TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

viernes, 30 de julio de 2021

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 1 DE AGOSTO DEL 2021, 18º DEL TIEMPO ORDINARIO

« YO SOY EL PAN DE VIDA… »

 

Jn.6. 24-35

 

     En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo has venido aquí?” Jesús contesto: “Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.” Ellos le preguntaron: “Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?” Respondió Jesús: “La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado.” Le replicaron: “¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Les dio a comer pan del cielo.”” Jesús les replicó: “Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.” Entonces le dijeron: “Señor, danos siempre de este pan.” Jesús les contestó: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed”.

 Otras Lecturas: Éxodo 16, 2-4.12-15; Salmo 77; Efesios 4, 17.20-24

 LECTIO:

   Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm va a exponer su discurso sobre el pan de vida, sobre la Eucaristía, que reflejará siempre, por una parte, que nos habla verdaderamente el Señor lo que es la Eucaristía, como el pan vivo bajado del cielo, y por otra parte, lo duro que será siempre aceptar en el corazón humano el misterio de la fe, de su Cuerpo y su Sangre entregados y derramados por Amor. Las palabras se quedan cortas.

    Ante la dificultad que le ponen a Jesús va a subrayar el Señor la primera base de lo que significa la Eucaristía, que ya estaba prefigurada en el maná que comen los israelitas en el desierto. Ahora, la figura del maná, Jesús la utiliza para hablar del verdadero alimento, el pan de vida que es Él, y dice que no fue Moisés quien nos dio el maná, sino su Padre del Cielo, como ahora os da el verdadero pan del cielo que es mi Cuerpo y mi Sangre entregada por Amor.

   Jesús, sin titubeos, aunque le va a costar que muchos le dejen, va a hablar claro de que es Él, el verdadero pan del cielo. Tienen que comer y beber, su Cuerpo y su Sangre, para que tengan vida abundante, vida eterna… (+ Francisco Cerro Chaves - Arzobispo de Toledo, Primado de España)

 

MEDITATIO:

   En estos últimos domingos, la liturgia nos ha mostrado la imagen cargada de ternura de Jesús que va al encuentro de la multitud y de sus necesidades. En el pasaje evangélico de hoy la perspectiva cambia: es la multitud, hambrienta de Jesús, quien se pone nuevamente a buscarle, va al encuentro de Jesús. Pero a Jesús no le basta que la gente lo busque, quiere que la gente lo conozca; quiere que la búsqueda de Él y el encuentro con Él vayan más allá de la satisfacción inmediata de las necesidades materiales.

  La multitud escucha la invitación del Señor, pero no comprende el sentido —como nos sucede muchas veces también a nosotros— y le preguntan: «¿qué hemos de hacer para llevar a cabo las obras de Dios?». Los que escuchan a Jesús piensan que Él les pide cumplir los preceptos para obtener otros milagros como ese de la multiplicación de los panes. Es una tentación común, esta, de reducir la religión solo a la práctica de las leyes, proyectando sobre nuestra relación con Dios la imagen de la relación entre los siervos y su amo: los siervos deben cumplir las tareas que el amo les ha asignado, para tener su benevolencia. Esto lo sabemos todos.

   Por eso la multitud quiere saber de Jesús qué acciones debe hacer para contentar a Dios. Pero Jesús da una respuesta inesperada: «La obra de Dios es que creáis en quien él ha enviado». Estas palabras están dirigidas, hoy, también a nosotros: la obra de Dios no consiste tanto en el «hacer» cosas, sino en el «creer» en Aquel que Él ha mandado. Esto significa que la fe en Jesús nos permite cumplir las obras de Dios. Si nos dejamos implicar en esta relación de amor y de confianza con Jesús, seremos capaces de realizar buenas obras que perfumen a Evangelio, por el bien y las necesidades de los hermanos.

 ORATIO:

     Jesús, aumenta mi fe. Para que anhele y desee la Vida que Tú me ofreces constantemente y que la Iglesia celebra y nos entrega para saciar nuestra hambre y nuestra sed.

