TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

sábado, 31 de agosto de 2019

SIETE HÁBITOS DIARIOS PARA LAS PERSONAS QUE DESEEN SER SANTAS (III)


Quinto Hábito
     Rezar cada día al mediodía el Ángelus o Regina Coeli invocando a Nuestra Santísima Madre de acuerdo al tiempo litúrgico. Esta es una costumbre católica que se remonta a muchos siglos. Este es un hermoso modo de honrar a Nuestra Señora por un momento. Como niños recordamos a Nuestra Madre durante el día y meditamos sobre la Encarnación y Resurrección de Nuestro Señor, el cual da sentido a toda nuestra existencia.
Sexto Hábito
     El rezo del Santo Rosario cada día y la meditación de los misterios, los cuales versan sobre la vida de Nuestro Señor y Nuestra Señora. Es un hábito que, una vez adquirido es difícil abandonar. Junto con la repetición de las palabras de amor a María y el ofrecimiento de cada decena por nuestras intenciones, nosotros tomamos un atajo hacia Jesús el cual pasa a través del corazón de María. Él no puede rechazar nada de Ella.
Séptimo Hábito
     Breve examen de conciencia por la noche antes de ir a la cama. Te sientas, pides luces al Espíritu Santo y por varios minutos revisas tu día en presencia de Dios preguntándote si te has comportado como un hijo de Dios en el hogar, en el trabajo, con tus amigos. También miras una particular área, la cual tú tienes identificada con ayuda de tu director espiritual, quien conoce tus necesidades para mejorar y llegar a la santidad. También puedes hacer una rápida mirada para ver si has sido fiel en los hábitos diarios que hemos discutidos en este artículo. Luego haces un acto de gratitud por todo lo bueno que has hecho y recibido, y un acto de contrición por aquellos aspectos en los que voluntariamente has fallado.
     Si una persona honestamente mirase su día, no importa cuán ocupado esté, (y nunca me pareció encontrarme con gente que no esté muy ocupada a no ser que esté permanentemente retirada), puede frecuentemente encontrar que usualmente mal gasta un poco de tiempo cada día. Piensa, ¿qué necesidad hay de una taza de café extra cuando puedes usar ese tiempo para visitar el Santísimo Sacramento, quince minutos antes de comenzar el trabajo? O la media hora o mucho más, gastada mirando programas de televisión o videos. También es común, gastar tiempo durmiendo en el tren o escuchando la radio en el auto cuando puede ser usado para rezar el Rosario. Como también, ¿el diario no lo puedes leer en diez minutos en lugar de veinte dejando espacio para la lectura espiritual?
     ¿Y esa comida no podría hacerse en media hora dejando espacio para la Misa? No olvides que esta media hora es tiempo mal gastado cuando al final del día podrías haberla usado para una buena lectura espiritual, examinar tu conciencia e ir a la cama a tiempo para recuperar energías para las batallas del día siguiente. La lista continúa. Puedes hacer la tuya.
     Sé honesto contigo y con Dios. Estos hábitos, vividos bien, nos capacitan para obedecer la segunda parte del gran mandamiento amar a los otros como a nosotros mismos. Estamos en la tierra como estuvo el Señor "para servir y no para ser servido." Esto sólo puede ser alcanzado junto a nuestra gradual transformación en otro Cristo a través de la oración y los sacramentos. Viviendo estos siete hábitos llegaremos a ser personas santas y apostólicas, gracias a Dios. Ten por seguro que, cuando caigamos en algo grande o pequeño, siempre tendremos un Padre que nos ama y espera en el Sacramento de la Penitencia y la devota ayuda de nuestro consejero espiritual para que volvamos a nuestro curso correcto.
Padre John McCloskey

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 1º DE SEPTIEMBRE DEL 2019, 22º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Obispo de Coria-Cáceres)


«EL QUE SE ENALTECE SERÁ HUMILLADO, Y EL QUE SE HUMILLA SERÁ ENALTECIDO»


Lc. 14, 1.7-14
     Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso esta parábola:
     «Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro y te dirá: "Cédele el puesto a éste." Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga:"Amigo, sube más arriba." Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.
     Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.» Y dijo al que lo habla invitado: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos.»

Otras lecturas: Eclesiástico 3,17-20.28-29; Salmo 67; Hebreos 12,18-19.22-24a

     La enseñanza de Jesús en este domingo XXII de tiempo ordinario se refiere a la humildad, una virtud que brota del Corazón de CristoJesús nos invita a seguirle, a imitarle, a vivir como vivió él. “Tened en vosotros los sentimientos de Cristo”, nos recuerda san Pablo (Flp 2,5). Y en eso consiste la vida cristiana, en parecerse a Jesús no sólo por fuera, sino sobre todo con un corazón como el suyo.
     Con un sencillo ejemplo, Jesús nos enseña hoy a ser humildes: cuando te inviten a un banquete, siéntate en el último puesto y nadie te lo quitará. Como ha hecho el mismo Jesús. A donde él ha llegado, no ha llegado nadie, hasta el grado más bajo de humildad y servicio. Y, ¿por qué hasta ese nivel? –Porque el pecado lleva consigo el virus de la soberbia, que destruye a la persona. Cuando el hombre se deja llevar por ese virus, la persona entra en descomposición. Y por experiencia sabemos que es una tentación permanente en el corazón humano creerse algo, apoyarse en sí mismo y alejarse de Dios. Por eso Jesús nos invita descaradamente a buscar el último puesto, a ensayarnos continuamente en el tercer grado de humildad… De un corazón humilde brota ser generoso. Lo que ha recibido lo comparte, y lo comparte sin buscar recompensa. Jesús nos enseña a invitar a los que “no podrán pagarte” (+ Demetrio Fernández - Obispo de Córdoba)

MEDITATIO:
     “Déjale el sitio a este”.... Con esta recomendación, Jesús pretende dar una lección sobre el valor de la humildad. La historia enseña que el orgullo, el arribismo, la vanidad y la ostentación son la causa de muchos males. Y Jesús nos hace entender la necesidad de buscar la pequeñez y pasar desapercibidos: la humildad. Cuando nos ponemos ante Dios en esta dimensión de humildad, Dios nos exalta, se inclina hacia nosotros para elevarnos hacia Él. (Papa Francisco)
     Jesús indica la actitud desinteresada que debe caracterizar la hospitalidad: «Cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y serás dichoso, porque ellos no te pueden corresponder». Se trata de elegir la gratuidad en lugar del cálculo oportunista que intenta obtener una recompensa, que busca el interés y que intenta enriquecerse cada vez más. (Papa Francisco)
     Jesús demuestra de esta manera, su preferencia por los pobres y los excluidos, que son los privilegiados del Reino de Dios, y difunde el mensaje fundamental del Evangelio que es servir al prójimo por amor a Dios. (Papa Francisco)

ORATIO:
   ¡Tú eres, Señor, el Padre de los humildes! Hazme comprender, oh Señor, que tu paternidad se manifiesta en plenitud sólo cuando encuentra hijos sencillos y humildes. Que mi filiación se manifestará en plenitud sólo cuando te reconozca como el Padre de los últimos.

Hazme compasivo ante las necesidades
de mi prójimo y en todo mi proceder.
Confío en tu Ti, sé que no me dejarás.

CONTEMPLATIO:
«Porque todo el que se enaltece será humillado»
     Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad y te querrán más que al hombre generoso” (Sir 3,17), nos dice la primera lectura de este domingo. Buscar la humildad, buscar el último puesto, ser generoso sin esperar recompensa de los demás es parecerse a Jesús, manso y humilde de corazón. El mundo no se arreglará por el camino de la prepotencia, a ver quién es más. El mundo se arreglará por el camino de la humildad y de la generosidad, es lo que nos enseña Jesús.
     De un corazón humilde brota ser generoso. Lo que ha recibido lo comparte, y lo comparte sin buscar recompensa. Jesús nos enseña a invitar a los que “no podrán pagarte”, porque si eres generoso con quien puede corresponder, eso lo hace cualquiera. Mientras que si eres generoso con quien no podrá corresponder, es porque tu corazón está saciado de los dones de Dios y por eso eres capaz de compartir sin esperar recompensa. Humildad y generosidad van juntas, brotan de un corazón como el de Cristo. (+ Demetrio Fernández - Obispo de Córdoba)


