TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

domingo, 23 de enero de 2022

 LEER PARA LA COMUNIDAD

 

   Lo sabemos bien: leer la Palabra de Dios es una parte muy importante de nuestras misas. También sobemos otra cosa: que leer bien es un gran servicio que hocemos a la comunidad. Y una terrera: que no es fácil hacerlo bien. ¿Cómo podemos mejorar? ¿Corno podemos hacer que la Palabra de Dios, a través de nosotros, llegue con toda su tuerza a la asamblea cristiana?

     Nadie nace enseñado. Y todos aprendemos a hacer las cosas, haciéndolas. Esto significa que no tenemos que tener ningún reparo de ofrecer nuestro servicio como lectores cuando se nos pida, aunque sepamos que no lo hacernos perfectamente. Pero también quiere decir que vale la pena dedicar todos los esfuerzos que podamos a mejorar nuestra manera de leer... No sólo técnicamente (vocalización, guardar la distancia adecuada del micrófono, realizar las pausas necesarias...), sino también espiritualmente, conociendo mejor lo que leemos y viviéndolo de verdad.

DIOS DIRIGE LA PALABRA A TRAVÉS DE NOSOTROS

     Leer bien es recrear, dar vida a un texto, dar voz a un autor, Es transmitir a la comunidad lo que Dios le quiere decir hoy, aunque el texto pertenezca a libros antiguos. Se trata, no sólo de que se escuche bien el sonido, sino de que se facilite el que todos vayan captando el sentido y el mensaje que nos viene de Dios, y se sientan movidos a responderle. El texto a veces es difícil. Las motivaciones y la preparación de los presentes no siempre están muy despiertas. Si, además, el lector cae en los conocidos defectos –(precipitación, mala pronunciación, fraseo inexacto, tono desmayado, mal uso de los micrófonos)- se corre el peligro de que la llamada "celebración de la Palabra" sea un momento poco menos que rutinario e inútil dentro de la misa.

   Un lector tiene que ser buen "conductor" de la Palabra. Para que llegue a todos en las mejores condiciones posibles y todos puedan decir su "sí" a Dios. Por esta persona la Palabra de Dios se 'encarna" y se hace vida. De la "escritura' pasa a ser palabra viva dicha hoy y aquí para esta comunidad, El lector o lectora, por tanto, deberá hacer todo lo que esté en su mano para ser buenos mediadores del mensaje de Dios.

EL LECTOR, EL PRIMER OYENTE

     El lector es el primer oyente de la Palabra, el primero que ha de "escuchar" en su interior lo que Dios dirá -por su boca- a la asamblea.

   La preparación de una lectura, por tanto, tendría que comenzar siempre con actitud de oración: esto que ahora leeré ¿qué me quiere decir? ¿qué mensaje me dirige Dios a través de su Palabra? Para tener esta actitud de oración ante la Palabra de Dos, sin duda, será una ayuda que el lector "ame" la Biblia, la lea a menudo, la conozca,…


sábado, 15 de enero de 2022

PARA EL DIÁLOGO Y LA MEDITACIÓN


ENERO SINODALIDAD – COMUNIÓN

Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar

 

LA ADORACIÓN NOCTURNA MOMENTO PARA CULTIVAR LA INTIMIDAD CON DIOS

 

     El camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio. Lo que el Señor nos pide, en cierto sentido, ya está todo contenido en la palabra “Sínodo”. Caminar juntos -laicos, pastores, Obispo de Roma- es un concepto fácil de expresar con palabras, pero no es tan fácil ponerlo en práctica” (Francisco 17/10/2015). Con estas palabras el Papa nos anima en el camino sinodal que hemos comenzado y que finalizará con la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos con el lema “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”.

