TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

sábado, 23 de noviembre de 2013

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 24 DE NOVIEMBRE, EN LA SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO

EL REY DEL UNIVERSO

Lucas 23,35-43     En aquel tiempo, las autoridades hacían muecas a Jesús, diciendo: «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido». Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo: «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo».
     Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Este es el rey de los judíos».

     Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: « ¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». Pero el otro lo increpaba: « ¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha faltado en nada». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». Jesús le respondió: «Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso».

Otras lecturas: 2 Samuel 5,1-3; Salmo 121; Colosenses 1,12-20

LECTIO:
     Nos encontramos hoy al pie de la cruz. Jesús está agonizando al lado de dos malhechores. Las autoridades le insultan y se burlan de él: ¡decía que era el Mesías y no es capaz de salvarse! También los soldados romanos desprecian al que se hacía llamar ‘rey de los judíos’.
     En contraposición a esta escena, Lucas nos proporciona un diálogo fascinante entre Jesús y uno de los bandidos. Es el único evangelista que recoge esta conversación que transforma una vida. Uno de los dos malhechores se suma a las burlas de quienes se mofan de las pretensiones mesiánicas de Jesús. El otro se lo reprocha. Y reconoce dos cosas fundamentales. Primero: algo que los dirigentes judíos han sido incapaces de ver, y es que Jesús ‘no ha hecho nada malo’ (versículo 41), que es inocente y no se merece aquel castigo. En segundo lugar, algo que los discípulos esperaban desesperadamente: que aquello no era el final de todo, que Jesús volvería y que, cuando lo hiciera, sería en condición de Rey (versículo 42).
     El malhechor temeroso de Dios reconoció que merecía ser castigado por sus acciones. Manifestó su fe en Jesús. Y se abandonó en las manos de Dios misericordioso, sabiendo que él era su única esperanza. Jesús respondió, como siempre lo hace, a la fe verdadera y a los gritos de auxilio, con el don de la salvación.

MEDITATIO:
    Detente a los pies de la cruz. Reconoce tus pecados. Alégrate de que la gracia de Dios esté a nuestro alcance para redimir a pecadores como nosotros.
     ¿Cómo reconoces a Jesús como tu Salvador? ¿Cuándo recibiste un momento deslumbrante de gracia para descubrir la verdad como el bandido del evangelio? ¿O ha sido el tuyo un proceso gradual de entendimiento que te ha conducido a la fe al cabo de los años?
     Vuelve la mirada al futuro, cuando regrese Jesús con poder y gloria como Rey de Reyes y Señor de Señores. Medita en torno a esta esperanza de gloria

ORATIO:
     Dedica cierto tiempo a darle gracias a Jesús porque aceptó el castigo por nuestros pecados en la cruz. También nosotros podemos recibir el perdón y heredar la vida eterna, todo ello por el don generoso y gratuito de Dios: nada podemos hacer para merecerlo o ganárnoslo.

CONTEMPLATIO:
     Considera a tu maravilloso Salvador tal como se manifiesta en Colosenses 1,15-20. Lee varias veces estos versículos y deja que conforten tu alma. Cristo es la imagen del Dios invisible, el primogénito de todo lo creado. Dios ha creado en él todas las cosas: todo lo que existe en el cielo y en la tierra, lo visible y lo invisible, sean tronos, dominaciones, principados o potestades, todo lo ha creado Dios por Cristo y para Cristo. Cristo existía antes que hubiera cosa alguna, y todo tiene en él su consistencia. Él es también la cabeza del cuerpo que es la Iglesia; en él comienza todo; él es el primogénito de los que han de resucitar, teniendo así la primacía de todas las cosas. Dios, en efecto, tuvo a bien hacer habitar en Cristo la plenitud y por medio de él reconciliar consigo todos los seres: los que están en la tierra y los que están en el cielo, realizando así la paz mediante la muerte de Cristo en la cruz.
JESUCRISTO, REY CRUCIFICADO
Benedicto XVI, pp emérito



