TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

sábado, 30 de noviembre de 2019

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 1 DE DICIEMBRE DEL 2019, 1º DE ADVIENTO

«ESTAD EN VELA, PORQUE NO SABÉIS QUÉ DÍA VENDRÁ VUESTRO SEÑOR»


Mt 24, 37-44


     En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Lo que pasó en tiempos de Noé, pasará cuando venga el Hijo del hombre. Antes del diluvio la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y, cuando menos lo esperaban, llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: dos hombres estarán en el campo, a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo, a una se la llevarán y a otra la dejarán. Por tanto estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».

Otras Lecturas: Isaías 2,1-5; Salmo 121; Romanos 13, 11-14a

LECTIO:
     Las palabras que envuelven la Palabra de Dios de este primer domingo de adviento son la espera y la vigilancia. Una espera que nos asoma al acontecimiento que –lo sepamos o no- aguardamos que suceda, y una vigilancia que nos despierta para no estar dormidos cuando le veamos pasar.
... “Vigilad”, dice Jesús en el evangelio de este domingo, porque el que ha venido hace veinte siglos y ha prometido volver al final de los tiempos, llega incesantemente al corazón y a la vida de quien no se cierra. Vigilad, es decir, entrad en la sala de espera del adviento, poned vuestras preguntas al sol, porque va a venir Aquel que únicamente las ha tomado en serio y Aquel que únicamente las puede responder: Jesucristo, redentor del hombre.
     Vigilad, estad despiertos, la espera que os embarga no es una quimera pasada y cansada sino la verdadera razón que cada mañana pone en pie nuestra vida para reconocer a Aquel que cada instante no deja de pasar. (+Fr. Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo)

MEDITATIO:
     La página del Evangelio nos presenta uno de los temas más sugestivos del tiempo de Adviento: la visita del Señor a la humanidad. La primera visita se produjo con la Encarnación, el nacimiento de Jesús en la gruta de Belén; la segunda sucede en el presente: el Señor nos visita continuamente cada día, camina a nuestro lado y es una presencia de consolación; y para concluir estará la tercera y última visita, que profesamos cada vez que recitamos el Credo: «De nuevo vendrá en la gloria para juzgar a vivos y a muertos». El Señor hoy nos habla de esta última visita suya, la que sucederá al final de los tiempos y nos dice dónde llegará nuestro camino. (Papa Francisco)
   En este tiempo de Adviento estamos llamados a ensanchar los horizontes de nuestro corazón, a dejarnos sorprender por la vida que se presenta cada día con sus novedades. Para hacer esto es necesario aprender a no depender de nuestras seguridades, de nuestros esquemas consolidados, porque el Señor viene a la hora que no nos imaginamos. Viene para presentarnos una dimensión más hermosa y más grande. (Papa Francisco)
     Que Nuestra Señora, Virgen del Adviento, nos ayude a no considerarnos propietarios de nuestra vida, a no oponer resistencia cuando el Señor viene para cambiarla, sino a estar preparados para dejarnos visitar por Él, huésped esperado y grato, aunque desarme nuestros planes. (Papa Francisco)

ORATIO:
     Padre, destierra de nosotros la pereza, la desgana y la desidia de ver "siempre lo mismo" y enséñanos a ponernos de nuevo en camino. Vence nuestra ignorancia que piensa conocerte ya lo suficiente. Vence nuestra tibieza que nos lleva a pensar que te amamos bastante. Vence nuestras rutinas que nos hacen creer que ya no podemos descubrir nada nuevo en tu compañía.
Ven, Señor Jesús, en este nuevo Adviento
y acoge mis limitaciones y temores
para que renazca a una vida nueva.

