TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

sábado, 30 de abril de 2011


ADORACIÓN NOCTURNA ESPAÑOLA
IGLESIA DE SAN JOSÉ
Cádiz  Extramuros



Alabado sea Jesús Sacramentado!

     Este mes de Mayo, en el que celebraremos nuestra vigilia dentro del tiempo de Pascua, utilizaremos el manual correspondiente al mes de Abril Pascua de Resurrección, toda vez que es el más adecuado a este Tiempo y el que está previsto; de tal manera que no nos extrañemos cuando recibamos el manual y así podérselo aclarar a cuantos participen con nosotros en la Vigilia.

 
AVISO PARA ADORADORAS/ES DEL TURNO NÚM. 7 DE MARÍA AUXILIADORA Y SAN JOSÉ
                                                                   
VIGILIA DE ADORACIÓN, MARTES 10 DE MAYO A LAS 20,00 HORAS JUNTO CON LA SANTA MISA.

        << Procura siempre unirte a Dios lo más estrechamente que puedas, acudir a Él en todos tus apuros, buscar su conversación y familiaridad más que la de ninguna criatura, porque en Él encontrarás todo lo que buscas e infinitamente más.>>                                                       (San Claudio de la Colombière)

Reina del cielo, alégrate, aleluya.
Porque el que mereciste llevar en tu seno, aleluya.
Resucitó según su palabra, aleluya.


Misa y Vigilia aplicada por nuestra hermana adoradora Elisa Sánchez en el aniversario de su marcha a  presencia del Padre

S.S. JUAN PABLO II SERÁ BEATIFICADO EN ROMA EL 1 DE MAYO.

Juan Pablo II marchó a la casa del Padre el sábado día 2 de abril del año 2005, año proclamado por él como "Año dedicado a la Eucaristía. Murió a las 21,37 horas de la noche, después de haber participado en su habitación de la Misa que litúrgicamente ya correspondía al segundo domingo de Pascua en que se celebra la fiesta de la Divina Misericordia, que él mismo instituyó el día 30 de abril del 2000.
¡SANTO YA! gritaban las miles de personas congregadas en torno del féretro de Juan Pablo II durante su funeral. Ya el prefecto de la Congregación para la causa de los Santos mencionó “vox populi, vox Dei”; cuando el pueblo considera santa a una persona quiere decir que es realmente santa. Transcribimos el texto que S.S. Juan Pablo II tenía preparado para la solemnidad de la Fiesta de la Divina Misericordia y que el Arzobispo Leonardo Sandri, sustituto de la Secretaría de Estado, leyó al término de la celebración eucarística en sufragio del Papa:

"¡Queridos hermanos y hermanas!
Resuena también hoy el gozoso Aleluya de Pascua. La página del Evangelio de Juan, hoy subraya que ya Resucitado, la noche de ese día se apareció a los apóstoles y «les mostró las manos y el costado» (Juan 20, 20), es decir, los signos de la dolorosa pasión impresos de manera indeleble en su cuerpo, también después de la resurrección. Aquellas llagas gloriosas, que ocho días después hizo tocar al incrédulo Tomás, revelan la misericordia de Dios que «tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único» (Juan 3, 16).
Este misterio de amor está en el corazón de la liturgia de hoy, domingo «in Albis», dedicado al culto de la Divina Misericordia.
A la humanidad, que en ocasiones parece como perdida y dominada por el poder del mal, del egoísmo y del miedo, el Señor resucitado le ofrece como don su amor que perdona, reconcilia y vuelve a abrir el espíritu a la esperanza. El amor convierte los corazones y da la paz. ¡Cuánta necesidad tiene el mundo de comprender y acoger la Divina Misericordia! Señor, que con la muerte y la resurrección revelas el amor del Padre, nosotros creemos en ti y con confianza te repetimos hoy:

“JESÚS, CONFÍO EN TI, TEN MISERICORDIA DE NOSOTROS Y DEL MUNDO ENTERO".

miércoles, 27 de abril de 2011

ORACION Y MEDITACIÓN


En la Visitación, Isabel se llenó de Espíritu Santo y, levantando la voz, dijo a María: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá» (Lc 1,41-45).






