TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

jueves, 31 de diciembre de 2015

LECTIO DIVINA PARA EL VIERNES 1º DE ENERO EN LA SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS.

«…SE VOLVIERON DANDO GLORIA Y ALABANZA A DIOS »

Lc. 2,16-21
            En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.
       Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
       Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho.
       Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

Otras Lecturas: Números 6,22-27; Salmo 66; Gálatas 4,4-7

LECTIO:
            Hoy, la Iglesia contempla la maternidad de la Madre de Dios, modelo de su propia maternidad para todos nosotros. Lucas nos presenta el “encuentro” de los pastores “con el Niño”, que estaba acompañado de María, su Madre y de José.
     Lucas habla de un “encuentro” de los pastores con Jesús. En efecto, sin la experiencia de un “encuentro” personal con el Señor no se da la fe. Sólo este “encuentro”, que ha comportado un “ver con los propios ojos”, y en cierta manera un “tocar”, hace capaces a los pastores de llegar a ser testigos de la Buena Nueva, verdaderos evangelizadores que pueden dar “a conocer” lo que les habían dicho acerca de aquel Niño.
     Se nos señala aquí un primer fruto del “encuentro” con Jesús: “Todos los que lo oyeron se maravillaban”. Hemos de pedir la gracia de saber suscitar esta admiración en aquellos a quienes anunciamos el Evangelio.
    Hay todavía un segundo fruto de este encuentro: “Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto”. La adoración del Niño les llena el corazón de entusiasmo por comunicar lo que han visto y oído, y la comunicación de lo que han visto y oído los conduce a la alabanza, a la acción de gracias, a la glorificación del Señor.
     María, que “guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón”, nos da hoy a Jesús.
  
MEDITATIO:                  
     Los pastores después de escuchar al ángel “fueron corriendo…” pusieron en práctica lo que les pedía Dios: caminar hacia Belén, donde encontrarían al Salvador. Esto es lo que necesitamos. Para tener a Jesús hay que decidirse a dejar los “rebaños” del egoísmo, de la comodidad, de la vanidad… Los pastores encontraron “al niño acostado en el pesebre”.

“Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios…”

     Para llegar a Jesús hay que ser humildes. Él mismo nos enseña, desde el pesebre, que su seguimiento exige cruz, dolor, humildad… y obediencia a la voluntad de Dios. Esto es lo que da la paz y la felicidad al corazón. María, la Madre de Dios, nos enseña que para llegar a Jesús hace falta también la oración: “María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”.
    En María y en los pastores se nos ofrecen modelos de actitudes, formas de acoger y expresar en la vida la bendición de Dios de modo que alcancen a todo el mundo.
¿Cuál es tu disposición, desde el inicio del año, para seguir lo pasos de Jesús, que es Camino, Verdad y Vida?   
                                                                                                                                                                 
ORATIO:
     Al inicio de este nuevo año, Señor, te rezamos volviendo la mirada a María, a la que, siendo la Madre de tu Hijo y Madre nuestra puede hacer posible la civilización del amor y de la paz para toda la humanidad… y presentamos al Señor las palabras del Papa Francisco en la festividad de Santa María, Madre de Dios:

       El Espíritu…derrita lo que está cerrado y nos conceda volvernos tiernos delante de la debilidad del Niño Jesús. La paz de hecho, necesita de la fuerza de la mansedumbre, la fuerza no violenta de la verdad y del amor. En las manos de María, Madre del Redentor, ponemos con confianza filial todas nuestras esperanzas.
       A Ella le confiamos el grito de paz de las poblaciones oprimidas por la guerra y la violencia, para que el coraje del diálogo y de la reconciliación prevalga sobre las tentaciones de la venganza, de la prepotencia, y de la corrupción.
       A Ella le pedimos que el evangelio de la fraternidad, anunciado y testimoniado por la Iglesia, pueda hablar a cada conciencia y abatir las murallas que impiden a los enemigos reconocerse como hermanos.

CONTEMPLATIO:
     En medio de una humanidad envuelta en tantas guerras y conflictos, la Iglesia desea comenzar el año elevando hasta Dios una oración por la paz y la misericordia.
     La verdadera oración nos hace más capaces de perdón y misericordia, más sensible a  cualquier injusticia, abuso y mentira…
     ¿No necesitaremos todos detenernos más a hacer paz en nuestro corazón? ¿No estará el mundo necesitado de más oración por la paz? ¿De más misericordia?
     La paz debe ser conquistada, no es un bien que se obtiene sin esfuerzo, sin conversión, sin creatividad y sin dialéctica. “Vence la indiferencia y conquista la paz” si lo hacemos desde la misericordia.

 ¡Cantadlo a la espera del alba, cantadlo suave, en el duro oído del mundo! Cantadlo de rodillas, cantadlo como envueltos en un velo, como cantan las mujeres encinta: el Poderoso se ha hecho dócil, el Infinito pequeño, el Fuerte sereno, el Altísimo humilde (...). ¡Niño que vienes de la eternidad, quiero elevar un canto a tu Madre!…  ¡Alégrate, virgen María! Dichosos los que te proclaman dichosa! ¡Ya ningún corazón humano temerá!... ¡Dichosos aquellos que te proclaman dichosa! (Gertrud Von le Fort).
MARÍA EN EL NACIMIENTO DE JESÚS

     A la invitación del ángel los pastores responden con entusiasmo y prontitud: «Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado» (Lc 2,15).
     Su búsqueda tiene éxito: «Encontraron a María y a José, y al niño» (Lc 2,16). Como nos recuerda el Concilio, «la Madre de Dios muestra con alegría a los pastores (...) a su Hijo primogénito» (LG 57). Es el acontecimiento decisivo para su vida.

         El deseo espontáneo de los pastores de referir «lo que les habían dicho acerca de aquel niño» (Lc 2,17), después de la admirable experiencia del encuentro con la Madre y su Hijo, sugiere a los evangelizadores de todos los tiempos la importancia, más aún, la necesidad de una profunda relación espiritual con María, que permita conocer mejor a Jesús y convertirse en heraldos jubilosos de su Evangelio de salvación.

      Frente a estos acontecimientos extraordinarios, san Lucas nos dice que María «guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2,19). Mientras los pastores pasan del miedo a la admiración y a la alabanza, la Virgen, gracias a su fe, mantiene vivo el recuerdo de los acontecimientos relativos a su Hijo y los profundiza con el método de la meditación en su corazón, o sea, en el núcleo más íntimo de su persona. De ese modo, ella sugiere a otra madre, la Iglesia, que privilegie el don y el compromiso de la contemplación y de la reflexión teológica, para poder acoger el misterio de la salvación, comprenderlo más y anunciarlo con mayor impulso a los hombres de todos los tiempos.
San Juan Pablo II, pp

domingo, 27 de diciembre de 2015

AVISO PARA ADORADORAS/ES DEL TURNO NÚM. 5 DE MARÍA AUXILIADORA Y SAN JOSÉ











     Estimado hermano en Xtº. Eucaristía:

      Dentro ya de la octava de Navidad, éste Consejo Diocesano convoca Vigilia general extraordinaria de fin de año, que tendrá lugar D.m. en el Oratorio de la Santa Cueva (entrada por c/San Francisco nº 11-1º Dchª o c/Rosario) el próximo miércoles 30 de Diciembre a las 20,00 horas.

Danos, María, el favor
con el bendito José,
de besar con todo amor
al que adoramos con fe.

     La alegría profunda del creyente en estas fechas arranca de la FE; que Dios es cercano, entrañable y que se nos ofrece desde la ternura y fragilidad de un niño. 


     Un año más, y especialmente en éste declarado de la Misericordia, volvemos a recordar a la Iglesia necesitada, perseguida y que sufre, destinando nuestra colecta a dicho fin.

