TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

jueves, 21 de febrero de 2013

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 24 DE FEBRERO, 2º DE CUARESMA



Lucas 9:28-36     En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago, y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos.
     De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén.
     Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús:
     «Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
     No sabía lo que decía.
     Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: - «Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle».
Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio, y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.

Otras lecturas: Génesis 15:5-12, 17-18; Salmo 26; Filipenses 3:17-4:1

LECTIO:
     Jesús escoge solamente a sus tres primeros discípulos –Pedro, Santiago y Juan- para que suban con él a un monte para orar. No sabemos cuánto tiempo estuvo rezando Jesús, pero los discípulos se quedaron dormidos. Parece ser que los discípulos se despertaron justo a tiempo de presenciar el final de un encuentro memorable. Las ropas de Jesús se han vuelto ahora de un blanco deslumbrante, y él está hablando con Moisés y Elías.
     Es significativa la presencia de Moisés y Elías. Moisés dirigió el éxodo del pueblo de Dios para dejar la esclavitud de Egipto. Respecto al profeta Elías, muchos judíos esperaban que volviese antes de la venida del Mesías. Ambos hablan con Jesús sobre cómo bien pronto habrá de cumplir el plan de Dios por medio de su muerte (o ‘éxodo’, sentido literal de la palabra utilizada por Lucas en esta ocasión) en Jerusalén. El plan salvífico de Dios para la humanidad, que traerá una auténtica liberación duradera, se cumplirá en Jesús.
     Puede que esta experiencia le diera fuerzas a Jesús de cara a los días de prueba que se avecinan y que culminarán con su muerte en la cruz. Lucas no hace ningún comentario al respecto. Lo que queda claro es que Dios está presente, tal como indica la nube que vela su gloria. Como en el bautismo de Jesús, habla Dios. Y afirma que Jesús es su Hijo, su elegido. En esta ocasión Dios añade una instrucción a los discípulos: ‘Escuchadle’.
     Este acontecimiento, junto con los demás milagros y enseñanzas que lo rodean, proporcionó a los discípulos indicios sobre quién era Jesús. Pero habrían de caminar mucho más junto a él. De hecho, tendrían que encontrarse con Jesús después de su resurrección para llegar a entender realmente quién era y cuál era su misión en la tierra.

MEDITATIO:
Imagínate que fueras uno de los discípulos que presenciaron aquel acontecimiento. ¿Cómo te habrías sentido? ¿Qué habrías aprendido?
¿Para qué fue elegido Jesús? ¿De qué manera realiza su muerte en Jerusalén el propósito de Dios?
¿De qué manera podemos ‘escucharle’, tal como Dios les dijo a los discípulos que hicieran?
¿Cuál es tu experiencia de oración? ¿Te resulta tan fácil escuchar a Dios como hablar con él?

ORATIO:
     Dale gracias a Dios por las palabras del Salmo responsorial de este domingo: “El Señor es mi luz y mi salvación”.
     Dale gracias a Dios cada uno de los días de esta semana por todas las formas en que te ha conducido y salvado. Pídele que haga cada vez más profundo tu aprecio de su salvación para contigo.
     Pídele al Espíritu Santo que te cubra con su sombra, que transforme tu vida para que quienes te rodean perciban algo diferente en tu manera de vivir. Pídele a Dios poder reflejar mejor la imagen de Jesús ante los demás.

CONTEMPLATIO:
     Considera la gloria del cuerpo transfigurado de Cristo. A los cristianos, Pablo nos ofrece una promesa tremenda: ‘Cristo cambiará nuestro cuerpo miserable en un cuerpo glorioso como el suyo…’ (Filipenses 3:21).
     Considera lo que significa el que ahora seamos ‘ciudadanos del cielo’ (Filipenses 3:20).
                       



Transfiguración del Señor
Benedicto XVI, pp.



