TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

viernes, 31 de enero de 2020

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 2 DE FEBRERO DEL 2020, FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR - (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Arzobispo electo de Toledo y Administrador Apostólico de Coria-Cáceres)


 Lc. 2, 22-40 

     Cuando se cumplieron los días de su purificación, según la ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones».
     Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor.
     Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel».
     Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: “Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción —y a ti misma una espada te traspasará el alma—, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones».
     Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, ya muy avanzada en años. De joven había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día. Presentándose en aquel momento, alababa también a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
     Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él.

Otras Lecturas: Isaías 8, 23b-9,3; Salmo 26; 1Coríntios 1, 10-13.17

LECTIO:
     El evangelista San Lucas destaca los dos momentos de este rito y recoge el hecho de la purificación de la madre a los cuarenta días del parto y el rescate del primogénito al mes del nacimiento, según la costumbre judía de rescatar al primogénito consagrado al Señor (cf. Ex 13,11-12), pero lo describe como la ceremonia de una simple presentación del niño en el templo. La fiesta de la Presentación de Jesús significa mucho, es otra manifestación de Dios al pueblo, para que todos puedan ver las puertas del corazón de Dios: «los pobres y enfermos, a esos que suelen ser despreciados y olvidados, a aquellos que “no tienen con qué recompensarte”» (Lc 14,14)…
     La Presentación es otra manifestación al mundo de Cristo, que es la Luz y la Salvación, nosotros participamos de esa Luz y durante este tiempo la liturgia nos urgirá a mantener encendidas las lámparas, porque las vamos a necesitar para el camino...
     Todo nos está hablando de esperanza, todo nos habla de confianza en Dios. Aunque te consideres indigno, pobre, pecador… También eres invitado a esta aventura, porque eres necesario, ¿No has escuchado que ha escogido a los que no cuentan, a los débiles del mundo para confundir a los sabios y poderosos? Ánimo, que te llama bienaventurado. (+ José Manuel Lorca Planes - Obispo de Cartagena)

MEDITATIO:
     La fiesta de la Presentación de Jesús al Templo es llamada también la fiesta del encuentro: el encuentro entre Jesús y su pueblo; cuando María y José llevaron a su niño al Templo de Jerusalén, ocurrió el primer encuentro entre Jesús y su pueblo, representado por dos ancianos Simeón y Ana. (Papa Francisco)
     El Evangelio dice que esperaban la venida de Dios cada día, con gran fidelidad, desde hacía muchos años. Querían verlo precisamente ese día, recoger los signos, intuir el inicio. Esa larga espera continuaba  ocupando sus vidas, no tenían compromisos más importantes que este. Esperar al Señor y rezar. (Papa Francisco)
     Cuando María y José llegaron al templo para cumplir la disposición de la Ley, Simeón y Ana se movieron impulsados, animados por el Espíritu Santo. El peso de la edad y de la espera desapareció en un momento. Reconocieron al Niño, y descubrieron una nueva fuerza, para una nueva tarea: dar gracias y dar testimonio por este Signo de Dios. (Papa Francisco)
     Aquel fue también un encuentro al interior de la historia del pueblo, un encuentro entre los jóvenes y los ancianos: los jóvenes eran María y José, con su recién nacido; y los ancianos eran Simeón y Ana. Estos dos ancianos están llenos de vida porque son animados por el Espíritu Santo, dóciles a su acción y sensibles a su  llamada... (Papa Francisco)

     Gracias, Señor,  por  tu fidelidad, por tu llegada, por tu encuentro. Gracias porque cada día vienes para quedarte, y para invitarme, para propiciar  tu encuentro.

Que soporte bien las pruebas
que lleve con fe mi carga
que seas Tú mi descanso
Señor, por todo esto gracias.

