TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

sábado, 31 de marzo de 2012

INDULGENCIA PLENARIA Y EL SANTO TRIDUO PASCUAL
Durante la Semana Santa podemos ganar para nosotros o para los difuntos el don de la Indulgencia Plenaria si realizamos algunas de las siguientes obras establecidas por la Santa Sede.
      OBRAS QUE GOZAN DEL DON DE LA INDULGENCIA PLENARIA EN SEMANA SANTA
Jueves Santo
1.- Si durante la solemne reserva del Santísimo Sacramento, que sigue a la Misa de la Cena del Señor, recitamos o cantamos el himno eucarístico del "Tantum Ergo" ("Adorad Postrados este Sacramento…").
2.- Si visitamos por espacio de media hora el Santísimo Sacramento reservado en el Monumento para adorarlo.
Viernes Santo
1.- Si el Viernes Santo asistimos piadosamente a la Adoración de la Cruz en la solemne celebración de la Pasión del Señor.
Sábado Santo
1.- Si rezamos juntos el  Santo Rosario.
Vigilia Pascual
1.- Si asistimos a la celebración de la Vigilia Pascual (Sábado Santo por la noche) y en ella renovamos las promesas de nuestro Santo Bautismo.

CONDICIONES:
Para ganar la Indulgencia Plenaria además de haber realizado la obra enriquecida se requiere el cumplimiento de las siguientes condiciones:
a.- Exclusión de todo afecto hacia cualquier pecado, incluso venial.
b.- Confesión sacramental, Comunión eucarística y Oración por las intenciones del Sumo Pontífice. Estas tres condiciones pueden cumplirse unos días antes o después de la ejecución de la obra enriquecida con la Indulgencia Plenaria; pero conviene que la comunión y la oración por las intenciones del Sumo Pontífice se realicen el mismo día en que se cumple la obra.
Es oportuno señalar que con una sola confesión sacramental pueden ganarse varias indulgencias. Conviene, no obstante, que se reciba frecuentemente la gracia del sacramento de la Penitencia, para ahondar en la conversión y en la pureza de corazón. En cambio, con una sola comunión eucarística y una sola oración por las intenciones del Santo Padre sólo se gana una Indulgencia Plenaria.
La condición de orar por las intenciones del Sumo Pontífice se cumple si se reza a su intención un solo Padrenuestro y Avemaría; pero se concede a cada fiel cristiano la facultad de rezar cualquier otra fórmula, según su piedad y devoción.

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO DE RAMOS, EN LA PASIÓN DEL SEÑOR