     El último domingo del año litúrgico celebramos la solemnidad de Jesucristo, Rey del universo, una fiesta de institución relativamente reciente, pero que tiene profundas raíces bíblicas y teológicas. El título de «rey», referido a Jesús, es muy importante en los Evangelios y permite dar una lectura completa de su figura y de su misión de salvación. Se puede observar una progresión al respecto: se parte de la expresión «rey de Israel» y se llega a la de rey universal, Señor del cosmos y de la historia; por lo tanto, mucho más allá de las expectativas del pueblo judío.
     En el centro de este itinerario de revelación de la realeza de Jesucristo está, una vez más, el misterio de su muerte y resurrección. Cuando crucificaron a Jesús, los sacerdotes, los escribas y los ancianos se burlaban de él diciendo: «Es el rey de Israel: que baje ahora de la cruz y creeremos en él» (Mt 27,42). En realidad, precisamente porque era el Hijo de Dios, Jesús se entregó libremente a su pasión, y la cruz es el signo paradójico de su realeza, que consiste en la voluntad de amor de Dios Padre por encima de la desobediencia del pecado. Precisamente ofreciéndose a sí mismo en el sacrificio de expiación Jesús se convierte en el Rey del universo, como declarará él mismo al aparecerse a los Apóstoles después de la resurrección: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra» (Mt 28,18). Pero, ¿en qué consiste el «poder» de Jesucristo Rey? No es el poder de los reyes y de los grandes de este mundo; es el poder divino de dar la vida eterna, de librar del mal, de vencer el dominio de la muerte. Es el poder del Amor, que sabe sacar el bien del mal, ablandar un corazón endurecido, llevar la paz al conflicto más violento, encender la esperanza en la oscuridad más densa. Este Reino de la gracia nunca se impone y siempre respeta nuestra libertad. Cristo vino «para dar testimonio de la verdad» (Jn 18,37) -como declaró ante Pilato-: quien acoge su testimonio se pone bajo su «bandera», según la imagen que gustaba a san Ignacio de Loyola. Por lo tanto, es necesario -esto sí- que cada conciencia elija: ¿a quién quiero seguir? ¿A Dios o al maligno? ¿La verdad o la mentira? Elegir a Cristo no garantiza el éxito según los criterios del mundo, pero asegura la paz y la alegría que sólo él puede dar. Lo demuestra, en todas las épocas, la experiencia de muchos hombres y mujeres que, en nombre de Cristo, en nombre de la verdad y de la justicia, han sabido oponerse a los halagos de los poderes terrenos con sus diversas máscaras, hasta sellar su fidelidad con el martirio.
     Queridos hermanos y hermanas, cuando el ángel Gabriel llevó el anuncio a María, le predijo que su Hijo heredaría el trono de David y reinaría para siempre (cf. Lc 1,32-33). Y la Virgen santísima creyó antes de darlo al mundo. Sin duda se preguntó qué nuevo tipo de realeza sería el de Jesús, y lo comprendió escuchando sus palabras y sobre todo participando íntimamente en el misterio de su muerte en la cruz y de su resurrección. Pidamos a María que nos ayude también a nosotros a seguir a Jesús, nuestro Rey, como hizo ella, y a dar testimonio de él con toda nuestra existencia.

      El reino de Cristo no se construye con el poder de este mundo, sino que viene cuando aceptamos la presencia de Dios en nuestro corazón y vivimos en su luz. Esforcémonos por seguir fielmente los pasos de Cristo, Rey servidor, y demos testimonio constante de su amor misericordioso y de su verdad salvadora.

ADORACIÓN NOCTURNA ESPAÑOLA
IGLESIA DE SAN JOSÉ

Cádiz  Extramuros
AVISO PARA ADORADORAS/ES DEL TURNO NÚM. 5 DE MARÍA AUXILIADORA Y SAN JOSÉ

     Dentro de los actos programados en nuestra Parroquia con ocasión de la clausura del Año de la Fe y la visita pastoral de nuestro Obispo, el Consejo de Turno convoca a participar de manera especial en los siguientes:

     Lunes  25 de noviembre a las 19,00h., y en los salones parroquiales, nos reuniremos todo el Turno con nuestro Obispo D. Rafael, donde expondremos nuestras actividades e inquietudes.

   Domingo 1 de diciembre a las 12,00h. Eucaristía Estacional que dará término a la visita pastoral.

sábado, 16 de noviembre de 2013

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 17 DE NOVIEMBRE, 33º DEL TIEMPO ORDINARIO

Permaneced firmes

Lucas 21,5-19     
      En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo: «Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido». Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?».

     Él contestó: «Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: "Yo soy", o bien: "El momento está cerca"; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá enseguida». Luego les dijo: «Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo. Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Así tendréis ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa mía. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

Otras lecturas: Malaquías 3,19-20; Salmo 97; 2 Tesalonicenses 3,7-12

LECTIO:
      Esta es la versión que nos presenta Lucas de la doctrina de Jesús sobre el fin del mundo. Encontramos pasajes apocalípticos semejantes a este en Mateo y Marcos. Pero cada autor pone el énfasis en aspectos distintos de la enseñanza de Jesús, en función de las necesidades de cada comunidad particular.
      Lucas escribe a cristianos que viven lejos de Palestina. Era una época de guerra contra Roma. Es probable que Lucas escribiera su evangelio después de que los romanos destruyeran Jerusalén y el Templo en el año 70. Por lo tanto, esta parte de las palabras proféticas de Jesús ya se habrían cumplido cuando los primeros cristianos leyeran el relato de Lucas.
      Además de profetizar la destrucción de Jerusalén y la persecución de la primitiva iglesia cristiana, Jesús también establece una relación con el fin del mundo (versículos 10-11, 25-36). Por eso, en la actualidad sus advertencias siguen siendo igualmente válidas para nosotros: no nos sorprendamos cuando llegue la persecución a causa de nuestra fe. Jesús ya nos lo ha advertido de antemano. Las persecuciones son de esperar.
      Y si la persecución llama a nuestra puerta, es preciso que permanezcamos firmes. Debemos aguantar, conservar la paciencia y mantenernos en nuestro puesto. Dios sigue con nosotros aunque nuestra familia o nuestros amigos nos rechacen o nos traicionen.
      Lucas sabía lo suyo de persecuciones: en el momento de escribir su evangelio, ya habían matado a Pedro, a Pablo y a otros muchos cristianos. Las palabras de Jesús nos recuerdan que la persecución se lleva a cabo de mil maneras y adopta mil formas. Es un hecho real en muchas partes de nuestro mundo actual. A algunos cristianos los echan de sus casas, otros pierden su puesto de trabajo y algunos pierden también la vida. El mensaje sigue siendo el mismo: permaneced firmes. Dios os ama y no os abandonará.

MEDITATIO:
■     ¿Qué tipo de persecución has experimentado a causa de tu fe? Tal vez te has visto insultado, ridiculizado o cubierto de vergüenza. ¿Cómo reaccionas en tales situaciones? ¿De qué manera das testimonio a favor de Cristo?

ORATIO:
     Ora para que Dios te dé el valor y la fortaleza necesarias para mantenerte firme frente a cualquier persecución con que puedas encontrarte y ser capaz de dar testimonio de tu fe en Dios.
      Pide por los cristianos que viven en países donde la persecución es especialmente dura. Ora por los que están en la cárcel a causa de su fe o que se han visto rechazados por sus propias familias.

CONTEMPLATIO:
     “Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.” Lee el resto del Salmo 97 y pásate algún tiempo reflexionando sobre el inmenso poder y la justicia de Dios.
PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN

Pensamiento bíblico:
     Decía san Pedro: «Estad alegres en la medida que compartís los sufrimientos de Cristo, de modo que, cuando se revele su gloria, gocéis de alegría desbordante. Si os ultrajan por el nombre de Cristo, bienaventurados vosotros, porque el Espíritu de la gloria, que es el Espíritu de Dios, reposa sobre vosotros. Así pues, que ninguno de vosotros tenga que sufrir por ser asesino, ladrón, malhechor o entrometido, pero si es por ser cristiano, que no se avergüence, sino que dé gloria a Dios por llevar este nombre» (1 Pe 4,13-16).


Orar con la Iglesia:
     Elevemos confiados nuestras súplicas al Padre, por las necesidades de la Iglesia y de todos los hombres.
-Por la santa Iglesia: para que viva en la unidad, la libertad y la paz, necesarias para llevar a cabo su misión en todo el mundo.
-Por el santo pueblo de Dios: para que el dueño de la mies multiplique los ministros de Cristo, servidores del Evangelio.
-Por las necesidades de la evangelización misionera: para que no falten jóvenes y adultos decididos a entregar sus vidas a tan noble tarea.
-Por las comunidades cristianas: para que vivan en su interior y difundan a su alrededor la herencia que nos dejó el Señor.
Oración:     Escucha, Señor, las súplicas de tu Iglesia, para que se realice cuanto antes el deseo de Jesús: que haya un solo rebaño y un solo Pastor. Por el mismo Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.