«según la ley, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor»
     La escena de la Presentación es una escena llena de ternura. María acude al templo, acompañada de José, para presentar a su hijo a Dios, cumpliendo así la normativa santa. María lleva en sus manos al que es luz del mundo, Jesucristo nuestro salvador. María es la Candelaria. Y es recibida por el anciano Simeón, que se llena de júbilo por la alegría de tener en sus manos al Salvador del mundo. A esta alegría se une la anciana Ana. Ambos contagian a todos los presentes en el templo la alegría de tener a Jesús en sus brazos.
     “Oh, luz gozosa de la santa gloria del Padre celeste e inmortal”, es un himno de los más antiguos dirigidos a Jesucristo, que es “Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero”. La luz produce gozo, alegría. La noche y las tinieblas son signo de muerte y de tristeza. La fiesta de la Candelaria empalma con la fiesta de la Navidad y anticipa la fiesta de la Resurrección en la Pascua. En todas ellas la luz es Cristo, que ha disipado las tinieblas del error y de la muerte, y nos ha abierto de par en par las puertas del cielo
     La travesía de la noche es posible realizarla gracias a esa luz que viene indirectamente del sol y se refleja en la luna. A María también los autores sagrados llaman “Aurora”, que precede a la llegada del sol. Por eso, María es esperanza nuestra, porque estando ella no caminaremos nunca a oscuras del todo. Con ella siempre habrá alguna luz.
     En este día y en esta fiesta celebramos la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. La vida consagrada, como María, prolonga la luz de Cristo en medio del mundo. Damos gracias a Dios por el testimonio y la vida de todos los consagrados… (+ Demetrio Fernández - Obispo de Córdoba)

  


   ¡Ojalá mi alma pudiera arder en el deseo que inflamaba a Simeón, para que merezca ser el portador de una luz tan grande! Pero si el alma primero no ha sido purificada de sus faltas, no podrá ir «al encuentro de Cristo sobre los nubarrones» de la verdadera libertad (1T 4,17)… sólo entonces podrá gozar con Simeón de la luz verdadera y, como él, irse a paz. (Abad, Adán de Perseigne)

Los motivos de la Jornada de la Vida Consagrada 



     La finalidad de dicha jornada es triple: en primer lugar, responde a la íntima necesidad de alabar más solemnemente al Señor y darle gracias por el gran don de la vida consagrada que enriquece y alegra a la comunidad cristiana con la multiplicidad de sus carismas y con los edificantes frutos de tantas vidas consagradas totalmente a la causa del Reino. Nunca debemos olvidar que la vida consagrada, antes de ser empeño del hombre, es don que viene de lo Alto, iniciativa del Padre, "que atrae a sí una criatura suya con un amor especial para una misión especial" (ib., 17). Esta mirada de predilección llega profundamente al corazón de la persona llamada, que se siente impulsada por el Espíritu Santo a seguir tras las huellas de Cristo, en una forma de particular seguimiento, mediante la asunción de los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia. Estupendo don. "¿Qué sería del mundo si no existieran los religiosos?", se preguntaba justamente santa Teresa (Libro de la vida, c. 32,11)…
      En segundo lugar, esta Jornada tiene como finalidad promover en todo el pueblo de Dios el conocimiento y la estima de la vida consagrada. Como ha subrayado el Concilio (cfr. Lumen gentium, 44) y yo mismo he tenido ocasión de repetir en la citada exhortación apostólica, la vida consagrada "imita más de cerca y hace presente continuamente en la Iglesia la forma de vida que Jesús, supremo consagrado y misionero del Padre para su Reino, abrazó y propuso a los discípulos que le seguían" (n. 22). Esta es, por tanto, especial y viva memoria de su ser de Hijo que hace del Padre su único Amor -he aquí su virginidad-, que encuentra en Él su exclusiva riqueza -he aquí su pobreza- y tiene en la voluntad del Padre el "alimento" del cual se nutre (cfr Jn 4,34) -he aquí su obediencia.
Esta forma de vida abrazada por Cristo y actuada particularmente por las personas consagradas, es de gran importancia para la Iglesia, llamada en cada uno de sus miembros a vivir la misma tensión hacia el Todo de Dios, siguiendo a Cristo con la luz y con la fuerza del Espíritu Santo. La vida de especial consagración, en sus múltiples expresiones, está así al servicio de la consagración bautismal de todos los fieles…  
     El tercer motivo se refiere directamente a las personas consagradas, invitadas a celebrar juntas y solemnemente las maravillas que el Señor ha realizado en ellas, para descubrir con más límpida mirada de fe los rayos de la divina belleza derramados por el Espíritu en su género de vida y para hacer más viva la conciencia de su insustituible misión en la Iglesia y en el mundo. En un mundo con frecuencia agitado y distraído, la celebración de esta Jornada anual ayudará también a las personas consagradas, comprometidas a veces en trabajos sofocantes, a volver a las fuentes de su vocación, a hacer un balance de su vida y a renovar el compromiso de su consagración. Podrán así testimoniar con alegría a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo, en las diversas situaciones, que el Señor es el Amor capaz de colmar el corazón de la persona humana…