EL VERDADERO SACRIFICIO

Marcos 14.1–15.47    Faltaban dos días para la fiesta de la Pascua cuando se come el pan sin levadura. Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley buscaban la manera de apresar a Jesús por medio de algún engaño, y matarlo. Pues algunos decían: –No durante la fiesta, para que no se alborote la gente.
   Había ido Jesús a Betania, a casa de Simón, a quien llamaban el leproso. Y mientras estaba sentado a la mesa, llegó una mujer con un frasco de alabastro lleno de un rico perfume de nardo puro, de mucho valor. Rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús.  Algunos de los presentes, indignados, se decían unos a otros: –¿Por qué se desperdicia este perfume? Podía haberse vendido por más de trescientos denarios, para ayudar a los pobres. Y criticaban a la mujer.
   Pero Jesús dijo: –Dejadla. ¿Por qué la molestáis? Lo que ha hecho conmigo es bueno, pues a los pobres siempre los tendréis entre vosotros y podréis hacerles bien cuando queráis, pero a mí no siempre me tendréis. Esta mujer ha hecho lo que ha podido: ha perfumado de antemano mi cuerpo para mi entierro. Os aseguro que en cualquier lugar del mundo donde se anuncie el evangelio, se hablará también de lo que ha hecho esta mujer, y así será recordada.
   Judas Iscariote, uno de los doce discípulos, fue a ver a los jefes de los sacerdotes para entregarle a Jesús. Al oírlo, se alegraron, y prometieron dinero a Judas, que comenzó a buscar una oportunidad para entregarle.
   El primer día de la fiesta en que se comía el pan sin levadura y se sacrificaba el cordero de Pascua, los discípulos de Jesús le preguntaron:
–¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?
   Entonces envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: –Id a la ciudad. Allí encontraréis a un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle, y al amo de la casa donde entre le decís: ‘El Maestro pregunta: ¿Cuál es la sala donde he de comer con mis discípulos la cena de Pascua?’ Él os mostrará en el piso alto una habitación grande, dispuesta y arreglada. Preparad allí la cena para nosotros…  (Continúa)...
Otras lecturas: Isaías 50.4-7; Salmo 21; Filipenses 2.6-11
LECTIO:
   En nuestra preparación para la Semana Santa, hoy leemos el relato de Marcos desde el Jueves Santo hasta la crucifixión de Jesús. Probablemente este sea el primer relato evangélico que se puso por escrito. Para Marcos, la Pasión era todo lo que había sucedido entre Jesús y el Dios al que llama ‘mi padre’.
   Es todo muy realista. En 14.35-36 Jesús le pide a su Padre que le libre de la amarga prueba que le espera. En 15.34, muriendo ya en la cruz, Jesús se queja a Dios porque le ha abandonado, usando las palabras del Salmo 22.2.
La mayor parte de los personajes aparecen como seres mezquinos, crueles e irreverentes. La experiencia de Pedro está bien reflejada: se le presenta como generoso y lleno de afecto, pero débil cuando llega el momento de dar testimonio de su amor por Jesús (14.66-72).
Marcos emplea términos muy negativos para describir las acciones de Judas: está muy brusco en el episodio inicial, cuando María, la hermana de Marta (Juan 12.3) derramó un perfume muy caro sobre los pies de Jesús. En cambio, Jesús ve su acción como un gesto generoso y, además, como un anuncio profético de su muerte (14.3-9).
Los dirigentes judíos permanecen distantes y despiadados a lo largo de todo el proceso y sostienen su postura doctrinal a pesar del hombre desnudo que agoniza delante de ellos (14.43-65).
Los soldados romanos ejecutan los tormentos físicos de Jesús. Durante la flagelación, hacen burlas y aparecen indiferentes al sufrimiento humano. Pero su jefe, el centurión, fue el primero en confesar que Jesús era el Hijo de Dios (15.16-20, 39).
   La ‘indiferencia’ parece ser la palabra clave. Muchas fueron las personas que no hicieron nada, salvo quedarse pasmados ante un hombre agonizante.
Las discípulas de Jesús muestran su interés de manera práctica. Están presentes en la crucifixión a pesar del dolor que aquello tuvo que causarles. También están presentes para ser testigos del lugar donde entierran a Jesús (15.40, 41, 47).
MEDITATIO:
Escoge tres palabras para describir a Jesús tal como queda retratado en la Pasión.
Reflexiona sobre lo que tuvo que experimentar Jesús al verse separado de su Padre.
Considera las sorprendentes palabras de Filipenses 2.6-11.
ORATIO:
   La mujer que derramó el frasco de perfume se la jugaba: corría el riesgo de aparecer como una necia delante de los demás, puede que incluso ante Jesús. Pero le amaba y fue así como dio muestras de su amor. Tal vez podrías fabricarte tu propio ‘frasco de perfume’. Toma una hoja de papel, escríbele a Jesús una carta afectuosa y ofrécesela en la oración. O bien, ofrécele las palabras de un Salmo o de un himno que te ayude a expresar tu adoración.
CONTEMPLATIO:
   A lo largo de la primera lectura, Isaías describe a Jesús como el siervo fiel que no ofrece resistencia a la voluntad de Dios para él (Isaías 50.4-7). La segunda lectura también comenta cómo Jesús se despojó de sí mismo para hacerse hombre y someterse a la humillación de la muerte (Filipenses 2.6-11). Para hacer todo esto, Jesús tuvo que aprender a conocer al Padre y a confiar en él. ¿Qué pasos puedes dar tú camino de la obediencia amorosa? ¿Cómo puedes crear cada día un tiempo especial para estar con Dios?

EN SEMANA SANTA - CELEBRAMOS


PARROQUIA DE SAN JOSÉ, CÁDIZ-EXTRAMUROS


domingo, 25 de marzo de 2012

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 25 DE MARZO, 5º DE CUARESMA

"SI EL GRANO DE TRIGO CAE EN TIERRA Y MUERE, DA MUCHO FRUTO"
Juan 12.20-33  En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; éstos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban: "Señor, quisiéramos ver a Jesús." Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús.
Jesús les contestó: "Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará.
Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre." Entonces vino una voz del cielo: "Lo he glorificado y volveré a glorificarlo." La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel. Jesús tomó la palabra y dijo: "Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí."
Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir

Otras lecturas: Jeremías 31.31-34; Salmo 50; Hebreos 5.7-9
LECTIO:
   Sólo Juan nos ofrece este relato de los visitantes griegos. En el Evangelio de Juan, Jesús llegó a Jerusalén acompañado por una enorme multitud, que le rendía honores mientras se adentraba en la ciudad.
   Entre la multitud había algunos griegos; no eran judíos, pero querían conocer a Jesús. Le pidieron a Felipe, uno de los apóstoles, que concertara un encuentro con él en privado. La entrevista con los extranjeros suscita la compasión de Jesús, que vuelve a recordarles que su misión se dirige a las gentes de todas las naciones.
   A primera vista, Jesús era el personaje del día. Pero Jesús sabía que esta hora de triunfo aparente se desmoronaría bien pronto convirtiéndose en una hora de humillación amarga y de dolor insufrible. Pasados unos días, aquella misma multitud pediría su crucifixión e incluso sus amigos más íntimos le abandonarían. Puedes leer la descripción entera en Juan 17—19. Jesús da a entender a sus discípulos su zozobra interior, algo que recordarían después de su muerte. Mientras Jesús está hablando de su ‘hora de angustia’, Dios interviene con una voz procedente del cielo (versículo 28). Parece que algunos oyen la voz, mientras que otros piensan que se trata de un trueno, pero Jesús deja bien claro (versículo 30) que las palabras de Dios van dirigidas al pueblo, y no para confortarle a él.
MEDITATIO:
¿Cómo alude Jesús a su muerte en cruz en esta lectura? Jesús también menciona el gran principio que le guió toda su vida. ¿Cuál es ese principio?
¿A quién se refiere Jesús cuando habla del que ’manda en este mundo’ y que va a ser expulsado (versículo 31)?
¿Por qué medios sirves y sigues a Jesús?
ORATIO:
   Jesús promete que atraerá a todos los seres humanos hacia sí cuando sea elevado en la cruz, versículo 32. ¿Has experimentado que Jesús te atrae hacía sí para que estés más cerca de él? A veces, esta especie de cercanía amorosa puede dar miedo. Pídele a Jesús que te ayude a amarle y a confiar en él tanto como es evidente que él quería y confiaba en su Padre.
   Utiliza las palabras del Salmo de hoy como oración personal todos los días de esta semana: “Oh Dios, crea en mi un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme;”
CONTEMPLATIO:
   Las otras lecturas del día arrojan más luz sobre la misión de Jesús para salvar a la humanidad. En Jeremías 31.31-34 Dios habla de un nuevo pacto con el pueblo judío y, a través de ellos, con todos los pueblos, para que todos le ‘conozcan’.
   En Hebreos 5 se nos habla de la buena disposición con que sufre Jesús la humillación de la cruz porque es el proyecto de Dios para él. Jesús aceptó su sufrimiento antes de que comenzara. En la raíz de todo aquello está el amor apasionado de Dios hacia toda la humanidad, incluyéndonos a ti y a mí. ¿Cómo cambia este inmenso amor de Dios tu relación con él?

