CONTEMPLAR
A SAN JOSÉ EN EL ADVIENTO
Benedicto XVI, pp
Benedicto XVI, pp
Queridos hermanos y hermanas:
En estos
últimos días del Adviento… deseo dirigir mi mirada a la figura de san José; san
Lucas presenta a la Virgen María como «desposada
con un hombre llamado José, de la casa de David» (Lc 1,27). Sin embargo, es
el evangelista san Mateo quien da mayor relieve al padre putativo de Jesús,
subrayando que, a través de él, el Niño resultaba legalmente insertado en la
descendencia davídica y así daba cumplimiento a las Escrituras, en las que el
Mesías había sido profetizado como «hijo
de David».
Desde
luego, la función de san José no puede reducirse a este aspecto legal. Es modelo del hombre "justo"
(Mt 1,19), que en perfecta sintonía con su esposa acoge al Hijo de Dios hecho
hombre y vela por su crecimiento humano. Por eso, en los días que preceden a la
Navidad, es muy oportuno entablar una especie de coloquio espiritual con san
José, para que él nos ayude a vivir en plenitud este gran misterio de la fe.
El amado
Papa Juan Pablo II, que era muy devoto de san José, nos ha dejado una admirable
meditación dedicada a él en la exhortación apostólica Redemptoris Custos, "Custodio del Redentor".
Entre los muchos aspectos que pone de relieve, pondera en especial el silencio
de san José. Su silencio estaba impregnado de contemplación del misterio de
Dios, con una actitud de total
disponibilidad a la voluntad divina. En otras palabras, el silencio de san
José no manifiesta un vacío interior, sino, al contrario, la plenitud de fe que
lleva en su corazón y que guía todos sus pensamientos y todos sus actos. Un
silencio gracias al cual san José, al unísono con María, guarda la palabra de
Dios, conocida a través de las sagradas Escrituras, confrontándola
continuamente con los acontecimientos de la vida de Jesús; un silencio entretejido
de oración constante, oración de bendición del Señor, de adoración de su
santísima voluntad y de confianza sin reservas en su providencia.
No se
exagera si se piensa que, precisamente de
su "padre" José, Jesús aprendió, en el plano humano, la fuerte
interioridad que es presupuesto de la auténtica justicia, la "justicia superior", que él un día enseñará a sus
discípulos (cf. Mt 5,20). Dejémonos "contagiar" por el silencio de
san José. Nos es muy necesario, en un mundo a menudo demasiado ruidoso, que no
favorece el recogimiento y la escucha de la voz de Dios. En este tiempo de
preparación para la Navidad cultivemos
el recogimiento interior, para acoger y tener siempre a Jesús en nuestra vida.
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