   Si quieres llegar a la verdad, no busques otros caminos que el que trazó el mismo Dios… El primero es la humildad, el segundo es la humildad, el tercero es la humildad, y cuantas veces me lo preguntas te respondería la misma cosa… la humildad debe proceder, acompañar y seguir a todo lo bueno que hacemos… (S. Agustín)

viernes, 23 de agosto de 2019

SIETE HÁBITOS DIARIOS PARA LAS PERSONAS QUE DESEEN SER SANTAS (II)


Primer Hábito
     El ofrecimiento del día por la mañana; cuando te arrodillas y, utilizando tus propias palabras o una fórmula, ofreces todo tu día a la gloria de Dios. Lo que no es simple es lo que sucederá antes del ofrecimiento. "Véncete cada día desde el primer momento”, levantándote en punto, a la hora fija, sin conceder ni un minuto a la pereza. Si con la ayuda de Dios te vences, tendrás mucho adelantado para el resto de la jornada.
   ¡Desmoraliza tanto sentirse vencido en la primera escaramuza! (San Josemaría- Camino, 191). En mi experiencia pastoral, quien puede vivir el "minuto heroico" en la mañana y a la noche va a la cama en el tiempo previsto, tiene la energía física y espiritual a lo largo del día para parar lo que esté haciendo para cumplir los otros hábitos.
Segundo Hábito
     Por lo menos quince minutos de oración en silencio. Puedes agregar otros quince minutos extras en otro momento del día. Después de todo, ¿Quién no desea pasar más tiempo con tan excelente compañía? La oración es una conversación uno a uno, directa con Jesucristo, preferentemente frente al Santísimo Sacramento en el Sagrario. Esta es tu hora de la verdad o tu momento superior. Si lo deseas puedes abrirte y hablar acerca de lo que está en tu mente y en tu corazón. Al mismo tiempo adquirirás el hábito de escuchar cuidadosamente y meditar como otra María (Lc. 10.38-42) para ver qué es lo que Jesús te está pidiendo y qué te quiere dar. Es aquí que nosotros comprendemos su dicho "Sin Mí, nada pueden hacer."
Tercer Hábito
     Quince minutos de lectura espiritual que usualmente consistirá en unos pocos minutos de sistemática lectura del Nuevo Testamento, para identificarnos con la Palabra y acciones de nuestro Salvador. El resto del tiempo en un libro clásico de espiritualidad católica recomendado por tu director espiritual. En cierto sentido, es el más práctico de nuestros hábitos porque a través de los años leeremos varias veces la vida de Cristo y adquiriremos la sabiduría de los santos y de la Iglesia junto con la lectura de docenas de libros, los cuales enriquecerán nuestro intelecto. También podremos poner las ideas allí expresadas en acción.
Cuarto Hábito
     Participar en la Santa Misa y recibir la Santa Comunión en estado de gracia. Este es el hábito más importante de todos los siete (cfr. Jn. 6, 22-65). Debe estar muy en el centro de nuestra vida interior y consecuentemente de nuestro día. Este es el acto más íntimo, posible del hombre. Encontramos a Cristo vivo, participamos en la renovación de Su sacrificio por nosotros y nos unimos a su cuerpo y alma resucitado. Como el papa Juan Pablo II dijo en su Exhortación Apostólica Ecclesia in América "La Eucaristía es el centro viviente y eterno centro alrededor del cual la comunidad entera de la Iglesia se congrega" (n°35).

