TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

viernes, 23 de diciembre de 2011

D. ANTONIO LLAVES  VILLANUEVA
CABALLERO DE LA PONTIFICIA ORDEN DE SAN GREGORIO MAGNO.

     Con enorme satisfacción recibimos la gratísima noticia de este merecido nombramiento que su Santidad Benedicto XVI pp., ha tenido a bien otorgar en la persona de nuestro querido Presidente diocesano, Antonio Llaves.
     Poco después de conocer la concesión de la referida distinción Pontificia por nuestro Obispo, D. Rafael Zornoza, este Consejo Diocesano de la Adoración Nocturna tuvo conocimiento de la noticia por boca del distinguido; el cual, embargado por una profunda emoción no daba crédito a la misma.
     De esta manera la Iglesia Universal premia la labor desinteresada que ha prestado y continúa prestando en la diócesis de Cádiz y Ceuta, de manera ejemplar, tal y como ha resaltado nuestro Consiliario Diocesano y Vicario General Rvdº D. Guillermo Domínguez Leonsegui.
A MODO DE SEMBLANZA
      Este Jerezano nace por el mes de Mayo de 1.933, estableciéndose con sus padres en Cádiz donde desarrolla su dilatada vida desde la más tierna infancia.
     Cursa sus primeros estudios en el Colegio de La Salle-Mirandilla, dirigido por los Hermanos de la Doctrina Cristiana; ampliándolos posteriormente con estudios mercantiles y preparándose para su ingreso en la Banca privada. Durante los años de actividad laboral también desempeñó y compatibilizó diversas actividades:

     En 1.987 fue elegido por unanimidad miembro de número del Ateneo Literario, siendo actualmente Secretario General de esta Institución.
     Fue durante 24 años, desde 1.958 hasta el fallecimiento en 1.981, Secretario personal del Ilustre poeta Don José María Pemán.
     En su juventud perteneció a la Acción Católica, formando parte del Consejo Diocesano de Jóvenes y aceptando posteriormente el cargo de Vocal de Estudios.
     Corriendo el año 1.951 en unión de otros jóvenes funda en el Convento de San Francisco de Cádiz la Cofradía de Ntro. Padre Jesús Nazareno del Amor, de la que fue su primer Mayordomo con tan sólo 18 años; y  ya por  1.962 trabajó entusiasta y denodadamente para que la Cofradía tuviera una cotitular, viendo recompensados sus desvelos con la salida procesional de Ntra. Sra. de la Esperanza.
      Vice-Presidente de la Comisión Gestora del Consejo Local de Cofradías y Hermandades de Cádiz, fue designado por el Obispo de la Diócesis  Presidente del citado Consejo, hasta el nombramiento del nuevo Presidente, durante dos años.
     Tiene en su haber, entre otros, la participación como orador y ponente en numerosos pregones y conferencias: 
    -- En 1.979 pronunció el Primer Pregón a la Eucaristía, organizado por la Real Congregación de la Vela y Hermandad del Prendimiento, siendo elegido por su pertenencia a la Adoración Nocturna Española. …
   -- Pregonero de la Patrona de Cádiz la Santísima  Virgen del Rosario en 1.991,  designado por el Exmo. Ayuntamiento de Cádiz y pronunciado en el Salón de Plenos del mismo.
  entre muchos otros no menos importantes.
      En 1.973 fue elegido por Asamblea General de Adoradores, Presidente del Consejo Diocesano de la Adoración Nocturna Gaditana, permaneciendo en la actualidad en el cargo. 
     Con ocasión de la celebración del Centenario de la Adoración Nocturna de Cádiz (1.884 - 1.994), fue el organizador y “alma mater” del Triduo Eucarístico Diocesano en el que se contó con la inestimable presencia e intervención del Sr. Obispo de Málaga Don Antonio Dorado; del Obispo Consiliario de Adoración Nocturna Española, Don Manuel Ureña y del Arzobispo de Sevilla Don Carlos Amigo; clausurando tan solemnes actos el Obispo de Cádiz Don Antonio Ceballos Atienza. 
     Ha organizado cada año, junto con la Sección elegida, la Vigilia Eucarística de las Espigas en las diversas localidades de la Diócesis, viviendo las mismas de manera fervorosa y entusiasta, siendo el mediador y promotor de que a las mismas no hayan faltado, ni escusado su asistencia, los diferentes Obispos de la Diócesis, que de manera incomparable han presidido los actos.
     En la actualidad continúa entregando su tiempo y colaboración al obispado de Cádiz-Ceuta, donde viene ejerciendo diferentes actividades,  continuando en ellas a pesar de las limitaciones que su salud le ha impuesto, llevando éstas con la necesaria conformidad y entereza cristiana.
… no sois vosotros los que me habéis elegido… soy Yo quien os ha elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto dure… (Jn 15,16)


BENEDICTO XVI, PONT. MAX.
En virtud de las preces que se Nos han presentado, rogándonos su aceptación, y por las que consta que, por tu entrega a los asuntos que miran al bien y al incremento de la Iglesia Católica, te haces merecedor de Nuestro reconocimiento, para que quede constancia de esta Nuestra voluntad, elegimos, designamos y nombramos a

