TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

domingo, 26 de abril de 2015

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 26 DE ABRIL, 4º DE PASCUA (Comentario de + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo)

« YO CONOZCO A MIS OVEJAS Y ELLAS ME CONOCEN A MÍ…»

Jn. 10. 11-18
            En aquel tiempo, dijo Jesús: «Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.
       Yo soy el Buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen,  igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor.
       Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre».

Otras Lecturas: Hechos 4,8-12; Salmo 117; 1Juan 3,1-2

LECTIO:
                A nadie gusta que nos digan que somos un rebaño. Un rebaño quiere decir gente que no piensa, que sigue al que va delante sin preguntarse nada, que no tiene criterio y se deja manipular.
       Ser un rebaño que sigue a este pastor, Jesús, seguro que no nos sabe mal, al contrario, nos llena de gozo y felicidad.
       ¿Quién es nuestro pastor? ¿Quién es este que va delante y al que nosotros seguimos?
       Hace unas semanas celebrábamos aquel momento culminante en el que nuestro pastor se nos daba a conocer. Era el Viernes Santo y escuchábamos conmovidos, el relato de la pasión y muerte de Jesús.
       Ahora, hoy, en este tiempo gozoso de la Pascua, en la felicidad de celebrar la resurrección del Señor este evangelio nos recuerda quién es Jesús para nosotros. Él es nuestro pastor, queremos seguirle, porque él “da la vida por sus ovejas”.
       Es en su amor fiel hasta la muerte, donde encontramos el gozo y la felicidad, nadie más nos puede guiar por caminos que merezcan la pena, por caminos que hagan vivir, por caminos por los que nos podamos sentir hombres y mujeres plenos, verdaderos. El amor que él vivió, el amor que él nos enseñó es el único que puede dar felicidad a los hombres y mujeres de ayer, de hoy y de siempre.
       Nuestro pastor nos ama a cada uno personalmente, y nosotros podemos también amarlo personalmente: “Yo... conozco a las mías, y las mías me conocen” Es un amor de persona a persona...
El encuentro de Jesús y de María Magdalena la mañana de Pascua es nuestro mismo encuentro, el de cada uno de nosotros. Es una corriente de amor entre Jesús, y cada uno de nosotros, con nuestra vida concreta, con nuestros aciertos y nuestras equivocaciones, con nuestros momentos de generosidad y nuestros egoísmos y perezas, con nuestro convencimiento de fe y nuestros olvidos. Él nos ama personalmente, nos llama siempre por nuestro nombre.
       “Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil”... No se puede ser cristiano sin ser misionero. Cristo es un derecho de todos los hombres. ¡Qué bien entendieron los primeros cristianos la exigencia misionera de la fe! Por eso, los perseguidos en Jerusalén llevan la fe a Samaría. Son como brasas encendidas que, llevadas por el viento del Espíritu, encienden otras hogueras allí donde caen.
       Jesús, Buen Pastor, ofrece a la humanidad la posibilidad de constituir una sola gran familia. La Iglesia tiene la misión de ser en el mundo sacramento de salvación, de reconciliación y de comunión entre todos los hombres.

MEDITATIO:                               
     Seguir a Jesús como buen pastor es asumir las actitudes fundamentales que Él vivió, y esforzarnos por vivirlas hoy desde nuestra propia originalidad, construyendo el reino de Dios que Él comenzó. Mientras la oración sea sustituida por la TV, el silencio interior por el ruido, la escucha o lectura de la Palabra por la última revista, novela o película… será difícil que escuches la voz del Buen Pastor que te orienta y ayuda a vivir en medio de esta sociedad de consumo.
Ante la imagen del Buen Pastor, piensa seriamente en la necesidad de aceptar lo que de buen pastor debes tener; lo que supone en la práctica diaria el hecho de haberte comprometido a seguir a Jesús que no retrocedió, por amor a los hombres, ante ninguna dificultad, ante ningún temor, ante ningún riesgo.
Ser Buen Pastor al estilo de Cristo es amar a las ovejas y para amarlas hay que conocerlas. En tu comunidad cristiana, en tu grupo… ¿os conocéis? ¿Sabes como se llama cada uno, cuales son sus gustos, sus inquietudes, sus problemas, sus deseos, qué dificultades van encontrando en el camino…?                                                                                                                                                 
 ORATIO:
     Señor, Tú que conoces a tus ovejas, Tú que sabes de mis actitudes y de mis límites, actúa en mi vida, Señor.

