TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

viernes, 29 de julio de 2016

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 31 DE JULIO, 18º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo)

   « ¿QUIÉN ME HA NOMBRADO JUEZ ENTRE VOSOTROS? »

Lc. 12. 13-21 
     En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús: «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.»
     Él le contestó: «Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?»
     Y dijo a la gente: «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.»
     Y les propuso una parábola: «Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: "¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha." Y se dijo: "Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida." Pero Dios le dijo: "Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?"
     Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios.» 

Otras Lecturas: Qohélet 1,2; 2,21-232 Salmo 89; Colosenses 3,1-5.9-11

LECTIO:
            La  vida no depende de los bienes. La felicidad no se mide en millones de euros o en cientos de hectáreas, tampoco en número de títulos o de amigos. La alegría no viene por el camino del capricho, ni siquiera depende de algo tan bueno como el trabajo. Jesús nos pide que nos guardemos de toda clase de codicia. Porque hay muchas clases de codicia: la codicia de poder, de reconocimiento, de ser el más querido, de querer ser el mejor, de buscar continuamente el placer, de hacer muchas cosas, de pretender ser el salvador de todos.
       La vida, la alegría, depende fundamentalmente del amor. Dice San Juan: “Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos. Quien no ama permanece en la muerte”. Hemos de morir a toda clase de codicia para resucitar a una vida nueva.
       La vida y la alegría dependen, sobre todo, de nuestra confianza en Dios. Ha dicho el Papa Francisco: …. ¡Pon fe, pon esperanza, pon amor!... Pon a Cristo en tu vida, pon tu confianza en él y no vas a quedar defraudado! Déjate amar por Jesús, es un amigo que no defrauda.
      Esta vida feliz, que brota de la confianza en Dios, hemos de acogerla y ofrecerla, vivirla y transmitirla. Mucha gente está buscando esta vida y Dios cuenta con nosotros para mostrarla y contagiarla. Si nos la guardamos, desaparece. Si la compartimos, se multiplica.

MEDITATIO:
“No es posible servir a dos señores
     O se sirve a Dios o a las riquezas. La sed del apego a las riquezas no termina nunca. Si tienes el corazón apegado a las riquezas –cuando se tienen tantas – quieres más. Y esto es el dios de la persona que está apegada a las riquezas. (Papa Francisco).
     El camino de la salvación son las Bienaventuranzas: la primera es “la pobreza de espíritu” y si se poseen riquezas son para el servicio de los otros, para compartir, para ayudar a que la gente vaya adelante.  (Papa Francisco).
     El signo de que no estamos “en este pecado de idolatría” es hacer limosna y dar a aquellos que tienen necesidad y no dar lo superfluo, sino aquello que cuesta, alguna privación, porque quizás es necesario para mí. Esto es una buena señal. Esto significa que es más grande el amor hacia Dios que el apego a las riquezas. (Papa Francisco).
     Hagámonos unas preguntas: ¿Doy?  ¿Cuánto doy? ¿Como da Jesús, con la caricia del amor, o como quien paga un impuesto? ¿Cómo doy? Cuando ayudas a una persona, ¿le miras a los ojos? ¿Le tocas la mano? Es la carne de Cristo, es tu hermano, tu hermana. Y tú en ese momento eres como el Padre que no deja faltar la comida a los pájaros del Cielo. Con cuánto amor da el Padre. (Papa Francisco).

