TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

viernes, 21 de agosto de 2015

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 23 DE AGOSTO, 21º DEL TIEMPO ORDINARIO

« SEÑOR, ¿A QUIÉN VAMOS A ACUDIR? »
Jn.6. 60-69
     En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?»
     Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen.» Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.» Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
     Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?» Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.»

Otras Lecturas: Josué 24, 1-2ª...; Salmo 33; Efesios 5, 21-32

LECTIO:
     Nos encontramos con la lectura final del capítulo 6 del evangelista San Juan, sobre el discurso del “Pan de Vida”. El capítulo iniciaba con la multiplicación de los panes a modo de apertura del relato que pone en el centro a Jesús como el “Pan vivo bajado del cielo” capaz de dar vida eterna a quienes coman de Él. En la lectura de este domingo podemos visualizar claramente dos partes del relato, por un lado la conclusión del discurso del “Pan de Vida” y por otro, la “profesión de fe de Pedro”.
     El domingo pasado el evangelista exponía la reacción de los judíos, la forma en que se escandalizaban por las palabras de Jesús, no logrando entender como era capaz de decir y de hacer tales cosas. Hoy la lectura no se reduce a las reacciones de los judíos, sino que incorpora a sus seguidores, los que podemos llamar discípulos de Jesús, que ante sus palabras algunos murmuran, flaquean y dan marcha atrás. “Es duro este mensaje, quien podrá escucharlo”, se decían unos a otros. La enseñanza de Jesús resulta “dura”, su mensaje es para algunos, difícil de acoger y de practicar. Las palabras de Jesús no son frases bonitas para ser escuchadas en una actitud pasiva, sino que requieren del hombre una aceptación tal que haga cambiar su modo de actuar, configurándose al modo de sentir y de amar de Jesús. Las palabras del Señor tocan al hombre, y lo hace poner en movimiento. Se preguntan ¡quién puede escuchar semejante mensaje!, y a respuesta es simple, todo aquel que está dispuesto a abrir su corazón a Dios, y a dejarse poseer por él, puede escuchar sus palabras, ponerlas en práctica, y ser dichoso. Cuando ingresa el prejuicio, el mensaje resulta “duro” y molesto, no existe la disposición, el corazón se cierra a querer cambiar. En este texto encontramos palabras de Jesús muy fuertes como: “el Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve”. Aquí el termino carne hace referencia a la parte de “este mundo” donde más observamos la parte de la naturaleza humana visible, es decir aquello que nos es propio y nos diferencia de Dios que es puro Espíritu. El Espíritu Santo que recibimos en el Bautismo, en los demás sacramentos y que acompaña nuestra vida, nos abre a la inteligencia, para poder conocer y entender mejor los misterios de la Fe. Ser cristiano significa haberse encontrado con la persona de Jesús, haber conocido sus palabras, sus gestos, su ser más interior. Ser cristiano es dejarse atraer por el amor de Jesús que sale al encuentro del hombre. Es por eso que Jesús dice que quien va a Él, es porque Dios se lo concede. Por pura iniciativa suya, no somos nosotros quienes decidimos ser cristianos o creyentes, convencidos en alguna idea interesante, lo somos porque Dios salió a nuestro encuentro, se puso en el camino, y nos mostró una forma nueva de vivir, capaz de transformarlo todo y de trascenderlo todo.
     En la lectura de este próximo domingo se nos presentan ambas situaciones, quienes optan por un camino “fácil”, abandonando al Señor, y quienes con una simple afirmación como la de Pedro optan por el Dios de la Vida. Jesús abandonado por muchos, y ante la presencia de los doce apóstoles, realiza una pregunta siempre nueva y actual que interpela «¿También vosotros queréis marcharos?». Es eminente la respuesta de Pedro, con mucha simpleza y llanamente responde “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”. En la respuesta de Pedro se halla también su opción, Pedro supo elegir la mejor de las opciones. Pedro lo reconoce como Santo de Dios, es decir el Mesías; lo sabe porque creyó. Creer es afirmar la existencia de Dios. Es una manera muy bonita de culminar el discurso del Pan de Vida. Jesús primero obra un gran signo, la multiplicación de los panes, luego con sus palabras da testimonio de ser el Pan vivo bajado del Cielo, una y otra vez exhorta a comer siempre de este Pan, y por último deja que cada uno responda libremente.