Queridos hermanos y hermanas:
     En el, segundo domingo de Cuaresma, prosiguiendo el camino penitencial, la liturgia, después de habernos presentado el domingo pasado el evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto, nos invita a reflexionar sobre el acontecimiento extraordinario de la Transfiguración en el monte. Considerados juntos, ambos episodios anticipan el misterio pascual: la lucha de Jesús con el tentador preludia el gran duelo final de la Pasión, mientras la luz de su cuerpo transfigurado anticipa la gloria de la Resurrección. Por una parte, vemos a Jesús plenamente hombre, que comparte con nosotros incluso la tentación; por otra, lo contemplamos como Hijo de Dios, que diviniza nuestra humanidad. De este modo, podríamos decir que estos dos domingos son como dos pilares sobre los que se apoya todo el edificio de la Cuaresma hasta la Pascua, más aún, toda la estructura de la vida cristiana, que consiste esencialmente en el dinamismo pascual: de la muerte a la vida.
     El monte -tanto el Tabor como el Sinaí- es el lugar de la cercanía con Dios. Es el espacio elevado, con respecto a la existencia diaria, donde se respira el aire puro de la creación. Es el lugar de la oración, donde se está en la presencia del Señor, como Moisés y Elías, que aparecen junto a Jesús transfigurado y hablan con él del "éxodo" que le espera en Jerusalén, es decir, de su Pascua.
     La Transfiguración es un acontecimiento de oración: orando, Jesús se sumerge en Dios, se une íntimamente a él, se adhiere con su voluntad humana a la voluntad de amor del Padre, y así la luz lo invade y aparece visiblemente la verdad de su ser: él es Dios, Luz de Luz. También el vestido de Jesús se vuelve blanco y resplandeciente. Esto nos hace pensar en el Bautismo, en el vestido blanco que llevan los neófitos. Quien renace en el Bautismo es revestido de luz, anticipando la existencia celestial, que el Apocalipsis representa con el símbolo de las vestiduras blancas (cf. Ap 7,9.13).
     Aquí está el punto crucial: la Transfiguración es anticipación de la resurrección, pero esta presupone la muerte. Jesús manifiesta su gloria a los Apóstoles, a fin de que tengan la fuerza para afrontar el escándalo de la cruz y comprendan que es necesario pasar a través de muchas tribulaciones para llegar al reino de Dios. La voz del Padre, que resuena desde lo alto, proclama que Jesús es su Hijo predilecto, como en el bautismo en el Jordán, añadiendo: «Escuchadlo» (Mt 17,5). Para entrar en la vida eterna es necesario escuchar a Jesús, seguirlo por el camino de la cruz, llevando en el corazón, como él, la esperanza de la resurrección. Spe salvi, salvados en esperanza. Hoy podemos decir: «Transfigurados en esperanza».
     Dirigiéndonos ahora con la oración a María, reconozcamos en ella a la criatura humana transfigurada interiormente por la gracia de Cristo, y encomendémonos a su guía para recorrer con fe y generosidad el itinerario de la Cuaresma.
     En este segundo domingo de Cuaresma, la Iglesia nos invita a contemplar a Cristo, transfigurado en el monte Tabor, para que, iluminados por su palabra, podamos vencer las pruebas cotidianas de la vida y ser en medio del mundo testigos de su gloria. 






miércoles, 20 de febrero de 2013


En el año de la fe


EL FORTALECIMIENTO DE LA FE DE LOS CRISTIANOS (FIN)

(Conferencia con ocasión del 225º aniversario de la erección de la Parroquia de San José, de los extramuros de Cádiz - 19-IV-2012)

Rvdº.P. Juan Antonio Paredes Muñoz


(III) 5.- ¿Es razonable creer en Dios en el siglo XXI?