 Te busco, señor aunque lo haga de una forma equivocada,

e incluso, a veces porque me das lo que me conviene.

Pero créeme, Señor, que te busco porque te quiero.

 CONTEMPLATIO:

« ...el que viene a mí no volverá a tener hambre»

   Este subrayado del discurso del pan de vida es muy claro. Hay que comer su Cuerpo y beber su Sangre para vivir. Decía Messoti, en uno de sus famosos libros, que es impensable para un judío que se le ofreciese beber su sangre. O estaba loco o no sabía lo que era la revelación y la práctica judía, donde la sangre, expresión de la vida no se podrá beber, porque sólo Dios es quien da la vida.

  Por tanto, Jesús hablaba de comer y beber su carne y su sangre con tanta claridad que utiliza la palabra griega “sarx” (σρξ) que es preferida de San Juan y que tiene mucho interés en subrayarlo en todo su Evangelio al hablar de la encarnación del Verbo, de que Jesús se hizo “carne”. Por tanto, está Jesús explicando el misterio de la fe que es la Eucaristía y, por otra parte, nos dice que Él es el maná, el alimento y que es Él el enviado del Padre, no como Moisés y el maná que murieron porque el que come su carne y bebe su sangre vive para siempre.

  Es la vida entregada de Jesús para que tengamos vida y la tengamos en abundancia. (+ Francisco Cerro Chaves - Arzobispo de Toledo, Primado de España)

 

 …  Porque no tomamos estos alimentos como si fueran un pan común o una bebida ordinaria sino que, así como Cristo, nuestro salvador, se hizo carne por la Palabra de Dios y tuvo carne y sangre a causa de nuestra salvación, de la misma manera hemos aprendido que el alimento sobre el que fue recitada la acción de gracias que contiene las palabras de Jesús, y con que se alimenta y transforma nuestra sangre y nuestra carne, es precisamente la carne y la sangre de aquel mismo Jesús que se encarnó. (San Justino)

lunes, 26 de julio de 2021

JORNADA MUNDIAL DE LOS ABUELOS Y PERSONAS MAYORES «YO ESTOY CONTIGO TODOS LOS DÍAS»

SAN JOAQUÍN Y SANTA ANA, EL VALOR DE LA ANCIANIDAD


Amadísimos hermanos y hermanas:

… la tradición, que se remonta al evangelio apócrifo de Santiago, venera a San Joaquín y Santa Ana, como padres de la santísima Virgen María. Esta circunstancia me impulsa a decir algunas palabras sobre la ancianidad y su valor…

   La así llamada «tercera edad» es, ante todo, un valor en sí, por el hecho de la vida que se prolonga, y la vida es don de Dios. Además, es portadora de «talentos» peculiares, gracias al patrimonio de experiencias, conocimientos y enseñanzas que atesora el anciano. Por eso, en todas las culturas la ancianidad es sinónimo de sabiduría y equilibrio. Con su misma presencia, la persona anciana recuerda a todos, y en especial a los jóvenes, que la vida en la tierra es una «parábola», con su comienzo y su fin: para alcanzar su plenitud, ha de referirse a valores sólidos y profundos, no efímeros y superficiales.

   En las sociedades con un gran desarrollo industrial y tecnológico, la condición de los ancianos es ambivalente: por una parte, están cada vez menos integrados en el entramado familiar y social; pero, por otra, su papel se vuelve cada vez más importante, sobre todo para el cuidado y la educación de los nietos. En efecto, los matrimonios jóvenes encuentran en los «abuelos» una ayuda a menudo indispensable.

   Así pues, por un lado, el anciano es marginado, y, por otro, es buscado. Todo esto muestra el desequilibrio típico de un modelo social dominado por la economía y el lucro, que tiende a perjudicar a las clases «no productivas», considerando a las personas más por su utilidad que por sí mismas.

