TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

viernes, 28 de abril de 2017

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 30 DE ABRIL DE 2017, 3º DE PASCUA (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Obispo de Coria-Cáceres)

«QUÉDATE CON NOSOTROS, PORQUE ATARDECE»


Lc. 24. 13-35
     Aquel mismo día, dos de ellos iban caminando a una aldea llamada Emaus, distante de Jerusalén unos sesenta estadios;  iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».
     Ellos se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?».
     Él les dijo: «¿Qué?». Ellos le contestaron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió.
     Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».
     Entonces él les dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?». Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.
     Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída». Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista. Y se dijeron el uno al otro: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».
     Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón». Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Otras Lecturas: Hechos 2,14.22-33; Salmo 15; 1Pedro 1,17-21

LECTIO:
Es uno de los evangelios pascuales más hermosos, y en el que más fácilmente nos podemos reconocer. Dos discípulos desencantados y abrumados por los acontecimientos de los últimos días, deciden fugarse de aquella in­tragable realidad. En ese camino fugitivo y huidizo, les esperaba el Señor.
       Él se encuentra con dos per­sonas que acaso habían creído y apostado por tan afamado Maestro... pero a su modo, con sus pretensiones y con sus expectativas para Israel. Pero el Hijo del hombre no se dejaba encasillar por nada ni por nadie, y actuó con la radical libertad de quien solo se alimenta del querer del Padre y vive para el cumplimiento de su Hora.
    Jesús les explicará la Escritura y les partirá el pan... finalmente se les abrieron los ojos a los dos fugitivos hospederos de Jesús en el atar­decer de su escapada, y pudieron reconocerlo.
“¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba?”. Les ardía, pero no le reco­nocían; les ocurría algo extraño ante tan extraño viajero, pero no le reconocían. Bastó que se les abrieran los ojos para descubrir a quien buscaban, sin que jamás se hubiera ido de su lado. Y bastó simplemente esto para escuchar a quien deseaban oír, sin que jamás hubiera dejado de hablarles. Dios estaba allí, Él hablaba allí. Eran sus ojos los que no le veían y sus oídos los que no le escuchaban.
       Volvieron a Jerusalén, en viaje de vuelta, no para huir de lo que no entendían, sino para anunciar lo que habían reconocido y comunicárselo a los demás, que en un cenáculo cerrado a cal y canto habían encontrado su particular Emaus. Entonces como ahora, en aquellos como en nosotros. Desandar nuestras fugas, abrirse nuestros ojos, y ser misioneros de lo que hemos encontrado.

  MEDITATIO:
     A lo largo del camino Jesús resucitado se acercó a los dos discípulos de Emaus, pero ellos no lo reconocieron. Viéndoles así tristes, les ayudó primero a comprender que la pasión y la muerte del Mesías estaban previstas en el designio de Dios y anunciadas en las Sagradas Escrituras; y así vuelve a encender un fuego de esperanza en sus corazones.
     Los dos discípulos percibieron una extraordinaria atracción hacia ese hombre misterioso, y lo invitaron a permanecer con ellos esa tarde.
    …Tras ser iluminados por la Palabra, habían reconocido a Jesús resucitado al partir el pan, nuevo signo de su presencia. E inmediatamente sintieron la necesidad de regresar a Jerusalén, para referir a los demás discípulos esta experiencia, que habían encontrado a Jesús vivo y lo habían reconocido en ese gesto de la fracción del pan.
El camino de Emaus se convierte así en símbolo de nuestro camino de fe: las Escrituras y la Eucaristía son los elementos indispensables para el encuentro con el Señor. También nosotros llegamos a menudo a la misa dominical con nuestras preocupaciones, nuestras dificultades y desilusiones... La vida a veces nos hiere y nos marchamos tristes, hacia nuestro «Emaus», dando la espalda al proyecto de Dios.
    Los discípulos de Emaús: acogieron la Palabra; compartieron la fracción del pan, y, de tristes y derrotados como se sentían, pasaron a estar alegres. Siempre la Palabra de Dios y la Eucaristía nos llenan de alegría… Cuando estés triste, toma la Palabra de Dios. Cuando estés decaído, toma la Palabra de Dios y ve a la misa del domingo a recibir la comunión, a participar del misterio de Jesús. Palabra de Dios, Eucaristía: nos llenan de alegría.

ORATIO:
     Quédate con nosotros, Señor, porque sin ti nuestro camino quedaría sumergido en la noche. Quédate con nosotros, Señor Jesús, para llevarnos por los caminos de la esperanza que no muere, para alimentarnos con el pan de los fuertes que es tu Palabra.

Quédate con nosotros…
la mesa está servida,
caliente el pan y envejecido el vino.
Quédate con nosotros,
la tarde está cayendo, quédate.

CONTEMPLATIO:
«Mientras conversan, Jesús se acerca y se pone a caminar con ellos».
     Es el primer gesto del Resucitado. Los discípulos no son capaces de reconocerlo, pero Jesús ya está presente caminando junto a ellos. ¿No camina hoy Jesús veladamente junto a tantos creyentes que abandonan la Iglesia pero lo siguen recordando? Jesús está interesado en conversar con ellos:
«¿Qué conversación es ésa que traéis mientras vais de camino?»
     Los cristianos hemos de recordar más a Jesús: citar sus palabras, comentar su estilo de vida, ahondar en su proyecto. Hemos de abrir más los ojos de nuestra fe y descubrirlo lleno de vida en nuestras eucaristías. Nadie ha de estar más presente. Jesús camina junto a nosotros.
     Los dos discípulos de Emaus al ir eran errantes…  al regresar eran testigos de la esperanza que es Cristo. Porque lo habían encontrado a Él, al Viandante Resucitado. Este Jesús es el Viandante Resucitado que camina con nosotros. Jesús está aquí hoy, está aquí entre nosotros. Está aquí en su Palabra,  camina con nosotros, es el Viandante Resucitado.
                                                                                                                                                        


…  Dos discípulos de Jesús se dirigen caminando hacia el pueblo de Emaús. Oh alma pecadora, detente un momento a considerar con atención los distintos aspectos de la bondad y de la benevolencia de tu Señor. En primer lugar, el hecho de que su ardiente amor no le permita dejar a sus discípulos vagar en medio de la desorientación y la tristeza. El Señor es, en verdad, un amigo fiel y un amoroso compañero de camino [...] Observa, alma cristiana, cómo tu Señor realiza el ademán de proseguir más allá, con objeto de hacerse desear más, de hacerse invitar y de quedarse como huésped de ellos…  (anónimo franciscano del siglo XIII).
EL NUEVO MISAL ROMANO


     El I Domingo de Cuaresma, la Iglesia española estrenaba una nueva versión del Misal Romano. Desde ese día hemos escuchado y visto los cambios que esta nueva traducción introduce en la celebración de la Santa Misa y que queremos desarrollar en este número de “Piedras Vivas”.

    La importancia del Misal
     El Misal Romano es uno de los libros litúrgicos más importantes de la celebración de la Iglesia, texto indispensable para la celebración de la Sta. Misa. En él, la parte fundamental está compuesta por las oraciones que se necesitan para la celebración de la Eucaristía, pero, además, se describen los ritos que se desarrollan durante la misma (gestos, movimientos, posturas, etc…) y quiénes intervienen en cada ocasión (celebrante, concelebrante, acólito, lector, salmista…). Tanto las oraciones como los ritos contenidos en el misal actual son herencia de la larga historia litúrgica de la Iglesia en sus diversos tiempos, momentos, sensibilidades espirituales y acentos teológicos.

