TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

sábado, 31 de octubre de 2020

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 1º DE NOVIEMBRE DEL 2020, 31º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Arzobispo de Toledo. Primado de España)

« ALEGRAOS, VUESTRA RECOMPENSA SERÁ GRANDE EN EL CIELO»

 

Mt. 5.1-12ª

 

     En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo:

     Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.

Otras Lecturas: Apocalipsis 7,2-4.9-14; Salmo 23; 1Juan 3,1-3

 LECTIO:

     El sermón de la montaña que escucharemos este domingo, no es sino la primera entrega de este volver a "decirse" de Dios en la boca de su Hijo, el bien-amado que hemos de escuchar.

     Produce una sensación extraña ir escuchando estas ocho formas de felicidad que son las bienaventuranzas. Pero ¿puede hablarse hoy de felicidad... de una felicidad verdadera y duradera? ¿No hay demasiadas contraindicaciones, demasiados dramas y oscuridades que nos rebozan su desmentido? Jesús hablará de la felicidad de los pobres de espíritu (los humildes en sentido bíblico), de la felicidad de los afligidos, la de los mansos, la de los hambrientos y sedientos, de la felicidad de los misericordiosos, de la felicidad de los limpios de corazón, la de los pacíficos, la de los perseguidos por la justicia... Y por si fuera poco provocativo su mensaje, Jesús añadirá todavía una felicidad más desconcertante aún: la de los que sufrirán insultos, persecución y maledicencia por  causa de Él [...]

     No os engañéis más, no os acostumbréis a lo malo y a lo deforme, porque nacisteis para la bondad y la belleza. Y san Agustín dirá: "nos hiciste, Señor, para ti e inquieto estará nuestro corazón hasta que descanse en ti". (+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm. Arzobispo de Oviedo).

 

MEDITATIO:

     Los dos primeros días del mes de noviembre constituyen para todos nosotros un intenso momento de fe, de oración y reflexión sobre las «cosas últimas» de la vida. En efecto, celebrando a Todos los santos y conmemorando a Todos los fieles difuntos, la Iglesia peregrina en la tierra vive y expresa en la liturgia el vínculo espiritual que la une a la Iglesia del cielo. Hoy alabamos a Dios por la multitud innumerable de santos y santas de todos los tiempos: hombres y mujeres comunes, sencillos, a veces «últimos» para el mundo, pero «primeros» para Dios. Al mismo tiempo, recordamos a nuestros queridos difuntos visitando los cementerios: es motivo de gran consuelo pensar que ellos están en compañía de la Virgen María, de los Apóstoles, de los mártires y de todos los santos y santas del paraíso. (Papa Francisco)

   La solemnidad de hoy nos ayuda a considerar una verdad fundamental de la fe cristiana, que profesamos en el «Credo»: la comunión de los santos. ¿Qué significa la comunión de los santos? Es la comunión que nace de la fe y une a todos los que pertenecen a Cristo, en virtud del Bautismo. Se trata de una unión espiritual —¡todos estamos unidos! — que la muerte no rompe, sino que prosigue en la otra vida. En efecto, subsiste un vínculo indestructible entre nosotros, los que vivimos en este mundo, y cuantos cruzaron el umbral de la muerte. Nosotros, aquí abajo en la tierra, junto con aquellos que entraron en la eternidad, formamos una sola y gran familia. Se mantiene esta familiaridad. (Papa Francisco)

     En la gran asamblea de los santos, Dios ha querido reservar el primer  lugar a la Madre de Jesús. María está en el centro de la comunión de los santos, como protectora especial del vínculo de la Iglesia universal con Cristo, del vínculo de la familia... (Papa Francisco)

 ORATIO:

     Padre santo, tú nos has llamado hijos tuyos. Hijo justo del Padre, ayúdanos a imitar tu única filiación y haznos capaces de confiarnos al Padre. Espíritu de justicia y de santidad, infunde en nuestro corazón la capacidad de escuchar la voz del Padre que nos llama hijos suyos amados.

Espíritu Santo, Maestro interior, Promesa de Jesús…

Muéstranos el futuro que les aguarda a los que lloran,
a los que lo han perdido todo, a los que tienen hambre…

 CONTEMPLATIO:

«Subió al monte y les enseñaba diciendo: Bienaventurados…»

 

  No es fácil tampoco hoy el sermón de las bienaventuranzas, no porque nuestro corazón no se reconozca en ellas, sino porque nos parecen tan imposibles, tan distantes estamos de ellas, que la Palabra de Jesús nos resulta como nombrar la soga en la casa del ahorcado: o ¿es que no duele su mensaje de humildad, de mansedumbre, de paz, de limpieza, de misericordia... cuando seguimos empeñados -cada cual a su nivel correspondiente- en construir, en fomentar, en subvencionar un mundo que es arrogante, agresivo, violento, sucio, intolerante?

    Por esto son difíciles de escuchar las bienaventuranzas, porque nos ponen de nuevo ante la verdad para la que nacimos, ante lo más original de nuestro corazón y de nuestras entrañas humanas.

     Las bienaventuranzas nos esperan, en lo pequeño, en lo cotidiano, en el prójimo más próximo, y nos vuelven a decir: la paz es posible, la alegría no es una quimera, la justicia no es un lujo a negociar.

 

   Las Bienaventuranzas son dones de Dios, y debemos estarle muy agradecidos por ellas y por las recompensas que de ellas derivan, es decir, el reino de los cielos en el siglo futuro, la consolación aquí, la plenitud de todo bien y misericordia de parte de Dios... una vez que seamos imagen de Cristo en la tierra» (Pedro de Damasco, eremita).

lunes, 26 de octubre de 2020

PARA EL DIALOGO Y LA MEDITACIÓN

OCTUBRE: DESDE EL CUARTO DE GUARDIA

Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar

 

LA ADORACIÓN NOCTURNA MOMENTO PARA CULTIVAR LA INTIMIDAD CON DIOS

 

1º marco para esta noche de octubre.

     La amistad de Cristo contigo y conmigo no es una frase hecha, tantas veces oída que pasa por mente y corazón como el que oye llover. Es una realidad más verdadera que nuestra propia vida. Esta noche, un objetivo: confirma que aceptas a Jesucristo como tu amigo. Busca en tu interior la tecla de “confirmar” o díselo al recitar los salmos, en el silencio de la audiencia privada de la media hora de oración meditativa, después de la comunión o una vez tras otra, incansablemente, aunque parezcas un pelma y un “cansalmas”. Busca la tecla en tu alma: confírmale “Yo estoy orgulloso de ser tu amigo, encantado de que tú lo seas mío”.

2º una oración jaculatoria al espíritu santo, para que nos encienda en amores.

      Ven Espíritu Santo. Nada está en nuestras manos. La primera oración oficial de un adorador nocturno en el manual es la invocación al Espíritu para que renueve nuestro interior y seamos recreados de nuevo. El hombre viejo es una rémora que llevamos dentro. El Espíritu renueva todo, nos crea de nuevo. La sangre de Cristo derramada nos hace hombres nuevos por el soplo y la obra del Espíritu Santo

 

     Veni Creator Spiritus, Mentes tuorum visita,
Imple superna gratia,
Quae tu creasti, pectora.

     Ven Espíritu Creador;
visita las almas de tus fieles.
Llena de la divina gracia
los corazones que Tú mismo has creado.

 

3º un texto del venerable don Luis de Trelles que nos inicie en la oración meditativa.

    La Lámpara del Santuario es una fuente inagotable de sabiduría eucarística. En 1886, Don Luis escribió una serie de artículos en que expone sus gozosas reflexiones al contemplar el prodigio de la Eucaristía, no sólo para admirar la grandeza y soberanía de todo un Dios, sino para caer en cuenta y ser agradecidos con las asombrosas consecuencias que le traen al ser humano, o sea, a ti y a mí. Hoy elijo el primer fragmento, y en las consideraciones de noviembre y diciembre elegiré respectivamente otros dos. Son joyas para enamorarnos de la Eucaristía y entusiasmarnos de nuestra vocación de Adoradores Nocturnos. Nada de lo que escribe es ocurrencia suya. Él divulga a los grandes teólogos, santos padres, magisterio de la Iglesia. Él pone su asombro, su claridad expositiva y su apasionamiento.

