TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

sábado, 27 de julio de 2019

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 28 DE JULIO DEL 2019, 17º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Obispo de Coria-Cáceres)


«SEÑOR, ENSÉÑANOS A ORAR…»

 Lc. 11. 1-13

     Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos». Él les dijo: «Cuando oréis, decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación”».
     Y les dijo: «Suponed que alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche y le dice: “Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle”; y, desde dentro, aquel le responde: “No me molestes; la puerta ya está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos”; os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por su importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.
     Pues yo os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?».

Otras lecturas: Génesis 18, 20-22; Salmo 137; Colosenses 2,12-14

LECTIO:
     En el evangelio de este domingo XVII del tiempo ordinario (ciclo C), Jesús nos enseña a orar con la oración del Padrenuestro. Estaba Jesús orando y los discípulos se acercaron para decirle: “Enséñanos a orar” (Lc 11, 1). Toda la vida de Jesús está transida de oración, su relación con el Padre es fluida y espontánea, mira las personas, los acontecimientos y las cosas con los ojos de Dios. Aparece en muchas ocasiones orando: al atardecer, al amanecer, durante toda la noche, al realizar un milagro o una curación extraordinaria, retirado solitario en el monte, rodeado de sus discípulos o ante la muchedumbre. Es una lección permanente y silenciosa, un ejemplo de vida. Le atrae ponerse en oración como al hierro le atrae el imán, y comparte con el Padre los deseos de su corazón.
     La gran novedad de la oración cristiana, la que Jesús nos enseña, es la de tratar a Dios como Padre. No nos atreveríamos a hacerlo, si no fuera porque él nos lo ha enseñado así. Es decir, Jesús nos introduce en su corazón de hijo y nos abre de par en par las puertas del corazón de su Padre, el corazón de Dios, para hacernos hijos… Otra novedad de la oración que Jesús nos enseña es, junto a la invocación de “Padre”, la de llamarle “nuestro”. Es decir, a Dios no nos dirigimos nunca como personas aisladas, sino siempre formando parte de una fraternidad humana, en la que todos somos o estamos llamados a ser hermanos, precisamente porque tenemos como padre a Dios. El Padrenuestro es, por tanto, oración de fraternidad, de solidaridad porque tenemos en común a nuestro Padre Dios.  (+ Demetrio Fernández – Obispo de Córdoba)

MEDITATIO:
     «Señor, enséñanos a orar»; y Jesús responde: «Cuando oréis, decid: “Padre…”». Esta palabra es el «secreto» de la oración de Jesús, es la llave que él mismo nos da para que podamos entrar también en esa relación de diálogo confidencial con el Padre que le ha acompañado y sostenido toda su vida. (Papa Francisco)
     Al apelativo «Padre» Jesús asocia dos peticiones: «sea santificado tu nombre, venga a nosotros tu reino». La oración de Jesús, y por lo tanto la oración cristiana, es antes que nada un dejar sitio a Dios, permitiendo que manifieste su santidad en nosotros y dejando avanzar su reino, a partir de la posibilidad de ejercer su señorío de amor en nuestra vida. (Papa Francisco)
     Otras tres súplicas completan esta oración que Jesús nos enseña, el «Padre Nuestro». El pan, el perdón y la ayuda ante las tentaciones. No se puede vivir sin pan, no se puede vivir sin perdón y no se puede vivir sin la ayuda de Dios ante las tentaciones. El pan que Jesús nos hace pedir es el necesario, no el superfluo; es el pan de los peregrinos, el justo, un pan que no se acumula y no se desperdicia, que no pesa en nuestra marcha. (Papa Francisco)
     ¡La oración es el primer y principal «instrumento de trabajo» que tenemos en nuestras manos! Insistir a Dios no sirve para convencerle, sino para reforzar nuestra fe y nuestra paciencia, es decir, nuestra capacidad de luchar junto a Dios por cosas realmente importantes y necesarias. En la oración somos dos: Dios y yo luchando juntos por las cosas importantes. (Papa Francisco)

ORATIO:
Perdóname para que yo perdone,
perdóname, que sienta en mi corazón tu perdón,
y dé tu perdón a todos, hasta que amanezca el amor.