«Yo soy el buen pastor: conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí»

     Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra.

«Yo soy el buen pastor: yo doy mi vida por las ovejas.»

   Jesús, huésped divino y mendigo de amor a la puerta del corazón humano, haz que nada nos resulte más dulce, nada más deseable, que caminar contigo y morar en ti. Ahora, en las estaciones de la trashumancia, en las inclementes estaciones de los acontecimientos humanos; después, durante los siglos eternos, en los soleados pastos del cielo.

CONTEMPLATIO:
     Contempla a Jesús como Buen Pastor, que te llama, te invita, te anima a seguir sus huellas como discípulo. Y contémplate a ti mismo que, a veces, te desvías del verdadero Camino, de la única Verdad que es Él. Jesús hoy te invita a seguirlo, a ser su discípulo, para que tú seas portavoz de su Palabra para que otros lo conozcan y lo sigan.

«Yo soy el buen pastor: yo doy mi vida por las ovejas.»


     El Buen Pastor da la vida por sus ovejas, y tú ¿qué puedes hacer para tener las actitudes de Jesús Buen Pastor en tu familia, trabajo, compañeros, en tu comunidad…? ¿Qué haces para sentir y actuar como Él?


viernes, 24 de abril de 2015

EUCARISTÍA Y SILENCIO

         Dios fue silencioso durante muchos siglos, y en ese silencio se gestaba la comunicación más entrañable: el diálogo entre Padre, Hijo y Espíritu Santo. El silencio es esa capacidad interior de saber estar reposado, calmado, controlando y encauzando los sentidos internos y externos. Es esa capacidad de callar, de escuchar, de recogerse. Es esa capacidad de cerrar la boca en momentos oportunos, de calmar las olas interiores, de sentirse dueño de sí mismo y no dominado o esclavo de sus alborotos. Uno de los males de la actualidad es el aburrimiento, que se origina de la incapacidad del hombre de estar a solas consigo mismo. El hombre de la era atómica no soporta la soledad y el silencio, y para combatirlos echa mano de un cigarrillo, una radio, la televisión, y para evadirse del silencio se echa ciegamente en brazos de la dispersión, la distracción y la diversión. Necesitamos del silencio para una mayor unificación personal. La mucha distracción produce desintegración y esta acaba por engendrar desasosiego, tristeza, angustia. Jesús nos dijo: "cierra las puertas". Cerrar las puertas y ventanas de madera es fácil. Pero aquí se trata de unas ventanas más sutiles, para conseguir ese silencio.
     Está, primero, el silencio exterior, que es más fácil de conseguir: silencio de la lengua, de puertas, de cosas y de personas. Es fácil. Basta subirse a un cerro, internarse en un bosque, entrar en una capilla solitaria, y con eso se consigue silencio exterior. Pero está, después, el silencio interior: silencio de la mente, recuerdos, fantasías, imaginaciones., memoria, preocupaciones, inquietudes, sentimientos, corazón, afectos. Este silencio interior es más difícil, pero imprescindible para oí r a Dios e intimar con Él.  El mayor milagro se realiza en el silencio de la Eucaristía. Las más íntimas amistades se fraguan en el silencio de la Eucaristía. Las más duras batallas se vencen en el silencio de la Eucaristía, frente al Sagrario.
     La lectura de la Palabra que se tiene en la misa debe hacerse en el silencio del alma, si es que queremos oí r y entender. El momento de la Consagración tiene que ser un momento fuerte de silencio contemplativo y de adoración. Cuando recibimos en la Comunión a Jesús ¡que silencio deberíamos hacer en el alma para unirnos a Él! Nadie debería romper ese silencio.
     Las decisiones más importantes se han tomado al pie del silencio, junto a Cristo Eucaristía. ¡Cuántas lagrimas secretas derramamos en el silencio! Juan Pablo II cuando era Obispo de Cracovia pasaba grandes momentos de silencio en su capillita y allí escribía sus discursos y documentos. ¡Fecundo silencio del Sagrario!
Recuperado por Ricardo Nieto

LA HERMANDAD DEL ROCÍO NOS INVITA A LOS ACTOS PREVIOS A SU ROMERÍA ANUAL


domingo, 19 de abril de 2015

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 19 DE ABRIL, 3º DE PASCUA (Comentario de + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo)

¿POR QUÉ OS ALARMÁIS? VOSOTROS SOIS TESTIGOS

Lc. 24.35-48
          En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros.» Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: « ¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.»
     Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: « ¿Tenéis ahí algo que comer?» Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: «Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.» Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.» 