    La amistad es el nivel más elevado del amor. Cristo nos mandó amar a los enemigos, amarlos hasta dar la vida por ellos. Pero amigos nos hizo a sus discípulos, a los que necesitamos intimar con él. La amistad iguala a los amigos. Leamos meditativamente:

    “Por esta serie de razonamientos es dogmática la amistad del hombre con Dios, la igualdad de Cristo, en cuanto hombre, con el hombre, la comunidad de vida de Cristo con el hombre, y, lo que es más que todo eso, la vida de Cristo en el hombre y del hombre en Cristo por la Comunión, puesto que dice el Evangelio:  y bebe mi Sangre vive en mí y yo en él.» Viene bien a semejante portento de amor la frase del Profeta Habacuc: Oí, Señor, tu voz y temí; vi tus obras y quedé espantado...» ¡Pero qué dulce espanto! ¡Qué milagro de afecto! ¡Qué merced de la divina Omnipotencia! Es preciso meditar detenidamente, reflexionar, contemplar esta maravilla inapreciable, para poder adivinar todo su alcance y colegir el amor inmenso, infinito, que lo produjera. Porque lo que se ve con los ojos del alma, lo que se cree, por virtud de la fe en las palabras de Cristo, el hecho de que por la Comunión vive el hombre en Dios y Dios en el hombre, y late al unísono el corazón de Cristo con nuestro corazón, y mezcla el Señor su Sangre con nuestra sangre, y reparte con nosotros, si correspondemos a su vocación, su pensamiento y su deseo, y se corresponden el hombre con Cristo y Cristo con el hombre, en la más íntima, acendrada y verdadera amistad, por un modo misterioso y sublime.

     Esta serie de hechos, repetimos, con ser tan grandes, no son más que efectos del amor inmenso, infinito, do Dios al hombre que reposa en el corazón de Cristo.

   Que el hombre caiga de rodillas, que bese la tierra que huella, y que eleve las manos al Cielo con cantos de júbilo y acciones de gracias, exclamando: ¡Cómo! ¡El hijo de Dios es mi hermano! ¡Es mi amigo! ¡Se ha hecho, en cuanto hombre, mi igual; reparte conmigo los impulsos del corazón, los afectos del alma y los pensamientos de la inteligencia! ¡Su Sangre ha teñido de púrpura mi boca! ¡Su Carne, real y sustancialmente presente en la Hostia consagrada, da pábulo (comida) a mi estómago y se va a infiltrar en mis venas! ¡Su vida misma, la vida del hombre Dios, se conglutina con la mía!» Imposible parece; pero todo esto es de fe. (Lámpara del Santuario 1886, página 241)

 

Preguntas para el diálogo y la meditación.

 

  La amistad de Cristo no es un sentimiento opinable y pasajero. Es un dogma de fe. Es esencial para la vida de un creyente. ¿Tendrá que ver con el mandato supremo de Amaros los unos a los otros como yo os he amado, para que asimilados por gracia a su Corazón podamos llegar a ser no sólo discípulos, sino otros Cristos en Cristo y por Cristo? La amistad nos iguala.

  ¿Cómo puede la nada igualarse con el todo? ¿Conocéis de verdad lo que es el amar en plenitud de Cristo? Lo mínimo sería echarnos por tierra en agradecimiento y soltar un llanto inacabable de gratitud. Para morirse de gozo

  ¿Qué tiene que ver con el don de la amistad con Cristo estas sus contundentes palabras: El que come mi Carne y bebe mi Sangre vive en mí y yo en él.»?



domingo, 18 de octubre de 2020

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 18 DE OCTUBRE DEL 2020, 29º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Arzobispo de Toledo. Primado de España)

«DAD AL CÉSAR LO DEL CÉSAR Y A DIOS LO QUE ES DE DIOS»

 

Mt. 22.15-21

 

       En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron algunos discípulos suyos, con unos herodianos, y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad, sin que te importe nadie, porque no te fijas en apariencias. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?». Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: «Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto». Le presentaron un denario. Él les preguntó: «¿De quién son esta imagen y esta inscripción?». Le respondieron: «Del César». Entonces les replicó: «Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios».

 Otras Lecturas: Isaías 45,1.4-6; Salmo 95; 1Tesalonicenses 1,1-5b

 LECTIO:

     La pregunta con la que quisieron acorralar a Jesús era realmente ingeniosa, llena de un agudísimo doble filo, pero no de menor calidad fue la respuesta, con un talento que dejó a sus demandantes boquiabiertos. Las cuerdas contra las que quieren empujar a Jesús serán las que en definitiva le llevarán a la muerte, humanamente hablando. Los fariseos le acusarán de blasfemo ante el Pueblo escogido ("razón" religiosa) y de insurrecto o revo­lucionario ante el emperador romano y su representante en Jerusalén ("razón" política). El lazo que tienden a Jesús no es más que una primera entrega muy habilidosa de esa voluntad de los fariseos de colocar a Jesús en una batalla que Él nunca tuvo ni en la que jamás estuvo: Dios y el César. Así de envenenado era el trasfondo de esa pregunta tan aparentemente inocente e inicua.