     El Hijo de Dios al hacerse hombre ha comenzado a caminar junto a nosotros y va a seguir caminando en su Iglesia a nuestro lado hasta que vuelva a establecer su Reino de amor. Nos ha hecho miembros de su cuerpo, unidos a Él que es la cabeza, para que seamos piedras vivas del Templo santo de Dios, (Jn 14,23) “Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él”.

     Somos templos de la Trinidad, para que, por la acción del Espíritu Santo, tengamos los mismos sentimientos que Cristo, (Flp 2,5-11), que se anonadó hasta hacerse esclavo, caminando a nuestro lado para conseguirnos la redención. El perdón de los pecados y ser justificados ante Dios Padre, para que seamos un Pueblo Santo de sacerdotes, profetas y reyes, (1 P 2).  En la Eucaristía, sacrificio, alimento y presencia, se ha quedado para que anunciemos su muerte, hasta que vuelva (1Co 11,26). Su permanencia sacramental, que es manifestación de su entrega de amor hasta el extremo, para caminar a nuestro lado en medio de las vicisitudes de este mundo.  El cristiano ha de ser eucarístico por naturaleza y por tanto adorador de Aquel que camina a nuestro lado, para que por la recepción del Cuerpo de Cristo y la propia ofrenda personal a la ofrenda sacrificial de Cristo, nos hagamos uno con Él. Entonces iniciaremos la “comunión” para que, la Iglesia sinodal, mostrando a la humanidad, el amor misericordioso del Corazón de Jesús, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.

     ¡Qué fin tan maravilloso el del adorador nocturno!, estar con Jesús Sacramentado uniéndonos a sus sentimientos de amor y reparación, y poder decir con Cristo, yo por ellos me consagro para que sean consagrados en la Verdad. Compartiendo el Cuerpo y la Sangre de Cristo somos congregados por el Espíritu Santo, y para que seamos víctima viva para alabanza de su gloria, de tal forma que seamos testigos de unidad. Jesucristo desde la Eucaristía hace camino sinodal con nosotros y realiza la comunión con cada uno en la unidad de la Iglesia, manifestándose en la pluralidad de sus miembros, unidos por el amor de su Corazón. El Pan de la Vida no se cambia en nuestra naturaleza como los demás alimentos terrenales, sino que nos transforma en Él, nos cristifica.

      San Juan Crisóstomo lo afirma explícitamente: “¿Qué es en realidad el Pan? El Cuerpo de Cristo. ¿Qué se hacen los que comulgan? Cuerpo de Cristo” (Hom. sobre I Co 24), y San Cirilo de Alejandría: “…porque el Verbo habita en nosotros, de modo divino, por medio del Espíritu Santo, y de modo humano, por su carne y por su sangre” (Contra Nestorio,4)

     De la misma manera lo entendió y vivió el Venerable Luis de Trelles, que, tras descubrir el tesoro de la Adoración Nocturna en Paris, no paró hasta instaurarla en España, consciente de que, a través de la unión con Cristo, Pan de Vida eterna, se realiza la verdadera sinodalidad y unidad dentro de la Iglesia y como ejemplo de unidad ante la sociedad dividida por el pecado.

     Jesús resucitado en el camino de Emaús, escucha nuestros problemas y abatimientos y a la vez nos enseña con la Escritura el sentido del sufrimiento, para transformarnos en el partir del Pan.

     Con Él, Camino, Verdad y Vida, seremos para los demás, sacramento de común unión, y mostraremos en el caminar diario el remedio ante un mundo divido por el príncipe de la mentira, que agoniza por falta de sentido en la vida, aparte del que él es El Camino, Verdad y Vida.

 

Preguntas para el diálogo y la meditación.

 

¿Vivo la preparación del Sínodo con una mayor profundidad eucarística?

¿Soy elemento de comunión con las personas que trato cada día?

¿Llevo la presencia de Cristo a mis hermanos caminando con ellos, como Jesús con los de Emaús?



sábado, 8 de enero de 2022

(Mt 2, 2)


ENERO 2022

 

«Vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarlo» (Mt 2, 2).