MILAGROS EUCARÍSTICOS

El suceso de Tumaco

     Éste tuvo lugar el 31 de enero de 1906, en el pueblo de Tumaco, perteneciente a la República sudamericana de Colombia, y situado en una pequeñísima isla a la parte occidental de aquella República, bañada por el océano Pacífico. Hallábase allí de cura misionero, en dicho tiempo, el reverendo padre fray Gerardo Larrondo de San José, teniendo como auxiliar en la cura de almas al padre fray Julián Moreno de San Nicolás de Tolentino, ambos Agustinos Recoletos.
      Eran casi las diez de la mañana, cuando comenzó a sentirse un espantoso temblor de tierra, siendo éste de tanta duración que, según cree el padre Larrondo, no debió bajar de diez minutos, y tan intenso, que dio con todas las imágenes de la iglesia en tierra. De más está decir el pánico que se apoderó de aquel pueblo, el cual todo en tropel se agolpó en la iglesia y alrededores, llorando y suplicando a los padres organizasen inmediatamente una procesión y fueran conducidas en ellas las imágenes, que en un momento fueron colocadas por la gente en sus respectivas andas.
     Les parecía a los padres más prudente animar y consolar a sus feligreses, asegurándoles que no había motivo para tan horrible espanto como el que se había apoderado de todos, y en esto se ocupaban los dos fervorosos ministros del Señor cerca de la iglesia, cuando advirtieron que, como efecto de aquella continua conmoción de la tierra, iba el mar alejándose de la playa y dejando en seco quizá hasta kilómetro y medio de terreno de lo que antes cubrían las aguas, las cuales iban a la vez acumulándose mar adentro, formando como una montaña que, al descender de nivel, había de convertirse en formidable ola, quedando probablemente sepultado bajo ella o siendo tal vez barrido por completo el pueblo de Tumaco, cuyo suelo se halla precisamente a más bajo nivel que el del mar.
     Aterrado entonces el padre Larrondo, se lanzó precipitadamente hacia la iglesia, y, llegándose al altar, consumió a toda prisa las Formas del sagrado copón, reservándose solamente la Hostia grande, y acto seguido, vuelto hacia el pueblo, llevando el copón en una mano y en otra a Jesucristo Sacramentado, exclamó: "Vamos, hijos míos, vamos todos hacia la playa y que Dios se apiade de nosotros."
     Como electrizados a la presencia de Jesús, y ante la imponente actitud de su ministro, marcharon todos llorando y clamando a Su Divina Majestad, tuviera misericordia de ellos. El cuadro debió ser ciertamente de lo más tierno y conmovedor que puede pensarse, por ser Tumaco una población de muchos miles de habitantes, todos los cuales se hallaban allí, con todo el terror de una muerte trágica grabado ya de antemano en sus facciones. Acompañaban también al divino Salvador las imágenes de la iglesia traídas a hombros, sin que los padres lo hubieran dispuesto, sólo por irresistible impulso de la fe y la confianza de aquel pueblo fervorosarnente cristiano.
     Poco tiempo había pasado, cuando ya el padre Larrondo se hallaba en la playa, y aquella montaña formada por las aguas comenzaba a moverse hacia el continente, y las aguas avanzaban como impetuoso aluvión, sin que poder alguno de la tierra fuera capaz de contrarrestar aquella arrolladora ola, que en un instante amenazaba destruir el pueblo de Tumaco.
     No se intimidó, sin embargo, el fervoroso recoleto; antes bien, descendió intrépido a la arena y, colocándose dentro de la jurisdicción ordinaria de las aguas, en el instante mismo en que la ola estaba ya llegando y crecía hasta el último límite el terror y la ansiedad de la muchedumbre, levantó con mano firme y con el corazón lleno de fe la Sagrada hostia a la vista de todos, y trazó con ella en el espacio la señal de la Cruz. ¡Momento solemne! ¡Espectáculo horriblemente sublime! La ola avanza un paso más y, sin tocar el sagrado copón que permanece elevado, viene a estrellarse contra el ministro de Jesucristo, alcanzándole el agua solamente hasta la cintura. Apenas se ha dado cuenta el padre Larrondo de lo que acaba de sucederle, cuando oye primeramente al padre Julián, que se hallaba a su lado, y luego a todo el pueblo en masa, que exclamaban como enloquecidos por la emoción: ¡Milagro! ¡Milagro!
     En efecto: como impelida por invisible poder superior a todo poder de la naturaleza, aquella ola se había contenido instantáneamente, y la enorme montaña de agua, que amenazaba borrar de la faz de la tierra el pueblo de Tumaco, iniciaba su movimiento de retroceso para desaparecer, mar adentro, volviendo a recobrar su ordinario nivel y natural equilibrio.
Ya comprende el lector cuánta debió ser la alegría y la santa algazara de aquel pueblo, a quien Jesús Sacramentado acababa de librar de una inevitable y horrorosa hecatombe.
A las lágrimas de terror sucediéronse las lágrimas del más íntimo alborozo; a los gritos de angustia y desaliento siguieron los gritos de agradecimiento y de alabanza, y por todas partes y de todos los pechos brotaban estentóreos vivas a Jesús Sacramentado.
Mandó entonces el padre Larrondo fuesen a traer de la iglesia la Custodia, y, colocando en ella la Sagrada Hostia, organizóse, acto seguido, una solemnísima procesión, que fue recorriendo calles y alrededores del pueblo, hasta ingresar Su Divina Majestad con toda pompa y esplendor en su santo templo, de donde tan pobre y precipitadamente había salido minutos antes.
     Como el dicho estremecimiento no tuvo lugar sólo en Tumaco, sino en gran parte de la costa del Pacífico por los grandes daños y trastornos que aquella ola, rechazada en Tumaco, causó en otros puntos de la costa menos expuestos que éste a ser destruidos por el mar, se puede calcular la importancia del beneficio que Jesús dispensó a aquel cristiano pueblo, el cual, por estar, como hemos dicho, a nivel más bajo que el del mar, probablemente hubiera desaparecido con todos sus habitantes. He aquí lo que en carta, que tenemos a la vista, nos dice hablando de esto el misionero reverendo padre fray Bernardino García de la Concepción, que por entonces se hallaba en la ciudad de Panamá: "En Panamá estaba en la mayor bajamar, y de repente (lo vi yo) vino la pleamar y sobrepasó el puerto, entrando en el mercado y llevándose toda clase de cajas, las embarcaciones menores que estaban en seco fueron lanzadas a gran distancia, habiendo habido muchas desgracias".
El suceso de Tumaco tuvo grandísima resonancia en el mundo, y de varias naciones de Europa escribieron al padre Larrondo,  suplicándole una relación de lo acontecido.    