MEDITATIO: 
      Durante estos domingos, hemos ido descubriendo a Jesús en el sacramento de la Eucaristía. Él mismo, se nos ofrece como pan que alimenta y sacia la vida de quienes creemos en Él. Aceptar el cuerpo y la sangre de Jesús como comida y bebida, es algo difícil de entender y el escándalo que produce lleva al abandono del seguimiento. Jesús nos invita a vivir más profundamente nuestra fe en Él a través de la Eucaristía, abriéndonos a una fe más madura y dejando atrás nuestras propias seguridades.

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo;

¿Alguna vez he calificado de “duro” el mensaje de Jesús, o he considerado el Evangelio como una carga pesada?
A la luz de la lectura de este día, ¿comprendo que vivir según el Evangelio es camino de amor y libertad? ¿Qué les diría a quienes tienen esta concepción de “mensaje duro” de la fe cristiana? ¿Cómo los ayudaría?
“Las palabras de Jesús son Espíritu y Vida” ¿Cómo vivo y me relaciono con el Dios presente en la Palabra? ¿Frecuento la lectura de la Biblia? ¿Qué experimento al hacerlo?
¿Entiendo que soy discípulo de Cristo, por pura iniciativa de Dios que salió a mi encuentro? ¿Soy agradecido con Él de haber tenido la posibilidad de conocer a Jesús, y de poder seguirlo? ¿Existe en mí el ardor de querer extender este encuentro con Cristo a otras personas que lo conocen a medias, o que no lo conocen?
«…Tú eres el Santo consagrado por Dios.»
¿En algún momento he sentido la tentación de abandonar al Señor? ¿A pesar de decirme creyente o practicante, con algunas de mis actitudes u obras abandono “parcialmente” a Jesús? ¿Entiendo lo que implica decir “solo tú tienes palabras de vida eterna”?

ORATIO:
A veces nos sentimos tentados de abandonar el barco,
de cambiar de ruta, de refugiarnos en la seguridad de la tierra firme.
Pero, Señor, ¿A quién iremos…

     Señor Jesús, ayúdame a reconocer en esta oración que sólo Tú eres la respuesta a todas mis inquietudes, a los deseos más profundos de mi corazón. Que en tu palabra encuentre el agua fresca que sacie la sed de mi interior.
     Buen Jesús, te pido perdón por los momentos en los que tu camino me ha parecido duro, he desconfiado de Ti y me he alejado. Permíteme permanecer siempre a tu lado, reconociendo que eres el único camino de vida plena.

CONTEMPLATIO:
     Te agradezco Señor porque me muestras que sólo Tú tienes Palabras de vida eterna. Ayúdame a que como Pedro pueda siempre profesar con firmeza mi fe en Ti y permanecer a tu lado.

«… sabemos que Tú eres el Santo consagrado por Dios.»

jueves, 20 de agosto de 2015


EL PECADO TRAMPOLÍN PARA LA SANTIDAD

… a veces el pecado deja en nuestras almas la idea de que ya no podemos ser santos. Quizá habíamos trabajado por un tiempo para evitar un pecado, para extirpar una mala tendencia y para ser más buenos. Un momento de rabia, un pacto con el placer, una ambición que nos impidió ayudar a un pobre, y un nuevo pecado apareció en nuestras vidas: ¡otra vez caímos! Se insinúa en nuestro interior una voz engañosa: la santidad no es para ti, no vas a poder, el mal siempre acaba por imponerse en tu alma, eres demasiado frágil...
     Esa voz puede surgir desde el orgullo herido: pensábamos que aquel defecto ya estaba superado, y de repente renace con una fuerza que confunde y entristece. O puede surgir desde el demonio, experto en desalentar y mentir, hasta el punto de insinuar que ni siquiera Dios puede perdonarnos. Necesitamos romper con ese orgullo destructor y cerrar los oídos a la voz del diablo. Porque para el cristiano el pecado no es nunca algo irremediable. Existe la gracia, existe la misericordia, existe un Dios Padre que envió a su Hijo y derramo el Espíritu Santo.
     Entonces es posible algo maravilloso: ese pecado que para muchos parece un obstáculo para la santidad se convierte en un medio que nos conduce a ella. ¿Cómo? Porque nos hace humildes, nos acerca a Dios, nos permite acoger su misericordia. Se hace realidad aquella maravillosa idea que expreso san Pablo desde la experiencia de su propia vida: "donde abundo el pecado, sobreabundo la gracia" (Rm 5,20). O lo que dijo en otro de sus textos: "cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte" (2Co 12,10). De esta manera, el pecado se convierte en un auténtico trampolín para la santidad. No porque sea un medio para mejorar (nunca hemos de escoger el pecado en sí mismo), sino porque Dios es tan bueno que se vuelca con un cariño inmenso sobre el pecador arrepentido.
     He pecado, lo confieso con pena. Acudo a Dios, acojo su perdón, me dejo guiar por su gracia. Entonces se produce el milagro: brilla la esperanza, la santidad está más cerca, y hay banquete de fiesta en el Reino de los cielos...


Padre Fernando Pascual (Recuperado por Ricardo Nieto)

 Las obras de misericordia espirituales y corporales.
(IV)
     Ver a una persona triste nos mueve a la compasión, y nace dentro de nuestra alma el deseo de compartir su pena, de no dejarle solo con su dolor, de aliviar, en la medida de lo posible, su sufrimiento.

Consolar al triste”.

     Tú quieres estar alegre y que estén alegre los demás. Cuando ves llorar a un compañero te acercas a él, y le animas. Otras veces, no consigues sacarlo de su tristeza porque quizá es muy grande su dolor, pero tú, a su lado, haciéndole compañía, le consuelas un poco: se da cuenta de que no está solo, de que alguien piensa en él.
     Los motivos de la tristeza pueden ser muchos, y todos lo sabemos. La tristeza puede ser causada por un luto grave, por la muerte de un ser muy querido y cercano. En esos casos, respetar su silencio, a la vez que rezamos por el eterno descanso de esa persona, y más si es una madre, un padre, un hijo el fallecido, es el mejor camino para darle un poco de paz en su tristeza.
     La tristeza puede tener su origen en una mala noticia: una enfermedad muy difícil de curar; un fracaso en un negocio que origina grandes pérdidas, la mala actuación de un hijo, de una hija. Hemos de animar siempre para que nadie vea nunca en esa situación un castigo de Dios por sus malas acciones, como hicieron los acompañantes de Job, y el mismo Señor les reprendió.
     Si la tristeza de nuestro amigo tiene sus raíces en un pecado grave; y es una tristeza que le lleva a arrepentirse del mal, de la ofensa a Dios y a los hombres que ha cometido, para ayudarle hemos de tener la fortaleza para decirle que lo mejor es que se acerque al Sacramento de la Reconciliación, pida perdón a Dios de sus pecados y vuelva a comenzar.
     Consolar al triste es, además, devolverle la esperanza en la bondad de Dios; es convencerle de que el Señor no le va a dejar nunca abandonado. Es arrancar de su alma el pesimismo y la desesperación que la tristeza acarrea, es animarle a volver a empezar cada día, aunque el horizonte se presente muy negro y lleno de nubes. Consolar al triste no es engañarle con falsas promesas, o con ilusiones vanas de grandes triunfos. Es ayudarle a descubrir las fuerzas que el Señor le da para volver a sonreír cada mañana.
     La Virgen Santísima, Consoladora de los afligidos, consoló a los Apóstoles en la muerte del Señor, y les devolvió el ánimo, el espíritu, para que supieran esperar, con Ella, el día de la Resurrección.
     En muchas ocasiones el mejor modo que tenemos de consolar a una persona en tristeza es el de invitarle a rezar; el Señor nos lo ha dicho: “Venid a Mí todos los que estéis agobiados, y yo os aliviaré” (Mt 11, 18).

Sufrir con paciencia los defectos del prójimo”.
     