CONTEMPLATIO:

«Pues yo os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá,…»

     Al enseñarnos a orar, Jesús nos insiste en que pidamos: “Pedid y se os dará”. ¿Por qué este mandato insistente? Algunos piensan que si Dios ya sabe nuestras necesidades, para qué pedirle insistentemente.
     La oración de petición ha de hacerse con confianza y con perseverancia. Sabiendo que para Dios nada hay imposible, recurrimos a él cuando nos vemos incapaces de alcanzar aquello que necesitamos. San Agustín nos recuerda que al pedirle a Dios lo que necesitamos, no estamos recordándole a Dios nada, pues él todo lo sabe, sino que nos estamos recordando a nosotros que todo nos viene de Dios Pero si Dios está dispuesta a concederlo, ¿por qué se hace de rogar tanto? Pues –continúa san Agustín-, porque repitiendo una y otra vez lo que necesitamos, va ajustándose nuestra voluntad a la de Dios, no a la inversa. (+ Demetrio Fernández – Obispo de Córdoba)



  Esclarézcase en nosotros la noticia de ti, para que conozcamos cuál es la anchura de tus beneficios, la largura de tus promesas, la altura de tu majestad y la profundidad de tus juicios… y lo que no perdonamos del todo, haz tú, Señor, que lo perdonemos del todo tratando de ser útiles a todos en ti” (S. Francisco)

ADORADORES DE NOCHE Y APÓSTOLES DE DÍA



     Esta es la realidad de la Adoración Nocturna, que debería estar presente en todas las parroquias, por ser algo medular, necesario y fácil en la vida cristiana. Nada resta a que se milite en cualquier Asociación o Movimiento, al contrario favorece e impulsa esta militancia por su aporte espiritual e impulso apostólico.

   1. La eucaristía es la clave de la vida cristiana.
     
     Jesucristo es el principio y fin de nuestra fe. Por eso nos enseña la Sagrada Escritura que debemos tener “fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe, Jesús” (Heb 12, 2). Él es el enviado del Padre para ser nuestro Salvador, maestro y Modelo. En Él se encierran todos los tesoros de la sabiduría, de la ciencia, de la gracia, de la vida y del amor. En Él habita la plenitud de la divinidad, Él sostiene el universo entero y es la fuente de todo bien. Por eso nos dice San Pablo: “Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os de espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos” (Ef 1,17-18). Algo grandioso que Jesús ha realizado para estar más cerca de nosotros “hasta el fin de los tiempos”, incluso, ser nuestro propio alimento, es la Eucaristía, que es el mayor de todos los milagros, porque puso toda su omnipotencia al servicio del Amor.
     Es importantísimo ser conscientes de esta realidad, adorar, contemplar y vivir de la Eucaristía, por ser algo prioritario, porque Dios está ahí. Si en todas las parroquias existiese, al menos, un turno de Adoración Nocturna, os aseguro que haríamos mucho bien, tendríamos más entusiasmo y con más vida y coraje el apostolado seglar, que es imprescindible, y que se encuentra tan débil.

   2. Raíces y frutos de la Adoración Nocturna.
     
     La Adoración Nocturna hunde sus raíces en la necesidad que, desde el inicio del cristianismo, tenemos todos los cristianos de vivir unidos a Jesucristo. Ya desde el siglo primero se reunían los cristianos en vigilias eucarísticas de oración y formación, que en muchos casos duraban toda la noche.
     Es en 1264 cuando, por una serie de hechos prodigiosos, se instituye la solemnidad del Corpus Christi y se impulsa la adoración a Jesús en el Santísimo Sacramento. En el siglo XVI la gran seglar, corresponsable en la Iglesia, esposa, madre de familia y mujer noble, doña Teresa Enríquez, la “loca del Sacramento”, es la gran apóstol de la Eucaristía. Ella extiende esta singular devoción, funda las cofradías sacramentales y promueve el culto eucarístico.
     La Adoración Nocturna nace en Roma en 1810, con ocasión del cautiverio de Pío VII. Tal como la conocemos hoy surge en Francia, con el seglar Hermann Cohen y 18 hombres más, el 6 de diciembre de 1848. En España se inicia el 3 de noviembre de 1877, con el seglar Luis Trelles Noguerol, hoy en avanzado proceso de canonización. La Adoración Nocturna Femenina Española es mucho más reciente, nace en Valencia en1925.
   Los fines de adorar, reparar, ofrecerse, expiar, desagraviar a Jesucristo en la Eucaristía dimanan, principalmente, de estas cuatro fuentes: la Bula “Transiturus”, de Urbano IV, el Papa que instituye el Corpus Christi en 1264; la doctrina del Concilio de Trento; la Encíclica “Mediator Dei”, de Pío XII, en 1947; y la Exhortación postsinodal del Vaticano II “Eucaristicum misterium”, de Juan Pablo II.

   3. ¿Qué nos exige?
     
     Primero, que valoremos y extendamos la Adoración Nocturna como medio de intimidad con Cristo, de adoración, expiación, desagravio y para dar impulso espiritual y apostólico a nuestra vida. Además, merece la pena y es necesario que, al menos, una vez al mes, más las tres Vigilias extraordinarias y las especiales, las pasemos junto al Señor, para incrementar nuestra vida espiritual, adorarle, desagraviarle y ofrecernos.
     Finalmente, propagar esta sencilla y hermosa fórmula eucarística, para que tengamos Vida y ésta en abundancia, como nos pide Jesús, y podamos hacer el mayor bien posible a todos los hombres, en todas las parroquias y en la Iglesia universal, mereciendo y pidiendo por todos, y dando testimonio público de fe.

D. José Díaz Rincón - Adorador nocturno
 (LS. Nº 17; 1 de junio de 2019)

viernes, 26 de julio de 2019

(Mt 10, 8)


JULIO 2019

«Gratis lo recibisteis; dadlo gratis» (Mt 10, 8)

     ¿Qué es lo que hemos recibido gratis y debemos dar a nuestra vez?  Los apóstoles, a quienes Jesús se dirige, han experimentado la misericordia de Dios a través de sus palabras, sus gestos y decisiones. A pesar de sus debilidades y limitaciones, han recibido la nueva ley del amor y de la acogida recíproca.
     Sobre todo han recibido el regalo que Dios quiere hacer a todos los seres humanos: el don de sí mismo, de su compañía por los caminos de la vida, de su luz para tomar decisiones. Son regalos que no tienen precio: o sea, «gratuitos».
     Los recibieron los apóstoles y los reciben todos los cristianos para convertirse a su vez en canales, de modo que estos bienes lleguen a todas las personas con las que se encuentren cada día.
«Gratis lo recibisteis; dadlo gratis»
     Escribe Chiara Lubich en 2006: «A lo largo de todo el Evangelio Jesús invita a dar: dar a los pobres, a quien pide, a quien desea un préstamo; dar de comer a quien tiene hambre, dar el manto a quien te pide la túnica; dar gratis... Él fue el primero en dar: dio la salud a los enfermos, el perdón a los pecadores, la vida a todos nosotros. Al instinto egoísta de acaparar opone la generosidad; al pensar únicamente en las necesidades de uno mismo, el preocuparse del otro; a la cultura del poseer, la del dar [...]. La Palabra de vida de este mes podrá ayudarnos a redescubrir el valor de cada una de nuestras acciones [...]. Todo puede transformarse en servicio atento y solícito. El amor nos dará ojos nuevos para intuir lo que los demás necesitan y atenderlos con creatividad y generosidad. Y como fruto, se compartirán los dones, porque el amor llama al amor. La alegría se multiplicará porque «mayor felicidad hay en dar que en recibir» (Hch 20, 35)[1].
«Gratis lo recibisteis; dadlo gratis»
     El razonamiento de Jesús y del Evangelio es siempre recibir para compartir, nunca acumular para uno mismo. Es una invitación a reconocer lo que se nos ha dado -energías, talentos, capacidades, bienes materiales- y ponerlos al servicio de los demás.
     Según el economista Luigino Bruni, «la gratuidad es [...) una dimensión que puede acompañar a cualquier acción. Por eso no es "las cosas gratuitas”; sino más bien su opuesto, ya que la gratuidad no es un precio igual a cero, sino un precio infinito, al que solo podemos responder con otro acto de gratuidad»[2].
     Así pues, la gratuidad supera la lógica del mercado, del consumismo y del individualismo y llama a compartir, a socializar, a la fraternidad, a la nueva cultura del dar.
     La experiencia confirma que el amor desinteresado es una vocación en toda regla, con consecuencias positivas inesperadas. Así sucedió en Filipinas en 1983. Un grupo de jóvenes, decididas a dar su aportación de modo creativo, abrieron sus armarios y sacaron todo lo que ya no necesitaban. Lo vendieron en un mercadillo de segunda mano y obtuvieron un pequeño capital con el que pusieron en marcha un centro social llamado Bukas Palad, que en la lengua local significa «A manos llenas». La frase del Evangelio que las había inspirado era «gratis lo recibisteis, dadlo gratis». En esta tarea se les unieron varios médicos que ofrecían sus servicios profesionales de forma desinteresada, y muchos otros que abrieron el corazón, los brazos y las puertas de sus casas.
     Así nació y se ha desarrollado una gran acción social. Pero el objetivo más importante que se ha alcanzado y consolidado en estos años ha sido que los propios destinatarios del proyecto son los protagonistas de su recuperación, pues recobran su dignidad como personas y construyen relaciones de amistad y solidaridad.

Leticia Magri



[1] Cf. C. LUBICH, «Palabra de vida, octubre 2006», Ciudad Nueva n. 435 (10/2006), p. 22.


sábado, 20 de julio de 2019

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 21 DE JULIO DEL 2019, 16º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Obispo de Coria-Cáceres)

«SOLO UNA COSA ES NECESARIA…, Y NO LE SERÁ QUITADA»


Lc. 10. 38-42

     En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada junto a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Marta, en cambio, andaba muy afanada con los muchos servicios; hasta que, acercándose, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano».
     Respondiendo, le dijo el Señor: «Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada».

Otras lecturas: Génesis 18, 1-10a; Salmo 14; Colosenses 1,24-28

LECTIO:
     La escena del Evangelio de este domingo tiene lugar en una casa muy querida por Jesús, en Betania, donde unos hermanos (Lázaro, Marta y María) gozaban de su amistad. Se da un célebre diálogo entre Marta y Jesús: María la mujer contemplativa “que no hace nada”, y Marta la mujer activa “que trabaja por las dos”. Desde esta visión dualista y divididora saldría el elogio de Jesús (“María ha escogido la mejor parte”) en beneficio de la vida contemplativa, pero contra la otra actitud representada por una Marta demasiado atareada y nerviosilla.
     María escuchaba al Maestro y Marta pagaba el precio del lujo contemplativo de su hermana. Pero lo que Jesús “reprocha” a Marta no es su actividad, sino que realice su trabajo sin paz, con agobio y murmuración, Esta escena trata de alertarnos sobre los dos extremos que un discípulo de Jesús debería de evitar: tanto un modo de trabajar que nos haga olvidadizos de lo más importante, como un modo de contemplar que nos haga inhibidores de aquellos quehaceres que solidariamente, hemos de compartir con los demás. (+Fr. Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo)

MEDITATIO:
     En su obrar hacendoso y de trabajo, Marta corre el riesgo de olvidar lo más importante, es decir, la presencia del huésped. Y al huésped no se le sirve, nutre y atiende de cualquier manera. Es necesario, sobre todo, que se le escuche. (Papa Francisco).
     La respuesta que Jesús da a Marta —cuando le dice que una sola es la cosa de la que tiene necesidad— encuentra su pleno significado en referencia a la escucha de la palabra de Jesús mismo, esa palabra que ilumina y sostiene todo lo que somos y hacemos. Si nosotros vamos a rezar… y hablamos, hablamos, hablamos y después nos vamos, no escuchamos a Jesús. No dejamos que Él hable a nuestro corazón. (Papa Francisco)
     La hospitalidad, es una de las obras de misericordia, una virtud que en el mundo de hoy corre el riesgo de ser descuidada… Incluso en la propia casa, entre los propios familiares puede suceder que encuentren fácilmente servicios y curas de varios tipos más que de escucha y acogida. Hoy estamos absorbidos por el frenesí, por tantos problemas —algunos de los cuales no resultan importantes— que carecemos de la capacidad de escuchar. (Papa Francisco)

ORATIO:
     Sé Tú , Señor, el sentido de mi vida, dame fuerza para darte lo que me pides y no permitas que mis oídos torpes no te escuchen, ni mis manos ocupadas te dejen de abrazar en el hermano.
Quiero Señor, poder amarte
y contemplarte como lo hizo María,
que toda mi atención y hospitalidad sea para ti.