     El Señor no va a desprestigiar ni a ensalzar al gobierno político de turno, que en aquel caso detentaba Roma y su César. La intención de Jesús y su pretensión salvífica no consistía ni en derrocar al César ni tampoco en perpetuarlo. Jesús se movía en otro plano y otros­ pla­nes: los del Padre, los de su Reino de Dios. Lo que Él no dejará de proclamar es precisamente su misión, el por qué ha venido a nuestra historia, todo lo cual no era otra cosa que su predicación del Reino.  De esta manera no caería en la tentación espiritualista ni en la politiquera. […] (+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm. Arzobispo de Oviedo).

 

 MEDITATIO:

     «¿De quién son esta imagen y esta inscripción?». Le respondieron: «Del César». La referencia a la imagen de César, incisa en la moneda, dice que es justo sentirse ciudadanos del Estado de pleno título —con derechos y deberes—; pero simbólicamente hace pensar en otra imagen que está impresa en cada hombre: la imagen de Dios. Él es el Señor de todo y nosotros, que hemos sido creados «a su imagen» le pertenecemos ante todo a Él. (Papa Francisco)

     Jesús planteó, a partir de la pregunta hecha por los fariseos, una interrogación más radical y vital para cada uno de nosotros, una interrogación que podemos hacernos: ¿a quién pertenezco yo? ¿A la familia, a la ciudad, a los amigos, a la escuela, al trabajo, a la política, al Estado? Sí, claro. Pero antes que nada —nos recuerda Jesús— tú perteneces a Dios. Esta es la pertenencia fundamental. Es Él quien te ha dado todo lo que eres y tienes. Y por lo tanto, nuestra vida, día a día, podemos y debemos vivirla en el reconocimiento de nuestra pertenencia fundamental y en el reconocimiento de corazón hacia nuestro Padre, que crea a cada uno de nosotros de forma singular, irrepetible, pero siempre según la imagen de su Hijo amado, Jesús. (Papa Francisco)

 ORATIO:

     Gracias Señor, porque con tu ayuda podremos vivir dándole al Cesar lo que es del César y a ti, nuestro Dios, cuanto es tuyo: nuestras vidas.

Pueblos todos de la tierra,
reconoced la gloria y el poder del Señor.
Reconoced que su nombre es glorioso,
entrad en su templo trayéndole ofrendas…

 CONTEMPLATIO:

DOMUND 2020: La misión en tiempos de pandemia 

     Hoy se celebra la Jornada Mundial de las Misiones, sobre el tema «Aquí estoy, envíame». Exhorto a todos a vivir la alegría de la misión testimoniando el Evangelio en los ambientes en los que cada uno vive y trabaja. Al mismo tiempo, estamos llamados a sostener con el afecto, la ayuda concreta y la oración a los misioneros que han partido para anunciar a Cristo a cuantos aún no lo conocen. (Papa Francisco)

  «Aquí estoy, envíame»… Estamos realmente asustados, desorientados y atemorizados. El dolor y la muerte nos hacen experimentar nuestra fragilidad humana; pero al mismo tiempo todos somos conscientes de que compartimos un fuerte deseo de vida y de liberación del mal. En este contexto, la llamada a la misión, la invitación a salir de nosotros mismos por amor de Dios y del prójimo se presenta como una oportunidad para compartir, servir e interceder. La misión que Dios nos confía a cada uno nos hace pasar del yo temeroso y encerrado al yo reencontrado y renovado por el don de sí mismo… es una respuesta libre y consciente a la llamada de Dios, pero podemos percibirla sólo cuando vivimos una relación personal de amor con Jesús vivo en su Iglesia. ¿Estamos listos… para escuchar la llamada a la misión…? ¿Estamos dispuestos a ser enviados a cualquier lugar para dar testimonio de nuestra fe…? ¿Estamos prontos, como María, Madre de Jesús, para ponernos al servicio de la voluntad de Dios sin condiciones? Esta disponibilidad interior es muy importante para poder responder a Dios: “Aquí estoy, Señor, mándame”. Y todo esto no en abstracto, sino en el hoy de la Iglesia y de la historia. (Papa Francisco)