  Otras Lecturas: Hechos 3,13-15.17-19; Salmo 4; 1Juan 2,1-5

LECTIO:
                Lucas describe el encuentro del Resucitado con sus discípulos. Su tarea no ha terminado en la cruz. Él toma contacto con los suyos para que sean “testigos” capaces de contagiar a todos los pueblos su Buena Noticia: "Vosotros sois mis testigos".
       A lo largo de toda la escena, los discípulos permanecen callados, en silencio, sienten turbación e incredulidad; todo aquello les parece demasiado hermoso para ser verdad.
       Es Jesús quien va a regenerar su fe. Lo más importante es que no se sientan solos. Lo han de sentir lleno de vida en medio de ellos. Las primeras palabras que escuchan del Resucitado son: "Paz a vosotros... ¿Por qué surgen dudas en vuestro interior?".
       Para despertar su fe, Jesús no les pide que miren su rostro, sino sus manos y sus pies. Que vean sus heridas de crucificado. Que tengan siempre ante sus ojos su amor entregado hasta la muerte. No es un fantasma: "Soy yo en persona". El mismo que han conocido y amado por los caminos de Galilea.
       Siempre que pretendemos fundamentar la fe en el Resucitado con nuestras elucubraciones, lo convertimos en un fantasma. Para encontrarnos con Él, hemos de recorrer el relato de los evangelios: descubrir esas manos que bendecían a los enfermos y acariciaban a los niños, esos pies cansados de caminar al encuentro de los más olvidados; descubrir sus heridas y su pasión. Es ese Jesús el que ahora vive resucitado por el Padre.
       A pesar de verlos llenos de miedo y de dudas, Jesús confía en sus discípulos. Él mismo les enviará el Espíritu que los sostendrá en la fe. Por eso les encomienda que prolonguen su presencia en el mundo: "Vosotros sois testigos de esto". No han de enseñar doctrinas sublimes, sino contagiar su experiencia. No han de predicar grandes teorías sobre Cristo sino irradiar su Espíritu. Han de hacerlo creíble con la vida.

   MEDITATIO:            
                     Reconocer al Resucitado en nuestras vidas no siempre es tan fácil e inmediato. Necesitamos un largo proceso en el que vamos captando los signos de su presencia entre nosotros.
Necesitamos la paz de Jesús para ahuyentar miedos y temores, debilidades y perezas.
Necesitamos la alegría del Resucitado para vencer la tristeza y experimentar la alegría de ser y vivir como hijos de Dios.
Necesitamos entender y experimentar la entrega de Jesús: morir por amor, servir, resucitar a la vida de plenitud de hijo de Dios.
Necesitamos fortalecer la vocación de evangelizador, de discípulo, de testigo de la Palabra, de la presencia del Resucitado en la vida.
Necesitamos proclamar con palabras y obras  que “Jesús vive” y que tiene sentido la entrega y pregonar la “Buena Noticia” de su amor.                                                                    

ORATIO:
     El Señor está en medio de nosotros y nos comunica su paz. Eso nos libera de nuestros fantasmas y de nuestros miedos. Oremos confiadamente, sabiendo que su Espíritu nos fortalece para dar testimonio.

Señor, que cuando desfallezca por las adversidades, cuando la situación me supere, sienta que estás muy cerca de mí llenándome de tu paz…

     Te damos gracias, Oh Cristo resucitado, vida y paz nuestra. Hoy en tu visita gloriosa, has atravesado las puertas de nuestro egoísmo y las murallas de nuestros temores