      ¡Oh Dios! Que sufriste en Tu Cuerpo el odio de los hombres concede a éstos hermanos perseguidos el don de paciencia y caridad para que sean testimonio de tus promesas y otorgarles el regalo de Tu Paz. 

sábado, 26 de diciembre de 2015

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 27 DE DICIEMBRE, SOLEMNIDAD DE LA SAGRADA FAMILIA

«… ¿POR QUÉ ME BUSCABAIS? »

Lc. 2, 41-52
      Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.
     Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.»
     Él les contestó: « ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?» Pero ellos no comprendieron lo que quería decir.
     Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.

Otras Lecturas: 1Samuel 1,20-22.24-28; Salmo 83; 1Juan 3,1-2.21-24

LECTIO:
     Después de celebrar la Navidad, en este primer domingo la liturgia nos propone alejarnos un poco del pesebre y contemplar más el conjunto, la Sagrada Familia.
     Lucas presenta a la Sagrada Familia como una familia piadosa que peregrina año a año para celebrar las fiestas de Pascua en el lugar más santo de Israel, Jerusalén. A los doce años, (esa era la edad aproximada de pasar de la niñez a la edad adulta) Jesús decide quedarse en Jerusalén sin que sus padres supieran. Se muestra a Jesús dando más importancia al Padre que a “sus padres”, Jesús que va decidiendo su camino y “la casa del Padre” toma una relevancia especial. En el diálogo de Jesús con sus padres, se nota por un lado la preocupación de ellos y por otro, se muestra la búsqueda de Jesús y su incomprensión por la preocupación de sus padres.
     Los padres, ambos dóciles a la voluntad de Dios, como lo ha expresado en los capítulos anteriores, se quedan sin entender (v.50) y siguen con Jesús su camino a Nazaret. Esto nos muestra que en el camino de seguimiento al Señor, no siempre se da una comprensión de todo lo que sucede y lo que el Señor va haciendo. El Señor no llamó y dijo: “vengan y entiéndanme”, sino “vengan y síganme”.
     “Su madre guardaba todo esto en su corazón” (v.51), esta es la actitud de María, la mujer fiel, que aunque no entiende, guarda todo en su corazón con la velada esperanza de poder entrar más en el misterio y seguir respondiendo con docilidad a la propuesta misteriosa que Dios Padre le hace.
     El incidente termina bien: “Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres”.

MEDITATIO:
     El evangelio nos muestra el reflejo de una situación muy cotidiana para nosotros. Los padres se sorprenden de los alcances de sus hijos. María y José veían en Jesús un niño indefenso y que requería todavía de sus cuidados paternales, pero la sorpresa es ver que ya es un adolescente, que sabe tomar sus propias decisiones y tiene claro su razón de ser en el mundo.
 “¿Por qué me buscabais?”

     La invitación que nos trae el evangelio hoy es a vivir con calma nuestra juventud, época de reafirmación y camino a la madurez, en una actitud de misericordia con nuestros padres, ante la sorpresa de ellos al ver nuestros avances; pero, igualmente, en apertura total a la voluntad de Dios Padre que nos invita a seguir a Jesús.
     San Juan Pablo II nos habla de este momento en la vida de la Sagrada Familia de la siguiente manera: “Queridos jóvenes: Miren a Jesús en su vida oculta de Nazaret. A Jesús, que fue joven como ustedes, hizo suya también su edad, y, por lo mismo, la insertó en el gran plan de la redención y de la salvación. Todo lo que el Verbo divino, al encarnarse, asumió de nuestra condición humana, adquiere, en Él y por medio de Él, un valor maravilloso, un significado salvífico con miras a la vida eterna. El Hijo de Dios quiso hacer suyo nuestro camino humano, nuestra historia, nuestro crecimiento humano, físico y espiritual en el seno de su familia como nos dice Lucas"Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia" (Lucas 2, 52); "iba creciendo y su carácter se afianzaba" (Lucas 1, 80). Crecía en su maduración humana, en los afectos familiares, y en la preparación a su misión. ¡Preciosos momentos de la vida del Salvador! Las grandes misiones en servicio del hombre no se improvisan, sino que exigen una larga preparación, en el silencio de una laboriosidad tenaz y perseverante. Así fue para el joven Jesús. Así debe ser también para ustedes, queridos jóvenes, si quieren preparar un futuro luminoso y sereno, constructivo y fecundo para ustedes y para la sociedad de mañana. Su porvenir será el que quieran y hayan preparado en estos años preciosos de su juventud. El futuro les pertenece en la medida en que sepan despojarse de las tentaciones del mal y afirmar la personalidad adhiriéndose a lo que es verdadero, a lo que es justo, a lo que es bien.”