CONTEMPLATIO:
“Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria”
     Hoy Jesús en el Evangelio nos llama a la necesidad del descanso y a tomarnos la vida de otra manera. Jesús nos invita a la contemplación
     La contemplación humana del misterio de Dios, que el icono de Rublev refleja, consiste en dejarse introducir en el diálogo de amor que circula entre las Personas divinas. Al hacerse hombre el Hijo, tomando nuestra naturaleza humana, ha incorporado a ese diálogo de amor su corazón humano y nos ha incorporado a todos los humanos, a quienes él quiere revelar este alto misterio. El corazón humano existe para la contemplación de Dios, para entrar en la intimidad de las tres Personas divinas y dejarse envolver por ese diálogo de amor al que nos incorporan. Ahí encontrará el corazón humano el descanso al que aspira a lo largo de su peregrinación por la tierra: “Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti” (S. Agustín, Confesiones 1)
     La contemplación verdadera no es pérdida de tiempo, sino satisfacción de una necesidad radical del corazón humano… nos pone desnudos y descalzos delante de Dios para vernos tal como somos, sin engaños ni apariencias. Y en ese acto de profunda adoración, Dios nos descubre su rostro, su identidad, su intimidad, que contiene en sí todo deleite. “Contempladlo y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará” (Salmo 34,6). Y nos descubre nuestra identidad y nuestra misión. (+ Demetrio Fernández – Obispo de Córdoba)



   Los relatos del Antiguo y del Nuevo Testamento no se limitan únicamente a indicarnos qué grave es la obligación de acoger al extranjero en nuestra casa, sino que nos señalan también que los invitados traen consigo dones preciosos, unos dones que están ansiosos de mostrar a quienes les acogen. Los tres extranjeros recibidos de manera suntuosa por Abrahán en Mambré se le revelan como el Señor y le anuncian que Sara dará a luz un hijo… Sin embargo, algunos de nosotros se han dejado impresionar hasta tal punto por los nuevos descubrimientos que han perdido de vista la enorme riqueza contenida y conservada en conceptos antiguos como el de hospitalidad. Ese concepto podría dar una nueva dimensión a nuestra comprensión de una relación benéfica y a la formación de una comunidad, nuevamente creativa, en un mundo que sufre de alienación y de extrañamiento (H. J. Nouwen)

viernes, 19 de julio de 2019

PARA EL DIALOGO Y LA MEDITACIÓN












JULIO: EL CORAZÓN DE JESÚS Y LA EUCARISTÍA

     Toda oración exige levantar el corazón a Dios, es decir, encuentro de un ser personal con un Ser personal. Nunca la oración es soliloquio, ni voz que se pierde en el vacío. El verdadero fruto de toda oración –vocal, mental o contemplativa- es el ir haciendo nuestra voluntad una con la de Dios.
     Centramos ahora nuestra reflexión en la oración mental, o meditación que Don Luis la propiciaba mediante la “lectura meditable”, como medio espiritual para adentrar a sus adoradores, vigilantes nocturnos, en el camino de perfección, o sea, abrirles la senda de la oración para alcanzar el objetivo más preciado, que no es otro que alcanzar amor.
     Bien conocía que la perfección no se alcanza por pensar mucho, sino por amar mucho, como le enseñó santa Teresa. Con su vivacidad nos da la clave, “porque la sustancia de la oración no está en pensar mucho, sino en amar mucho... y amar es complacer a Dios en todo”.
     En Don Luis es frecuente encontrar en sus textos que pase, casi sin darnos cuenta, de la meditación a la contemplación, o presencia de Dios o recogimiento.
     La meditación es ejercicio necesario previo. Consiste en prepararla tierra y quitar las piedras, para hacernos más abiertos a Dios, a confiaren El, a amarle mejor. Pero la contemplación y la oración de silencio son mejores aún, pues nos llevan inmediatamente a un contacto directo personal con el Señor. Don Luis sabía que el fin de la meditación era “encender el fuego en los corazones”
     El camino común exige propedéuticamente pasar en cada vigilia de adoración por la media hora de meditación que Don Luis concibió como una escuela práctica, como un método o modo práctico de que el seglar aprenda a meditar, escalón de la oración y medio de llegar a ella y ….nuestra mayor aspiración.”
     La meditación es un trabajo intelectual con el que se busca mover la voluntad hacia un mejoramiento espiritual. La lectura meditativa que Don Luis prescribía para la media hora de oración silenciosa en cada vigilia, es una medida pedagógica que pretende ante todo iniciar al adorador en otro modo de oración que amplía la experiencia de la oración vocal más universal. Pero no es un fin en sí misma, sino una etapa en un camino, cuya meta es siempre amar y más amar a Jesucristo. La meditación está ordenada hacia la contemplación. Advierten los maestros de oración que “si estando en meditación, el Espíritu Santo nos da la gracia de recogernos en silencio o de darnos contemplación, no podemos tratar de seguir meditando.” Dice uno de ellos con gracia: “No podemos decirle al Espíritu Santo: “un momentito, pues estoy haciendo mi meditación”.

