TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

miércoles, 31 de octubre de 2018

CONVOCANDO VIGILIA GRªL EXTRAORDINARIA


TODOS LOS SANTOS Y DÍA DE LOS DIFUNTOS


    … Las dos celebraciones nos sitúan ante el misterio de la muerte y nos invitan a renovar nuestra fe y esperanza en la vida eterna.

     En la fiesta de Todos los Santos celebramos los méritos de todos los santos. Eso significa sobretodo celebrar los dones de Dios, las maravillas que Dios ha obrado en la vida de estas personas, su respuesta a la gracia de Dios, el hecho de que seguir a Cristo con todas las consecuencias es posible. Una multitud inmensa de santos canonizados y otros no canonizados. Ellos han llegado a la plenitud que Dios quiere para todos. Celebramos y recordamos también la llamada universal a la santidad que nos hace el Señor: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48).
     En el Día de Difuntos, la Iglesia nos invita a rezar por todos los difuntos, no sólo por los de la familia o los seres más cercanos, sino por todos, incluyendo especialmente a aquellos de los que nadie hace memoria. La costumbre de orar por los difuntos es tan antigua como la Iglesia, pero la fiesta litúrgica se remonta al 2 de noviembre de 998 cuando fue instituida por san Odilón, monje benedictino y quinto abad de Cluny en el sur de Francia. Roma adoptó esta práctica en el siglo XIV y la fiesta se fue expandiendo por toda la Iglesia. En este día contemplamos el misterio de la Resurrección de Cristo que abre para todos el camino de la resurrección futura.
     En estos días, una de nuestras tradiciones más arraigadas es la visita a los cementerios para cumplir con los familiares difuntos. Momento de oración, momento para el recuerdo de los seres queridos que nos han dejado, momento de reunión familiar
     Estas tradiciones y costumbres tan nuestras se ven desde hace algún tiempo invadidas por las que llegan de otros lugares, que son popularizadas por el cine y la televisión y que parecen teñidas de superficialidad y consumismo. No es mi intención minusvalorarlas, pero sería una lástima que un planteamiento meramente lúdico entre la broma y el terror a base de calabazas, calaveras, brujas, fantasmas y otros seres terroríficos, acabe desplazando las seculares tradiciones de nuestra tierra, más fundamentadas en la convivencia y el encuentro festivo con la familia y los seres queridos; en la oración por nuestros difuntos, y en la contemplación de Dios, el Santo, que nos llama a la perfección.

+ Josep Àngel Saiz Meneses, Obispo de Terrassa. (De una carta Pastoral)

viernes, 26 de octubre de 2018

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 28 DE OCTUBRE DEL 2018, 30º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de + Demetrio Fernandez - Obispo de Córdoba)

«HIJO DE DAVID, TEN COMPASIÓN DE MÍ»

Mc. 10. 46-52

     En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, un mendigo ciego, Bartimeo (el hijo de Timeo), estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí». Muchos lo increpaban para que se callara. Pero él gritaba más: «Hijo de David, ten compasión de mí».
     Jesús se detuvo y dijo: «Llamadlo». Llamaron al ciego, diciéndole: «Ánimo, levántate, que te llama». Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.
     Jesús le dijo: «¿Qué quieres que te haga?». El ciego le contestó: «Rabbuni, que recobre la vista». Jesús le dijo: «Anda, tu fe te ha salvado». Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