Padre John McCloskey

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 25 DE AGOSTO DEL 2019, 21º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Obispo de Coria-Cáceres)


«"SEÑOR, ¿SERÁN POCOS LOS QUE SE SALVEN?" »

Lc. 13. 22-30

     En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando. Uno le preguntó: "Señor, ¿serán pocos los que se salven?" Jesús les dijo: "Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: "Señor, ábrenos"; y él os replicará: "No sé quiénes sois." Entonces comenzaréis a decir. "Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas."
     Pero él os replicará: "No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados." Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos."

Otras lecturas: Isaías 66,18-21; Salmo 116; Hebreos 12,5-7.11-13

     El tema de la salvación es siempre tratado por Jesús desde la convicción de vivir con esperanza, y el realismo de esforzarnos por entrar por la puerta estrecha.
Muchas veces me he preguntado cual podría ser esa puerta estrecha de la que habla el Señor, y no encuentro más respuesta que su corazón misericordioso. Una puerta que siempre está abierta desde el primer viernes de la historia, y que solo pueden transitar y entrar, los que cimientan su vida sobre la humildad del corazón. No se cimienta la santidad más que en el corazón manso y humilde que se agacha a los pies de los pecadores, y entrega su vida desde su pobreza y su nada, que son las alas que hacen crecer el amor.
     La anchura es la mundanidad de quien no se toma en serio el evangelio, y como dice el papa Francisco, no es coherente con la fe. Como decía San Francisco de Asís, no podemos contemplar al Señor y querer vivir otra vida distinta a la que Él nos propone. No se trata de rigorismo que matan, porque estrechan el corazón hasta dejarlo sin vida. Se trata de vivir lo que dice el salmo, el Señor en el aprieto, en la estrechez, nos distes anchura grandeza y humildad de corazón.
     Existe un camino que lleva a la perdición, al llanto y rechinar de dientes, y que nos pierde, y que es elegir el camino donde el centro soy yo, y todo lo demás queremos que gire en torno a nosotros. (+ Francisco Cerro Chaves - Obispo de Coria-Cáceres)
        
MEDITATIO:
     «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán». Con la imagen de la puerta, Él quiere que sus interlocutores entiendan que no es cuestión de número —cuántos se salvarán—, no importa saber cuántos, sino que lo importante es que todos sepan cuál es el camino que conduce a la salvación. (Papa Francisco)
     ¿Dónde está la puerta? ¿Cómo es la puerta? ¿Quién es la puerta? Jesús mismo es la puerta. Lo dice Él en el Evangelio de Juan: «Yo soy la puerta». Él nos conduce a la comunión con el Padre, donde encontramos amor, comprensión y protección. (Papa Francisco)
     ¿Por qué dice que es estrecha? Es una puerta estrecha no porque sea opresiva; sino porque nos exige restringir y contener nuestro orgullo y nuestro miedo, para abrirnos con el corazón humilde y confiado a Él, reconociéndonos pecadores, necesitados de su perdón. Por eso es estrecha: para contener nuestro orgullo, que nos hincha. (Papa Francisco)
     El Señor nos ofrece tantas ocasiones para salvarnos y entrar a través de la puerta de la salvación. Debemos aprovechar las ocasiones de salvación, porque llegará el momento en que «el dueño de casa se levantará y cerrará la puerta» Pero si Dios es bueno y nos ama, ¿por qué llegará el momento en que cerrará la puerta? Porque nuestra vida es seria y el objetivo que hay que alcanzar es importante: la salvación eterna. (Papa Francisco)

ORATIO:
     Gracias Señor, por invitarnos a caminar hacia “Jerusalén”, un camino difícil, pero pensamos que es el camino de la glorificación, gracias por la invitación al camino de la salvación, por darnos la capacidad de discernir el camino angosto para llegar a ti, gracias por no hacer distinción de los llamados a la salvación…
Jesús, el camino está claro, pero
 siento que me falta fuerza para querer recorrer esa senda…
Dame la luz para comprender que sólo hay un camino…

CONTEMPLATIO:
“Esforzaos en entrar por la puerta estrecha”.
     La puerta angosta de la que habla Jesús, significa que cada uno debe esforzarse para vivir el Evangelio, renunciando a muchos apegos que frenan y dificultan la salvación.
“No sé quiénes sois”.
No basta en decir que soy católico, creo en Dios, si no va acompañado por una conversión de vida. Es la clave para discernir la sinceridad de nuestra actitud y esfuerzo. De poco servirá lo más valioso de nuestras prácticas religiosas (sacramentos, oración, etc.), si en el fondo, no se da el deseo de conversión. No basta con haber enseñado la Palabra de Dios, si no ha ido acompañada la Palabra dicha con la coherencia y sinceridad de vida.



