesús escondido en el Sagrario?

¿Vivo la intimidad con san José para crecer en la amistad con Jesús, María y los hermanos?

 

Oración de abandono del Beato Carlos de Foucauld

Padre mío, me abandono a Ti.
Haz de mí lo que quieras.
       Lo que hagas de mí te lo agradezco,
estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo.
Con tal que Tu voluntad se haga en mí
y en todas tus criaturas,
no deseo nada más, Dios mío.
        Pongo mi vida en Tus manos.
Te la doy, Dios mío,
con todo el amor de mi corazón,
porque te amo,
y porque para mí amarte es darme,
entregarme en Tus manos sin medida,
con infinita confianza,
porque Tu eres mi Padre.


sábado, 11 de diciembre de 2021

Domingo III de Adviento (12 de diciembre)


     La alegría ante la proximidad de la Navidad es la característica de este tercer domingo de Adviento. Así ya en la ant. de entrada cantamos: «Alegraos siempre en el Señor; os lo repito: alegraos. El Señor está cerca» (cf. también 2 lect.). Y en la oración colecta pedimos llegar a la Navidad y poder celebrarla con alegría desbordante. Se trata de una alegría interior, de modo que cuando llegue el Señor nos encuentre velando en oración y cantando su alabanza (Pf.). En el Ev., Juan el Bautista nos llama a la conversión, practicando la caridad y la justicia, para así prepararnos para la llegada del que «nos bautizará con Espíritu Santo y con fuego». La comunión eucarística nos prepara para las fiestas que se acercan purificándonos de todo pecado.

San José y la Conversión

     Siempre me sorprende cómo tanto en la anunciación de María, como en la de José, están solos frente al Misterio. María lo está y José lo está. Porque siempre estamos solos ante las decisiones importantes. Pero es muy consolador comprobar cómo creer a María es no sufrir daños. Cada Ave María es un acto de fe y José, como nosotros, se transforma al estar cerca de María. Sorprende cómo Dios se hace mendigo del sí de José. No sabemos nada de él. Solo conocemos su relación con el Misterio. Él es importante porque entra en contacto con él y desde ese Misterio es invitado a andar donde nunca pensó ir. Así, con lo que sabe de María y con el sueño debe hacer lo que nunca pensó hacer, elegir lo imposible. Reconocer ese dónde que no es geográfico, que es infinitamente más profundo: esas son las llamadas que están más dentro de nosotros. Por María, José llega a la profundidad de todo su ser. Por Ella, desde Dios, sabe que su camino es el camino de la Conversión.

     Pero José no es pasivo, no es un soldado que cumple órdenes, sino que es aquel que realiza el sueño de Dios. Elige realizar el sueño de Dios. Él no dice ni una sola palabra, pero, mientras consideraba estas cosas, entra en el sueño un ángel y José, con las manos endurecidas por el trabajo y el corazón ablandado y herido, sabe escuchar los sueños que lo habitan: porque el hombre correcto tiene los mismos sueños de Dios. Los sueños de Dios nacen de la conversión. Si quieres soñar el sueño de Dios sólo puedes convertirte de corazón.

Mons. Jesús Rodríguez Torrente, asistente eclesiástico de ACN España

DEL BLOG DEL OBISPO

DIOS VIENE

Mi mensaje de adviento



     Es tiempo de Adviento y nos recuerda que la Navidad es Dios que viene para estar con nosotros. Viene para estar con nosotros, en cada una de nuestras situaciones; viene para vivir entre nosotros, a vivir con nosotros y en nosotros; viene a reconciliarnos con Él y entre nosotros y a superar las distancias que nos dividen y separan.

     El Adviento invita a los creyentes a tomar conciencia de una gran verdad, que «Dios viene». Se trata de una acción que se realiza siempre: está ocurriendo, ocurre ahora y ocurrirá también en el futuro. En todo momento «Dios viene».

     Despierta, pues, y recuerda que Dios viene hoy, ni ayer, ni mañana, sino ahora. El nunca deja de pensar en nosotros y, respetando totalmente nuestra libertad, desea encontrarse con cada uno y visitarnos; quiere venir, vivir en medio de nosotros, permanecer en nosotros. Viene porque desea liberarnos del mal y de la muerte, de todo lo que impide nuestra verdadera felicidad, Dios viene a salvarnos.

     Si los cristianos actuamos coherentemente debemos ayudar a la humanidad a salir al encuentro del Señor que viene. Esto es lo más necesario, pues el nihilismo contemporáneo acaba con la esperanza del corazón del hombre, y le induce a pensar que dentro de él y en torno a él reina la nada: nada antes del nacimiento y nada después de la muerte. De este modo, se nos priva de la profundidad de la vida y todas las cosas se oscurecen, privadas de su valor simbólico, como si no solo existiese lo material.