     ¿Es un Misal nuevo?
     El 20 de abril de 2000, el papa Juan Pablo II aprobó la tercera edición oficial, llamada típica, en lengua latina, del Misal Romano promovido por el Concilio Vaticano II. A partir de este texto se elaboran las diferentes traducciones a las lenguas de cada pueblo. Ahora se publica en España la traducción al español de esta edición oficial latina. Realmente no estamos ante un “nuevo misal”, expresión que se usa a veces pero que no es correcta, sino ante una nueva edición del ya existente. Esta nueva traducción de todo el Misal, atiende a los nuevos criterios de la Santa Sede así como a los cambios culturales y lingüísticos de los últimos años. El elemento más identificable de esta nueva traducción es el cambio en las palabras de la consagración del vino. «Por muchos» La variación de la fórmula de la consagración del cáliz busca la mayor fidelidad al texto original. En lugar de la que conocíamos hasta ahora “que será derramada por vosotros y por todos los hombres”, se dice: “por vosotros y por muchos”. ¿Por qué “por muchos”? ¿No murió el Señor por todos? “Por muchos” fueron las palabras mismas del Señor al instituir la Eucaristía, como se narra en los Evangelios según San Mateo 26,28 y San Marcos 14,24. La voluntad de Dios en Cristo es la redención de todos los hombres, pero no todos la aceptarán ni querrán beneficiarse de la redención, sino “muchos”. La salvación no es automática: “¡esforzaos en entrar por la puerta estrecha...!”

    Ordenación del Misal Romano
     La nueva edición del Misal contiene una nueva Ordenación del Misal Romano (OGMR) que es la introducción a toda la celebración de la Eucaristía. Ahora se han ampliado algunos capítulos, se han aclarado algunos puntos y se ha dado mayor importancia a la celebración de la Eucaristía presidida por el obispo diocesano. ¿Afectan estos cambios a los fieles? Algunas de esas indicaciones se refieren a nuestra actitud y participación en la ceremonia eucarística:
Tras el “Oremos”, es conveniente que exista una pausa, para que todos eleven sus súplicas en el corazón, y tras esa pausa de silencio el sacerdote “recolecta” esas oraciones recitando la oración colecta (de ahí su nombre).
No se pueden sustituir las lecturas bíblicas y el salmo responsorial por otros textos no bíblicos.
En la proclamación del Evangelio, se subraya su importancia destacando que “los presentes se vuelven hacia el ambón”. » Las preces o peticiones que sean leídas por un solo lector, y que sean sobrias, formuladas con sabia libertad, en pocas palabras”.
Todo el pueblo fiel se pondrá en pie al decir el sacerdote: “Orad, hermanos, para que este sacrificio...” y no después. » Los fieles, estarán de rodillas en la consagración, a no ser que alguna causa lo impida.
El rito de la paz recupera la sobriedad y brevedad que siempre ha tenido: “Conviene que cada uno exprese sobriamente la paz sólo a quienes tiene más cerca” y aclara que el sacerdote no abandona el presbiterio durante el rito de paz.
Al comulgar, es importante el diálogo de fe entre el ministro y el fiel. Cuando el sacerdote presenta al Señor sacramentado nos dice “El Cuerpo de Cristo” a lo que el fiel responde “Amén” comulgando inmediatamente, con respeto, delante del ministro. Además, antes de comulgar, hay que hacer “la debida reverencia”, es decir, inclinación profunda ante el Santísimo (o genuflexión) antes de comulgar.

    Otras novedades
     Además se han añadido nuevos textos litúrgicos para evitar las repeticiones, especialmente en las Misas propias de cada tiempo litúrgico. También se han incorporado algunos formularios para las Misas rituales y votivas y se han retocado algunos textos, especialmente en las Misas por diversas necesidades. El propio de los santos, es decir, las misas propias de los santos de la Iglesia ha aumentado con la incorporación de nuevos santos canonizados desde la última edición del Misal. Asimismo, se han unificado los títulos de las fiestas dedicadas a la Virgen María.