ORATIO:
     Imploremos «la sabiduría del corazón», que nos proporciona el sentido de la relatividad de las cosas humanas y, al mismo tiempo, de su importancia como instrumentos de nuestra relación con Dios… que incluye ser sabios en la administración responsable de las realidades de este mundo según la ley de Dios, para nuestra utilidad y para la de los hermanos…

Perdón, Señor, por las veces
que vivimos sin pensar en ti,
que buscamos sólo nuestros intereses.
Que nos olvidamos que vamos a ser juzgados por el amor,
que nos despreocupamos de los demás…
que actuamos como el rico insensato…

CONTEMPLATIO:
     Contempla como el rico propietario se ve obligado a reflexionar: «¿Qué haré?». Habla consigo mismo. En su horizonte no aparece nadie más. No parece tener esposa, hijos, amigos ni vecinos. No piensa en los campesinos que trabajan sus tierras. Sólo le preocupa su bienestar y su riqueza: mi cosecha, mis graneros, mis bienes, mi vida...
     El dinero puede dar poder, fama, prestigio, seguridad, bienestar..., pero, en la medida en que esclaviza a la persona, la cierra a Dios Padre, la hace olvidar su condición de hombre y hermano, y la lleva a romper la solidaridad con los otros. Dios no puede reinar en la vida de un hombre dominado por el dinero.
     El ser humano está hecho para cultivar el espíritu, conocer la amistad y la ternura, experimentar el misterio de lo transcendente, agradecer la vida, vivir la solidaridad… Es inútil quejarse de la sociedad actual y no buscar soluciones.
     La crisis que estamos viviendo es un "signo de los tiempos" que hemos de leer a la luz del evangelio. Nunca la superaremos sin luchar por un cambio profundo de nuestro estilo de vida: hemos de vivir de manera más austera; hemos de compartir más nuestro bienestar, nuestro dinero, nuestro tiempo...

¡Oh torpeza y dureza del corazón humano, que solamente piensa en lo presente y no se cuida de lo por venir! Así habías de conducirte en toda obra y pensamiento, como si hoy hubieses de morir…
  Si tuvieses buena conciencia, no temerías mucho la muerte. Mejor fuera evitar los pecados que huir de la muerte. (Tomás de Kempis).


EL SILENCIO EN LA SANTA MISA Y EN LA LITURGIA DE LAS HORAS

ANOTACIONES LITÚRGICAS


     Si alguien me preguntase dónde comienza la vida litúrgica, yo le respondería: «con el aprendizaje del silencio. Sin él todo carece de seriedad y es vano..., es condición primera de toda acción sagrada» (R. Guardini)

     La liturgia de la Santa Misa prevé distintos momentos de silencio sagrado que permitan la asimilación, meditación, interiorización, adoración y contemplación. En concreto son estos:

 - En la sacristía y en los lugares más próximos a la Iglesia para que todos puedan disponerse a la celebración (Ordenación General del Misal Romano 45).

 - En el acto penitencial, después de la invitación del sacerdote y antes de que toda la asamblea recite la confesión general, todos examinan en silencio su conciencia y piden personalmente perdón a Dios por los pecados (OGMR51).

 - En la oración colecta, después del «oremos», para que los fieles tomen conciencia de estar en la presencia de Dios y formular interiormente sus súplicas (OGMR 54).

 - En la liturgia de la palabra, para favorecer la meditación y la escucha de la Palabra que Dios dirige a su pueblo: antes de comenzar la misma liturgia de la palabra, después de la primera y segunda lectura y después de la homilía (OGMR 56, 128, 130, 66, 136).

- El silencio orante también es una respuesta válida a las intenciones que se proponen en la oración universal (OGMR 71).

 - En la plegaria eucarística, los fieles se unen a las palabras del sacerdote por medio de una escucha con silencio y reverencia (OGMR 78).

 - Antes de acercarse a la comunión, los fieles se preparan orando en silencio (OGMR 84).

 - Después de distribuir la comunión, el sacerdote y los fieles oran en silencio dando gracias (OGMR 88, 164).
 - Después del «oremos» en la oración después de la comunión (OGMR 165).

-Como norma general, durante todas las oraciones presidenciales, la asamblea escucha en silencio (OGMR 32).

 - Después de anunciar la muerte del Señor en la lectura de la historia de la Pasión el Domingo de Ramos y el Viernes Santo (Ceremonial de los Obispos 273 y 319).