Oremos con confianza al eterno Padre, que, por medio del ángel, anunció la encarnación de su Hijo en el seno virginal de María.
-Para que todo hombre pueda experimentar en la Iglesia la fuerza del amor del Padre, que nos entregó a su Hijo.
-Para que el Señor otorgue a los que creemos en la divinidad de Jesucristo, la firmeza de la fe, la alegría de la esperanza y el fervor de la caridad.
-Para que acreciente en el pueblo los sentimientos de fraternidad y solidaridad de que nos dieron ejemplo el Hijo de Dios encarnado y su Madre.
-Para que, como la Virgen María, seamos fieles oyentes de la palabra de Dios, la acojamos en nuestro corazón y la hagamos fructificar en nuestra vida.
Oración: Escucha, Dios de bondad, nuestras oraciones y dígnate acceder a nuestras peticiones, pues las ponemos bajo la protección de la Madre de tu Hijo, Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.



domingo, 17 de abril de 2011

Carta Encíclica ECCLESIA DE EUCHARISTIA






LA EUCARISTÍA EDIFICA LA IGLESIA
. El Concilio Vaticano II ha recordado que la celebración eucarística es el centro del proceso de crecimiento de la Iglesia. En efecto, después de haber dicho que « la Iglesia, o el reino de Cristo presente ya en misterio, crece visiblemente en el mundo por el poder de Dios »,(35) como queriendo responder a la pregunta: ¿Cómo crece?, añade: « Cuantas veces se celebra en el altar el sacrificio de la cruz, en el que Cristo, nuestra Pascua, fue inmolado (1 Co 5, 7), se realiza la obra de nuestra redención. El sacramento del pan eucarístico significa y al mismo tiempo realiza la unidad de los creyentes, que forman un sólo cuerpo en Cristo (cf. 1 Co 10, 17) ».(36)
Hay un influjo causal de la Eucaristía en los orígenes mismos de la Iglesia. Los evangelistas precisan que fueron los Doce, los Apóstoles, quienes se reunieron con Jesús en la Última Cena (cf. Mt 26, 20; Mc 14, 17; Lc 22, 14). Es un detalle de notable importancia, porque los Apóstoles « fueron la semilla del nuevo Israel, a la vez que el origen de la jerarquía sagrada ».(37)Al ofrecerles como alimento su cuerpo y su sangre, Cristo los implicó misteriosamente en el sacrificio que habría de consumarse pocas horas después en el Calvario. Análogamente a la alianza del Sinaí, sellada con el sacrificio y la aspersión con la sangre,(38) los gestos y las palabras de Jesús en la Última Cena fundaron la nueva comunidad mesiánica, el Pueblo de la nueva Alianza.
Los Apóstoles, aceptando la invitación de Jesús en el Cenáculo: « Tomad, comed... Bebed de ella todos... » (Mt 26, 26.27), entraron por vez primera en comunión sacramental con Él. Desde aquel momento, y hasta al final de los siglos, la Iglesia se edifica a través de la comunión sacramental con el Hijo de Dios inmolado por nosotros: « Haced esto en recuerdo mío... Cuantas veces la bebiereis, hacedlo en recuerdo mío » (1 Co 11, 24-25; cf. Lc 22, 19).
 La incorporación a Cristo, que tiene lugar por el Bautismo, se renueva y se consolida continuamente con la participación en el Sacrificio eucarístico, sobre todo cuando ésta es plena mediante la comunión sacramental. Podemos decir que no solamente cada uno de nosotros recibe a Cristo, sino que también Cristo nos recibe a cada uno de nosotros. Él estrecha su amistad con nosotros: « Vosotros sois mis amigos » (Jn 15, 14). Más aún, nosotros vivimos gracias a Él: « el que me coma vivirá por mí » (Jn 6, 57). En la comunión eucarística se realiza de manera sublime que Cristo y el discípulo « estén » el uno en el otro: « Permaneced en mí, como yo en vosotros » (Jn 15, 4).
Al unirse a Cristo, en vez de encerrarse en sí mismo, el Pueblo de la nueva Alianza se convierte en « sacramento » para la humanidad,(39)signo e instrumento de la salvación, en obra de Cristo, en luz del mundo y sal de la tierra (cf. Mt 5, 13-16), para la redención de todos.(40)La misión de la Iglesia continúa la de Cristo: « Como el Padre me envió, también yo os envío » (Jn 20, 21). Por tanto, la Iglesia recibe la fuerza espiritual necesaria para cumplir su misión perpetuando en la Eucaristía el sacrificio de la Cruz y comulgando el cuerpo y la sangre de Cristo. Así, la Eucaristía es la fuente y, al mismo tiempo, la cumbre de toda la evangelización, puesto que su objetivo es la comunión de los hombres con Cristo y, en Él, con el Padre y con el Espíritu Santo.(41)