 

    Estas palabras, que solo recoge el Evangelio de Mateo, las pronuncian unos «sabios» que han llegado desde lejos a hacer una visita bastante misteriosa al niño Jesús. Es un grupo pequeño que emprende un largo camino siguiendo una pequeña luz, en busca de una Luz más grande, universal: el Rey que ya ha nacido y está presente en el mundo. De ellos no sabemos más, pero este episodio está lleno de motivos para la reflexión y la vida cristiana.

   Ha sido elegido y propuesto en este año por los cristianos de Oriente Próximo para celebrar la «Semana de oración por la unidad de los cristianos»[1], una ocasión preciosa para volver a ponemos en camino juntos, abiertos a la acogida recíproca, pero sobre todo al designio de Dios de ser testigos de su amor para todas las personas y pueblos de la tierra.

«Vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarlo».

  Esto dicen los cristianos de Oriente Próximo en el documento que acompaña a las propuestas para esta Semana de Oración: «[…] la estrella que apareció en el cielo de Judea constituye un signo de esperanza largamente esperado, que lleva a los Magos -y en ellos, en realidad, a todos los pueblos de la tierra- al lugar donde se manifiesta el verdadero Rey y Salvador. La estrella es un don, un signo de la presencia amorosa de Dios para toda la humanidad. [...] Los Magos nos revelan la unidad de todos los pueblos deseada por Dios. Viajan desde países lejanos y representan culturas diversas, y sin embargo a todos los empuja el deseo de ver y conocer al Rey recién nacido; se reúnen en la gruta de Belén para honrarlo y ofrecerle sus regalos. Los cristianos están llamados a ser en el mundo un signo de la unidad que Él desea para el mundo. Aunque pertenezcan a culturas, razas y lenguas distintas, los cristianos comparten una búsqueda común de Cristo y un común deseo de adorarlo. La misión de los cristianos es, pues, ser un signo, como la estrella, para guiar a la humanidad sedienta de Dios y llevarla a Cristo, y para ser instrumento de Dios para realizar la unidad de todas las gentes»[2]. La estrella que resplandece para los Magos es para todos, encendida ante todo en lo profundo de la conciencia que se deja iluminar por el amor. Todos podemos agudizar la mirada para descubrirla, ponemos en camino para seguirla y alcanzar la meta del encuentro con Dios y con los hermanos en nuestra vida cotidiana, para compartir con todos nuestras riquezas.

«Vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarlo».

     Honrar a Dios es fundamental para reconocernos ante Él tal como somos: pequeños, frágiles, siempre necesitados de perdón y misericordia y, por ello, sinceramente dispuestos a la misma actitud para con los demás. Este honor, debido solo a Dios, se expresa plenamente en la adoración.

    Podemos dejarnos ayudar por estas palabras de Chiara Lubich: «[...] ¿Qué significa "adorar" a Dios? Es una actitud que se dirige solo a Él. Adorar significa decirle a Dios: "Tú eres todo”; es decir: "Eres el que es"; y yo tengo el inmenso privilegio de vivir para reconocerlo. [...] significa también [...]: "Yo soy nada”. Y no decirlo solo con palabras. Para adorar a Dios hace falta anularnos nosotros y hacer que triunfe Él en nosotros y en el mundo. [...] Pero el camino más seguro para llegar a la proclamación existencial de nuestra nada y el todo de Dios es totalmente positivo. Para anular nuestros pensamientos no tenemos más que pensar en Dios y tener sus pensamientos, que se nos revelan en el Evangelio. Para anular nuestra voluntad no tenemos más que cumplir su voluntad, que se nos indica en el momento presente. Para anular nuestros afectos desordenados basta con tener en el corazón el amor a Él y amar a nuestros prójimos compartiendo sus ansias, sus penas, sus problemas, sus alegrías. Si somos "amor" siempre, sin que nos demos cuenta seremos nada por nosotros mismos. Y viviendo nuestra nada, afirmamos con la vida la superioridad de Dios, que Él es todo, y así nos abrimos a adorar verdaderamente a Dios»[3].

«Vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarlo».

     Podemos adoptar las conclusiones de los cristianos de Oriente Próximo: «Después de haber conocido al Salvador y haberlo adorado juntos, los Magos, prevenidos en sueños, regresaron a sus países por otro camino. Del mismo modo, la comunión que compartimos en la oración común debe inspirarnos a volver a nuestras vidas, a nuestras Iglesias y al mundo entero recorriendo nuevos caminos. [...] Ponerse al servicio del Evangelio requiere hoy el esfuerzo de defender la dignidad humana, sobre todo de los más pobres, los más débiles y los marginados. [...] El camino nuevo para las Iglesias es el camino de la unidad visible, que perseguimos con sacrificio, coraje y audacia, de modo que, día tras día, "Dios sea todo en todos" (1 Co 15,28)[4]».

Leticia Magri



[1]La fecha tradicional para celebrar la "Semana de oración por la unidad de los cristianos» es del 18 al 25 de enero en el hemisferio norte. En el hemisferio sur, ya que enero es tiempo de vacaciones, las Iglesias celebran la Semana de Oración en otras fechas, por ejemplo, en Pentecostés, época igualmente simbólica para la unidad de las Iglesias. Es también una invitación a mantener vivo el compromiso del diálogo ecuménico durante todo el año.

[3] C. LUBICH, "Palabra de vida», febrero de 2005: Ciudad Nueva n. 417 (212005), 22-23.


miércoles, 5 de enero de 2022

 EN LA EPIFANÍA DEL SEÑOR


     En la devoción popular se celebra como día de los Reyes Magos. Epifanía significa manifestación, y celebra la Iglesia la manifestación del Señor a todas las gentes, representadas en los Magos, que no pertenecían al pueblo elegido de Israel, pero que, guiados por una estrella, acudieron a Belén donde adoraron al Niño y le ofrecieron sus dones. La solemnidad de la Epifanía se cuenta entre las máximas festividades del año litúrgico, ya que ella celebra, en el Niño nacido de María, la revelación de Aquel que es el Hijo de Dios, Mesías prometido y Luz de las naciones. Según la tradición, los Magos eran tres, Melchor, Gaspar y Baltasar, hombres sabios, entendidos en astrología, venidos de los países de religión pagana del entorno de Israel.

Dios ha manifestado su salvación en todo el mundo

     La misericordiosa providencia de Dios, que ya había decidido venir en los últimos tiempos en ayuda del mundo que perecía, determinó de antemano la salvación de todos los pueblos en Cristo. [...] Instruidos en estos misterios de la gracia divina, queridos míos, celebremos con gozo espiritual el día que es el de nuestras primicias y aquél en que comenzó la salvación de los paganos. Demos gracias al Dios misericordioso, quien, según palabras del Apóstol, nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz; él nos ha sacado del dominio de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido. Porque, como profetizó Isaías, el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban en tierra de sombras, y una luz les brilló. También a propósito de ellos dice el propio Isaías al Señor: Naciones que no te conocían te invocarán, un pueblo que no te conocía correrá hacia ti. [...]

     Esto se ha realizado, lo sabemos, en el hecho de que tres magos, llamados de su lejano país, fueron conducidos por una estrella para conocer y adorar al Rey del cielo y de la tierra. La docilidad de los magos a esta estrella nos indica el modo de nuestra obediencia, para que, en la medida de nuestras posibilidades, seamos servidores de esa gracia que llama a todos los hombres a Cristo.

    Animados por este celo, debéis aplicaros, queridos míos, a seros útiles los unos a los otros, a fin de que brilléis como hijos de la luz en el reino de Dios, al cual se llega gracias a la fe recta y a las buenas obras…

 

De los sermones de san León Magno