TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

miércoles, 29 de junio de 2011

PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN

San Pablo a los Corintios: -¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios del consuelo! Él nos alienta en nuestras luchas hasta el punto de poder nosotros alentar a los demás en cualquier lucha, repartiendo con ellos el ánimo que nosotros recibimos de Dios. Si los sufrimientos de Cristo rebosan sobre nosotros, gracias a Cristo rebosa en proporción nuestro ánimo (2 Cor 1,3-5).


Dirijamos nuestra oración al Señor Jesús, que enriquece continuamente a su Iglesia con la fuerza del Espíritu.
-Tú que llamaste a Simón Pedro para hacerlo pescador de hombres, continúa enviando obreros a tu mies.
-Tú que apaciguaste la tempestad marítima para que no se hundiera la barca de los discípulos, protege de toda perturbación a tu Iglesia.
-Tú que enviaste al apóstol Pablo a evangelizar a los gentiles, haz que el mensaje evangélico sea proclamado a toda la creación.
-Tú que confiaste a la Iglesia las llaves del reino de los cielos, abre sus puertas a todos los que, cuando vivían, confiaron en tu misericordia.

Oración: Llegue a tu presencia, Señor Jesús, la voz de la Iglesia suplicante, para que te permanezca siempre fiel y nos cuide con amor y sabiduría. Tú que vive y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Carta Encíclica ECCLESIA DE EUCHARISTIA (Continuacion)



EUCARISTÍA Y COMUNIÓN ECLESIAL (1)