     El Señor, sin embargo, nos concede un nuevo tiempo a la humanidad para que todos puedan llegar a conocerlo. En efecto, Dios nos ama y precisamente por eso quiere que volvamos a él, que abramos nuestro corazón a su amor y que recordemos que somos sus hijos. 

     El hombre es un ser que espera, pero ciertamente hay formas distintas de esperar. La espera puede ser insoportable si después de todo no hay nada. Nuestro corazón anhela vivir en esperanza porque estamos hechos para la vida eterna y bienaventurada. “El Dios que viene» nos invita a salir a su encuentro. Y la Iglesia grita Ven, Señor, porque quiere resistir al mal, a las seducciones de un mundo egoísta, y a los placeres que ofenden la dignidad humana y la condición de los pobres. La esperanza marca el camino de la humanidad, pero para los cristianos está animada por una certeza: el Señor está presente a lo largo de nuestra vida, nos acompaña y un día enjugará también nuestras lágrimas. Un día, no lejano, todo encontrará su cumplimiento en el reino de Dios, reino de justicia y de paz, y sigue ofreciéndonos el don de su amor y de su salvación.

     La palabra «Adviento» expresa para nosotros su relación con Jesucristo: Jesús es el Rey que ha entrado en esta pobre tierra para visitar a todos y nos invita a participar en la fiesta de su venida. Dios está aquí, no se ha retirado del mundo, no nos ha dejado solos, y aunque no podamos verlo o tocarlo como sucede con las cosas sensibles, él está aquí y viene a visitarnos de muchas y variadas maneras. El Adviento nos invita a detenernos, en silencio, para captar una presencia. Jesús viene en la historia de la humanidad para tocar a la puerta de cada hombre de buena voluntad, para ofrecer a todos el don de la fraternidad, de la concordia y de la paz. Presente entre nosotros, nos habla de muchas maneras: en la Sagrada Escritura, en el año litúrgico, en los santos, en los acontecimientos de la vida cotidiana, en toda la creación. Si Él está presente, podemos seguir esperando incluso cuando los demás ya no pueden asegurarnos ningún apoyo, incluso cuando el presente está lleno de dificultades.

     ¡Aprovechemos el Adviento para percibir algo de su amor y para abrirnos a la presencia de Dios!

domingo, 5 de diciembre de 2021

DOMINGO II DE ADVIENTO (5 de diciembre)


     Una de las figuras del Adviento, san Juan Bautista, precursor del Mesías, predica un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, cumpliendo la profecía de Isaías: «En el desierto preparad el camino del Señor, allanad sus senderos» (Ev.). El Adviento es, pues, un tiempo de conversión, durante el que nos preparamos interiormente para que cuando el Señor venga nos encuentre limpios e irreprochables (cf. 2 lect.). Es un tiempo de experimentar la misericordia de Dios, que nos hace volver a gozar de su esplendor, dejando atrás la oscuridad de nuestros pecados (cf. 1 lect.).

     Y así podremos cantar: «El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres» (sal. resp.). Vigilemos para que los afanes de este mundo no nos impidan nuestro encuentro con Cristo (1.ª orac.).

San José y la Alegría

     Estoy convencido de que uno de los problemas mayores de nuestro tiempo es que nuestra forma de vida crea un continuo desapego del mundo. Construimos casas para ser anónimos e indiferentes a los demás. La filosofía que se expande es fácil de comprender: solo si tienes, eres feliz. La felicidad no consiste en ser sino en tener, e incluso aparentamos lo que no tenemos; la felicidad no consiste en mejorar sino en tener cada día más. José tuvo que renunciar a sus sueños para quedarse sin nada de lo que su mundo le ofrecía. Tuvo que elegir si seguía el sueño de Dios o no. Ya había elegido repudiar en secreto, asumir a María, pero repudiarla dentro de sí. Sin embargo, Dios le pide que no repudie, que asuma en su totalidad y para eso tiene que ser y no puede tener. José eligió ser. Pobre, pero ser sin apariencias. Pobre pero lleno de alegría. José pudo elegir porque su corazón estaba libre de cosas y sueños individuales. No quería poseer, sino que habitaba en la generosidad y la libertad de un amor entregado. La pobreza me lleva a no poseerme sino a desposeerme y renunciar para ser vida.

     José vivió la radical pobreza evangélica. Fue testimonio ante todos de la acción de Dios en medio de ellos. No fue comprendido, ni posiblemente acompañado, pero no se apartó de la pobreza que le hizo fiel a Dios. Deberíamos aprender en nuestra vida que somos un testimonio vivo y radical de que el ser humano no es un cliente sino una persona estimulada y con capacidad para descubrir el sueño que Dios tiene sobre cada uno de nosotros. Estamos llamados en cualquier condición, sea de necesidad o de persecución, a la Alegría.

Mons. Jesús Rodríguez Torrente, asistente eclesiástico de ACN España