Texto del P. Pedro Corro, en "Agustinos amantes de la Sagrada Eucaristía".
La recompensa de las buenas obras

     ¡Oh hombre!, imita a la tierra; produce fruto igual que ella, no sea que parezcas peor que ella que es un ser inanimado. La tierra produce unos frutos de los que ella no ha de gozar, sino que están destinados a tu provecho. En cambio, los frutos de beneficencia que tú produces los recolectas en provecho propio, ya que la recompensa de las buenas obras revierte en beneficio de los que las hacen. Cuando das al necesitado, lo que le das se convierte en algo tuyo y se te devuelve acrecentado. Del mismo modo que el grano de trigo, al caer en tierra, cede en provecho del que lo ha sembrado, así también el pan que tú das al pobre te proporcionará en el futuro una ganancia no pequeña. Procura, pues, que el fin de tus trabajos sea el comienzo de la siembra celestial: Sembrad justicia, y cosecharéis misericordia, dice la Escritura.
     Tus riquezas tendrás que dejarlas aquí, lo quieras o no; por el contrario, la gloria que hayas adquirido con tus buenas obras la llevarás hasta el Señor, cuando, rodeado de los elegidos, ante el juez universal, todos proclamarán tu generosidad, tu largueza y tus beneficios, atribuyéndote todos los apelativos indicadores de tu humanidad y benignidad. ¿Es que no ves cómo muchos dilapidan su dinero en los teatros, en los juegos atléticos, en las pantomimas, en las luchas entre hombres y fieras, cuyo solo espectáculo repugna, y todo por una gloria momentánea, por el estrépito y aplauso del pueblo?...
  …Deberías estar agradecido, contento y feliz por el honor que se te ha concedido, al no ser tú quien ha de importunar a la puerta de los demás, sino los demás quienes acuden a la tuya. Y en cambio te retraes y te haces casi inaccesible, rehúyes el encuentro con los demás, para no verte obligado a soltar ni una pequeña dádiva. Sólo sabes decir: «No tengo nada que dar, soy pobre». En verdad eres pobre y privado de todo bien: pobre en amor, pobre en humanidad, pobre en confianza en Dios, pobre en esperanza eterna.
San Basilio Magno, Homilía 3, 6 sobre la caridad

sábado, 17 de marzo de 2012

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 18 DE MARZO, 4º DE CUARESMA

Dios envía un Salvador


Juan 3.14-21     En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: "Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios."
Otras lecturas: 2 Crónicas 36.14-16, 19-23; Salmo 136; Efesios 2.4-10
LECTIO:
   El pasaje de hoy se sitúa en el contexto de un encuentro entre Jesús y Nicodemo, un destacado dirigente religioso.
   Juan tiene un estilo distinto del de Marcos y con frecuencia ofrece más detalles. Nos cuenta algunos encuentros mantenidos por Jesús con diversos individuos. A través de estos diálogos captamos ciertos aspectos de la personalidad y de la misión de Jesús.
   En esta ocasión Jesús traza un paralelo entre la razón por la que ha venido a la Tierra y un acontecimiento de tiempos de Moisés. Como experto en la Sagrada Escritura, Nicodemo tuvo que entender la historia. Puedes leer todo el relato en Números 21.4-9.
   Los israelitas pecaron contra Dios y éste les envió serpientes venenosas. Se arrepintieron y clamaron pidiendo ayuda. Dios dijo a Moisés que colocara una serpiente de bronce en un estandarte. Cuando miraban a la serpiente, quedaban curados.
   Del mismo modo, Jesús fue levantado y puesto en un estandarte, la cruz. Para los israelitas que habían sido mordidos, puede que la visión de la serpiente les resultara aterradora. Pero, sin lugar a dudas, para los judíos, la visión de un crucificado tenía que ser estremecedora.
   Ahora bien, Jesús en la cruz es un signo de salvación: quien cree en él puede ser salvado de sus pecados y obtener el perdón. Muriendo en la cruz, Jesús se ofreció al Padre como quien carga con el pecado. El Padre y él quieren que todos reciban el perdón de sus pecados y obtengan la gracia y el gozo de la vida que mana de Dios, Trinidad Santa. Cristo logró para nosotros esta victoria muriendo en la cruz y resucitando. Dios envió a su hijo Jesús porque nos ama.
MEDITATIO:
Te sugerimos que leas nuestro pasaje dentro del contexto más amplio de Juan 3. ¿Existe algún vínculo entre el diálogo de Jesús y Nicodemo sobre la necesidad de volver a nacer y el amor que Dios tiene a la humanidad? ¿Te sientes como Nicodemo y necesitas más explicaciones? ¿O ya has recibido la nueva vida espiritual en Jesús?
ORATIO:
   Juan 3.16 es uno de los versículos más citados de la Biblia. Relee este versículo varias veces. Pídele a Dios que te haga comprender con mayor profundidad lo que significa esta promesa para ti y para tus conocidos. Presta atención, quizás Dios quiere hablar contigo de manera especial.
CONTEMPLATIO:
   ¿Qué nuevos aspectos añaden las dos lecturas de hoy (2 Crónicas 36.14-16, 19-23; y Efesios 2.4-10) a la lectura del Evangelio cuando se las aplicamos a Jesús? En Crónicas vemos que entonces, al igual que ahora, algunas personas se burlan de los servidores de Dios y hacen caso omiso de sus palabras. El autor de Efesios deja bien claro que mientras que nuestra salvación se fundamenta solamente en la gracia de Dios –y no en nuestros esfuerzos o en nuestras obras– Dios nos ha creado para toda una vida de buenas obras.


DIA DEL SEMINARIO

       Los días 18 y 19 de marzo, domingo IV de Cuaresma y solemnidad de San José respectivamente, celebraremos en nuestra Iglesia la Jornada anual de oración y de colecta en favor del seminario. Aun respetando el contenido litúrgico propio de cada uno de estos días, uno y otro quedan marcados por el signo de la fiesta de las vocaciones al sacerdocio ministerial. 
     El lema pensado para la jornada de este año es Pasión por el Evangelio, una expresión que pone inmediatamente de manifiesto la centralidad del Evangelio en la vocación y en la vida del sacerdote. Pero ¿qué tiene el Evangelio? ¿Qué maravilla oculta? ¿Qué tesoro esconde en sus espesas frondas para que un joven se vea de pronto atraído hacia él, sienta la pasión de poseerlo y sea capaz de dejar padre y madre, novia y carrera, hermanos, amigos y hacienda con tal de lograrlo? 
     El término “evangelio” alude a realidades diversas estrechamente relacionadas entre sí. En primer lugar, “evangelio” es el nombre que se da a los relatos sobre la vida y el mensaje de Jesús contenidos en los así llamados evangelios canónicos. 
     Pero el significado del término “evangelio” no se agota en esta acepción. El Nuevo Testamento entiende por dicho término principal y fundamentalmente a Jesucristo mismo, el Hijo de Dios venido al mundo por voluntad expresa del Padre para redimirnos del pecado y de la muerte y otorgarnos la vida divina. Por tanto, “evangelio” no designa sólo unos relatos, sino una persona, y ésta divina, la cual, con su actuar salvífico en el mundo, transforma y regenera el interior del hombre y salva a éste del extravío y de la desesperación. Se comprende, pues que, entendido este término en su segundo acepción, pueda el hombre amar el Evangelio, sentir pasión por él y alcanzar la felicidad con su posesión y disfrute. 
     Pues bien, el sacerdote comienza por ser aquel hombre que un día conoció los relatos de los evangelios acerca de Jesús y, desde éstos, con la ayuda del Espíritu Santo, descubrió en Jesús a Jesucristo, el Hijo de Dios vivo. Y el sacerdote es aquel que, una vez descubierta la verdadera identidad de Jesús, se percibió llamado por él para ser como él, esto es, dicho con palabras de Benedicto XVI, “para ser prolongador de la misma misión que Cristo había recibido del Padre”. El sacerdote es también aquel que, tras haber verificado su vocación mediante el sí de la Iglesia y haber recibido a su debido tiempo el orden sacerdotal, se entrega totalmente a la doble tarea de configurarse existencialmente con el ser sacerdotal de Cristo, del que ya participa ontológicamente por el sacramento, y de trabajar sin descanso por la salvación de los hombres. Finalmente, el sacerdote es aquel que, configurado ontológicamente con Cristo pastor y viviendo en plenitud su ministerio sacerdotal, imita ininterrumpidamente a Cristo, cuya muerte en Cruz conmemora cada día en la celebración de la Eucaristía.
     Ahora bien, esa configuración diaria con el Señor es vivida por el sacerdote con verdadero gozo, con un amor desbordante, con auténtica pasión. Y, en este sentido, tiene razón la prestigiosa revista norteamericana Forbes cuando afirma que los sacerdotes desarrollan una “profesión” que les hace sentirse los más felices del mundo. Y es que el ejercicio del sacerdocio ministerial otorga a la vida un sentido tan grande que hace de la propia existencia algo digno de ser vivido. 
     Mi mirada de obispo y pastor se dirige hoy al seminario, descrito por el Papa Benedicto XVI como ese “cenáculo en donde el Señor celebra con deseo ardiente su Pascua con quienes un día anheláis presidir en su nombre los misterios de la salvación”.
     Queridos seminaristas, vosotros no sois todavía sacerdotes, pero os estáis preparando para serlo. ¿Cómo vivir estos años de preparación? “Ante todo, deben ser años – dice el Papa – de silencio interior, de permanente oración, de constante estudio y de inserción paulatina en las acciones y estructuras pastorales de la Iglesia”. Viviendo así, imitaréis a Jesús durante el tiempo de su vida oculta en Nazareth, iréis creciendo en santidad y justicia, y dispondréis vuestro espíritu a recibir un día el don del sacerdocio. 
     Aspirad a la santidad y trabajad para ser agraciados por ella. Esto es lo que más importa en la vida. Lo demás se nos dará por añadidura. Sed santos. En primer lugar, porque la santidad es la perfección del ser humano. Y, en segundo lugar, para no ser hipócritas y motivo de escándalo, para no incurrir, como viene a decir el Papa, en esa terrible contradicción que a veces se produce entre aquello de lo que somos signo y la realidad empírica de nuestro comportamiento.  
Y a vosotros, mis muy queridos fieles consagrados y seglares, os pido que ayudéis al seminario con la oración y con la limosna. 
                       +Manuel Ureña Pastor
                       Arzobispo de Zaragoza
     Consiliario Nacional de la Adoración Nocturna


miércoles, 14 de marzo de 2012

Instruccion REDEMPTIONIS SACRAMENTUM

LA CELEBRACIÓN CORRECTA DE LA SANTA MISA


1. LA MATERIA DE LA SANTÍSIMA EUCARISTÍA

El pan que se emplea en el santo Sacrificio de la Eucaristía debe ser ázimo, de sólo trigo y hecho recientemente, para que no haya ningún peligro de que se corrompa. Por consiguiente, no puede constituir la materia válida, para la realización del Sacrificio y del Sacramento eucarístico, el pan elaborado con otras sustancias, aunque sean cereales, ni aquel que lleva mezcla de una sustancia diversa del trigo, en tal cantidad que, según la valoración común, no se puede llamar pan de trigo.  Es un abuso grave introducir, en la fabricación del pan para la Eucaristía, otras sustancias como frutas, azúcar o miel. Es claro que las hostias deben ser preparadas por personas que no sólo se distingan por su honestidad, sino que además sean expertas en la elaboración y dispongan de los instrumentos adecuados.
Conviene, en razón del signo, que algunas partes del pan eucarístico que resultan de la fracción del pan, se distribuyan al menos a algunos fieles, en la Comunión. «No obstante, de ningún modo se excluyen las hostias pequeñas, cuando lo requiere el número de los que van a recibir la sagrada Comunión, u otras razones pastorales lo exijan»; más bien, según la costumbre, sean usadas sobretodo formas pequeñas, que no necesitan una fracción ulterior.
El vino que se utiliza en la celebración del santo Sacrificio eucarístico debe ser natural, del fruto de la vid, puro y sin corromper, sin mezcla de sustancias extrañas. En la misma celebración de la Misa se le debe mezclar un poco de agua. Téngase diligente cuidado de que el vino destinado a la Eucaristía se conserve en perfecto estado y no se avinagre. Está totalmente prohibido utilizar un vino del que se tiene duda en cuanto a su carácter genuino o a su procedencia, pues la Iglesia exige certeza sobre las condiciones necesarias para la validez de los sacramentos. No se debe admitir bajo ningún pretexto otras bebidas de cualquier género, que no constituyen una materia válida.

2. LA PLEGARIA EUCARÍSTICA

Sólo se pueden utilizar las Plegarias Eucarística que se encuentran en el Misal Romano o aquellas que han sido legítimamente aprobadas por la Sede Apostólica, en la forma y manera que se determina en la misma aprobación. «No se puede tolerar que algunos sacerdotes se arroguen el derecho de componer plegarias eucarísticas», ni cambiar el texto aprobado por la Iglesia, ni utilizar otros, compuestos por personas privadas.
La proclamación de la Plegaria Eucarística, que por su misma naturaleza es como la cumbre de toda la celebración, es propia del sacerdote, en virtud de su misma ordenación. Por tanto, es un abuso hacer que algunas partes de la Plegaria Eucarística sean pronunciadas por el diácono, por un ministro laico, o bien por uno sólo o por todos los fieles juntos. La Plegaria Eucarística, por lo tanto, debe ser pronunciada en su totalidad, y solamente, por el Sacerdote.
Mientras el Sacerdote celebrante pronuncia la Plegaria Eucarística, «no se realizarán otras oraciones o cantos, y estarán en silencio el órgano y los otros instrumentos musicales», salvo las aclamaciones del pueblo, como rito aprobado, de que se hablará más adelante.
Sin embargo, el pueblo participa siempre activamente y nunca de forma puramente pasiva: «se asocia al sacerdote en la fe y con el silencio, también con las intervenciones indicadas en el curso de la Plegaria Eucarística, que son: las respuestas en el diálogo del Prefacio, el Santo, la aclamación después de la consagración y la aclamación «Amén», después de la doxología final, así como otras aclamaciones aprobadas por la Conferencia de Obispos y confirmadas por la Santa Sede».
En algunos lugares se ha difundido el abuso de que el sacerdote parte la hostia en el momento de la consagración, durante la celebración de la santa Misa. Este abuso se realiza contra la tradición de la Iglesia. Sea reprobado y corregido con urgencia.
En la Plegaria Eucarística no se omita la mención del Sumo Pontífice y del Obispo diocesano, conservando así una antiquísima tradición y manifestando la comunión eclesial. En efecto, «la reunión eclesial de la asamblea eucarística es comunión con el propio Obispo y con el Romano Pontífice».


