TIEMPO LITÚRGICO

TIEMPO LITÚRGICO

sábado, 29 de marzo de 2014

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 30 DE MARZO, 4º DE CUARESMA

Crees en el Hijo del hombre

Juan 9, 1- 41     En aquel tiempo, al pasar, vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento. Y sus discípulos le preguntaron: «Maestro, ¿quién pecó: este o sus padres, para que naciera ciego?». Jesús contestó: «Ni este pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día tengo que hacer las obras del que me ha enviado: viene la noche y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo».
       Dicho esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego, y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado)». Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna peguntaban: «¿No es ese el que se sentaba a pedir?». Unos decían: «El mismo». Otros decían: «No es él, pero se le parece». Él respondía: «Soy yo». Y le preguntaban: «¿Y cómo se te han abierto los ojos?». Él contestó: «Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver». Le preguntaron: «¿Dónde está él?». Contestó: «No lo sé».
       Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: «Me puso barro en los ojos, me lavé y veo». Algunos de los fariseos comentaban: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado». Otros replicaban: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?». Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?». Él contestó: «Que es un profeta».
       Pero los judíos no se creyeron que aquel había sido ciego y que había comenzado a ver, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: «¿Es este vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?». Sus padres contestaron: «Sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos; y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse». Sus padres respondieron así porque tenían miedo a los judíos: porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron: «Ya es mayor, preguntádselo a él».
       Llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: «Da gloria a Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador». Contestó él: «Si es un pecador, no lo sé; solo sé que yo era ciego y ahora veo». Le preguntan de nuevo: «¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?». Les contestó: «Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso: ¿para qué queréis oírlo otra vez?, ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?». Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron: «Discípulo de ese lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ese no sabemos de dónde viene». Replicó él: «Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene, y, sin embargo, me ha abierto los ojos.
       Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es piadoso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si este no viniera de Dios, no tendría ningún poder». Le replicaron: «Has nacido completamente empecatado, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?». Y lo expulsaron.
       Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: «¿Crees tú en el Hijo del hombre?». Él contestó: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?». Jesús le dijo: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ese es». Él dijo: «Creo, Señor». Y se postró ante él. Dijo Jesús: «Para un juicio he venido yo a este mundo: para que los que no ven, vean, y los que ven, se queden ciegos».
       Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron: «¿También nosotros estamos ciegos?». Jesús les contestó: «Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado; pero como decís “vemos”, vuestro pecado permanece.

Otras Lecturas: 1Samuel 16,1b.6-7.10; Salmo 22; Efesios 5,8-14.

LECTIO:
            El núcleo de este texto evangélico es la proclamación de Jesús: Yo soy la luz del mundo. Jesús es la Palabra, Él es la luz verdadera que ilumina a todo hombre.
        A Jesús, le observaban de cerca, buscando cualquier oportunidad para acusarlo.
        La ocasión se presenta cuando traen ante ellos a un hombre al Jesús ha curado en sábado. No es la primera vez que Jesús contraría a las autoridades judías realizando una curación en sábado.
        Los fariseos observaban estrictamente la ley que prohibía cualquier tipo de trabajo en sábado. Jesús guardaba el sábado, pero no estaba de acuerdo con los fariseos en qué constituía el ‘trabajo’. En opinión de Jesús, curar era hacer una buena obra y dar gloria a Dios: guardar verdaderamente el sábado.
        El milagro acontece en las inmediaciones del templo. El enfermo no pide nada. Es Jesús quien le mira. Los discípulos toman la palabra y abordan un tema fundamental: el significado del sufrimiento, que, según la mentalidad de aquel tiempo, estaba vinculado al pecado. Jesús afirma claramente Ni este pecó ni sus padres…”
        La ceguera (el sufrimiento) indica la situación natural del hombre. Todos estamos ciegos de nacimiento. Estamos “enfermos” y nos faltan fuerzas para acudir al único que puede curar. Es el Médico quien toma la iniciativa. Jesús da un mandato al ciego. Él no conoce a Jesús, pero su obediencia es el acto de una gran fe, de total abandono.
        El encuentro de Jesús con aquel hombre concluye con el acto de fe reconociendo a Jesús como Hijo de Dios.