   El catecismo de la iglesia católica nos enseña:

 2705 La meditación es, sobre todo, una búsqueda. El espíritu trata de comprender el porqué y el cómo de la vida cristiana para adherirse y responder a lo que el Señor pide. Hace falta una atención difícil de encauzar. Habitualmente se hace con la ayuda de algún libro, que a los cristianos no les faltan: las sagradas Escrituras, especialmente el Evangelio, las imágenes sagradas, los textos litúrgicos del día o del tiempo, escritos de los Padres espirituales, obras de espiritualidad, el gran libro de la creación y el de la historia, la página del “hoy” de Dios.” Todo ayuda a la meditación, desde la composición del lugar ignaciana, el suceso que nos ha ocurrido o los libros adecuados de lectura.
     Santa Teresa de Calcuta advierte a sus hijas: “Ciertamente podemos pasar un tiempo en la capilla; pero percibir en vosotros, con los ojos del alma, el amor con que Él os mira, conocer verdaderamente al Jesús vivo, no desde los libros sino por haberle dado hospedaje en vuestro corazón. Entonces habréis entendido sus palabras de amor. Esta es la gracia que debéis pedir. Él tiene el deseo ardiente de ofrecérosla. No abandonéis nunca este contacto íntimo y cotidiano con Jesús como persona real viva y no como una pura idea. Cómo podremos pasar, dice la santa, ya un solo día sin escuchar decir a Jesús “yo te amo”. Es imposible. Nuestra alma necesita esto igual que nuestro cuerpo necesita respirar; de lo contrario la oración muere y la meditación degenera en simple reflexión.”
    Admirablemente el calendario litúrgico nos ofrece a los adoradores dos fiestas entrañables: El Corpus y el Sagrado Corazón. No son dos fiestas distintas sino dos facetas de una misma prodigiosa realidad: El Santísimo Sacramento es el Sagrado Corazón de Jesús que se ha quedado entre nosotros, un deseo infinito de amar y ser amado que desea ser consolado y complacido, tan sensible que siendo Dios se ha hecho vulnerable por la indiferencia, los desprecios, las ingratitudes y sacrilegios pero que todo lo soporta por la esperanza de nuestra reparación, que no es otra que nuestro amor.
     Hay un documento admirable de Don Luis que conviene conocer como padres y como adoradores. Las cartas que escribió a su hija Espiritusanto para prepararla a su primera comunión. Buscad la cuarta en la que le habla con el cariño de un padre y la fe de un santo de la unidad que existe entre Eucaristía y Corazón de Jesús. Os ofrezco un fragmento en la que percibiréis que lo que escribe es fruto de haberlo meditado largamente junto al Sagrario. No hay reflexión fría; hay ternura hacia su hija, hay amor al Señor y hay mirada providente ante los más inesperados acontecimientos.
Meditemos de la mano de Don Luis: CARTA CUARTA
     María del E.: Hija de mi alma;…Hoy me sirves de pretexto para tratar de la devoción al Corazón deífico de Jesús, que late en el Santísimo Sacramento del Altar, y que es el amante de todos los hombres y su amigo, especialmente de los desgraciados.
     Es una profecía realizada que el Señor en los últimos tiempos será adorado en esta forma, que forma una de las más tiernas en que pudo inspirarnos, porque se trata, por decirlo así, de su corazón, que es el trono y asiento de los afectos humanos….
     Cuando nos referimos a una persona que ama, se habla de su corazón como del lugar de su afecto y del punto de donde parte la expresión de él, sobre todo cuando nos referimos al amor de Jesucristo a los hombres.
     El Verbo divino, habiendo tomado un cuerpo humano, tenía y tiene integralmente los mismos órganos que los individuos de este linaje; en el Señor, en cuanto hombre, como en todos, es el corazón el punto cardinal de la vida orgánica y sensitiva, y el paraje a donde confluye la sangre toda para volver a esparcirse por todo el cuerpo, y así como no se vive sin sangre, aquella noble entraña, al paso que es motor de la vida, no ha convenido en significar por ella el afecto, que es el móvil de nuestra vida de relación.
  Por otra parte, es indudable que Jesucristo reside sustancialmente en la Hostia consagrada, y está en el Sacramento con todos los elementos de su vida, y por tanto se infiere que allí reside su corazón.
     Sentados estos hechos, que son de Fe, vendrás a comprender que el Corazón de Jesús se aposenta sacramentalmente en el Sagrario y que, por lo mismo, puede el cristiano establecer relaciones con nuestro Señor Jesús por medio de un culto especial, ya que se halla presente allí realmente bajo las especies consagradas.
     En tu edad inocente todavía es cuando se establecen mejor las afinidades del afecto y se labra la educación cristiana que estás recibiendo; y como ésta no tiene otro fin que discernir cuál es el mejor objeto de tu amor, y el modo de fundamentarlo sobre bases sólidas y duraderas, para toda la vida, de aquí que te recomiende yo esta hermosa devoción. Porque dicho se está que el príncipe de nuestros amores es el que puede adquirirse y estrecharse con Nuestro Señor Jesucristo, puesto caso que el amor que el Señor nos tiene es el mayor, el más puro, el más acendrado, y de su parte el más exento de todo interés, aunque para nosotros sea el más útil y provechoso al objeto de alcanzarnos la vida eterna.
     Tal vez para esto mismo, y sólo para esto, el Señor, que todo lo dispone con suavidad, tocando los fines más distantes con fuerza, te alejó por algún tiempo del torbellino del mundo, colocándote por medios inopinados en un lugar a propósito para que le ames y para amarte más y para probarte Él suavísimamente su afecto. ¡Pobres de nosotros, que no conocemos por qué ni para qué acontecen las cosas, toda vez que está escrito que los juicios de Dios encubren muchos abismos!”