     En la Liturgia de las Horas puede hacerse una breve pausa de silencio en los siguientes momentos:

 - En Laudes y Vísperas después de la lectura breve o de la homilía (Ordenación General de la Liturgia de las Horas 48).

 - En el examen de conciencia de Completas (OGLH 86).

- Entre la recitación de los salmos con su antífona y la colecta sálmica (OGLH 112).

 - Como respuesta a las intercesiones de las preces (OGLH 193).

- Después de cada salmo con su antífona, después de las lecturas (breves o largas) antes o después del responsorio (OGLH 202).

- No obstante, hay que recordar un principio fundamental: el silencio excesivamente prolongado desfiguraría la forma de la celebración del Oficio Divino y resultaría molesto o fatigoso para los participantes (cf. OGLH 202).

     En la dinámica de la revelación cristiana, el silencio aparece como una expresión importante de la Palabra de Dios (Benedicto XVI, Verbum Domini, 21).


LUIS GARCÍA GUTIERREZ

miércoles, 27 de julio de 2016

POR LAS VÍCTIMAS DE LA VIOLENCIA Y LA PERSECUCIÓN RELIGIOSA


Y entonces vio la luz. La luz que entraba
por todas las ventanas de su vida.
Vio que el dolor precipitó la huida
y entendió que la muerte ya no estaba.
Morir sólo es morir. Morir se acaba.
Morir es una hoguera fugitiva.
Es cruzar una puerta a la deriva
y encontrar lo que tanto se buscaba.

(José L. Martín Descalzo)

     Pedimos a Dios por las víctimas y sus familiares, por los feligreses, especialmente por los tres que resultaron heridos, uno de ellos ahora en estado grave. Rezamos por el fin de la violencia, por la conversión de los terroristas y por todas las víctimas de este sinsentido en tantos lugares del mundo.

     Que como San Juan Pablo II podamos reconocer que “donde abunda el pecado, sobreabunda la gracia”.

viernes, 22 de julio de 2016

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 24 DE JULIO, 17º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo)

«SEÑOR, ENSÉÑANOS A ORAR »

Lc. 11. 1-13

            Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos».
       Él les dijo: «Cuando oréis, decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación”».
       Y les dijo: «Suponed que alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche y le dice: “Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle”; y, desde dentro, aquel le responde:   
       “No me molestes; la puerta ya está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos”; os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por su importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.
       Pues yo os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre.
       ¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?».

Otras Lecturas: Génesis 18 20-32; Salmo 137; Colosenses 1,12-14


LECTIO:
            Que un hombre pueda llamar a Dios Padre es algo que era impensable en la mentalidad judía. Todas las peticiones del Padre nuestro no se entienden sin esta palabra principal.
       Para abundar en esta idea de Dios como un Padre cercano, Jesús nos presenta a Dios como ese padre que da a sus hijos las cosas que le piden y éstas solo pueden ser buenas. En la oración podemos sentir una cercanía familiar con Dios, es nuestro Padre, no hay nada que temer.
       Orar sin desfallecer, sin cansarse, hasta el extremo de “importunar” a Dios. Dios no se molesta con nuestra oración. Lo que quiere transmitir Jesús es que nunca hay que abandonar la oración. Pedid, buscad y llamad nos transmiten la idea del constante diálogo de los hijos con su Padre en la oración. La parábola del amigo inoportuno explica a la perfección esta realidad
       El cristiano debe orar sin desfallecer no porque crea que así va a conseguir de Dios automáticamente lo que necesita. El premio de la oración, dice Jesús, es que Dios concederá el don de su Espíritu Santo. Dios sabe, mejor que nosotros, lo que nos conviene.

MEDITATIO:
«Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos».
     La oración es el diálogo del hombre con Dios. Jesús enseñó a sus discípulos la más grande de las oraciones, el Padre Nuestro. En esta oración de Jesús se da una relación filial del hombre con Dios. Hablar como hijos… decir Padre a Dios. Es el Padre que nos espera ansioso en la casa, es el Padre que nos da el pan diario, es Padre que nos perdona, nos protege, nos mira con misericordia.
     Mirando el modelo que Jesús nos enseñó, ¿Cómo aprendo a orar, como crezco en mi oración? En el Padre Nuestro, vemos que la primera palabra es "Padre" y la segunda es "nuestro". Aprendo a orar, alimento mi oración, dirigiéndome a Dios como Padre y orando-con-otros, orando con la Iglesia, aceptando el regalo de sus palabras. (Benedicto XVI).
     Dice San Agustín que “la oración es la fuerza del hombre y la debilidad de Dios”… para vencerlo todo no disponemos de otro medio que de la oración. Y si ésta nos falta ¿qué nos queda?
     Cuando rezamos el Señor nos da la gracia, pero también se da él mismo en la gracia: ¡Él es la gracia! Lo que nosotros pedimos es un poco como…  el papel que envuelve la gracia. Pero la verdadera gracia es Él, que viene a traérmela.  Nuestra oración, si es valiente, recibe lo que pedimos, pero también lo que es más importante: al Señor”. (Papa Francisco).
     No orar es cerrar la puerta al Señor, para que no pueda hacer nada. En cambio, la oración, ante un problema, una situación difícil, una calamidad,  es abrir la puerta al Señor para que venga. Porque Él hace nuevas todas las cosas. (Papa Francisco)

ORATIO:
     Tú, Padre, que eres el consolador de los afligidos, tú que iluminas el misterio de la vida y de la muerte, regálame cada mañana tu visita…

¡PADRE NUESTRO!
Sea el grito de todos los pueblos,
de todas las religiones, de todas las comunidades,
de todos los hogares…
Sea el grito que nos hace sentirnos
hijos amados de Dios y hermanos de todos.

CONTEMPLATIO:
     Jesús quiere que sus seguidores no olviden nunca que : “el que pide, está recibiendo; el que busca, está hallando y al que llama, se le abre”. Jesús no dice que reciben concretamente lo que están pidiendo, que encuentran lo que andan buscando o que alcanzan lo que gritan. Su promesa es otra: a quienes confían en él, Dios se les da; quienes acuden a él, reciben “cosas buenas”. Pero hace falta, pedir, buscar y llamar.
“Pedir” es la actitud propia del pobre que necesita recibir de otro lo que no puede conseguir con su propio esfuerzo…
“Buscar” no es sólo pedir. Es, además, moverse, dar pasos para alcanzar algo que se nos oculta porque está encubierto o escondido...
“Llamar” es gritar a alguien al que no sentimos cerca, pero creemos que nos puede escuchar y atender. Así gritaba Jesús al Padre en la soledad de la cruz. Es lamentable el que no nos esforcemos más por aprender a seguir hoy a Jesús gritando a Dios desde las contradicciones, conflictos e interrogantes del mundo actual.

¿Qué nos detiene para orar? ¿Por qué no insistimos en nuestras súplicas? ¿Qué pobre deja de pedir cuando tiene la seguridad de alcanzar lo que pide? ¿No importunamos a los amigos para obtener un bien material?... Si pedimos a Dios nuestro Padre, ¿cómo desfallecemos tan pronto?