 En 1985, la Asamblea extraordinaria del Sínodo de los Obispos reconoció en la « eclesiología de comunión » la idea central y fundamental de los documentos del Concilio Vaticano II.(67) La Iglesia, mientras peregrina aquí en la tierra, está llamada a mantener y promover tanto la comunión con Dios trinitario como la comunión entre los fieles. Para ello, cuenta con la Palabra y los Sacramentos, sobre todo la Eucaristía, de la cual « vive y se desarrolla sin cesar »,(68) y en la cual, al mismo tiempo, se expresa a sí misma. No es casualidad que el término comunión se haya convertido en uno de los nombres específicos de este sublime Sacramento.
La Eucaristía se manifiesta, pues, como culminación de todos los Sacramentos, en cuanto lleva a perfección la comunión con Dios Padre, mediante la identificación con el Hijo Unigénito, por obra del Espíritu Santo. Un insigne escritor de la tradición bizantina expresó esta verdad con agudeza de fe: en la Eucaristía, « con preferencia respecto a los otros sacramentos, el misterio [de la comunión] es tan perfecto que conduce a la cúspide de todos los bienes: en ella culmina todo deseo humano, porque aquí llegamos a Dios y Dios se une a nosotros con la unión más perfecta ».(69) Precisamente por eso, es conveniente cultivar en el ánimo el deseo constante del Sacramento eucarístico. De aquí ha nacido la práctica de la « comunión espiritual », felizmente difundida desde hace siglos en la Iglesia y recomendada por Santos maestros de vida espiritual. Santa Teresa de Jesús escribió: « Cuando [...] no comulgáredes y oyéredes misa, podéis comulgar espiritualmente, que es de grandísimo provecho [...], que es mucho lo que se imprime el amor ansí deste Señor ».(70)
. La celebración de la Eucaristía, no obstante, no puede ser el punto de partida de la comunión, que la presupone previamente, para consolidarla y llevarla a perfección. El Sacramento expresa este vínculo de comunión, sea en la dimensión invisible que, en Cristo y por la acción del Espíritu Santo, nos une al Padre y entre nosotros, sea en la dimensión visible, que implica la comunión en la doctrina de los Apóstoles, en los Sacramentos y en el orden jerárquico. La íntima relación entre los elementos invisibles y visibles de la comunión eclesial, es constitutiva de la Iglesia como sacramento de salvación.(71) Sólo en este contexto tiene lugar la celebración legítima de la Eucaristía y la verdadera participación en la misma. Por tanto, resulta una exigencia intrínseca a la Eucaristía que se celebre en la comunión y, concretamente, en la integridad de todos sus vínculos.
 La comunión invisible, aun siendo por naturaleza un crecimiento, supone la vida de gracia, por medio de la cual se nos hace « partícipes de la naturaleza divina » (2 Pe 1, 4), así como la práctica de las virtudes de la fe, de la esperanza y de la caridad. En efecto, sólo de este modo se obtiene verdadera comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. No basta la fe, sino que es preciso perseverar en la gracia santificante y en la caridad, permaneciendo en el seno de la Iglesia con el « cuerpo » y con el « corazón »; (72) es decir, hace falta, por decirlo con palabras de san Pablo, « la fe que actúa por la caridad » (Ga 5, 6).
La integridad de los vínculos invisibles es un deber moral bien preciso del cristiano que quiera participar plenamente en la Eucaristía comulgando el cuerpo y la sangre de Cristo. El mismo Apóstol llama la atención sobre este deber con la advertencia: « Examínese, pues, cada cual, y coma así el pan y beba de la copa » (1 Co 11, 28). San Juan Crisóstomo, con la fuerza de su elocuencia, exhortaba a los fieles: « También yo alzo la voz, suplico, ruego y exhorto encarecidamente a no sentarse a esta sagrada Mesa con una conciencia manchada y corrompida. Hacer esto, en efecto, nunca jamás podrá llamarse comunión, por más que toquemos mil veces el cuerpo del Señor, sino condena, tormento y mayor castigo »
Precisamente en este sentido, el Catecismo de la Iglesia Católica establece: « Quien tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar ». Deseo, por tanto, reiterar que está vigente, y lo estará siempre en la Iglesia, la norma con la cual el Concilio de Trento ha concretado la severa exhortación del apóstol Pablo, al afirmar que, para recibir dignamente la Eucaristía, « debe preceder la confesión de los pecados, cuando uno es consciente de pecado mortal ».
. La Eucaristía y la Penitencia son dos sacramentos estrechamente vinculados entre sí. La Eucaristía, al hacer presente el Sacrificio redentor de la Cruz, perpetuándolo sacramentalmente, significa que de ella se deriva una exigencia continua de conversión, de respuesta personal a la exhortación que san Pablo dirigía a los cristianos de Corinto: « En nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios! » (2 Co 5, 20). Así pues, si el cristiano tiene conciencia de un pecado grave está obligado a seguir el itinerario penitencial, mediante el sacramento de la Reconciliación para acercarse a la plena participación en el Sacrificio eucarístico.