CONTEMPLATIO:
«Por eso estad también vosotros preparados»
     El tiempo de adviento nos hace presente esta realidad, que celebramos continuamente en la Eucaristía. La Eucaristía es Dios con nosotros en la carne de Cristo y al mismo tiempo es la plenitud de la creación y de la historia en esa carne resucitada, transfigurada, transformada. Vivir el adviento es vivir a la espera del Señor, que viene a transformarlo todo.
     La Palabra de Dios en este tiempo santo de adviento es una invitación continua a la vigilancia gozosa y esperanzada. El pecado nos adormece, nos anquilosa, nos atonta y nos hace ver la realidad extorsionada. El Señor, por el contrario, nos invita a despertar, a ponernos en camino, a espabilarnos, a ver las cosas como son, como las ve Dios
     Si esto es así, debemos purificar nuestro corazón de tantas adherencias que nos retardan. Tenemos necesidad de resetear nuestra propia historia, de poner a punto nuestro corazón y nuestra vida. Nuestro destino es el cielo, que ya empezamos a vivir en la tierra, porque el cielo es estar con Cristo. Y con esta perspectiva hemos de ir muriendo a tantas realidades de la vida, que no son definitivas y en las que nos entretenemos indebidamente o nos apartan de Dios. El adviento quiere desaletargarnos, quiere estimularnos en el camino del bien. Hemos de vivirlo con mucha esperanza. (+ Demetrio Fernández - Obispo de Córdoba)




   Ya ves que el Verbo de Dios provoca al ocioso y despierta al dormido. Pues quien viene y llama a la puerta, señal de que quiere entrar. Si no siempre entra, si no siempre permanece, eso ya depende de nosotros. Que tu puerta esté abierta de par en par para el que viene: ábrele tu alma, ensancha el regazo de tu inteligencia, para que pueda ver la riqueza de simplicidad, los tesoros de paz, la suavidad de la gracia. Dilata tu corazón, sal al encuentro del sol de la luz eterna, que alumbra a todo hombre. En realidad la luz verdadera luce para todos: pero si uno cierra sus ventanas, él mismo se privará de la luz eterna. (S. Ambrosio de Milán)


martes, 26 de noviembre de 2019

(Rm 12, 15)


NOVIEMBRE 2019

«Alegraos con los que se alegran; llorad con los que lloran» (Rm 12, 15)

     Después de haber ilustrado a los cristianos de Roma sobre los grandes regalos que Dios ha hecho a la humanidad en Jesús y al donar el Espíritu, el apóstol Pablo indica cómo responder a la gracia recibida, sobre todo en las relaciones entre ellos y con todos.
     Pablo invita a pasar del amor por quienes comparten la misma fe, al amor evangélico, dirigido a todos los seres humanos, pues para los creyentes el amor no tiene fronteras ni se puede limitar a unos pocos.
     Un detalle interesante: en el primer lugar encontramos la alegría compartida con los hermanos. En efecto, según el gran padre de la Iglesia Juan Crisóstomo, la envidia hace mucho más difícil compartir la alegría de los demás que sus penas.
     Vivir así podría parecer una montaña demasiado impracticable de escalar, imposible de coronar. Sin embargo, es posible porque los creyentes están sostenidos por el amor de Cristo, del que nada ni nadie podrá nunca separarlos (cf. Rm 8, 35).
«Alegraos con los que se alegran; llorad con los que lloran»
     Comentando esta frase de Pablo, Chiara Lubich escribió: «Para amar cristianamente hace falta "hacerse uno" con cada hermano [...]; entrar lo más profundamente posible en el ánimo del otro; comprender de verdad sus problemas, sus necesidades; compartir sus sufrimientos y alegrías; inclinarse sobre el hermano; hacerse en cierto modo él, hacerse el otro. Esto es el cristianismo; Jesús se ha hecho hombre, se ha hecho hombre para hacernos a nosotros Dios; de ese modo el prójimo se siente comprendido, aliviado»[1] 1.
     Es una invitación a ponerse «en el pellejo del otro» como expresión concreta de una caridad verdadera. Quizá el amor de una madre sea el mejor ejemplo para ilustrar la práctica de esta Palabra: la madre sabe compartir la alegría con el hijo que goza y el llanto con el que sufre, sin juicios ni prejuicios.
«Alegraos con los que se alegran; llorad con los que lloran»
     Para vivir el amor con esta dimensión, sin cerrarnos en nuestras preocupaciones, en nuestros intereses o en nuestro mundo, hay un secreto: reforzar la unión con Dios, la relación con Aquel que es la fuente misma del Amor. Se dice que la copa de un árbol suele estar en proporción al diámetro de sus raíces. Así nos sucederá también a nosotros: si día a día hacemos crecer en profundidad nuestra relación con Dios, también en nosotros crecerá el deseo de compartir la alegría y llevar los pesos de quienes están a nuestro lado; nuestro corazón se abrirá y se hará cada vez más capaz de contener todo lo que vive en el momento presente el hermano que tenemos al lado. A su vez, el amor al hermano nos hará entrar aún más en la intimidad con Dios.
     Viviendo así veremos un cambio en los lugares donde estamos, comenzando por las relaciones familiares, en la escuela, en el trabajo y en comunidad, y experimentaremos con gratitud que, más pronto o más tarde, el amor sincero y gratuito vuelve y se hace reciproco.
     Esta es la fuerte experiencia de dos familias, una cristiana y una musulmana, que han compartido dificultades y momentos de esperanza. Cuando Ben cae gravemente enfermo, Tatiana y Paolo están en el hospital con su mujer, Basma, y sus dos hijos hasta el final. Aun en medio del dolor por haber perdido a su marido, Basma reza con sus amigos cristianos por otra persona gravemente enferma, con su esterilla dirigida a La Meca. Dice: «La alegría más grande es sentirse parte de un solo cuerpo donde cada uno tiene en el corazón el bien del otro».