CONTEMPLATIO:
     Contempla a Jesús Resucitado que te comunica los frutos de la resurrección para que los integres en tu vida: ausencia de miedo, aumento de paz y alegría, apertura de la inteligencia para entender la Palabra, creer en Él resucitado, donación del Espíritu, envío a la misión, ser testigo de la Vida recibida…
“Vosotros sois testigo de esto”
     Hoy Jesús te invita a ser presencia viva de su amor, que hagas vida sus enseñanzas con tu manera de ser y actuar, con todo lo que eres y haces. Lleva el mensaje de vida y amor de Jesús allí donde estés, familia, trabajo, amigos…
 “¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Soy yo”

sábado, 18 de abril de 2015

El sacramento de la Reconciliación


     …nos permite acercarnos con confianza al Padre para tener la certeza de su perdón. Él es verdaderamente rico en misericordia y la extiende con abundancia sobre quienes acuden a Él con corazón sincero. Lo ha recordado el papa Francisco, presidiendo una Liturgia Penitencial en la Basílica de San Pedro, unido a muchos cristianos que en todas las partes del mundo, “han acogido la invitación a vivir este momento como signo de la bondad del Señor”. El Papa ha recordado a los fieles que Dios perdona todo, Dios perdona siempre. Nunca se asusta de nuestros pecados.
     Durante su discurso, el Papa ha señalado que Dios no cesa nunca de mostrar la riqueza de su misericordia a lo largo de los siglos. “Ser tocados con ternura de su mano y plasmados por su gracia nos permite, por tanto, acercarnos al sacerdote sin temor por nuestras culpas, pero con la certeza de ser acogidos por él en el nombre de Dios, y comprendidos a pesar de nuestras miserias”. Saliendo del confesionario -ha asegurado- sentiremos su fuerza que dona de nuevo la vida y restituye el entusiasmo de la fe.
     Haciendo referencia al pasaje del Evangelio (Lc 7, 36-50), de la mujer pecadora en la casa del fariseo, el Papa ha hecho referencia a dos palabras concretas: amor y juicio.
     “Está el amor de la mujer pecadora que se humilla delante del Señor, pero antes aún está el amor misericordioso de Jesús por ella, que la empuja a acercarse”. Cada gesto de esta mujer -ha explicado el Santo Padre- habla de amor y expresa su deseo de tener una certeza inquebrantable en su vida: la de haber sido perdonada. Y es Jesús quien da esta certeza a la mujer: “acogiéndola le demuestra el amor de Dios por ella”. De este modo, el Pontífice ha señalado que el amor y el perdón son simultáneos. Para ella, “no habrá ningún juicio sino el que viene de Dios, y este es el juicio de la misericordia”. “El protagonista de este encuentro es ciertamente el amor que va más allá de la justicia”, ha indicado el Papa.
     Por otro lado está el ejemplo de Simón el fariseo, que “no consigue encontrar el camino del amor”. “En sus pensamientos invoca solo la justicia y haciendo eso se equivoca”, ha advertido. Así, Francisco ha explicado que “la llamada de Jesús empuja a cada uno de nosotros a no pararnos nunca en la superficie de las cosas, sobre todo cuando estamos delante de una persona”. Estamos llamados -ha añadido- a mirar más allá, a centrarnos en el corazón para ver de cuánta generosidad es capaz. El Santo Padre ha afirmado que “nadie puede ser excluido de la misericordia de Dios, todos conocen el camino para acceder a ella y la Iglesia es la casa que acoge a todos y no rechaza a nadie”. Sus puertas permanecen abiertas, “para que los que son tocados por la gracia puedan encontrar la certeza del perdón”.
     Asimismo, ha afirmado que cuanto más grande es el pecado, mayor debe ser el amor que la Iglesia expresa hacia aquellos que se convierten.

     El Papa ha explicado al finalizar su discurso que ha pensado a menudo cómo la Iglesia pueda hacer más evidente su misión de ser testimonio de la misericordia. Por eso, ha anunciado un Jubileo extraordinario que tendrá su centro en la misericordia de Dios, “un Año Santo de la Misericordia”. Estoy seguro -ha observado el Santo Padre- que toda la Iglesia podrá encontrar en este Jubileo la alegría para redescubrir y hacer fecunda la misericordia de Dios, con la cual todos estamos llamados a dar consolación a cada hombre y cada mujer de nuestro tiempo…












