TIEMPO LITÚRGICO

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viernes, 22 de julio de 2016

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 24 DE JULIO, 17º DEL TIEMPO ORDINARIO (Comentario de + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo)

«SEÑOR, ENSÉÑANOS A ORAR »

Lc. 11. 1-13

            Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos».
       Él les dijo: «Cuando oréis, decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación”».
       Y les dijo: «Suponed que alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche y le dice: “Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle”; y, desde dentro, aquel le responde:   
       “No me molestes; la puerta ya está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos”; os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por su importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.
       Pues yo os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre.
       ¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?».

Otras Lecturas: Génesis 18 20-32; Salmo 137; Colosenses 1,12-14


LECTIO:
            Que un hombre pueda llamar a Dios Padre es algo que era impensable en la mentalidad judía. Todas las peticiones del Padre nuestro no se entienden sin esta palabra principal.
       Para abundar en esta idea de Dios como un Padre cercano, Jesús nos presenta a Dios como ese padre que da a sus hijos las cosas que le piden y éstas solo pueden ser buenas. En la oración podemos sentir una cercanía familiar con Dios, es nuestro Padre, no hay nada que temer.
       Orar sin desfallecer, sin cansarse, hasta el extremo de “importunar” a Dios. Dios no se molesta con nuestra oración. Lo que quiere transmitir Jesús es que nunca hay que abandonar la oración. Pedid, buscad y llamad nos transmiten la idea del constante diálogo de los hijos con su Padre en la oración. La parábola del amigo inoportuno explica a la perfección esta realidad
       El cristiano debe orar sin desfallecer no porque crea que así va a conseguir de Dios automáticamente lo que necesita. El premio de la oración, dice Jesús, es que Dios concederá el don de su Espíritu Santo. Dios sabe, mejor que nosotros, lo que nos conviene.

MEDITATIO:
«Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos».
     La oración es el diálogo del hombre con Dios. Jesús enseñó a sus discípulos la más grande de las oraciones, el Padre Nuestro. En esta oración de Jesús se da una relación filial del hombre con Dios. Hablar como hijos… decir Padre a Dios. Es el Padre que nos espera ansioso en la casa, es el Padre que nos da el pan diario, es Padre que nos perdona, nos protege, nos mira con misericordia.
     Mirando el modelo que Jesús nos enseñó, ¿Cómo aprendo a orar, como crezco en mi oración? En el Padre Nuestro, vemos que la primera palabra es "Padre" y la segunda es "nuestro". Aprendo a orar, alimento mi oración, dirigiéndome a Dios como Padre y orando-con-otros, orando con la Iglesia, aceptando el regalo de sus palabras. (Benedicto XVI).
     Dice San Agustín que “la oración es la fuerza del hombre y la debilidad de Dios”… para vencerlo todo no disponemos de otro medio que de la oración. Y si ésta nos falta ¿qué nos queda?
     Cuando rezamos el Señor nos da la gracia, pero también se da él mismo en la gracia: ¡Él es la gracia! Lo que nosotros pedimos es un poco como…  el papel que envuelve la gracia. Pero la verdadera gracia es Él, que viene a traérmela.  Nuestra oración, si es valiente, recibe lo que pedimos, pero también lo que es más importante: al Señor”. (Papa Francisco).
     No orar es cerrar la puerta al Señor, para que no pueda hacer nada. En cambio, la oración, ante un problema, una situación difícil, una calamidad,  es abrir la puerta al Señor para que venga. Porque Él hace nuevas todas las cosas. (Papa Francisco)

ORATIO:
     Tú, Padre, que eres el consolador de los afligidos, tú que iluminas el misterio de la vida y de la muerte, regálame cada mañana tu visita…

¡PADRE NUESTRO!
Sea el grito de todos los pueblos,
de todas las religiones, de todas las comunidades,
de todos los hogares…
Sea el grito que nos hace sentirnos
hijos amados de Dios y hermanos de todos.

CONTEMPLATIO:
     Jesús quiere que sus seguidores no olviden nunca que : “el que pide, está recibiendo; el que busca, está hallando y al que llama, se le abre”. Jesús no dice que reciben concretamente lo que están pidiendo, que encuentran lo que andan buscando o que alcanzan lo que gritan. Su promesa es otra: a quienes confían en él, Dios se les da; quienes acuden a él, reciben “cosas buenas”. Pero hace falta, pedir, buscar y llamar.
“Pedir” es la actitud propia del pobre que necesita recibir de otro lo que no puede conseguir con su propio esfuerzo…
“Buscar” no es sólo pedir. Es, además, moverse, dar pasos para alcanzar algo que se nos oculta porque está encubierto o escondido...
“Llamar” es gritar a alguien al que no sentimos cerca, pero creemos que nos puede escuchar y atender. Así gritaba Jesús al Padre en la soledad de la cruz. Es lamentable el que no nos esforcemos más por aprender a seguir hoy a Jesús gritando a Dios desde las contradicciones, conflictos e interrogantes del mundo actual.

¿Qué nos detiene para orar? ¿Por qué no insistimos en nuestras súplicas? ¿Qué pobre deja de pedir cuando tiene la seguridad de alcanzar lo que pide? ¿No importunamos a los amigos para obtener un bien material?... Si pedimos a Dios nuestro Padre, ¿cómo desfallecemos tan pronto?

1 comentario:

  1. La oración cristiana es estar ante Alguien, en Él y con Él, y aunque nuestros sentidos no puedan abrazar su fi¬gura... sin embargo ¡está! Los fantasmas no queman, ni seducen, ni transforman. Hay presencias que, incluso cuando físicamente están ausentes, nos col¬man y nos alumbran, nos arden dentro hasta hacernos nuevos. No sabes por qué, las cosas siguen estando en el mismo sitio, y la fa¬tiga del camino no se nos ahorra, pero sin embargo, Alguien nos habita en los adentros, y nos quema en su estar y en su ausentarse; la vida nos parece diferente y nos sabe a nuevo hasta lo que nos cansaba y aburría; y un no-sé-qué transforma todos nuestros sopores opacos en estupores de luz.
    Aquella vez, Jesús arrancó de un discípulo ese deseo: “enséñanos a orar”. Es la seducción de los Ojos del Señor que se abrían al sol y al calor del Padre. Y como en toda vivencia amorosa, también el Rostro humano de Jesús volvía encendido y asemejado al del Rostro de su Padre: “los ojos deseados que tengo en mis entrañas di-bujados” (S.Juan de la Cruz).
    Esto se refleja en el Padrenuestro desde la invocación inicial: Padre, que tiene ese tono cariñoso y confiado propio de los niños ante sus progenitores. Dos peti-ciones referidas a este Padre: que su Nombre sea santificado, respetado, tomado en se-rio, reconocido; y que venga su Reino, su proyecto de amor y gracia sobre la historia y sobre cada persona. Para terminar con tres peticiones más, relacionadas con los que hacen esta oración: pedir el pan de cada día, la paz de cada perdón (tomando como medida no nuestra tolerancia o generosidad, sino tratar a los otros como Dios nos trata), y no caer en la tentación del maligno, sean cuales sean sus señuelos y engañifas.
    Llevar en el corazón a Dios y a los hermanos, hablarle a Él de ellos y a ellos de Él. Y, como decía bellamente S. Francisco: “esclarézcase en nosotros la noticia de ti, para que conozcamos cuál es la anchura de tus beneficios, la largura de tus promesas, la altura de tu majestad y la profundidad de tus juicios... y lo que no perdonamos del todo, haz tú, Señor, que lo perdonemos del todo tratando de ser útiles a todos en ti”.

    + Jesús Sanz Montes, ofm-Arzobispo de Oviedo

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