Piedras Vivas Abril 2017.

domingo, 23 de abril de 2017


ABRIL 2017

«Quédate con nosotros, porque atardece» (Lc 24, 29).

Es la invitación, dirigida a un desconocido en el camino desde Jerusalén al pueblo de Emaús, por dos compañeros de viaje que «conversaban y discutían» sobre lo que había sucedido en la ciudad en los días anteriores.
Parecía ser el único que no sabía nada, y por eso los dos, que aceptan su compañía, le hablan de «un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo» en el cual habían depositado su confianza. Había sido entregado por los jefes de sus sacerdotes y por las autoridades judías a los romanos, y luego condenado a muerte y crucificado (cf. Lc 24, 19ss.). Una tragedia enorme cuyo sentido no eran capaces de entender.
A lo largo del camino, el desconocido los ayuda a captar el significado de aquellos acontecimientos a partir de la Escritura y enciende de nuevo la esperanza en sus corazones. Al llegar a Emaús, lo retienen para cenar: «Quédate con nosotros, porque atardece». Mientras están a la mesa juntos, el desconocido bendice el pan y lo comparte con ellos. Un gesto que permite reconocerlo: ¡el Crucificado estaba muerto y ahora ha resucitado! E inmediatamente los dos cambian de planes: vuelven a Jerusalén a buscar a los demás discípulos y darles la gran noticia.
También nosotros podemos sentirnos desilusionados, indignados, desanimados por una sensación trágica de impotencia ante las injusticias que golpean a personas inocentes e inermes. En nuestra vida no faltan el dolor, la incertidumbre, la oscuridad... ¡Y cómo nos gustaría transformarlos en paz, esperanza y luz para nosotros y para los demás!

«Quédate con nosotros, porque atardece»

¿Queremos encontrar a Alguien que nos entienda hasta el fondo y nos ilumine el camino de la vida?
Jesús, el Hombre-Dios, para estar seguro de llegar a cada uno de nosotros en lo profundo de su situación, aceptó libremente pasar, como nosotros, por el túnel del dolor. Del dolor físico, pero también del interior, desde la traición de sus amigos hasta sentirse abandonado (cf. Mt 27, 46; Mc 15, 34) por ese Dios al que siempre había llamado Padre. Gracias a esa confianza inquebrantable en el amor de Dios, superó ese inmenso dolor y se volvió a entregar a Él (cf, Lc 23, 46). Y de Él recibió nueva vida.
       También a nosotros nos ha llevado por este mismo camino y quiere acompañarnos:
«…Él está presente en todo lo que sabe a dolor... Procuremos reconocer a Jesús en todas las angustias y penurias de la vida, en cualquier oscuridad, en las tragedias personales y de los demás, en los sufrimientos de la humanidad que nos rodea. Son Él porque Él las ha hecho suyas... Bastará con hacer algo concreto por aliviar sus sufrimientos en los pobres... para encontrar una nueva plenitud de vida».
Cuenta una niña de siete años: «Me dolió mucho cuando a mi padre lo metieron en prisión. Amé a Jesús en él y por eso no lloré delante de él cuando fuimos a visitarlo».
Y una joven esposa: «Acompañé a Roberto, mi marido, en sus últimos meses de vida tras un diagnóstico sin esperanza. No me alejé de él ni un segundo. Lo veía a él y veía a Jesús... Roberto estaba en la cruz, realmente en la cruz». El amor recíproco de ellos se convirtió en luz para sus amigos, los cuales se vieron envueltos en una carrera de solidaridad que no se ha interrumpido desde entonces, sino que se ha extendido a otros y se ha plasmado en una asociación de promoción social, «Abrazo planetario». «La experiencia vivida con Roberto -dice un amigo suyo- nos ha llevado a recorrer un auténtico camino hacia Dios. Muchas veces nos preguntamos qué sentido tienen el sufrimiento, la enfermedad y la muerte. Creo que todos los que han recibido el regalo de recorrer este trecho de camino junto a Roberto tienen ahora muy claro cuál es la respuesta».
En este mes todos los cristianos celebrarán el misterio de la muerte y resurrección de Jesús. Es una ocasión para avivar nuestra fe en el amor de Dios, que nos permite transformar el dolor en amor; cualquier desgarro, separación, fracaso y hasta la muerte, pueden convertirse también para nosotros en fuente de luz y de paz. Seguros de la cercanía de Dios a cada uno de nosotros en cualquier situación, repitamos con confianza la oración de los discípulos de Emaús: «Quédate con nosotros, porque atardece».
Leticia Magri