[1] 1 C. LUBICH, El amor recíproco: núcleo fundamental de la espiritualidad de la unidad, congreso de los ortodoxos, Castel Gandolfo 30-3-1989, p. 4.

BARBATE CELEBRÓ SUS 50 AÑOS DE VIDA ADORADORA NOCTURNA  


      Con un emotivo Triduo Eucarístico, que comenzó el pasado 22 de noviembre, se puso fin a los actos conmemorativos por las Bodas de oro fundacionales de la Sección femenina de la Adoración Nocturna Española en Barbate, para agradecer a Dios, en esta ocasión de manera particular, los muchos años de vida adoradora nocturna cumplidos por esta Sección gaditana.
    Junto a una representación de las Secciones de San Fernando, Ceuta, del Consejo diocesano de Cádiz, asociaciones parroquiales y la de Barbate que ejerció de anfitriona, se celebró en la Parroquia de San Paulino una Vigilia de Adoración eucarística como inicio de los mismos.      
   En su homilía, D. José María, párroco de San Paulino, tras felicitarnos cordialmente por nuestro aniversario, nos  exhortó a -“seguir fiándonos del Señor y perseverar con fidelidad en la adoración a Jesús Sacramentado”.- 

sábado, 23 de noviembre de 2019

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 24 DE NOVIEMBRE DEL 2019, 34º DEL TIEMPO ORDINARIO - SOLEMNIDAD DE CRISTO REY (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Obispo de Coria-Cáceres)

«ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS»


Lc. 23, 35- 43


     El aquel tiempo, los magistrados hacían muecas a Jesús, diciendo: «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido». Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo: «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo». Había también por encima de él un letrero: «Este es el rey de los judíos».
     Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía: «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha hecho nada malo». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». Jesús le dijo: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».

