TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

lunes, 30 de marzo de 2020

CARTA PASTORAL ANTE LA SEMANA SANTA




Queridos diocesanos:

     Ante una de las crisis más duras de cuantas ha padecido España a causa de la pandemia del Covid-19 os escribo para compartir con vosotros el sentir de la Iglesia y el mío propio, unido a los sentimientos de los sacerdotes con los que estoy en comunicación en todo momento, y fortalecernos en la fe.
     Quisiéramos estar más cerca que nunca de quienes peor lo están pasandoque sin duda son aquellas familias que sufren estos días la pérdida de un ser querido, acrecentado aún más si no han podido despedirse de ello— y acompañarlas en su sufrimiento 
     La Cuaresma que estamos viviendo está resultando una dura prueba que puede llevarnos a la conversión en el seguimiento más radical de Cristo. La ceniza sobre nuestras cabezas con que se inició esta peregrinación hacia la vida, en la verdad de las cosas, nos recordaba la fugacidad de la existencia y la inconsistencia de todo lo nuestro, pero también que bajo ciertas cenizas de la amnesia de Dios contemporánea aún puede arder el rescoldo de una fe que, si prende de nuevo, hará que arda de amor nuestro corazón para dar luz y calor al mundo. Miremos de nuevo a Cristo que nos invita a profundizar en su amor y a cargar la cruz. Estoy comprobando que en nuestro confinamiento cuaresmal estamos reforzando la experiencia de la comunión de los santos y el firme soporte para nuestra fe de las devociones piadosas más arraigadas, como el Santo Rosario, el Vía Crucis, la Liturgia de las Horas, la meditación de la Palabra de Dios
   Han quedado patentes nuestros limites, nuestra fragilidad, que somos caducos y débiles. A la vista están las dificultades para muchas familias, especialmente para los ancianos, y para los más frágiles, pero el dolor, sin embargo, nos une más. “El sufrimiento está presente en el mundo para provocar amor, para hacer nacer obras de amor al prójimo” (San Juan Pablo II, Salvifici Doloris 30).  Todo ello ha de ayudarnos a acrecentar entre nosotros las obras concretas de la caridad, como nos ha recordado el Papa Francisco.  Vivamos intensamente en este momento crítico la caridad entre nosotros en la convivencia del confinamiento domiciliario, con una especial solicitud por los cercanos y vecinos que necesiten consuelo y atención, cuidando especialmente a los enfermos
   Vivamos ahora la Semana Santa acompañando a Cristo que sufre como Siervo de Dios para cargar con nuestros pecados y dolencias y para vencer la muerte en su triunfante Resurrección, por la que nos hace partícipes de la vida eterna.  En nuestra situación actual entendemos mejor su Pasión, el desprecio y la soledad que sufre el Señor, el abandono de los suyos, su entrega consciente y ejemplar para vivir amando con coherencia. Miremos a al Señor Crucificado, a quien otros años hemos contemplado piadosamente en las procesiones de nuestras calles, pero que ahora prolonga su doliente presencia entre nosotros en medio de los que sufren, y reclama nuestra ayuda como cireneos para soportar la cruz y sentir más que nunca a su lado su peso extenuante. “Me amó y se entregó por mi” (Gal 2,20). Son nuestros pecados los que le han crucificado. El, sin embargo, cura nuestras heridas y nos responde con amor, abriendo un caudal de misericordia de donde brota la salvación del mundo.
     Os recomiendo seguir las celebraciones de Semana Santa por los medios de comunicación. Pero quisiera algo más: que el impedimento doloroso de no participar comunitariamente no nos impida orar profundamente unidos a toda la Iglesia que celebra el Misterio Pascual. Hacedlo desde vuestra casa con piedad, evitad toda distracción, venerad alguna imagen o estampa que tengáis de Cristo y de María. Siguiendo las indicaciones de la Santa Sede los sacerdotes —cada uno según su prudente criterio pastoral, pero siempre íntimamente unidos a vosotros— podrán celebrar sin que el pueblo esté presente en el templo, incluso la Misa en la Cena del Señor. Sintámonos fortalecidos como Iglesia. En las retransmisiones orad con devoción y responded a los sacerdotes como si estuvieseis allí mismo en la iglesia. Gracias a ellos, que os siguen acompañando muy de cerca, tendréis todo cuidado pastoral. Se lo he agradecido personalmente y seguirán pendientes de cuánto necesitéis. Aprovechemos este largo tiempo que hemos de compartir para leer juntos la Pasión del Señor, o para participar a través de los medios de todo aquello que nos adentre en lo que estamos celebrando
     Deseo de corazón que Cristo Resucitado nos llene de su luz para hacer su voluntad y seguir su camino. Os pido que intensifiquemos nuestra oración por los difuntos, por los enfermos, por el personal sanitario, por todos los servidores públicos; por los sacerdotes, consagrados, catequistas, familias y cuantos nos sostienen en la fe
   Imploremos con toda Iglesia al Señor Crucificado y Resucitado para que la humanidad sea liberada del flagelo de esta pandemia, e  invoquemos la intercesión de la Santísima Virgen María, Madre de la Misericordia y Salud de los Enfermos, Auxilio de los Cristianos, Abogada nuestra, para que socorra a la humanidad doliente y nos obtenga todo bien necesario para nuestra salvación y santificación.