     El calendario litúrgico nos presenta la fiesta solemne de Santiago apóstol, patrono de España, el día 25 de julio. Al ser día laborable, a muchos puede pasarles desapercibido. Sin embargo, es día de precepto de oír Misa y descanso laboral, del que están dispensados los que no tengan más remedio que ir al trabajo. Busquemos en el día o en su víspera acudir a la Santa Misa para honrar al Patrono de España, bajo cuyo patrocinio se ha difundido la fe cristiana y se ha mantenido hasta el día de hoy en nuestro suelo, a pesar de tantas dificultades a lo largo de los siglos. También hoy, España necesita el patrocinio del apóstol Santiago. Según la piadosa tradición, él predicó en las tierras de España el Evangelio de Cristo y fue visitado por la Virgen en Zaragoza para consolarle en sus fatigas apostólicas, dejándole el regalo firme de su Pilar bendito.
     La invocación constante del apóstol Santiago ha mantenido la fe en España y la ha llevado hasta los pueblos de Latinoamérica, donde es invocado en muchos lugares como glorioso Patrón. El hecho de vivir en un Estado aconfesional no significa que renunciemos a nuestras raíces cristianas, y entre éstas se encuentra el patrocinio poderoso de Santiago el Mayor, que fue degollado en tiempos del rey Herodes por su fidelidad a Jesucristo. Hoy quizá más que nunca necesitamos esta valiosa intercesión del Amigo del Señor, testigo de los momentos más íntimos de la vida de Jesús, como fueron la transfiguración en el monte Tabor o la angustiosa oración de Getsemani. También hoy necesitamos recordar el testimonio valiente de su martirio, para no arrugarnos ante la urgente tarea de la evangelización.
     Amigo del Señor, misionero infatigable, testigo de un amor hasta derramar su sangre. En Santiago apóstol encontramos el modelo de discípulo misionero que necesita hoy la Iglesia para anunciar el gozo y la alegría del Evangelio. El camino de Santiago, camino hasta el sepulcro del apóstol en Compostela, se ha convertido en una parábola permanente de la vida humana, que camina al encuentro del Señor
     El verano se convierte así en tiempo de encuentro, de formación, de evangelización. Que quienes puedan disfrutar de vacaciones las empleen para estos encuentros o actividades similares, de manera que podamos afrontar el futuro, el próximo curso, con ánimo renovado.
     Recibid mi afecto y me bendición:

+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba.


jueves, 21 de julio de 2016

EL SILENCIO
(Continuación)

“Alabanza te espera en silencio, Oh Dios, en Sion” (Salmo 65:1)