  

  De ahí que también Pablo diga: «Dad, pues, a cada uno lo que le corresponda: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto, y al que honor; honor» (Rom 13,7). Por lo demás, cuando se os dice; «Dad al César lo que es del César», entended que habla el Señor solo de aquellas cosas que no pugnan con la religión, pues, en caso contrario, ya no sería tributo pagado al César sino al diablo (Juan Crisóstomo).


viernes, 16 de octubre de 2020

DEL BLOG DEL OBISPO

 

   Bajo el lema “Aquí estoy, envíame”, un año más arranca la campaña del Domund, la Jornada Mundial de las Misiones convocada por el Papa para implicar a todos en la misión de la Iglesia. El Domund se enfrenta este año a una situación difícil por la pandemia […] es una llamada a la responsabilidad de todos los cristianos en la evangelización. Es el día en que la Iglesia lanza una especial invitación a amar y apoyar la causa misionera, ayudando a los misioneros.

 

POR QUÉ SE CELEBRA

     La actividad pastoral, asistencial y misionera de los territorios de misión depende de los donativos del Domund. Este día es una llamada a la colaboración económica de los fieles de todo el mundo.

      Las necesidades en la misión son muchas. Mediante el Domund, la Iglesia trata de cubrir esas carencias y ayudar a los más desfavorecidos a través de los misioneros, con proyectos pastorales, sociales y educativos. Así, se construyen iglesias y capillas; se compran vehículos para la pastoral; se forman catequistas; se sostienen diócesis y comunidades religiosas; se mantienen hospitales, residencias de ancianos, orfanatos y comedores para personas necesitadas en todo el mundo.

     En los territorios de misión la Iglesia sostiene casi 27.000 instituciones sociales, que representan el 24% de las de la Iglesia universal, y más de 119.000 instituciones educativas, que representa el 54,86 % del total de centros educativos que atiende la Iglesia en todo el mundo. Todos estos proyectos son financiados con los donativos recogidos en el Domund. Las misiones siguen necesitando ayuda económica, y por eso es tan necesaria la colaboración de todos.


MENSAJE DEL SR. OBISPO CON OCASIÓN DEL DÍA DEL DOMUND




OCTUBRE 2020

 

«Todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado» (Lc 14, 11).

 

   Con frecuencia los Evangelios nos muestran a Jesús aceptando gustosamente invitaciones a comer, pues son ocasiones de encuentro para trabar amistad y consolidar relaciones sociales.

     En este pasaje del Evangelio de Lucas, Jesús observa el comportamiento de los invitados: hay una pugna por ocupar los primeros puestos, reservados a las personalidades; se palpa el ansia de destacar los unos por encima de los otros.

     Pero Él tiene en mente otro banquete: el que se ofrecerá a todos los hijos en la casa del Padre, sin «derechos adquiridos» en nombre de una presunta superioridad.  Es más: los primeros puestos estarán reservados precisamente a quienes elijan el último lugar, al servicio de los demás, Por eso proclama:

«Todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado».

      Cuando nos ponemos nosotros en el centro, con nuestra avidez, nuestro orgullo, nuestras pretensiones y nuestras quejas, caemos en la tentación de la idolatría, es decir, de adorar a falsos dioses, que no merecen honor ni confianza.

     Por eso, Jesús parece invitarnos ante todo a bajarnos del «pedestal» de nuestro yo para no poner en el centro nuestro egoísmo, sino a Dios mismo. ¡Él sí que puede ocupar el puesto de honor en nuestra vida!

     Es importante hacerle sitio, profundizar en nuestra relación con Él, aprender de Él el estilo evangélico del humillarse. Ponernos libremente en el último lugar es elegir el lugar que Dios mismo eligió en Jesús. Este, siendo el Señor, eligió compartir la condición humana para anunciar a todos el amor del Padre.

«Todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado».

      Partiendo de esta enseñanza, aprendamos también a construir la fraternidad, es decir, la comunidad solidaria de hombres y mujeres, adultos y jóvenes, sanos y enfermos, capaces de construir puentes y servir al bien común.

     Como Jesús, también nosotros podemos acercarnos a nuestro prójimo sin miedo, ponernos a su lado para caminar juntos en los momentos difíciles y gozosos, valorar sus cualidades, compartir bienes materiales y espirituales, animar, dar esperanza, perdonar. Alcanzaremos el primado de la caridad y de la libertad de los hijos de Dios.