        2) Podemos conocer a Dios a partir de la revelación. [1] Dios nos ha hablado muchas veces por medio de los profetas, con obras y con palabras. Él ha salido de su Misterio y se nos ha dado a conocer. Por eso, cuando se proclama la Escritura en nuestras celebraciones, se añade siempre: es palabra de Dios. Una Revelación y una palabra que ha culminado en Jesucristo. Él es la Palabra, la Imagen y el Verbo de Dios: porque Dios mismo nos sale al encuentro en su Persona, en sus obras y en sus dichos. Jesucristo es algo semejante al "filtro" que purifica el nombre de Dios de todas las adherencias no-evangélicas. [2]
        Para conocer a Dios, tenemos que acercarnos a Él con la inteligencia y con el corazón; pero también tenemos que acercarnos a Él con la fe. Para nosotros, Jesucristo es Dios y es el gran símbolo de Dios: conocerle a Él es conocer a Dios. Su amor es la revelación del amor que Dios nos tiene. Su libertad es la libertad de Dios. Su compasión ante todo sufrimiento humano es la manifestación de la compasión y de la cercanía de Dios al hombre. Especialmente a los limpios de corazón. Decimos que Jesucristo es la luz, porque nos ilumina el misterio de Dios y del hombre. El nos esclarece el sentido último de la vida y de la muerte. El es el rostro amoroso de Dios en nuestra historia humana. Y nosotros encontramos este rostro en la revelación.
        Hablamos ahora de la revelación sobrenatural, que es la autocomunicación libre de Dios al hombre, realizada por medio de los profetas y culminada en Jesucristo, su Hijo. Dios sale de su Misterio insondable y se nos muestra en la Historia. [3] Y en la historia nos habló y nos sigue hablando con hechos y con palabras. Dios mismo se da personalmente al hombre, y se da a conocer. Como dice el Vaticano II,

        "Quiso Dios, con su bondad y sabiduría, revelarse a sí mismo y manifestar el misterio de su voluntad... En esta revelación, Dios invisible (...), movido por amor, habla a los hombres como amigos (...), trata con ellos (...) para invitarlos y recibirlos en su compañía".  [4]

        Esta revelación está contenida en la Escritura y en la Tradición de la Iglesia. [5] No es, en su sentido más hondo, un conjunto de verdades, sino la presencia activa de Dios que nos sigue hablando a los hombres de hoy personal y comunitariamente. Como Palabra viva de Dios, además de ser interpelación y llamada, la revelación tiene unos contenidos objetivos. Y le corresponde a todo el pueblo cristiano ir descubriendo progresivamente esas llamadas y esos contenidos. El Pueblo de Dios interpreta y proclama la revelación fundamentalmente a través su vida: del amor fraterno, de su apuesta por el hombre, de su compromiso con los pobres y de su misma oración.
        También los teólogos y los estudiosos tienen mucho que decir. Y lo hacen, con su carisma y con su ciencia, preguntando a nuestra Tradición de fe y actualizando sus contenidos. También ellos desempeñan su difícil tarea como Iglesia y en nombre de la Iglesia. A veces surgen discusiones y preguntas en torno a cuestiones graves. Y es también la Iglesia, a través del Magisterio, quien fija e interpreta la fe que confesamos como Pueblo Pues todos los cristianos abrimos caminos y aportamos ideas, pero cuando hay que "fijar" los contenidos fundamentales de la fe, sólo el Magisterio es el intérprete auténtico de la revelación.[6]

        Este segundo camino de acceso a Dios no implica una ruptura con el camino de la razón. Se equivocó K. Barth -un teólogo luterano lleno de intuiciones geniales y de grandes aciertos- al contraponer la revelación a la razón y la religión a la fe. Pero esa es otra cuestión.

        3)Podemos conocer a Dios por el camino del trato personal. Es el camino de los místicos y de los santos, el camino de la vida y del corazón. Pues junto a la búsqueda intelectual y al conocimiento de la Revelación, existe el camino de la contemplación, el camino del orante. La fe viva, entendida como entrega personal y confiada a la llamada divina, es el camino más breve hacia Dios. Como nos advierte san Cirirlo de jerusalén, "el alma, iluminda por esta fe, alcanza a concebir en su mente una imagen de Dios, y llega incluso hasta a contemplar al mismo Dios en la medida en que ello es posible". [7] Cuando el hombre "se esfuerza en fijar en Dios su corazón y su mente, en la contemplación, realiza el acto espiritual que debe ser considerado como el más noble de todos" (Pablo VI). Y ningún conocimiento de Dios puede reemplazar este saber de amigos que florece en la intimidad y en el diálogo de la oración, en ese "hablar de amistad con quien sabemos nos ama" (Santa Teresa). [8]  En la "atención a lo interior y estarse amando al Amado", que constituye la esencia misma de la contemplación, "enseña Dios ocultísima y secretísimamente al alma sin ella saber cómo", dice san Juan de la Cruz. [9]
        Los Padres de la Iglesia tenían una comprensión muy rica y muy vital de la Teología. Para ellos, el saber sobre Dios no se limitaba, como sucedió luego en la Escolástica, a un saber de la razón, a una ciencia desligada de la experiencia creyente del sujeto. A ellos les resultaba ininteligible separar la Teología de la experiencia viva de fe, y en esa experiencia tiene un lugar preeminente el amor. Fue san Agustín quien profundizó en el tema de forma más sistemática. Para alcanzar el conocimiento de Dios, viene a decirnos, hay que partir de la fe: una fe que es apertura amistosa a Dios, escucha agradecida y seguimiento amoroso. Pues sólo quien ama de veras llega a conocer en profundidad la verdad última de Dios y del hombre. Esta línea de pensamiento no llega a desaparecer nunca de la Teología, sino que se va transmitiendo en aquellas corrientes que permanecen en la órbita agustiniana. Es el caso de san Buenaventura, como nos pone de manifiesto el texto que hemos visto al comienzo de este capítulo.
        Y aunque son más numerosos quienes siguen manteniendo una comprensión de la Teología como saber "intelectual", existe también una tendencia fuerte a recuperar un concepto que, sin bajar la guardia en lo que se refiere al rigor, esté más en la línea de los Padres. Como dice con gran lucidez A, Martín,

        "la teología no es sólo nocional sino también vital, no es tarea de solo entendimiento sino también de amor... Dios no es puro concepto, sino un ser que nos ama y se nos entrega". [10]

        Resulta por ello muy interesante que algunos pensadores comiencen a tomar los relatos testimoniales de los grandes creyentes como base para apoyar su afirmación de la existencia de Dios y para lograr un mejor conocimiento de Dios y de las cosas de Dios. [11]





    [1] Cfr. VATICANO II, Dei Verbum.
    [2] Conocer al Dios de la Biblia es una tarea difícil y apasionante. Hoy son muy numerosos los estudios sobre cuestiones parciales, como veremos en el capítulo VI. Para una visión de conjunto, sugiero: H. SEEBASS, Il Dio di tutta la Bibbia, Brescia 1985; J. SCHLOSSER, Le Dieu de Jésus, París 1987; existe versión castellana; J.VERMEYLEN, El Dios de la Promesa y el Dios de la Alianza, Santander 1990.
    [3] Cfr. B ANDRADE, Encuentro con Dios en la historia, Salamanca 1985; B.FORTE, La Trinidad como historia, Salamanca 1988..
    [4] VATICANO II, Dei Verbum n. 2.
    [5] Cfr J.ALFARO, Revelación cristiana, fe y teología, Salamanca 1985, pgs 13-88.
    [6] Cfr VATICANO II, Dei Verbum n.11-13. También PONTIFICIA COMISION BIBLICA, La interpretación de la Biblia (1993).
    [7] SAN CIRILO DE JERUSALEN, Catequesis 5 (Sobre la fe y el símbolo, n. 11) PG 33, 519.
    [8] Cfr M. HERRAIZ GARCIA, Sólo Dios basta, Madrid 1980, 31-44.
    [9] Cantico espiritual, 39, 12. Cfr Vida y Obras de san Juan de la Cruz, Madrid 1955, pg 1114.
    [10] M.ANDRES MARTIN, Pensamiento teológico y cultura, Madrid 1989, pg 17.

    [11] Cfr. J.M.ROBIRA BELLOSO, Revelación de Dios, salvación del hombre, Salamanca 1979, pgs.55-67.



Oración por Benedicto XVI y por el próximo Papa

   Espíritu Santo que siempre has preparado el camino al Sucesor de Pedro, te pedimos que guardes en tu amor al Papa Benedicto XVI para que siga sirviendo de todo corazón a la Santa Iglesia con su oración y su vida oculta.
   Ayúdanos en este tiempo de gracia, a orar con fervor y acoger en el amor a quien nos quieras dar para guiar a tu Iglesia.
   Te pedimos especialmente que derrames tu gracia, tu luz y tu amor sobre todos los Cardenales que han de elegir al nuevo Obispo de Roma, Sucesor de Pedro.
   Que el nuevo Papa nos presida en la unidad y la caridad, sirva con ardor y gran celo en la apasionante tarea de la Nueva Evangelización.
   Unidos con María, Madre de la Iglesia, colocamos bajo su maternal amparo el camino de quien guiará a la comunidad cristiana desde su nuevo Pontificado.
Amén.