Otras Lecturas: Jeremías 31,7-9; Salmo 125; Hebreos 5,1-6

LECTIO:
     Bartimeo… tenía más luz interior que bastantes de los que acompañaban al Señor. Un ciego que no puede andar y unos viandantes con ceguera en el corazón. No se debe censurar el grito de la vida. Es el grito de quien sabe que ha nacido para ver y para andar…
     Todos estos gritos desafinan, molestan, crean conmoción. La tentación siempre es la de acallarlos, la de censurarlos en algún sentido. ¿Quién tuviera los oídos de Dios para escuchar tantos gritos y responderlos adecuadamente?
     En el camino de Jericó, porque pasaba Jesús, Bartimeo no dejó de gritar, y cada vez más fuerte… La vida amordazada, acorralada, mutilada o censurada... no dejará de gritar y de gritarse. “Jesús, Hijo de David, ten compasión de mi”, es la oración de todos los pobres y sencillos que han querido alguna vez levantarse de sus cegueras y de sus forzosas postraciones.
     Jesús le curó alabando su fe y Bartimeo se levantó y lo siguió como discípulo. Había encontrado la Luz y abandonó su ceguera; había hallado el Tesoro y dejó de pedir limosna; había encontrado el sentido de la vida, y se puso a caminarlo, abrazado a Aquel que es Camino y con nosotros Caminante.

MEDITATIO:
     Bartimeo fue liberado gracias a la compasión de Jesús…, Jesús se detiene para responder al grito de Bartimeo. Se deja interpelar por su petición, se deja implicar en su situación. No se contenta con darle limosna, sino que quiere encontrarlo personalmente. No le da indicaciones ni respuestas, pero hace una pregunta: «¿Qué quieres que haga por ti»? ¿Qué puede desear un ciego si no es la vista? Con esta pregunta, hecha «de tú a tú», directa pero respetuosa, Jesús muestra que desea escuchar nuestras necesidades. Quiere un coloquio con cada uno de nosotros sobre la vida, las situaciones reales, que no excluya nada ante Dios. (Papa Francisco)
     Jesús pide a sus discípulos que vayan y llamen a Bartimeo. …Los discípulos de Jesús están llamados a esto, también hoy, especialmente hoy: a poner al hombre en contacto con la misericordia compasiva que salva. Cuando el grito de la humanidad, como el de Bartimeo, se repite aún más fuerte, no hay otra respuesta que hacer nuestras las palabras de Jesús y sobre todo imitar su corazón. Las situaciones de miseria y de conflicto son para Dios ocasiones de misericordia. Hoy es tiempo de misericordia. (Papa Francisco)
     Y, al final, Bartimeo se puso a seguir a Jesús en el camino. No sólo recupera la vista, sino que se une a la comunidad de los que caminan con Jesús. …Sigamos por el camino que el Señor desea. Pidámosle a él una mirada sana y salvada, que sabe difundir luz porque recuerda el esplendor que la ha iluminado. Sin dejarnos ofuscar nunca por el pesimismo y por el pecado, busquemos y veamos la gloria de Dios que resplandece en el hombre viviente. (Papa Francisco)

ORATIO:
     Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de nosotros. Queremos sanar de verdad, «ver» y caminar contigo, aceptando la cruz y anhelando la casa del Padre, a donde tú nos conduces con vigor y suavidad.

Gracias Jesús por ayudarnos a recobrar la vista,
por hacernos capaces de mirar las faltas y errores que cometemos.

CONTEMPLATIO:
   Como Bartimeo, contempla a Jesús:
     que se te acerca, te mira y te pregunta: ¿Qué quieres que haga por ti? Mírate a ti mismo, necesitado, tentado, desilusionado, pero, al mismo tiempo, con gozo en el corazón porque Jesús quiere sanarte y que le sigas por el camino hacia la resurrección.
     El ciego de Jericó es el reflejo de nuestra vida. ¡Cuántas veces nos vemos al borde del camino en el encuentro con el Señor! ¡Cuántas veces andamos desviados, por caminos equivocados! ¡Cuántas veces nos sentimos tristes por estar envueltos en oscuridad, sin luz, desanimados, sin fuerzas!¡Cuántas veces dejamos pasar, sin darnos cuenta, a Jesús! ¡Cuántas veces…!
    

   Mientras la muchedumbre producía estrépito y quería impedirle hablar, Jesús se detuvo [] Amad a Cristo. Desead esa luz que es Cristo. Si aquel ciego deseó la luz física, mucho más debéis desear vosotros la luz del corazón. Elevemos a él nuestro grito no tanto con la voz física como con un recto comportamiento. Intentemos vivir santamente, redimensionemos las cosas del mundo. Que lo efímero sea como nada para nosotros. Cuando nos comportemos así, los hombres mundanos nos lo reprocharán como si nos amaran. Nos criticarán a buen seguro y, al vernos despreciar estas cosas naturales, estas cosas terrenas, nos dirán: «¿Por qué quieres sufrir privaciones? ¿Estás loco?». Ésos son aquella muchedumbre que se oponía al ciego cuando éste quería hacer oír su llamada. Existen cristianos así, pero nosotros intentamos triunfar sobre ellos, y nuestra misma vida ha de ser como un grito lanzado en pos de Cristo.  (S. Agustín)

PARA EL DIALOGO Y LA MEDITACIÓN











OCTUBRE: Eucaristía y Doctrina Social de la Iglesia



                  La comunidad política

     Muchos de entre nosotros al oír el término “política” fruncen el ceño, aunque sea interiormente. Para algunos alardear de “a-políticos” es casi un timbre de gloria. Y es verdad que no conviene mezclar la acción apostólica con tomas de posición partidistas en lo político, la militancia en asociaciones de carácter religioso y la militancia en la actividad política profesionalmente asumida, al detentar cargos políticos. También acepto que hemos conocido años en que la política partidista quería infiltrarse en toda la vida humana y manipularla por completo al servicio de sus propios fines. No menos que los altos niveles de corrupción en la “gente de la política” ha suscitado un justificable rechazo y pérdida de confianza en los políticos. No obstante, la política no debe confundirse o reducirse a la militancia en partidos políticos o el desempeño de cargos públicos.
     Dios no ha querido sólo a los seres humanos aislados, ni simplemente agrupados en familias, ha favorecido la tendencia entre ellos a la sociedad, a una agregación más amplia en ciudades y estados, formando comunidades políticas. Dios se presenta como el fundamento último dela “autoridad” por ser el Creador y Conservador del ser humano y del cosmos. El mismo Dios en David elige un rey para su Pueblo, aunque estas autoridades humanas no den la talla para representar el cuidado de Dios sobre sus criaturas. Cristo, como los profetas, ha censurado las conductas egoístas y corruptas de las autoridades de su tiempo, pero se sometió a su autoridad pese a todo, aunque esto le costó la vida. Esta misma conducta observamos en las primeras comunidades cristianas, aun en tiempo de persecuciones: crítica de mal gobierno, rechazo delas leyes injustas, pero respeto de las autoridades en cuanto tales, en el ejercicio de su función y oración por ellas.
     La Biblia y la Historia Sagrada nos muestran claramente cómo la comunidad política de los seres humanos y su estructuración en instituciones y magistraturas es algo querido por Dios, aun a sabiendas del daño que el pecado podía hacer infiltrado en estas realidades y fuerzas políticas. ¿Por qué? Porque la convivencia social de los seres humanos y el ejercicio del servicio público dentro de ella de diversas magistraturas es algo bueno para el bien común y para el desarrollo armónico de los seres humanos. Dios que es Trinidad de Personas en la unidad dela Naturaleza Divina y que nos ha creado para vivir y participar personalmente de esa Naturaleza, para que Él lo sea “todo en todos”, ¿cómo no va a querer que animados por su amor y amistad y guiados por su espíritu participemos ya aquí, en figura, de la harmoniosa comunión y bondadosa jerarquización de su Misterio Trinitario? Esto lo alcanzamos en el plano natural a través de la sociedad política y en el sobrenatural mediante la Iglesia. Ambos planos son autónomos pero persiguen un mismo fin y están llamados a conjugarse y armonizarse por el bien delos seres humanos y su destino.
     En el orden natural toda autoridad ha de regirse por el bien moral y orientar sus esfuerzos al bien común. Las diversas personas que integran la sociedad merecen el pleno respeto de estas autoridades, particularmente han de respetar el campo de sus convicciones morales y religiosas con el único límite del bien común. Los sujetos por ello han de poder ejercer su libertad religiosa y de conciencia e incluso poder excluirse del cumplimiento de ciertos requerimientos de la autoridad en base a su derecho a la objeción de conciencia que no representa un rechazo ni dela autoridad constituida ni de la cooperación al bien común. Lo mismo se puede decir del más radical derecho de resistencia ante autoridades que violen reiterada y gravemente la Ley Natural, siempre desde la proporcionalidad y evitando toda violencia gratuita.
     Entre los sistemas de organización de la Sociedad Civil hoy se suele preferir el democrático; en buena medida, apoyados en la experiencia histórica de los pueblos y contemplando los riesgos añadidos de otras formas de organización política, que han derivado frecuentemente en graves atropellos de los derechos de las personas y fomentado terribles conflictos entre las naciones. No obstante, ningún sistema político nos puede satisfacer plenamente ni se pueden excluir, por sistema, ninguno que se funde en el orden moral y persiga alcanzar el bien común.
     Pero para los que vivimos en sistemas llamados democráticos conviene tener presente que ya los griegos señalaban que el gran mal de la democracia era degenerar en demagogia, al mismo tiempo que nos recordaban que para mantener sana una democracia era preciso cuidar mucho en los ciudadanos la virtud cívica. A esto podemos añadir que la base y garantía de la democracia no está en la comunidad política, sino en la sociedad civil. El escrupuloso respeto a cada nivel del principio de subsidiariedad y el estímulo de la vitalidad de los diversos cuerpos intermedios. La política al servicio de la sociedad, no de la ingeniería social, que usa la política y sus recursos de poder para imponer a la entera sociedad las ideas de unos pocos hábilmente infiltrados en los entresijos del poder político. La “politización” lleva a la “burocratización” de la vida social y esto a costes cada vez más insoportables de la “cosa pública” que se traducen en cargas fiscales y endeudamiento.

     La religión 

… se ha considerado durante siglos un factor que dignificaba el tejido social, que ayudaba a hacer más virtuosas a las personas, más responsables, más solidarias y generosas y por eso durante milenios los poderes públicos han favorecido la religión, en general o, las más de las veces, la mayoritaria o la que profesaban las autoridades. La maduración del valor de la persona humana y del respeto de su libertad de conciencia ha llevado a que los sistemas democráticos, principalmente, respetasen la libertad religiosa de los súbditos, incluso su opción por no profesar religión alguna, pero favoreciesen las relaciones de cooperación con las confesiones religiosas como algo bueno para la sociedad y sus principios comunes, incluso favoreciendo las peculiares relaciones de especial colaboración con la confesión mayoritaria en la sociedad o que más hubiese influido en la configuración de la cultura de la propia sociedad civil.

     Los Totalitarismos del siglo XX

apoyados en principios laicistas de las corrientes críticas y revolucionarias del siglo anterior, se mostraron contrarios a la religión como realidad pública, tolerándola tan sólo en nivel privado de la vida. Estos planteamientos han rebrotado en las últimas décadas en el mundo entero. Difícil es no ver en ello la acción de grupos de presión ideológica que actúan mundialmente. Pero la neutralidad política que plantean entre creencia e increencia, con su “laicidad del Estado”, no es tal, es una apuesta por el laicismo de Estado, que es algo muy distinto al Estado aconfesional. Es una camuflada versión del ateísmo de Estado y cuyos instrumentos son las políticas “sociales” (entendiendo por ellas no las de búsqueda de la justicia social o la redistribución equitativa de las rentas, sino las que buscan la destrucción del orden moral cristiano e incluso natural), el control de los medios de comunicación y de las políticas culturales y el monopolio estatal de la educación gratuita o accesible económicamente.

     La vida eucarística

alimenta la vida moral y el compromiso social cristiano. La adoración reconstruye, particularmente, la armonía de nuestras relaciones con Dios y con los hermanos. Un adorador no puede ser un “pasota” ante la cosa pública. Con el Magisterio de la Iglesia tenemos que cultivarnos espiritualmente y también formarnos, en lo moral y en lo doctrinal. Hemos de redescubrir la dimensión moral y de caridad cristiana del compromiso político, principalmente por medio de la reivindicación, organización y actuación desde la sociedad civil, pero sin excluir responsables compromisos en la actividad política, en los partidos y en los cargos públicos. Tenemos una especial responsabilidad en nuestros largos tiempos de oración silenciosa, litúrgica o devocional, de orar por las autoridades y magistrados de la sociedad, para que sean honestos y procuren el bien común.

Preguntas para el diálogo y la meditación.
¿Cumplimos con nuestro deber de orar por las autoridades políticas de nuestro Estado? ¿Lo hacemos conscientes de la eficacia de la oración? 
   ¿Qué iniciativas tomamos a partir de la meditación del Evangelio y de la participación y adoración de la Eucaristía para revitalizar el protagonismo de la Sociedad Civil y de la Iglesia Católica y sus asociaciones en nuestro país? ¿Qué más podemos hacer?

  ¿Hasta qué punto tomamos en serio nuestra responsabilidad de participar en las elecciones y de realizar nuestras opciones desde los principios evangélicos y la enseñanza social de la Iglesia? ¿Qué podemos hacer para mejorar en esto?

sábado, 13 de octubre de 2018

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 14 DE OCTUBRE DEL 2018, 28º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm – Arzobispo de Oviedo)

«MAESTRO BUENO, ¿QUÉ HARÉ PARA HEREDAR LA VIDA ETERNA?»



Mc. 10. 17-30

     En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?». Jesús le contestó:       «¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre».
     Él replicó: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud». Jesús se quedó mirándolo, lo amó y le dijo: «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme».
     A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico. Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas!». Los discípulos quedaron sorprendidos de estas palabras.
     Pero Jesús añadió: «Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios». Ellos se espantaron y comentaban: «Entonces, ¿quién puede salvarse?». Jesús se les quedó mirando y les dijo: «Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo». Pedro se puso a decirle: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido».
     Jesús dijo: «En verdad os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más —casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones— y en la edad futura, vida eterna.

Otras Lecturas: Sabiduría 7,1-11; Salmo 89; Hebreos 4,12-13

LECTIO:
     Aquel buen hombre practicaba una especie de “consumismo religioso”. Él era rico de tantas cosas, y también quería acumular su tesoro de virtud, su cofre de mandamientos y cumplimientos para no ser pobre en nada… ¿Qué hace falta para tener también la vida eterna? La sorpresa es que Jesús no le dice “añade” esto que te falta en tu acopio, sino más bien deja lastre, abandona cosas, déjate a ti mismo... y sígueme,  vente conmigo, comparte mi vida, anuncia mi Palabra, construye mi Reino.
     Este era el nuevo mandamiento, el único mandamiento, la gran novedad: seguir al Maestro Bueno, dejando todo lo demás. La salvación no es fruto de nuestras conquistas,… es un don, un regalo, una gracia, que Dios da en su Hijo: la salvación es encontrarse con Jesucristo. Seguirle e imitarle, ha sido lo que han hecho los que verdaderamente se han encontrado con Él.  (+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm)

MEDITATIO:
     El Evangelio de hoy se articula en tres escenas, marcadas por tres miradas de Jesús.
      La primera escena el encuentro de Jesús con un joven. Él corre hacia Jesús, se arrodilla y lo llama «Maestro bueno». Luego le pregunta: «¿qué haré para heredar la vida eterna?» le hace una propuesta concreta: dar todos sus bienes a los pobres y seguirlo. Pero ese joven tiene el corazón dividido entre dos dueños: Dios y el dinero, y se va triste. Esto demuestra que no pueden convivir la fe y el apego a las riquezas. Así, al final, el empuje inicial del joven se desvanece en la infelicidad de un seguimiento naufragado. (P. Francisco).
     En la segunda escena, el evangelista enfoca los ojos de Jesús y esta vez se trata de una mirada pensativa, de advertencia: …“¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas”». «Entonces, ¿quién puede salvarse?», Jesús responde con una mirada de aliento —es la tercera mirada— y dice: la salvación, sí, es «imposible para los hombres, no para Dios». Si nos encomendamos al Señor, podemos superar todos los obstáculos que nos impiden seguirlo en el camino de la fe. Encomendarse al Señor. Él nos dará la fuerza, Él nos da la salvación, Él nos acompaña en el camino. (Papa Francisco)
     Y así hemos llegado a la tercera escena: En verdad os digo que quien deja todo para seguirme tendrá la vida eterna en el futuro y cien veces más ya en el presente. Este «cien veces más» está hecho de las cosas primero poseídas y luego dejadas, pero que se reencuentran multiplicadas hasta el infinito. Nos privamos de los bienes y recibimos en cambio el gozo del verdadero bien; nos liberamos de la esclavitud de las cosas y ganamos la libertad del servicio por amor; renunciamos a poseer y conseguimos la alegría de dar. Lo que Jesús decía: «Hay más dicha en dar que en recibir» (Papa Francisco)

ORATIO:
     Señor, Tú me sales al encuentro cada día para mirarme a los ojos, para darme otra oportunidad de responderte de una manera radical y entrar en tu alegría.

Quiero comprometerme más contigo
ser generoso, seguirte de verdad
y dedicar lo mejor de mí a ti y a los demás.

CONTEMPLATIO:
   Contempla al joven:
     Se acerca corriendo hacia Jesús y así muestra una cierta urgencia para cambiar su vida, por poseer la vida eterna. Pregunta, busca, se interroga.      
     Dice NO al seguimiento. Queda desconcertado por la propuesta de Jesús que rompe sus esquemas. En el fondo no está dispuesto a pasar de hombre que cumple la justicia a hombre que sigue a Jesús en el camino, no está dispuesto a vivir desde lo esencial. Quiere cambiar su vida pero sin dejar lo que para él es valioso. Queda frustrado y abatido y se va triste ya que no se arriesga a aceptar la propuesta de radicalidad y esencialidad que le hace Jesús. No escoge el camino de la libertad y la felicidad.
   Contempla a Jesus:
     Que habla de un Dios que es bueno, de un Dios que debe ser el centro de nuestra vida y no puede ser sustituido por nada ni por nadie. Habla de un Dios que lo puede todo, que puede cambiar el corazón de las personas, que puede romper la incapacidad humana, que nos puede hacer comprender que dando se recibe.
     Que mira las personas y las ama. Jesús acoge las inquietudes, las dudas, las incertidumbres, la sorpresa, el desconcierto. Jesús acepta la persona tal como es, no la quiere manipular sino que respeta su libertad.
     Que hace propuestas radicales: "ve, vende cuanto tienes y dáselo a los pobres... Después ven y sígueme".
   Ahora…
     ¿Cuáles son las riquezas que no estoy dispuesto a dejar? El protagonismo, la comodidad, la autosuficiencia, la seguridad...? ¿Qué esquemas me rompe hoy Jesús? ¿Qué me desconcierta de su propuesta?...

                                                                                                                                                      

     El hombre ha observado toda la ley desde su primera juventud, tanto que ahora hace grandes elogios de sí mismo; sin embargo, pese a todos sus méritos, no puede procurarse esta gracia única, de la que sólo el Salvador dispone, no puede alcanzar la eternidad que desea. Así, se va triste y desanimado, porque piensa que es demasiado alto el precio de la salvación que había venido a pedir. El hecho es que no quería la vida eterna con la intensidad que se imaginaba tener. Tal vez, en el fondo, quería una sola cosa: mostrar buena voluntad para hacer un poco de exhibicionismo. Aunque solícito y meticuloso en todo lo demás, ante el tesón necesario para alcanzar la vida eterna se siente débil, como paralizado, inerte (Clemente de Alejandría).