   El evangelio se dirige ante todo a ese Israel que no  quiere admitir la ampliación anunciada por el profeta. Que desconocidos «de Oriente y  Occidente, del Norte y del Sur», vengan «a sentarse a la mesa en el reino de Dios» con los  patriarcas de Israel, es algo tan insoportable para los interlocutores de Jesús que éstos, con  «rechinar de dientes», pasan a convertirse en «últimos», aunque eran los «primeros», e  incluso ya no se les permite entrar. Tienen que reconocer que se comportaron como  auténticos «malvados» cuando se empecinaron en su presunta prerrogativa mientras  comían y bebían con Jesús y éste «enseñaba en sus plazas». Las duras palabras que oyen  por boca de Jesús son palabras de advertencia, de aviso, pero sólo pueden provenir de su  amor. Y aunque al final se les dice que serán «los últimos», conviene no olvidar que este  último puesto (como confirman muchas profecías: Ez 16,63) es ciertamente el lugar de la  vergüenza, pero no el de la desesperación. Hay una esperanza para todo Israel (Rm  11,26). ( Hans Urs Von Balthasar)


sábado, 17 de agosto de 2019

SIETE HÁBITOS DIARIOS PARA LAS PERSONAS QUE DESEEN SER SANTAS



     Nadie nace santo. Se consigue la santidad con mucho esfuerzo, pero también con la ayuda y la gracia de Dios. Todos, sin exclusión, están llamados a reproducir en sí mismos la vida y el ejemplo de Jesucristo, caminar detrás de sus huellas.
     Estás leyendo esto porque estás interesado en tomar tu vida espiritual más seriamente de ahora en adelante. Aceptar de corazón uno de los puntos clave del Concilio Vaticano II: la importancia de la doctrina de la llamada universal a la santidad. También conoces que Jesús es el único camino a la santidad "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida." El secreto de la santidad es la oración constante la cual puede ser definida como el continuo contacto con la Santísima Trinidad: "reza siempre y sin desfallecer" (Lc. 18:1). Hay varios caminos para llegar a conocer a Jesús. Nosotros vamos a hablar brevemente sobre algunos de ellos en este artículo. Si quieres llegar a conocer, amar y servir a Jesús de la misma forma que aprendes a amar y enamorarte de otras personas: tu esposa, miembros de tu familia y amigos íntimos, por ejemplo, pasando un tiempo considerable con él en forma regular y, en este caso básicamente todos los días. El retorno, si lo haces, es la única verdadera felicidad en esta vida y la visión de Dios en la próxima. No hay sustituto a esto.
     La santificación es un trabajo de toda la vida y requiere nuestro determinado esfuerzo para cooperar con la gracia santificante de Dios que viene por medio de los Sacramentos.
   Los siete hábitos diarios que propongo consisten en el ofrecimiento de la mañana, la lectura espiritual (Nuevo Testamento y un libro espiritual sugerido por tu director espiritual), el Santo Rosario, la Santa Misa y Comunión, al menos quince minutos de oración mental, la recitación del Ángelus al mediodía y un breve examen de conciencia por la noche. Estos son los principales medios para alcanzar la santidad. Si eres una persona que quiere llevar a Cristo a otros a través de la amistad, estos son instrumentos con los cuales almacenarás la energía espiritual que te permitirá hacerlo. La acción apostólica sin los sacramentos, volverá ineficaz una sólida y profunda vida interior. Puedes estar seguro que los santos incorporaron por uno u otro camino todos estos hábitos en su rutina diaria. Tu objetivo es ser como ellos, contemplativos en el medio del mundo.
Quiero remarcar varios puntos antes de examinar los hábitos
     Primero; recuerda que el crecimiento en estos hábitos diarios son como una dieta o un programa de ejercicio físico, es un trabajo de proceso gradual. No esperes incorporar los siete o aún dos o tres de ellos en tu agenda diaria inmediatamente. No puedes correr una carrera de cinco kilómetros si antes no te has entrenado. Tampoco puedes tocar a Liszt a la tercera clase de piano. Esta prisa te invita al fracaso, y Dios quiera que tengas éxito tanto en tu ritmo como en el Suyo. Debes trabajar cercanamente con tu director espiritual y gradualmente incorporar los hábitos a tu vida en el período de tiempo que corresponda a tu particular situación. Puede ser el caso que por las circunstancias de tu vida se requiera la modificación de los siete hábitos.