“…bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad.”

 ¿Participo de la vida de mi parroquia en compañía de mi familia? ¿Demuestro agradecimiento a mis padres por sus cuidados y preocupación por mí?
 ¿Pido a Jesús el don de crecer saludablemente al igual que él: en sabiduría, gracia y cuerpo? ¿Estoy disponible a realizar en mi vida la voluntad de Dios?

ORATIO:
     Te rogamos que las familias cristianas no se cierren en sí mismas, en su aislamiento egoísta o en su orgullo herido, sino que todas estén abiertas al interés por los problemas de todos, sean animosas en ofrecer su colaboración para resolverlos en sentido evangélico.

Gracias, Jesús, por mis padres,
pues a través de ellos me llamaste a la vida,
Gracias, porque veo en sus ojos preocupados tu gran amor por mí...

     Señor y Padre de todos los hombres, el apóstol Pablo ha enseñado a los cristianos a vivir la vida familiar «en el Señor »: nosotros te pedimos que la persona de Jesús sea el hilo de oro que una toda nuestra familia cristiana.

CONTEMPLATIO:
     La casa de Nazaret es la escuela donde se ha empezado a conocer la vida de Jesús, esto es, la escuela del evangelio. Aquí se aprende a observar, a escuchar, a meditar a penetrar el significado tan profundo y tan misterioso de esta manifestación del Hijo de Dios, tan simple, humilde y bella.
     Jesús, María, José, la santa familia de Nazaret, son el centro del designio salvífico de Dios, el centro de la Nueva Alianza. Pertenecen a la plenitud de los tiempos. En esta familia de Jesús, donde se refleja admirablemente la vida de comunión, de amor de la Trinidad divina, los hombres reanudan el diálogo primitivo con Dios, retoman la armonía conyugal y familiar y de hermandad.

¡Oh Casa de Nazaret, casa del Hijo del Carpintero! Aquí, sobre todo, deseamos comprender y celebrar la ley, severa cierto, pero redentora de la fatiga humana; aquí deseamos comprender y ennoblecer la dignidad del trabajo de modo que sea entendida por todos (Pablo VI).
FAMILIA, HOGAR DE LA MISERICORDIA
Introducción
     Este año celebramos la fiesta de la Sagrada Familia en el contexto del Año de la Misericordia, que el papa Francisco ha convocado y que hemos iniciado el pasado 8 de diciembre. San Juan Pablo II nos recordaba, en su segunda carta encíclica, Dives in misericordia, publicada en 1980, que Dios siempre es «rico en misericordia» (Ef 2, 4). Todos tenemos necesidad de acogernos a esta Misericordia divina para que en nuestra vida se haga el milagro de creer en la familia, esperar en la familia y amar la familia profundamente. Así, esta Jornada quiere ser eco de esta relación tan es­trecha entre misericordia y familia, con el lema: «Familia, hogar de la misericordia».
     Las tres parábolas1 que utiliza el papa Francisco en la bula Misericordiae vultus para recordarnos a Cristo como Buen Pastor (la de la oveja perdida, la de la moneda extraviada y la del padre y los dos hijos) nos recuerdan la grandeza del amor de Dios y de su corazón a pesar de las divisiones, confrontaciones, que tanto afectan a la sociedad y, de un modo particular, a las familias, muchas veces consecuencia de las decisiones tomadas.