Calzar las sandalias del pescador 


    Se presentó como un humilde trabajador de la viña del Señor. Su llegada no respondía a unas oposiciones aprobadas, a una conquista largamente acariciada, a unas elecciones que con sus rivales peleó. Era un misterio y así nos lo hizo saber Joseph Ratzinger cuando asomado al balcón de la Basílica de San Pedro se entreveía en su mirada la sorpresa que te deja sin hálito, rompiendo los legítimos planes que tenía a su edad.
    Calzarse las sandalias del pescador como Pedro a quien sucedía en su sede en ese trance, tras la figura imponente de Juan Pablo II de quien fue un fiel colaborador, no era cosa cualquiera. Siempre pienso en esa estancia junto a la Capilla Sixtina, donde el elegido antes de vestirse de blanco papal, ora en silencio. La llaman capilla de las lágrimas. Toda una vida queda a la espalda de tu historia, y una vida desbordante se abre ante tus ojos, abrumado por la carga que sobreviene y confortado a la vez por la certeza de Quien te acompaña. Las lágrimas son de humilde petición, de gratitud también, y afuera… los hermanos Cardenales, y los hermanos del mundo entero que más allá de ese balcón esperan con ansiedad.
    Benedicto XVI nos contó enseguida su programa, el que a cualquier mandatario se le pide como previo para decidir su aceptación o no. Pero en su caso, el programa no respondía a una estrategia de política eclesial, o a demagogias oportunistas, o a vaivenes reaccionarios, o a ajustes de cuentas. Así lo dijo al comenzar su Pontificado: «Mi verdadero programa de gobierno es no hacer mi voluntad, no seguir mis propias ideas, sino ponerme, junto con toda la Iglesia, a la escucha de la palabra y de la voluntad del Señor y dejarme conducir por Él, de tal modo que sea él mismo quien conduzca a la Iglesia en esta hora de nuestra historia».
    La escucha como programa… ¿no resulta inconcreto, abstracto, tal vez arriesgado? Y sin embargo es la única seguridad que nos cabe para que la labor pastoral de alguien elegido para tan alto ministerio tenga la medida de las cosas de Dios. Escuchar la palabra y escrutar la voluntad de lo que Dios dice y espera de nosotros, pobres instrumentos en las manos dadivosas del Señor.
    Pero, ¿dónde habla Él para escuchar su palabra o saber lo que de nosotros quiere? La vida entera se convierte en vocero de Dios, y cada circunstancia nos acerca a su querer. Hay que saber escuchar y acertar a acoger. En Benedicto XVI no han sido las dificultades, los retos internos de la Iglesia o los desafíos externos de nuestra atribulada humanidad, sino algo más cercano y cotidiano lo que le ha dictado en su conciencia lo que debía hacer con libertad para bien de la Iglesia y de la humanidad.
    El sí con el que un hijo de Dios se adhiere al misterioso designio que la Providencia traza para cada uno, no es algo según la gana o la conveniencia. Es un sí para siempre a quien siempre nos llama a abrazar su divina voluntad. Pero decimos sí a una Persona, no a un cargo, a una responsabilidad. Si por amor y obediencia hemos aceptado lo que se nos confiaba, por amor y obediencia hay que dejarlo cuando se nos hace saber de mil modos, que eso es lo que Dios nos dice y lo que de nosotros espera.
    Conmovidos por el gesto de nobleza cristiana de Benedicto XVI, mientras damos gracias por su fecundo Pontificado, pedimos al Espíritu Santo que ilumine al Colegio Cardenalicio para elegir a quien calzando las sandalias de Pedro, siga acompañando a la Iglesia por los caminos de Dios en esta encrucijada de la historia. Gracias Santo Padre.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

domingo, 17 de febrero de 2013

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 17 DE FEBRERO, 1º DE CUARESMA