MEDITATIO:                                                                                                                                                               
         En el camino de la cuaresma hoy brilla una luz particular que nos invita a encontrarnos con mayor profundidad con el Señor Jesús. El ciego ha seguido un proceso desde las tinieblas a la luz de la fe en Jesús, que le habla, que está delante de él. Debemos ir más allá del creer ser cristianos, para manifestar con toda nuestra vida este encuentro que nos vincula indisolublemente al Señor Jesús como su fuente.
También tú puedes andar a oscuras, con los ojos cerrados, porque no tengas total fe en Jesús.
Jesús quiere una adhesión plena e incondicional a su persona. Hoy te pregunta: "¿Quieres encontrarte conmigo para vivir para mí?".
¿Te excusas ante Jesús, temiendo que su curación te lleve a un compromiso más fuerte con Él.
                                                                                                                                                                      
ORATIO:                                                                                                                                                     
     Señor Jesús, como el ciego aquí estoy. Cúrame de mis miserias, de mis ingratitudes, de mi falta de respuesta a tu amor. Enséñame, Señor, a mirar con ojos nuevos a los hermanos y sus necesidades.
     Cúrame de acostumbrarme a las situaciones de degradación y de miseria que encuentro caminando por las calles.
     Aquí estoy ante ti, Jesús, cura mi ceguera, aumenta mi fe.

CONTEMPLATIO: 
     Contempla como el ciego dice a Jesús «Creo, Señor». Y se postró ante él. ¿Te has planteado que la conversión cuaresmal puede expresarse en términos de seguimiento de Cristo? ¿Qué le respondes?
     Esta llamada de Cristo es personal como dirigida singularmente a mí que soy quien me tengo que convertir. ¿Qué aspectos de tu vida necesitas convertir? La conversión es esperanza porque nos confiamos a un camino que a grandes rasgos supone la transformarse en Cristo.

EFICACIA DE LA ORACIÓN
De una homilía San Juan Crisóstomo
  

     Muchísimas veces, cuando Dios contempla a una muchedumbre que ora en unión de corazones y con idénticas aspiraciones, podríamos decir que se conmueve hasta la ternura. Hagamos, pues, todo lo posible para estar concordes en la plegaria, orando unos por otros, como los corintios rezaban por los apóstoles. De esta forma, cumplimos el mandato y nos estimulamos a la caridad. Y al decir caridad, pretendo expresar con este vocablo el conjunto de todos los bienes; debemos aprender, además, a dar gracias con un más intenso fervor. Pues los que dan gracias a Dios por los favores que los otros reciben, lo hacen con mayor interés cuando se trata de sí mismos. Es lo que hacía David, cuando decía: Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre; es lo que el Apóstol recomienda en diversas ocasiones; es lo que nosotros hemos de hacer, proclamando a todos los beneficios de Dios, para asociarlos a todos a nuestro cántico de alabanza.
    Pues si cuando recibimos un favor de los hombres y lo celebramos, disponemos su ánimo a ser más solícitos para merecer nuestro agradecimiento, con mayor razón nos granjearemos una mayor benevolencia del Señor cada vez que pregonamos sus beneficios. Y si, cuando hemos conseguido de los hombres algún beneficio, invitamos también a otros a unirse a nuestra acción de gracias, hemos de esforzarnos con mucho mayor ahínco por convocar a muchos que nos ayuden a dar gracias a Dios. Y si esto hacía Pablo, tan digno de confianza, con más razón habremos de hacerlo nosotros también.
     Roguemos una y otra vez a personas santas que quieran unirse a nuestra acción de gracias, y hagamos nosotros recíprocamente lo mismo. Esta es una de las misiones típicas del sacerdote, por tratarse del más importante bien común. Disponiéndonos para la oración, lo primero que hemos de hacer es dar gracias por todo el mundo y por los bienes que todos hemos recibido. Pues si bien los beneficios de Dios son comunes, sin embargo tú has conseguido la salvación personal precisamente en comunidad. Por lo cual, debes por tu salvación personal elevar una común acción de gracias, como es justo que por la salvación comunitaria ofrezcas a Dios una alabanza personal. En efecto, el sol no sale únicamente para ti, sino para todos en general; y sin embargo, en parte lo tienes todo: pues un astro tan grande fue creado para común utilidad de todos los mortales juntos. De lo cual se sigue, que debes dar a Dios tantas acciones de gracias, como todos los demás juntos; y es justo que tú des gracias tanto por los beneficios comunes, como por la virtud de los otros.