Antonio Llaves Villanueva
de la diócesis de Cádiz y Ceuta

Caballero de la Orden de San Gregorio Magno en su clase civil, y te concedemos la facultad de utilizar todos los privilegios que van unidos con dicha dignidad.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 8 de octubre de 2011.
Cardenal Tarsicio Bertone
Secretario de Estado

jueves, 22 de diciembre de 2011

ADORACIÓN NOCTURNA ESPAÑOLA
IGLESIA DE SAN JOSÉ
Cádiz  Extramuros



AVISO PARA ADORADORAS/ES DEL TURNO NÚM. 7 DE MARÍA AUXILIADORA Y SAN JOSÉ

     Entrado el Adviento y próximo ya las Pascuas de Navidad, el Consejo Diocesano de la Adoración Nocturna convoca Vigilia general extraordinaria de fin de año, que tendrá lugar en el Oratorio de la Santa Cueva el próximo viernes 30 de Diciembre a las 20,00 horas.
¡Alegraos!  igual que oyeron los pastores del Ángel.
     Esta alegría profunda del creyente en estas fiestas arranca de la FE; que Dios es cercano, entrañable y que se nos ofrece desde la ternura y fragilidad de un niño.       

viernes, 16 de diciembre de 2011

INSTRUCCIÓN ”REDEMPTIONIS SACRAMENTUM”

LA PARTICIPACIÓN DE LOS FIELES LAICOS EN LA CELEBRACIÓN DE LA EUCARISTÍA


1. UNA PARTICIPACIÓN ACTIVA Y CONSCIENTE
   La celebración de la Misa, como acción de Cristo y de la Iglesia, es el centro de toda la vida cristiana, en favor de la Iglesia, tanto universal como particular, y de cada uno de los fieles, a los que «de diverso modo afecta, según la diversidad de órdenes, funciones y participación actual. De este modo el pueblo cristiano, “raza elegida, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido”, manifiesta su orden coherente y jerárquico».«El sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial o jerárquico, aunque diferentes esencialmente y no sólo en grado, se ordenan, sin embargo, el uno al otro, pues ambos participan de forma peculiar del único sacerdocio de Cristo».[
   Todos los fieles, por el bautismo, han sido liberados de sus pecados e incorporados a la Iglesia, destinados por el carácter al culto de la religión cristiana,  para que por su sacerdocio real, perseverantes en la oración y en la alabanza a Dios, ellos mismos se ofrezcan como hostia viva, santa, agradable a Dios y todas sus obras lo confirmen, y testimonien a Cristo en todos los lugares de la tierra, dando razón a todo el que lo pida, de que en él está la esperanza de la vida eterna. Por lo tanto, también la participación de los fieles laicos en la celebración de la Eucaristía, y en los otros ritos de la Iglesia, no puede equivaler a una mera presencia, más o menos pasiva, sino que se debe valorar como un verdadero ejercicio de la fe y la dignidad bautismal.
    Así pues, la doctrina constante de la Iglesia sobre la naturaleza de la Eucaristía, no sólo convival sino también, y sobre todo, como sacrificio, debe ser rectamente considerada como una de las claves principales para la plena participación de todos los fieles en tan gran Sacramento. «Privado de su valor sacrificial, se vive como si no tuviera otro significado y valor que el de un encuentro convival fraterno».
   Para promover y manifestar una participación activa, la reciente renovación de los libros litúrgicos, según el espíritu del Concilio, ha favorecido las aclamaciones del pueblo, las respuestas, salmos, antífonas, cánticos, así como acciones, gestos y posturas corporales, y el sagrado silencio que cuidadosamente se debe observar en algunos momentos, como prevén las rúbricas, también de parte de los fieles. Además, se ha dado un amplio espacio a una adecuada libertad de adaptación, fundamentada sobre el principio de que toda celebración responda a la necesidad, a la capacidad, a la mentalidad y a la índole de los participantes, conforme a las facultades establecidas en las normas litúrgicas. En la elección de los cantos, melodías, oraciones y lecturas bíblicas; en la realización