TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

viernes, 29 de enero de 2016

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 31 DE ENERO, 4º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo)

«¿NO ES ESTE EL HIJO DE JOSÉ?»

Lc. 4. 21-30
               
            En aquel tiempo, comenzó Jesús a decir en la sinagoga: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír». Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca.
       Y decían: «¿No es este el hijo de José?». Pero Jesús les dijo: «Sin duda me diréis aquel refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”, haz también aquí, en tu pueblo, lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún». Y añadió: «En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. Puedo aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón.
       Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, el sirio».
       Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino.

Otras Lecturas: Jeremías 1,4-5-17-19; Salmo 70; 1Corintios 12,31-13-13

LECTIO:
                Ante la palabra de Isaías sus paisanos no tienen nada que objetar, la habían escuchado y visto rezar muchas veces. Pero no creían que Jesús, encarnara esa profecía. Aquí en Nazaret no le hemos visto hacer grandes curaciones ni milagros…que las haga y le creeremos. Jesús les responde con ese conocido refrán: no nos des lecciones y demuéstranos lo que dices.
       Lo que enfureció a los vecinos de Jesús fue que Jesús citó el ejemplo de dos extranjeros, Naamán y una viuda, que, sí, fueron capaces de acoger la palabra de los profetas. Se fiaron de lo que Dios les decía por boca de los profetas.
       La viuda de Sarepta no desconfió de Elías. La lepra de Naamán era una enfermedad terrible que de no haberse fiado del profeta Eliseo le hubiera llevado, probablemente, a una muerte atroz.
       Con estos ejemplos Jesús dejaba en evidencia a sus paisanos: Muy religiosos por fuera y cumplidores con el culto en sinagoga, pero incapaces de abrir su corazón a Dios. La rabia que les produjo descubrir Jesús su pecado, les llevó a dar ese giro tan radical: eliminar al que te dice la verdad y desenmascara tu miseria, acabar con Jesús.
       Jesús se retiró a tiempo. Era su pueblo. Gente a la que Jesús querría mucho, a pesar de la dureza de su corazón. La lección ya estaba dada. Seguro que algunos,  recapacitando posteriormente, entenderían que ante Dios la mejor arma es un corazón sencillo y humilde. Ahí y solo ahí Jesús obrará maravillas.

MEDITATIO:
     Hoy se cumple, se hace actual, la Buena Noticia de la liberación a los cautivos y oprimidos. La proclamación del año de gracia se realiza, aquí y ahora, para cada uno de nosotros.
¿Lo estás viviendo así en este año del Jubileo de la Misericordia?
     Examina de qué tiene que liberarte hoy Jesús: limitaciones, cobardías, falta de generosidad… Preséntate ante el Padre así, tal y como te encuentras. Siéntete perdonado y liberado por la misericordia del Padre.
¿Tu fe es una fe de actitudes y de vivencias, que te lleva a buscar al Señor sobre todas las cosas, aceptando vivir lo que implica seguirlo aún a precio de rechazos e incomprensiones?
     El encuentro con Jesús nos invita a salir de nosotros mismos para ofrecer y abrir espacios de confianza y de libertad, espacios en los que cualquier persona, hombres y mujeres, jóvenes y adultos, puedan sentirse acogidos desde la seguridad del amor y de la comprensión. 
   
ORATIO:
     A través de nosotros quieres hacer escuchar tu Palabra de amor a los hombres y a las mujeres, nuestros hermanos. Quieres que nosotros te demos a conocer a ellos, para que puedan saber que tú les amas con un amor sin límites…

Qué grandes son tus obras, Señor.
Qué profundos son tus designios.
Qué grandes son tus proyectos para nosotros.

     Y quieres que demos a conocer también tu gran proyecto de amor en favor de todos y cada uno sin excepción.

CONTEMPLATIO:
     La tentación de desembarazarnos de Dios aparece en nuestras vidas, cuando juzgamos que nos está negando las pruebas de su benevolencia, cuando, si nos comparamos con otros menos creyentes, nos sentimos relegados y desatendidos. Porqué ¿a menudo nos preguntamos para qué sirve mantener fidelidad a un Dios que no nos da prueba, contante y sonante, de su amor? Como los paisanos de Jesús un día, también nosotros estamos intentando vanamente deshacernos de un Dios que no se pliega a nuestros deseos, que no nos da las pruebas del amor que esperamos, que no nos sirve como nosotros pedimos…

«En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo»


     A Jesús, Profeta de Dios, le dejamos penetrar en nuestra vida, cuando escuchamos sus palabras hasta dentro, nos dejamos trasformar por su verdad y seguimos su estilo de vida. Esta es la decisión más importante: o acojo la verdad de Jesús o la rechazo. Esta decisión es la que decide el sentido de mi vida y el acierto o desacierto de mi paso por el mundo.