     Muchas veces somos colmados de beneficios a causa de los otros. Pues si se hubieran encontrado en Sodoma al menos diez justos, los sodomitas no habrían incurrido en las calamidades que tuvieron que soportar. Por tanto, con gran libertad y confianza, demos gracias a Dios en representación también de los demás: se trata de una antigua costumbre, establecida en la Iglesia desde sus orígenes. He aquí por qué Pablo da gracias por los romanos, por los corintios y por toda la humanidad.

    Tres ideas claves de la primera homilía de Cuaresma del Papa Francisco:



     La oración, que es la fuerza del cristiano y de cada persona creyente. Porque en la debilidad y en la fragilidad de nuestra vida, podemos dirigirnos a Dios con confianza de hijos y entrar en comunión con Él. Y ante tantas heridas que nos hacen mal y que nos podrían endurecer el corazón, estamos llamados a “zambullirnos en el mar de la oración”, que es el mar del amor ilimitado de Dios, para gustar su ternura.
     El segundo elemento relevante del camino cuaresmal es el ayuno. Pero debemos estar atentos – dijo el Papa – a no hacer “un ayuno formal”, puesto que el ayuno tiene sentido si verdaderamente “mella nuestra seguridad”, y si también de él deriva un beneficio para los demás, si nos ayuda a cultivar el estilo del Buen Samaritano, que se inclina sobre el hermano en dificultad y se hace cargo de él. De ahí que el Pontífice afirmara que el ayuno comporta la elección de una vida sobria, que no derrocha, que no “descarta”. Ayunar nos ayuda a entrenar el corazón a lo esencial y al compartir. Es un signo de toma de conciencia y de responsabilidad frente a las injusticias, a los atropellos, especialmente con respecto a los pobres y a los pequeños, y es signo de la confianza que ponemos en Dios y en su providencia.
     El tercer elemento es la limosna – dijo asimismo Francisco – porque indica la gratuidad, ya que en la limosna se da a alguien de quien no se espera recibir algo a cambio”. Mientras hoy con frecuencia la gratuidad no forma parte de la vida cotidiana, donde “todo se vende y se compra”. Todo es cálculo y medida.

     El Papa concluyó su homilía recordando que con sus invitaciones a la conversión, la Cuaresma viene providencialmente “a despertarnos, a despabilarnos del entumecimiento, del riesgo de ir adelante por inercia”. Y a la pregunta de ¿por qué debemos volver a Dios? El Santo Padre dijo: “¡Porque algo no va bien en nosotros, en la sociedad, en la Iglesia y tenemos necesidad de cambiar, de dar un cambio, de convertirnos!”. La Cuaresma viene nuevamente a dirigir su llamamiento profético, para recordarnos que es posible realizar algo nuevo en nosotros mismos y en torno a nosotros, sencillamente porque Dios es fiel, sigue siendo rico de bondad y de misericordia, y está siempre dispuesto a perdonar y volver a comenzar de nuevo. ¡Con esta confianza filial pongámonos en camino!”.

jueves, 20 de marzo de 2014

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 23 DE MARZO, 3º DE CUARESMA

Señor, dame de ese agua…
Jn 4. 5-42      Llegó Jesús a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José;  allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al pozo. Era hacia la hora sexta. Llega una mujer de Samaría a sacar agua, y Jesús le dice: «Dame de beber».  Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice: «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?». Jesús le contestó: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice “dame de beber”, le pedirías tú, y él te daría agua viva».
     La mujer le dice: «Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?;  ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?». Jesús le contestó: «El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna».
     La mujer le dice: «Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla». Él le dice: «Anda, llama a tu marido y vuelve». La mujer le contesta: «No tengo marido». Jesús le dice: «Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad».
     La mujer le dice: «Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén». Jesús le dice: «Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que lo adoren así. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y verdad».
     La mujer le dice: «Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo». Jesús le dice: «Soy yo, el que habla contigo».
     En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo: «¿Qué le preguntas o de qué le hablas?». La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente: «Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho; ¿será este el Mesías?». Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él.
     Mientras tanto sus discípulos le insistían: «Maestro, come». Él les dijo: «Yo tengo un alimento que vosotros no conocéis». Los discípulos comentaban entre ellos: «¿Le habrá traído alguien de comer?». Jesús les dice: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: Levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así, se alegran lo mismo sembrador y segador. Con todo, tiene razón el proverbio: Uno siembra y otro siega. Yo os envié a segar lo que no habéis trabajado. Otros trabajaron y vosotros entrasteis en el fruto de sus trabajos».
     En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él por el testimonio que había dado la mujer: «Me ha dicho todo lo que he hecho». Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación,  y decían a la mujer: «Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo».

Otras Lecturas: Éxodo 17,3-7; Salmo 94; Romanos 5,1-2,5-8.

LECTIO:
                El Evangelio de este domingo es uno de los textos bíblicos más importantes que recibían los catecúmenos como preparación al bautismo en la Pascua en los primeros tiempos de la Iglesia. Este tiempo para nosotros durante la Cuaresma y la Pascua, es tiempo propio para renovar y profundizar en nuestros compromisos bautismales.
        Jesús encuentra a la Samaritana cerca del pozo, lugar tradicional para los encuentros y las conversaciones. Él parte de la necesidad muy concreta de su propia sed y obra de modo que la mujer se sienta necesaria y servidora. Con la pregunta, hace que la Samaritana pueda descubrir que Él depende de ella para resolver el problema de su sed. Jesús despierta en ella el gusto de ayudar y servir.
        Jesús le pide agua: dame de beber. El agua viva que promete Jesús provoca en la Samaritana la petición: Señor, dame de esa agua para que no tenga más sed.
        La Samaritana y los discípulos se extrañan que Jesús, un judío, dialogue con la mujer, ya que los judíos no se comunicaban con los samaritanos. Deja el cántaro (su vida pasada) y anuncia su encuentro con el Mesías.

MEDITATIO:                                                                                                                                                               
     El texto describe el diálogo entre Jesús y la Samaritana. Diálogo muy humano, que demuestra cómo Jesús se relacionaba con las personas y cómo Él mismo aprendía y se enriquecía hablando con otros.
¿Qué aspectos de la conducta de Jesús te interroga, interpela o provoca?
¿Qué te llama más la atención en Jesús y en la Samaritana durante el diálogo? ¿Qué influencia ha tenido Jesús en ella?
■  A lo largo del camino de la vida el pueblo, el hombre de hoy “padece sed”, ¿qué haces tú para acercarlos a Jesús para que sacien su sed?
¿Adoras a Dios en espíritu y verdad o te apoyas y orientas más sobre ritos y prescripciones? 

ORATIO:                                                                                                                                                     
     Quiero, Jesús, encontrarme contigo. Te pido que me sacies con esa agua tuya para no tener más sed de las cosas que me desvían de ser un auténtico discípulo tuyo. «Señor, no tienes con qué sacar agua y el pozo es profundo. ¿Dónde vas a conseguir esa agua viva?». «Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla». 
     “Era la hora sexta” una hora muy especial, como la hora en la que estuviste clavado en la cruz. Señor no esperes a la hora sexta, ven a todas horas a visitarme, hazme un sediento de ti.

 CONTEMPLATIO: 
     Sólo Él puede verter en tu corazón de la fuente que brota para la vida eterna.
     Quédate en silencio amando y contemplando el diálogo de Jesús y la Samaritana. Deja que él te hable y transforme. ¿Qué va a suponer en tu vida este encuentro con Jesús? La Samaritana cambio de vida, ¿y tú?
EL SACRIFICIO ESPIRITUAL
Tratado sobre la oración, Tertuliano, (Caps. 28-29)

     La oración es el sacrificio espiritual que abrogó los antiguos sacrificios. ¿Qué me importa el número de vuestros sacrificios? -dice el Señor-. Estoy harto de holocaustos de carneros, de grasa de cebones, la sangre de toros, corderos y machos cabríos no me agrada. ¿Quién pide algo de vuestras manos? Lo que Dios desea, nos lo dice el evangelio: Se acerca la hora -dice- en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad. Porque Dios es espíritu, y desea un culto espiritual.
     Nosotros somos, pues, verdaderos adoradores y verdaderos sacerdotes cuando oramos en espíritu y ofrecemos a Dios nuestra oración como una víctima espiritual, propia de Dios y acepta a sus ojos. Esta víctima, ofrecida del fondo de nuestro corazón, nacida de la fe, nutrida con la verdad, intacta y sin defecto, íntegra y pura, coronada por el amor, hemos de presentarla ante el altar de Dios, entre salmos e himnos, acompañada del cortejo de nuestras buenas obras, seguros de que ella nos alcanzará de Dios todos los bienes.
     ¿Podrá Dios negar algo a la oración hecha en espíritu y verdad, cuando es él mismo quien la exige? ¡Cuántos testimonios de su eficacia no hemos leído, oído y creído! Ya la oración del antiguo Testamento liberaba del fuego, de las fieras y del hambre, y, sin embargo, no había recibido aún de Cristo toda su eficacia. ¡Cuánto más eficazmente actuará, pues, la oración cristiana! No coloca un ángel para apagar con agua el fuego, ni cierra las bocas de los leones, ni lleva al hambriento la comida de los campesinos, ni aleja, con el don de su gracia, ningún sufrimiento; pero enseña la paciencia y aumenta la fe de los que sufren, para que comprendan lo que Dios prepara a los que padecen por su nombre.
     En el pasado, la oración alejaba las plagas, desvanecía los ejércitos de los enemigos, hacía cesar la lluvia. Ahora, la verdadera oración aleja la ira de Dios, implora a favor de los enemigos, suplica por los perseguidores. ¿Y qué tiene de sorprendente que pueda hacer bajar del cielo el agua del bautismo, si pudo también impetrar las lenguas de fuego? Solamente la oración vence a Dios; pero Cristo la quiso incapaz del mal y todopoderosa para el bien.
     La oración sacó a las almas de los muertos del mismo seno de la muerte, fortaleció a los débiles, curó a los enfermos, liberó a los endemoniados, abrió las mazmorras, soltó las ataduras de los inocentes. La oración perdona los delitos, aparta las tentaciones, extingue las persecuciones, consuela a los pusilánimes, recrea a los magnánimos, conduce a los peregrinos, mitiga las tormentas, aturde a los ladrones, alimenta a los pobres, rige a los ricos, levanta a los caídos, sostiene a los que van a caer, apoya a los que están en pie.

    Los ángeles oran también, oran todas las criaturas, oran los ganados y las fieras, que se arrodillan al salir de sus establos y cuevas y miran al cielo, pues no hacen vibrar en vano el aire con sus voces. Incluso las aves, cuando levantan el vuelo y se elevan hasta el cielo, extienden en forma de cruz sus alas, como si fueran manos, y hacen algo que parece también oración. ¿Qué más decir en honor de la oración? Incluso oró el mismo Señor, a quien corresponde el honor y la fortaleza por los siglos de los siglos.
40 FRASES DEL PAPA FRANCISCO PARA LA CUARESMA 2014 (II)
(Mensaje para la Cuaresma, recopilación J. Leoz)




21.- El Evangelio es el verdadero antídoto contra la miseria espiritual.

22.- Dios es más grande que nuestro pecado y nos ama gratuitamente, siempre, y que estamos hechos para la comunión y para la vida eterna. ¡El Señor nos invita a anunciar con gozo este mensaje de misericordia y de esperanza!

23.- Es hermoso experimentar la alegría de extender esta buena nueva, de compartir el tesoro que se nos ha confiado, para consolar los corazones afligidos y dar esperanza a tantos hermanos y hermanas sumidos en el vacío.

24.- Jesús, en efecto, «trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre.

25.- Este tiempo de Cuaresma encuentre a toda la Iglesia dispuesta y solícita a la hora de testimoniar a cuantos viven en la miseria material, moral y espiritual el mensaje evangélico.

26.- La Cuaresma es un tiempo adecuado para despojarse; y nos hará bien preguntarnos de qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza.

27.- No olvidemos que la verdadera pobreza duele: no sería válido un despojo sin esta dimensión penitencial. Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele.

28.-Que cada comunidad eclesial recorra provechosamente el camino cuaresmal.

29.- Cuando el poder, el lujo y el dinero se convierten en ídolos, se anteponen a la exigencia de una distribución justa de las riquezas.

30.- La miseria moral bien podría llamarse casi suicidio incipiente.

31.- Qué gran misterio la encarnación de Dios! La razón de todo esto es el amor divino, un amor que es gracia, generosidad, deseo de proximidad.

32.- El amor nos hace semejantes, crea igualdad, derriba los muros y las distancias.

33.- Cuando Jesús entra en las aguas del Jordán y se hace bautizar por Juan el Bautista, no lo hace porque necesita penitencia, conversión; lo hace para estar en medio de la gente, necesitada de perdón, entre nosotros, pecadores, y cargar con el peso de nuestros pecados.

34.- Lo que nos da verdadera libertad, verdadera salvación y verdadera felicidad es su amor lleno de compasión, de ternura, que quiere compartir con nosotros.

35.- La riqueza de Jesús es su confianza ilimitada en Dios Padre, es encomendarse a Él en todo momento, buscando siempre y solamente su voluntad y su gloria.

36.- Cuando Jesús nos invita a tomar su "yugo llevadero", nos invita a enriquecernos con esta "rica pobreza" y "pobre riqueza" suyas, a compartir con Él su espíritu filial y fraterno, a convertirnos en hijos en el Hijo, hermanos en el Hermano.

37.- La riqueza de Dios no puede pasar a través de nuestra riqueza, sino siempre y solamente a través de nuestra pobreza, personal y comunitaria, animada por el Espíritu de Cristo.

38.- Podemos distinguir tres tipos de miseria: la miseria material, la miseria moral y la miseria espiritual.

39.- El Apóstol se dirige a los cristianos de Corinto para alentarlos a ser generosos y ayudar a los fieles de Jerusalén que pasan necesidad. ¿Qué nos dicen, a los cristianos de hoy, estas palabras de San Pablo?

40.- ¿Qué nos dice hoy, a nosotros, la invitación a la pobreza, a una vida pobre en sentido evangélico?


viernes, 14 de marzo de 2014

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 16 DE MARZO, 2º DE CUARESMA

ESTE ES MI HIJO AMADO, ESCUCHADLO

     Mt. 17.1-9:        En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y subió con ellos aparte a un monte alto. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. De repente se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y una voz desde la nube decía: «Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo».
     Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: «Levantaos, no temáis». Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban del monte, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos».

Otras Lecturas: Génesis 12,1-4a; Salmo 32; 2 Timoteo 1,8b-10.

LECTIO:
“Seis días después" el Maestro lleva a tres de sus discípulos a una montaña alta para concederles la experiencia anticipada de la gloria prometida después de padecer. Las continuas alusiones a las teofanías del Antiguo Testamento indican que está pasando algo extremadamente importante: en Jesús la antigua alianza va a transformarse en "nueva y eterna alianza". La aparición de Moisés y Elías testimonia que Jesús es el cumplimiento de la Ley y los Profetas, el que guiará al pueblo a la verdadera tierra prometida y lo restablecerá en la integridad de la ley en Dios.  
La presentación de Jesús no tiene como finalidad demostrar que es un Mesías poderoso y milagrero, como esperaban los discípulos. Es ofrecer a la fe de sus discípulos el modo correcto de entender y seguir a Jesús. Después del anuncio de la pasión y muerte, había que animar a los discípulos y ayudarles a entender cómo sería el Mesías, cómo se portaría Jesús.
 La Trasfiguración es un anticipo de la resurrección. Esperaban un Mesías triunfalista, pero, al fin, creyeron en un Mesías muerto y resucitado. A este Jesús, Dios lo resucitó, y de ellos somos testigos todos nosotros.
      Pedro quiere quedarse en el monte y plantar ahí su hogar, evadiéndose de la lucha diaria. En este momento, sólo le interesa disfrutar de aquella situación armoniosa y tranquila. Este relato nos hace una presentación completa de Jesús. Es el Hijo de Dios. Jesús es el Mesías esperado por Israel. Aparece en medio de Moisés (ley) y Elías (profeta), que profetizaron y esperaron la venida del Mesías.
        El mesianismo de Jesús no es un camino fácil. Y el de sus discípulos tampoco.
                     
MEDITATIO:                                                                                                                                                                  
■  ¿Te has preguntado alguna vez quién es la persona de Jesús? ¿Tu visión de la identidad de Jesús se acomoda a esta proclamación en la Transfiguración?   
■  ¿Qué esperas cuando decides, una vez más, seguir y ser discípulo de Jesús? ¿La Palabra es para ti la referencia más segura para discernir sobre tus sentimientos, valores, actos y conducta?
■  Aceptas la cruz de la vida y la asumes con fidelidad, entrega, amor y alegría como Jesús?
■  A Jesús no se le entiende sin el misterio pascual de la pasión, muerte y resurrección. ¿Qué sentido tiene para ti este misterio? ¿Cómo lo vives diariamente? ¿Qué tienes que corregir en tu modo de ser y de actuar?

ORATIO:
     Dale gracias a Dios por los momentos de tu vida que también te ha llevado “a un monte alto” para gozar de Él. Repite desde el corazón “Tu rostro busco Señor, muéstrame tu rostro”.
     Haz, Jesús, que mi vida sea una pequeña luz para que los demás alaben contigo al Padre, que no me evada de los problemas cotidianos ni del sufrimiento ajeno, que me mantenga y sepa estar al lado del que sufre y está necesitado.

CONTEMPLATIO:
      Escucha a Dios Padre que te dice: “Éste es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo”.
     Contempla a Jesús, resplandeciente, que transforma en Él a toda la humanidad. Reflexiona como tú, también, eres llamado a resplandecer desde Jesús para iluminar a las personas que tienes cerca y ayudarles en su camino.
PURIFICACIÓN ESPIRITUAL POR EL AYUNO Y LA MISERICORDIA   

      Siempre, hermanos, la misericordia del Señor llena la tierra, y la misma creación natural es, para cada fiel, verdadero adoctrinamiento que lo lleva a la adoración de Dios, ya que el cielo y la tierra, el mar y cuanto en ellos hay manifiestan la bondad y omnipotencia de su autor, y la admirable belleza de todos los elementos que le sirven está pidiendo a la criatura inteligente una acción de gracias.
     Porque es propio de la festividad pascual que toda la Iglesia goce del perdón de los pecados, no sólo aquellos que nacen en el sagrado bautismo, sino también aquellos que, desde hace tiempo, se cuentan ya en el número de los hijos adoptivos. Pues si bien los hombres renacen a la vida nueva principalmente por el bautismo, como a todos nos es necesario renovarnos cada día de las manchas de nuestra condición pecadora, y no hay nadie que no tenga que ser cada vez mejor en la escala de la perfección, debemos esforzarnos para que nadie se encuentre bajo el efecto de los viejos vicios el día de la redención.
     Por ello, en estos días, hay que poner especial solicitud y devoción en cumplir aquellas cosas que los cristianos deben realizar en todo tiempo; así viviremos, en santos ayunos, esta Cuaresma de institución apostólica, y precisamente no sólo por el uso menguado de los alimentos, sino sobre todo ayunando de nuestros vicios.
     Y no hay cosa más útil que unir los ayunos santos y razonables con la limosna, que, bajo la única denominación de misericordia, contiene muchas y laudables acciones de piedad, de modo que, aun en medio de situaciones de fortuna desiguales, puedan ser iguales las disposiciones de ánimo de todos los fieles. Porque el amor, que debemos tanto a Dios como a los hombres, no se ve nunca impedido hasta tal punto que no pueda querer lo que es bueno. Pues, de acuerdo con lo que cantaron los ángeles: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor, el que se compadece caritativamente de quienes sufren cualquier calamidad es bienaventurado no sólo en virtud de su benevolencia, sino por el bien de la paz.
     Las realizaciones del amor pueden ser muy diversas y, así, en razón de esta misma diversidad, todos los buenos cristianos pueden ejercitarse en ellas, no sólo los ricos y pudientes, sino incluso los de posición media y aun los pobres; de este modo, quienes son desiguales por su capacidad de hacer limosna son semejantes en el amor y afecto con que la hacen.


San León Magno