de la homilía; en la preparación de la oración de los fieles; en las moniciones que a veces se pronuncian; y en adornar la iglesia en los diversos tiempos; existe una amplia posibilidad de que en toda celebración se pueda introducir, cómodamente, una cierta variedad para que aparezca con mayor claridad la riqueza de la tradición litúrgica y, atendiendo a las necesidades pastorales, se comunique diligentemente el sentido peculiar de la celebración, de modo que se favorezca la participación interior. También se debe recordar que la fuerza de la acción litúrgica no está en el cambio frecuente de los ritos, sino, verdaderamente, en profundizar en la palabra de Dios y en el misterio que se celebra.
   Sin embargo, por más que la liturgia tiene, sin duda alguna, esta característica de la participación activa de todos los fieles, no se deduce necesariamente que todos deban realizar otras cosas, en sentido material, además de los gestos y posturas corporales, como si cada uno tuviera que asumir, necesariamente, una tarea litúrgica específica. La catequesis procure con atención que se corrijan las ideas y los comportamientos superficiales, que en los últimos años se han difundido en algunas partes, en esta materia; y despierte siempre en los fieles un renovado sentimiento de gran admiración frente a la altura del misterio de fe, que es la Eucaristía, en cuya celebración la Iglesia pasa continuamente «de lo viejo a lo nuevo». En efecto, en la celebración de la Eucaristía, como en toda la vida cristiana, que de ella saca la fuerza y hacia ella tiende, la Iglesia, a ejemplo de Santo Tomás apóstol, se postra en adoración ante el Señor crucificado, muerto, sepultado y resucitado «en la plenitud de su esplendor divino, y perpetuamente exclama: ¡Señor mío y Dios mío!».
   Son de gran utilidad, para suscitar, promover y alentar esta disposición interior de participación litúrgica, la asidua y difundida celebración de la Liturgia de las Horas, el uso de los sacramentales y los ejercicios de la piedad popular cristiana. Este tipo de ejercicios «que, aunque en el rigor del derecho no pertenecen a la sagrada Liturgia, tienen, sin embargo, una especial importancia y dignidad», se deben conservar por el estrecho vínculo que existe con el ordenamiento litúrgico, especialmente cuando han sido aprobados y alabados por el mismo Magisterio; esto vale sobre todo para el rezo del rosario. Además, estas prácticas de piedad conducen al pueblo cristiano a frecuentar los sacramentos, especialmente la Eucaristía, «también a meditar los misterios de nuestra redención y a imitar los insignes ejemplos de los santos del cielo, que nos hacen así participar en el culto litúrgico, no sin gran provecho espiritual».
   Es necesario reconocer que la Iglesia no se reúne por voluntad humana, sino convocada por Dios en el Espíritu Santo, y responde por la fe a su llamada gratuita (en efecto, ekklesia tiene relación con Klesis, esto es, llamada). Ni el Sacrificio eucarístico se debe considerar como «concelebración», en sentido unívoco, del sacerdote al mismo tiempo que del pueblo presente. Al contrario, la Eucaristía celebrada por los sacerdotes es un don «que supera radicalmente la potestad de la asamblea [...]. La asamblea que se reúne para celebrar la Eucaristía necesita absolutamente, para que sea realmente asamblea eucarística, un sacerdote ordenado que la presida. Por otra parte, la comunidad no está capacitada para darse por sí sola el ministro ordenado». Urge la necesidad de un interés común para que se eviten todas las ambigüedades en esta materia y se procure el remedio de las dificultades de estos últimos años. Por tanto, solamente con precaución se emplearán términos como «comunidad celebrante» o «asamblea celebrante», en otras lenguas vernáculas: «celebrating assembly», «assemblée célébrante», «assemblea celebrante», y otros de este tipo.

martes, 6 de diciembre de 2011

PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN

En la Anunciación, el ángel Gabriel, enviado por Dios, dijo a la Virgen María: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres». Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús». María dijo al ángel: «Cómo será eso, pues no conozco varón». El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios» (cf. Lc 1,26-35).



Presentemos nuestras plegarias a Dios por medio de María Inmaculada, a la que el Padre eligió para madre del Verbo encarnado.
-Por todos los creyentes en Cristo; en comunión con María, Madre de la Iglesia, roguemos al Señor.
-Por los pastores de la Iglesia; en comunión con María, Reina de los apóstoles, roguemos al Señor.
-Por los que rigen las naciones; en comunión con María, Reina de la paz, roguemos al Señor.
-Por todos los que sufren; en comunión con María, consuelo de los afligidos, roguemos al Señor.
-Por nosotros y por quienes más lo necesiten; en comunión con María, Madre de Jesús y madre nuestra, roguemos al Señor.


 Escucha, Señor, nuestras súplicas, que María Inmaculada, abogada e intercesora nuestra, te presenta. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


miércoles, 30 de noviembre de 2011

INSTRUCCIÓN ”REDEMPTIONIS SACRAMENTUM”

2.-LA CONFERENCIA DE OBISPOS
   Esto vale también para las comisiones de la misma materia, que, vivamente deseadas por el Concilio, son instituidas por la Conferencia de Obispos y de la cual es necesario que sean miembros los Obispos, distinguiéndose con claridad de los ayudantes peritos. Cuando el número de los miembros de la Conferencia de Obispos no sea suficiente para que se elijan de entre ellos, sin dificultad, y se instituya la comisión litúrgica, nómbrese un consejo o grupo de expertos que, en cuanto sea posible y siempre bajo la presidencia de un Obispo, desempeñen estas tareas; evitando, sin embargo, el nombre de «comisión litúrgica».
   La interrupción de todos los experimentos sobre la celebración de la santa Misa, ha sido notificada por la Santa Sede ya desde el año 1970 y nuevamente se repitió, para recordarlo, en el año 1988. Por lo tanto, cada Obispo y la misma Conferencia no tienen ninguna facultad para permitir experimentos sobre los textos litúrgicos o sobre otras cosas que se indican en los libros litúrgicos. Para que se puedan realizar en el futuro tales experimentos, se requiere el permiso de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, que lo concederá por escrito, previa petición de la Conferencia de Obispos. Pero esto no se concederá sin una causa grave. Por lo que se refiere a la enculturación en materia litúrgica, se deben observar, estricta e íntegramente, las normas especiales establecidas. Todas las normas referentes a la liturgia, que la Conferencia de Obispos determine para su territorio, conforme a las normas del derecho, se deben someter a la recognitio de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, sin la cual, carecen de valor legal.
3. LOS PRESBÍTEROS
    Los presbíteros, como colaboradores fieles, diligentes y necesarios, del orden Episcopal, llamados para servir al Pueblo de Dios, constituyen un único presbiterio con su Obispo, aunque dedicados a diversas funciones. «En cada una de las congregaciones locales de fieles representan al Obispo, con el que están confiada y animosamente unidos, y toman sobre sí una parte de la carga y solicitud pastoral y la ejercen en el diario trabajo». Y, «por esta participación en el sacerdocio y en la misión, los presbíteros reconozcan verdaderamente al Obispo como a padre suyo y obedézcanle reverentemente». Además, «preocupados siempre por el bien de los hijos de Dios, procuren cooperar en el trabajo pastoral de toda la diócesis e incluso de toda la Iglesia».
   Grande es el ministerio «que en la celebración eucarística tienen principalmente los sacerdotes, a quienes compete presidirla in persona Christi, dando un testimonio y un servicio de comunión, no sólo a la comunidad que participa directamente en la celebración, sino también a la Iglesia universal, a la cual la Eucaristía hace siempre referencia. Por desgracia, es de lamentar que, sobre todo a partir de los años de la reforma litúrgica después del Concilio Vaticano II, por un malentendido sentido de creatividad y de adaptación, no hayan faltado abusos, que para muchos han sido causa de malestar». Coherentemente con lo que prometieron en el rito de la sagrada Ordenación y cada año renuevan dentro de la Misal Crismal, los presbíteros presidan «con piedad y fielmente la celebración de los misterios de Cristo, especialmente el sacrificio de la Eucaristía y el sacramento de la reconciliación». No vacíen el propio ministerio de su significado profundo, deformando de manera arbitraria la celebración litúrgica, ya sea con cambios, con mutilaciones o con añadidos. En efecto, dice San Ambrosio: «No en si, [...] sino en nosotros es herida la Iglesia. Por lo tanto, tengamos cuidado para que nuestras caídas no hieran la Iglesia».Es decir, que no sea ofendida la Iglesia de Dios por los sacerdotes, que tan solemnemente se han ofrecido, ellos mismos, al ministerio. Al contrario, bajo la autoridad del Obispo vigilen fielmente para que no sean realizadas por otros estas deformaciones.
   «Esfuércese el párroco para que la santísima Eucaristía sea el centro de la comunidad parroquial de fieles; trabaje para que los fieles se alimenten con la celebración piadosa de los sacramentos, de modo peculiar con la recepción frecuente de la santísima Eucaristía y de la penitencia; procure moverles a la oración, también en el seno de las familias, y a la participación consciente y activa en la sagrada liturgia, que, bajo la autoridad del Obispo diocesano, debe moderar el párroco en su parroquia, con la obligación de vigilar para que no se introduzcan abusos». Aunque es oportuno que las celebraciones litúrgicas, especialmente la santa Misa, sean preparadas de manera eficaz, siendo ayudado por algunos fieles, sin embargo, de ningún modo debe ceder aquellas cosas que son propias de su ministerio, en esta materia.
   Por último, todos «los presbíteros procuren cultivar convenientemente la ciencia y el arte litúrgicos, a fin de que por su ministerio litúrgico las comunidades cristianas que se les han encomendado alaben cada día con más perfección a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo».Sobre todo, deben estar imbuidos de la admiración y el estupor que la celebración del misterio pascual, en la Eucaristía, produce en los corazones de los fieles.

domingo, 27 de noviembre de 2011

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 27 DE NOVIEMBRE, 1º DE ADVIENTO

PERMANECED FIELES

Marcos 13, 33-37    «Estad atentos y vigilad, porque ignoráis cuándo será el momento. Al igual que un hombre que se ausenta: deja su casa, da atribuciones a sus siervos, a cada uno su trabajo, y ordena al portero que vele; velad, por tanto, ya que no sabéis cuándo viene el dueño de la casa, si al atardecer, o a media noche, o al cantar del gallo, o de madrugada. No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos. Lo que a vosotros digo, a todos lo digo: ¡Velad!»
Otras lecturas: Isaías 63,16-67,19b;64,2-7; *Salmo 80,2-3, 15-16, 18-19; 1 Corintios 1,2-9
LECTIO:
   Comenzamos nuestra preparación para este gran tiempo de Adviento, no con el nacimiento de Jesús, sino dirigiendo la mirada más lejos: hacia la Segunda Venida del Señor.
   En los versículos anteriores de Marcos 12, Jesús enseña importantes verdades respecto a los que ocurrirá antes de que vuelva a la tierra al final de la historia. Aunque desviar nuestra atención de la especulación estéril y disgregadora en torno a las fechas para dirigirla al servicio fiel.
   Por eso, Jesús concluye esta enseñanza sobre su segunda venida con unos pocos versículos anteriores que se centran en la necesidad de mantenerse alerta y permanecer fieles a la misión que nos ha encomendado realizar. Para ayudarnos a entender este tema, Jesús utiliza la parábola del Señor que deja a sus criados para que cumplan con sus obligaciones mientras se marcha de viaje. Nadie sabe con exactitud cuándo regresará el Señor.
MEDITATIO:
¿Cuál es el mensaje central de la parábola de hoy? ¿Es que Jesús espera encontrarnos, cuando vuelva, realizando la labor que nos ha pedido llevar acabo?
En la parábola, a cada uno de los criados se le ha señalado su tarea’ (versículo 34). ¿Qué tarea’ ha encontrado Jesús que realicen todos los cristianos? ¿Qué cosas ye ha confiado a ti personalmente?
Considera lo que puede ocurrir a la hora de debatir con otros cristianos sobre el momento en que vendrá Jesús. Compáralo con nuestra responsabilidad respecto a nuestros compañeros de servicio en la parábola de Jesús. ¿Cuál es más constructiva?
Marcos 13 nos recuerda que un día este mundo llegará a su fin. ¿No estaremos perdiendo demasiado tiempo ocupándonos de las cosas temporales?
ORATIO:
   Alaba a Dios: un día Jesús vendrá de nuevo con gran poder y gloria pero el fin de la historia se encuentra bajo su control directo.
   Ora por quienes todavía no han aceptado el perdón de Dios. Orar que El Espíritu Santo les revele a Jesús y respondan a su gracia y a su misericordia.
   Pídele a Dios que te conceda la gracia y la fuerza que necesites para servirle y cumplir su voluntad. Ora para que Dios no te deje caer en el cansancio o el desánimo
CONTEMPLATIO:
   Las dos lecturas adicionales de la liturgia de este día están tomadas de Isaías y Corintios. La primera, de Isaías 63 y 64, es un llamamiento apasionado a la confesión directa con Dios para poder restablecer la relación rota con Él. A pesar de conocer el amor y la fidelidad extraordinaria de Dios, los hijos de Israel se descarriaron una y otra vez. Todos podemos identificarnos con ellos en diversos momentos de nuestra vida. La razón por la que Jesús vino a la tierra fue proporcionarnos un camino de retorno. El arrepentimiento restaura nuestra relación con Dios.     ¡Alaba a Dios! 1 Corintios 1,3-9 nos ofrece este aliento. Nos recuerda que no nos han dejado solos para intentar vivir la vida cristiana por nuestra cuenta.    Podemos aprovechar la riqueza espiritual que se nos ha dado en Cristo. Jesús interviene en nuestras vidas para ayudarnos a mantenernos fieles hasta el día en que regrese.
 Sociedad Bíblica España

sábado, 26 de noviembre de 2011

Adviento

Adviento

 