Desprecio de la Eucaristía en el siglo XIII

     Por esos tiempos, sin embargo, no todos participan de la devoción eucarística, y también se dan casos horribles de desafección a la Presencia real. Veamos, a modo de ejemplo, la infinita distancia que en esto se produce entre cátaros y franciscanos. Cayetano Esser, franciscano, describe así el mundo de los primeros:
     «En aquellos tiempos, el ataque más fuerte contra el Sacramento del Altar venía de parte de los cátaros [muy numerosos en la zona de Asís]. Empecinados en su dualismo doctrinal, rechazaban precisamente la Eucaristía porque en ella está siempre en íntimo contacto el mundo de lo divino, de lo espiritual, con el mundo de lo material, que, al ser tenido por ellos como materia nefanda, debía ser despreciado. Por oportunismo, conservaban un cierto rito de la fracción del pan, meramente conmemorativo. Para ellos, el sacrificio mismo de Cristo no tenía ningún sentido.
     «Otros herejes declaraban hasta malvado este sacramento católico. Y se había extendido un movimiento de opinión que rehusaba la Eucaristía, juzgando impuro todo lo que es material y proclamando que los “verdaderos cristianos” deben vivir del “alimento celestial”.
     «Teniendo en cuenta este ambiente, se comprenderá por qué, precisamente en este tiempo, la adoración de la sagrada hostia, como reconocimiento de la presencia real, venía a ser la señal distintiva más destacada de los auténticos verdaderos cristianos. El culto de adoración de la Eucaristía, que en adelante irá tomando formas múltiples, tiene aquí una de sus raíces más profundas. Por el mismo motivo, el problema de la presencia real vino a colocarse en el primer plano de las discusiones teológicas, y ejerció también una gran influencia en la elaboración del rito de la Misa.
     «Por otra parte, las decisiones del Concilio de Letrán [IV: 1215] nos descubren los abusos de que tuvo que ocuparse entonces la Iglesia. El llamado Anónimo de Perusa es a este respecto de una claridad espantosa: sacerdotes que no renovaban al tiempo debido las hostias consagradas, de forma que se las comían los gusanos; o que dejaban a propósito caer a tierra el cuerpo y la sangre del Señor, o metían el Sacramento en cualquier cuarto, y hasta lo dejaban colgado en un árbol del jardín; al visitar a los enfermos, se dejaban allí la píxide y se iban a la taberna; daban la comunión a los pecadores públicos y se la negaban a gentes de buena fama; celebraban la santa Misa llevando una vida de escándalo público», etc. (Temi spirituali, Biblioteca Francescana, Milán 1967, 281-282; cf. D. Elcid, Clara de Asís, BAC pop. 31, Madrid 1986, 193-195).

Gran devoción a la Eucaristía en el siglo XIII
     
Frente a tales degradaciones, precisamente, se producen en esta época grandes avances de la devoción eucarística. Entre otros muchos, podemos considerar el testimonio impresionante de san Francisco de Asís (1182-1226). Poco antes de morir, en su Testamento, pide a todos sus hermanos que participen siempre de la inmensa veneración que él profesa hacia la Eucaristía y los sacerdotes:
     «Y lo hago por este motivo: porque en este siglo nada veo corporalmente del mismo altísimo Hijo de Dios, sino su santísimo cuerpo y su santísima sangre, que ellos reciben y sólo ellos administran a los demás. Y quiero que estos santísimos misterios sean honrados y venerados por encima de todo y colocados en lugares preciosos» (10-11; cf. Admoniciones 1: El Cuerpo del Señor).
     Esta devoción eucarística, tan fuerte en el mundo franciscano, marca también una huella muy profunda, que dura hasta nuestros días, en la espiritualidad de las clarisas. En la Vida de santa Clara (+1253), escrita muy pronto por el franciscano Tomás de Celano (hacia 1255), se refiere un precioso milagro eucarístico. La iconografía tradicional representa a Santa Clara de Asís con una custodia en la mano, porque asediada la ciudad de Asís por un ejército invasor de sarracenos, fueron estos ahuyentados del convento de San Damián por la Santa con la custodia:

     «Ésta, impávido el corazón, manda, pese a estar enferma, que la conduzcan a la puerta y la coloquen frente a los enemigos, llevando ante sí la cápsula de plata, encerrada en una caja de marfil, donde se guarda con suma devoción el Cuerpo del Santo de los Santos». De la misma cajita le asegura la voz del Señor: “yo siempre os defenderé”, y los enemigos, llenos de pánico, se dispersan» (Legenda santæ Claræ 21).