     El Señor es nuestro ejemplo perfecto. Él habló cuando debía hablar, y calló cuando fue necesario. Todo lo hizo en justa medida, “en igual peso” (Éxodo 30:34 d). El Señor nos pide que sigamos sus pisadas, que imitemos su ejemplo, que andemos en su camino. Y Él nunca nos pediría algo imposible de cumplir. En estos tiempos difíciles, en los que el Enemigo busca destruir el testimonio cristiano, debemos prestar una especial atención a cada una de las palabras que salen de nuestras bocas, o a cada una de las expresiones de las cartas que escribimos y, algo muy actual, a cada una de las palabras que escribimos en los mensajes que enviamos por la Internet. A veces, una sola palabra imprudente ha servido para provocar grandes estragos en el pueblo de Dios.
     Los creyentes según el Nuevo Testamento disfrutamos de grandes privilegios: tenemos el Espíritu Santo en nosotros, disponemos de la Palabra de Dios y los ojos del Señor están siempre atentos a cada detalle de nuestras vidas. Pero, no debemos olvidar que también tenemos la vieja naturaleza, pecaminosa, que jamás obedece a los consejos de Dios. Este viejo hombre debería ser dejado en el lugar que le pertenece: la muerte. Sin embargo, a veces nosotros mismos le concedemos que reviva y comience a controlar nuestras vidas, tal como cuando aún no conocíamos al Señor como nuestro Salvador. Lamentablemente, no siempre queremos aceptar que esto nos sucede. Y, la mayoría de las veces, Satanás nos susurra muchas mentiras que nos hacen creer que en realidad estamos obrando bien, y hasta llegamos a pensar que ciertas cosas que hacemos en la carne, las estamos haciendo para Dios. Y como nuestro Padre de amor nos conoce a la perfección, entonces no nos deja de advertir en cuanto a los peligros que pueden ocasionar nuestras palabras cuando no son guiadas por Él: “En las muchas palabras no falta pecado; mas el que refrena sus labios es prudente” (Proverbios 10:19).
     En su epístola, el apóstol Santiago le dedicó una porción importante al tema de las palabras. Más exactamente, el apóstol nos presenta el problema que surge cuando no podemos controlar nuestra lengua. Él nos dice, sin rodeos, que la lengua “es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas [...] La lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo...”. ¿Acaso esto no es demasiado duro? ¿No está exagerando el apóstol? En absoluto. Estas expresiones que parecen tan duras, son el producto del amor del Padre por nosotros, sus hijos. ¿Qué sería de nosotros si nuestro Padre nos dejara sin disciplina? Antes bien, digamos como David: “caigamos ahora en mano de Jehová, porque sus misericordias son muchas, mas no caiga yo en manos de hombres” (2.º Samuel 24:14).
     Pues bien, teniendo en cuenta estas cosas, podemos abordar brevemente el tema del silencio en las reuniones. Cuando vamos a la reunión a los pies del Señor Jesús, deberíamos siempre tratar de llegar unos minutos antes de la hora determinada para el comienzo de la misma. Y la razón es que necesitamos unos breves momentos en silencio a fin de abstraernos de todo aquello que seguramente ha inundado nuestra mente en el trayecto que realizamos hasta el lugar de reunión. Durante esos momentos de silencio nos disponemos mental y espiritualmente para estar en la presencia del Señor. Resulta inapropiado para la gloria del Señor que un creyente llegue a la reunión sobre la hora (¡o tarde!), agitado, perturbado, y que, en esa situación, indique un himno, ore o lea algún pasaje de las Escrituras. Es cierto que debemos considerar ciertas situaciones particulares que pueden darse: hermanos que viven lejos y que a veces tienen problemas con el tránsito, otros que pueden sufrir algún percance circunstancial, matrimonios que suelen tener demoras a causa de niños pequeños que hay que atender a último momento, etc. Pero, estas situaciones sólo pueden ser toleradas cuando se trata de imprevistos y no cuando se tornan una deplorable costumbre. La única manera de corregir estas actitudes es concienciarse de que estamos reunidos alrededor del Señor Jesús, y de que es a Él a quien defraudamos y entristecemos cuando llegamos tarde a su invitación, debido a nuestra negligencia.
     En cuanto a la reunión de adoración, en la que tenemos los momentos solemnes del partimiento del pan, realmente debemos humillarnos y aceptar lo poco que discernimos la necesidad de guardar ciertos silencios que son según Dios, dirigidos por el Espíritu Santo. Por ejemplo, suele suceder que luego de cantar un himno, se levanta inmediatamente un hermano a leer las Escrituras, y luego de éste se levanta otro a orar, y luego se pide otro himno... parecería que no se puede tolerar el mínimo silencio. Puede ser que en algún momento el Espíritu disponga así las diversas acciones, pero esto nunca tendrá un carácter rutinario ni será un hábito implantado. Luego de cada una de estas acciones, qué bueno es tener unos momentos —de una brevedad que el mismo Señor regulará, pues Él mismo dirige la alabanza en medio de los suyos—, para gozar juntos de lo que estamos ofreciendo al Padre, las excelencias del Señor Jesús, ofrenda de olor grato. Debemos recordar que el Señor les concede a sus sacerdotes el poder comer de la misma ofrenda que es presentada ante Dios, figura que nos habla de la comunión (Levítico 7:34). No se trata de «arrojar» las piezas del sacrificio sobre el altar con una actitud «mecánica», sino de gustar juntos de aquello mismo que ofrecemos a Dios. Es la plena comunión en la que el mismo Señor nos ha introducido.

Ezequiel Marangone 

domingo, 17 de julio de 2016

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 17 DE JULIO, 16º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo)

«… ESCOGIÓ LA PARTE MEJOR»

Lc. 10. 38-42

            En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Ésta tenía una hermana llamada Maria, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. 
Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano.» 
Pero el Señor le contestó: «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán.»