    Segundo; al mismo tiempo tú debes hacer el firme propósito, con la ayuda del Espíritu Santo y tus especiales intercesores, para hacer de ellos la prioridad de tu vida - más importante que comer, dormir, trabajar y descansar-. Quiero aclararte que estos hábitos no se pueden adquirir a la carrera. Ese no es el modo como nosotros queremos tratar a los que amamos. Ellos deben hacerse cuando estemos más atentos durante el día en un lugar en silencio y sin distracciones; donde sea fácil ponerse en presencia de Dios y estar con Él. Después de todo, ¿no es más importante nuestra vida eterna que nuestra vida temporal? Todo esto redundará al momento de nuestro juicio como una cuenta de amor a Dios en nuestro corazón.
     Tercero; quiero dejar en claro que vivir los hábitos no es pérdida de tiempo. No estás perdiendo el tiempo, en realidad lo ganas. Nunca conocerás una persona que viva todos ellos diariamente que sea menos productiva como trabajador o peor esposo o que tenga menos tiempo para sus amigos o no pueda cultivar su vida intelectual. Todo lo contrario, Dios siempre recompensa a los que lo ponen a Él primero. Nuestro Señor multiplicará asombrosamente tu tiempo como multiplicó los panes y los peces y dio de comer a la multitud hasta saciarse. Puedes estar seguro de que el papa Juan Pablo II, la Madre Teresa o San Maximiliano Kolbe rezan o han rezado mucho más que la hora y media que se sugiere en estos hábitos repartidos a lo largo del día.


Padre John McCloskey

domingo, 11 de agosto de 2019

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 11 DE AGOSTO DEL 2019, 19º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de +Francisco Cerro Chaves-Obispo de Coria-Cáceres)

«DONDE ESTÁ VUESTRO TESORO ALLÍ ESTARÁ TAMBIÉN VUESTRO CORAZÓN»

Lc. 12, 32-48

     En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino. Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón.

     Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.»
     Pedro le preguntó: «Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?» El Señor le respondió: «¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas?
     Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si el empleado piensa: "Mi amo tarda en llegar", y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse, llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles. El criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos. Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá.»

Otras lecturas: Sabiduría 18,6-9; Salmo 32; Hebreos 11,1-2.8-12

LECTIO:
     La actitud del discípulo ante el don del Reino debe ser de vigilancia porque el Señor viene, aunque no se sepa cuándo. Todas las imágenes dan a entender que es necesaria una actitud de atención, de esfuerzo, de servicio. Esto supone vencer el cansancio de la noche para vigilar y permanecer alertas, como quien cuida su casa para que no la roben. Sin embargo todo ese esfuerzo no tiene comparación con la recompensa: él mismo Señor “lo pondrá al frente de todos sus bienes”.
     En la última parte del texto Jesús sigue enseñando sobre la fidelidad y responsabilidad de aquellos a quienes se encomienda un bien. Ese don no permite negligencia, hay que darse totalmente para corresponder a Aquel que tuvo confianza en nosotros.
     Otra vez más se insiste en las ignorancias sobre el momento de la venida: “estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre”.  Esta ignorancia no es negativa, sino que quiere ponerla como un estímulo para que los discípulos estén siempre atentos sirviendo a los demás, en la espera de la venida definitiva del Señor.