     En un mundo enfermo de arribismo, que corrompe a la sociedad, esto es en verdad ir a contracorriente, es una revolución plenamente evangélica.

     Esta es la ley de la comunidad cristiana, como escribe también el apóstol Pablo: «con humildad, considere cada cual a los demás como superiores a sí mismo» (cf. Flp 2, 3).

«Todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado».

     Como escribió Chiara Lubich: «¿Te das cuenta? En el mundo, las cosas siguen un orden completamente distinto. Rige la ley del yo [...] Y sabemos cuáles son las dolorosas consecuencias [...]: injusticias y prevaricación de todo tipo. Sin embargo, el pensamiento de Jesús no se dirige directamente a todos estos abusos, sino más bien a la raíz de la que brotan: el corazón humano. [...] Para Él, es necesario precisamente transformar el corazón y asumir, en consecuencia, una actitud nueva, necesaria para establecer relaciones auténticas y justas. Ser humildes no quiere decir solamente no ser ambiciosos, sino además ser conscientes de nuestra nada, sentirnos pequeños ante Dios y ponernos en sus manos, como un niño. [...].

    «¿Cómo vivir este humillarse? Practicándolo, como Jesús, por amor a los hermanos y hermanas. Dios considera hecho a Él lo que haces a los demás. Así pues, humillarse: servirles. [...] Y el ensalzamiento llegará ciertamente en el mundo nuevo, en la otra vida. Pero para quien vive en la Iglesia, ya se da este cambio radical de las situaciones. Pues quien manda debe ser como el que sirve. Así pues, la situación ya ha cambiado. De este modo, allí donde se viven las palabras en las que hemos profundizado, la Iglesia es ya para la humanidad un signo del mundo futuro»[1].

 

Leticia Magri



[1] Cf. C. LUBICH, Palabra de vida, octubre 1995: Ciudad Nueva n. 314 (10/1995), p. 33

 

viernes, 9 de octubre de 2020

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 11 DE OCTUBRE DEL 2020, 28º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Arzobispo de Toledo. Primado de España)

«TENGO PREPARADO EL BANQUETE, VENID A LA BODA»

 

Mt. 22. 1-14

 

En aquel tiempo, de nuevo Jesús tomó la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo: «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo; mandó a sus criados para que llamaran a los convidados, pero no quisieron ir. Volvió a mandar otros criados encargándoles que dijeran a los convidados: Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda”. Pero ellos no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios, los demás agarraron a los criados y los maltrataron y los mataron.

       El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: “La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encontréis, llamadlos a la boda”. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. 

       Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el vestido de boda?”. El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los servidores: “Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes”. Porque muchos son los llamados, pero pocos los elegidos».

 

Otras Lecturas: Isaías 25,6-10a; Salmo 22; Filipenses 4,12-14.19-20

LECTIO:

     En el evangelio de este domingo vamos de boda, la boda del hijo del rey. Asistimos por tanto a la boda del heredero, donde el padre ha tirado la casa por la ventana, llamando a muchos invitados. El hijo del rey es Jesucristo para quien su Padre Dios tiene preparada la herencia del Reino de los cielos. “El Señor Dios le dará el trono de David su padre, y su reino no tendrá fin”. Los invitados son muchos, porque la redención de Dios y su amor al hombre no tienen fin. La redención se plantea como un gran banquete nupcial, al que todos somos invitados. Dios tiene preparado para nosotros en su Hijo alegría sin fin, fiesta y encuentro, esperanza y futuro.

     El drama se plantea cuando los invitados no acuden a la boda, no corresponden con amor al amor de quien los invita. Encuentran pretextos en circunstancias menores, que les apartan de asistir a este grandioso banquete nupcial. Unos tienen negocios, otros tierras que atender, algunos incluso han rechazado violentamente a los emisarios, porque no aceptan la invitación ni quieren que se les recuerde siquiera.

     El rey no se cansa de insistir, incluso amplía el campo de invitados, a todos los cruces de caminos, a todos los que encontréis. Y la sala del banquete se llenó de invitados, no de los de primera hora, sino de aquellos que estaban descartados. La misericordia de Dios es universal. El rechazo de los primeros invitados está recordando al rechazo que Jesús ha experimentado por parte de su pueblo judío. “Vino a los suyos y los suyos no le recibieron”. Ese rechazo primero ha servido para ampliar el círculo de invitados. El rechazo a Jesús como Mesías del pueblo de Israel ha abierto de par en par las puertas a los gentiles…  (+ Demetrio Fernández - Obispo de Córdoba)

 MEDITATIO:

     La vida cristiana es una historia de amor con Dios, donde el Señor toma la iniciativa gratuitamente y donde ninguno de nosotros puede vanagloriarse de tener la invitación en exclusiva; ninguno es un privilegiado con respecto de los demás, pero cada uno es un privilegiado ante Dios. De este amor gratuito, tierno y privilegiado nace y renace siempre la vida cristiana. Preguntémonos si, al menos una vez al día, manifestamos al Señor nuestro amor por él; si nos acordamos de decirle cada día, entre tantas palabras: «Te amo Señor. (Papa Francisco)

     En cambio, el Dios de la vida aguarda una respuesta de vida, el Señor del amor espera una respuesta de amor. […]En el libro del Apocalipsis, se dirige a una Iglesia con un reproche bien preciso: «Has abandonado tu amor primero». Este es el peligro: una vida cristiana rutinaria, que se conforma con la «normalidad», sin vitalidad, sin entusiasmo, y con poca memoria. Reavivemos en cambio la memoria del amor primero: somos los amados, los invitados a las bodas, y nuestra vida es un don, porque cada día es una magnífica oportunidad para responder a la invitación. (Papa Francisco)

   El Evangelio nos pone en guardia. Los invitados «no hicieron caso»: estaban ocupados en sus propios intereses, preferían poseer algo en vez de implicarse, como exige el amor. Así es como se da la espalda al amor, se prefiere lo propio: las seguridades, la autoafirmación, las comodidades […] Dios, en cambio, mientras sufre por nuestros «no», sigue animando, sigue adelante disponiendo el bien, incluso para quien hace el mal. Porque así actúa el amor; porque sólo así se vence el mal. Hoy este Dios, que no pierde nunca la esperanza, nos invita a obrar como él, a vivir con un amor verdadero, a superar la resignación y los caprichos de nuestro yo susceptible y perezoso. (Papa Francisco)

ORATIO:

     Padre Santo, en este día tan especial quiero darte infinidades de gracias por la invitación que me has hecho y me sigues haciendo a cada momento para servir en tu Reino.

Señor, quiero entrar en la sala de tu banquete,

en el banquete de tu amor y de tu amistad.

No dejes de invitarme, Padre…

CONTEMPLATIO:

« Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje nupcial? »

     Esta pregunta nos da la clave de toda la parábola. No se trata sólo de una boda, que simboliza la fiesta y la felicidad a la que Dios nos llama. Y de la boda del hijo del rey, nuestro Señor Jesucristo que viene a desposarse con la humanidad. Se trata de acudir a esta invitación con el “traje nupcial”. No sólo con traje de fiesta, sino con el traje nupcial, con el que el novio y la novia acuden a la boda.

   Y es que Jesús viene a desposarse con cada uno de nosotros. No se trata de una boda ajena a nuestra existencia. Se trata de la unión más profunda que cada persona humana está llamada a tener con Jesucristo, sea cual sea su vocación y misión en la vida. El novio es Jesucristo, la novia es cada una de las almas… Ese traje nupcial significa la gracia santificante, que el Espíritu Santo ha derramado en nuestros corazones, haciéndonos hijos de Dios, haciéndonos tempo del Espíritu Santo. Pero al mismo tiempo, ese traje nupcial significa una relación esponsal con Jesucristo, la “ayuda adecuada”, que Dios da a cada uno de nuestros corazones humanos (cf Gn 2,18: “No es bueno que el hombre esté solo, voy a darle una ayuda adecuada”).

   En el evangelio, Jesús se nos presenta muchas veces con lenguaje de bodas. En este domingo, además, nos invita a acudir al banquete con el traje nupcial. El hombre, cuando no quiere acudir, encuentra siempre pretextos y excusas. Todo está preparado para la boda… (+ Demetrio Fernández – Obispo de Córdoba)

                                           

 

  «Pero ellos, sin hacer caso, se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio…» Aun cuando parece que los motivos son razonables, aprendemos, sin embargo, que incluso cuando sean necesarias las cosas que nos detienen, conviene siempre dar la preferencia a las espirituales: y a mí me parece que cuando alegaban estas razones, daban a conocer los pretextos de su negligencia. (San Juan Crisóstomo)