Abril 2015
«Me he hecho todo para todos» (1 Co 9, 22)
En su primera carta a la comunidad de Corinto, de la que está tomada la Palabra de vida de este mes, Pablo debe defenderse de la escasa consideración que muestran ciertos cristianos respecto a él, los cuales ponían en duda o negaban su identidad de apóstol. Después de haber reivindicado de pleno derecho esta calificación por haber «visto a Jesucristo» (cf. 9, 1), Pablo explica el porqué de su comportamiento humilde y modesto, que lo lleva a renunciar a cualquier compensación por su trabajo. Aun pudiendo hacer valer su autoridad y derechos como apóstol, prefiere hacerse «esclavo de todos». Esta es su estrategia evangélica.
Se hace solidario con cualquier categoría de personas hasta convertirse en uno de ellos, con el fin de llevar allí la novedad del Evangelio. Hasta cinco veces repite «me he hecho» uno con el otro: con los judíos, por amor a ellos, se somete a la ley mosaica a pesar de no considerarse vinculado a ella; con los no judíos, que no siguen la ley de Moisés, también él vive como si no tuviese la ley mosaica, cuando sí que tiene una ley exigente, Jesús mismo; con aquellos a los que se llamaba «débiles» -probablemente cristianos escrupulosos, que se planteaban el problema de comer o no las carnes inmoladas a los ídolos-, también él se hace débil a pesar de ser «fuerte» y de sentir una gran libertad. En una palabra, se hace «todo para todos».
Cada vez repite que actúa para «ganar» algunos a Cristo, para «salvar» a toda costa al menos a alguno. No se hace ilusiones, no tiene expectativas triunfalistas, sabe bien que solo algunos responderán a su amor; y no obstante, ama a todos y se pone al servicio de todos siguiendo el ejemplo del Señor, que vino «a servir y a dar su vida en rescate por muchos» (Mt 20, 28). ¿Quién se ha hecho uno con nosotros más que Jesucristo? Él, que era Dios, «se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres» (Flp 2, 7).
«Me he hecho todo para todos»
Chiara Lubich hizo de esta palabra uno de los puntos clave de su «arte de amar», sintetizado en la expresión hacerse uno. En ello vio una expresión de la diplomacia de la caridad. Dejó escrito: «Cuando uno llora, debemos llorar con él. Y si ríe, gozar con él. Así se reparte la cruz, al ser llevada por muchos hombros, y se multiplica la alegría, compartida por muchos corazones. [...] Hacerse uno con el prójimo por amor a Jesús, con el amor de Jesús, hasta que el prójimo, dulcemente herido por el amor de Dios en nosotros, quiera hacerse uno con nosotros, en un intercambio recíproco de ayudas, ideales, proyectos y afectos. [...] Esta es la diplomacia de la caridad, que tiene muchas expresiones y manifestaciones de la diplomacia ordinaria, por lo cual no dice todo lo que podría decir, pues no le gustaría al hermano y no le agradaría a Dios; sabe esperar, sabe hablar y sabe llegar a la meta. Divina diplomacia del Verbo, que se hace carne para divinizarnos». 1
Con fina pedagogía, Chiara identifica también los obstáculos cotidianos que se interponen en el hacerse uno: «A veces son las distracciones, otras veces el deseo inoportuno de expresar precipitadamente nuestra idea, de dar nuestro consejo a destiempo. En otras ocasiones estamos poco dispuestos a hacernos uno con el prójimo porque no creemos que comprenda nuestro amor, o nos vemos frenados por otros juicios con relación a él. Otras veces el obstáculo que nos lo impide es un interés oculto de conquistarlo para nuestra causa». Por eso «es totalmente necesario cortar o posponer todo cuanto llene nuestra mente y nuestro corazón para hacernos uno con los otros».2 Es, pues, un amor continuo e incansable, perseverante y desinteresado, que se encomienda a su vez al amor de Dios, más grande y potente.
Son indicaciones valiosas que podrán ayudarnos a vivir la Palabra de vida en este mes, a ponernos a escuchar sinceramente al otro, a comprenderlo desde dentro, a identificarnos con lo que vive y lo que siente, compartiendo sus preocupaciones y alegrías:
«Me he hecho todo para todos»
No podemos interpretar esta invitación evangélica como una llamada a renunciar a nuestras convicciones, como si aprobásemos de modo acrítico cualquier modo de actuar del otro o no tuviésemos una propuesta de vida o un pensamiento propios. Si hemos amado hasta el punto de convertirnos en el otro, y si lo que compartimos ha sido un don de amor y ha creado una relación sincera, podemos y debemos expresar nuestra idea, aunque quizá pueda caer mal, pero permaneciendo siempre en actitud del más profundo amor. Hacerse uno no es señal de debilidad, no es buscar una convivencia tranquila y pacífica, sino expresión de una persona libre que se pone al servicio; requiere valentía y determinación.
Es importante también tener presente la finalidad del hacerse uno.
La frase de Pablo que vamos a vivir este mes continúa, como ya hemos aludido, con la expresión: «... para ganar, sea como sea, a algunos». Pablo justifica su «hacerse todo» con el deseo de llevar a la salvación. Es el vía libre para entrar en el otro, para hacer que aflore plenamente el bien y la verdad que ya habitan en él, para quemar posibles errores y depositar la semilla del Evangelio: una tarea que para el Apóstol no conoce límites ni excusas, a la cual no puede faltar porque se la ha encomendado Dios mismo, y que debe cumplir «sea como sea», con esa inventiva de la que solo el amor es capaz.
Esta intención es la que otorga la motivación última a nuestro hacernos uno. También a la política y al comercio les interesa acercarse a las personas, entrar en su pensamiento, entender sus anhelos y necesidades, pero siempre buscan una contrapartida. En cambio, «la diplomacia divina -sigue diciendo Chiara- tiene esto de grande y de propio, tal vez solo suyo: que se mueve por el bien del otro y, por tanto, está desprovista de toda sombra de egoísmo».3
Así pues, hacerse uno para ayudar a todos a crecer en el amor y así contribuir a realizar la fraternidad universal, el sueño de Dios sobre la humanidad, el motivo por el que Jesús dio la vida.
Fabio Ciardi


«Diplomacia», en Meditaciones, Ciudad Nueva, Madrid 1964,2007, pp. 82-83.
La vida, un viaje, Ciudad Nueva, Madrid 1984, 1994, p. 63.

«Diplomacia», en o. cit., pp. 83-84. 

sábado, 11 de abril de 2015

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 12 DE ABRIL, 2º DE PASCUA Y DE LA DIVINA MISERICORDIA (Comentario de + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo)

« ¡SEÑOR MÍO Y DIOS MÍO! »
Jn. 20. 19-31
            Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
       Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
       A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: « ¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».
       Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Otras Lecturas: Hechos 4,32-35; Salmo 117; 1Juan 5,1-6

LECTIO:
                Tras la muerte de Jesús, sus discípulos se sienten con miedo, inseguros e indefensos ante las represalias que pueda tomar contra ellos la institución judía. El mensaje de María Magdalena no los ha liberado del temor.
       No basta tener noticias del sepulcro vacío; sólo la presencia de Jesús puede darles seguridad en medio de un mundo hostil. Pero todo cambia cuando aparece Jesús Resucitado en medio de la comunidad como punto de referencia, fuente de vida y factor de unidad.
       Su saludo les devuelve la paz que habían perdido. Sus manos y su costado son ahora los signos de su amor y de su victoria: el que está vivo delante de ellos es el mismo que murió en la cruz. Si tenían miedo a la muerte que podrían afligirles los judíos, ahora ven que nadie puede quitarles la vida que Él comunica.
       El efecto del encuentro con Jesús es la alegría. Ya ha comenzado la fiesta de la Pascua, la nueva creación, el nuevo ser humano capaz de dar la vida para dar vida.
       Con su presencia Jesús les exhala su Espíritu que les da fuerza para enfrentarse con el mundo y liberar a hombres y mujeres del pecado, de la injusticia, del desamor y de la muerte. La misión de la comunidad será la referencia para recordar, hacer vida, poner en común la experiencia de Cristo Resucitado, que pone fin a todo lo que suprime la vida, que es el efecto que produce el pecado en la sociedad.
       Pero no todos creen. Hay uno, Tomas, que se resiste a creer el testimonio de los discípulos. Exige una prueba individual y extraordinaria. Necesitará  para creer unas palabras de Jesús: «Trae aquí tu dedo, mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino fiel». Tomás, que no llega a tocar a Jesús, pronuncia una sublime confesión de fe: “Señor mío y Dios mío”
       Pero su actitud incrédula le merece un reproche de parte de Jesús, que pronuncia una última bienaventuranza para todos los que ya no podrán ni verlo ni tocarlo y tendrán que descubrirlo en la comunidad y notar en ella su presencia siempre viva.
       En adelante la realidad de Jesús vivo no se percibe buscando experiencias individuales y aisladas, sino que se manifiesta en la vida y conducta de una comunidad que es expresión de amor, de vida, de oración y de alegría. Una comunidad, de pensamientos y sentimientos comunes, de puesta en común de los bienes y de reparto de los mismos como expresión de su fe en Jesús resucitado, una comunidad de amor.
                     