ADORACIÓN Y EVANGELIZACIÓN



     La singularidad de la adoración eucarística con respecto a todas las otras formas de oración y de devoción, es que por la presencia sacramental de Jesús-Hostia, Dios toma la iniciativa de encontrarse con nosotros. Cristo me precede en la respuesta que el Padre espera.
“La Eucaristía significa: Dios ha respondido. La Eucaristía es Dios como respuesta, como presencia que responde” (J. Ratzinger – Dios está cerca- Palabras y silencio 2003)
     Adoración, la palabra proviene de un vocablo latino cuya etimología está en “ios” (la boca). Comprende una postración que apunta al objeto de veneración y lo besa. Significa inclinarse profundamente en señal de extremo respeto.
     No faltan ejemplos evangélicos al respecto: la hemorroisa que se echa por tierra para tocar el borde del manto de Jesús (Lc 8,44); María Magdalena que se arroja a los pies de Jesús y los abraza. Esta actitud de adoración es bien natural al hombre cuando se encuentra ante algo o alguien que lo sobrepasa.
     La adoración debe expresarse con todo nuestro ser y entonces igualmente comprometer nuestro cuerpo. El hombre ha sido creado para adorar, para inclinarse profundamente ante Aquel que nos hizo y que nos sobrepasa.
     Todas las posibilidades espirituales de nuestro cuerpo forman necesariamente parte de nuestra manera de celebrar la eucaristía y de rezar. La escucha atenta de la Palabra de Dios requiere la posición de sentado o el movimiento de la Resurrección reclama la posición de parados. La grandeza de Dios y de su Nombre se expresan de rodillas. Jesucristo mismo rezaba arrodillado durante las últimas horas de su Pasión en el Huerto de los Olivos (Lc 22,41). Esteban cae de rodillas antes de su martirio, al ver los cielos abiertos y el Cristo de pie (Hch 7,60). Pedro ruega arrodillado pidiendo a Dios la resurrección de Tabita (Hch 9,40). Después de su discurso de despedida ante los ancianos de Éfeso, Pablo reza con ellos de rodillas (Hch 20,36). El himno de Flp 2, 6-11 aplica a Jesús la promesa de Isaías anunciando que toda rodilla se dobla ante el Dios de Israel, ante el nombre de Jesús…
     Nuestro cuerpo manifiesta visiblemente aquello que nuestro corazón cree. La filósofa Simone Veil, de origen judío y no creyente, descubre a Cristo en Asís en 1936 y escribe: “Algo más fuerte que yo me obligó, por primera vez en mi vida, a ponerme de rodillas”.
     El testimonio de los santos es elocuente: Santo Domingo se prosternaba sin cesar, boca abajo y todo a lo largo cuan era, en presencia del Santísimo Sacramento. La actitud exterior traduce la devoción interior. Decía san Pierre-Julien Eymard que el primer movimiento de la adoración consiste justamente en prosternarse a tierra, la frente inclinada. Es una actitud que nos permite proclamar sin palabras la majestad infinita de Dios que se oculta tras el velo de la Eucaristía.
     Para evangelizar el mundo se necesita apóstoles “expertos” en celebración, en adoración y en contemplación de la Eucaristía”. (S. Juan Pablo II Mensaje para la Jornada mundial de los Misiones 2004).