MEDITATIO:
     En el pasaje del Evangelio de hoy, Jesús entre otras cosas dice «Vended vuestros bienes y dad limosna…» Es una invitación a dar valor a la limosna como obra de misericordia, a no depositar nuestra confianza en los bienes efímeros, a usar las cosas sin apego y egoísmo sino según la lógica de Dios, la lógica de la atención a los demás, la lógica del amor. (Papa Francisco)
     La enseñanza de Jesús continúa con tres breves parábolas sobre el tema de la vigilancia. La primera es la parábola de los siervos que esperan por la noche el regreso de su señor. Es la felicidad de esperar con fe al Señor, del estar preparados con actitud de servicio. Él está presente cada día…  Con esta parábola Jesús presenta la vida como una vigilia de espera laboriosa, preludio del día luminoso de la eternidad. Para poder participar se necesita estar preparado, despierto y comprometido con el servicio a los demás, con la tranquilizadora perspectiva de que «desde allí»… será Él mismo quien nos acoja en su mesa. Esto ocurre ya cada vez que encontramos al Señor en la oración, o sirviendo a los pobres, y sobre todo en la Eucaristía. (Papa Francisco)
   La segunda parábola tiene como imagen la llegada imprevisible del ladrón. Este hecho exige una vigilancia: «También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre». El discípulo es quien espera al Señor y su Reino. (Papa Francisco)
   El Evangelio aclara esta perspectiva con la tercera parábola: el administrador de una casa después de la salida del señor. En la primera escena, el administrador sigue fielmente sus deberes y recibe su recompensa. En la segunda escena, el administrador abusa de su autoridad y golpea a los siervos, por lo que, al regreso imprevisto del señor, será castigado. (Papa Francisco)

ORATIO:
     Hazme gustar, Señor, los bienes que son tuyos, pero sobre todo a ti, que eres mi único bien.

Cuando Tú vengas, Señor,
que nos encuentres con las manos ocupadas
en la tarea de amarte a ti y a los hermanos.

CONTEMPLATIO:
“No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino”.

     El Reino es ante todo don del Padre, y elige a los pequeños, a los discípulos para entregárselo. Este don supone también una correspondencia radical, por eso sigue: “Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos… y un tesoro inagotable en el cielo”. Y culmina con la explicación: “porque donde está vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón”.
    La llamada de Jesús a la vigilancia nos debe ayudar a los cristianos a despertar de la indiferencia, la pasividad y el descuido con que vivimos con frecuencia nuestra fe. Para vivirla de manera lúcida, necesitamos redescubrirla constantemente, conocerla con más  profundidad, confrontarla con otras actitudes posibles ante la vida, agradecerla y tratar de vivirla con todas sus consecuencias.



     Serpentea en esta liturgia de la Palabra, de una manera más o menos explícita, el tema de la bienaventuranza:«Dichosos los criados a quienes el amo encuentre vigilantes cuando llegue [...] ¡Dichoso ese criado si, al llegar su amo, lo encuentra haciendo lo que debe!». Sabemos bien que, según el mensaje bíblico, la bienaventuranza no consiste en un vago consuelo dado a quien se encuentra en una situación de sufrimiento. Hasta las bienaventuranzas que inauguran el magno «sermón del monte» (Mt 5,1-13) son más bien inyecciones de ánimo e invitación a la lucha, a ejemplo de Aquel que es el pobre por excelencia, el misericordioso por antonomasia, el más perseguido de todos. Es, ante todo, la bienaventuranza que brota de la historia humana, cuando ésta es considerada como visitada por Dios, es decir, enriquecida por la presencia de Aquel que, después de haber creado al hombre, no le abandona a su destino, sino que le orienta por el camino de la salvación; de Aquel que, después de haber elegido a su pueblo, no lo deja a merced de los enemigos, sino que lo lleva sano y salvo a la meta feliz de la tierra prometida.

sábado, 10 de agosto de 2019

(Lc 12, 34)

AGOSTO 2019

«Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón» (Lc 12, 34).