Otras Lecturas: Génesis 18 1-10a; Salmo 14; Colosenses 1,24-28

LECTIO:
     El pueblo judío era un pueblo muy acogedor con los huéspedes y visitantes. Marta recoge aquél espíritu de hospitalidad y quiere ofrecer al Señor lo mejor. Por eso se afana en disponer las cosas para que no le falte nada.
     No hay nada que reprochar a Marta. La acogida, la hospitalidad y el servicio no son puestas en entredicho por Jesús. Tampoco lo es la actitud de María. Hay un elemento que es mencionado muy rápidamente y que, sin embargo, es fundamental: se trata de la Palabra de Jesús.
      Reflexionemos sobre este evangelio: Podemos hacer obras de caridad, de misericordia, de servicio a los pobres, podemos trabajar desde el compromiso social, lo podemos hacer, incluso, en el nombre de Jesús, pero sin escucharle a Él, sin llevar vida de oración, sin vivir los sacramentos…
     Pero podemos hacer también lo contrario. Escuchar a Jesús, vivir en intimidad con Él y eso, seguro, hará que todo nuestro obrar sea más auténtico.

MEDITATIO:

«Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas…»
     
     La escucha de la Palabra del Señor, la contemplación, y el servicio al prójimo no son dos actitudes contrapuestas, sino dos aspectos, ambos esenciales para nuestra vida cristiana; aspectos que nunca se han de separar, sino vivir en profunda unidad y armonía. (Papa Francisco).
     Nos preocupamos por muchas cosas, nos quejamos de que hay poco tiempo para aquello que nos gusta, pero no nos damos cuenta de que solo una cosa es necesaria, escuchar al Señor en nuestro interior.

«…María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán.»
     
     Jesús nos pone en guardia ante el mucho hacer y el poco meditar. Es necesario vivir más de cerca del evangelio. Con ello podemos ser hombres contemplativos y al evangelizar hacer más y mejor, porque se cuenta con el apoyo de Cristo mismo.
     En un cristiano, las obras de servicio y de caridad nunca están separadas de la fuente principal de cada acción: es decir, la escucha de la Palabra del Señor, el estar —como María— a los pies de Jesús con la actitud del discípulo. (Papa Francisco) 
                                                                                                                                                           
ORATIO:
     Demos gracias al Señor por el bien que hayamos hecho y pidámosle perdón por las omisiones.

Señor, como María queremos elegir la mejor parte.
Buscarte siempre y en todo momento.
Sé Tú el sentido de nuestra vida.
Danos la fuerza para darte lo que nos pides.

     Invoquemos al Espíritu Santo, que «da la vida» y es fuente del amor, para que abra nuestros ojos.

CONTEMPLATIO:

“…María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán”.
    
     En ningún momento critica Jesús en Marta su actitud de servicio, tarea fundamental en todo seguimiento a Jesús, pero la invita a no dejarse absorber por su trabajo hasta el punto de perder la paz. Y recuerda que la escucha de su Palabra ha de ser lo prioritario para todos.
     Jesús alerta del peligro de vivir absorbidos por un exceso de actividad, en agitación interior permanente, apagando en nosotros el Espíritu, contagiando nerviosismo y agobio más que paz y amor.
     El Señor nos dice que la primera tarea de la vida es la oración. La oración del corazón: mirar al Señor, pedir al Señor… La oración hace milagros.


…  En estos últimos decenios, la psicología ha contribuido mucho a descubrir un nuevo modo de entender las relaciones interpersonales. Sin embargo, algunos de nosotros se han dejado impresionar hasta tal punto por los nuevos descubrimientos que han perdido de vista la enorme riqueza contenida y conservada en conceptos antiguos como el de hospitalidad. Ese concepto podría dar una nueva dimensión a nuestra comprensión de una relación benéfica y a la formación de una comunidad, nuevamente creativa, en un mundo que sufre de alienación y de extrañamiento (H. J. Nouwen,).