Un mundo sediento de amor y misericordia
Benedicto XVI nos recordaba que el mundo viene atravesado por una gran “crisis de verdad”. De hecho, la modernidad ha abierto el camino para la negación de la trascendencia y la posmodernidad ha consumado el eclipse del sentido de Dios y del hombre en muchísimos hombres y mujeres de nuestra generación, que conlleva una profunda crisis de identidad, en la que se da una «disociación entre sexualidad y reproducción, entre afectividad y sexualidad, entre fe y vida»2.
«En el fondo –ha dicho san Juan Pablo II– hay una profunda crisis de la cultura, que engendra escepticismo en los fundamentos mismos del saber y de la ética, haciendo cada vez más difícil ver con claridad el sentido del hombre, de sus derechos y debe­res»3. Esta crisis deja al hombre actual a la intemperie engañándolo y prometiéndole abundancia, cuando en realidad lo que hace es empobrecerlo. Así, nuestras sociedades del mundo desarrollado viven en su raíz más profunda la enfermedad del relativismo.
     Ante esta enfermedad, la Iglesia, como madre y maestra, nos habla de la riqueza del verdadero amor y de la misericordia como elementos básicos para salir de esta situación de crisis. Benedicto XVI, en “Deus caritas est”, se preguntaba: ¿Se puede amar de verdad a Dios, ¿Podemos de verdad amar al prójimo, a mi esposa, a mis hijos, a mis amigos y próximos, a mis enemigos, con un amor incondicional?4.
     Lo que Cristo nos revela es la unidad del plan de Dios y del corazón del hombre, llamado a salir de la soledad, verdad que subyace desde el principio en la narración del Génesis. «Al principio los hizo Dios a su imagen y semejanza, hombre y mujer los creó» (Gén 1, 27). Este pasaje se complementa con el de Gén 2, 24: «Por eso deja­rá el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán una sola carne». Desde que el mundo existe nuestros amores nos remiten a otro amor más grande, originario y perfecto. Solo nuestra dureza de corazón nos hace perder el horizonte del don de sí que se nos manifiesta como revelación y regalo.
     Esto hace que en el corazón del hombre surja el clamor de una auténtica miseri­cordia, que se ha mostrado de forma real y actual en Cristo, que recorre el camino de la vida junto a nosotros, como en Emaús. La misericordia no llega a nosotros como un mensaje abstracto, sino personificada en Cristo, porque Él mismo es la miseri­cordia para cada uno de nosotros. El corazón de Cristo es un corazón transido por la ternura, es un corazón de carne, que va a marcar en la historia una nueva relación entre lo antiguo y lo nuevo que es Él, el paso de un corazón de piedra a un corazón de carne, de un pueblo cuyo «corazón está lejos de mí», como dirá Isaías (Is 29, 13), a un «corazón nuevo» capaz de amar en un nuevo pacto de fidelidad. Todo se juega en el corazón, «porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón» (Mt 6, 21).
     Este cambio del corazón lleva a ungir las heridas con el aceite de la misericordia. «Si uno murió por todos, todos murieron. Y Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos» (2 Cor, 5, 14-15). El precio de su amistad –«vosotros sois mis amigos»– es lo que nos descon­cierta. No nos pide que escalemos ninguna cumbre inaccesible, sino que nos acer­quemos para aceptar su perdón. Es Otro el que me salva, dando su vida, el que sube al monte de la misericordia, al monte de la cruz, no para dar la misericordia, sino para hacerse pura misericordia. El mal ha sido aplastado por la plenitud de Cristo. De su costado herido brotó sangre y agua, la sangre que redime y el agua que nos purifica. Este «Dios de la consolación» (Rom 15, 4) nos ha enviado a Jesucristo como el primer consolador de los esposos desolados, y a las familias rotas. La promesa de Cristo es verdadera y nos devuelve la esperanza a la familia, que es el verdadero santuario de la vida, donde esta puede ser preservada desde su concepción, acogida y protegida hasta su madurez. Cada familia está llamada a ser pueblo de la vida y para la vida, a trabajar a favor de la vida para renovar la sociedad.