Preguntas para el diálogo y la meditación.

¿Por qué la oración de meditación no tiene como fin hacernos más cultos, más sabios, como cuando leemos algo para informarnos o simplemente para saber de qué trata, sino que es un medio para despertarnos el amor y admiración al conocer el prodigio realizado? ¿Por qué un teólogo cuando medita los misterios y reflexiona no hace oración de meditación, estudia. Pero si al caer en la cuenta del prodigio reflexionado se le enciende el corazón en agradecimientos y alabanzas al Señor, ha pasado del estudio a la oración?

La Iglesia enseña que el Corazón de Jesús es la síntesis del Evangelio. ¿Por qué en la escuela de la Adoración Nocturna contemplarla Eucaristía como un Corazón traspasado, coronado de espinas, despidiendo llamas como un volcán enamorado, es despertarnos a amar a Nuestro Señor asumiendo la divisa amor con amor se paga?

Un ejemplo práctico: Si al pasear en este mes de junio contemplas la granazón de los cereales, el verdor de los árboles, la frescura delas hierbas de prados y caminos y recuerdas el vigor de la naturaleza, las lluvias recientes, la fuerza del sol, aunque sientas la placidez que día y te sientas dichoso ¿Qué tendríamos que añadir para transformar una vivencia hermosa en oración meditativa? ¿En qué se nota que la carta familiar de Don Luis ha sido previamente oración?