     Todos los seres humanos, también los más santos, los que quizá estén más cerca de Dios, tienen defectos, detalles de su carácter que nos pueden herir, aunque ellos se empeñen y luchen para corregirlos y poder hacer así bien a los demás.
     ¿Nos hemos de enfadar cuando esos defectos ajenos nos afectan a nosotros? No. El Señor, cuando ve a los apóstoles reaccionar contra Santiago y Juan, porque su madre ha pedido –sin saber muy bien lo que hacía- al Señor un puesto privilegiado para ellos en el Reino de los Cielos, les recuerda que quien quiera ser el mayor entre ellos ha de ser su servidor. No se enfada; les corrige y les abre horizontes nuevos de servicio, de comprensión y de amor a los demás (cfr. Mt 20, 24-25).
     Y cuando no les ofrecen un lugar de descanso en su camino hacia Jerusalén, y cuando Santiago y Juan quieren traer fuego del cielo contra la casa que se niega a recibirlos, el Señor les dice: “No sabéis a qué espíritu pertenecéis” (cfr. Lc 9, 55).
     Aprender a sufrir un poco con los defectos de los demás, nos da un nuevo espíritu para animarles a superar esos defectos, nos ayuda a ser más comprensivos. No podemos ser impacientes porque un amigo se expresa mal, escribe muy mal, se pone nervioso por cuestiones mus sencillas, se desanima ante cualquier obstáculo. Hemos de verlo con calma y ayudarle a mejorar paso a paso. Rezaremos más por él, y le ayudaremos mejor, y le querremos más.
     El Señor lleva con mucha paciencia y delicadeza la falta de fe de san Pedro. Después de invitarle a acercarse a Él caminando por las aguas, Pedro no lo duda; se lanza al mar, y camina. Al encresparse las olas, duda, pierde la fe en la palabra del Maestro, y se hunde. Jesucristo le alarga la mano para elevarlo de nuevo sobre las aguas y, sencillamente, le dice: “Hombre de poca Fe, ¿por qué has dudado?” (Mt 14, 31).
     Y lleva con mucha serenidad las faltas de Fe que descubre en los Apóstoles. Jesús, cansado, se durmió en el cabezal de la barca que les llevaba a la otra orilla del lago. Se levantó la tempestad y los apóstoles temblaron de miedo. “¿No te importa que perezcamos?”, le dicen los apóstoles nerviosos por el peligro que corren. Una vez calmada la tempestad, el Señor se limitó a decir, “¿Por qué tenéis miedo?” (Mc 4, 38).

Cuestionario

¿Me preocupo de ser un buen sembrador de paz y de alegría en mi casa, en mi ambiente de trabajo, en las relaciones sociales con amigos?
¿Llevo con serenidad los defectos de los demás?
¿Me olvido de mí, y procuro sonreír para sacar de la tristeza a un amigo?

viernes, 7 de agosto de 2015

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 9 DE AGOSTO, 19º DEL TIEMPO ORDINARIO

« … EL PAN VIVO BAJADO DEL CIELO »
Jn.6. 41-51
     En aquel tiempo, los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo», y decían: «¿No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?»
     Jesús tomó la palabra y les dijo: «No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: "Serán todos discípulos de Dios." Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.
     Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»