En el umbral del Nuevo Testamento, precisamente san Joaquín y santa Ana preparan la venida del Mesías, acogiendo a María como don de Dios y ofreciéndola al mundo como inmaculada «arca de la salvación». A su vez, según el evangelio apócrifo de Santiago, luego son acogidos y venerados por la Sagrada Familia de Nazaret, que se convierte así en modelo de amorosa asistencia con respecto ellos.

   Imploro a san Joaquín y a santa Ana y, sobre todo, a su excelsa Hija, la Madre del Salvador, inteligencia de amor para los ancianos, a fin de que en nuestra sociedad «la familia sepa conservar, revelar y comunicar el amor» (cf. Familiaris consortio, 17).

Oración:

     Señor, Dios de nuestros padres, tú concediste a san Joaquín y a santa Ana la gracia de traer a este mundo a la Madre de tu Hijo; concédenos, por la plegaria de estos santos, la salvación que has prometido a tu pueblo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

                                                 San Juan Pablo II, pp. 


sábado, 24 de julio de 2021

LA ADORACIÓN NOCTURNA, DE LA ACCIÓN A LA ORACIÓN


   «¡Qué menos que una noche al mes acompañemos a Jesús!» Lo dice Álvaro Ridruejo, un joven arquitecto de 30 años, casado y padre de familia, que pertenece a la Adoración nocturna en la diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño.

La Adoración nocturna, un tiempo para intimar con Jesús

   Álvaro siente que Dios, como padre, quiere a cada hijo en su sitio y reconoce que a él le ha «encajado» en esta realidad de la Iglesia que en lugar de la acción se dedica a la oración. Se trata, explica, de «un conjunto de personas que nos reunimos a rezar». Y luego matiza, se «procura hacer grupos pequeños para que el Señor durante la noche pase muchas horas velado».

  En definitiva, la Adoración nocturna «tiene un componente de mucha intimidad con Jesús». Se trata de revivir aquellos momentos en los que Cristo estaba solo en el Huerto de los Olivos. Él nos interpela como hizo con sus discípulos: «¿no podéis velar una hora conmigo?».

  Entre los recuerdos de Álvaro, «la adoración maravillosa» en el aeródromo de Cuatro Vientos, hace ahora 10 años, en la JMJ Madrid 2011. Allí estábamos -señala- más de un millón de jóvenes y fue un momento de comunión pero a la vez de intimidad de Cristo con cada uno.

  «Uno cuando descubre a Cristo, cuando se encuentra con Cristo, descubre lo que es la vida. No hay vida fuera de Dios».

  «Es cierto que para encontrarse con Cristo hay que dar un pequeño paso, tirarse a la piscina, que no siempre es fácil, pero por cada paso que tú das, Él da cien».

   En datos

  Álvaro ha sentido como los laicos también son llamados personalmente por Dios. De Él reciben una misión en favor de la Iglesia y del mundo. El laicado es la primera vocación en la Iglesia.  Todos los bautizados reciben esa vocación en su bautismo, una llamada al compromiso cristiano en medio de las circunstancias ordinarias de la vida: en el trabajo, en la familia, en las relaciones humanas, en los problemas y dificultades, en el servicio a los demás.

  Los laicos tiene su lugar en el mundo profesional, social, económico, cultural y político. Pero a la vez son corresponsables, junto con los ministros ordenados y con los religiosos y las religiosas, de la misión de la Iglesia.

viernes, 23 de julio de 2021

EJEMPLOS DE CÓMO SE APRENDER A REZAR VIENDO A OTROS REZAR

 

   Pocas cosas tan eficaces para aprender a orar o para ir más a fondo en la vida de oración como el testimonio de un genuino orante. Cito varios ejemplos.

   En mi vida sacerdotal he escuchado a muchos laicos decir cosas como éstas: “Vi a un hombre en adoración eucarística, me impresionó cómo se miraban él y Cristo Eucaristía; yo quiero aprender a orar así”; “Participé en un Rosario comunitario con un grupo de amigos, al ver a ese hombre de rodillas ante la imagen de Nuestra Señora y al escuchar la profunda piedad con que saboreaba cada Ave María, entendí que tenía a la Virgen delante, que de verdad hablaba con ella; yo quisiera rezar con esa fe”; “Fui a la Villa de Guadalupe y vi a una mujer enferma con un crucifijo en las manos; miraba con confianza a la Santísima Virgen, cerraba los ojos, apretaba el crucifijo y allí se quedaba largo rato sumida en oración, su actitud de confianza y abandono me hizo reaccionar: también yo debo ser un hombre de oración para afrontar bien mis sufrimientos.”

   Y conversando con mis hermanos sacerdotes, tantas veces hemos comentado que al leer los escritos de los santos, la manera en que se llevan con Dios, el grado de intimidad que alcanzan en su relación con Él, la fe y la fortaleza con que afrontan los retos de la vida, sentimos un profundo deseo de ser hombres de oración. Nos sucede lo mismo ante el testimonio de algún hermano de la comunidad que visita con frecuencia a Cristo Eucaristía, o que al predicar se percibe de inmediato que comparte no sólo lo que ha estudiado sino sobre todo lo que ha aprendido en el contacto directo con Dios en la oración. He tenido superiores que ante ciertas situaciones difíciles, más que ponerse a discurrir, me han dicho: “Vámonos a la capilla, esto se arregla ante el Sagrario” y esas experiencias han sido para mí más valiosas y eficaces que cientos de conferencias y exhortaciones que he escuchado sobre la oración cristiana.

  Hans Urs Von Balthasar, en su libro ¿Por qué me hice sacerdote? narra el testimonio de oración en casa de la familia Duval: “En casa, nada de piedad expansiva y solemne; sólo cada día el rezo del rosario en común, pero es algo que recuerdo claramente y que lo recordaré mientras viva… Yo iba aprendiendo que hace falta hablar con Dios despacio, seria y delicadamente. Es curioso cómo me acuerdo de la postura de mi padre. Él, que por sus trabajos en el campo o por el acarreo de madera siempre estaba cansado, que no se avergonzaba de manifestarlo al volver a casa; después de cenar se arrodillaba, los codos sobre la silla, la frente entre sus manos, sin mirar a sus hijos, sin un movimiento, sin impacientarse. Y yo pensaba: Mi padre, que es tan valiente, que es insensible ante la mala suerte y no se inmuta ante el alcalde, los ricos y los malos, ahora se hace un niño pequeño ante Dios. ¡Cómo cambia para hablar con Dios! Debe ser muy grande Dios para que mi padre se arrodille ante él y también muy bueno para que se ponga a hablarle sin mudarse de ropa.

   En cambio, a mi madre nunca la vi de rodillas. Demasiado cansada, se sentaba en medio, el más pequeño en sus brazos, su vestido negro hasta los tacones, sus hermosos cabellos caídos sobre el cuello, y todos nosotros a su alrededor, muy cerquita de ella. Musitaba las oraciones de punta a cabo, sin perder una sílaba, todo en voz baja. Lo más curioso es que no paraba de mirarnos, uno tras otro, una mirada para uno, más larga para los pequeños. Nos miraba, pero no decía nada. Nunca, aunque los pequeños enredasen o hablasen en voz baja, aunque la tormenta cayese sobre la casa, aunque el gato volcase algún puchero. Y yo pensaba: Debe ser sencillo Dios cuando se le puede hablar teniendo un niño en brazos y en delantal. Y debe ser una persona muy importante para que mi madre no haga caso ni del gato ni de la tormentaLas manos de mi padre, los labios de mi madre me enseñaron de Dios más que mi catecismo” (Hans Urs Von Balthasar “Por qué me hice sacerdote?, Salamanca 1992, 32-33).

   Y para no ir más lejos, recordemos el ejemplo de los discípulos de Jesús, que al verle orar le dijeron: “Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1) ¿Qué habrán visto en el modo de orar de Jesús que les resultó tan atractivo?

Algunas lecciones que podemos sacar de aquí:

1.     Para aprender a orar, estemos cerca de grandes orantes.

2.    Si queremos ayudar a otros a acercarse a Dios o a mejorar su vida de oración, más vale el testimonio que muchas teorías.

3.    Tengamos presente el valor de la oración comunitaria y superemos la vergüenza de orar con piedad delante de otras personas.

4.    Seguramente ustedes tienen experiencias en este sentido o podrían sacar otras lecciones además de las tres que acabo de mencionar; les invito a compartirlas.

P. Evaristo Sada, L.C.

jueves, 15 de julio de 2021

DEL BLOG DEL OBISPO

 VACACIONES: CUIDARNOS PARA CUIDAR



     Se nos presenta ahora, en estos meses estivales, un tiempo libre con nuevas oportunidades que no debemos dejar pasar, un tiempo para educar y expresar mejor nuestra libertad. Vacación no debe significar relajación, porque todo puede ser bueno para crecer en humanidad, y aún mejor si se trata de nuestra identidad cristiana o de nuestro posible testimonio de fe.

     Después de tanto confinamiento como hemos vivido es importante descansar, dormir, comer, pasear, hacer ejercicio físico, jugar, porque lo agradece el cuerpo y el alma, y lo quiere Dios. Precisamente las vacaciones nos ofrecen más posibilidades aún de cuidarnos y de cuidar de los demás, de fortalecer las relaciones de afecto y amistad, la vida de familia y la relación más serena con Dios. El mejor descanso va unido al encuentro entre personas que nos proporciona seguridad y paz, y que activa el servicio. Y a la contemplación, unida muchas veces a la lectura, al paseo, a la excursión, y, ¡cómo no!, al silencio y la oración, dejando que el habitante de nuestro templo interior sea Dios, y no el propio ego. Hay que escuchar a Dios, porque nos jugamos la vida en la medida en que permanecemos fieles a Él y a su Palabra. En suma, se nos presenta la ocasión de ser más profundos, más íntegros y sinceros, manifestando nuestra esperanza, contagiando el gozo que viene de Dios, siendo agradecidos con tantos gestos de bondad como encontramos [] Continuar en audio...


(Mt 9, 22)

 

JULIO 2021

 

«Ánimo, hija, tu fe te ha salvado» (Mt 9, 22).


     Jesús va caminando, rodeado por la muchedumbre: un padre desesperado le ha rogado que vaya a socorrer a su hija, que está muriendo. Mientras va de camino, sucede otro encuentro: entre la gente se abre paso una mujer que sufre pérdidas de sangre desde hace muchos años; una condición física de graves consecuencias, pues la obliga a limitar los contactos familiares y sociales. La mujer no llama a Jesús, no habla; se acerca por detrás y se atreve a tocar la orla de su manto. Tiene una idea muy clara: «Con solo tocar su manto, quedaré sanada de este sufrimiento que me atormenta». Y entonces Jesús se vuelve, la mira y la tranquiliza: su fe le ha obtenido la salvación. No solo la salud física, sino el encuentro con el amor de Dios a través de la mirada de Jesús.

«Ánimo, hija, tu fe te ha salvado»

     Este episodio del Evangelio de Mateo nos abre también a nosotros una perspectiva inesperada: Dios está siempre en camino hacia nosotros, pero espera también nuestra iniciativa para no faltar a la cita con Él; nuestro camino de fe, aunque accidentado y marcado por errores, debilidades y desilusiones, tiene un gran valor. Él es el Señor de la Vida verdadera y la quiere derramar sobre todos nosotros, hijos e hijas suyos, depositarios a sus ojos de una dignidad que ninguna circunstancia puede suprimir. Por eso, hoy Jesús nos dice también a nosotros:

«Ánimo, hija, tu fe te ha salvado»

   Puede ayudarnos a vivir esta Palabra lo que Chiara Lubich escribió meditando precisamente sobre este pasaje evangélico: «Por su fe, el hombre demuestra claramente que no se fía de sí mismo, sino que se abandona en Alguien más fuerte que él. [...] Jesús llama "hija" a la mujer curada para ponerle de manifiesto lo que en verdad desea darle: no solo un don para su cuerpo, sino la vida divina que la puede renovar enteramente. Pues Jesús obra milagros para que sea acogida la salvación que Él trae, el perdón, ese don del Padre que es Él mismo y que, al comunicarse al hombre, lo transforma. [...] ¿Cómo vivir, pues, esta Palabra? Manifestándole a Dios toda nuestra confianza en las necesidades graves. Esta actitud, claro está, no nos descarga de nuestras responsabilidades, no nos dispensa de hacer toda nuestra parte [...] sino que puede poner a prueba nuestra fe. Lo vemos precisamente en esta mujer que sufre y sabe superar el obstáculo de la muchedumbre que se interpone entre ella y el Maestro. [...] Así pues, debemos tener fe, pero una fe que no duda ante la prueba. Aún más: tenemos que demostrarle a Jesús que hemos comprendido el inmenso don que Él nos ha traído, el don de la vida divina. Y estarle agradecidos. Y corresponder»[1].

«Ánimo, hija, tu fe te ha salvado»

   Esta certeza, además, nos permite llevar la salvación, «tocar» con delicadeza a quien sufre, al necesitado, al que pasa por la oscuridad, por el desconcierto.

     Así le pasó a una madre de Venezuela que encontró el ánimo para perdonar: «Buscando ayuda a la desesperada, participé en un encuentro sobre el Evangelio en el que oí comentar las frases de Jesús: "Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios" (Mt 5, 9) y "Amad a vuestros enemigos" (Lc 6, 35). ¿Cómo podía yo perdonar al que había matado a mi hijo? Pero en mí había entrado una semilla y finalmente prevaleció la decisión de perdonar. Ahora puedo llamarme verdaderamente «hija de Dios». Recientemente me llamaron para un careo con el que había matado a mi hijo, que había sido detenido. Fue duro, pero intervino la gracia. En el corazón no tenía odio ni rencor, sino solo una gran piedad y la intención de encomendarlo a la misericordia».

Leticia Magri



[1] C. LUBICH, Palabra de vida de julio de 1997: Ciudad Nueva 334 (1997n), p. 29. 


sábado, 10 de julio de 2021

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 11 DE JULIO DEL 2021, 15º DEL TIEMPO ORDINARIO

 « ID Y DAD TESTIMONIO DE LA VERDAD »

 

Mc. 6. 7-13

     En aquel tiempo, Jesús llamó a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. Y decía: «Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, en testimonio contra ellos». Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

 Otras Lecturas: Amós 7,12-15; Salmo 84; Efesios 1,3-14

 LECTIO:

   La Iglesia existe para evangelizar, ha recibido de su Fundador este mandato: “Id al mundo entero y predicad el Evangelio”. Jesús es el evangelio vivo de Dios para los hombres… En el evangelio de este domingo, Jesús envía los Doce “de dos en dos”, para hacerles entender que en la misión recibida de él no somos francotiradores ni personajes que trabajan en solitario. La misión siempre es comunitaria para darnos a todos el sentido de Iglesia… De dos en dos significa esa referencia continua al mandato misionero, eclesial y comunitario.

     [] con poder sobre los espíritus inmundos. Nunca la misión ha sido algo manejable ni a nuestro alcance. Siempre es algo que nos supera y nos desborda, porque nuestra lucha no es contra los poderes de este mundo, sino contra los espíritus del mal, que son más poderosos que nosotros. Esos espíritus inmundos se camuflan en tantas otras dificultades con las que nos encontramos 

     Jesús nos ha armado con el Espíritu Santo que nos hace hijos, y por tanto, no hemos de ir con miedo, como si no pudiéramos con la misión encomendada. Ciertamente, la misión nos supera, pero el que nos envía es omnipotente y nos irá dando lo que necesitemos en cada momento… Por eso, se les pide a los enviados que vayan en pobreza y desprendimiento. Les pide que no lleven “ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja”. Ni siquiera túnica de repuesto. La misión es próspera y produce fruto allí donde el evangelizador y la misma Iglesia se presentan en pobreza y desprendimiento de todo. Porque parte esencial del Evangelio es ese desprendimiento por el que se manifiesta que esta fuerza es de Dios, y no de los medios con los que contamos…  (+ Demetrio Fernández - Obispo de Córdoba)

 

MEDITATIO:

     El Evangelio narra el momento en el que Jesús envía a los Doce en misión. Después de haberles llamado por su nombre uno por uno, «para que estuvieran con él»  escuchando sus palabras y observando sus gestos de sanación, entonces les convoca de nuevo para «enviarlos de dos en dos» a los pueblos a los que Él iba a ir [] El pasaje evangélico se detiene en el estilo del misionero, que podemos resumir en dos puntos: la misión tiene un centro; la misión tiene un rostro. (Papa Francisco).

     Este episodio evangélico se refiere también a nosotros, a todos los bautizados, llamados a testimoniar, en los distintos ambientes de vida, el Evangelio de Cristo. Y también para nosotros esta misión es auténtica solo a partir de su centro inmutable que es Jesús. [] Ningún cristiano anuncia el Evangelio «por sí», sino solo enviado por la Iglesia que ha recibido el mandado de Cristo mismo. Es precisamente el bautismo lo que nos hace misioneros. Un bautizado que no siente la necesidad de anunciar el Evangelio, de anunciar a Jesús, no es un buen cristiano. (Papa Francisco).

 ORATIO:

     Hoy, Señor, me resulta fatigoso acoger la Palabra que me diriges: me estás diciendo que salga de mi pequeño mundo, me estás repitiendo que estar contigo no es una cuestión privada e intimista, sino camino, riesgo, apertura, comunicación, conflicto, encuentro.

 Aquí me tienes, Señor,

caminando contigo, Señor de la vida,

experimentando que me amas

como un padre ama a sus hijos.

 CONTEMPLATIO:

« …ellos salieron a predicar la conversión… »

     La evangelización no puede hacerse como francotiradores, cada uno por su cuenta, cada uno en su “cortijo” sin interesarle lo demás. La evangelización ha de hacerse en equipo, en comunidad, de dos en dos. Dios no ha querido salvarnos aisladamente, sino formando un pueblo, el Pueblo de Dios.

     Salieron a predicar la conversión, pues la evangelización que anuncia el amor de Dios lo primero que provoca es una conversión del corazón, un acercamiento a ese Dios que nos ama tanto, un reconocimiento de nuestros propios pecados y un deseo de cambiar a mejor, ajustando nuestra vida a ese amor de Dios. Ahora bien, esta buena noticia no siempre encuentra acogida. Hay muchos momentos que suscita rechazo, incluso persecución al mensajero. La historia de la Iglesia está llena de mártires. Jesús lo predice y nos invita a sacudir el polvo de las sandalias para probar su culpa.

   Pero el evangelizador no se rinde. Sigue predicando la conversión, expulsando demonios, ungiendo con el bálsamo del aceite, signo de la suavidad de Dios y curando enfermedades. Eso es un misionero, el que va en nombre de otro, el que se siente enviado para dar una buena noticia, el que hace como Jesús, que se acerca a los pobres y los enfermos y los unge con el bálsamo del amor de Dios…  (+ Demetrio Fernández - Obispo de Córdoba)

 

 …  Todo cristiano es misionero y transmite a los otros su experiencia de Jesús, a fin de favorecer un encuentro directo entre la persona y el mismo Jesús. La misión me concierne, por tanto, también a mí. El Señor me llama y me envía. Aun sabiendo que estamos todavía en un estadio de aprendizaje -¿acaso llegaremos a ser alguna vez «profesionales del anuncio»?-, es preciso que comencemos a ejercitarnos. (Giorgio Zevini)