La transmisión de la fe en la familia (I)

*      La transmisión de la fe forma parte del proceso global de la evangelización pero sin confundirse con él. Puede estar presente en cualquier momento de este proceso, pero se distingue de otras actividades específicas como la catequesis, la liturgia o la oración. Dicha transmisión tiene en cuenta los agentes, los destinatarios, los fines propios, los contenidos fundamentales, los modos y medios posibles, así como los ámbitos competentes en la educación cristiana. En una primera aproximación, pretendemos ofrecer los rasgos básicos que identifican y distinguen el despertar religioso en la familia, la acción catequética en la parroquia y la enseñanza religiosa en la escuela; en consecuencia, aquellos elementos que contribuyen y facilitan un trabajo común de coordinación.

El despertar religioso en la familia

     La fe necesita un clima y, para la gran mayoría, la familia es el ámbito en el que las complejas relaciones, que establecemos en la vida cotidiana, afectan a lo más profundo de nuestra persona, porque tocan directamente lo más íntimo de nosotros mismos. Los valores más profundos y los bienes más valiosos los compartimos en el marco de la vida familiar. Es ahí donde estamos llamados a compartir el tesoro de la fe. Muchos podemos afirmar que en nuestra familia aprendimos a rezar y a fiarnos de Dios. Hoy es necesario, antes que nada, cuidar en las familias el despertar religioso de los hijos y acompañar adecuadamente los pasos sucesivos del crecimiento de la fe.

La familia, primera escuela e iglesia doméstica

    En efecto, la familia es la primera escuela y la «iglesia doméstica». Los padres son los principales y primeros educadores. Ellos son el espejo en el que se miran los niños y adolescentes. Ellos son los testigos de la verdad, el bien y el amor; de ahí su gran responsabilidad en el crecimiento armónico de sus hijos. La iniciación en la fe cristiana es recibida por los hijos como la transmisión de un tesoro que sus padres les entregan, y de un misterio que progresivamente van reconociendo como suyo y muy valioso. Los padres son maestros porque son testimonio vivo de un amor que busca siempre lo mejor para sus hijos, fiel reflejo del amor que Dios siente por ellos. La familia cristiana se constituye así en ámbito privilegiado donde el niño se abre al misterio de la transcendencia, se inicia en el conocimiento de Dios, comienza a acoger su Palabra y a reconocer las formas de vida de los que creen en Jesús y forman la Iglesia.
     Los acontecimientos más importantes de la vida familiar, especialmente las fiestas cristianas, cobran un valor trascendente para el sentido religioso de la vida. De ahí que a las familias les esté encomendada esta gran misión en el despertar religioso de los hijos: «Uno de los campos en los que la familia es insustituible es ciertamente el de la educación religiosa, gracias a la cual la familia crece como “Iglesia doméstica”»[22]. La experiencia de amor gratuito de los padres, que ofrecen de manera incondicional a sus hijos la propia vida, prepara ya para que el don de la fe, recibido en el bautismo, se desarrolle de manera adecuada. Se «dispone así a la persona para que pueda conocer y acoger el amor de Dios Padre manifestado en Jesucristo, y a construir la vida familiar en torno al Señor, presente en el hogar por la fuerza del sacramento»[23].

     La propia vivencia de fe en la familia, como testimonio cristiano, será el medio educativo más eficaz para suscitar y acompañar en el crecimiento de esa fe a los hijos, pues en la familia cristiana se dan las condiciones adecuadas para que se pueda vivir la fe en el día a día. Es la misma fe celebrada en los sacramentos, que son acontecimientos significativos en la historia de la familia, de modo especial la Eucaristía dominical, y en la oración, expresión de fe y ayuda a la integración de fe y vida[24].


sábado, 9 de noviembre de 2013

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 10 DE NOVIEMBRE, 32º DEL TIEMPO ORDINARIO

La esperanza de la resurrección

Lucas 20: 27-38
     En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella».

     Jesús les contestó: «En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor «Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob». No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos».

Otras lecturas: 2Macabeos 7:1-2, 9-14;  Salmo 16, 2Tesalonicenses 2:16–3:5

LECTIO:
     Comencemos por los saduceos. Eran un grupo religioso muy influyente en tiempos de Jesús. Era tal su poder, que dominaban prácticamente el Templo y Jerusalén. Basaban toda su fe y su vida religiosa en los cinco libros de Moisés, el Pentateuco, en el que se contiene toda la Ley. No creían en la resurrección del cuerpo, doctrina que sostenían tanto Jesús como los fariseos (Hechos 23:6-9). Por eso, para intentar probar su opinión le plantean a Jesús aquella cuestión absurda, basada en la “ley del levirato” (Deuteronomio 25:5-10). Si moría un marido sin dejar herederos, se le exigía al hermano que se casara con la viuda para conservar el patrimonio familiar.
     Jesús responde que la vida de los resucitados no será la misma que la vida que vivimos en la actualidad. Los ‘que merezcan llegar a aquel otro mundo’ serán semejantes a los ángeles y vivirán para siempre (versículos 34-36). Por lo tanto, no habrá necesidad de casarse ni de engendrar hijos para perpetuar la estirpe. No se nos ofrecen más detalles respecto a la condición del cuerpo resucitado. Lo que sí sabemos es que los discípulos reconocieron a Jesús después de su resurrección, aun cuando otros, como los dos que iban camino de Emaús, no le reconocieran inmediatamente (Lucas 24:13-35).
     Jesús concluye su argumentación citando el Éxodo, un libro cuya autoridad aceptaban los saduceos. Menciona a Moisés como prueba de que los muertos resucitan a la vida. Cuando Dios le habla a Moisés desde la zarza ardiente, se manifiesta como el Dios de Abraham, Isaac y Jacob (Éxodo 3:6).De este modo, se nos presenta a los patriarcas como personas vivas. Los cristianos del siglo primero debían de entender que los patriarcas no habían resucitado literalmente de entre los muertos, pero ‘vivían’ con Dios a la espera de su resurrección definitiva. Dios es un Dios de vivos, no de muertos.

MEDITATIO:
La resurrección es piedra angular de la fe cristiana. Si Jesús no resucitó de entre los muertos, entonces no tendríamos ningún fundamento para esperar que haya una vida después de la muerte. ¿Confías en esta esperanza? Lee el razonamiento de Pablo en torno a la resurrección en 1 Corintios 15.

ORATIO:
     Reza con estos versículos de 2 Tesalonicenses, y presenta tus temores ante Dios: “Que el mismo Señor Jesucristo, y Dios nuestro Padre, que en su bondad  nos ha amado y nos ha dado consuelo eterno y una buena esperanza, anime vuestro corazón y os mantenga firmes, para que todo lo que digáis y hagáis sea bueno. Que el Señor os ayude a amar como Dios ama y a tener en el sufrimiento la fortaleza de Cristo.” (2 Tesalonicenses 2:16-17, 3:5)

CONTEMPLATIO:
     Considera esta exhortación de Filipenses 3:20-21: “Nosotros somos ciudadanos del cielo y estamos esperando que del cielo venga el Salvador, el Señor Jesucristo, que cambiará nuestro cuerpo miserable en un cuerpo glorioso como el suyo. Y lo hará por medio del poder que tiene para dominar todas las cosas”.
EXHORTACIÓN APOSTÓLICA “VERBUM DÓMINI”
Exhortación postsinodal sobre la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia-fragmento.

62.   Entre las formas de oración que exaltan la Sagrada Escritura se encuentra sin duda la Liturgia de las Horas. Los Padres sinodales han afirmado que constituye una «forma privilegiada de escucha de la Palabra de Dios, porque pone en contacto a los fieles con la Sagrada Escritura y con la Tradición viva de la Iglesia». Se ha de recordar ante todo la profunda dignidad teológica y eclesial de esta oración. En efecto, «en la Liturgia de las Horas, la Iglesia, desempeñando la función sacerdotal de Cristo, su cabeza, ofrece a Dios sin interrupción (cf. 1 Ts 5,17) el sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de unos labios que profesan su nombre (cf. Hb 13,15). Esta oración es "la voz de la misma Esposa que habla al Esposo; más aún: es la oración de Cristo, con su cuerpo, al Padre"». A este propósito, el Concilio Vaticano II afirma: «Por eso, todos los que ejercen esta función, no sólo cumplen el oficio de la Iglesia, sino que también participan del sumo honor de la Esposa de Cristo, porque, al alabar a Dios, están ante su trono en nombre de la Madre Iglesia». En la Liturgia de las Horas, como oración pública de la Iglesia, se manifiesta el ideal cristiano de santificar todo el día, al compás de la escucha de la Palabra de Dios y de la recitación de los salmos, de manera que toda actividad tenga su punto de referencia en la alabanza ofrecida a Dios. Quienes por su estado de vida tienen el deber de recitar la Liturgia de las Horas, vivan con fidelidad este compromiso en favor de toda la Iglesia…
     Además, aliento a las comunidades de vida consagrada a que sean ejemplares en la celebración de la Liturgia de las Horas, de manera que puedan ser un punto de referencia e inspiración para la vida espiritual y pastoral de toda la Iglesia.
     El Sínodo ha manifestado el deseo de que se difunda más en el Pueblo de Dios este tipo de oración, especialmente la recitación de Laudes y Vísperas. Esto hará aumentar en los fieles la familiaridad con la Palabra de Dios. Se ha de destacar también el valor de la Liturgia de las Horas prevista en las primeras Vísperas del domingo y de las solemnidades, especialmente para las Iglesias Orientales católicas. Para ello, recomiendo que, donde sea posible, las parroquias y las comunidades de vida religiosa fomenten esta oración con la participación de los fieles…

…DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI  

viernes, 1 de noviembre de 2013

ADORACIÓN NOCTURNA ESPAÑOLA
IGLESIA DE SAN JOSÉ

Cádiz  Extramuros


AVISO PARA ADORADORAS/ES DEL TURNO NÚM. 5 DE MARÍA AUXILIADORA Y SAN JOSÉ

       REUNIÓN PREPARATORIA,  LUNES 4 DE NOVIEMBRE, A LAS 19,00 HORAS EN EL SALÓN PARROQUIAL.

   VIGILIA DE ADORACIÓN MARTES DÍA 5 DE NOVIEMBRE, EN EL TEMPLO PARROQUIAL, Y A LAS 20,00 HORAS  JUNTO CON LA SANTA MISA.
(Previamente rezo del SANTO ROSARIO dirigido por una adoradora del Turno)


     ¡Oh Dios de los espíritus y de toda carne!, que venciste la muerte, anulaste al diablo y diste vida a tu mundo: Tú mismo, ¡Oh, Señor! haz que descansen en paz las almas de tus difuntos (N) en la morada luminosa, en la morada de abundancia, en la morada de descanso, donde son repelidos el dolor, la tristeza y el lamento. Perdónales todo pecado por ellos cometidos, en palabra, obra o pensamiento, pues eres Dios bueno y amas a la humanidad.                               (de la Liturgia Bizantina)

… Quiso el Señor que se nos ocultase el tiempo de nuestra muerte, para que la misma incertidumbre de aquel momento nos obligase siempre a estar bien dispuestos.
                                                                          (S. Gregorio Magno)

Misa y Vigilia aplicadas por todos los difuntos del Turno y familiares.

EN LA CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS

ESBUENO QUE RECÉIS POR LOS DIFUNTOS


Queridos hermanos y hermanas:

Visitad los cementerios

     Como es costumbre en nuestra tradición cristiana, vais a visitar los cementerios. Junto a esa invocación a Todos los Santos para que intercedan por nosotros, tenéis un recuerdo especial por aquellos que conocisteis y con los que vivisteis momentos especialmente importantes en vuestra vida. También queréis para ellos esa plenitud de vida de estar junto a Dios. Es bueno que no entréis en la cultura del “olvido”, que es la de hombres y mujeres sin patria y sin suelo, sino en la de las raíces que nacen del “recuerdo” de aquellos que os precedieron y que pusieron suelo y fundamento a sus vidas en Jesucristo.

Convencidos de que en la vida y en la muerte somos de dios

     Cuando vais a los cementerios, estoy seguro que no lo hacéis por una costumbre más de las muchas que tenemos en nuestra vida. En nuestro pueblo, lo que es patrimonio de todo ser humano, como es vivir desde la convicción de que “somos de Dios en todas las circunstancias y acontecimientos de nuestra existencia”, está muy presente. Es muy difícil encontrar a alguien que, desde planteamientos quizá diferentes, no tenga en lo más profundo de su corazón estas convicciones existenciales. De tal manera, que pocas personas faltan a esa cita anual ante la tumba de sus seres queridos. Y ello, no es resultado de costumbres ancestrales, sino de convencimientos profundos nacidos de ese manantial que está en lo más hondo del corazón del hombre que nos dice que “somos de Dios y para Dios”. ¡Qué toque especial habrá dado Dios a esta tierra, para sentir tan profundamente esta realidad! Es algo que nace de una profundidad muy distinta a lo que algunos quieren explicar, pues nace de Dios mismo. Nace de creer en eso que nos dice el Prefacio de la Misa de Difuntos: “la vida de los que en ti creemos, Señor, no termina, se transforma; y, al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo”.

Haced la visita al cementerio con una preparación

     Os propongo que para que esta visita a los cementerios sea más significativa para vosotros y para los vuestros, vayáis preparados. ¿Qué preparación os propongo? Id al cementerio así:

1º) Recordando la perspectiva que el Beato Juan Pablo II en la carta apostólica
Tertio millennio adveniente nos pedía: “Toda la vida cristiana es como una gran peregrinación hacia la casa del Padre, del cual se descubre cada día su amor incondicional por toda criatura humana, y en particular por el hijo pródigo (cf. Lc 15, 11-32). Esta peregrinación afecta a lo íntimo de la persona, prolongándose después a la comunidad creyente para alcanzar a la humanidad entera” (n. 49). A los que visitamos en nuestros cementerios ya hicieron esa peregrinación. Nosotros la estamos realizando en estos momentos.
2º) Celebrando el sacramento de la penitencia. Es decir, con una vida que asume una versión nueva a través de la celebración del sacramento de la penitencia. Si es que no podéis hacerlo en estos días, hacedlo en esta semana próxima. El homenaje a nuestros seres queridos pasa por hacerlo vestidos con las galas mejores y ellas son la gracia de Dios y la acogida del amor incondicional de Dios para nosotros. ¡Qué belleza tiene una oración delante de los nuestros, ofrecida y realizada habiendo puesto la gracia del Señor en nuestra vida, es decir, ofrecida desde una comunión plena con Jesucristo! Y allí rezando por los vuestros decidle al Señor: “por ellos Señor y para ellos quiero alcanzar la belleza de la vida que Tú has puesto en mí”.
3º) Tomando conciencia de que estamos juntos, los seres por quienes rezamos y nosotros, miembros de la Iglesia. De ese Pueblo fundado por Jesucristo. Y esto no es cualquier cosa. El Señor nos hizo miembros de la Iglesia, para que seamos sus testigos en este mundo, para que demos a conocer su obra de salvación, para que sus obras se prolonguen a través de nosotros. En el recuerdo de los nuestros, pensad en lo que nos dieron: su vida, su amor, su fe, su fidelidad, su entrega, su generosidad. Lo mejor que somos y tenemos, ellos tuvieron parte en esta obra que somos cada uno de nosotros.
4º) Orad sincera y profundamente por los difuntos. No paséis por las tumbas de los vuestros sin más. Ellos se merecen un recuerdo desde el valor supremo, que es desde Dios mismo. Aquellos de nuestros difuntos que se encuentran en la condición de purificación están unidos tanto a los bienaventurados, que ya gozan plenamente de la vida eterna, como a nosotros, que caminamos en este mundo hacia la casa del Padre (cf. Catecismo de la Iglesia católica, n. 1032). Así como en la vida terrena los creyentes estamos unidos entre sí en el único Cuerpo místico, así también después de la muerte los que viven en estado de purificación experimentan la misma solidaridad eclesial que actúa en la oración, en los sufragios y en la caridad de los demás hermanos en la fe. La purificación se realiza en el vínculo esencial que se crea entre quienes viven la vida del tiempo presente y quienes ya gozan de la bienaventuranza eterna.

     Orad por vuestros difuntos.

Con mi afecto os bendice

+ Carlos, Arzobispo de Valencia