TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

sábado, 23 de abril de 2022

PARA EL DIÁLOGO Y LA MEDITACIÓN

 

ABRIL TRIDUO PASCUAL

Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar

 

LA ADORACIÓN NOCTURNA MOMENTO PARA CULTIVAR LA INTIMIDAD CON DIOS

 

   En cada Santa Misa actualizamos toda la redención conseguida una vez para siempre y se hace realidad en el hoy de nuestra vida, “todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre” (Heb. 10,10).

   Nuestra vida, ha de ser, vivir de la Eucaristía, con la Eucaristía y en la Eucaristía, hacer del encuentro con el Señor resucitado en el Sacramento una senda de vida con Él, un camino de santidad en mi vida, para que, con la Verdad, llegue a través del Sacramento a la plenitud de la Vida, el que come de este pan vivirá para siempre. Agradezcamos el gran don de su entrega redentora por amor a mí, cuando llegó la plenitud de los tiempos, tiempos de la venida y redención que la actualizamos en cada misa hasta que vuelva, No beberé el vino… Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven Señor Jesús.

   Si fuésemos conscientes del don de la redención que se realiza en el Sacramento de la Eucaristía, haríamos de nuestra vida una mayor presencia eucarística, dentro de las obligaciones de cada uno, como lo hacía el labriego de Ars, y todos los santos, conscientes de que la plenitud de la Redención, ya que toda la Santidad de la Iglesia, se encuentra en el Sacramento, desde donde el Corazón Eucarístico de Jesús nos da a beber de la fuente de agua Viva.

   "No podemos vivir sin el domingo” repetían los mártires ante los gobernadores que les prohibían celebrar la Misa. Ellos hicieron de su vida una ofrenda viva, unida a la de Jesucristo, convirtiéndose en corredentores con Él, suplo lo que falta a la pasión de Cristo por la Iglesia, se convirtieron en una Eucaristía viva para la redención del mundo, la sangre de los mártires es semilla de cristianos. Sin su entrega del viernes, no podríamos tener la Eucaristía, fruto de su muerte y resurrección. Con su sangre derramada en la Cruz puso en paz todas las cosas.

     No podemos separar el don de la redención, que se nos da cada día en nuestra senda eucarística, con el sacramento de la Penitencia, ante la gravedad del pecado, Dios responde con la plenitud del perdón, nos recordaba el Papa Francisco. Recibir el perdón de Dios de su misericordia, recibir la purificación de nuestros pecados con su sangre en la confesión, para experimentar la misericordia de Dios en nuestros corazones gracias a su Hijo, y ser transformados con el don del Espíritu Santo, viviendo la senda eucarística, la vida de gracia, “vendremos a él y haremos morada en él”, para que mostremos la misericordia y el perdón a las personas con las que nos encontramos cada día.

     El amor del Sagrado Corazón de Jesús se nos manifiesta especialmente en la Eucaristía y en la Penitencia, “el amor ardiente a su Corazón es una imitación de sus virtudes, principalmente de la humildad, del celo, de la dulzura, del espíritu de inmolación; y un celo incansable para suscitar amigos y reparadores, que le consuelen con su propio amor”, nos recordaba san Juan Pablo II.

   En cada vigilia rezamos, como Iglesia,  el acto de desagravio al Corazón Sacratísimo, acto de reparación, hoy tan urgente y necesario, le pedimos al Venerable Luis que lo hagamos en su mismo espíritu, que él tanto insistía, especialmente en este mes que celebramos la plenitud de la redención con el Triduo Pascual, actualidad de desagraviar al Señor a la que  nos anima san Juan Pablo II, “La animación y robustecimiento del culto eucarístico son una prueba de esa auténtica renovación que el Concilio se ha propuesto como finalidad y de la que es el punto central. La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico. Jesús nos espera en este sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración, en la contemplación llena de fe y abierta a reparar las graves faltas y delitos del mundo. No cese nunca nuestra adoración”. Desde la Basílica del Sagrado Corazón de Montmartre, en junio de 1980, san Juan Pablo II, nos insiste en la misma idea a nosotros adoradores nocturnos: “desde hace casi un siglo perdura la incesante adoración al Santísimo Sacramento, sin interrupción día y noche. Y sin interrupción hay hombres que rezan, que adoran, que, en el espíritu de Santa Margarita María, ofrecen reparación a aquel Corazón que tanto ha amado al mundo, y al hombre en este mundo, y que recibe de éste tantos ultrajes y olvidos”. Vivamos nuestra noche acompañando a Jesús, agradeciendo el don de la Redención, plenitud de la misericordia, que se nos da en la Eucaristía y en la Penitencia, fomentemos la reparación, Jesús mismo nos pide la limosna de tener misericordia con Él, por el olvido, desprecio y persecución y exclusión en la vida de las personas, y sobre todo de la familia y de la sociedad.

     Con el gozo de la resurrección, incrementemos nuestro amor y esperanza en la victoria de Jesucristo sobre el pecado y sobre la muerte, en la espera gozosa de su reino de amor. ¡Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor!

Preguntas para el diálogo y la meditación.

¿Agradezco en cada Eucaristía que participo en don de la Redención?

¿Practico oraciones, actos de consolar y reparar al Señor con otras personas?

¿Vivo la misericordia que el Señor me pide y la transmito a las personas?

¿Recibo el sacramento de la penitencia para prepararme a la vigilia mensual?





martes, 12 de abril de 2022

DEL BLOG DEL OBISPO

 MI MENSAJE AL INICIO DE LA SEMANA SANTA.

Identificarnos con los sufrimientos de Cristo en la Pasión

 

     Ha terminado la cuaresma, tiempo de conversión interior y de penitencia, y ha llegado el momento de conmemorar la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Ahora empieza la Semana Santa, llamada Semana MayoroSemana Grande”, por la importancia que tiene para los cristianos el celebrar el misterio de la Redención de Cristo, quien por su infinita misericordia y amor al hombre, decide libremente tomar nuestro lugar, morir por nosotros, y redimirnos de nuestros pecados. Tenemos la oportunidad de vivir en profundidad los eventos centrales de la Redención, de revivir el misterio pascual, el gran misterio de la fe.

     Después de la entrada triunfal en Jerusalén, asistiremos a la institución de la Eucaristía, oraremos junto al Señor en el Huerto de los Olivos y le acompañaremos por el doloroso camino que termina en la Cruz. Contemplaremos también a María —una Madre desconsolada pero que sigue confiando en Dios—, que al pie de la Cruz, le da su “sí” al cumplimiento de la voluntad de Dios. 

   Este es el momento para hacer un alto en camino cotidiano, contemplar detenidamente el misterio pascual y vivirlo con recogimiento interior, con una actitud activa, es decir, con el corazón dispuesto a volver a Dios y el ánimo de lograr un verdadero dolor de nuestros pecados y un sincero propósito de enmienda para corresponder a todas las gracias obtenidas por Jesucristo.

     La Semana Santa no pretende ser simple recuerdo de un hecho histórico, aunque sea tan importante como el de la muerte y Resurrección del Señor, sino que aspira a introducirnos en la contemplación del amor de Dios que permite el sacrificio de su Hijo, en el dolor de Jesús crucificado, en la esperanza de reconocer a Cristo que vuelve a la vida y nos trae el júbilo de su Resurrección []

    La Resurrección del Señor nos abre las puertas a la vida eterna, su triunfo sobre la muerte es la victoria definitiva sobre el pecado. Resucitar en Cristo es volver a las fuentes de nuestro bautismo y salir de las tinieblas del pecado para vivir reconciliarnos con Dios en la gracia divina que nos otorgan la penitencia y los sacramentos. Es recuperar la dignidad de los hijos de Dios que Cristo nos alcanzó con la Resurrección.

     Contemplemos el misterio pascual agradeciendo a  Dios su amor infinito por nosotros haciendo propósitos para vivir como verdaderos cristianos. 

 + Rafael, Obispo de Cádiz y Ceuta


lunes, 4 de abril de 2022

CONVOCATORIA MENSUAL

 

 LA BENDITA VERGÜENZA DE LA CONFESIÓN

     ... La confesión es, más bien, un encuentro con Jesús donde se toca de cerca su ternura. Pero hay que acercarse al sacramento sin trucos o verdades a medias, con mansedumbre y con alegría, confiados y armados con aquella “bendita vergüenza”, la “virtud del humilde” que nos hace reconocernos como pecadores[...]

    “Como un padre es tierno con sus hijos, así es el Señor, y tierno con los que le temen”, con los que vienen a Él. (Salmo 102) La ternura del Señor. Siempre nos entiende, pero no nos deja hablar: Él lo sabe todo. «No te preocupes, vete en paz», la paz que sólo Él da”. Esto es lo que “sucede en el sacramento de la reconciliación. Tantas veces –dijo el papa–, pensamos que ir a la confesión es como ir a la lavandería. Pero Jesús en el confesionario no es una lavandería”.

   La confesión «es un encuentro con Jesús que nos espera como somos. “Pero, Señor, mira, yo soy así”. Estamos avergonzados de decir la verdad: hice esto, pensé en aquello. Pero la vergüenza es una verdadera virtud cristiana, e incluso humana. La capacidad de avergonzarse: no sé si en italiano se dice así, pero en nuestra tierra a los que no pueden avergonzarse le dicen “sinvergüenza”. Este es uno sin “vergüenza”, porque no tiene la capacidad de avergonzarse. Y avergonzarse es una virtud del humilde»[...]

     “El Paráclito está de nuestro lado y nos sostiene ante el Padre. Él sostiene nuestra vida débil, nuestro pecado. Nos perdona. Él es nuestra defensa, porque nos sostiene[...] Y concluyó: “Esto nos da aliento. Es bello, ¿no? ¿Y si tenemos vergüenza? Bendita vergüenza porque eso es una virtud. Que el Señor nos dé esta gracia, este valor de ir siempre a Él con la verdad, porque la verdad es la luz. Y no con la oscuridad de las verdades a medias o de las mentiras delante de Dios”.

 

De una homilía del Papa Francisco