Otras Lecturas: 1Reyes 19, 4-8; Salmo 33; Efesios 4, 30-5.2


LECTIO:
            Los judíos comienzan a murmurar, las palabras de Jesús se vuelven “inaceptables” y “polémicas”, no logran comprender y aceptar la divinidad de la persona de Jesús, solo se quedan con su naturaleza humana, que lo identifica similar a todos ellos.
     En Jesús, Dios se ha hecho realmente uno de nosotros y con ello nuestro hermano; pero no por ello dejó de ser Dios y por tanto nuestro Señor. En la persona divina de Jesús existen dos naturalezas, una humana y otra divina. La divinidad y la humanidad no están enfrentadas, Jesús no es en parte Dios, y en parte hombre; ni tampoco estas naturalezas se mezclan. Sino que a través del magisterio de la Iglesia, y de las fuentes bíblicas, podemos afirmar que Jesús es verdadero Dios, y verdadero hombre, en una misma y única persona. Esto es lo que nos diferencia de Jesús, él es Dios. Y esto mismo es lo que los judíos no logran, ni tampoco intentan comprender. Se quedan en sus apariencias humanas, en sus gestos, en su cotidianeidad. No pueden ir más allá de su humanidad.
     A lo largo de la lectura de este domingo Jesús afirma tres veces la frase “Yo soy el Pan de Vida”. De la misma manera que Dios se revelaba en la antigüedad con el término “Yo Soy” o “Yo Soy el que Soy”, que transcrito es Yahvé, Jesús repite esta forma para autodefinirse. Jesús explicita que nadie puede ir a Él, si no es atraído por el Padre. El ser humano por sí solo está incapacitado para llegar al conocimiento “pleno” de Dios. Es por pura iniciativa suya, que se revela, y deposita en nosotros el don de la Fe, de esta y no de otra forma podemos ser “atraídos” por el hijo, y seguirlo. “Yo lo resucitaré en el último día”. Cristo parte de la realidad de la muerte, que es la herencia de toda persona sobre la tierra, así como fue la herencia de los que comieron el maná en el desierto. La muerte es en sí el eterno problema del hombre. Jesús conduce la muerte temporal a la Vida Eterna.
     También Jesús cita una frase de los Profetas, “todos serán instruidos por Dios” (Is. 54, 13). Dios otorga al ser humano la capacidad de entendimiento e inteligencia, para que de esta forma pueda conocer la verdad, y a través del uso de su voluntad, poder aceptarla y vivirla. Sólo el Hijo vio al Padre. De esta forma Jesús manifiesta su íntima unión, y que no son más que una sola cosa. Esta frase nos lleva a recordar el prólogo de este mismo evangelista; “A Dios nadie lo ha visto jamás, el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer”. Jesús es la Palabra que procede de Dios, de la contemplación viva, de la unidad con Él. Creer, es el principio y fundamento de la Vida eterna. Este “creer” es un don, pero también una tarea, que exige del ser vivir lo que cree, y ser coherente a ello. Quien cree así, tiene la seguridad de poseer a Dios eternamente. Jesús es el Pan de Vida, no como en “maná”, que quienes lo comieron, finalmente murieron. El maná sólo fue figura, este Pan de Vida es presencia real. Dios se hace “Pan”, para nosotros principalmente en la encarnación, el Logos, o sea el Verbo Eterno que Dios pronuncia para salvarnos es la persona de Jesús. La Palabra se hace carne, se hace uno de nosotros. Su carne es vida para el mundo, este es el maná que la humanidad esperaba, con este pan bajado del cielo, podemos vivir en lo más hondo como hombres. La encarnación, y la eucaristía están íntimamente relacionadas, ambas nos hablan de la persona de Jesús, y como el gran encuentro de Dios con los hombres. Con la encarnación Dios salió al encuentro del hombre de la forma más tangible, y a través de la eucarística eligió el modo de permanecer entre nosotros, hasta el fin del mundo.

MEDITATIO:      
     Jesús nos insiste que Él es el alimento que nos da la vida. A la luz de esta palabra, es importante preguntarnos sobre cómo es nuestra relación con Él. Cada domingo nosotros participamos en la Eucaristía, compartimos el pan de la vida y con ello nos hacemos una sola realidad con Él. En este sacramento nosotros construimos la unidad de la iglesia, porque participamos de un mismo pan y de un mismo cáliz, y allí se sacia nuestra hambre y sed de Dios. Quien participa plenamente en la eucaristía experimenta el amor infinito de Dios y la comunión solidaria con los hermanos. Cada Eucaristía dominical en nuestra comunidad, es también una ocasión propicia para que entreguemos nuestra vida unida a la de Cristo en servicio a los demás, a través de la liturgia y la ayuda generosa de los que sufren.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo;
¿Comprendo que Jesús no es un hombre más, sino que es Dios? ¿Esto me ayuda a reconocer que es posible vivir e imitar la humanidad de Cristo? ¿Lo hago?
¿Cómo utilizo las facultades que Dios depósito en mí; inteligencia y voluntad? ¿Las uso para llegar a un conocimiento y amor más profundo de Dios, o me pierdo en cuestiones sin sentido?
¿Si alguien me preguntara que es para mí creer, que le respondo? ¿Entiendo que creer es la seguridad de llegar a la vida eterna? ¿Lo reconozco, y busco unir vida y Fe? ¿Lo hago pidiéndole a Dios que me ayude?
el que coma de este pan vivirá para siempre.
¿Qué significa para mí “comer” el Pan de Vida? ¿Pienso, y me imagino como sería el mundo sin su presencia encarnación, y presencia eucarística? ¿Soy agradecido entonces de este don de Dios que por amor permanece entre nosotros? ¿Respondo acercándome a Él, al Sagrario,…?