 La familia evangeliza cuando es hogar de la misericordia
     Cuando la familia vive desde ese amor que ha recibido y cuando hace de su hogar un lugar privilegiado para la misericordia se transforma en un don de Dios Amor. Se muestra, de este modo, ante el mundo como un verdadero nido de amor, casa de acogida, misericordia, escuela de madurez humana y lugar propicio para cultivar las virtudes cristianas en los hijos. Solo desde esta misericordia de Dios el hombre puede vivir. Él nunca se cansa de abrir la puerta de su Corazón para repetir que nos ama y quiere compartir con nosotros su vida.
     «El papa, desde el principio de su ministerio petrino, nos ha invitado a transitar por caminos de misericordia, él que precisamente había elegido como lema del ministerio episcopal “Miserando atque eligendo”, inspirado en el pasaje evangélico de la vocación de Mateo (Mt 9, 9-13). En la exhortación programática "Evangelii gaudium" escribió: “La Iglesia tiene que ser el lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evan­gelio” (n. 114). Ahora recuerda el dinamismo evangélico en el campo del matrimonio y la familia, ámbito fundamental de la acción pastoral de la Iglesia. El Evangelio brilla especialmente en las situaciones dolorosas que padecen tantas personas»5.
     La Virgen María nos enseña también esta misericordia de Dios. El entonces car­denal Bergoglio decía en una sus homilías: «En la mirada de la Virgen tenemos un regalo permanente. Es el regalo de la misericordia de Dios, que la miró pequeñita, y la hizo su Madre (…). La mirada de la Virgen nos enseña a mirar a los que natu­ralmente miramos menos, y que más necesitan: a los desamparados, los que están solos, los enfermos, los que no tienen con qué vivir, los chicos de la calle, los que no conocen a Jesús»6.
     Este Año Jubilar de la Misericordia se convierte para toda la Iglesia en un gran eco de la Palabra de Dios que resuena fuerte y decidida como palabra y gesto de perdón, de soporte, de ayuda, de amor. Que nunca nos cansemos de ofrecer mise­ricordia y seamos siempre pacientes en el confortar y perdonar7. Que cada familia, como Iglesia doméstica, se haga voz de cada hombre y mujer y sea un hogar donde sanar las heridas del corazón. Así, la familia se convertirá en un gran gimnasio de entrenamiento para el don y el perdón recíproco, sin el cual ningún amor puede durar mucho8.

1 Cf. Francisco, bula del Jubileo de la Misericordia Misericordiae vultus, n. 9.
2 Cf. Polaino-Lorente, A., Identidad y diferencia: la construcción social de “género”, en Begoña Garcia Zapata (et alii), Mujer y varón. ¿Misterio o autoconstrucción?, CEU/Universidad Francisco de Vitoria/UCAM, Madrid 2008, pp, 114-129.
3 Juan Pablo II, Evangelium vitae, n. 11.
situación de crisis. Benedicto XVI, en Deus caritas est, se preguntaba: ¿Se puede amar de verdad a Dios, ¿Podemos de verdad amar al prójimo, a mi esposa, a mis hijos, a mis amigos y próximos, a mis enemigos, con un amor incondicional?del verdadero amor y de la misericordia como elementos básicos para salir de esta .4
4 Cf. Benedicto XVI, Deus caritas est, n. 16.  
5 Ricardo Blázquez Pérez, Discurso inaugural CVI Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, EDICE, Madrid 2015, p. 12.
6 Pontificio Consejo para la Familia, Papa Francisco y la familia., Enseñanzas de Jorge Mario Bergoglio-Papa Francisco acerca de la familia y de la vida 1999-2015, Libreria Editrice Vaticana, Vaticano 2015, pp. 74-75.
7 Cf. Francisco, bula del Jubileo de la Misericordia Misericordiae vultus, n. 25.