                    + Rafael, Obispo de Cádiz y Ceuta



     Para visualizar la Carta pastoral completa seguir este enlace:



CONSAGRACIÓN DE LA PENÍNSULA IBÉRICA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS Y AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA


     Una oración única en la historia de la Península Ibérica en la tarde del 25 de marzo, fiesta de la Anunciación. La iniciativa surgió por impulso de unos laicos de Portugal, que juntaron miles de firmas para renovar la consagración de la Iglesia portuguesa al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María, desde el santuario de Fátima. Pero enseguida la Conferencia Episcopal Española se sumó a la propuesta, y las redes sociales del santuario de Fátima detallaron que sería la primera vez que ambas iglesias ibéricas se consagraban, juntas, a ambos Corazones, el de Jesús y el de María.
     Fue al finalizar el rosario que el cardenal Dos Santos realizó la consagración "de toda la península Ibérica, España y Portugal, y sus respectivas islas al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María, a la que se tiene una devoción arraigada en tantas diócesis", según explicó una nota de los obispos españoles. 
     El cardenal Dos Santos oró ante la imagen que se venera en la capilla de las Apariciones, trasladada para la ocasión a la basílica.  


texto completo de la oración  de consagración
hecha por el cardenal en nombre de todos los obispos de la península ibérica:
     Corazón de Jesucristo, médico de las almas, Hijo amado y rostro de la misericordia del Padre, la Iglesia que peregrina sobre la tierra en Portugal y España -naciones que son Tuyas-mira para Tu costado abierto, que es su fuente de salvación, y Te suplica:– en esta singular hora de sufrimiento, asiste a Tu Iglesia, inspira a los gobernantes de las naciones, escucha a los pobres y a los afligidos, enaltece a los humildes y a los oprimidos, sana a los enfermos y a los pecadores, levanta a los abatidos y a los desanimados, libera a los cautivos y prisioneros y líbranos de la pandemia que nos afecta.
     Corazón de Jesucristo, médico de las almas, elevado en lo alto de la Cruz y palpado por los dedos del discípulo en la intimidad del cenáculo, la Iglesia que peregrina sobre la tierra en Portugal y España -naciones que son Tuyas-te contempla como imagen del abrazo del Padre a la humanidad, ese abrazo que, en el Espíritu del Amor, queremos darnos unos a otros según Tu mandato en el lavatorio de los pies, y Te suplica:– en esta singular hora de sufrimiento, ampara a los niños, a los ancianos y a los más vulnerables, conforta a los médicos, a los enfermeros, a los profesionales de la salud y a los voluntarios cuidadores, fortalece a las familias y refuérzanos en la ciudadanía y en la solidaridad ,sé la luz de los moribundos, acoge en Tu reino a los difuntos, aleja de nosotros todo mal y líbranos de la pandemia que nos afecta.
     Corazón de Jesucristo, médico de las almas e Hijo de Santa María Virgen, por medio del Corazón de Tu Madre, a quien se entrega la Iglesia que peregrina sobre la tierra en Portugal y España -naciones que desde hace siglos son Suyas-y en tanto otros países, acepta la consagración de Tu Iglesia .Al consagrarse a Tu Sagrado Corazón, la Iglesia se entrega a la protección del Corazón Inmaculado de María, configurado por la luz de Tu pascua y aquí revelado a tres niños como refugio y camino que conduce a Tu Corazón. Sea Santa María Virgen, Nuestra Señora del Rosario de Fátima, la Salud de los Enfermos y el Refugio de tus discípulos nacidos junto a la Cruz de Tu amor. Sea el Inmaculado Corazón de María, a quien nos entregamos, quien diga con nosotros:– en esta singular hora de sufrimiento, acoge a los que perecen, da aliento a los que a Ti se consagran y renueva el universo y la humanidad.   Amén.

domingo, 29 de marzo de 2020

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 29 DE MARZO DEL 2020, 5º DE CUARESMA (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Arzobispo de Toledo. Primado de España)

«YO SOY LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA… ¿CREES ESTO?»


Jn. 11, 3-7.17.20-27.33b-45 (Breve)

     En aquel tiempo, las hermanas de Lázaro mandaron recado a Jesús, diciendo: «Señor, tu amigo está enfermo.» Jesús, al oírlo, dijo: «Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.»
     Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba.
Sólo entonces dice a sus discípulos: «Vamos otra vez a Judea.»
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.»
     Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará.» Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día.» Jesús le dice: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?» Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.»
     Jesús sollozó y, muy conmovido, preguntó: «¿Dónde lo habéis enterrado?» Le contestaron: «Señor, ven a verlo.» Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: «¡Cómo lo quería!» Pero algunos dijeron: «Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?»
     Jesús, sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Era una cavidad cubierta con una losa. Dice Jesús: «Quitad la losa.» Marta, la hermana del muerto, le dice: «Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días.» Jesús le dice: «¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?» Entonces quitaron la losa.
     Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: «Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado.» Y dicho esto, gritó con voz potente: «Lázaro, ven afuera.»
     El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: «Desatadlo y dejadlo andar.» Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.

Otras Lecturas: Ezequiel 37, 12-14; Salmo 129; Romanos 8, 8-11

LECTIO:
     El agua, la luz... nos han acompañado en los últimos domingos para hablarnos de un Dios que sacia nuestra sed y que ilumina nuestras zonas apagadas… Este domingo se nos habla de la vida. La Pascua es la gracia de la vida, vida resucitada, pero sólo podremos acogerla si nos encontramos con quien ha vencido toda muerte, también la nuestra…  Lo que para los demás era la muerte de Lázaro, para Jesús era un sueño. Este era el diferente modo de ver las cosas: la muerte como terrible e inapelable desenlace o la muerte como sueño del que es posible despertar.
     Jesús responderá a la muerte pronunciando sobre ella su palabra creadora de vida: “Lázaro, ¡sal fuera!”. Frente a todos los indicios de una muerte de cuatro días, Jesús llama a la vida a salir de la muerte. Y aquella tremenda y desafiante pregunta que hizo a Marta delante del drama de la muerte de su hermano Lázaro: “Yo soy la resurrección y la vida, ¿crees esto?”, será la que nos hará a nosotros ante el drama y el aturdimiento de todas nuestras muertes: los egoísmos, las tristezas, los rencores, las envidias, las injusticias, las frivolidades, las desesperanzas… “Yo soy la resurrección y la vida… ¿crees esto?”.
     Vivir la cuaresma es reconocer estas muertes cotidianas que nos entierran en todos los sepulcros en donde no hay posibilidad de vida, ni de amor, ni de esperanza, ni de fe. (+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm. Arzobispo de Oviedo).

MEDITATIO:
     En torno al sepulcro se lleva un gran encuentro-desencuentro. Por una parte está la gran desilusión, la precariedad de nuestra vida mortal que, atravesada por la angustia de la muerte, experimenta a menudo la derrota, una oscuridad interior que parece insuperable. … Pero por la otra, está la esperanza que vence la muerte y el mal y que tiene un nombre; la esperanza se llama: Jesús. Él…proclama: “Yo soy la resurrección y la vida; quien cree en mí, aunque muera, vivirá”. Por esto dice: “quitad la piedra”  y grita a Lázaro con voz fuerte: “Sal”. (Papa Francisco)
     Frente a los grandes porqués de la vida tenemos dos caminos: quedarnos mirando melancólicamente los sepulcros de ayer y de hoy, o acercar a Jesús a nuestros sepulcros. Sí, porque cada uno de nosotros ya tiene un pequeño sepulcro, alguna zona un poco muerta dentro del corazón: una herida, un mal sufrido o realizado, un rencor que no da tregua, un remordimiento que regresa constantemente, un pecado que no se consigue superar. (Papa Francisco)
     Identifiquemos hoy estos nuestros pequeños sepulcros que tenemos dentro e invitemos allí a Jesús. A menudo preferimos estar solos en las grutas oscuras que llevamos dentro, en vez de invitar a Jesús; estamos tentados de buscarnos siempre a nosotros mismos, rumiando y hundiéndonos en la angustia, lamiéndonos las heridas, en lugar de ir a Él, que nos dice: "Venid a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo os aliviaré."  (Papa Francisco)

ORATIO:
     Señor Jesús, el Padre siempre te escucha porque se complace en ti. Tú, que eres la vida y compartes nuestro morir cotidiano, tú nos harás salir del sepulcro, de todos los sepulcros en los que caemos por la debilidad de nuestra fe.
Señor: creo que eres la resurrección y la vida:
que el que cree en ti, aunque haya muerto, vivirá;
y el que está vivo y cree en ti, no morirá para siempre.

CONTEMPLATIO:
     El evangelio de este domingo nos brinda un mensaje importante. Todos nosotros, cristianos bautizados, somos como muertos resucitados a la vida. El Lázaro resucitado es, ante todo, signo del propio Jesús, el primer resucitado a la vida eterna. Es también símbolo de todos nosotros. Nos lo dice san Pablo. Si vivimos unidos a Cristo por la fe y por el amor, el Padre que resucitó a Jesús nos resucitará también a nosotros. Desde ahora podemos y debemos vivir como personas resucitadas, renacidas, a una vida nueva, diferente, la vida de los hijos de Dios, con Jesús, como Jesús, iniciando ya la vida santa y eterna de la resurrección, viviendo unidos espiritualmente al Jesús resucitado y resucitador.
     Como a Marta, Jesús nos dice a cada uno de nosotros ¿No te he dicho que si crees en Mí verás la gloria de Dios? El encuentro con Jesús, la aceptación de su persona, de sus enseñanzas, de su muerte y resurrección, conservado todo en la memoria de la Iglesia, de la liturgia, de la vida de los santos, manifiesta la gloria de Dios y nos ayuda a creer en Él, centrando en Él nuestro amor y nuestra esperanza. Quienes se aman exclusivamente a sí mismos, no la ven, porque no pueden creer de verdad, no pueden reconocer al Señor como referencia definitiva, fuente, norma y fin de la vida... (+ Demetrio Fernández - Obispo de Córdoba)




   Mientras contemplamos la magnitud de este acto de misericordia, Jesús le dijo a Marta: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá, y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente.» Hagamos nuestras estas palabras de consuelo, tanto en la contemplación de nuestra propia muerte, como en la de nuestros amigos. Dondequiera que haya fe en Cristo, allí está el mismo Cristo. Él le dijo a Marta: «¿Crees esto?». Donde hay un corazón para responder: «Señor, yo creo», ahí Cristo está presente. Allí, nuestro Señor se digna estar, aunque invisible, ya sea sobre la cama de la muerte o sobre la tumba, si nos estamos hundiendo, o en aquellos seres que nos son queridos. ¡Bendito sea su nombre! nada puede privarnos de este consuelo. ( John Henry Newman)

sábado, 21 de marzo de 2020

DEL BLOG DEL OBISPO


 MENSAJE DE NUESTRO OBISPO CON MOTIVO 

DEL ESTADO DE ALARMA

    Vivamos este tiempo como una oportunidad para la verdadera conversión , para volver a Dios de todo corazón y volcarse con los demás, para ser más solidarios. Tomemos una mirada de fe, esperanza y caridad sobre todo lo que acontece. Pongamos en Dios nuestras seguridades, porque su amor está por encima de todo.
     Renovemos nuestra percepción del valor del otro, las relaciones, la familia. Seamos muy generosos. Que la comunión en la Iglesia, Cuerpo de Cristo, brille renovada. Vivimos en una solidaridad interna de caridad, oración, entrega. Seamos creativos en el apostolado.
     Es momento de orar juntos, ofrecer el Ángelus, el rosario, por los más indefensos, los sanitarios, los ancianos, los enfermos, los pobres. Los monasterios de clausura de la diócesis ofrecen su adoración ante el Santísimo. Nos hemos educado viendo al Señor, que ha entregado su vida por nosotros y nuestra salvación. Debemos estar a la altura.                                            


LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 22 DE MARZO DEL 2020, 4º DE CUARESMA - LAETARE (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Arzobispo de Toledo. Primado de España)

«Y TÚ, ¿QUÉ DICES DEL QUE TE HA ABIERTO LOS OJOS?»

Jn. 9,1.6-9.13-17.34-38 (Breve)


     En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).» Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: «¿No es ése el que se sentaba a pedir?» Unos decían: «El mismo.» Otros decían: «No es él, pero se le parece.» Él respondía: «Soy yo.»
     Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: «Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.»
     Algunos de los fariseos comentaban: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.» Otros replicaban: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?» Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?» Él contestó: «Que es un profeta.» Le replicaron: «Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?» Y lo expulsaron.
     Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: «¿Crees tú en el Hijo del hombre?» Él contestó: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?» Jesús le dijo: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.» Él dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él.

Otras Lecturas: 1Samuel 16, 1b.6-7.10-13a; Salmo 22; Efesios 5, 8-14

LECTIO:
     En el camino hacia la Luz pascual, la Iglesia hoy nos invita con la Palabra de Dios a comprobar la vista de nuestro corazón y el amor de nuestra mirada. Son tres los protagonistas que llenan este escenario evangélico: Jesús, el ciego de na­cimiento y los fariseos.
     En primer lugar está el ciego de nacimiento que es visto por Jesús, un invidente que es alcanzado por la mirada de Jesús. No es una ceguera culpable la suya, ni tam­poco maldita, cuando su destino último será nacer a la luz. El encuentro con Jesús, sencillamente anticipa ese nacimiento luminoso.
     …Para él fue posible con antelación el encuentro con Aquel después del cual ni la oscuridad, ni la ceguera, ni el mal, ni el pecado... tiene ya la última palabra.
     Los fariseos tenían otra ceguera, mucho más compleja y difícil de salvar porque estaba ideologizada, tenía intereses creados, tantos que hasta les impedía reco­nocer lo evidente: que un ciego de verdad, de verdad veía Ellos determinarán que Jesús no puede venir de Dios cuando hace cosas “aparentemente” prohibidas por Dios por ser en sábado. Se afanan en un capcioso interrogatorio: preguntan al ciego, a sus padres, al ciego de nuevo... pero no quieren oír cuando lo que escuchan coincide con sus previsiones.
     Hemos de situarnos dentro de este Evangelio: con nuestras cegueras y oscuridades ante Jesús Luz del mundo. La gran diferencia entre el ciego y los fariseos estaba en que el primero reconocía su ceguera sin más, y por eso acogió la Luz, mientras que los segundos decían que veían y por eso permanecían en su oscuridad, en su pecado. (+Fr. Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo)

 MEDITATIO:
     En el centro del Evangelio de este cuarto domingo de Cuaresma se encuentran Jesús y un hombre ciego desde el nacimiento… Este episodio nos lleva a reflexionar sobre nuestra fe, nuestra fe en Cristo, el Hijo de Dios, y al mismo tiempo se refiere también al Bautismo, que es el primer sacramento de la fe: el sacramento que nos hace “venir a la luz”, mediante el renacimiento del agua y del Espíritu Santo; así como le sucede al ciego de nacimiento, al cual se le abren los ojos después de haberse lavado en el agua de la piscina de Siloé. (Papa Francisco)
     El ciego de nacimiento sanado nos representa cuando no nos damos cuenta de que Jesús es la luz, es «la luz del mundo», cuando miramos a otro lado, cuando preferimos confiar en pequeñas luces, cuando nos tambaleamos en la oscuridad. El hecho de que ese ciego no tenga un nombre nos ayuda a reflejarnos con nuestro rostro y nuestro nombre en su historia. (Papa Francisco)
     También nosotros hemos sido “iluminados” por Cristo en el Bautismo, y por ello estamos llamados a comportarnos como hijos de la luz. Y comportarse como hijos de la luz exige un cambio radical de mentalidad, una capacidad de juzgar hombres y cosas según otra escala de valores, que viene de Dios. (Papa Francisco)

ORATIO:
     Dame, Señor,  fuerza para confiar en ti, como el ciego. Líbrame del pecado que me impide ver y reconocer tu presencia en medio de nosotros. Purifica mi corazón para que mis ojos puedan verte. No permitas, Señor, que en mi obcecación quede sin tu Luz.

Quita, Señor, las escamas de nuestros ojos en tinieblas.
Ayúdanos a dar el paso definitivo
de la incredulidad a la fe,

CONTEMPLATIO:
     El Domingo IV de Cuaresma es conocido tradicionalmente como "Domingo Laetare", domingo de la alegría. Los textos litúrgicos de este domingo están impregnados de una alegría que, en cierta medida, atenúa el clima penitencial de este tiempo santo: ”Festejad a Jerusalén – dice la antífona de entrada- gozad con ella todos los que la amáis, alegraos de su alegría los que por ella llevasteis luto…”.
Y ¿cuál es el motivo por el que en este domingo debemos alegrarnos? El motivo más inmediato es la cercanía de la Pascua. Pensar en ella nos hace gustar anticipadamente la alegría del encuentro con Cristo resucitado. Pero el motivo último y radical es Jesucristo, que la liturgia de los domingos de Cuaresma nos presenta como el camino, la verdad y la vida del mundo. En este domingo la curación del ciego de nacimiento es una parábola en acción que nos muestra a Jesús como la luz que ilumina nuestra vida, la llena de sentido, de plenitud, de esperanza y alegría.
     El Domingo laetare nos invita a vivir la alegría y la esperanza, una esperanza penetrada de optimismo sobrenatural y de confianza en las promesas de Dios, que guía indefectiblemente a su Iglesia con la fuerza de su Espíritu, que de los males saca bienes, pues como nos dice san Pablo, “para los que aman a Dios, todo lo que sucede, sucede para bien”
     Por ello, en el ecuador de la Cuaresma, yo os invito a buscar espacios amplios para la oración, a orar más y mejor, a volver a la oración si la hemos abandonado, pues la oración es camino y escuela de esperanza. Así nos lo decía el papa Benedicto XVI en la encíclica Spe salvi, “Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. Cuando ya no puedo hablar con ninguno, ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios. Si ya no hay nadie que pueda ayudarme… Él puede ayudarme. Si me veo relegado a la extrema soledad..., [en la oración constato] que el que reza nunca está totalmente solo”.  (+ Juan José Asenjo Pelegrina - Arzobispo de Sevilla)




   Si hubiera bastado una confesión cualquiera para la perfección de la fe, entonces se le habría dicho: ¿Crees tú en Cristo? Pero como casi todos los herejes habían de tener constantemente en sus labios este nombre para confesarlo como Cristo y sin embargo negarlo como Hijo de Dios, se exige para la fe lo que es característico de Cristo, a saber: que se crea en Cristo como Hijo de Dios. ¿De qué sirve creer en el Hijo de Dios, si se le cree como criatura, cuando la fe en Cristo exige de nosotros que creamos en Cristo no como criatura de Dios, sino en Cristo como Hijo de Dios? (San Hilario)

(Mt 7, 12)



MARZO 2020

«Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque esta es la Ley y los Profetas» (Mt 7, 12).

     En las decisiones importantes de la vida, ¿cuántas veces hemos buscado una brújula segura que nos indicase qué camino tomar y nos hemos preguntado, como cristianos, ¿cuál es la síntesis del Evangelio, la llave para entrar en el corazón de Dios y vivir como hijos suyos aquí y ahora?
     He aquí una palabra de Jesús que viene al caso, una afirmación suya clara, que se entiende y se puede vivir de inmediato. La encontramos en el Evangelio de Mateo: forma parte del gran discurso de la montaña, donde Jesús enseña cómo vivir plenamente la vida cristiana. Él mismo resume todo su anuncio en esta afirmación lapidaria.
     Hoy, cuando necesitamos mensajes ricos de significado, pero breves y eficaces, podríamos acoger esta Palabra como un valioso tweet para tener en mente en todo momento.

«Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque esta es la Ley y los Profetas»
     Para entender mejor qué hacer por los demás, Jesús nos invita a meternos en su piel; precisamente como hizo Él, que para amarnos adoptó nuestra carne humana.
     Preguntémonos qué nos esperamos de nuestros padres, de los hijos, los compañeros de trabajo, los responsables del gobierno, los guías espirituales: acogida, escucha, inclusión, apoyo en las necesidades materiales, pero también sinceridad, perdón, ánimo, paciencia, consejo, orientación, formación... Para Jesús, esta actitud interior, junto con las acciones concretas consiguientes, cumple todo el contenido de la Ley de Dios y toda la riqueza de la vida espiritual.
     Es la «Regla de oro», una enseñanza universal contenida en las distintas culturas, religiones y tradiciones que la humanidad ha desarrollado a lo largo de la historia. Es la base de todos los valores auténticamente humanos, los que componen una convivencia pacífica, con relaciones personales y sociales justas y solidarias.[1]

«Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque esta es la Ley y los Profetas»
     Esta Palabra nos incita a ser creativos y generosos, a tomar la iniciativa a favor de cualquier persona, a tender puentes incluso hacia quienes no son amigos, como dijo e hizo Jesús. Requiere que tengamos la capacidad de salir de nosotros mismos para ser así testigos creíbles de nuestra fe.
     Así nos alienta Chiara Lubich: «Intentémoslo. Un día empleado de este modo vale una vida. [...) Nos invadirá una alegría desconocida. [...) Dios estará con nosotros, porque está con quienes aman. (...) Quizá a veces aflojaremos, estaremos tentados de desanimarnos, de claudicar. (...) ¡Pero no! ¡Ánimo! Dios nos da la gracia. Volvamos a empezar siempre. Si perseveramos, lentamente veremos cambiar el mundo a nuestro alrededor. Comprenderemos que el Evangelio ofrece la vida más fascinante, enciende la luz en el mundo, da sabor a nuestra existencia, contiene el principio para resolver todos los problemas. Y no estaremos tranquilos mientras no comuniquemos nuestra extraordinaria experiencia a otros: a los amigos que puedan comprendernos, a los familiares, a todo aquel a quien nos sintamos empujados a dársela.
     Renacerá la esperanza»[2] .

«Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque esta es la Ley y los Profetas»
     Ramiro, veterano en su puesto de trabajo, se entera de que van a llegar nuevos compañeros, y se pregunta: «Si entrase por primera vez en esta oficina, ¿qué me gustaría encontrar? ¿Qué haría que me sintiese a gusto?». Entonces se pone a hacerles sitio, busca escritorios, y se lo dice también a otros compañeros. Juntos preparan puestos de trabajo acogedores. Y los recién llegados encuentran un ambiente alegre y una comunidad de trabajo más unida.
LETIZIA MAGRI




[1] Por ejemplo: «¿Cómo puedo infligir a cualquier otro un acto que no es agradable ni placentero para rní?» (Budismo); «Ninguno de vosotros es verdaderamente creyente si no desea para su prójimo lo que desea para sí» (Islam); «No hagas a tu prójimo lo que no quieres que te hagan a ti. Eso es toda laTorá. El resto es puro comentario» (Judaísmo), etc. Cf. O. DU ROY, La regla de oro. Una máxima universal, Ciudad Nueva, Madrid 2018, pp. 77, 95, 103.
[2] C. LUBICH, Palabra de vida, abril 1978, en Ciudad Nueva 1978/4, p. 21.