ORATIO:
     Ilumina, Señor, mi mente para que pueda comprender que la eucaristía es «memorial de la muerte del Señor». En ese pan has puesto «todo deleite», porque en él has puesto toda tu historia de amor conmigo y con el mundo. Con ese pan quieres recordarme todo el amor que sientes por mí, un amor que ha llegado a su cumbre insuperable en la muerte y resurrección de tu Hijo, de suerte que yo no pueda dudar ya nunca.

Señor, tú eres el Pan de Vida …
Tu presencia es gracia y bendición. Señor,
que siempre tenga hambre y sed…
Señor, que nunca deje de alimentarme de Ti.

     Refuerza mi corazón, demasiado pequeño para comprender; ilumínale sobre los costes del amor, para que no se desanime, para que se reanime, reemprenda el camino, no se achique y esté seguro de que contigo y por ti vale la pena caminar y sudar aún un poco, especialmente cuando tenemos que desarrollar tareas delicadas.

CONTEMPLATIO:

     ¡Oh Señor!, ese pan que recibo con tanta ligereza contiene verdaderamente todo tu amor por mí, contiene el recuerdo de tus maravillas y la cumbre de las maravillas de tu amor. Y contiene asimismo el recuerdo de que este amor tuyo te ha costado mucho y me sugiere que, si deseo amarte a ti y a mis hermanos, no debo reparar en costes.

Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna.


CONVOCATORIA MENSUAL

AVISO PARA ADORADORAS/ES DEL TURNO NÚM. 5 DE MARÍA AUXILIADORA Y SAN JOSÉ
IGLESIA DE SAN JOSÉ - Cádiz  Extramuros

(Durante los meses de JULIO, AGOSTO Y SEPTIEMBRE no tendremos la habitual REUNIÓN PREPARATORIA)

    VIGILIA DE ADORACIÓN MARTES 11 DE AGOSTO, EN EL TEMPLO PARROQUIAL, A LAS 20,00 HORAS  JUNTO CON LA SANTA MISA.
(Previamente rezo del SANTO ROSARIO dirigido por una adoradora del Turno)

     … Jesucristo, después de habernos dado todo cuanto podía darnos, quiere todavía hacernos herederos de lo que tiene más precioso, su Santa Madre...                                          (S. Juan Mª Vianney)

Hoy sube al cielo María,
que Cristo en honor del suelo
traslada la casa al cielo
                                    donde en la tierra vivía…                   (Lope de Vega)


Día 13- SAN TARSICIO - Patrón de los Monaguillos y de los Niños de la Adoración Nocturna. Mártir de la Eucaristía. Intercede ante  Dios para que todos y en todas partes demostremos un inmenso amor y un infinito respeto al Santísimo Sacramento donde se encuentra Jesús, en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad

Día 15- Solemnidad- ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA - … ¡Que pregón tan glorioso para ti, María! Porque has sido elevada por encima de los ángeles y con Cristo triunfas para siempre



Misa y Vigilia aplicadas por nuestros hermanos enfermos o impedidos que no pueden estar junto a nosotros.

jueves, 6 de agosto de 2015













AGOSTO 2015
«Vivid en el amor» (Ef 5, 2).
En estas palabras está contenida toda la ética cristiana. El actuar humano, si quiere ser como Dios lo concibió al crearnos, es decir, auténticamente humano, debe estar animado por el amor. Para llegar a la meta, el camino -metáfora de la vida- debe estar guiado por el amor, compendio de toda la ley.
El apóstol Pablo dirige esta exhortación a los cristianos de Éfeso como conclusión y síntesis de lo que acaba de escribirles sobre el modo de vivir cristiano: pasar del hombre viejo al hombre nuevo, ser auténticos y sinceros unos con otros, no robar, saber perdonarse, obrar el bien... En una palabra, «vivir en el amor».
Convendrá leer entera la frase de la que está sacada esta incisiva palabra que nos va a acompañar durante todo el mes: «Sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros a Dios como oblación y víctima de suave olor».
Pablo está convencido de que todo comportamiento nuestro debe tener como modelo el de Dios. Si el amor es la señal distintiva de Dios, debe serlo también de sus hijos: en esto deben imitarlo.
Pero ¿cómo podemos conocer el amor de Dios? Para Pablo está clarísimo: este se revela en Jesús, quien muestra cómo y cuánto ama Dios. El apóstol lo ha experimentado en primera persona: «Me amó y se entregó por mí» (Ga 2,20), y ahora lo revela a todos para que se convierta en la experiencia de toda la comunidad.
«Vivid en el amor».
¿Cuál es la medida del amor de Jesús, sobre el cual debemos modelar nuestro amor?
Como sabemos, no tiene límites, no excluye a nadie ni muestra preferencias por nadie. Jesús murió por todos, incluidos sus enemigos, quienes lo estaban crucificando, tal como el Padre, que con su amor universal hace salir el sol y manda la lluvia sobre todos, buenos y malos, pecadores y justos. Jesús supo preocuparse sobre todo de los pequeños y de los pobres, de los enfermos y de los excluidos; amó con intensidad a sus amigos; estuvo especialmente cerca de sus discípulos... No escatimó su amor, llegó al extremo de entregar la vida.
Y ahora llama a todos a compartir su mismo amor, a amar como Él amó.
Puede damos miedo esta llamada por demasiado exigente. ¿Cómo podemos ser imitadores de Dios, que ama a todos, siempre, tomando la iniciativa? ¿Cómo amar con la medida del amor de Jesús? ¿Cómo estar «en el amor», tal como nos requiere la Palabra de vida?
Solo es posible si antes hemos hecho nosotros mismos la experiencia de ser amados. En la frase «vivid en el amor como Cristo os amó», la expresión «como» puede significar también «porque».
«Vivid en el amor».
Aquí caminar[1] equivale a actuar, a comportarse, como indicando que cualquier acción nuestra debe estar inspirada y movida por el amor. Pero quizá no sea casual que Pablo utilice esta palabra dinámica para recordarnos que a amar se aprende, que hay todo un camino por recorrer para alcanzar la generosidad del corazón de Dios. Él usa también otras imágenes para indicar la necesidad de progresar constantemente, como el crecimiento que lleva a los recién nacidos hasta la edad adulta (cf. 1 Co 3, 1-2), el desarrollo de una plantación, la construcción de un edificio, la carrera en el estadio para conquistar el premio (cf. 1 Co 9, 24).
Nunca podemos decir que lo hemos conseguido. Hace falta tiempo y constancia para alcanzar la meta, sin rendirse ante las dificultades, sin dejarse nunca desanimar por los fracasos y errores, dispuestos siempre a volver a empezar sin resignarse a la mediocridad.
Agustín de Hipona, quizá pensando en su sufrido camino, escribía a propósito de esto: «Desagrádete siempre lo que eres si quieres llegar a lo que aún no eres, pues donde hallaste complacencia en ti, allí te quedaste. Mas si has dicho: "Es suficiente", también pereciste. Añade siempre algo, camina continuamente, avanza sin parar; no te pares en el camino, no retrocedas, no te desvíes. Quien no avanza, queda parado[2]».
«Vivid en el amor».
¿Cómo proceder con más celeridad por el camino del amor?
Puesto que la invitación se dirige a toda la comunidad -«vivid»- será útil ayudarse mutuamente. En verdad es triste y difícil emprender un viaje uno solo.
Podríamos comenzar buscando la ocasión de repetirnos de nuevo entre nosotros -amigos, familiares, miembros de la misma comunidad cristiana...- la voluntad de caminar juntos.
Podríamos compartir las experiencias positivas de cómo hemos amado, para aprender así unos de otros.
Podemos comunicar, a quienes puedan comprendernos, los errores cometidos y las desviaciones del camino, para corregimos.
También la oración en comunidad podrá damos luz y fuerza para avanzar.
Unidos entre nosotros y con Jesús en medio de nosotros -¡el Camino!- recorreremos hasta el final nuestro «santo viaje»: sembraremos amor en tomo a nosotros y alcanzaremos la meta: el Amor.
Fabio Ciardi


[1] La versión de la Biblia que utiliza el autor (CEI) dice Camminate nella caritá: "Caminad en la caridad”. En su comentario, el P. Fabio Ciardi recurre repetidamente al camino como metáfora de la vida (NdT).
[2] Agustín de Hipona, Sermón 169, 8.