TIEMPO LITÚRGICO

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sábado, 14 de diciembre de 2013

LECTIO DIVINA PARA EL DOMINGO 15 DE DICIEMBRE, 3º DE ADVIENTO

Fe en Jesús

Mateo 11:2-11     En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?». Jesús les respondió:
«Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!».

     Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: «¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: «Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti». Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él».
Otras Lecturas: Isaías 35:1-6a; Salmo 145; Santiago 5:7-10

LECTIO:
     El evangelio de este domingo vuelve a centrarse en Juan Bautista, pero esta vez no lo hace en su papel de quien prepara el camino del Mesías, sino más bien de quien da testimonio del ministerio mesiánico de Jesús.
     Juan Bautista está en la cárcel pero le han contado la actividad de Jesús. Está desconcertado. Las acciones de Jesús no parecen corresponder con el hacha, el fuego y el juicio que, según el mismo Juan le había dicho al pueblo, habría de traer el Mesías (véase la lectura de la semana pasada: Mateo 3:7-12). ¿Había cometido un error? ¿Era otro ‘quien había de venir’? Por eso envía a unos discípulos suyos para que le pregunten personalmente a Jesús. Jesús no les da una respuesta directa, sino que les dice a los discípulos de Juan que le transmitan las pruebas: los enfermos son curados, los muertos resucitan a la vida y a los pobres se les predica la Buena Noticia. