TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

sábado, 27 de junio de 2015

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 28 DE JUNIO, 13º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo)

« A TI TE DIGO  LEVÁNTATE»
Mc. 5. 21-24.35-43
            Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor y se quedó junto al mar. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva». Se fue con él y lo seguía mucha gente que lo apretujaba…
       Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: «Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?». Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas; basta que tengas fe». No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a casa del jefe de la sinagoga y encuentra el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos y después de entrar les dijo: «¿Qué estrépito y qué lloros son estos? La niña no está muerta; está dormida».  Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: Talitha qumi (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»). La niña se levantó inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y quedaron fuera de sí llenos de estupor. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

Otras Lecturas: Sabiduría 1, 13-15; 2, 23-24; Salmo 29; 2Corintios 8,7.9.13-15


LECTIO:
               
                Los milagros de Jesús son actos que buscan, según cada caso: despertar, fortalecer y hacer crecer la fe. Las personas destinatarias de estas acciones de Jesús son personas de fe, personas que han puesto su confianza en Dios.
       El verdadero milagro que este evangelio nos quiere enseñar es que tenemos que poner, colocar, depositar toda nuestra confianza en Dios.       
       Es importante que nos fijemos en los dos personajes principales: Jairo y la mujer que padecía una grave enfermedad. Ambos dan muestras de fe auténtica. Jairo al ver a Jesús se echó a sus pies para presentarle su súplica: que se acercara a curar a su hija.
       La mujer enferma, cuando quiere confesar que ha sido ella la que ha tocado el manto de Jesús, también realiza el mismo gesto: se echó a sus pies.
       Este gesto es mucho más que un gesto físico. Cuando uno se arrodilla ante alguien, pone absolutamente toda su confianza en esa persona. Es un gesto que demuestra el total abandono de la propia persona ante la otra.
       Jairo y la mujer enferma nos enseñan que solamente ante Dios podemos abandonarnos de esta manera, depositando nuestra confianza en Él.
       Fijémonos ahora en Jesús. Él decidió cambiar su camino y acudir hasta la casa de Jairo, este padre con una fe sincera, le ha conmovido. Jesús toma la palabra para que la fe de Jairo no se venga abajo. Confía Jairo, si tienes fe, si confías en el poder de Dios encontraras el consuelo necesario. Jairo habiendo recibido el aliento de Jesús le conducirá hasta la cama de su hija, allí Jesús rescatará a su hija de la muerte…
                         
MEDITATIO:
      Sin pretensiones, sin querer determinar la acción de Dios, presentémonos ante Él simplemente con una fe sincera. Abriéndole nuestro corazón, diciéndole lo que necesitamos. Él hará el resto.  
¿Qué podemos hacer para que nuestra fe crezca, aumente y se fortifique? ¿Qué hacer para tener una actitud de total disponibilidad y apertura ante Dios? ¿Cómo experimentar la presencia viva de Jesús en la Palabra, en la Eucaristía, en la oración…? ¿Cómo experimentarlo en cada momento de nuestra vida?
¿Qué hacemos para demostrar confianza en el Señor? ¿Qué hacemos para que otros confíen y crean en Él?
     ¡Cuántas cosas tienes que sanar en nuestras vidas, Señor! ¡Cuántas cosas tenemos que dejar que purifiques! ¡Cuántas cosas hay en nuestra vida que nos quitan la paz y nos hacen arrastrar ingratitudes, penas, dolores…!
                                                                                                                                                                
ORATIO:
     Jesús, Tú que vienes a devolver la dignidad a cada persona, destruida con frecuencia por nuestras limitaciones, abusos y pecados. Haz que colabore siempre con ese poder tuyo que nos regalas, para que viva más plenamente como hijo de nuestro Padre, según la medida de tu grandeza.

Ven, Señor, a mi vida. Sáname,
dame un corazón sensible a tu presencia
y aumenta la necesidad de seguir  buscándote.

   Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren.


CONTEMPLATIO:
“…tu fe te ha salvado”.

     El mensaje de Jesús habla de amor. Su persona irradia fuerza curadora. La mujer busca su propio camino para encontrarse con Jesús. Actuará calladamente. Le tocará sólo el manto… no importa nada. Para sentirse limpia basta esa confianza grande en Jesús.
     Marcos nos describe en su relato dos reacciones muy diferentes ante la petición de Jairo. La de sus criados que le invitan a la resignación y la de Jesús que le invita a la confianza total. Creer, confiar en el Dios del evangelio conduce a vivir evangélicamente. Creer, confiar en un Dios Amor es disponerse a amar responsablemente.

«No temas; basta que tengas fe».

Santa Teresa, mujer de fe, confianza y experiencia de  Dios nos dice:
 Confianza y fe viva 
mantenga el alma,
que quien cree y espera
todo lo alcanza.

viernes, 26 de junio de 2015

Ante el Día del Papa

Queridos hermanos y hermanas:
      Celebramos en este domingo, el más cercano a la solemnidad de los Apóstoles Pedro y Pablo, el Día del Papa. En esta jornada damos gracias a Dios por el servicio decisivo que el Sucesor de Pedro presta a la comunidad cristiana. Como es bien sabido, a lo largo de su ministerio público, el Señor va diseñando la arquitectura constitucional de la Iglesia y va poniendo los pilares del edificio espiritual que es la casa del Dios vivo, como llama san Pablo a la Iglesia. Para ello, elige a los Apóstoles como cimiento, a los que envía al mundo entero para que prediquen el Evangelio a toda criatura. Previamente, en Pentecostés, los unge con la fuerza del Espíritu, que les capacita para la tarea que les espera, implantar la Iglesia en el mundo entonces conocido.
     De entre los Doce, elige a Pedro para que sea el principio de unidad y la piedra fundamental de la casa del Dios vivo (1 Tim 3,15). Para ello, le promete el carisma de atar y desatar, es decir, de interpretar con autoridad la nueva ley evangélica (Mt 16,17-19). Le impone además la tarea de confirmar a sus hermanos en la fe (Lc 22,32). Después de su resurrección, en las riberas del mar de Galilea, le entrega la potestad suprema de enseñar, santificar y regir al nuevo Pueblo de Dios (Jn 21,15-17).
     Del mismo modo que el oficio que el Señor encomendó a los Doce subsiste en los Obispos, sucesores de los Apóstoles, el oficio que Cristo encomendó a Pedro, por voluntad de Jesús, permanece en sus sucesores, los Obispos de Roma, de modo que el Papa es, como Pedro, Vicario de Jesucristo, Pastor de toda su grey y cabeza visible de la Iglesia. Como dice el Concilio Vaticano II, el Papa "hace las veces de Cristo mismo, maestro, pastor y pontífice, y actúa en su lugar" (LG 21). Este es el fundamento del amor y veneración que debemos profesar al Papa, algo que se remonta a los primeros tiempos de la Iglesia y a la más genuina tradición católica. El amor al Papa y el "sentir" con el Papa han sido siempre un signo distintivo de los buenos católicos. Lo han sido y siguen siendo también la acogida, docilidad y obediencia a sus enseñanzas y la oración por el Papa, que goza de la asistencia indefectible del Espíritu, pero que necesita también de la plegaria ferviente de todos los hijos de la Iglesia.
     Todos los días hemos de encomendar al Señor la persona, la salud, el ministerio e intenciones del Papa Francisco. Debemos rezar por él especialmente en este domingo en nuestras devociones privadas y en las celebraciones eucarísticas de nuestras parroquias y comunidades…
     El Directorio para el ministerio pastoral de los Obispos nos pide a los Ordinarios diocesanos que no descuidemos "la particular colecta denominada Óbolo de San Pedro, destinada a hacer posible que la Iglesia de Roma pueda cumplir válidamente su oficio de presidencia en la caridad universal"… 
    Con el "óbolo de San Pedro" el Santo Padre atiende a las frecuentes peticiones de ayuda que, como pastor universal, recibe del mundo entero. Atiende, sobre todo, al grito de los pobres, niños, ancianos, marginados, emigrantes, prófugos, víctimas de las guerras y desastres naturales, como acabamos de ver con ocasión del terremoto de Nepal. El Papa atiende también a las necesidades de las diócesis más necesitadas. Ayuda además a los misioneros y a sus obras pastorales, evangelizadoras, humanitarias, educativas y de promoción social en los países del Tercer Mundo.
     Para ello necesita nuestra ayuda. El Óbolo de San Pedro es la expresión más genuina de la participación de todos los fieles en las iniciativas del sucesor de Pedro al servicio de la Iglesia universal. Es un gesto que no sólo tiene valor práctico, sino también una gran fuerza simbólica, como signo de comunión con el Papa, de solicitud por las necesidades de nuestros hermanos pobres y necesitados y de participación en la acción evangelizadora de la Iglesia.
     En este domingo y siempre, estrechamos los vínculos de comunión con el Papa Francisco, que hoy nos preside en la caridad, acogemos su Magisterio, oramos por él y le ayudamos con nuestras limosnas a socorrer a los necesitados.
     Con mi gratitud anticipada por vuestra generosidad, para todos mi saludo fraterno y mi bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina - Arzobispo de Sevilla

Las obras de misericordia espirituales y corporales.
(II)
  Comenzamos hoy nuestra reflexión ante el Santísimo Sacramento, pidiendo a Cristo que nos ayude a entender todo el Amor que Él vive con los hombres y que se encierra en cada una de estas acciones.

Enseñar al que no sabe

   Es la primera obra de misericordia. El Señor enseñaba a los apóstoles, les explicaba las parábolas. Toda la vida de Cristo es una enseñanza, una lección de amor que nos descubre el Amor que Dios Padre nos tiene.
   Todos necesitamos aprender - y tenemos mucho que aprender - en todos los campos de nuestra vida: en el estudio, en la profesión, en las relaciones con los demás, en la vida con nuestras familias, con nuestros amigos. Y, de manera muy particular, hemos de mejorar mucho en el conocimiento de las verdades de la Fe, y vivir con más amor nuestras relaciones personales con Dios en la piedad.
   Nuestra capacidad de aprender es inagotable. Nunca podemos decir que ya conocemos bastante, que ya hemos alcanzado la profundidad de la sabiduría del Amor de Dios.
    Dios, por su parte, nos expresa claramente su voluntad, su amor. Dios quiere que “todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”. Pero “¿cómo conocerán la Verdad si nadie se la anuncia?” (…), se pregunta el apóstol, y todos los cristianos nos lo preguntamos también. Cuando los primeros discípulos recibieron el Espíritu Santo el día de Pentecostés, comenzaron enseguida a hablar y a anunciar la Resurrección de Cristo, a anunciar la Verdad de Dios a los hombres.
   El Señor nos da un ejemplo precioso de esta obra de misericordia cuando sale al encuentro de los discípulos de Emaús. Se pone a su lado, camina con ellos, les explica las Escrituras -les enseña a leerlas- y comienza a hablarles, para que crean en su Resurrección. Y hablando, camina con ellos un buen rato, hasta que ellos le ruegan: “Quédate con nosotros” (Lc 24, 29).
    Los padres de familia caminan con sus hijos enseñándoles tantas cosas: a caminar, a comer, a estudiar, a ayudar a sus hermanos. Y, al rezar con ellos, les están transmitiendo el mayor tesoro de sabiduría mayor que guardan en su cabeza y en su corazón: la Fe en Dios Padre, el amor a Jesucristo, Dijo Hijo. Así, los padres que cuidan de la vida de sus hijos, se preocupan también de la vida de su espíritu, de alimentar sus almas, de leer la vida de Cristo, los Evangelios, con ellos.
    Los profesores cristianos que se preocupan de transmitir a sus alumnos no sólo toda su ciencia, sino también y como por ósmosis, por el buen ejemplo, la amabilidad, el cariño y la preocupación que les manifiestan, viven muy bien esta obra de misericordia.
   Enseñar el misterio del amor de Dios a los hombres es la finalidad de la labor de catequesis que se hace en nuestras parroquias, y en la que podemos participar en la medida de nuestras disponibilidades, como cuando explicamos a un compañero una cuestión profesional que él no ha entendido muy bien. Y siempre que enseñamos a un amigo a rezar el Padrenuestro, el Avemaría, a leer personalmente los Evangelios, la vida de Cristo.

Dar buen consejo al que lo necesita

    Todos sabemos por experiencia que muchas veces necesitamos el buen consejo de un amigo, de una persona que nos quiere y que se preocupa de nosotros, de nuestro bien. Cuando hacemos cosas mal hechas, nos gustaría cambiar, rectificar - y no sabemos cómo hacerlo - echamos en falta la presencia de un amigo que nos aconseje para que, después, libremente, nos decidamos a seguir un camino u otro. Un buen consejo en la vida espiritual, en la vida profesional, en la vida familiar y personal, es un tesoro inapreciable.
¡Cuántas madres de familia han agradecido de todo corazón el buen consejo de un médico que les ha animado a seguir adelante con un embarazo, y que ha hecho posible el gozo del nacimiento de un ser humano!
     El Señor da un sabio consejo a quienes querían arrancar la cizaña en el campo de trigo. Les dice que dejen crecer todo, para que, al arrancar la cizaña, no la confundan con el trigo, y se haga más daño al campo. Todo a su hora. Ya llegará el momento de la siega y, entonces, el trigo se recogerá en los graneros, y la cizaña alimentará el horno de fuego.
     “Del amigo el consejo”, nos recuerda la sabiduría del pueblo. Porque sólo los buenos amigos tienen la fortaleza de decirnos las cosas que necesitamos cambiar, que debemos corregir en nuestra conducta, que nos hacen daño y que debemos abandonar. Sólo un buen amigo tiene el ánimo y el cariño necesario para insistirnos en qué debemos estudiar más, trabajar mejor, confesarnos de vez en cuando y pedir perdón por nuestros pecados.
     El buen consejo es uno de los frutos más preciosos de la amistad. El amigo es el que se preocupa del bien del amigo, y del bien en todos sus sentidos. Por eso, el amigo es el único que se atreve a corregirle y a animarle. Seremos esos buenos amigos si animamos a un compañero a preocuparse más de su familia, a estar más comprometido con la educación de sus hijos, a tratar con más cariño a sus padres, a su marido, a su esposa.
     “Echad la red a la derecha”, otro precioso consejo del Señor a los apóstoles, que estaban algo desalentados por el poco fruto de sus fatigas. No habían pescado nada durante toda la noche.
     ¡Cuántas veces echamos en falta una palabra que nos oriente en el camino, una sugerencia que nos invite a pensar con alma en lo que vamos a hacer! Y ¡cuántas veces, también, nos habrá removido la conciencia de no haber dado un buen consejo a alguien para que no hubiera hecho algo que, después, le ha provocado un grave daño a su vida, a su familia, a su trabajo.

Cuestionario

¿Enseño el Catecismo a mis hijos, a mis nietos, para que conozcan y amen a Jesús?

¿Animo a un amigo a que se acerque a Dios, vaya a Misa y practique los Sacramentos?


¿Acojo con cariño a quien me solicite un consejo; y pido gracia al Señor para decirle lo mejor para su alma?

 AVISO PARA ADORADORAS/ES DEL TURNO NÚM. 5 DE MARÍA AUXILIADORA Y SAN JOSÉ


Querido hermano en Xtº. Eucaristía:
     Con la presente, queremos invitarte a que participes con tu Sección en la próxima Vigilia extraordinaria de las Espigas convocada por el Consejo Superior Diocesano de Cádiz y que se celebrará D.m. el sábado 27 de Junio en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la localidad de La Línea de la Concepción (Cádiz).
          

PROGRAMA DE ACTOS:

Día 27 de Junio:
19,30.-  Salida desde Cádiz.
22,30.-  Reunión en las dependencias parroquiales y Procesión de Banderas por las calles de la feligresía.
23,00.- Vísperas y Santa Misa presidida por el Sr. Delegado Episcopal Rdº D. Juan José Marina.

Día 28 de Junio:
00,00.-   Turnos de Vela ante el Santísimo Sacramento.
04,30.-   Santo Rosario y rezo de Laudes; Procesión Eucarística con Su Divina Majestad  para la Bendición de los Campos. Regreso al Templo, Oración final y despedida.

     Con el fin de facilitar el desplazamiento hasta la localidad de La Línea éste Consejo Diocesano  contratará un autobús. A tal efecto y para evitar traslados innecesarios quedan establecidas las siguientes paradas:

CÁDIZ.-  salida 19,30h del día 27 de Junio desde la Plaza de la Hispanidad (antigua estación de autobuses), –San Felipe – Residencia.

SAN FERNANDO.-  19,45h – En parada de Policía Local.

CHICLANA.-  20,00H – En nueva parada del Campo de Futbol.

BARBATE.-  20,30h – En Parada de Transportes Comes.

TARIFA.-  21,00h – En parada de Puerta de Jerez.


(Estos horarios tan ajustados se consideraran aproximados debido a las paradas que hay que realizar en su largo recorrido por lo que se solicita su caritativa comprensión en el caso de retrasos)




 Recuerda que Jesús Sacramentado nos espera


sábado, 13 de junio de 2015

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 14 DE JUNIO, 11º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo)

«¿CON QUÉ COMPARAREMOS EL REINO DE DIOS?»
Mc- 4.26-34

            En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega».
       Dijo también: «¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña,  pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden anidar a su sombra». Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

Otras Lecturas: Ezequiel 17,22-24; Salmo 91; 2Corintios 5,6-10

LECTIO:
                El tema central de las parábolas de los Evangelios es el Reino de Dios. Jesús nos descubre el proyecto de Dios para la humanidad.
     Hoy la liturgia nos presenta dos parábolas: la semilla que crece sola y el grano de mostaza.
     La Palabra de Dios, el mensaje de Jesús sembrado en el hombre, en la sociedad, en el mundo, tiene la fuerza y la vitalidad suficientes para germinar y crecer.
    Crece lentamente, pero su crecimiento nadie lo puede impedir ni detener y así va apareciendo el tallo, la espiga y el trigo abundante.
      Los comienzos son sencillos y ocultos, pero la fuerza interior que tiene la semilla va impulsando el crecimiento en una planta con sus frutos. Las cosas de Dios, las cosas del Reino no se miden por nuestros criterios: productividad, utilidad, esfuerzo… El hombre es simple colaborador de la siembra.
      La fuerza del Evangelio ha ido venciendo muchas injusticias y debemos, cada uno de los cristianos, esforzarnos porque esta semilla de salvación y liberación, llegue a todos los hombres.
      La simiente de mostaza es mínima y sin embargo está dotada de fuerza interior que le hace crecer, desarrollarse y dar cobijo a los pájaros. Esta parábola es una invitación a sembrar pequeñas semillas de una humanidad nueva. El proyecto de salvación de Jesús  es humilde en sus comienzos.
      En la sencillez de la vida, pongamos mucho amor para que el Reino vaya creciendo entre nosotros. Vivir con gozo el momento presente. Sembrar cada día sin cansancio. Ser conscientes que la situación actual para sembrar, exige tener más coherencia de vida, mayor entrega y generosidad. La siembra producirá su fruto, a nosotros nos toca sembrar.
  
MEDITATIO:        
     El hombre no es el protagonista en el crecimiento del Reino de Dios. Somos meros colaboradores, pero Jesús quiere y espera nuestro esfuerzo, nuestro trabajo para que su Palabra arraigue y crezca en el hombre de hoy.
Dios actúa en la historia de la humanidad, a pesar de que las apariencias digan lo contrario. Dios actúa desde lo escondido, desde el silencio, desde las pequeñas cosas de cada día. ¿Qué podríamos hacer para que esta semilla sembrada comience a germinar?
Hay en el evangelio una llamada dirigida a todos a sembrar pequeñas semillas de una nueva humanidad. Algo que pueda pasar tan desapercibido como la semilla más pequeña, pero que está llamado a crecer y fructificar. ¿Cómo acojo esta llamada? ¿Qué puedo hacer para que el mensaje de Jesús sea luz y consuelo para otras personas?
Jesús es paciente y respeta nuestra libertad para responder a su gracia. Cómo es mi aptitud, ¿respeto los ritmos de los demás? ¿Soy consciente que me toca sembrar, acompañar, orar…?                                                                                                                                                             
 ORATIO:
Enséñanos, Señor, a experimentar la vida como regalo y don,
y a dejar crecer en nosotros la bondad y la generosidad…

     En el Salmo 91, el salmista desarrolla imagen del justo. Esta semana unámonos al salmista para proclamar el amor de Dios por la mañana, y por la noche su fidelidad.
     Pidámosle a Dios que nos muestre cómo echar raíces más profundas en Él para que nuestra vida se vuelva fuerte y fructífera.

CONTEMPLATIO:
     La semilla está ya sembrada, depende de cada uno de nosotros hacerla germinar en las manos de Jesús y convertirla en un árbol grande y fuerte que cobije a muchos hombres. Por más que sea imperceptible, el crecimiento de la semilla se lleva a cabo, “sin que uno sepa como”. Pero se le deben garantizar las condiciones apropiadas. Eso es lo que nos toca a nosotros: preparar la tierra, abonarla, regarla, proteger los brotes y la planta de cualquier agente externo que le dañe o impida su crecimiento.

     Dice Santa Teresa que “la tierra que no es labrada llevará abrojos y espinas aunque sea fértil”. Cuidemos nuestra tierra para que crezca la semilla de la gracia que cada día nos regala el Señor.

jueves, 11 de junio de 2015

JUNIO 2015
«Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria» (Lc 10, 41-42).