     El «corazón» se refiere a lo más íntimo que tenemos, lo más escondido y vital, donde residen nuestros valores; el «tesoro» es lo que tiene más valor, lo que nos da seguridad para el hoy y para el futuro.
    En nuestra sociedad consumista, todo nos empuja a acumular bienes materiales, a concentrarnos en nuestras necesidades y desinteresarnos de las necesidades de los demás en nombre del bienestar y de la eficiencia individual. Ya el evangelista Lucas cita estas palabras de Jesús como una enseñanza decisiva y universal. Subraya con fuerza la necesidad de hacer una opción radical, definitiva y propia de quien es discípulo de Jesús: Dios Padre es el verdadero Bien, quien debe ocupar todo el corazón del cristiano. Esta opción exclusiva conlleva abandonarse con confianza a su Amor.
     Es una cuestión de libertad: no dejarnos poseer por los bienes materiales, sino ser más bien nosotros sus amos.
     Cada cristiano personalmente y toda la comunidad de los creyentes pueden experimentar la verdadera libertad compartiendo bienes materiales y espirituales con quienes más los necesitan: este estilo de vida testimonia la verdadera confianza en el Padre y sustenta la civilización del amor.
«Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón».
     Es esclarecedor lo que sugiere Chiara Lubich para liberarnos de la esclavitud del tener: «¿Por qué insiste tanto Jesús en que nos desapeguemos de los bienes, hasta convertirlo en una condición indispensable para poder seguirlo? ¡Porque la primera riqueza de nuestra existencia, el verdadero tesoro, es Él! [...] Él nos quiere libres, con el alma limpia de cualquier apego y de cualquier preocupación, para así poder amar de verdad con todo el corazón, la mente y las fuerzas. [...] Nos pide que renunciemos a las posesiones porque quiere que nos abramos a los demás [...]. El modo más sencillo de "renunciar" es "dar”: »Dar a Dios amándolo. [...] Y para demostrarle este amor, amemos a nuestros hermanos y hermanas. Aunque nos pueda parecer que no, tenemos muchas riquezas que poner en común: tenemos afecto en el corazón para dar, cordialidad para exteriorizar, alegría que comunicar; tenemos tiempo para poner a disposición, oraciones, riquezas interiores; a veces tenemos cosas, libros, ropa, vehículos, dinero [...]. Demos sin razonar demasiado: "Es que me puede hacer falta en talo cual ocasión [...]”. Todo puede ser útil, pero mientras tanto, si hacemos caso a estos pensamientos, se infiltran en el corazón muchos apegos y se crean cada vez nuevas exigencias. No, procuremos tener solo lo que necesitamos»[1].
     Cuentan Marisa y Agostino, casados desde hace 34 años, quienes se trasladaron a América Latina a los ocho años de matrimonio para sostener a una joven comunidad cristiana: «Una noche habíamos organizado una pequeña fiesta y cada familia llevaba algo típico para la cena. Nosotros acabábamos de volver de un viaje a Italia con un buen trozo de queso parmesano. Indecisos entre el deseo de compartir una parte con otras familias y el pensar que en poco tiempo nos quedaríamos sin nada, recordamos la frase de Jesús: "Dad y se os dará..." (Lc 6, 38). Nos miramos y nos dijimos: hemos dejado la patria, el trabajo, la familia, y ahora nos apegamos a un trozo de queso. Así que cortamos una parte y la llevamos. A los dos días llaman al timbre: era un turista que no conocíamos, amigo de unos amigos nuestros, que nos traía un paquete de su parte. Lo abrimos, y era un trozo grande de parmesano. La promesa de Jesús: "...una medida remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos" es cierta».
Leticia Magri



[1] C. LUBICH, «Palabra de vida, septiembre de 2004», en Ciudad Nueva n. 412 (B-9'2004) p. 23.