+Mons. Dominique Rey, Obispo de Toulon,
Francia, en “Adoración y Evangelización”.

martes, 21 de enero de 2020

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 26 DE ENERO DEL 2020, 3º DEL TIEMPO ORDINARIO


«CONVERTÍOS, ESTÁ CERCA EL REINO DE LOS CIELOS»

Mt. 4. 12-23
     En aquel tiempo,  al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan se retiró a Galilea. Dejando Nazaret se estableció en Cafarnaúm, junto al mar, en el territorio de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías:
     «Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló».
  Desde entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos». Paseando junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores. Les dijo: «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, su hermano, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre, y los llamó. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.
     Jesús recorría toda Galilea enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.

Otras Lecturas: Isaías 8, 23b-9,3; Salmo 26; 1Coríntios 1, 10-13.17

LECTIO:
   … El Evangelio narra la elección de Jesús a los discípulos. Gente corriente, sorprendida en su faenar cotidiano, e invitada ante todo a un seguimiento, a una adhesión a la Persona de Jesús. Escucharán su Palabra, convivirán con Él, y se harán testigos de esa alegría.
   En nuestro entorno, encontramos continuamente personas que sufren una honda oscuridad, con sufrimientos que casi ahogan el respiro de la esperanza. Y Jesús sigue viniendo a todos nuestros exilios, al gran exilio de la infelicidad en tantas formas, para anunciarnos una Luz y una Alegría que nadie nos podrá quitar.
     Jesús, con quien quiera seguirle, recorre nuestras tierras, nuestros hogares, nuestras vidas, para proclamar el Evangelio del Reino, curando las enfermedades y las dolencias. La historia culminada por Jesús continúa con nosotros… si lo dejamos todo y le seguimos. (+Fr. Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo)

MEDITATIO:
     El Evangelio  narra el inicio de la predicación de Jesús en Galilea... Ciertamente de Galilea no se esperaban grandes cosas para la historia de la salvación.  Sin embargo, justamente desde allí se difunde aquella “luz”: la luz de Cristo. Se difunde precisamente desde la periferia. El mensaje de Jesús reproduce el del Bautista, proclamando el «Reino de los Cielos». Este Reino conlleva el cumplimiento de la alianza entre Dios y su pueblo, que inaugurará un periodo de paz y de justicia. (Papa Francisco)
     Para estrechar este pacto de alianza con Dios, cada uno está llamado a convertirse, transformando su propio modo de pensar y de vivir... Lo que diferencia a Jesús de Juan Bautista es el estilo y el método. Jesús elige ser un profeta itinerante. No se queda esperando a la gente, sino que se dirige a su encuentro. ¡Jesús está siempre en la calle!... Jesús no sólo proclama la llegada del Reino de Dios, sino que busca compañeros que se asocien a su misión de salvación. (Papa Francisco)
     En este mismo lugar encuentra dos parejas de hermanos: Simón y Andrés, Santiago y Juan; les llama diciendo: «Venid conmigo y los haré pescadores de hombres»... La respuesta de los cuatro pescadores es rápida e inmediata: «al instante, dejando las redes, le siguieron»...
     Nosotros, cristianos de hoy en día, tenemos la alegría de proclamar y testimoniar nuestra fe, porque hubo ese primer anuncio, porque existieron esos hombres humildes y valientes que respondieron generosamente a la llamada de Jesús. A orillas del lago, en una tierra impensable, nació la primera comunidad de discípulos de Cristo. (Papa Francisco)

     Danos la concordia y la paz a nosotros y a todos los habitantes del mundo, como la diste a nuestros padres, que piadosamente te invocaron con fe y con verdad.