viernes, 21 de abril de 2017

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 23 DE ABRIL DE 2017, DE LA DIVINA MISERICORDIA (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Obispo de Coria-Cáceres)

«PAZ A VOSOTROS»
 Jn. 20. 19-31
     Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
     Jesús repitió: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
    Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás:
«¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».
     Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Otras Lecturas: Hechos 2,42-47; Salmo 117; 1Pedro 1,3-9

LECTIO:
     Decimos tantas veces: “si no lo veo, no lo creo”. Como queriendo exigir todo tipo de prueba previa antes de dar nuestro consentimiento. En estas andaban aquellos discípulos de Jesús tras aquellos días terribles. En los momentos más críticos y difíciles, tras el apresamiento del Maestro, casi todos se fueron escabullendo, cada cual con su traición desertora. El miedo, el escondimiento, el ghetto a puerta cerrada… son notas que caracterizan su mundo psicológico y espiritual.
     “Paz a vosotros”. Es Él, el Señor, que verdaderamente había resucitado, según lo predijo. Y para que toda duda quedara disuelta, les mostraría las señales de la muerte: las manos y el costado.
    
”Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor”. Pero… faltaba Tomás. A pesar del testimonio de los demás discípulos, Tomás no creerá posible lo que sus compañeros afirmaban: “hemos visto al Señor”. Sus ojos habían visto agonizar y morir a Jesús. Sus ojos ahora demandaban la prueba suficiente para que se borrase aquella imagen tan terriblemente grabada. Y la prueba llegó, era Jesús mismo que a los ocho días volverá a anunciar la paz a quien sobre todo carecía de ella: a Tomás.
     Uno siempre ha pensado que la actitud de Tomás era por lo menos razonable. Los signos de la vida que sus compañeros vieron cuando él no estaba presente, no quedaron suficientemente grabados en sus corazones, no eran testigos quizás de la resurrección de Jesús sino de un nuevo susto. Quien se empeña en decir que Cristo ha resucitado mientras que se permanece entre los lazos de la muerte –en cualquiera de sus formas–, no se es testigo de la pascua sino un vendedor de ideas exotéricas, extrañas y distantes.
    Más adelante la comunidad cristiana lo aprenderá y lo vivirá de otro modo, como dice Pedro en su carta: “no habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis y creéis en Él”. Aquella comunidad que recibió la pascua de Jesús, vivía resucitadamente. Su cotidianeidad era la prolongación de las señales de Jesús: donde antes había muerte (egoísmo, injusticia, miedo, desesperanza, insolidaridad, increencia…) ahora había vida resucitada (amor, justicia, paz, esperanza, solidaridad, fe…). Es el testimonio de la comunidad cristiana en medio de la cual vive Jesús.
¿Seremos nosotros testigos de esa vida de Jesús para los Tomás que han visto y experimentado demasiada muerte?