Vencer la tentación

Lucas 4:1-13     En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo. Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre.
     Entonces el diablo le dijo: - «Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan».
     Jesús le contestó: - «Está escrito: "No sólo de pan vive el hombre"».
     Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo: «Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo».     Jesús le contestó: - «Está escrito: "Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto"».
     Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: - «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: - "Encargará a los ángeles que cuiden de ti", y también: "Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras"».
     Jesús le contestó: - «Está mandado: "No tentarás al Señor, tu Dios"».
     Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión.
Otras lecturas: Deuteronomio 26:4-10; Salmo 90; Romanos 10:8-13

LECTIO:
     En su divina misión Jesús es conducido al desierto por el Espíritu Santo. Permaneció allí cuarenta días, y ayunó todo aquel tiempo. En el Antiguo Testamento, el número cuarenta significa un periodo de preparación. Nos recuerda que Moisés ayunó durante cuarenta días en el Monte Sinaí (Éxodo 34:28) y que los israelitas se pasaron en el desierto cuarenta años antes de entrar en la Tierra Prometida (Deuteronomio 8:2-3, 29:5-6).
     En el evangelio de hoy sólo se mencionan tres tentaciones en particular, pero está claro que ésta no fue la única ocasión en que fue tentado Jesús: el diablo se alejó de él ‘por algún tiempo’ (versículo 13).
     El diablo tienta a Jesús para que use sus poderes sobrenaturales a fi n de satisfacer sus propias necesidades físicas. Jesús rechaza este uso indebido de su poder. Se identifica contigo y conmigo. Necesitamos algo más que el mero alimento físico. Lo que esto implica está igualmente claro: también necesitamos el ‘alimento espiritual’ de Dios.
     El diablo se ofrece entonces a entregarle el poder sobre todas las naciones si Jesús acepta adorarle. Es cierto que Jesús ha venido precisamente a salvar al pueblo del dominio del diablo, pero no de esta manera. Por último, el diablo tienta a Jesús poniendo a prueba su naturaleza divina: que se tire de lo alto del templo, para que Dios envíe a sus ángeles y le recojan.
     Estas tres pruebas ilustran lo esencial de toda tentación: el deseo de dejar a un lado a Dios, de considerar que es secundario y está de sobra, de fiarse tan sólo de la propia fuerza y arreglar el mundo sin contar con él.
     A Jesús no le confunden los ardides engañosos del diablo, aun cuando utilice la Escritura misma para tentarle. Jesús rechaza cada una de las tentaciones usando también la Escritura, citando el Deuteronomio: 8:3, 6:13, y 6:16, sucesivamente. La interpretación auténtica de un fragmento de la Sagrada Escritura deben enmarcarse (y ser coherente) con la Escritura entera.
     Para Jesús, y para nosotros también, la esencia de cualquier tentación consiste en que se nos ofrezca una opción a primera vista más atractiva y mejor que reemplace la manera en que Dios realiza sus planes en vez de llevarla a cabo como él quiere....

MEDITATIO:
¿Qué le ayudó a Jesús a vencer las tentaciones? ¿Qué lecciones podemos aprender que nos ayuden a vencer las tentaciones con las que hayamos de enfrentarnos? Piensa en qué tipo de ‘alimento espiritual’ nos ayudará a mantenernos cerca de Dios.
Jesús era sumamente estricto a la hora de hacer las cosas según el estilo de Dios. Evitaba ser engañado y actuar de manera distinta. ¿De qué manera podemos intentar seguir su ejemplo?

ORATIO:
     La oración del Señor, el Padrenuestro, (Mateo 6:9-13) nos recuerda que pidamos no caer en la tentación. A lo largo de toda la semana, pídele a Dios que te libre de todas las cosas que te tientan.
     Usa las palabras del Salmo 90 para que hoy inspiren tus oraciones “… Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confió en Ti…”.

CONTEMPLATIO:
     Dedica algún tiempo a reflexionar sobre las promesas de Romanos 10:9-11:
     ‘Si con tu boca reconoces a Jesús como Señor, y con tu corazón crees que Dios lo resucitó, alcanzarás la salvación.’ (Versículo 9) “El que confía en él no se verá defraudado.” (Versículo 11).