domingo, 11 de marzo de 2012

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 11 DE MARZO, 3º DE CUARESMA

"DESTRUID ESTE TEMPLO, Y EN TRES DÍAS LO LEVANTARÉ"
Juan 2.13-25   Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: "Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre." Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: "El celo de tu casa me devora." Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: "¿Qué signos nos muestras para obrar así?" Jesús contestó: "Destruid este templo, y en tres días lo levantaré." Los judíos replicaron: "Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?" Pero hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús. Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía; pero Jesús no se confiaba con ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre.

Otras lecturas: Éxodo 20.1-17; Salmo 18; 1 Corintios 1.22-25
LECTIO:
     La pregunta clave de este domingo es: ¿Por qué hemos de creer en Jesús? Juan evangelista nos muestra la razón por la que un número de personas distintas, incluyendo a los discípulos, creyeron en Jesús o lo rechazaron.
     Judíos de todo el mundo acudían a ofrecer sacrificios en el Templo. Adquirían los animales para el sacrificio en terrenos que pertenecían al Templo. Pero Jesús se fijó en algo que iba más allá de la actitud codiciosa de los mercaderes: habían convertido un lugar santo en un mercado.
     Los discípulos creían que las acciones de Jesús en el Templo manifestaban su profundo interés por que Dios fuera glorificado. Interpretaron las palabras de Jesús a la luz del Salmo 69.10: ‘Me consume el celo por tu casa’ y creyeron que venía de Dios.
     Sin embargo, las autoridades judías consideraron que el comportamiento de Jesús era un gran delito. Le pidieron que les mostrara un milagro como prueba de que venía de Dios y actuaba con su autoridad.     Jesús respondió con una profecía que en aquel momento no entendió nadie.   La profecía era que había de resucitar de entre los muertos (versículo 19).
     Esta misteriosa profecía produjo una profunda impresión en sus discípulos. La conservaron en la memoria y cuando tuvo lugar la resurrección entendieron estas palabras como lo que eran: una profecía. Por su parte, las autoridades judías se burlaron de sus palabras, negándose a considerar cualquier otro significado que no fuera el más obvio.
MEDITATIO:
¿Qué luz arroja el relato de Marcos (Marcos 11.15-17) sobre nuestra manera de entender este acontecimiento?
Los mercaderes y las autoridades del Templo parecen haber perdido de vista, o indudablemente haber malentendido, a quién servían ¿Cómo podemos guardarnos de que nos suceda esto mismo a nosotros?
Considera la actitud de las autoridades judías en comparación con la de los discípulos. ¿Cuál es su actitud frente a las palabras y las acciones de Jesús? ¿Qué podemos aprender de todo esto?
ORATIO:
     Jesús quería honrar a Dios en todas las cosas. Piensa en la semana que hoy comienza, piensa en los programas de televisión que ves o en los chistes que cuentas. ¿Honran a Dios? Pídele a Dios que te muestre con dulzura cualquier área en la que quiere que cambies en las próximas semanas.
CONTEMPLATIO:
     En la primera lectura, Éxodo 20.1-17, Dios entrega a Moisés los diez mandamientos–la Ley– para los israelitas. Las acciones de Jesús reflejan su deseo de honrar a Dios y respetar su casa. Nuestra lectura del Evangelio muestra que Jesús siguió siendo un misterio para muchas personas, y esto es cierto incluso en nuestros días.
     En 1 Corintios 1.22-25  Pablo pone de relieve esto último. Los judíos quieren ver señales milagrosas, los griegos buscan sabiduría. Cristo crucificado resulta ofensivo para los primeros y a los segundos les parece necedad. Esto nos recuerda que debemos acercarnos a Dios con fe y con una actitud humilde para que se nos manifieste.