  MEDITATIO:
     En el Evangelio de hoy, el apóstol Tomás experimenta precisamente esta misericordia de Dios, que tiene un rostro concreto, el de Jesús, el de Jesús resucitado. Tomás no se fía de lo que dicen los otros Apóstoles: «Hemos visto el Señor»; no le basta la promesa de Jesús, que había anunciado: al tercer día resucitaré. Quiere ver, quiere meter su mano en la señal de los clavos y del costado. ¿Cuál es la reacción de Jesús? La paciencia. (Papa Francisco)
     Jesús no abandona a Tomás en su incredulidad, no le cierra la puerta, espera. Y Tomás reconoce su propia pobreza, la poca fe: «Señor mío y Dios mío»: con esta invocación simple, pero llena de fe, responde a la paciencia de Jesús. Se deja envolver por la misericordia divina, la ve ante sí, en las heridas de las manos y de los pies, en el costado abierto, y recobra la confianza: es un hombre nuevo, ya no es incrédulo sino creyente. (Papa Francisco)
     Quisiera subrayar otro elemento: la paciencia de Dios debe encontrar en nosotros la valentía de volver a Él, sea cual sea el error, sea cual sea el pecado que haya en nuestra vida. Jesús invita a Tomás a meter su mano en las llagas de sus manos y de sus pies y en la herida de su costado. También nosotros podemos entrar en las llagas de Jesús, podemos tocarlo realmente; y esto ocurre cada vez que recibimos los sacramentos. (Papa Francisco)
     Dejémonos envolver por la misericordia de Dios; confiemos en su paciencia que siempre nos concede tiempo; tengamos el valor de volver a su casa, de habitar en las heridas de su amor dejando que Él nos ame, de encontrar su misericordia en los sacramentos. Sentiremos su ternura, tan hermosa, sentiremos su abrazo y seremos también nosotros más capaces de misericordia, de paciencia, de perdón y de amor. (Papa Francisco)

ORATIO:
     Que podamos vivir con fe y amor, con serenidad y fortaleza, los pequeños y los grandes sufrimientos de la vida diaria, a fin de que, purificados de todo fermento de mal, lleguemos juntos al banquete de la pascua eterna… 
Señor estoy aquí, acepta mi pobreza,
esconde en tus llagas mi pecado, lávalo con tu sangre.
Aquí estoy, Señor, perdóname, acógeme,
consuélame, lávame, ámame.
Aquí estoy, Señor, aumenta mi fe.

CONTEMPLATIO:
     Celebramos hoy el segundo domingo de Pascua, también llamado «de la Divina Misericordia». Qué hermosa es esta realidad de fe para nuestra vida: la misericordia de Dios. Un amor tan grande, tan profundo el que Dios nos tiene, un amor que no decae, que siempre aferra nuestra mano y nos sostiene, nos levanta, nos guía. (Papa Francisco)
     Según el relato, lo primero que infunde Jesús a su comunidad es su paz. Ningún reproche por haberlo abandonado, ninguna queja ni reprobación. Sólo paz y alegría. Y eso hace con ellos un gesto especial. No les impone las manos ni los bendice como a los enfermos. Exhala su aliento sobre ellos y les dice: “Recibid el Espíritu Santo”.
     Los discípulos sienten su aliento creador. Todo comienza de nuevo. Impulsados por su Espíritu, seguirán colaborando a lo largo de los siglos en el mismo proyecto salvador que el Padre encomendó a Jesús.


Santo Tomás, después de la resurrección de Cristo, fue el único que deseó y el único que obtuvo tocar los miembros de Cristo con manos ciertamente curiosas, aunque a buen seguro dignas […] Que estuviera ausente, que hubiera pedido con cierta insistencia ver y tocar al Señor..., todo eso estaba dispuesto para nuestra salvación. Así conoceríamos con mayor evidencia la verdad de la resurrección del Señor, una verdad que Tomás, tras haber sido reprochado por su necesaria curiosidad, confirmó diciéndole: «¡Señor mío y Dios mío!» (Gaudencio de Brescia).

jueves, 20 de abril de 2017

CARTA DE D. RAFAEL CON MOTIVO DE LA PASCUA

CRISTO HA RESUCITADO ¡ALELUYA! 