El juicio sobre el estado de gracia, obviamente, corresponde solamente al interesado, tratándose de una valoración de conciencia. No obstante, en los casos de un comportamiento ex- terno grave, abierta y establemente contrario a la norma moral, la Iglesia, en su cuidado pastoral por el buen orden comunitario y por respeto al Sacramento, no puede mostrarse indiferente. A esta situación de manifiesta indisposición moral se refiere la norma del Código de Derecho Canónico que no permite la admisión a la comunión eucarística a los que « obstinadamente persistan en un manifiesto pecado grave ».
 La comunión eclesial, como antes he recordado, es también visible y se manifiesta en los lazos vinculantes enumerados por el Concilio mismo cuando enseña: « Están plenamente incorporados a la sociedad que es la Iglesia aquellos que, teniendo el Espíritu de Cristo, aceptan íntegramente su constitución y todos los medios de salvación establecidos en ella y están unidos, dentro de su estructura visible, a Cristo, que la rige por medio del Sumo Pontífice y de los Obispos, mediante los lazos de la profesión de fe, de los sacramentos, del gobierno eclesiástico y de la comunión ».(77)
La Eucaristía, siendo la suprema manifestación sacramental de la comunión en la Iglesia, exige que se celebre en un contexto de integridad de los vínculos, incluso externos, de comunión. De modo especial, por ser « como la consumación de la vida espiritual y la finalidad de todos los sacramentos »,(78)requiere que los lazos de la comunión en los sacramentos sean reales, particularmente en el Bautismo y en el Orden sacerdotal. No se puede dar la comunión a una persona no bautizada o que rechace la verdad íntegra de fe sobre el Misterio eucarístico. Cristo es la verdad y da testimonio de la verdad (cf. Jn 14, 6; 18, 37); el Sacramento de su cuerpo y su sangre no permite ficciones.
39. Además, por el carácter mismo de la comunión eclesial y de la relación que tiene con ella el sacramento de la Eucaristía, se debe recordar que « el Sacrificio eucarístico, aun celebrándose siempre en una comunidad particular, no es nunca celebración de esa sola comunidad: ésta, en efecto, recibiendo la presencia eucarística del Señor, recibe el don completo de la salvación, y se manifiesta así, a pesar de su permanente particularidad visible, como imagen y verdadera presencia de la Iglesia una, santa, católica y apostólica ». De esto se deriva que una comunidad realmente eucarística no puede encerrarse en sí misma, como si fuera autosuficiente, sino que ha de mantenerse en sintonía con todas las demás comunidades católicas.
La comunión eclesial de la asamblea eucarística es comunión con el propio Obispo y con el Romano Pontífice. En efecto, el Obispo es el principio visible y el fundamento de la unidad en su Iglesia particular. Sería, por tanto, una gran incongruencia que el Sacramento por excelencia de la unidad de la Iglesia fuera celebrado sin una verdadera comunión con el Obispo. San Ignacio de Antioquía escribía: « se considere segura la Eucaristía que se realiza bajo el Obispo o quien él haya encargado ». Asimismo, puesto que « el Romano Pontífice, como sucesor de Pedro, es el principio y fundamento perpetuo y visible de la unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de los fieles », la comunión con él es una exigencia intrínseca de la celebración del Sacrificio eucarístico. De aquí la gran verdad expresada de varios modos en la Liturgia: « Toda celebración de la Eucaristía se realiza en unión no sólo con el propio obispo sino también con el Papa, con el orden episcopal, con todo el clero y con el pueblo entero. Toda válida celebración de la Eucaristía expresa esta comunión universal con Pedro y con la Iglesia entera, o la reclama objetivamente, como en el caso de las Iglesias cristianas separadas de Roma ».
 La Eucaristía crea comunión y educa a la comunión. San Pablo escribía a los fieles de Corinto manifestando el gran contraste de sus divisiones en las asambleas eucarísticas con lo que estaban celebrando, la Cena del Señor. Consecuentemente, el Apóstol les invitaba a reflexionar sobre la verdadera realidad de la Eucaristía con el fin de hacerlos volver al espíritu de comunión fraterna (cf. 1 Co 11, 17-34). San Agustín se hizo eco de esta exigencia de manera elocuente cuando, al recordar las palabras del Apóstol: « vosotros sois el cuerpo de Cristo, y sus miembros cada uno por su parte » (1 Co 12, 27), observaba: « Si vosotros sois el cuerpo y los miembros de Cristo, sobre la mesa del Señor está el misterio que sois vosotros mismos y recibís el misterio que sois vosotros ».(84) Y, de esta constatación, concluía: « Cristo el Señor [...] consagró en su mesa el misterio de nuestra paz y unidad. El que recibe el misterio de la unidad y no posee el vínculo de la paz, no recibe un misterio para provecho propio, sino un testimonio contra sí ».

lunes, 27 de junio de 2011

ADORADO SEA EL SANTÍSIMO SACRAMENTO
AVE MARÍA PURÍSIMA
TURNO NÚM. 7 DE MARÍA AUXILIADORA Y SAN JOSÉ

Querido hermano en Xtº Eucaristía:

     Unas letras para recordarte/invitarte a participar en los actos que tendrán lugar en nuestra Parroquia de San José, el próximo viernes 8 de Julio a las 20,00h, como son: 
-           Eucaristía de Clausura del curso parroquial y
-          “Acción de Gracias” por los 25 años de vida sacerdotal que cumple nuestro querido Párroco/Consiliario Rvd. Padre Oscar.
     Tengámoslo presente en nuestras oraciones para que Dios lo mantenga en continua fidelidad a su Ministerio y constancia en el Magisterio, para mayor gloria  de la Iglesia y regocijo de nuestro espíritu. Y a nosotros que podamos compartir con él, al menos, otros veinticinco años más.


 
ADORACIÓN NOCTURNA ESPAÑOLA
IGLESIA DE SAN JOSÉ
Cádiz  Extramuros

AVISO PARA ADORADORAS/ES DEL TURNO NÚM. 7 DE MARÍA AUXILIADORA Y SAN JOSÉ
  
(Durante los meses de JULIO, AGOSTO Y SEPTIEMBRE no tendremos la habitual REUNIÓN PREPARATORIA)
VIGILIA DE ADORACIÓN, MARTES 5 DE JULIO A LAS 20,00 HORAS JUNTO CON LA SANTA MISA.
¿Por qué, Corazón divino,
te muestras a los mortales
con dolorosas señales
entre torrentes de luz?...
Haz,  Corazón sagrado,
que al mirarte los mortales…
sepan que son tiernas voces
con que llamándonos clamas
esa corona, esas llamas,
esa herida y esa cruz.            
Día 9-Vigilia Diocesana de las Espigas- Chiclana de la Frontera- ¡ Jesús Sacramentado nos espera !
Día 25- Solemnidad- SANTIAGO APOSTOL -  …Santo adalid, patrón de las Españas: amigo del Señor: defiende a tus discípulos, protege a tu nación…         
                                                                                                                                                                                                                         (J.Barcía) 

Misa y Vigilia aplicadas por nuestros hermanos Vicenta Alvarez-Osorio y Ricardo Moreno en el aniversario de su marcha al Padre.


viernes, 24 de junio de 2011

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 26 DE JUNIO, SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO

EL PAN VIVO

   Juan 6:51-58  51 Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi propio cuerpo. Lo daré por la vida del mundo.” 52 Los judíos se pusieron a discutir unos con otros: –¿Cómo puede este darnos a comer su propio cuerpo? 53 Jesús les dijo: –Os aseguro que si no coméis el cuerpo del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida. 54 El que come mi cuerpo y bebe mi sangre tiene vida eterna; y yo le resucitaré el día último. 55 Porque mi cuerpo es verdadera comida, y mi sangre verdadera bebida. 56 El que come mi cuerpo y bebe mi sangre vive unido a mí, y yo vivo unido a él. 57 El Padre, que me ha enviado, tiene vida, y yo vivo por él. De la misma manera, el que me coma vivirá por mí. 58 Hablo del pan que ha bajado del cielo. Este pan no es como el maná que comieron vuestros antepasados, que murieron a pesar de haberlo comido. El que coma de este pan, vivirá para siempre.
     Otras Lecturas: Deuteronomio 8:2-3, 14-16; Salmo147:12-15, 19-20; 1Corintios 10:16-17
LECTIO:
   El capítulo 6 de Juan comienza presentándonos a Jesús que proporciona pan y pescado ‘físicos’ a más de 5.000 personas. Al día siguiente, en la sinagoga, Jesús enseña en profundidad su doctrina sobre el pan vivo enviado por Dios para conceder la vida eterna.
   La lectura del evangelio de hoy concluye la exposición doctrinal centrándose en la ‘eucaristía’. Estrictamente hablando, el término ‘eucaristía’ significa ‘acción de gracias’ y se refiere a la ceremonia celebrada el Día del Señor (el domingo) cuando se recibe el pan y el vino consagrados. Los católicos creen que cuando se pronuncian las palabras de bendición, la consagración, sobre el pan y el vino, estos se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo. Otros cristianos lo entienden de manera diferente, concibiendo la eucaristía como un símbolo del memorial de la Última Cena.
   Los católicos describen la transformación del pan en la ‘carne’ del Cuerpo de Cristo como ‘transubstanciación’. Es un ‘misterio de fe’. Los relatos evangélicos no entran en estas discusiones teológicas. Fue santo Tomás de Aquino quien proporcionó esta interpretación utilizada por la Iglesia Católica.
   La doctrina general de Juan 6:25-29 sigue siendo más amplia. Jesús declara ‘Yo soy el pan que da vida’ (versículos 35 y 48). Jesús contrapone el maná que Dios proporcionó a los israelitas en el desierto –que satisfacía sus necesidades físicas- con la fe en el Hijo del Hombre, que satisface su necesidad de salvación espiritual. Jesús se refiere en varias ocasiones al hecho de haber ‘bajado del cielo’ (versículos 38, 41, 51, 58) para mostrar que su mensaje tiene su origen en Dios, que está en el cielo.
   El versículo 40 resume los designios de Dios en esta frase: ‘la voluntad de mi Padre es que todo aquel que ve al Hijo de Dios y cree en él, tenga vida eterna, y yo le resucitaré en el día último’.
MEDITATIO:
Reflexiona sobre el significado que tiene el que Jesús se describa como ‘pan de vida’.
¿Es Jesús tu pan de vida? ¿Qué diferencia práctica tiene esto para ti?
¿Qué importancia tiene en tu vida cristiana la celebración de la eucaristía o la santa comunión?
ORATIO:
   Dirígete humildemente a Dios en la oración. Da gracias a Dios por haber enviado a su Hijo como ‘el pan que da la vida’ para que vivamos en comunión con la Trinidad y, por medio de la fe en Jesús, heredemos la vida eterna. Maravíllate ante este don inefable.
CONTEMPLATIO:
   ‘Mientras cenaban, Jesús tomó en sus manos el pan, y habiendo dado gracias a Dios lo partió y se lo dio a los discípulos, diciendo: “Tomad, comed, esto es mi cuerpo”. Luego tomó en sus manos una copa, y habiendo dado gracias a Dios la pasó a ellos, diciendo: “Bebed todos des esta copa, porque esto es mi sangre, con la que se confirma el pacto, la cual es derramada en favor de muchos para perdón de sus pecados.’ Mateo 26:26-28.
   Dedica algún tiempo cada día de esta semana para darle gracias a Dios por que Jesús pagara con su muerte el precio con el que tú has recibido la salvación.

jueves, 23 de junio de 2011

PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN

El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia; no está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo; no nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas. Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles; porque él conoce nuestra masa, se acuerda de que somos barro (Salmo 102,8-10.13-14).

Invoquemos a Jesús, que es manso y humilde de corazón, y pidámosle que tenga piedad de nosotros.
-Jesús, en quien habita toda la plenitud de la divinidad, haz que participemos del mismo ser de Dios.
-Jesús, en quien están encerrados todos los tesoros del saber y conocer, haznos comprender, mediante la Iglesia, la multiforme sabiduría de Dios.
-Jesús, hijo amado y predilecto del Padre, haz que escuchemos siempre tus palabras.
-Jesús, de cuya plenitud todos hemos recibido gracia tras gracia, danos el amor y la verdad del Padre.
-Jesús, fuente de vida y santidad, haznos santos e irreprochables por el amor.
Oración: Dios todopoderoso y lleno de amor, concédenos recibir del Corazón de tu Hijo la inagotable abundancia de tu gracia. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

domingo, 19 de junio de 2011

PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN

Jesús dijo a sus discípulos en la Última Cena: -Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros (Jn 13,33-35).
Oremos a Dios Padre, que nos ha revelado su gran amor en el don del Hijo Unigénito y del Espíritu Santo.
-Para que la Iglesia testimonie ante el mundo su realidad de pueblo de Dios, convocado por el amor del Padre, por medio de Cristo, en la comunión del Espíritu Santo.
-Para que todos los pueblos, iluminados por el Espíritu Santo, reconozcan en Jesucristo al enviado del Padre y se reúnan en su Iglesia.
-Por cuantos sufren, para que experimenten el amor del Padre y la presencia consoladora del Espíritu Santo.
-Por cuantos son víctimas de la violencia humana, para que se sientan hijos del Padre y hermanos nuestros en Cristo.
-Por todos los bautizados, para que la gracia recibida crezca y fructifique en buenas obras.
Oración: Mira, oh Padre, al rostro de tu Hijo y acoge la oración de esta tu familia, reunida y fortalecida con el don el Espíritu Santo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 19 DE JUNIO; SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

TANTO AMÓ DIOS AL MUNDO

  Juan 3:16-18   “Tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna. 17 Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo.
18 “El que cree en el Hijo de Dios no está condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado por no creer en el Hijo único de Dios.
Otras Lecturas: Éxodo 34:4-6, 8-9; Daniel 3:52-56; 2 Corintios 13:11-13
LECTIO:
     Estos pocos versículos se encuentran entre los pasajes mejor conocidos de la Biblia.
     Para algunos, estas palabras les abrieron las puertas de acceso a la vida como creyentes cristianos.
     Si los estudiamos con detenimiento, no nos queda realmente del todo claro quién es el habla aquí, y el texto griego puede interpretarse de maneras bien distintas. Podría ser Jesús mismo, que prosigue su diálogo con Nicodemo (versículos 1-13) o podría ser el evangelista, que añade sus propios comentarios.
     Los dos versículos anteriores a este texto nos ayudan a profundizar en nuestra valoración del mismo. Se refi eren al hecho de levantar al Hijo del Hombre para que todo el que cree en él tenga vida eterna. (‘Levantar’ tiene dos sentidos: puede referirse a la crucifixión de Jesús… o a su ascensión al cielo.) Hay una alusión directa al relato de Números 21:6-9, cuando los israelitas pecaron y fueron castigados por medio de serpientes venenosas. Moisés intercede por ellos y Dios le da instrucciones para que fabrique una serpiente de bronce y la coloque en un asta de bandera. Quienes elevaban la mirada a la serpiente quedaban curados y salvaban la vida. El símbolo de la serpiente en lo alto de un asta sigue siendo incluso hoy día un símbolo de la sanidad y en algunos países lo utilizan algunas organizaciones sanitarias. El paralelo es claro: todos los seres humanos están aquejados de una enfermedad mortal, pero existe una cura: creer en Jesús y en su victoria sobre el pecado desde lo alto de la cruz.
     Estos versículos nos proporcionan una maravillosa imagen de Dios Padre e Hijo. Dios no permanece indiferente ante la miseria humana como algunos creen.   Nos ama y ha demostrado su amor por medio del nacimiento de su Hijo en la tierra y su muerte en la cruz.     Esto mismo lo repite 2 Pedro 3:9, ‘…no quiere que nadie muera, sino que todos se vuelvan a Dios.’
     La intención fundamental de Jesús es traer la salvación más que el juicio; sin embargo, nos juzgarán por la respuesta que le demos. Creer en Jesús y seguirle hace que vivamos en la luz. Pero quienes deciden quedarse en la oscuridad tendrán que sufrir las consecuencias.
MEDITATIO:
¿De qué manera te hablan estos versículos?
Dedica algún tiempo a reflexionar en torno al amor que Dios te tiene a todo el mundo y a ti personalmente. ¿Cómo respondes a su amor?
¿Cómo le explicarías estos versículos a alguien que estuviera interesado en hacerse cristiano?
ORATIO:
     ‘El Señor bajó en una nube y estuvo allí con Moisés y pronunció su propio nombre. Pasó delante de Moisés, diciendo en voz alta: “¡El Señor! ¡El Señor! ¡Dios tierno y compasivo, paciente y grande en amor y verdad! Por mil generaciones se mantiene fi el en su amor, y perdona la maldad, la rebeldía y el pecado; pero no deja sin castigo al culpable…’ Éxodo 34:6-7
     Responde a Dios con adoración y acción de gracias. Pídele al Espíritu Santo que te manifieste cualquier pecado que debas confesar. Intercede por aquellos que necesiten recibir el amor y el perdón de Dios.
CONTEMPLATIO:
     Reflexiona sobre los siguientes versículos de 1 Juan 4:10-14. ¿Qué piensas de ellos?
     ‘El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo, para que, ofreciéndose en sacrificio, nuestros pecados quedaran perdonados.
     Queridos hermanos, si Dios nos ha amado así, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nunca lo ha visto nadie; pero si nos amamos unos a otros, Dios vive en nosotros y su amor se hace realidad en nosotros.
     La prueba de que nosotros vivimos en Dios y que él vive en nosotros es que nos ha dado su Espíritu. Y nosotros mismos hemos visto y declaramos que el Padre envió a su Hijo para salvar al mundo.’

viernes, 17 de junio de 2011

LA ADORACIÓN EUCARÍSTICA Y EL SER ADORADOR


LA ADORACIÓN EUCARÍSTICA ES:

—Afirmación expresa, ante los hombres, de nuestra fe en la presencia sacramental permanente de Cristo en la Eucaristía, que deriva del sacrificio y se ordena a la comunión                      .
—Búsqueda de una vivencia más intensa del misterio eucarístico para llenarnos de él y hacerlo vida en nosotros.
—Compromiso concreto de ser, con nuestra vida, testimonio de la realidad del amor de Dios presente entre los hombres.

“San Agustín ha expresado este sentimiento deforma cabal cuando dice que no sólo no pecamos adorando la carne que Cristo nos da a comer, sino que pecamos no adorando."
J. A. SAYÉS,
La Presencia real de Cristo en la Eucaristía
BAC, Madrid, 1976
                                          SER ADORADOR ES:                    . 

— Disfrutar especialmente del regalo infinito que supone la presencia real de Jesús en el Santísimo Sacramento               .
— Conversar personalmente con Él en su domicilio terrestre durante el silencio de la noche, como Nicodemo.

"Jesús no es una idea, ni un sentimiento, ni un recuerdo. Jesús es una persona viva siempre, y presente entre nosotros. "
JUAN PABLO II,
Discurso del 8.11.1978
“Cristo personalmente presente, junto a la luz vacilante de la lámpara solitaria, sigue exigiendo una respuesta personal, invitando al diálogo a los que le adoran con fe."
PABLO VI,
Radiomensaje al VII Congreso Eucarístico Nacional
Perú -30.8.1965
     Como Adoradores agrupados en Turnos, con días de vigilia señalados y cubriendo  distintas horas de vela, debemos sentirnos dentro de la Iglesia cumplidores de la misión que a  Ésta encargó el  Señor cuando pidió que oráramos ininterrumpidamente:
"Llevamos en la entraña de nuestra propia vida el espíritu comunitario que es la esencia misma de la Iglesia: juntos rezamos, juntos cantamos, juntos damos gracias, juntos lloramos nuestros pecados y nuestras miserias, y juntos nuestros corazones piden a Dios las gracias necesarias para la salvación de los hombres."
Mons. ÁNGEL SUQUÍA,
Arzobispo de Santiago de Compostela
Conferencia del Centenario
    La identidad del Adorador se define por lo que cree, por lo que practica y por los compromisos que acepta en el quehacer eclesial.
     Creemos todo lo que cree y enseña como revelado por Dios el Magisterio infalible de la Iglesia. Explícita y especialmente, hacemos profesión de las verdades de fe relacionados con el Misterio Eucarístico.

jueves, 16 de junio de 2011

PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN

Dijo san Pablo a los Corintios: -El Señor Jesús, la noche en que iban a entregarlo, tomó un pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía». Lo mismo hizo con la copa después de cenar, diciendo: «Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía». Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis de la copa, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva (1 Cor 11,23-26).
Demos gracias a Cristo, que se nos ofrece en el banquete de su cuerpo y de su sangre.


-Señor Jesús, tú que mandaste celebrar la cena eucarística en memoria tuya, enriquece a tu Iglesia en la santa celebración de tus misterios.
-Cristo, sacerdote único del Altísimo, haz que la vida de tus sacerdotes sea fiel reflejo de lo que celebran sacramentalmente.
-Cristo, maná del cielo, haz que formemos un solo cuerpo los que comemos del mismo pan.
-Cristo, víctima inmolada por todos los hombres, refuerza la paz y la armonía de cuantos creemos en ti.
-Cristo, médico celestial, devuelve la salud a los enfermos y la esperanza viva a los pecadores.
Oración: Señor Jesús, tú que nos dejaste en la Eucaristía el memorial de tu pasión y resurrección, concédenos experimentar en nosotros los frutos de tu redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

sábado, 11 de junio de 2011

LECTIO DIVINA PARA EL 12 DE JUNIO, SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS

EL DON DEL ESPÍRITU SANTO
     Juan 20:19-23   Al llegar la noche de aquel mismo día, primero de la semana, los discípulos estaban reunidos y tenían las puertas cerradas por miedo a los judíos. Jesús entró y, poniéndose en medio de los discípulos, los saludó diciendo: – ¡Paz a vosotros!                          .
      Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y ellos se alegraron de ver al Señor. Luego Jesús dijo de nuevo: – ¡Paz a vosotros! Como el Padre me envió a mí, también yo os envío a vosotros.                        .
      Dicho esto, sopló sobre ellos y añadió: –Recibid el Espíritu Santo.                .
     A quienes perdonéis los pecados, les quedarán perdonados; y a quienes no se los perdonéis, les quedarán sin perdonar.
Otras Lecturas: Hechos 2:1-11; Salmo 104:1, 24, 29-31,34; 1 Corintios 12:3-7, 12-13

LECTIO:
     Aunque la fiesta que celebramos es el domingo de Pentecostés, que cae cincuenta días después del domingo de Pascua, nuestra lectura del evangelio de hoy se centra en un encuentro con el Espíritu Santo el mismo día en que Jesús resucitó de entre los muertos.
     Es el tercer día después de la muerte de Jesús. Los discípulos temen a las autoridades judías, así que actúan con discreción y permanecen escondidos, con las puertas cerradas.
     El resto del pasaje evangélico nos cuenta lo que dijo e hizo Jesús resucitado. Los saluda diciendo ‘¡Paz a vosotros!’, el saludo habitual entre los judíos. Nada les dice del suplicio que ha padecido, ni menciona que los apóstoles le hayan abandonado cuando lo detuvieron.
     Les muestra las manos y el costado, que todavía llevan las marcas visibles de su crucifixión: su cuerpo resucitado aún conserva las señales de su sufrimiento. Tal vez lo que pretendía Jesús era mostrarles que era real: transformado, pero el mismo. Los signos de sus padecimientos ponían de manifiesto que no era un fantasma: estaba vivo y presente ante ellos.
     Llega a continuación el encargo, la misión (versículo 21), que es prácticamente una prolongación de su propia misión de parte del Padre. Sorprendentemente, descubrimos que envía a los discípulos a ofrecer el perdón de los pecados, y no a predicar. Aunque la reconciliación con Dios por medio del arrepentimiento y del perdón es en realidad la esencia misma del Evangelio.
     Las otras iglesias cristianas interpretan el versículo de manera diferente, pero para la Iglesia Católica este es el fundamento de la autoridad de la Iglesia para perdonar los pecados después de haberlos confesado. Jesús no ofrece ninguna descripción de cómo ha de organizar la iglesia la absolución de los pecados. Ni hay ninguna indicación sobre el rito que ha de instituir. Lo único que dice Jesús es que si la Iglesia perdona los pecados de los hombres, también lo hará Dios. Y que si la Iglesia se lo niega, tampoco Dios perdonará los pecados.
     A lo largo de su dilatada historia, la Iglesia ha administrado este sacramento de diversas maneras. Pero en todo momento se trata del don de Dios concedido a un individuo necesitado del perdón que se administra por medio de la Iglesia.
     Pero antes de darles este encargo, Jesús sopla sobre los discípulos y les dice ‘Recibid el Espíritu Santo’, de tal manera que esa autoridad sólo deberá ejercerse por medio del poder del Espíritu Santo y bajo su guía.
MEDITATIO:
Imagínate la escena: los discípulos se mantienen alejados de los ojos inquisitivos de este mundo. Están asustados. En el aire flota el miedo y, de repente, allí está Jesús, plantado en medio de ellos. Piensa en lo que tuvo que significar aquel encuentro para los discípulos.
Considera el paralelo entre Jesús que sopla sobre los discípulos para que recibieran el Espíritu Santo y Dios que le insufla la vida al hombre en la Creación (Génesis 2:7).
¿Qué sientes ante el hecho de que Jesús le diera a la Iglesia autoridad para perdonar los pecados?
ORATIO:
     Pídele al Espíritu Santo que haga brillar su luz amorosa en tu corazón y te guíe al tiempo que buscas el perdón de tus pecados, tal vez por medio de la confesión. Pueden ofrecerte ánimo estas palabras de 1 Juan 1:9: ‘Pero si confesamos nuestros pecados, podemos confiar en que Dios, que es justo, nos perdonará nuestros pecados y nos limpiará de toda maldad’. Pídele al Espíritu Santo que te ayude a vivir una vida que sea agradable a Dios.
CONTEMPLATIO:
     Lee Hechos 2:1-11 y trata de imaginar la escena en la que el Espíritu Santo bajó con poder sobre los discípulos y en un solo día se agregaron a la iglesia varios miles de personas.
     Lee a continuación 1 Corintios 12 y considera la acción del Espíritu Santo hoy día en tu propia vida.
Lectio Divina de Sociedad Bíblica España