Otras lecturas: 2Samuel 5, 1-3; Salmo 121; Colosenses 1,12-20

     El evangelio de san Lucas nos presenta esa escena de la pasión en la que se produce un diálogo entre los dos ladrones, y uno de ellos se dirige suplicante a Jesús: “Jesús, acuérdate de mí, cuando llegues a tu reino”. Se trata de un súplica llena de humildad, de confianza. Una escena que suscita ternura. Y la respuesta de Jesús suscita paz en el corazón de todos los que leemos esta palabra: “En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso”.
     Jesús ocultó su condición regia a lo largo de toda su vida pública. Hubiera sembrado confusión en los que le seguían por motivos temporales, o incluso políticos. Cuando quisieron proclamarlo rey, después de la multiplicación de los panes, él se escabulló y apareció al día siguiente dando explicaciones: “Me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros” (Jn 6,26). Hay a lo largo de todo el evangelio como una especie de “secreto mesiánico”, que Jesús va desvelando progresivamente para no sembrar ambigüedad.
     Sólo cuando llegamos a la entrada en Jerusalén, Jesús se deja aclamar como rey abiertamente, y así a lo largo de toda la pasión. Es condenado por proclamarse “Rey de los judíos” y así reza en el título de la cruz: Jesús Nazareno, el rey de los judíos. (+ Demetrio Fernández - Obispo de Córdoba)


     El Evangelio presenta la realeza de Jesús… «El Mesías de Dios, el Elegido, el Rey» se muestra sin poder y sin gloria: está en la cruz, donde parece más un vencido que un vencedor… Su trono es la cruz; su corona es de espinas; no tiene cetro, pero le ponen una caña en la mano; no viste suntuosamente, pero es privado de la túnica; no tiene anillos deslumbrantes en los dedos, pero sus manos están traspasadas por los clavos; no posee un tesoro, pero es vendido por treinta monedas. (Papa Francisco)
   Hoy queridos hermanos y hermanas, proclamamos está singular victoria, con la que Jesús se ha hecho el Rey de los siglos, el Señor de la historia: con la sola omnipotencia del amor, que es la naturaleza de Dios, su misma vida, y que no pasará nunca. Compartimos con alegría la belleza de tener a Jesús como nuestro rey; su señorío de amor transforma el pecado en gracia, la muerte en resurrección, el miedo en confianza. (Papa Francisco)
     Pero sería poco creer que Jesús es Rey del universo y centro de la historia, sin que se convierta en el Señor de nuestra vida: todo es vano si no lo acogemos personalmente y si no lo acogemos incluso en su modo de reinar. (Papa Francisco)
     «Hoy estarás conmigo en el paraíso». Dios, apenas le damos la oportunidad, se acuerda de nosotros. Él está dispuesto a borrar por completo y para siempre el pecado, porque su memoria, no como la nuestra, olvida el mal realizado y no lleva cuenta de las ofensas sufridas… Dios cree en nosotros, infinitamente más allá de nuestros méritos estamos llamados a infundir esperanza y a dar oportunidad a los demás. Porque… del costado traspasado del Resucitado brota hasta el fin de los tiempos la misericordia, la consolación y la esperanza. (Papa Francisco)

ORATIO:
     Señor, hazme entender que seguirte significa aceptarte como Rey y Señor y que en tu reino “servir es reinar”.

Jesús crucificado, Enséñanos que la Cruz
es el camino a la Resurrección.

CONTEMPLATIO:
«Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino»
     El evangelio que escucharemos en la Eucaristía nos muestra el rostro sereno y majestuoso de quien, consumada su entrega por nuestra salvación, es coronado como Rey en el árbol de la Cruz y es constituido como clave y fin de toda la historia humana.
     El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que ante la realeza de Cristo, "la adoración es la primera actitud del hombre que se reconoce criatura… Es la actitud de humillar el espíritu ante el "Rey de la gloria" y el silencio respetuoso ante Dios, "siempre mayor" (n. 2628).
    "Desde el comienzo de la historia cristiana -nos dice el Catecismo- la afirmación del señorío de Jesús sobre el mundo y sobre la historia significa también reconocer que el hombre no debe someter su libertad personal, de modo absoluto, a ningún poder terrenal sino a Dios Padre y al Señor Jesucristo: el César no es el Señor" (n. 450). Por ello, en esta solemnidad es preciso tomar muy en serio aquello que nos dice una canción bien conocida: “No adoréis a nadie, a nadie más que a Él. No fijéis los ojos en nadie más que en Él; porque sólo Él nos da la salvación; porque sólo Él nos da la libertad; porque sólo Él nos puede sostener”.
     En la solemnidad de Cristo Rey no es suficiente dejarnos fascinar por su doctrina. Es necesario dejarnos conquistar por su persona, para amarlo con todas nuestras fuerzas, poniéndolo no sólo el primero, porque ello significaría que entra en competencia con otros afectos, sino como el único que realmente llena y plenifica nuestras vidas. (+ Juan José Asenjo Pelegrina - Arzobispo de Sevilla)



   No salvándose a sí mismo, sino salvando a sus creaturas, era como quería el Señor ser reconocido por Salvador: el médico no se llama de este modo cuando se cura a sí mismo, sino cuando cura a los demás. De este modo es considerado el Señor como Salvador, cuando El no necesitaba de salvación. Tampoco quería ser reconocido como tal bajando de la cruz, sino muriendo: mucho mayor es el mérito de la muerte del Salvador, respecto de los hombres, que si entonces hubiere bajado de la cruz. (San Atanasio)

jueves, 21 de noviembre de 2019












NOVIEMBRE: LA LITURGIA DE LAS HORAS


     Hemos ido señalando a lo largo de estas reflexiones que la diferencia entre oración vocal y la contemplativa es de medio de expresión pero nunca de esencia.
Toda oración es siempre un diálogo y no un monólogo que hacemos en voz alta o en silencio. Si no tenemos presente a ese Alguien al que le dirigimos las palabras, será cualquier cosa menos oración. La oración es siempre encuentro con quien sabemos nos ama.
     Decía Don Luis de Trelles: “Porque la perfección en la obra es el idioma del amor y, el que ama, quiere ser elocuente y expresivo y su compostura ha de expresar el afecto que le anima, manifestándolo en las menores circunstancias de su obra.
Cada uno de los accidentes (léase: detalles poco importantes) de ella  da ocasión a traducir al exterior la íntima aspiración del alma, pues las manifestaciones del afecto deben ser adecuadas a la excelencia de la persona amada.”
(LS, T XI, 1880, pags. 91-92).
     La oración está asociada a la virtud de la Fe: creemos en las verdades que proclamamos en el credo. La oración está asociada a la virtud de la religión: A tan gran Dios nos sentimos inclinados a dar el culto merecido, a tal Señor, tal honor. A la oración está asociada la virtud de la piedad: “traducir al exterior la íntima aspiración del alma”. “La piedad en su esencia  hace visible lo invisible, perceptible lo inaudito y hasta oíble; tangible, lo intangible, y convierte el olor del incienso en una señal de la grandeza de Dios, y en su alabanza.
     Meditad estas palabras “la perfección en la obra es el idioma del amor”.  El secreto en este caso de la oración  es transformar nuestras palabras en idioma del amor.  Piensa en con quién hablas, la maravilla de un Dios, omnipotente, Señor del cielo y de la tierra. Pero tan cercano que su presencia humilde en un pedazo de pan nos puede hacer olvidar su grandeza. Estamos ante el Señor. Lo lógico sería postrarnos en tierra sin osar ni levantar la cabeza. Y sin embargo lo que quiere es nuestra correspondencia amorosa. Y ¿cómo lo vamos a conseguir? Haciendo bien aquello que en ese momento tenemos que hacer.  ¿Cómo harás la genuflexión si se lo haces al Dios de toda la creación?  Y ¿Cómo recitarás la liturgia de las horas?
     Don Luis, adelantándose a los tiempos, sorprendió a los entendidos de que introdujese en el esquema de cada vigilia de la Adoración Nocturna el rezo de las horas.  Parecía que sólo tenían derecho y obligación a rezarlo los consagrados, pero no los laicos. En la Iglesia primitiva no fue así. Don Luis adivinó que si la Liturgia de las Horas era la oración con que oficialmente La Iglesia alaba a Dios, bien debían ejercitarla junto al rezo del rosario, la lectura contemplativa y el prodigio de la misa, los adoradores nocturnos seglares. La Adoración nocturna es una escuela de amor y una escuela de oración, eminentemente prácticas. El adorador  debe convertir  lo ejercitado en una noche en estilo de vida permanente. Haga lo que haga,  ¡en presencia de Dios!: rece un salmo, haga una comunión espiritual,  asista a misa, prepare la comida, lea, escriba o eche de comer a los pájaros.  No olvidéis:  el adorador (hombre y mujer)  ha de convertirse en lamparilla del santuario. Eso esperaba y deseaba Don Luis.  Lucecitas insignificantes que recuerden a este mundo que Dios está aquí. Lo tremendo y admirable es que el mismo Dios nos lo pide a pesar de nuestras limitaciones y miserias.