   El Adviento (del latin ad-venio, llegar.) es un tiempo litúrgico que comienza en el Domingo más cercano a la fiesta de San Andrés Apóstol (30 de Noviembre) y abarca cuatro Domingos. El primer Domingo puede adelantarse hasta el 27 de Noviembre, y entonces el Adviento tiene veintiocho días, o retrasarse hasta el 3 de Diciembre, teniendo solo veintiún días.
   Con el Adviento comienza el año eclesiástico en las Iglesias occidentales. Durante este tiempo los creyentes son exhortados:
  • a prepararse dignamente a celebrar el aniversario de la venida del Señor al mundo como la encarnación del Dios de amor,
  • de manera que sus almas sean moradas adecuadas al Redentor que viene a través de la Sagrada Comunión y de lagracia, y
  • en consecuencia estén preparadas para su venida final como juez, en la muerte y en el fin del mundo.
Simbolismo
   La Iglesia prepara la Liturgia en este tiempo para lograr este fin. En la oración oficial, el Breviario, en el Invitatorio de Maitines, llama a sus ministros a adorar "al Rey que viene, al Señor que se acerca", "al Señor que está cerca", " al que mañana contemplaréis su gloria". Como Primera Lectura del Oficio de Lectura introduce capítulos del profeta Isaías, que hablan en términos hirientes de la ingratitud de la casa de Israel, el hijo escogido que ha abandonado y olvidado a su Padre; que anuncian al Varón de Dolores herido por los pecados de su pueblo; que describen fielmente la pasión y muerte del Redentor que viene y su gloria final; que anuncian la congregación de los Gentiles en torno al Monte Santo. La Segunda Lectura del Oficio de Lectura en tres Domingos están tomadas de la octava homilía del Papa San León (440-461) sobre elayuno y la limosna como preparación para la venida del Señor, y en uno de los Domingos (el segundo) del comentario de San Jerónimo sobre Isaías 11:1, cuyo texto él interpreta referido a Santa María Virgen como "el renuevo del tronco de Jesé". En los himnos del tiempo encontramos alabanzas a la venida de Cristo como Redentor, el Creador del universo, combinados con súplicas al juez del mundo que viene para protegernos del enemigo. Similares ideas son expresadas los últimos siete días anteriores a la Vigilia de Navidad en las antífonas del Magnificat . En ellas, la Iglesia pide a la Sabiduría Divina que nos muestre el camino de la salvación; a la Llave de David que nos libre de la cautividad; al Sol que nace de lo alto que venga a iluminar nuestras tinieblas y sombras de muerte, etc. En las Misas es mostrada la intención de la Iglesia en la elección de las Epístolas y Evangelios. En las Epístolas se exhorta al creyente para que, dada la cercanía del Redentor , deje las actividades de las tinieblas y se pertreche con las armas de la luz; que se conduzca como en pleno día, con dignidad, y vestido del Señor Jesucristo; muestra como las naciones son llamadas a alabar el nombre del Señor; invita a estar alegres en la cercanía del Señor, de manera que la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodie los corazones y pensamientos en Cristo Jesús; exhorta a no juzgar, a dejar que venga el Señor, que manifestará los secretos escondidos en los corazones. En los Evangelios la Iglesia habla del Señor que viene en su gloria; de Aquel en el que, y a través del que, las profecías son cumplidas; del Guía Eterno en medio de los Judíos; de la voz en el desierto, "Preparad el camino del Señor". La Iglesia en su Liturgia nos devuelve en espíritu al tiempo anterior a la encarnación del Hijo de Dios, como si aún no hubiera tenido lugar. El Cardinal Wiseman ha dicho:
   Estamos no sólo exhortados a sacar provecho del bendito acontecimiento, sino a suspirar diariamente como nuestros antiguos Padres, "Cielos, destilad el rocío; nubes, derramad al Justo: ábrase la tierra y brote la salvación." Las Colectas en tres de los cuatro Domingos de este tiempo empiezan con las palabras, "Señor, muestra tu poder y ven" - como si el temor a nuestras iniquidades previniera su nacimiento.
Origen Histórico
No se puede determinar con exactitud cuando fue por primera vez introducida en la Iglesia la celebración del Adviento. La preparación para la fiesta de la Navidad no debió ser anterior a la existencia de la misma fiesta, y de ésta no encontramos evidencia antes del final del siglo cuarto cuando, de acuerdo con Duchesne [Christian Worship (London, 1904), 260], era celebrada en toda la Iglesia, por algunos el 25 de Diciembre, por otros el 6 de Enero. De tal preparación leemos en las Actas de un sínodo de Zaragoza en el 380, cuyo cuarto canon prescribe que desde el diecisiete de Diciembre hasta la fiesta de la Epifanía nadie debiera permitirse la ausencia de la iglesia. Tenemos dos homilías de San Máximo, Obispo de Turín (415-466), intituladas "In Adventu Domini", pero no hacen referencia a ningún tiempo especial. El título puede ser la adición de un copista. Existen algunas homilías, probablemente la mayor parte de San Cesáreo, Obispo de Arlés (502-542), en las que encontramos mención de una preparación antes de la Navidad; todavía, a juzgar por el contexto, no parece que exista ninguna ley general sobre la materia. Un sínodo desarrollado (581) en Mâcon, en la Galia, en su canon noveno ordena que desde el once de Noviembre hasta la Navidad el Sacrificio sea ofrecido de acuerdo al rito Cuaresmal los Lunes, Miércoles, y Viernes de la semana. El Sacramentario Gelasiano anota cinco domingos para el tiempo; estos cinco eran reducidos a cuatro por el Papa San Gregorio VII (1073-85). La colección de homilías de San Gregorio el Grande (590-604) empieza con un sermón para el segundo Domingo de Adviento. En el 650 el Adviento era celebrado en España con cinco Domingos. Varios sínodos hicieron cánones sobre los ayunos a observar durante este tiempo, algunos empezaban el once de Noviembre, otros el quince, y otros con el equinoccio de otoño. Otros sínodos prohibían la celebración del matrimonio. En la Iglesia Griega no encontramos documentos sobre la observancia del Adviento hasta el siglo octavo. San Teodoro el Estudita (m. 826), que habló de las fiestas y ayunos celebrados comúnmente por los Griegos, no hace mención de este tiempo. En el siglo octavo encontramos que, desde el 15 Noviembre a la Navidad, es observado no como una celebración litúrgica, sino como un tiempo de ayuno y abstinencia que, de acuerdo a Goar, fue posteriormente reducido a siete días. Pero un concilio de los Rutenianos (1720) ordenaba el ayuno de acuerdo a la vieja regla desde el quince de Noviembre. Esta es la regla al menos para algunos de los Griegos. De manera similar, los ritos Ambrosiano y Mozárabe no tienen liturgia especial para el Adviento, sino sólo el ayuno.

viernes, 18 de noviembre de 2011

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 20 DE NOVIEMBRE, SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO

Mateo 25:31-46  Cuando venga el Hijo del hombre rodeado de esplendor y de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones se reunirán delante de él, y él separará a unos de otros como el pastor separa las ovejas de las cabras. Pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Y dirá el Rey a los de su derecha:
   ‘Venid vosotros, los que mi Padre ha bendecido: recibid el reino que se os ha preparado desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me recibisteis, anduve sin ropa y me vestisteis, caí enfermo y me visitasteis, estuve en la cárcel y vinisteis a verme.’ Entonces los justos preguntarán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber? ¿O cuándo te vimos forastero y te recibimos, o falto de ropa y te vestimos? ¿O cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?’ El Rey les contestará: ‘Os aseguro que todo lo que hicisteis por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicisteis.’ “Luego dirá el Rey a los de su izquierda: ‘Apartaos de mí, malditos: id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me recibisteis, anduve sin ropa y no me vestisteis, caí enfermo y estuve en la cárcel, y no me visitasteis.’ Entonces ellos preguntarán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o falto de ropa, o enfermo o en la cárcel, y no te ayudamos?’ El Rey les contestará: ‘Os aseguro que todo lo que no hicisteis por una de estas personas más humildes, tampoco por mí
lo hicisteis.’  Estos irán al castigo eterno, y los justos, a la vida eterna.”
Otras Lecturas: Ezequiel 34:11-12, 15-17; Salmo 23:1-3, 5-6; 1 Corintios 15:20-26, 28
LECTIO:
   Se acerca el final del año litúrgico, y abordamos la última parte de quinto discurso del evangelio según san Mateo. No se trata de una parábola en sentido estricto, aun cuando pinta una escena viva del juicio final. Es un pasaje complejo, por lo que tan sólo nos vamos a fijar en unos pocos aspectos.
   En la mayoría de las anteriores parábolas el Rey representa a Dios Padre. En cambio, en esta es Jesús mismo quien se identifica con el Rey que vendrá a juzgar a todos los pueblos. Jesús sabe que va a ser rechazado por los dirigentes religiosos y que va a ser crucificado. Cuando vuelva su verdadera identidad quedará fuera de toda discusión.
   La imagen del pastor que separa a las ovejas de las cabras tenía que resultarle familiar al pueblo de Israel de aquella época. Las ovejas y las cabras pastaban juntas durante el día, pero al llegar la noche, había que separar a las cabras: como eran menos resistentes al fío, había que mantenerlas juntas al calor.
   La división entre justos y pecadores corrobora gran parte de la doctrina anterior de Jesús. Acudir compasivamente a quienes nos rodean es una expresión natural de la fe en Jesús. Conducirse con obediencia a Jesús, amar a nuestro prójimo, no deja lugar a nuestra indiferencia ante las necesidades de los demás.
MEDITATIO:
Medita en torno a Ezequiel 34:11-17. Considera todas las maneras distintas en que un pastor atiende y cuida de sus ovejas. ¿Qué te dice todo ello sobre el modo en Dios se ocupa de ti?
¿De qué manera nos ayuda a entender este pasaje Santiago 2:14-26?
¿Cuáles son tus sentimientos respecto al juicio de Dios?
¿Qué tiene que decirnos este pasaje sobre nuestra actitud respecto a los demás?
ORATIO:
Da gloria a Jesús como Rey sentado en su trono y rodeado por sus ángeles. Pídele a Dios que te haga consciente de las necesidades de los demás y de cuándo y cómo debes ayudarlos. Puede que Dios te hable respecto a personas que padecen hambre o sed, tanto material como espiritualmente.
CONTEMPLATIO:
Agradécele a Dios el estar reconciliados con él gracias a que Jesús pago el precio del rescate de nuestros pecados en la cruz.
Sociedades Bíblicas Unidas

martes, 15 de noviembre de 2011

INSTRUCCIÓN ”REDEMPTIONIS SACRAMENTUM”

LA ORDENACIÓN DE LA SAGRADA LITURGIA

1.1.-«La ordenación de la sagrada Liturgia es de la competencia exclusiva de la autoridad eclesiástica; ésta reside en la Sede Apostólica y, en la medida que determine la ley, en el Obispo».
   El Romano Pontífice, «Vicario de Cristo y Pastor de la Iglesia universal en la tierra... tiene, en virtud de su función, potestad ordinaria, que es suprema, plena, inmediata y universal en la Iglesia, y que puede siempre ejercer libremente»,aún comunicando con los pastores y los fieles.
   Compete a la Sede Apostólica ordenar la sagrada Liturgia de la Iglesia universal, editar los libros litúrgicos, revisar sus traducciones a lenguas vernáculas y vigilar para que las normas litúrgicas, especialmente aquellas que regulan la celebración del santo Sacrificio de la Misa, se cumplan fielmente en todas partes.
   «La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos trata lo que corresponde a la Sede Apostólica, salvo la competencia de la Congregación para la Doctrina de la Fe, respecto a la ordenación y promoción de la sagrada liturgia, en primer lugar de los sacramentos. Fomenta y tutela la disciplina de los sacramentos, especialmente en lo referente a su celebración válida y lícita». Finalmente, «vigila atentamente para que se observen con exactitud las disposiciones litúrgicas, se prevengan sus abusos y se erradiquen donde se encuentren». En esta materia, conforme a la tradición de toda la Iglesia, destaca el cuidado de la celebración de la santa Misa y del culto que se tributa a la Eucaristía fuera de la Misa.
   Los fieles tienen derecho a que la autoridad eclesiástica regule la sagrada Liturgia de forma plena y eficaz, para que nunca sea considerada la liturgia como «propiedad privada de alguien, ni del celebrante ni de la comunidad en que se celebran los Misterios».
1. EL OBISPO DIOCESANO, GRAN SACERDOTE DE SU GREY
   El Obispo diocesano, primer administrador de los misterios de Dios en la Iglesia particular que le ha sido encomendada, es el moderador, promotor y custodio de toda la vida litúrgica. Pues «el Obispo, por estar revestido de la plenitud del sacramento del Orden, es "el administrador de la gracia del supremo sacerdocio", sobre todo en la Eucaristía, que él mismo celebra o procura que sea celebrada, y mediante la cual la Iglesia vive y crece continuamente».
   La principal manifestación de la Iglesia tiene lugar cada vez que se celebra la Misa, especialmente en la iglesia catedral, «con la participación plena y activa de todo el pueblo santo de Dios, [...] en una misma oración, junto al único altar, donde preside el Obispo» rodeado por su presbiterio, los diáconos y ministros.  Además, «toda legítima celebración de la Eucaristía es dirigida por el Obispo, a quien ha sido confiado el oficio de ofrecer a la Divina Majestad el culto de la religión cristiana y de reglamentarlo en conformidad con los preceptos del Señor y las leyes de la Iglesia, precisadas más concretamente para su diócesis según su criterio». En efecto, «al Obispo diocesano, en la Iglesia a él confiada y dentro de los límites de su competencia, le corresponde dar normas obligatorias para todos, sobre materia litúrgica». Sin embargo, el Obispo debe tener siempre presente que no se quite la libertad prevista en las normas de los libros litúrgicos, adaptando la celebración, de modo inteligente, sea a la iglesia, sea al grupo de fieles, sea a las circunstancias pastorales, para que todo el rito sagrado universal esté verdaderamente acomodado al carácter de los fieles.
   El Obispo rige la Iglesia particular que le ha sido encomendada y a él corresponde regular, dirigir, estimular y algunas veces también reprender, cumpliendo el ministerio sagrado que ha recibido por la ordenación episcopal, para edificar su grey en la verdad y en la santidad. Explique el auténtico sentido de los ritos y de los textos litúrgicos y eduque en el espíritu de la sagrada Liturgia a los presbíteros, diáconos y fieles laicos, para que todos sean conducidos a una celebración activa y fructuosa de la Eucaristía, y cuide igualmente para que todo el cuerpo de la Iglesia, con el mismo espíritu, en la unidad de la caridad, pueda progresar en la diócesis, en la nación, en el mundo. Los fieles «deben estar unidos a su Obispo como la Iglesia a Jesucristo, y como Jesucristo al Padre, para que todas las cosas se armonicen en la unidad y crezcan para gloria de Dios».Todos, incluso los miembros de los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, y todas las asociaciones o movimientos eclesiales de cualquier genero, están sometidos a la autoridad del Obispo diocesano en todo lo que se refiere a la liturgia, salvo las legítimas concesiones del derecho. Por lo tanto, compete al Obispo diocesano el derecho y el deber de visitar y vigilar la liturgia en las iglesias y oratorios situados en su territorio, también aquellos que sean fundados o dirigidos por los citados institutos religiosos, si los fieles acuden a ellos de forma habitual.
   El pueblo cristiano, por su parte, tiene derecho a que el Obispo diocesano vigile para que no se introduzcan abusos en la disciplina eclesiástica, especialmente en el ministerio de la palabra, en la celebración de los sacramentos y sacramentales, en el culto a Dios y a los santos.
  Las comisiones, consejos o comités, instituidos por el Obispo, para que contribuyan a «promover la acción litúrgica, la música y el arte sacro en su diócesis», deben actuar según el juicio y normas del Obispo, bajo su autoridad y contando con su confirmación; así cumplirán su tarea adecuadamente y se mantendrá en la diócesis el gobierno efectivo del Obispo. De estos organismos, de otros institutos y de cualquier otra iniciativa en materia litúrgica, después de cierto tiempo, resulta urgente que los Obispos indaguen si hasta el momento ha sido fructuosa su actividad, y valoren atentamente cuáles correcciones o mejoras se deben introducir en su estructura y en su actividad, para que encuentren nueva vitalidad. Se tenga siempre presente que los expertos deben ser elegidos entre aquellos que sean firmes en la fe católica y verdaderamente preparados en las disciplinas teológicas y culturales.