José María Iraburu, Consiliario diocesano ANE de la Archidiócesis de Pamplona

CARTA PASTORAL AL INICIO DEL CURSO - 2015-2016 (V)

 BIENAVENTURADOS LOS MISERICORDIOSOS

  LA MISERICORDIA REFORMA PERSONAS Y 

ESTRUCTURAS

     Sintamos la llamada a la conversión pastoral. Decía Francisco a los Obispos italianos: “Hermanos, si nos alejamos de Jesucristo, si el encuentro con Él pierde frescura, terminamos por tocar con la mano la esterilidad de nuestras palabras e iniciativas” (19 de mayo de 2014). La misericordia de Dios nos pone de rodillas ante el y nos conmueve con su amor. En efecto, “sin momentos detenidos de adoración, de encuentro orante con la Palabra, de diálogo sincero con el Señor, las tareas fácilmente se vacían de sentido, nos debilitamos por el cansancio y las dificultades, y el fervor se apaga”, (EvGau, 262). Son los santos los más auténticos y fecundos reformadores.
     La misericordia lleva reforma en las actitudes y suscita virtudes, pues sobre todo es reforma espiritual. A partir de la reforma espiritual, que es prioritaria, se suscitan actitudes y comportamientos virtuosos, marcados por el Evangelio. Y así se llega a la reforma en las estructuras. El papa Francisco ha emprendido con libertad y determinación, pero muy conscientemente, la reforma de las estructuras de la Iglesia. Hay páginas muy tajantes y críticas en la Exhortación Evangelii Gaudium que se refieren a ciertas actitudes farisaicas, que se disfrazan de piedad impecable e implacable, pero que expresan una detestable mundanidad espiritual (EG 93-96). «¡Dios nos libre de una Iglesia mundana bajo ropajes espirituales o pastorales» (n. 97). La Iglesia sólo supera esta tentación de soberbia y autosuficiencia con la trascendencia hacia Dios y con la trascendencia de su misión y servicio a su pueblo. De nuevo nos encontramos con la conversión personal, pastoral y misionera. El mejor camino para la reforma de la Iglesia que el papa Francisco nos propone es, por una parte, el de la adoración – “¡recuperar el espíritu contemplativo!”, volver al amor de Cristo-- y, por otra, el de la salida misionera por desborde de gratitud y alegría. Pero ambas cosas parten del corazón que, en comunión con el amor del Señor, nos adentran en el misterio de comunión que identifica a la Iglesia. Pretender reformar las estructuras de la Iglesia sin cambiar el corazón, sin corrientes vivas y pujantes de reforma espiritual, o incluso intentar hacerlo desde lógicas mundanas, no hace más que atentar contra su ser y misión. La fuerza y credibilidad de Francisco estriba de su coherencia entre palabra y gesto, el gesto que aún precede la palabra. Al Papa le gusta repetir aquello que respondía la Madre Teresa a un periodista que le preguntaba ansioso por donde comenzarían las grandes reformas de la Iglesia: “¡pues por ti y por mí!”.
     Las interpelaciones que nos dirige el papa Francisco con frecuencia son para hacernos ver a los cristianos la tendencia a vivir según una lógica mundana, apegados a los ídolos del poder y la riqueza, aunque se trate de los “pequeños” apegos de andar por casa, pero que constituyen grandes ataduras que nos inmovilizan. En el contexto de la reforma de la Curia romana, el Papa ha tenido varias intervenciones denunciando defectos y actitudes típicas de la vida eclesiástica: la ambición, el carrerismo, los chismes, la corrupción, etc. Son defectos que se sufren también en las Iglesias locales. Hagamos nuestra también esta invitación a la conversión como aceptación de la misericordia.
     La conversión pastoral atañe a todos, a los Pastores, a los Obispos y sus colaboradores en el ministerio pastoral, y también a laicos y religiosos. Estamos llamados a una profunda revisión de vida sobre nuestro testimonio y nuestro modo de ejercitar el ministerio. No podemos seguir haciendo lo mismo de siempre sin tener en cuenta las “sorpresas del Espíritu” que se manifiestan en este tiempo. El papa nos recuerda una y otra vez lo que espera de los pastores. Quiere que seamos los primeros que mostremos en nuestro estilo de vida el perfume de Cristo y el olor a ovejas, la familiaridad con el Señor y la cercanía misericordiosa y llena de ternura a nuestra gente, el caminar delante, en medio y detrás del propio pueblo marcando el rumbo y la meta de ese camino, como testigos de una comunión que confluye en la misión y que acoge a todos en la caridad y se solidariza con los que cargan con pobrezas y sufrimientos.
     El Jubileo de la Misericordia tiene que empapar este impulso espiritual, pastoral y misionero que animará todo lo que sea necesario para reformar las estructuras de la Iglesia, para que no se conviertan en barreras opacas a su testimonio ni terminen corrompiéndose. Lo que el Papa Francisco hace en la Curia Romana sirve para orientar la reforma necesaria de nuestras estructuras eclesiales, -- parroquias, obispado, delegaciones, asociaciones de fieles, etc..-- para que irradien de modo más transparente la presencia de Jesucristo, del que la Iglesia es su Cuerpo en medio de la historia humana, y el servicio desinteresado que ofrecen para que a todos llegue el amor de Dios. Hemos de estar atentos para salir de rutinas que ya no funcionan o han quedado obsoletas pero, sobre todo, para vivir con un estilo nuevo acorde con las necesidades de este momento y con propuestas aptas para evangelizar.
+Mons. Rafael Zornoza Boy-Obispo de Cádiz-Ceuta