Hoy, Jesús, quiero escuchar tus palabras,
quiero reconocer tu voz
y estar atento a tu voluntad en mi vida

«El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande…».

     Los primeros discípulos son el mejor ejemplo de la conversión que Jesús pide, y los primeros destinatarios de su mensaje.
     Mateo propone un ejemplo de la conversión radical que exige la llegada del reino y presenta a los principales destinatarios de las enseñanzas y los signos de Jesús. Estos cuatro primeros discípulos representan a todo el grupo de los discípulos, que en este evangelio tienen una importancia particular…
     A ellos les enviará después a difundir su mensaje y a realizar los mismos signos; a ellos les dedicará una atención especial, y sobre ellos se replegará cuando experimente el rechazo de su pueblo, para formar un nuevo pueblo: el nuevo Israel, que es la iglesia.
     Este primer sumario de la actividad de Jesús es un apretado resumen de lo que el evangelista va a narrar en los capítulos siguientes. La misión de Jesús consiste en enseñar… anunciar la buena noticia del reino… y curar toda clase de enfermedades. Esto es precisamente lo que comienza a hacer Jesús a partir de ahora. (El Mensaje del N. T. S. Guijarro. Casa de la Biblia). 




   ¡Qué admirable pesca la del Salvador! Admirad la fe y la obediencia de los discípulos. La pesca, como sabéis, requiere una constante atención. Ahora bien, cuando esos se encuentran justo en medio de su trabajo, oyen la llamada de Jesús y no dudan un solo momento; no dicen. «Déjanos regresar a casa para hablar con nuestros próximos». No, lo dejan todo inmediatamente y le siguen, tal como Eliseo hizo con Elías (1Re 19,20). Es esta clase de obediencia la que nos pide Cristo, sin la más mínima duda, incluso en el caso que nos apremien necesidades aparentemente más urgentes. Por eso cuando un joven que le quería seguir le pidió si podía ir antes a enterrar a su padre, ni tan sólo esto se lo dejó hacer (Mt 8,21). Seguir a Jesús, obedecer su palabra, es un deber que está por encima de todos los demás. ¿Acaso me dirás que la promesa que les había hecho era muy grande? Por eso los admiro yo tanto: ¡cuando aún no habían visto ningún milagro, creyeron en una promesa tan grande y renunciaron a todo para seguirle! Es porque creyeron que, con las mismas palabras con las que habían sido cogidos durante la pesca, podrían ellos pescar a otros. (S. Juan Crisóstomo)

sábado, 18 de enero de 2020



     Durante los días de esta próxima semana (18 al 25 enero) como cada año dedicamos unos días a orar por la unidad de los cristianos, a reflexionar sobre este tema y a dar pasos eficaces en el camino hacia la unidad plena.
     El lema de este año “Nos mostraron una humanidad poco común” se refiere a un episodio de la comunidad cristiana, en el que Pablo va camino de Roma con sus acompañantes, naufragaron y fueron a parar a la isla de Malta, donde fueron acogidos por los cristianos del lugar con una amabilidad y una humanidad poco común. El camino hacia Roma se vio alterado por las condiciones del naufragio, pero fue ocasión para experimentar el amor de los hermanos que los acogieron…
     Nos evoca este camino hacia Roma por parte de Pablo, que ha apelado al emperador cuando era condenado a muerte en su tierra de origen, el camino que tantas personas recorren para llegar a la plena comunión con el sucesor de Pedro, el Papa de Roma... El lema evoca también a tantos cientos y miles de personas que atraviesan el mediterráneo u otros lugares del planeta en busca de una situación mejor... Encontrar una mano hermana que te socorre es algo que se agradece enormemente.
     La semana de oración por la unidad de los cristianos nos hace caer en la cuenta de que Jesús ha fundado una sola Iglesia, y que a lo largo de la historia esa única Iglesia se ha sentido zarandeada por las divisiones internas de sus hijos. El camino hacia la unidad es un camino difícil, por eso hemos de pedirle a Dios que nos conceda esa unidad deseada por Cristo y por todos sus discípulos hoy. Y ese camino hacia la unidad, referido a personas concretas, supone un camino arduo para tantos que buscan sinceramente la verdad en la Iglesia de Cristo…
     Oremos en esta semana especialmente por la unidad de los cristianos…
     Recibid mi afecto y mi bendición.