 Con la comunión eucarística la Iglesia consolida también su unidad como cuerpo de Cristo. San Pablo se refiere a esta eficacia unificadora de la participación en el banquete eucarístico cuando escribe a los Corintios: « Y el pan que partimos ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan » (1 Co 10, 16-17). El comentario de san Juan Crisóstomo es detallado y profundo: « ¿Qué es, en efecto, el pan? Es el cuerpo de Cristo. ¿En qué se transforman los que lo reciben? En cuerpo de Cristo; pero no muchos cuerpos sino un sólo cuerpo. En efecto, como el pan es sólo uno, por más que esté compuesto de muchos granos de trigo y éstos se encuentren en él, aunque no se vean, de tal modo que su diversidad desaparece en virtud de su perfecta fusión; de la misma manera, también nosotros estamos unidos recíprocamente unos a otros y, todos juntos, con Cristo ».(42) La argumentación es terminante: nuestra unión con Cristo, que es don y gracia para cada uno, hace que en Él estemos asociados también a la unidad de su cuerpo que es la Iglesia. La Eucaristía consolida la incorporación a Cristo, establecida en el Bautismo mediante el don del Espíritu (cf. 1 Co 12, 13.27).
La acción conjunta e inseparable del Hijo y del Espíritu Santo, que está en el origen de la Iglesia, de su constitución y de su permanencia, continúa en la Eucaristía. Bien consciente de ello es el autor de la Liturgia de Santiago: en la epíclesis de la anáfora se ruega a Dios Padre que envíe el Espíritu Santo sobre los fieles y sobre los dones, para que el cuerpo y la sangre de Cristo « sirvan a todos los que participan en ellos [...] a la santificación de las almas y los cuerpos ».(43)La Iglesia es reforzada por el divino Paráclito a través la santificación eucarística de los fieles.
 El don de Cristo y de su Espíritu que recibimos en la comunión eucarística colma con sobrada plenitud los anhelos de unidad fraterna que alberga el corazón humano y, al mismo tiempo, eleva la experiencia de fraternidad, propia de la participación común en la misma mesa eucarística, a niveles que están muy por encima de la simple experiencia convival humana. Mediante la comunión del cuerpo de Cristo, la Iglesia alcanza cada vez más profundamente su ser « en Cristo como sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano ».(44)
A los gérmenes de disgregación entre los hombres, que la experiencia cotidiana muestra tan arraigada en la humanidad a causa del pecado, se contrapone la fuerza generadora de unidad del cuerpo de Cristo. La Eucaristía, construyendo la Iglesia, crea precisamente por ello comunidad entre los hombres.
 El culto que se da a la Eucaristía fuera de la Misa es de un valor inestimable en la vida de la Iglesia. Dicho culto está estrechamente unido a la celebración del Sacrificio eucarístico. La presencia de Cristo bajo las sagradas especies que se conservan después de la Misa –presencia que dura mientras subsistan las especies del pan y del vino(45)–, deriva de la celebración del Sacrificio y tiende a la comunión sacramental y espiritual.(46) Corresponde a los Pastores animar, incluso con el testimonio personal, el culto eucarístico, particularmente la exposición del Santísimo Sacramento y la adoración de Cristo presente bajo las especies eucarísticas.(47)
Es hermoso estar con Él y, reclinados sobre su pecho como el discípulo predilecto (cf. Jn 13, 25), palpar el amor infinito de su corazón. Si el cristianismo ha de distinguirse en nuestro tiempo sobre todo por el « arte de la oración »,(48) ¿cómo no sentir una renovada necesidad de estar largos ratos en conversación espiritual, en adoración silenciosa, en actitud de amor, ante Cristo presente en el Santísimo Sacramento? ¡Cuántas veces, mis queridos hermanos y hermanas, he hecho esta experiencia y en ella he encontrado fuerza, consuelo y apoyo!
Numerosos Santos nos han dado ejemplo de esta práctica, alabada y recomendada repetidamente por el Magisterio.(49) De manera particular se distinguió por ella San Alfonso María de Ligorio, que escribió: « Entre todas las devociones, ésta de adorar a Jesús sacramentado es la primera, después de los sacramentos, la más apreciada por Dios y la más útil para nosotros ».(50) La Eucaristía es un tesoro inestimable; no sólo su celebración, sino también estar ante ella fuera de la Misa, nos da la posibilidad de llegar al manantial mismo de la gracia. Una comunidad cristiana que quiera ser más capaz de contemplar el rostro de Cristo, en el espíritu que he sugerido en las Cartas apostólicas Novo millennio ineunte y Rosarium Virginis Mariae, ha de desarrollar también este aspecto del culto eucarístico, en el que se prolongan y multiplican los frutos de la comunión del cuerpo y sangre del Señor.