Carta de las Monjas Mercedarias Descalzas de Santiago

     Ante las informaciones aparecidas en distintos medios de comunicación relativos a unos hechos acontecidos en nuestro Monasterio, la Comunidad de Madres Mercedarias Descalzas de Santiago quiere manifestar, para público conocimiento y aclaración, lo siguiente:
     El pasado sábado 23 de enero de 2016, hemos sido informadas a través de un requerimiento judicial de que cinco hermanas de nuestra Comunidad debían prestar declaración en los Juzgados de Santiago por una denuncia de detención ilegal, sin que, en ningún momento, previamente, nuestra Orden hubiera recibido información o denuncia alguna acerca de presuntos comportamientos delictivos en sus 300 años de existencia, ni por parte de organismo judicial ni de persona particular. Lógicamente, ello ha producido gran perplejidad, dolor y consternación en el seno de nuestra comunidad.
     Somos una Comunidad de monjas Mercedarias Descalzas, una Comunidad de mujeres consagradas a Dios en el seno de la Iglesia Católica, dedicadas fundamentalmente a la oración, a la escucha y meditación de la Palabra de Dios, a la adoración y glorificación de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
     Actualmente, tras los últimos acontecimientos, formamos la comunidad siete hermanas de tres nacionalidades: España, India y México, o sea, que es una pequeña comunidad universal, llena de alegría y variedad cultural.
     La vida de una Mercedaria descalza se describe con dos trazos muy sencillos: oración y fraternidad. Las Hermanas compartimos la misma llamada de Dios que en cada una se manifiesta de modo particular. Todo, aquí, gira en torno a la búsqueda de Dios, a quien hemos dado primacía en nuestra vida. Este camino sólo se recorre en la medida en que recorremos ese otro por el cual vamos aprendiendo a ser hermanas, a compartir cuanto somos y tenemos. Y todo esto en el marco de una vida sencilla; trabajamos para vivir y dedicamos tiempo a la lectura y el estudio.
     Desde la vocación contemplativa os aseguramos que el sufrimiento del mundo, de cada hombre, los más cercanos y los más lejanos no nos dejan indiferentes porque nuestra oración se extiende a toda la humanidad. Desde nuestra pequeña comunidad intentamos dar respuesta al sufrimiento del mundo con nuestra oración, acogida, y pequeños gestos solidarios. Y así podríamos seguir dando razones por las que la vida contemplativa tiene plena actualidad.
     Hace más de 15 años quisimos facilitar el desarrollo de la vida contemplativa a distintas jóvenes vocaciones extranjeras, algunas jóvenes de Kerala (India) y de México, algunas de las cuáles ahora son monjas de votos solemnes y otras fueron descubriendo con el paso del tiempo que el Señor las llamaba a otro tipo de vocación en la Iglesia y en el mundo. Damos gracias a Dios, por cada una de estas Hermanas tanto las que han perseverado como las que libre y voluntariamente decidieron dejar la vida religiosa; todas han sido un don de Dios, por su espíritu ferviente y misionero. La formación de estas jóvenes fue una tarea entrañable y con la ayuda de Dios la Comunidad salió adelante. Hoy están muy integradas, llevan el peso de esta comunidad. Incluso una de las que recientemente ha decidido, después de un período de discernimiento, abandonar la vida monástica, fue Vicaria (segundo oficio en importancia en la comunidad por su responsabilidad) durante seis años, incluso Superiora de la Comunidad en funciones durante un tiempo. Y posteriormente estuvo encargada del torno conventual, donde se atienden las comunicaciones con el exterior y se entra en relación con todas las personas que acuden al Monasterio. Todos los cargos y tareas intracomunitarios son elegidos democráticamente para un período de tres años, al término de los cuáles se procede a otra elección de las distintas responsabilidades.
     En estos tiempos en los que nos cuesta aceptar los compromisos a largo plazo y en los que la fidelidad parece cuestionada como valor, la perseverancia en la vocación y la humilde presencia de un monasterio como el nuestro (dedicado a la oración y a la contemplación) suponen sin duda, un testimonio muy hermoso para todos los creyentes.
      Es verdad que puede haber muchas personas que no comprendan el sentido de este género de vida y sus tradiciones y costumbres. Pero esto sería mirar muy superficialmente nuestra vida. No obstante, pedimos, tanto a las instituciones como a las personas y medios de comunicación, respeto hacia esta forma de vida consagrada en la Iglesia y verdad ante unas informaciones que no han reflejado correctamente los hechos acaecidos.

