TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

sábado, 24 de diciembre de 2016

PALABRA DE DIOS PARA NAVIDAD

   
   La liturgia de esta solemnidad prevé cuatro celebraciones (vigilia, medianoche, aurora y misa del día). Cada una con sus lecturas propias. En la primera leemos la genealogía de Jesús según san Mateo y el anuncio del ángel a José. A medianoche se nos narra el viaje de María y José a Belén para cumplir con el censo, el momento del parto y el anuncio a los pastores. En la misa de la aurora vemos a los pastores acudir presurosos al lugar del nacimiento. Finalmente, en la misa del día, el prólogo de san Juan nos recuerda que aquel que ha nacido es el mismo que, desde toda la eternidad ya era Dios.

     La genealogía recordaba la historia de Israel, conducida por una promesa hecha a Abrahán, profundizada en David y conservada después del destierro. José es el último eslabón de aquella cadena; el que recibe el anuncio definitivo: Le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará al pueblo de los pecados. Aquella historia, llena de avatares y no exenta de infidelidades y pecados, no seguía un destino caprichoso. Dios la conducía con su providencia ordenándolo todo hasta lo que san Pablo llama la plenitud de los tiempos. El deseo alimentado en el corazón de tantas generaciones se encuentra ahora con el deseo mantenido en el seno de Dios desde toda la eternidad en ese preciso instante en que el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.
     La celebración de la Navidad nos introduce en el misterio de la ternura de Dios. Cuando contemplamos el nacimiento en Belén, sobrecoge el modo maravilloso que Dios ha elegido para venir a visitarnos. Los elementos físicos son muy elementales. Vemos una cueva y un pesebre. No hay nada que pueda distraer nuestra atención. La pobreza, el silencio, lo escondido del lugar y la misma noche que invitan al recogimiento centran toda nuestra atención en el Niño que yace entre pajas. Podemos decir con san Pablo ha aparecido la bondad de Dios y su amor al hombre. El Dios que nos ama desde toda la eternidad se nos ha acercado. Él, que ha nacido en pobreza, se da a conocer en primer lugar a gente humilde. Los pastores son los primeros en conocer la feliz noticia. Dormían al raso. Es decir, no se protegían. Y, cuando reciben el anuncio del ángel corren haca Belén. No hay nada que les impida creer. De ellos podemos aprender esa sencillez y apertura a la manifestación de Dios ¡Tantas veces nos protegemos temiendo perder algo! Pero el cielo no baja sobre la tierra para aplastarlo, sino que como dijo san Ambrosio, «él quiso estar en la tierra, para que alcanzaras las estrellas».

     Contemplando a la Virgen María y a san José que custodian al Niño, advertimos también que Jesús es la Buena noticia que ha de ser anunciada a todos los hombres. Ellos aman sin poseerlo. Reflejan el mismo amor de Jesús, que he venido para dar vida a los hombres; para ofrecerse él mismo en sacrificio por nosotros y quedarse como alimento en la Eucaristía. El detalle del pesebre ha sido leído por los padres como lugar para la comida y también corno imagen de la cruz o de la tumba en la que Jesús será sepultado. Acompañados de María y José comprendemos ese amor de Dios que se abaja naciendo para que también nosotros tengamos un nuevo nacimiento. Y sentimos la exigencia del amor que, a imitación de Cristo, debe acercarnos a los más necesitados En Belén, viendo cómo Dios nos ama, empezamos a aprender a amar. Dios se ha hecho pequeño para que no temamos nada. Sea cual sea nuestra situación, todo puede ser nueve porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado.


David Amado Fernández – MAGNIFICAT (Diciembre 2016)

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 25 DE DICIEMBRE, MISA DE MEDIA NOCHE, EN LA NATIVIDAD DEL SEÑOR (Comentario de +Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres)

« HOY OS HA NACIDO UN SALVADOR »
Lucas 2,1-14
     En aquel tiempo, salió un decreto del emperador Augusto, ordenando hacer un censo del mundo entero. Éste fue el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada cual a su ciudad.
     También José, que era de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret en Galilea a la ciudad de David, que se llama Belén, para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras estaban allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada.
     En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño. Y un ángel del Señor se les presentó: la gloria del Señor los envolvió de claridad y se llenaron de gran temor.
     El ángel les dijo: «No temáis, os traigo la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre».
     De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor».

Otras Lecturas: Isaías 9, 1-3.5-6; Salmo 95; Tito 2, 11-14

LECTIO:
     Según el relato una «claridad» envuelve con su resplandor a unos pastores. El evangelista dice que es la «gloria del Señor». La noche queda iluminada. Sin embargo, los pastores «se llenan de temor». No tienen miedo a las tinieblas sino a la luz. Por eso, el anuncio empieza con estas palabras: «No temáis».
     No nos hemos de extrañar. Preferimos vivir en tinieblas. Nos da miedo la luz de Dios. No queremos vivir en la verdad. Quien no ponga estos días más luz y verdad en su vida, no celebrará la Navidad.
     El mensajero continúa: «Os traigo la Buena Noticia, la gran alegría para todo el pueblo». La alegría de Navidad no es una más entre otras. No hay que confundirla con cualquier bienestar, satisfacción o disfrute. Es una alegría «grande», inconfundible, que viene de la «Buena Noticia» de Jesús. Por eso, es «para todo el pueblo» y ha de llegar, sobre todo, a los que sufren y viven tristes.
     La única razón para celebrar la navidad es ésta: «Os ha nacido hoy el Salvador». Ese niño no les ha nacido a María y José. No es suyo. Es de todos. Es «el Salvador» del mundo. El único en el que podemos poner nuestra última esperanza. Este mundo que conocemos no es la verdad absoluta. Jesucristo es la esperanza de que la injusticia que hoy lo envuelve todo no prevalecerá para siempre.

MEDITATIO:
     La gracia que ha aparecido en el mundo es Jesús, nacido de María Virgen, Dios y hombre verdadero. Ha venido a nuestra historia, ha compartido nuestro camino. Ha venido para librarnos de las tinieblas y darnos la luz. En Él ha aparecido la gracia, la misericordia, la ternura del Padre: Jesús es el Amor hecho carne, es el sentido de la vida y de la historia que ha puesto su tienda entre nosotros. (Papa Francisco).
   ¡La Navidad es un encuentro! Y caminamos para encontrarlo: encontrarlo con el corazón, con la vida; encontrarlo vivo, como Él está; encontrarlo con fe. Y más que ser nosotros los que encontremos al Señor es importante “dejarnos encontrar por Él”. (Papa Francisco).
     Cuando somos nosotros los que encontramos al Señor, somos nosotros los señores de este encuentro; pero cuando nos dejamos encontrar por Él, es Él el que lo hace todo nuevo. Jesús en su venida: vuelve a hacer todo nuevo, reconstruye el corazón, el alma, la vida, la esperanza, el camino. Nosotros estamos en camino con fe, para dejarnos encontrar por Él. (Papa Francisco).
     En este encuentro de la Navidad  nos ayudan algunas actitudes: la perseverancia en la oración, rezar más, la voluntad en la caridad fraterna, acercarnos un poco más a los que tienen necesidad; y la alegría en la alabanza al Señor. Por tanto: “la oración, la caridad y la alabanza”, con el corazón abierto “para que el Señor nos encuentre”. (Papa Francisco).

ORATIO:
     Dulce prenda… permíteme estar un rato en tu compañía y dame licencia para mirarte y verte ¿Tienes frio…? ¿Cómo podré yo mitigar ese sufrimiento? ¿Quieres que te arrope…?
¿Te ríes? ¿Dudas de lo que te digo? Niño mío… ya te lo digo de veras; ya no me separaré de ti jamás y tus alegrías serán mis gozos y tus penas serán las mías…
     Te damos gracias, Señor del universo y de los hombres, porque en Jesús niño, que vino a la tierra portador de tus dones -la paz, la alegría, la justicia y la salvación-, se ha manifestado tu amor a todos.

CONTEMPLATIO:
     Jesús es para nosotros el rostro humano de Dios. En sus gestos de bondad se nos va revelando de manera humana cómo es y cómo nos quiere Dios. En sus palabras vamos escuchando su voz, sus llamadas y sus promesas. En su proyecto descubrimos el proyecto del Padre.
     Juan dice que Jesús está «lleno de gracia y de verdad». En Él nos encontramos con el amor gratuito y desbordante de Dios. En él acogemos su amor verdadero, firme y fiel. En estos tiempos en que no pocos creyentes viven su fe de manera perpleja, sin saber qué creer ni en quién confiar, nada hay más importante que poner en el centro de las comunidades cristianas a Jesús como rostro humano de Dios.
     Durante las fiestas de Navidad hay un texto que se escucha repetidamente en la liturgia: «La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre... Vino a su casa, y los suyos no la recibieron». ¿No es una interpelación para todos? ¿No estamos abandonando a quien desea hacerse más presente en nuestra vida?