+ Demetrio Fernández - Obispo de Córdoba


LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 19 DE ENERO DEL 2020, 2º DEL TIEMPO ORDINARIO - (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Arzobispo electo de Toledo Administrador Apostólico de Coria-Cáceres)

«ESTE ES EL CORDERO DE DIOS…»

 Jn. 1, 29-34

     En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo”. Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel».
     Y Juan dio testimonio diciendo: «He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo”. Y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios».

Otras Lecturas: Isaías 49, 3.5-6; Salmo 39; 1Coríntios 1, 1-3

LECTIO:

     Retomamos el tiempo ordinario y volvemos a la trayectoria de Jesús en su vida pública que a lo largo del año litúrgico se nos propondrá. La primera escena tiene lugar a orillas del Jordán… «Al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29).
   Los ojos del evangelista que relata este momento quedarán prendados, como quien encuentra finalmente a Aquél que esperaba. De hecho, tanto Juan como Andrés seguirán a ese Cordero, y preguntándole dónde vivía se quedarían con Él aquel día y para siempre...
     El Evangelio de Juan, desarrollará este momento inicial a través de los diferentes encuentros entre el Cordero Jesús y las personas que se cruzarán en su camino. Todos ellos recibirán la liberación de su desgracia sea cual sea su nombre (oscuridad, sed, enfermedad, confusión... pecado), con tal que la confiesen, con tal que no la maquillen ni la disfracen, y reconozcan en Jesús a quien trae la Gracia eficaz para todas sus desgracias impotentes. Por esta razón, en aquel momento no estaban los que des­pués a lo largo del Evangelio de Juan van a aparecer como los difidentes de Jesús, los prejuiciosos de sus signos y palabras, los enemigos de su vida… (+Fr. Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo)

MEDITATIO:                       
     «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo». Juan predica que el Reino de los cielos está cerca, que el Mesías va a manifestarse y es necesario prepararse, convertirse y comportarse con justicia; e inicia a bautizar en el Jordán para dar al pueblo un medio concreto de penitencia. Esta gente venía para arrepentirse de sus pecados, para hacer penitencia, para comenzar de nuevo la vida. (Papa Francisco)    
     Juan sabe, que el Mesías, el Consagrado del Señor ya está cerca, y el signo para reconocerlo será que sobre Él se posará el Espíritu Santo; de hecho Él llevará el verdadero bautismo, el bautismo en el Espíritu Santo. Y el momento llega: (Papa Francisco)
     Sobre Jesús baja el Espíritu Santo en forma de paloma y la voz del Padre lo proclama Hijo predilecto. ¡Es Él! Jesús es el Mesías. Juan está desconcertado, porque se ha manifestado de una forma impensable: en medio de los pecadores, bautizado como ellos. El Espíritu hace entender a Juan que así se cumple la justicia de Dios, se cumple su diseño de salvación: Jesús es el Mesías, el Rey de Israel, pero no con el poder de este mundo, sino como Cordero de Dios, que toma consigo y quita el pecado del mundo. (Papa Francisco)
     ¿Por qué nos detenemos mucho en esta escena? ¡Porque es decisiva! Es decisiva por nuestra fe; es decisiva también por la misión de la Iglesia. La Iglesia, en todos los tiempos, está llamada a hacer lo que hizo Juan el Bautista, indicar a Jesús a la gente diciendo: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo». Él es un el único Salvador, Él es el Señor, humilde, en medio de los pecadores. Pero es Él. Él, no es otro poderoso que viene. No, es Él. (Papa Francisco)

ORATIO:

     Llénanos de energía, Señor, para dar todo lo bueno en tu nombre, que vayamos por el mundo dando a conocer que eres el “Hijos de Dios”. Derrama tu Espíritu sobre todos los hombres para que caminemos en la unidad que Jesús pidió al Padre para nosotros.
Jesús, vienes a llevarte mi pecado,
pero a veces yo me detengo en mi culpa
y no dejo que el pasado quede atrás.