     Queremos manifestar nuestra gratitud a todas las personas que de un modo u otro nos han hecho llegar su apoyo y nos han mostrado su cercanía… Más allá del dolor y la consternación que esta situación nos produce, seguimos confiando en el Dios de la Misericordia, que acoge y perdona; y queremos seguir expresando nuestro deseo de servirle a Él y a los hermanos desde nuestro carisma mercedario en esta ciudad del Apóstol, y hacemos llegar a todos un agradecido y fraternal abrazo desde el corazón de María, nuestra Madre, de vuestras hermanas Mercedarias Descalzas.


viernes, 22 de enero de 2016

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 24 DE ENERO, 3º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo)

«HOY SE CUMPLE LA ESCRITURA»

Lc 1.1-4; 4.14-21
                       
     …En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan.
       Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
       «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos;  a proclamar el año de gracia del Señor».
       Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él.  Y él comenzó a decirles: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír».

Otras Lecturas: Nehemías 8,2-4ª.5-6.8-10; Salmo 18; 1Corintios 12,12-30

LECTIO:
            El evangelio de este domingo está formado por dos textos de Lucas: el primero es el prólogo de su evangelio y el segundo es el discurso programático que Jesús pronuncia en la sinagoga de Nazaret al inicio de su ministerio público.
       En la segunda parte del texto Lucas nos dice que Jesús ya había empezado su predicación, que ya era conocido por la región (“su fama se extendió”) y nos informa de que “todos lo alababan”. Poco después Lucas nos hablará del rechazo que el mensaje y la persona de Jesús suscitará entre su propia gente. Desde el principio de la actividad de Jesús muchos le seguirán, pero otros le rechazarán. Luz y cruz.
       La escena es en la sinagoga de Nazaret. Jesús lee un texto de la profecía de Isaías. En este texto se prometía un mensajero, un enviado de Dios que él mismo sería la Buena Noticia para los más necesitados de la tierra y “proclamar el año de gracia del Señor”. La llegada de este mensajero inauguraría un tiempo de gracia de parte de Dios para todos los hombres. Esta profecía se cumplía en Jesucristo.
       Hoy somos invitados en la medida en que nos corresponde, a ser heraldos de buenas noticias, sanadores de tantas heridas, compañeros de tantos que se sienten solos o excluidos. Pero siempre con los ojos fijos en Jesús.
                                                                                                                   
MEDITATIO:
“Hoy se ha cumplido esta escritura…”
      Con estas palabras Jesús, después de haber leído a Isaías, quiere indicar que en Él, por su venida, presencia y acción, la salvación de Dios está presente para aquellos que quieran conocerla. En medio de las realidades que vive hoy el mundo la sociedad y tú propia realidad,
¿cómo vivo este mensaje de Jesús?
     La Iglesia tiene la misión, como los primeros apóstoles, de anunciar y actualizar en cada lugar y en todo tiempo que la acción salvadora del Mesías es constante. El “hoy” es constante, porque siempre es “ahora” y “hoy” y en cada momento el Señor nos está brindando su salvación, su misericordia y perdón. Esta misión y responsabilidad de transmitir el mensaje de Jesús, también es tuya.
¿La vivo? ¿Me desvivo para que el mensaje de Jesús llegue a todos?
     Lleva a tu oración de hoy, aplícalas a tu vida y haz que otros las conozcan y sientan cercano a Jesús, estas palabras del Papa Francisco: «¡El Señor es mi Dios y salvador!». La misericordia más grande radica en su estar en medio de nosotros, en su presencia y compañía. Camina junto a nosotros, nos muestra el sendero del amor, nos levanta en nuestras caídas, nos sostiene ante nuestras fatigas, nos acompaña en todas las circunstancias de nuestra existencia. Nos abre los ojos para mirar las miserias propias y del mundo, pero a la vez nos llena de esperanza”.

ORATIO:
     Danos también a nosotros tu Espíritu, el Espíritu con el que el Padre te ungió y el que te impulsa a llevar adelante tu misión en este mundo.

Lámpara es tu Palabra, Señor, 
luz en mi sendero,
alegría en el camino.

      Si Él nos impulsa también a nosotros, haremos las obras que Tú has hecho e incluso otras más grandes aún  al servicio de los pobres y de los pequeños de la humanidad.

CONTEMPLATIO:
“El Espíritu del Señor está sobre mí. Él me ha ungido”.
     Jesús se siente «ungido» por el Espíritu de Dios, impregnado por su fuerza. Por eso, sus seguidores le llaman ahora «Cristo», es decir, «Ungido», y, por eso, se llaman ellos mismos «cristianos». Para Lucas, es una contradicción llamarse «cristiano» y vivir sin ese Espíritu de Jesús.
“Me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres…”.
     A Dios le preocupa el sufrimiento de las personas. Por eso, su Espíritu empuja a Jesús a dejar su pueblo para dar la Buena Noticia a los pobres. Ésta es su gran tarea: poner esperanza en los que sufren.
     Es la hora, ha llegado el momento también para ti. El Señor, desde el día de tu Bautismo, te ha ungido para que seas sacerdote, profeta y rey. Para que anuncies como Jesús que la Salvación ha llegado, que el tiempo se ha cumplido. Si seguimos con nuestra vida las acciones misericordiosas de Jesús, nos sentiremos llamados a poner en el mundo libertad, luz y gracia de Dios.


  En verdad, hermanos míos, cuando la turbación interior o las angustias nos abatan, encontraremos en las Sagradas Escrituras el consuelo que necesitamos… abro el libro sagrado, leo e imprimo en esta cera mis pensamientos. Y he aquí que tu gracia, Señor, viene de inmediato hacia mí y con su luz disipa mis tinieblas, expulsa el dolor, rompe mi dureza. ¡Cuán dignos de compasión son aquellos que, afligidos por la tristeza, no entran en este campo donde se encuentra la alegría! (Elredo de Rievaulx).

