TIEMPO LITÚRGICO

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domingo, 22 de diciembre de 2013

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 22 DE DICIEMBRE, 4º DE ADVIENTO

UNA APARICIÓN ANGÉLICA


Mateo 1,18-25     El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Enmanuel, que significa "Dios-con-nosotros"». Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.

Otras Lecturas: Isaías 7,10-14; Salmo 23; Romanos 1,1-7

LECTIO:
     Nos hallamos en los días que conducen directamente al nacimiento de Jesús. En los versículos precedentes, Mateo ha trazado el árbol genealógico de Jesús, pasando por el rey David hasta llegar al mismísimo Abraham, padre de la nación judía. Dios había prometido a Abraham que por medio de sus descendientes sería bendecida toda la familia humana (Génesis 12,2-3).
    Estamos familiarizados con el encuentro de María con el ángel Gabriel, tal como se nos contaba en Lucas 1,26-38, pero Mateo se limita a decir que ‘se encontró encinta por el poder del Espíritu Santo’.
Por el contrario, Mateo fija la atención en el encuentro de José con el ángel. José está comprometido para casarse con María, pero su futura esposa le dice que está embarazada. Sabe que él no es el padre, así que decide romper el compromiso. En la sociedad judía de aquella época una promesa de matrimonio era vinculante legalmente: sólo se podía romper mediante un acto formal de divorcio.
     Es obvio que José se preocupa por María y por eso quiere disolver el compromiso en secreto para no perjudicarla. Mientras planea todo esto, se le aparece en sueños un ángel que le dice que no tema casarse con María. El ángel le confirma a José lo que Gabriel le había dicho a María: la criatura había sido concebida por el poder del Espíritu Santo, sería un varón y debían ponerle por nombre Jesús
     En aquella época, Jesús era un nombre de niño muy popular. En hebreo significa ‘el Señor salva’. Le recordaba a la gente su gran antepasado Josué (cuyo nombre tenía el mismo significado), el que sacó a los israelitas de su peregrinar por el desierto y los introdujo en la tierra prometida después de la muerte de Moisés. Pero, añade el ángel, este ‘Josué’ salvará al pueblo de una manera muy especial, no sólo del exilio físico en el desierto, sino de ‘sus pecados’.
     Mateo interpreta estos acontecimientos como cumplimiento exacto de la promesa de Isaías 7,14: que enviaría a Emanuel, ‘Dios con nosotros’. Por eso este niño no sólo tiene un nombre corriente, sino también otro nombre muy especial que no se le ha dado a ningún otro.
     José, al igual que María en el evangelio de Lucas, cree y actúa según le indica el ángel, y se casa con María. Después del nacimiento del niño es José quien le pone el nombre de Jesús. Al hacer esto, se identifica como ‘padre legal’ de Jesús y, por ser descendiente del rey David, le confiere linaje real.
     Con toda fidelidad, junto con María, José desempeña su papel en el plan salvífico de Dios. Ayuda a proporcionarle un hogar donde crezca Jesús hasta que cumpla con su misión en la tierra.

MEDITATIO:
Piensa en José. ¿Cómo debió sentirse cuando María le contó lo que le había dicho el ángel, que sería la madre del hijo de Dios? ¿O que estaba encinta por la fuerza del Espíritu Santo?
¿Qué lecciones puedes sacar de la buena disposición de José para actuar rápidamente tan pronto supo lo que Dios quería que hiciera?
Jesús vino para salvar al pueblo de sus pecados. ¿Qué significa esto para ti?
Dios concede gracia y fortaleza para hacer frente a situaciones imposibles. ¿Cuándo y dónde te ha ayudado a ti?

ORATIO:
     Vuelve a leer varias veces los versos del salmo 23. Utilízalos para dar gloria al gran rey.

CONTEMPLATIO:
     Dios prometió que enviaría un Mesías para salvar a su pueblo. Piensa en su fidelidad. Admírate de que Jesús viniera a este mundo como Emanuel, ‘Dios con nosotros’. ¿Qué significa esto para ti?

1 comentario:

  1. Hay buenas formas que están ocultando una inconfesable “deformación”. Hay modos educados que podrían estar maquillando una extraña grosería. Hay maneras de “respetar” a Dios, como las que nos narra Isaías en la primera lectura respecto del rey Acaz, con las que elegantemente tener a Dios bajo control, con una distancia suficiente como para que no influya ni modifique nuestra vida de cada día. Sería una forma de ateísmo, una manera de negar a Dios manejándolo, porque se le reduciría a algo: se le “perdona la vida” con tal que se esté quieto, que no moleste, que no nos critique, que no ponga su dedo en nuestras abundantes llagas, que no sospeche siquiera la falacia de nuestros disfraces.
    El rey Acaz no quería “tentar” a Dios como buen creyente que conocía la Escritura: “no tentarás al Señor tu Dios” (Deut 6,16). No quería importunarle, porque Dios estaba bien en su nimbo de nubes y a sus divinas labores. Pero el profeta no aplaudirá este respeto que se ofrece para despreciar, esta veneración que se practica para ignorar.
    Estamos ya a las puertas de la Navidad, y también a nosotros se nos ha anunciado esta Buena noticia prometida antiguamente por los profetas (Rom 1,2). No sólo para Acaz, ni sólo para Israel, sino para todos y para siempre, Yahvéh dejará de ser un Dios Altísimo (en cuanto lejano) para ser un Dios-con-nosotros, un Dios que ha querido acamparse en nuestro suelo (Jn 1,14), hablar nuestro lenguaje, pasear nuestras andanzas, sufrir nuestros dolores y gozar nuestros alegrones.
    Si fuera sólo Dios pero no estuviese con nosotros, sería una divinidad tan lejana que sería opresora o inútil, y por lo tanto su salvación no nos interesaría ni nos serviría para nada. Si estuviera con-nosotros pero no fuese Dios, estaríamos ante alguien “buena persona”, alguien “majo”, pero que no podría acceder a los entresijos de nuestro corazón y de nuestra historia, en donde nuestra felicidad se hace o se deshace. Él es Dios y con-nosotros, es el Enmanuel. Ojalá que descubramos que jamás molestamos a un Dios que ha querido amarnos hasta la convivencia, hasta la coexistencia, hasta ser-estar con nosotros. Y ojalá nos conceda tratarnos entre nosotros como somos tratados por Él: que acogiendo y contemplando al Enmanuel, al Dios-con-nosotros, podamos a nuestra vez ser también nosotros hermanos-entre-hermanos siendo verdaderamente hijos-ante-Él.


    + Jesús Sanz Montes, ofm
    Arzobispo de Oviedo

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