jueves, 7 de abril de 2011

LA ADORACION ES OBRA DE LA IGLESIA

"Os rogamos... que promováis, sin economizar palabras ni fatigas, el culto eucarístico, al cual deben conducir y converger, finalmente, todas las otras formas de piedad."
PABLO VI,
Mysterium Fídei, núm. 65
"Todos en la Iglesia... deben vigilar para que este Sacramento de amor sea el centro de la vida del Pueblo de Dios, para que, a través de todas las manifestaciones del culto debido, se procure devolver a Cristo «amor por amor», para que Él llegue a ser verdaderamente «vida de nuestras almas»."

martes, 5 de abril de 2011

La Cruz del Papa

El pasado día 27 de Marzo, a las 6´00h. de la mañana, nos reunimos los adoradores de Cádiz ante la Cruz del Papa e Icono de la Virgen en el Convento de la Plaza Arguelles, de la capital, resultando un acto muy emotivo y piadoso para todos los asistentes, siendo acompañados  en nuestras oraciones  por dos queridos Sacerdotes, (nuestro Consiliario Rdvº Padre Oscar Gonzalez Esparragosa y Rvdº Padre  Angel Canca), asi como contamos con la estimable colaboración de  nuestro amigo Bruno.

SACRAMENTO-COMUNIÓN Juan6, 48-58

 SACRAMENTO-COMUNIÓN

Creemos que la comunión es el alimento de la vida divina en nosotros, conforme a la enseñanza del Señor, que dijo:

"Yo soy el Pan de la vida.
Vuestros padres comieron el mana en el desierto y murieron, éste es el pan, que baja del cielo, para que uno coma de él y no muera. Yo soy el Pan vivo bajado del cielo, si uno come de este pan, vivirá para siempre, y el Pan que Yo daré es mi carne por la vida del mundo". Entonces los judíos discutían entre ellos diciendo:

¿Cómo puede darnos su carne para comer?
Pero Jesús les dijo:

"Os doy mi palabra,
si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre no tendréis vida en vosotros.
El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día.
Pues mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida.

El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en Mí, y Yo en él. Como me envió el Padre que vive, y Yo vivo por el Padre. Así también el que me come, vivirá por mí. Este es el Panqué ha bajado del cielo, no como el que comieron vuestros padres y murieron, el que come este Pan, vivirá eternamente."