     Permitidme acudir de nuevo al Catecismo de la Iglesia Católica, la obra que debíamos tener  siempre a nuestro alcance. En tiempos de tanta confusión es guía segura para todas nuestras inquietudes. Me impresiona que a La Liturgia de las Horas la Iglesia la llame también “Oficio divino”.  Cada número daría pie para una meditación reposada:  Os selecciono  el 1174:
     1174 El Misterio de Cristo, su Encarnación y su Pascua, que celebramos en la Eucaristía, especialmente en la asamblea dominical, penetra y transfigura el tiempo de cada día mediante la celebración de la Liturgia de las Horas, "el Oficio divino" (cf SC IV). Esta celebración, en fidelidad a las recomendaciones apostólicas de "orar sin cesar" (1 Ts 5,17; Ef 6,18), "está estructurada de tal manera que la alabanza de Dios consagra el curso entero del día y de la noche" (SC 84). Es "la oración pública de la Iglesia" (SC 98) en la cual los fieles (clérigos, religiosos y laicos) ejercen el sacerdocio real de los bautizados. Celebrada "según la forma aprobada" por la Iglesia, la Liturgia de las Horas "realmente es la voz de la misma Esposa la que habla al Esposo; más aún, es la oración de Cristo, con su mismo Cuerpo, al Padre" (SC 84).
          ¿Qué os resaltaría?
     El texto está extraído de la constitución Sacrosanctum Concilium.
     la Liturgia de las Horas “está estructurada de tal manera que la alabanza de Dios consagra el curso entero del día y de la noche” (SC 84).
      Es “la oración pública de la Iglesia” (SC 98) en la cual los fieles –clérigos, religiosos y laicos– ejercen el sacerdocio real de los bautizados.
      Celebrada “según la forma aprobada” por la Iglesia, la Liturgia de las Horas “realmente es la voz de la misma Esposa la que habla al Esposo; más aún, es la oración de Cristo, con su mismo Cuerpo, al Padre” (SC 84).
     Por el interés que tiene para nosotros Adoradores os adelanto  el nº 1178   “La Liturgia de las Horas, que es como una prolongación de la celebración eucarística, no excluye sino acoge de manera complementaria las diversas devociones del Pueblo de Dios, particularmente la adoración y el culto del Santísimo Sacramento.”
    Cada momento que la entretejen  tiene un sentido admirable:
     1177 “Los himnos y las letanías de la Oración de las Horas insertan la oración de los salmos en el tiempo de la Iglesia, expresando el simbolismo del momento del día, del tiempo litúrgico o de la fiesta celebrada. Además, la lectura de la Palabra de Dios en cada hora (con los responsorios y los troparios que le siguen), y, a ciertas horas, las lecturas de los Padres y maestros espirituales, revelan más profundamente el sentido del Misterio celebrado, ayudan a la inteligencia de los salmos y preparan para la oración silenciosa. La lectio divina, en la que la Palabra de Dios es leída y meditada para convertirse en oración, se enraíza así en la celebración litúrgica.”
      Está recomendada a todo el Pueblo de Dios y al referirse a los laicos  utiliza una expresión que nos implica a los adoradores: “reunidos entre sí”:
      1175 La Liturgia de las Horas está llamada a ser la oración de todo el Pueblo de Dios. En ella, Cristo mismo "sigue ejerciendo su función sacerdotal a través de su Iglesia" (SC 83); cada uno participa en ella según su lugar propio en la Iglesia y las circunstancias de su vida: los sacerdotes en cuanto entregados al ministerio pastoral, porque son llamados a permanecer asiduos en la oración y el servicio de la Palabra (cf. SC 86 y 96; PO 5); los religiosos y religiosas por el carisma de su vida consagrada (cf SC 98); todos los fieles según sus posibilidades: "Los pastores de almas deben procurar que las Horas principales, sobre todo las Vísperas, los domingos y fiestas solemnes, se celebren en la iglesia comunitariamente. Se recomienda que también los laicos recen el Oficio divino, bien con los sacerdotes o reunidos entre sí, e incluso solos" (SC 100).
          Finalmente nos pide una actitud y una tarea:
     “Armonizar la voz con el corazón”. Es decir: convertir el rezo en oración. ¿No se  lo recitamos a quien sabemos nos ama?
     Formación: en ello estamos: “adquirir una instrucción litúrgica y bíblica más rica especialmente sobre los salmos". n.º 1176