CONTEMPLATIO:
«Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo»
     Jesús es llamado el Cordero: es el Cordero que quita el pecado del mundo. Uno puede pensar: ¿pero cómo, un cordero, tan débil, un corderito débil, cómo puede quitar tantos pecados, tantas maldades? Con su Amor, con su mansedumbre.
     Jesús no dejó nunca de ser cordero: manso, bueno, lleno de amor, cercano a los pequeños, cercano a los pobres. Estaba allí, entre la gente, curaba, enseñaba, oraba. Tan débil Jesús, como un cordero. Pero tuvo la fuerza de cargar sobre sí todos nuestros pecados, todos. Muchas veces, cuando miramos nuestra conciencia, encontramos en ella algunos que son grandes. Pero Él los carga.
     ¿Qué significa para la Iglesia, para nosotros, hoy, ser discípulos de Jesús Cordero de Dios? Significa poner en el sitio de la malicia, la inocencia; en el lugar de la fuerza, el amor; en el lugar de la soberbia, la humildad; en el lugar del prestigio, el servicio.
       Os invito a hacer una cosa: cerremos los ojos, imaginemos esa escena, a la orilla del río, Juan mientras bautiza y Jesús que pasa. Y escuchemos la voz de Juan: «Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo». Miremos a Jesús en silencio, que cada uno de nosotros le diga algo a Jesús desde su corazón. (Papa Francisco).
                                                                     


    «Vi entonces en medio del trono un Cordero en pie con señales de haber sido degollado» (Ap 5,6). Cuando el vidente de Patmos contempló esta visión, aún estaba vivo en él el recuerdo inolvidable de ese día junto al Jordán, cuando Juan el Bautista le señaló al «Cordero de Dios» que «quita el pecado del mundo». Pero, el Señor ¿por qué había elegido el cordero como símbolo privilegiado? ¿Por qué se mostró, incluso, de ese modo en el trono de la eterna gloria? Porque él estaba libre de pecado y era humilde como un cordero; y porque él había venido para «dejarse llevar como cordero al matadero» (Is 53,7). Todo eso también lo presenció Juan cuando el Señor se dejó atar en el Monte de los Olivos. Allí, en el Gólgota, fue llevado a cumplimiento el auténtico sacrificio de reconciliación. A partir de entonces los antiguos sacrificios perdieron su eficacia; y pronto desaparecerían del todo, igual que el antiguo sacerdocio, cuando el templo fue destruido. Todo esto lo vivió Juan de cerca. Por eso no le asombraba ver al Cordero en el Trono. (S. Teresa Benedicta de la Cruz)

viernes, 17 de enero de 2020

El martirio blanco en Occidente

     En Occidente tanto en Europa como en América se ha recrudecido la persecución con un despliegue más sutil pero igualmente violento. Se han atacado las expresiones públicas de fe, se ha ridiculizado la piedad llamándola fundamentalismo y se ha relegado la misma moral que fundó todo Occidente.