MEDITATIO:            
     Quien cree realmente en el Señor resucitado, no puede vivir dominado por un estado de tristeza permanente, de miedo, de angustia… porque Jesús nos ha traído la paz, el gozo, la confianza.
¿Ha crecido en estos días tu fe, tu paz, tu alegría…? ¿Estás tomando en serio tus vivencias de la pascua?
¿A qué te compromete el hecho de que Jesús haya dicho: “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”? ¿De qué manera repercute esto en tu vida y qué aporta a lo que vives y buscas?
¿Dónde encuentras hoy las llagas de la pasión de Jesús?                                                                                   

ORATIO:
     Señor mío y Dios mío, gracias porque te acercas a mi, como a aquellos tus discípulos cargados de miedo, para ofrecerme tu presencia llena de paz.
Bienaventurados los que crean sin haber visto,

     Gracias porque llegas con una palabra cargada de ternura y de perdón, porque vienes al encuentro de mis temores para hacerme sentir tú presencia.
     Ayúdame a estar despierto en esta vida que me das cada día,  para captar continuamente tu presencia, tu cercanía. Que todo me hable de ti, y te vea a ti en todos los que me rodean.

Bienaventurados los que crean sin haber visto,
     Que tu cercanía, Señor, me cambie para ser signo de tu presencia y amor para los que sienten  dificultad para creer en Ti.

CONTEMPLATIO:
     Contempla a Jesús, que te muestra sus llagas en tantas personas que sufren en su cuerpo, en sus sentimientos, que son perseguidos, pasan necesidad...
     Jesús nos trae la paz, te trae la paz. Es el fruto del encuentro con el Resucitado, que arrebata el miedo, trae la vida, la esperanza, y nos devuelve el sentido de la existencia como personas y como discípulos.

“Paz a vosotros”
     La conducta de Tomas nos representa a cada uno de nosotros cuando queremos razonar nuestra fe y buscar certezas a la medida de nuestras limitaciones humanas. Este discípulo nos enseña qué hemos de hacer para llegar a la fe en Cristo resucitado, los que no hemos visto el rostro de Jesús, ni hemos escuchado sus palabras.

“Bienaventurados los que crean sin haber visto”

     Los discípulos, testigos de la muerte y resurrección, prosiguen la obra de Jesús. Tú y yo estamos llamados a continuar la obra evangelizadora de Jesús, a colaborar en la transformación de las personas y de la sociedad superando las contradicciones y abriéndonos a una vida de comunión con Dios y los hermanos.
LA MISERICORDIA, TEMA DE FRANCISCO

      La misericordia es un tema muy sentido por el papa Francisco quien ya como obispo había escogido como lema propio “Miserando atque eligendo”. Se trata de una cita tomada de las homilías de san Beda el Venerable, el cual, comentando el episodio evangélico de la vocación de San Mateo, escribe: “Vidit ergo lesus publicanum et quia miserando atque eligendo vidit, ait illi Sequere me” (Vio Jesús a un publicano, y como le miró con sentimiento de amor y le eligió, le dijo: Sígueme). Esta homilía es un homenaje a la misericordia divina. Una traducción del lema podría ser: “Con ojos de misericordia”.
     En el primer Ángelus después de su elección, el Santo Padre decía que: “Al escuchar misericordia, esta palabra cambia todo. Es lo mejor que podemos escuchar: cambia el mundo. Un poco de misericordia hace al mundo menos frío y más justo. Necesitamos comprender bien esta misericordia de Dios, este Padre misericordioso que tiene tanta paciencia” (Ángelus del 17 de marzo de 2013).

     También este año, en el Ángelus del 11 de enero, manifestó: “Estamos viviendo el tiempo de la misericordia. Este es el tiempo de la misericordia. Hay tanta necesidad hoy de misericordia, y es importante que los fieles laicos la vivan y la lleven a los diversos ambientes sociales. ¡Adelante!” Y en el mensaje para la Cuaresma del 2015, el Santo Padre escribe: “Cuánto deseo que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia, en particular nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia”.

     En el texto de la edición española de la exhortación apostólica Evangelii gaudium el término misericordia aparece 29 veces.
     El papa Francisco ha confiado al Pontificio Consejo para la promoción de la Nueva Evangelización la organización del Jubileo de la Misericordia.