     ¡Cuánto afecto al repetir este nombre: Marta, Marta! La casa de Betania, a las puertas de Jerusalén, es un lugar donde Jesús suele detenerse y descansar con sus discípulos. Fuera, en la ciudad, debe discutir, encuentra oposición y rechazo; en cambio aquí hay paz y acogida.
     Marta es emprendedora y activa. Lo demostrará también en la muerte de su hermano, cuando entabla con Jesús una conversación firme, en la cual lo interpela con energía. Es una mujer fuerte, que muestra una gran fe. A la pregunta: «¿Crees que yo soy la resurrección y la vida?», responde sin dudarlo: «Sí, Señor, creo» (cf. Jn 11, 25-27).
     También ahora está atareada preparando una acogida digna para el Maestro y sus discípulos. Es la anfitriona (lo dice su propio nombre: Marta significa «dueña») y por eso se siente responsable. Probablemente está preparando la cena para este huésped de categoría. María, su hermana, la ha dejado sola en la tarea. En lugar de quedarse en la cocina según las costumbres orientales, se une a los hombres para escuchar a Jesús, sentada a sus pies, como haría una discípula perfecta. De ahí la intervención un poco resentida de Marta: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano» (Lc 10, 40). Y esta es la respuesta afectuosa y a la vez firme de Jesús:

«Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria»

     ¿Es que no le gustaba a Jesús el estilo emprendedor y el servicio generoso de Marta? ¿Acaso no agradecía su acogida concreta y no iba a tomar con gusto las viandas que le estaba preparando? Poco después de este episodio, en otras parábolas, alabará a administradores, emprendedores y empleados que saben sacar provecho de sus talentos y negociar con los bienes (cf. Lc 12, 42; 19, 12-26). Incluso alaba su astucia (cf. Lc 16, 1-8), de modo que no podía no alegrarse de ver a una mujer tan llena de iniciativa y capaz de una acogida diligente y generosa.
     Lo que le reprocha es el afán y la preocupación que pone en su trabajo. Está agitada, «afanada con los muchos servicios» (Lc 10, 40), ha perdido la calma. Ya no es ella la que dirige el trabajo, sino el trabajo el que ha tomado la delantera y la tiraniza. Ya no es libre, se ha vuelto esclava de sus tareas.
     ¿No nos sucede también a nosotros a veces que nos dispersamos en las mil cosas que hay que hacer? Nos dejamos atraer y distraer por Internet, los chats, los superfluos mensajes del móvil. Incluso aunque nos ocupemos en trabajos serios, estos pueden hacer que nos olvidemos de prestar atención a los demás, de escuchar a las personas que tenemos cerca. El peligro está sobre todo en perder de vista por qué y para quién trabajamos. El trabajo y las demás ocupaciones se convierten en fin en sí mismos.
     O quizá nos pueden el ansia y la agitación ante situaciones y problemas difíciles que atañen a la familia, la economía, la profesión, las clases, nuestro futuro o el de nuestros hijos, hasta hacernos olvidar las palabras de Jesús: «No andéis agobiados pensando en qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los paganos se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso» (Mt 6, 31-32). También nosotros merecemos la reprimenda de Jesús:

«Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria»

     ¿Qué es lo único necesario? Escuchar y vivir las palabras de Jesús. A ellas –y a Él, que habla– no se les puede anteponer absolutamente nada. El verdadero modo de hospedar a Jesús, de acogerlo, es acoger lo que Él nos dice. Tal como hizo María, que se olvidó de todo, se puso a sus pies y no se perdió ni una palabra suya. Así no nos moverá el deseo de figurar ni de sobresalir, sino de darle gusto a Él, de estar al servicio de su reino.
     Como Marta, también nosotros estamos llamados a hacer «muchas cosas» por el bien de los demás. Jesús nos ha enseñado que el Padre quiere que demos «mucho fruto» (cf. Jn 15, 8) y que haremos incluso cosas mayores que Él (cf. Jn 14, 12). Es decir, Él espera de nosotros dedicación, pasión en el trabajo que se nos encomienda, inventiva, audacia e iniciativa. Pero sin afán ni agitación, con la paz que viene de saber que estamos cumpliendo la voluntad de Dios.
     Lo único que importa es, pues, convertirse en discípulos de Jesús, dejar que Él viva en nosotros, estar atentos a sus sugerencias, a su voz sutil, que nos orienta en cada momento. De este modo será Él quien nos guíe en cualquier acción nuestra.
     Cuando hagamos «muchas cosas», no estaremos distraídos ni dispersos porque, siguiendo las palabras de Jesús, nos moverá solo el amor. En cualquier ocupación haremos siempre una sola cosa: amar.
Fabio Ciardi