     La persecución cruenta a los cristianos en Medio Oriente, África y Asia ratifica las palabras plenamente vigentes de Jesucristo, quien hace dos mil años nos advertía de este combate que padecería la Iglesia por causa de su nombre; el testimonio de aquellos santos mártires nos apena por el sufrimiento padecido, nos indigna por su injusticia, nos conmueve por su fe y fortalece en cuanto vemos vivo el deseo de todos los apóstoles, los de antaño y los de hoy, de dar la vida por Cristo y su Evangelio.
     En Occidente, por otro lado, tanto en Europa como América se ha recrudecido la persecución con un despliegue más sutil pero igualmente violento: la persecución institucional a los cristianos en las sociedades laicas.
     Ya sea en estados con tintes socialistas o bien liberales, pero siempre dentro de un marco notoriamente ateo, se han atacado reiteradamente las expresiones públicas de fe, haciéndolas pasar por atropello a las libertades, se ha ridiculizado la piedad llamándola fundamentalismo y se ha relegado la misma moral que fundó todo Occidente acusándola de obsoleta y arcaica.
     Pero Occidente ha ido un paso más allá. Lo que antes era marginación o burla, ha pasado a ser un constante intento por expulsar todo rastro de los principios cristianos de la plaza pública, ello por ser considerados como vulneratorios de los derechos de las personas y de su dignidad. Así, muchos cristianos se han visto envueltos en juicios y denuncias de odio, se han establecido en sus países leyes atentatorias al derecho natural, se les han impuesto multas, se han impartido clases de adoctrinamiento obligatorias, se han proscrito ciertas ideas del debate universitario, arriesgan sus trabajos, o han sido objeto del escarnio y hostigamiento en redes sociales, todo aquello con la pretensión de acallar el mensaje de Dios que resuena en los católicos que lo difunden.
     La retirada de la moral cristiana de la sociedad y la secularización de las instituciones llevó a la corrosión del sistema público y lo ha tornado a él mismo en contra de los católicos, quienes hoy deben elegir entre soportar la expulsión de los espacios de la sociedad, o bien ocultar la fe y seguir relegándola aún más a lo privado, hasta que esta no vaya más allá de la Iglesia luego de misa, ni salga de la puerta de la casa.
     Es por esto, que la Iglesia Occidental debe continuar con su misión apostólica y retomarla con fuerza. No será el blanqueamiento de la doctrina lo que salvará esta barca en que en medio de los embates amenaza con hundirse, sino que el reafirmarse en la íntegra Fe de una Iglesia que debe estar más viva que nunca. Hoy se demanda el ejemplo de entrega en medio de un mundo individualista y cómodo, y se exige valentía en medio de este asedioNo acabará esta guerra declarada a la Cruz espontáneamente, sino que será necesario reevangelizar las mismas tierras en donde inició el catolicismo y se requerirá de la acción organizada y fiel del pueblo de Dios que al unísono debe confirmar su Fe y avocarse realmente a ella.
     Esta misión es la misma que anunció Cristo y la que nos ha marcado a lo largo de los siglos, ya en la Carta a Diogneto, del siglo II d.c, se describe a los cristianos de esta forma: “Viven en la carne, pero no según la carne. Viven en la tierra, pero su ciudadanía está en el Cielo. Obedecen las leyes establecidas, y con su modo de vivir superan estas leyes. Aman a todos, y todos los persiguen. Se los condena sin conocerlos. Se les da muerte, y con ello reciben la vida. Son pobres, y enriquecen a muchos; carecen de todo, y abundan en todo. Sufren la deshonra, y ello les sirve de gloria; sufren detrimento en su fama, y ello atestigua su justicia. Son maldecidos, y bendicen; son tratados con ignominia, y ellos, a cambio, devuelven honor. Hacen el bien, y son castigados como malhechores; y, al ser castigados a muerte, se alegran como si les diera la vida”.
     Así, los cristianos de todo el mundo, en Oriente y Occidente, se unirán a la misma vida cristiana que se ha tenido desde la primera venida de Cristo, y que se tendrá hasta su segunda: una vida marcada por el profundo amor a Dios que conlleva al amor de los demás, a una paz y alegría características, pero también al sello ya anunciado de la persecución, la marca inescindible del dolor que cobra un nuevo sentido a la luz de la Cruz. Nos reconfortamos en la unidad de los hermanos de todo el mundo, bajo la protección de nuestra Madre la Virgen, y nos consolamos con la visión de Cristo crucificado y resucitado como modelo de santidad; así, se cobran nuevas fuerzas para continuar con la misma tarea encomendada de anunciar la Verdad. Ayer, hoy, y siempre.