miércoles, 20 de enero de 2016

2ª CATEQUESIS SOBRE EL AÑO JUBILAR DE LA MISERICORDIA

MISERICORDIA ES DAR LA VIDA 
     “Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por los amigos” (Jn 15,13). Así lo hizo Je­sús muriendo por nosotros, así descubrimos su mayor misericordia.
     Quien se sabe amado y quiere corresponder a quien ama, le entrega su vida. “Obras son amores y no buenas razones”, dice el refrán. ¿Hasta dónde? ¿Cómo? La medida del amor es amar sin medida. La amistad es gratuidad, amor que no pide nada a cambio, amor total.
     El amor infinito de Dios cuando entra en el mundo deja su rastro que es una entrega sin límite. “Jesús vivió su pasión y muerte, consciente del gran misterio del amor de Dios que se habría de cumplir en la cruz” (Misericordiae Vultus 7). “Como se puede notar, la misericordia en la Sagrada Escritura es la palabra clave para indicar el actuar de Dios hacia nosotros. Él no se limita a afirmar su amor, sino que lo hace visible y tangible. El amor, después de todo, nunca podrá ser una palabra abstracta. Por su misma naturale­za es vida concreta: intenciones, actitudes, comportamientos que se verifican en el vivir cotidiano. La misericordia de Dios es su responsabilidad por nosotros” (id. 8). Así se ex­plica que el amor excesivo de Dios provoca en los que le aman el darse sin cálculos, sin previsiones, sin buscar la paga. Este es el amor cristiano. Solamente así se comprende la comunicación cristiana de bienes - como vemos en Cáritas y en tantas asociaciones que favorecen a los pobres-, en ejemplos particulares que resultan ser normales entre nosotros. Más aún, esta es la única explicación de los millares y millares de hombres y mujeres que se consagran a Dios dejando sus posesiones, sus familias y proyectos y se ponen al servicio de los más pobres del mundo; pero también explica la fidelidad de los matrimonios, los que sufren persecución, etc.
     Sucede que el cristiano comprende que la entrega del Hijo de Dios por amor es el único culto razonable posible. Jesús ha inaugurado una nueva relación con Dios que deja atrás los sacrificios animales, porque lo que Dios quiere y consigue es la religión del amor, una entrega de corazón y por amor que es culto auténtico, el único valioso ante Dios.
     Toda la vida es sagrada. Ha sido santificada porque ha sido sacrificada pues el amor del Señor lo hace todo sagrado (etimológicamente es “sacrum-fácere”), en cuanto que se ha ofrecido en sacrificio. Así también nuestra vida ofrecida en oblación es perfecta donación, es servicio y la mayor misericordia, de inmenso valor para Dios y útil para el prójimo. Así lo demostró el diácono San Esteban, el primer mártir que nos recuerda, in­mediatamente después de celebrar el Nacimiento de Jesús, que la vida sin Él no tiene sentido y que se puede perder todo en esta vida menos su vida, pues es vivir para siem­pre, es gloria eterna para el hombre.
     Los mártires son siempre el ejemplo del amor mayor, testigos inacabables de la miseri­cordia infinita de Dios en el mundo. También los niños mártires inocentes masacrados por la primera de las persecuciones contra Jesús nos recuerdan la permanente batalla entre Dios y el maligno, la luz y las tinieblas; que “vino a los suyos y los suyos no le reci­bieron”. Pero la palma del martirio que abre paso a Jesús a su entrada en Jerusalén entre Hosannas es el símbolo de la victoria de la resurrección y del triunfo de cuantos son fie­les a Cristo a lo largo de la historia, nuestros mejores hermanos, los auténticos testigos, los amantes más desprendidos, los más misericordiosos.
     “Este es el día del Señor, es el tiempo de la misericordia” (Sal 123). Este tiempo es hoy, pues cada día actúa Dios y hoy debemos entregarle la vida. No nos faltan oportunidades para ser sus testigos y mostrar a todos su amor, su infinita misericordia. Dejémonos, pues, empapar por el agua y la sangre vivificante que brota del Corazón de nuestro Re­dentor, Jesucristo, el Rey de la Gloria en el sacramento del Bautismo y de la Eucaristía. Sí, las compuertas han sido abiertas para todos los hombres, para cada hombre y para el conjunto de la creación. Recuerda que hicimos profesión de fe renunciando al pecado y a las obras del maligno para ser testigos de la verdad y el amor que no pasa, procla­mando que vale la pena amar hasta entregar la vida. Somos testigos de la Verdad, que es Amor Infinito. Nuestro tesoro es la misericordia y estamos a su servicio.Si no tengo amor no soy nada” (cf1Cor 13).

+ Mons. D. Rafael Zornoza Boy – Obispo de Cádiz y Ceuta


jueves, 14 de enero de 2016

Las obras de misericordia espirituales y corporales.
(Fin)

     La muerte de una persona conocida, de un amigo, es quizá el momento en que el corazón del hombre manifiesta con más transparencia su bondad o su mezquindad. Y a la vez, unos instantes en los que tenemos una oportunidad única de manifestar nuestra Fe en la resurrección de la carne, y nuestra Esperanza en la vida eterna.

“Enterrar a los muertos”.