  Pero ¿quién soy yo? ¿Podré decir algo digno de lo que se ve? Me faltan las palabras: la lengua y la boca no son capaces de describir las maravillas de esta solemnidad divina. Por eso yo con los coros angélicos grito y gritaré siempre: «¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que gozan de su amor!»  ansío ir al pesebre que acoge a Dios y deseo llegar a la celestial gruta: anhelo ver el misterio manifestado en ella y allí, en presencia del Engendrado, levantar la voz cantando: «¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que gozan de su amor!» (Sofronio de Jerusalén).

jueves, 22 de diciembre de 2016

NUESTRO OBISPO NOS FELICITA ESTA NAVIDAD

NAVIDAD, CELEBRACIÓN INTERIOR PARA ILUMINAR EL MUNDO
     
     Con este vídeo quiero felicitaros a todos en este momento esencial de la vida de la Iglesia. La Navidad que se acerca es una celebración de gran alegría, también externa, pero sobre todo es un evento religioso para el que es necesario una preparación espiritual.  Para preparar y celebrar la Navidad el Papa Francisco, por tarto,  ha pedido hacer un examen de conciencia y abandonar la “búsqueda del éxito a toda costa”, del “poder en detrimento de los más débiles”, de la riqueza y del “placer a cualquier precio”.  “Es necesario realizar un cambio en nuestra vida, un examen de conciencia para dejar a un lado el camino lleno de ídolos de este mundo, actitudes propias del diablo como buscar el éxito a toda costa, buscar el poder en detrimento de los más débiles, tener sed de la riqueza y buscar el placer a cualquier precio”. Que Dios se haga hombre tiene que ver con el Reino de Dios y el Reino de los cielos. El Reino de Dios se extenderá sin fin hasta la vida eterna, pero lo más impresionante es que el Reino de Dios está aquí presente  y que es posible experimentar desde ahora su potencia espiritual. Curiosamente su criterio y estilo, vividos en nuestra propia vida, serán el criterio de discernimiento cuando demos cuenta de ella al final, ante el Señor que se ha hecho hombre para abrirnos la puerta del cielo.
     Es importante que brille nuestra alegría y se manifieste a los demás. Nuestras celebraciones, llenas de sencillez y profundidad para vivir la vida cargada de valores, de deseo de bien, de paz y de servicio, deseosos de compartir con los necesitados y atentos con los pobres, enfermos y desvalidos, son algo más que bombillitas led o espumillón barato para decorar una sala: son un verdadero faro, un foco de luz ardiente que sintoniza inmediatamente con lo más íntimo del corazón de todos, al que muestra con naturalidad la belleza de una sociedad iluminada por Dios.
María es la Virgen de la espera y de la esperanza, es el modelo de la actitud espiritual con el que la Iglesia celebra y vive los misterios divinos. Con la fiesta de la Inmaculada hemos celebrado el feliz comienzo de la Iglesia, hermosa, sin mancha ni arruga (Pablo VI, Marialis Cultus 3). Ella nos anima a prepararnos con actitud vigilante, orando y alabando a Dios.
     Que la Virgen María nos ayude a prepararnos al encuentro con este Amor cada vez más grande que en la noche de Navidad se ha hecho pequeño, como una semilla caída en la tierra, la semilla del Reino de Dios. Debemos pedir su intercesión materna para la conversión de los corazones y el don de la paz.


+ Rafael Zornoza Boy - Obispo de Cádiz y Ceuta


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CONTINUACIÓN

ANTÍFONAS DE ADVIENTO O ANTÍFONAS MAYORES

4.-¡Oh Llave de David! y Cetro de la casa de Israel; que abres y nadie puede cerrar; cierras y nadie puede abrir: ven y libra a los cautivos que viven en tinieblas y en sombra de muerte.
     O Clavis David, et sceptrum domus Israel; qui aperis, et nemo claudit; claudis, et nemo aperit: veni, et educ vinctum de domo carceris, sedentem in tenebris, et umbra mortis.
Isaías había profetizado:
·         «Pondré la llave de la casa de David sobre su hombro; abrirá, y nadie cerrará, cerrará, y nadie abrirá.» Is. 22:22
·         «Grande es su señorío y la paz no tendrá fin sobre el trono de David y sobre su reino, para restaurarlo y consolidarlo por la equidad y la justicia, desde ahora y hasta siempre, el celo de Yahveh Sebaot hará eso.»  Is. 9:6

5.-¡Oh Sol! que naces de lo alto, Resplandor de la luz eterna, Sol de justicia, ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte.
      Oh Oriens, splendor lucis aeternae et sol iustitiae: veni et illumina sedentem in tenebris et umbra mortis. 
Isaías había profetizado:
·         «El pueblo que andaba a oscuras vio una luz grande. Los que vivían en tierra de sombras, una luz brilló sobre ellos.»  Is. 9:1-2

6.-¡Oh Rey de las naciones! y Deseado de los pueblos, Piedra angular de la Iglesia, que haces de dos pueblos uno solo: ven y salva al hombre, que formaste del barro de la tierra.
    O Rex Gentium, et desideratus earum, lapisque angularis, qui facis utraque unum: veni, et salva hominem, quem de limo formasti.
Isaías había profetizado:
·         «Porque una criatura nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Estará el señorío sobre su hombro, y se llamará su nombre "Maravilla de Consejero", "Dios Fuerte", "Siempre Padre", "Príncipe de Paz".» Is. 9:5
·          «Juzgará entre las gentes, será árbitro de pueblos numerosos. Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas. No levantará espada nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra.»  Is. 2:4

7.-¡Oh Dios!, rey y legislador nuestro, esperanza de las naciones y salvador de los pueblos: ven a salvarnos, Señor Dios nuestro.
     O Emmanuel, Rex et legifer noster,  exspectatio Gentium, et Salvator earum: veni ad salvandum nos, Domine, Deus noster.
Isaías había profetizado:
·         «Pues bien, el Señor mismo va a daros una señal: He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel.»  Is. 7:14

     Unamos a la oración un recogimiento mayor, una vigilancia más continua; descendamos con más frecuencia al fondo de nuestra alma, a fin de purificarla y embellecerla pensando que debe ser la cuna del Niño divino. Sin embargo, la grande preparación  es renunciar al pecado, al pecado mortal especialmente, pues ¿qué puede haber de común entre el Hijo de María y un corazón manchado de iniquidades?
     Escuchemos a san Carlos exhortando a su pueblo a santificar el Adviento, y apropiémonos de las palabras del gran Arzobispo: “Durante el Adviento debemos prepararnos para recibir al Hijo de Dios que abandona el seno de su Padre para hacerse hombre, y platicar nosotros; es preciso destinar un poco del tiempo que consagramos a nuestras ocupaciones a meditar en silencio sobre las preguntas siguientes: ¿Quién es el que viene? ¿De dónde viene? ¿Cómo viene? ¿Cuáles son los hombres para los que viene? ¿Cuáles son los motivos y cuál debe ser el fruto de su venida? Cifremos en él nuestras aspiraciones todas a imitación de los justos y Profetas del Antiguo Testamento que por tanto tiempo le esperaron, y para abrirle el camino de nuestro corazón purifiquémonos por medio de la confesión, el ayuno y de la comunión.

sábado, 17 de diciembre de 2016

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 18 DE DICIEMBRE, 4º DEL ADVIENTO (Comentario de +Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres)

« JOSÉ HIZO LO QUE LE HABÍA MANDADO EL ÁNGEL »

Mt. 1,18-24
      El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:
     José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.
     Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Enmanuel, que significa «Dios-con-nosotros».
     Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.

Otras Lecturas: Isaías 7, 10-14; Salmo 23; Romanos 1, 1-7

LECTIO:
     Estamos en el último domingo de adviento, ya en las puertas de la Navidad, y a nosotros se nos ha anunciado esta Buena noticia prome­tida antiguamente por los profetas.
     No sólo… para Israel, sino para todos y para siempre, Yahvéh dejará de ser un Dios Altísimo (en cuanto lejano) para ser un Dios-con-nosotros, un Dios que ha querido acam­parse en nuestro suelo, hablar nuestro lenguaje, sufrir nuestros do­lores y gozar nuestras alegrías.
     Si fuera sólo Dios pero no estuviese con noso­tros, sería una divinidad tan lejana que sería inútil, y por lo tanto su salvación no nos interesaría ni nos serviría para nada.
     Si estuviera con-nosotros pero no fuese Dios, estaríamos ante alguien “buena persona”, alguien “majo”, pero que no podría acceder a los entresijos de nuestro corazón y de nuestra his­toria, en donde nuestra felicidad se hace o se deshace.
     Él es Dios y con-nosotros, es el Emmanuel. Ojala que descubramos que jamás molestamos a un Dios que ha querido amarnos hasta la convivencia, hasta la coexistencia, hasta ser-estar con nosotros.
     Y ojala nos conceda tratarnos entre nosotros como somos tratados por Él: que acogiendo y contemplando al Emmanuel, al Dios-con-nosotros, podamos a nuestra vez ser también nosotros hermanos-entre-herma­nos siendo verdaderamente hijos ante Él.

MEDITATIO:
     En este cuarto domingo de Adviento, el Evangelio nos relata los hechos que precedieron el nacimiento de Jesús, y el evangelista Mateo los presenta desde el punto de vista de san José, el prometido esposo de la Virgen María. (Papa Francisco)

«Como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado».

     Hay que meditar estas palabras para comprender cuál fue la prueba que José tuvo que afrontar los días anteriores al nacimiento de Jesús. (Papa Francisco)
     José siempre dejaba espacio para escuchar la voz de Dios, atento a los mensajes que le llegaban desde lo profundo del corazón y desde lo alto. No se obstinó en seguir su proyecto de vida, no permitió que el rencor le envenenase, sino que estuvo disponible para ponerse a disposición de la novedad que se le presentaba de modo desconcertante. (Papa Francisco)
     Dios irrumpe en las vidas de María y José y las "trastorna". No obliga, seduce. Suscita el amor del hombre y entonces lo lleva por donde no hubiera soñado jamás... Cuando alguien se deja guiar por Dios, debe improvisar, y a pesar de la oscuridad de la fe, al final siempre brilla la luz. La actitud correcta es entonces el abandono en su voluntad. (Papa Francisco).
     Nos disponemos a celebrar la Navidad contemplando a María y a José: María, la mujer llena de gracia que tuvo la valentía de fiarse totalmente de la Palabra de Dios; José, el hombre fiel y justo que prefirió creer al Señor en lugar de escuchar las voces de la duda y del orgullo humano. Con ellos, caminamos juntos hacia Belén. (Papa Francisco)

ORATIO:
     Señor, has diseminado múltiples signos de tu presencia, pero nosotros no podemos darnos cuenta de su poder sino en el momento en que de veras nos comprometemos contigo. Danos la gracia de abrirnos a ti y de acogerlos.

Ven, Señor Jesús, ven pronto a mi vida, ven pronto, Señor…
Porque sin Ti todo suena vacío; sin Ti, todo me deja tristeza…
sin Ti, no me importa mi hermano, no me importa el que sufre,
porque sin Ti mi corazón es de piedra…

  No permitas, Señor, que pasen desapercibidos estos signos preciosos de tu presencia…Al contrario, refuerza y guarda en nosotros la fe obediente del justo José.

CONTEMPLATIO:
     Mateo declara que llevará el nombre de «Emmanuel»,  «Dios-con-nosotros».   
     Dios está con nosotros. Cuando nadie nos comprende, él nos acoge. En momentos de dolor y depresión, nos consuela. En la debilidad y la impotencia nos sostiene. Siempre nos está invitando a amar la vida, a cuidarla y hacerla siempre mejor.
     Dios está con nosotros. Está en la vida y estará en la muerte. Nos acompaña cada día y nos acogerá en la hora final. También entonces estará abrazando a cada hijo o hija, rescatándonos para la vida eterna.
     Dios está con nosotros. Esto es lo que celebramos los cristianos en las fiestas de Navidad: creyentes, menos creyentes, malos creyentes y casi increyentes. Esta fe sostiene nuestra esperanza y pone alegría en nuestras vidas.

…  Hoy, María, te has hecho libro en el que se escribe nuestra norma. En ti hoy se escribe la sabiduría del Padre eterno. En ti hoy se manifiesta la fortaleza y la libertad del hombre porque fue enviado un ángel a anunciarte el misterio del plan divino, y pedir tu consentimiento (...). Esperaba a la puerta de tu voluntad para que le abrieras, quería venir a ti; y nunca hubiese entrado si no le hubieses abierto diciendo: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra»  (Catalina de Siena)


ANTÍFONAS DE ADVIENTO O ANTÍFONAS MAYORES


     Las antífonas de Adviento o de la O (así llamadas porque todas empiezan en latín con la exclamación «O», en castellano «Oh».) son siete, y la Iglesia las canta antes y después del Magnificat con el Oficio de Vísperas desde el día 17 hasta el día 23 de diciembre. Son un llamamiento al Mesías recordando las ansias con que era esperado por todos los pueblos antes de su venida, y, también son, una manifestación del sentimiento con que todos los años, de nuevo, le espera la Iglesia en los días que preceden a la gran solemnidad del Nacimiento del Salvador.
     Fueron compuestas hacia los siglos VII-VIII, y se puede decir que son un magnífico compendio de la cristología más antigua de la Iglesia, y a la vez, un resumen expresivo de los deseos de salvación de toda la humanidad, tanto del Israel del Antiguo Testamento como de la Iglesia del Nuevo. Cada antífona empieza por una exclamación, «Oh», seguida de un título mesiánico tomado del Antiguo Testamento, pero entendido con la plenitud del Nuevo. Es una aclamación a Jesús el Mesías, reconociendo todo lo que representa para nosotros. Y termina siempre con una súplica: «ven» y no tardes más.
     Son breves oraciones dirigidas a Cristo Jesús, que condensan el espíritu del Adviento y la Navidad. La admiración de la Iglesia ante el misterio de un Dios hecho hombre: «Oh». La comprensión cada vez más profunda de su misterio. Y la súplica urgente: «ven».
     Leídas en sentido inverso las iniciales latinas de la primera palabra después de la «O», dan el acróstico «ero cras», que significa «seré mañana, vendré mañana», que es como la respuesta del Mesías a la súplica de sus fieles.

1.-¡Oh, Sabiduría!, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín, y ordenándolo todo con firmeza y suavidad: ven y muéstranos el camino de la salvación.
     O Sapientia, quae ex ore Altissimi prodiisti, attingens a fine usque ad finem, fortiter suaviterque disponens omnia: veni ad docendum nos viam prudentiae.
Isaías había profetizado:
·    «Reposará sobre él el espíritu de Yahveh: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Yahveh. Y le inspirará en el temor de Yahveh.» Is. 11:2-3
·          «[...] trazar un plan maravilloso, llevar a un gran acierto.» Is. 28-29

2.-¡Oh Poderoso Señor!, jefe de la casa de Israel, que te apareciste a Moisés en la zarza encendida, y le diste tu Ley sobre el monte Sinaí! ¡Ven a rescatarnos con el poder de tu brazo.
     O Adonai et dux domus Israel, qui Moysi in igne flammae rubi apparuisti, et ei in Sina legem dedisti: veni ad redimendum nos in brachio extento.
Isaías había profetizado:
·       «Juzgará con justicia a los débiles, y sentenciará con rectitud a los pobres de la tierra. Herirá al hombre cruel con la vara de su boca, con el soplo de sus labios matará al malvado. Justicia será el ceñidor de su cintura, verdad el cinturón de sus flancos.» Is. 11:4-5
·          «Porque Yahveh es nuestro juez, Yahveh nuestro legislador, Yahveh nuestro rey: él nos salvará. Is. 33:22

3.-¡Oh Renuevo del tronco de Jesé!, que te alzas como un signo para los pueblos; ante quien los reyes enmudecen, y cuyo auxilio imploran las naciones: ven a librarnos, no tardes más.
     O Radix Jesse, qui stas in signum populorum, super quem continebunt reges os suum, quem Gentes deprecabuntur: veni ad liberandum nos, jam noli tardare.
Isaías había profetizado:
·      «Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará.» Is. 11:1
·         «Aquel día la raíz de Jesé que estará enhiesta para estandarte de pueblos, las gentes la buscarán, y su morada será gloriosa.» Is. 11:10
   Jesé era el padre del rey David, y Miqueas había profetizado que el Mesías provendría de la casa y del linaje de David y que nacería en la ciudad de David, Belén. Miq. 5:1 
(…)