TIEMPO LITÚRGICO

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sábado, 1 de diciembre de 2012

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 2 DE DICIEMBRE, 1º DE ADVIENTO

Permaneced Vigilantes

Lucas 21: 25-28, 34-36     En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán. Entonces verán al Hijo del Hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación. Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.
   Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del Hombre».

Otras lecturas: Jeremías 33:14-16; Salmo 25; 1 Tesalonicenses 3:12-4:2

 LECTIO:
     Se abre el adviento con la enseñanza palpitante de Jesús sobre lo que serán los días que precedan a su segunda venida. Las palabras están tomadas del ministerio de predicación Jesús a raíz de su entrada pública en Jerusalén. Este ministerio de predicción de Jesús realizaba dos acciones. Desafiaba a las autoridades judías que se negaban a reconocer la acción de Dios en lo que decía Jesús. Además, llegaba a las masas judías que se apiñaban en torno a él dondequiera que fuese.
     Es obvio que Jesús había decidido reservar algunas de sus enseñanzas para su círculo más restringido: los discípulos. Tan sólo a sus oídos iban dirigidos estos versículos. Jesús habla de los días finales en los que cesará este mundo tal y como lo conocemos. Los especialistas emplean el término “escatológico” para referirse al género al que pertenece esta enseñanza. El hundimiento del mundo tal como lo conocemos será aterrador. Y Jesús no subestima la reacción de las gentes: la mayoría será presa del pánico y del terror. Pero, y se trata de un pero muy serio, Jesús les dice a sus discípulos que no tienen nada que temer de estos terribles acontecimientos. Les explica por qué: porque cuando sucedan estas cosas sabrán que ‘muy pronto serán liberados’. En medio de aquella locura las gentes seguirán luchando por sobrevivir. Pero para los discípulos de Jesús será un tiempo de liberación. Tan sólo hay una condición: que se mantengan alerta. Jesús quiere encontrárselos preparados, dispuestos. También nosotros debemos permanecer despiertos, con la atención centrada en Jesús en medio de los quehaceres y tentaciones de la vida diaria....

 MEDITATIO:
  ¿Cómo podemos encontrar el equilibrio entre ‘mantenernos a la espera de la venida del Señor’ y al mismo tiempo disfrutar de todas las cosas buenas que nos ofrece la vida humana?
¿De qué manera puede ayudarnos Jesús frente a las preocupaciones de la vida? ¿Puede servirnos 1 Pedro 5:7?
¿En qué medida te sientes preparado ante la vuelta de Jesús si fuese mañana mismo? ¿Qué podría ayudarte? Jesús nos ofrece orientación en los versículos 34 y 36.

ORATIO:
     El pasaje de hoy nos enseña que la oración es vital para estar preparados ante la vuelta de Jesús. Los versos seleccionados del Salmo nos recuerdan que Dios es bueno y justo. Él nos guiará si estamos dispuestos a escucharle, y es amigo de quienes le obedecen. Relee varias veces estos versos. Deja que Dios te convenza de su amor y de su ternura. Pídele que los versos 4 y 5 se conviertan en tu propia  oración: “Señor, muéstrame tus caminos, guíame por tus senderos; guíame, encamíname en tu verdad, pues tú eres mi Dios y salvador. ¡En ti confío a todas horas!”

 CONTEMPLATIO:
     Reflexiona sobre la expresión ‘muy pronto seréis liberados’, y lo que significa para ti.
     Contempla a Jesús volviendo a la tierra ‘con gran poder y gloria’, y piensa en el gozo que compartirá él con todos los que le aman.     

                                                                 Lectio Divina de Sociedad Bíblica España

1 comentario:

  1. Estamos de estreno. Nuevo calendario para volver a soñar mientras empezamos de nuevo. Ya sabemos que los cristianos nos adelantamos un poco respecto del comienzo del año civil de cada enero. Pero nos sirve también el dicho popular de “año nuevo, vida nueva”, que quiere expresar algo muy humano: que nuestro corazón no se resigna al fatalismo de lo que acontece; que nuestro corazón tiene derecho a decir ¡basta! a tantas cosas que no van; que nuestro corazón es justo cuando a pesar de todos los pesares tiene la osadía de soñar una vez más. En esa fecha mágica parece que nos indultamos mutuamente en una especie de “amnistía” bonachona: nos perdonamos la tristeza, el cansancio, el sopor y aburrimiento; nos perdonamos los desmanes, los rencores, las mentiras. Así, desde la trinchera de todas nuestras pesadillas nos atrevemos a levantar con timidez la blanca bandera de los sueños en un mundo diferente. Lamentablemente, tan deseada “amnistía” suele durar lo que dura la resaca de unas fiestas, para luego zambullirnos en la opacidad de un cotidiano desilusionado y cansino, que tan rutinariamente siempre termina igual: en desencanto.
    La Vida Nueva que año tras año, e instante tras instante podemos celebrar, se llama Jesucristo. Esto quiere decir que ni la mentira, ni el caos, ni la muerte, tienen la última palabra desde que Alguien tuvo la locura o el atrevimiento de proclamar “Yo soy la Verdad, y el Camino, y la Vida”. Y nosotros creemos en esa Vida Nueva que se ha hecho uno de nosotros, que puso su tienda de encuentro en las contiendas de nuestras insidias. O estaba loco para decir semejantes cosas, o sencillamente era Dios... y Hombre verdadero. El Evangelio de este domingo es una invitación a la vigilancia. Una serie de imperativos tratarán de acercarnos al asombro de esta espera: «Levantaos, alzad la cabeza, tened cuidado, estad despiertos, manteneos en pie» (Lc 21,34-36). Vale la pena escuchar ese grito de nuestro corazón que continuamente nos reclama el milagro de una novedad que no caduque, y reconocer que Alguien, como ningún otro y para siempre jamás, tomó en serio ese grito, abrazó el grito del corazón humano, de mi corazón, pudiendo desde entonces volver a estrenar esperanzas y brindar felicidades.
    El Adviento cristiano siempre es recordar a Aquel que vino ya, es acoger su venida incesantemente presente, y por último es prepararnos al día de su vuelta prometida. Esta es la paradoja de nuestra fe: hacer memoria de quien vino, desde la acogida de quien nunca se ha marchado, para prepararnos a recibir a quien volverá. La paradoja consiste en que el sujeto es la misma persona: Jesucristo. Este es el tiempo que nos prepara a la celebración de la Navidad cristiana. Levantémonos, despertemos. Es posible una novedad que no dependa de las uvas ni del champán, ni de unas fechas pactadas, sino de algo que ha sucedido, de alguien que está entre nosotros. Esta es la enhorabuena que nos permite brindar sin engaño mientras el viento del Adviento nos llena de esperanza nuestro andar.

     Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
    Arzobispo de Oviedo

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