     Desde los primeros vestigios de la civilización, los hombres han enterrado el cadáver de sus familiares, de sus seres queridos. Esto es un acto de piedad que surge de lo profundo del alma. Y los han enterrado, y los seguimos enterrando, no sencillamente para que no sean pasto de animales. Los dejamos en el cementerio para recordarlos siempre con cariño y poder visitar su tumba algunas veces; y sobre todo, porque creemos en la vida eterna, en la vida más allá de la muerte en la tierra, y en espera de la resurrección al final de los tiempos.
     Más que en la acción física de preparar la tumba, de llevar unas flores al nicho donde dejamos el ataúd con el cadáver de una persona querida, de un amigo, esta obra de misericordia, a la que nos invita el Espíritu Santo, es la de participar en el entierro, en los preparativos de los funerales, con verdadera Fe y Esperanza en la vida eterna, en rezar con Fe y dejar el alma del difunto en las manos de la Misericordia de Dios. Y transmitir así nuestra Fe y nuestra Esperanza a los parientes más cercanos del difunto.
     “Enterrar a los muertos”, además, nos habla de la necesidad de que nos ayudemos los unos a los otros a prepararnos a ese encuentro definitivo con el Señor, que es la muerte. Cuando ven cercana la hora final de su vida, las personas conscientes suelen dar las últimas disposiciones, aconsejar a sus hijos, a sus nietos, despedirse de alguna manera hasta “la vida eterna”. Nosotros podemos también ayudarles a prepararse ellos mismos, animándoles a hacer un buen acto de arrepentimiento, y vivir el Sacramento de Reconciliación para presentarse ante el Señor con un “corazón contrito y humillado”. Y si es posible, que reciban también al Señor que quiere acompañarles en el Sacramento de la Unción de los Enfermos, y en la Eucaristía, si se lo permite su estado.
     “Polvo eres y en polvo te has de convertir”, recuerda el sacerdote el Miércoles de Ceniza al imponer la ceniza. Enterramos el cadáver o las cenizas, si se ha incinerado, en la fe y en la esperanza de su Resurrección. El hombre no queda reducido a “polvo”, y al enterrar a un muerto hemos de rezar por su eterno descanso en el Señor, y lo enterramos en un lugar conocido donde podamos hacerle una visita de vez en cuando, y rezar por él, y por las benditas ánimas del Purgatorio.

Reflexión final:

     Hemos recordado que las obras de misericordia son cauces por los que fluyen las aguas de la caridad cristiana, que riegan todos los campos del vivir humano en la tierra. Son acciones de amor al prójimo que tienen sus raíces en los dones que el Espíritu Santo –el amor de Dios derramado en nuestros corazones- siembra en las almas en gracia, y dan fruto en la manifestación del amor de Dios a cada ser humano, que cada una de estas obras transmite a quienes las viven, y con quienes se viven.
     Y son también el cauce para que, a través de los hombres, el amor de Dios llegue a todos los rincones de la sociedad, y haga posible que, cada uno a su manera, los cristianos ayuden a construir una sociedad más justa, más solidaria, más preocupada por las necesidades de los demás, menos egoísta.
     Ya desde los primeros tiempos de la Iglesia, como testimonia Tertuliano, los paganos al ver el buen ejemplo de caridad que se daban los cristianos, decían de ellos: “Mirad cómo se aman”.
     Abundan las proclamas pidiendo una sociedad más justa, más solidaria, más atenta a las necesidades de todos los que la forman; una sociedad menos egoísta, menos individualista, etc. Esas proclamas, si no van acompañadas por obras de caridad y de misericordia, se quedan en la letra del papel. La Fe sin obras es una Fe muerta.
     Día a día, jornada a jornada, las obras de misericordia van haciendo crecer lazos de amistad, de comprensión, de cariño, de desinteresada preocupación por los demás, y van convirtiendo al cristiano en otro Cristo.
     Viviendo las obras de misericordia, el cristiano está haciendo germinar en su alma la gracia divina, esa “cierta participación en la naturaleza divina”, que hemos recibido en el Bautismo, y que recibimos en todos los Sacramentos, y se identifica con Cristo, que ha dicho de Sí mismo: “No he venido a ser servido, sino a servir; y a dar mi vida en redención por muchos”.
Cuestionario
 ¿Me preocupo verdaderamente de las necesidades que veo a mi alrededor, y en especial de ayudar a los demás a no ser egoístas y pensar sólo en sí mismos?

¿Rezo por el eterno descanso de las almas de los allí sepultados, cuando paso cerca de un cementerio?


 Cuando el servicio a los demás se hace más difícil y arduo, ¿me acuerdo de unir mis intenciones y mis oraciones, a la Cruz y a las oraciones de Cristo por todos nosotros?