Preguntas para el diálogo y la meditación.

¿Qué diferencia existe entre leer en voz alta “La sirenita de Ándersen y recitar en el turno de vela el salmo 50? ¿Por qué la primera es un ejercicio literario, aunque se lo leas a tus nietos o incluso al mismo Rey? ¿Cuándo el salmo recitado lo convertimos en oración?

En la vigilia tuya, cuando  recitas los salmos, o los himnos o lees una lectura, aunque lo hagáis entre varios ¿oráis por cuenta propia o lo hacéis en nombre de la Iglesia, salmodiando lo que la Iglesia salmodia? La Adoración Nocturna  tiene como sello distintivo orar como ora la Iglesia

Qué significan estas dos frases: armonizar la voz con el corazón”  y “La perfección de la obra es el lenguaje del amor”. ¿En qué sentido dicen lo mismo?

sábado, 16 de noviembre de 2019

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 17 DE NOVIEMBRE DEL 2019, 33º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Obispo de Coria-Cáceres)

 «LLEGARÁN DÍAS EN QUE NO QUEDARÁ PIEDRA QUE NO SEA DESTRUIDA»


Lc. 21, 5-19

     En aquel tiempo, como algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos, Jesús les dijo: «Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida».
     Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?». Él dijo: «Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre, diciendo: “Yo soy”, o bien: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida».   
     Entonces les decía: «Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes. Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo. Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio. Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán a causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.

Otras lecturas: Malaquías 3, 19-20a; Salmo 97; 2Tesalonicenses 3,7-12

     En las lecturas se nos invita a seguir sin desanimarnos, a mantenernos sin desfallecer con la confianza puesta en el Señor, en sus palabras, a no perder la calma, aunque estemos rodeados del fuego devorador de la injusticia y del pecado. Todo se puede hundir bajo nuestros pies, pero el Señor nos dice que no perdamos la fe, que nos acordemos de sus palabras y sus promesas: “Yo vivo y también vosotros viviréis” (Jn 14, 19).
     La intención de los textos no es asustar a nadie, porque dejan muy claro que el Señor ha vencido la muerte y el pecado y nos ha liberado por su resurrección abriendo el acceso a la Vida Nueva. Jesucristo da señales, ofrece seguridades, nos mira y nos anima a permanecer, porque su triunfo es patente, no es su intención asustarnos, ni que creamos que estamos en el reinado del caos Nada de miedos, que si vamos de la mano de Dios no nos pasará nada. Es importante vivir de cara a Dios, escuchando su voluntad y haciendo el bien, no sea que cuando nos presentemos ante Él nos diga: “no te conozco” (cfr. Mt 25,12).
     Esta es la paradoja para el mundo que se hunde en la tristeza y no entiende por qué un cristiano puede estar alegre. Le falta la fe, le falta Dios.
     En este domingo celebramos también el día del pobre, los porteros del cielo, como los ha definido el Papa Francisco. La Iglesia nos invita a tomar conciencia de su existencia y de la necesidad de la caridad.
(+ José Manuel Lorca Planes - Obispo de Cartagena)


     La historia de la Iglesia es rica de ejemplos de personas que han soportado tribulaciones y sufrimientos terribles con serenidad, porque tenían la conciencia de estar seguros en las manos de Dios. Él es un Padre fiel, es un Padre primoroso, que no abandona a sus hijos. ¡Dios no nos abandona nunca! Esta certeza debemos tenerla en el corazón: ¡Dios no nos abandona nunca! (Papa Francisco)
     Permanecer firmes en el Señor, en la certeza de que Él no nos abandona, caminar en la esperanza, trabajar para construir un mundo mejor … es lo que cuenta de verdad; es lo que la comunidad cristiana está llamada a hacer para salir al encuentro del «día del Señor» … tener la mirada fija hacia el cumplimiento del Reino de Dios y a construir el futuro sobre esta tierra, trabajando para evangelizar el presente, y así hacerlo un tiempo de salvación para todos. (Papa Francisco)
     Jesús nos exhorta a tener fija en la mente y en el corazón la certeza de que Dios guía nuestra historia y conoce el fin último de las cosas y de los eventos. Bajo la mirada misericordiosa del Señor se descubre la historia en su fluir incierto y en su entramado de bien y de mal. Pero todo aquello que sucede está conservado en Él; nuestra vida no se puede perder porque está en sus manos. (Papa Francisco)

ORATIO:
     Oh Dios, que concediste a santa Isabel de Hungría la gracia de reconocer y venerar en los pobres a tu Hijo Jesucristo, concédenos, por su intercesión, servir con amor infatigable a los humildes y a los atribulados. su corazón. Que todos sintamos el gozo de anunciar tu Evangelio.
Amor es dar la vida, es jugársela por los demás,
es entender que si Dios está con nosotros,
¿contra nosotros quien…?

CONTEMPLATIO:
«Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre, diciendo: “Yo soy” »
Los cristianos somos llamados a pertenecer a la historia de Aquel que fue anunciado como “signo de contradicción”, y que vino a traer el fuego y la espada, es decir portador de la Luz y portavoz de la Verdad en un mundo que con demasiada frecuencia pacta con la oscuridad y la mentira.
Este Evangelio, aunque duro, no es desesperanzador. Nos dice Jesús: “no les tengáis miedo”. Ha prometido darnos palabras y sabiduría para hacer frente a cualquier adversario. Lo que importa es que esa Presencia y esa Palabra por Él prometidas, resuenen y se reflejen en la vida de la comunidad cristiana y en la de cada cristiano particular.
  El Cristianismo no es una aventura para fugarse del mundo, sino una urgencia para transformarlo según el proyecto de Dios, en el Nombre del Señor. Los cristianos no son los del eterno poderío o los de la eterna oposición, sino los eternos discípulos del único Maestro. Poniendo lo mejor de nosotros mismos para que en cada rincón de la historia pueda seguir escuchándose la Buena Noticia de Jesús y haciéndose realidad el don inmerecido de su Reino que la Iglesia en cada época no deja de anunciar. (+Fr. Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo)


   «No quedará piedra sobre piedra: todo será destruido». Estas palabras eran verdaderas referidas al Templo construido por Salomón..., porque todo lo que construyen nuestras manos perece por usura o por deterioro, es convertido en ruinas por la violencia o destruido por el fuego... Pero existe en cada uno de nosotros un templo que sólo se destruye si se derrumba la fe, y particularmente si, en nombre de Cristo, se busca erróneamente refugiarse en las certezas interiores. Posiblemente sea esta interpretación la más útil para nosotros. En efecto, ¿de qué me sirve saber cuándo será el día del juicio? ¿De qué me sirve, siendo consciente de tanto pecado, saber que el Señor vendrá un día, si no vuelve a mi alma, si no vuelve a mi espíritu, si Cristo no vive en mí, si Cristo no habla por mí? Es a mí que Cristo debe venir, es en mí que ha de tener lugar su venida. (San  Ambrosio de Milán)