Querido amigo:

    
¡Feliz Pascua de Resurrección! ¡Cristo ha Resucitado, ¡Aleluya! Mi más sincera y afectuosa felicitación para ti y los tuyos. Te he encomendado al Señor resucitado en la celebración de la Pascua de Resurrección, a El que llena de gozo nuestros corazones y nos dispone a vivir las incontables gracias del Señor, que vive para siempre con la gloria y poder que le corresponde como Dios que es, e intercede ante el Padre permanentemente por nosotros.
     El buen tiempo ha ayudado a un desarrollo espléndido de la Semana Santa, con sus oficios, cultos de piedad y procesiones en las calles, que han tenido un seguimiento masivo. Demos gracias a Dios por ello, pues colabora sin duda a una mayor presencia pública de nuestra fe y afirma a la iglesia como un auténtico pueblo muy representativo de nuestra sociedad, a la que tantos bienes aporta.
     Las celebraciones de la Misa Crismal --en Ceuta el Lunes Santo y en Cádiz el Miércoles Santo--, han sido especialmente bien participadas por los sacerdotes y los fieles de los distintos lugares de la diócesis, momentos muy significativos y expresivos de nuestra comunión.
     Una vez que Cristo ha resucitado, con nuestro corazón ensanchado por la gracia de esta vida nueva, comprendemos mejor que ha de pasar por nuestro corazón todo lo que cabe en el suyo, esto es, nuestra salvación. Él nos ha enseñado a amar dando la vida para resucitar con El, y no pueden dejar de dolernos las tragedias de nuestra sociedad.
     En estos días no han faltado tampoco motivos de dolor y preocupación. Creo, por tanto, que debemos tener muy presentes y encomendar a los cristianos coptos asesinados (al menos 45) en dos atentados cometidos por Daesh en sendos templos de esta comunidad en Egipto: la Catedral de San Marcos, en Alejandría, y la Iglesia de San Jorge, en Tanta, al norte de El Cairo. Estas masacres han coincidido intencionadamente con el Domingo de Ramos, festividad que abre las celebraciones de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. En diciembre pasado, la misma organización terrorista golpeó a los coptos egipcios en plena Navidad con un ataque que causó 25 muertos. Al parecer las comunidades cristianas de Siria, Irak y Egipto son un objetivo estratégico de los terroristas islamistas, porque representan la diversidad religiosa de una región que fue la cuna del cristianismo. Queda al descubierto con el ensañamiento que ponen en su persecución y asesinato masivo. La limpieza religiosa de la región está en marcha, mientras la comunidad internacional asiste a ella de brazos caídos, como si fuera un hecho inevitable. Además de desestabilizar a Egipto pretenden, al parecer, crear un clima de terror ante la cercana visita del Papa Francisco al país, prevista para finales de este mes. El Santo Padre y la Iglesia Católica ocupan páginas llenas de odio y amenazas en las últimas publicaciones de Daesh, porque los considera aliados de Occidente. Oremos por los cristianos perseguidos quienes, por otra parte, han celebrado con inmensa alegría a Cristo resucitado, por quien siguen dispuestos a dar la vida; y por el próximo viaje apostólico del Papa Francisco.
     Vale la pena ver el video de cómo han celebrado la victoria de Cristo sobre el mal, el odio y la muerte, estos masacrados coptos, un testimonio vivo de fe y esperanza cristiana, verdadero ejemplo para nosotros.


     Una preocupación más. En todos estos días no han dejado de llegar a nuestras costas multitud de emigrantes, sobre todo africanos, a los que seguimos acogiendo con gran esfuerzo y una encomiable caridad. Nos desborda el problema, sus causas internacionales, las políticas migratorias, etc. Pero nosotros seguimos atendiendo a las personas que merecen todo nuestro apoyo, y ser tratados como otros cristos, por los que el Señor ha muerto y resucitado.
     Te envió para tu reflexión y oración mi carta pastoral de esta Pascua. Espero nos veamos pronto. Reserva ya en tu calendario el próximo sábado día 29 de abril para participar en el II ENCUENTRO DE RENOVACIÓN PASTORAL. En esta ocasión afrontaremos la vida parroquial, que necesita atreverse con los retos de la nueva evangelización en la situación diferente que experimentamos hoy. Confío en que la participación de los laicos junto con vuestros pastores sea el inicio de una fructífera reflexión y acción pastoral. La experiencia que se nos va a presentar merece verdaderamente la pena.
     Un fuerte abrazo con la alegría de Cristo Resucitado que sostiene nuestra fe.


+ Rafael Zornoza Boy -Obispo de Cádiz y Ceuta

http://www.obispadodecadizyceuta.org/noticia/carta-pastoral-pascua-mons-d-rafael-zornoza-boy

domingo, 16 de abril de 2017

EL TRIDUO PASCUAL Y SU SIGNIFICACIÓN (III)


Domingo  de  resurrección, último día del triduo
      
     El domingo de resurrección fundamentalmente es una vigilia, la vigilia pascual. La pascua del Éxodo era ya noche de vigilias en honor de Yavé (Ex 12,42). El apócrifo Epístola Apostolorum (s. II) subraya este aspecto, que probablemente se remonta a los tiempos apostólicos.
     Es esta tradición la que recoge el misal actual al advertir que se trata de una celebración nocturna, y que por lo tanto no ha de empezar antes del inicio de la noche y ha de terminar antes del amanecer; así se da cumplimiento al mandato del Señor “la noche santa rompe el ayuno”, y es la inauguración de la gran fiesta de alegría cincuentenaria. Es el tercer día del triduo, como el paso del duelo a la fiesta, de la muerte a la vida, juntamente con el Señor. De todos los tiempos, es la noche de la celebración sacramental de la pascua por la palabra, el bautismo y la eucaristía. La originalidad de la pascua es el hecho de ser la eucaristía que alcanza su máxima expresividad por encima de las restantes celebraciones del año de tener encendidas las lámparas (Lc 12,35ss).
     La liturgia de la palabra es mucho más larga que la habitual; y la liturgia sacramental no sólo celebra la eucaristía, sino también el bautismo. El antiquísimo rito del lucernario, utilitario y simbólico, de Jerusalén y del Oriente, dará lugar al del alumbramiento del cirio pascual. En el s. XII entrará en ella la bendición del mismo y la procesión.
     La complicada historia de las lecturas bíblicas de la vigilia pascual no quita su importancia central en la liturgia, sino al contrario. Haciéndose eco de esta tradición, la liturgia actual no teme afirmar que ellas constituyen el elemento fundamental de la vigilia. La liturgia de la palabra es el memorial agradecido por la salvación, recordada por unas referencias históricas-base, que culminan en el Cristo de la pascua.
     Las tres últimas lecturas están más directamente orientadas hacia la celebración inmediata del bautismo. A la lectura del Nuevo Testamento (Rom 6,3-11), igualmente bautismal, sigue el relato evangélico de la resurrección.
     Las oraciones del final de las lecturas continúan su vieja función, heredada de los sacramentariós, de actualizar la salvación en Cristo, anunciada en la lectura, al tiempo que los responsorios bíblicos invitan a la contemplación agradecida de la misma.
     Hoy continúa siendo la noche por excelencia del bautismo por la entrañable vinculación del sacramento con el misterio de la muerte y resurrección, de acuerdo con la teología paulina.
     La gran vigilia llega a la cima con la eucaristía nocturna, que inicia el domingo de resurrección. Es la eucaristía por antonomasia, en que el neófito y todo cristiano ha sido adentrado en la comunión con Cristo, nuestra pascua, en la espera de la venida gloriosa del Señor. La eucaristía pascual, culminación del memorial de la muerte y resurrección del Señor hasta que venga. El paso de la austeridad a la alegría es la iniciación de la fiesta para siempre, simbolizada en pentecostés (= cincuenta días).

Joan Bellavista