jueves, 11 de octubre de 2018

En el mes del Rosario, la Virgen del Pilar
    El año entero está salpicado de fiestas de la Virgen, y el mes de octubre está dedicado al santo rosario, subrayando la importancia de esta práctica piadosa en honor de María Santísima. El rosario es una oración que tiene a Cristo como centro: "bendito el fruto de tu vientre, Jesús". En cada misterio contemplamos algún aspecto de la vida de Cristo. Y esa contemplación la hacemos desde el corazón de su madre María. Con María, miramos a Jesús y vamos repasando los misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos, es decir, su nacimiento, su vida y su ministerio público, su pasión y muerte y su gloriosa resurrección.
     El rosario es una oración contemplativa, repetitiva del avemaría, en la que se trenzan el saludo del ángel y el de su prima Isabel y nuestra petición humilde "ruega por nosotros pecadores". Hace pocos días en la Visita pastoral, al regalar a los niños del cole un rosario, les explicaba en qué consiste este rezo repetitivo. Una niña preguntó espontáneamente: ¿Y no te cansas de repetir tantas veces el avemaría? Le respondí: En el rosario, María nos pregunta: "¿Me quieres?" Y yo le respondo: "Te quiero". Ella me pide: "Dímelo de nuevo". Y así, una y otra y otra vez. Se trata, por tanto, de un diálogo de amor, y cuando dos personas se quieren, no se cansan de decírselo una y mil veces. El rosario es aburrido si se tratara solamente de repetición verbal de unas palabras. Pero si es la expresión de un amor, el amor no cansa ni se cansa.
     Algunos han comparado el rosario con la oración de Jesús, que en el oriente es tan frecuente. Esa oración consiste en repetir una y mil veces la oración que aparece en aquellos que se acercan a Jesús pidiendo un milagro: "Jesús, Hijo de Dios vivo, ten compasión de mí, que soy un pecador". El libro "El peregrino ruso" lo explica muy bien. Es una oración que se pronuncia con los labios, pero que va calando progresivamente en el corazón, hasta identificarse con el mismo latido del corazón. "Jesús, ten piedad". Jesús es el centro, a quien se invoca, en quien se cree, en quien se confía, a quien se ama. Y de esa mirada contemplativa al que puede sanarnos y darnos su gracia, volvemos a nosotros, que somos pecadores y pedimos misericordia.
     En el rosario ocurre algo parecido: La mirada se dirige a María continuamente, repetitivamente. Con las palabras del ángel, con las palabras de Isabel. "Llena de gracia", "Bendita entre todas las mujeres". Y de ella volvemos a nosotros: "ruega por nosotros pecadores", con un añadido que pide humildemente el don de la perseverancia final: "y en la hora de nuestra muerte". El avemaría es una oración muy completa, cuyo centro es el fruto bendito de tu vientre, Jesús. Cada misterio se inicia con el padrenuestro, la oración del Señor, y se concluye con el gloria a las tres personas divinas.
     Repetir una y mil veces este esquema tan sencillo, hace que el corazón descanse ya no tanto en las palabras, sino en la persona a la que se dirige: a María nuestra madre, a la que pedimos insistentemente que ruegue por nosotros pecadores. La llena de gracia en favor de los pecadores. He conocido muchas personas que han aprendido a rezar con el rosario. Al principio fijándose más en las palabras pronunciadas, después entrando en el corazón inmaculado de María, desde donde contemplar a Jesús en cada uno de sus misterios, donde María va asociada a la obra de la redención. Para muchas personas el rezo del rosario es una oración contemplativa, que introduce serenamente en la hondura del misterio de Dios de la mano de María, la gran pedagoga.
     Recemos el santo rosario. Recémoslo todos los días, en distintas ocasiones. Recemos el rosario en familia y por la familia, en estos días del Sínodo de la familia. Contemplemos cada uno de los misterios, tomando alguna lectura de la Palabra de Dios y haciendo peticiones por nuestras necesidades y por las del mundo entero.
     La Virgen del Pilar, que es venerada en toda España y muy especialmente en Aragón, nos alcance esa unidad de España que tanto necesitamos en los momentos actuales.
   Recibid mi afecto y mi bendición:

 + Demetrio Fernández, obispo de Córdoba, de una carta semanal.