8 Cf. Francisco, «La familia, hogar del perdón y del amor» (Audiencia General, 4.XI.2015).



jueves, 24 de diciembre de 2015

FELICITACIÓN DEL PRESIDENTE DIOCESANO


Llega la Navidad
    
      Se acercan los días santos de la Navidad. Días de gozo y salvación, porque la Madre de Dios nos da a luz al Hijo eterno de Dios hecho hombre en sus entrañas virginales, permaneciendo virgen para siempre. El Hijo es Dios y la madre es virgen, dos aspectos de la misma realidad, que hacen resplandecer el misterio en la noche de la historia humana. La Iglesia nos invita en estos días santos a vivir con María santísima estos acontecimientos.
     El nacimiento de una nueva criatura es siempre motivo de gozo. El Hijo de Dios ha querido entrar en la historia humana, no por el camino solemne de una victoria triunfal. Podría haberlo hecho, puesto que es el Rey del universo. Pero no. Él ha venido por el camino de la humildad, que incluye pobreza, marginación y desprecio, anonimato, ocultamiento, etc. Y por este camino quiere ser encontrado. Hacerse como niño, hacerse pequeño, buscar el último puesto, pasar desapercibido... son las primeras actitudes que nos enseña la Navidad. Para acoger a Jesús, él busca corazones humildes, sencillos y limpios, como el corazón de su madre María y del hace las veces de padre, José.
     El misterio de la Encarnación del Hijo que se hace hombre lleva consigo la solidaridad que brota de este misterio. "El Hijo de Dios por su encarnación se ha unido de alguna manera con cada hombre" (GS 22), nos recuerda el Vaticano II. El misterio de la Encarnación se prolonga en cada hombre, ahí está Jesús. Y sobre todo se prolonga en los pobres y necesitados de nuestro mundo. Con ellos ha querido identificarse Jesús para reclamar de nosotros la compasión y la misericordia.
     El anuncio de este acontecimiento produce alegría. Es la alegría de la Navidad. Pero no se trata del bullicio que se forma para provocar el consumo, no. Se trata de la alegría que brota de dentro, de tener a Dios con nosotros, de estar en paz con El y con los hermanos. Nadie tiene mayor motivo para la alegría verdadera que el creyente, el que acoge a Jesús con todo el cariño de su corazón. Pero al mismo tiempo, el creyente debe estar alerta para que no le roben la alegría verdadera a cambio de un sucedáneo cualquiera.
     Viene Jesús cargado de misericordia en este Año jubilar. Viene para aliviar nuestros cansancios, para estimular nuestro deseo de evangelizar a todos, para repartir el perdón de Dios a raudales a todo el que se acerque arrepentido. Mirándonos a nosotros mismos muchas veces pensamos que en mi vida ya no puede cambiar nada y que en el mundo poco puede cambiar cuando hay tantos intereses en juego.
    Sin embargo, la venida de Jesús, su venida en este Año de la misericordia es un motivo intenso de esperanza y es un estímulo para la conversión. Yo puedo cambiar, tú puedes cambiar, el mundo puede cambiar. Jesús viene a eso, a cambiarlo y renovarlo todo, para acercarnos más a él y a los demás. Se trata de esperarlo, de desearlo, de pedirlo insistentemente. El milagro puede producirse. La navidad es novedad.
     Que al saludarnos y desearnos santa Navidad, feliz Navidad, convirtamos el deseo en oración. El mundo actual vive serios conflictos, que pueden destruirnos a todos. Jesucristo viene como príncipe de la paz, con poder sanador para nuestros corazones rotos por el pecado y el egoísmo. Acudamos hasta su pesebre para adorarlo. Él nos hará humildes y generosos. Él nos llenará el corazón de inmensa alegría, como llenó el corazón de los pastores y de los magos, que le trajeron regalos. Con María santísima vivamos estos días preciosos de la Navidad.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba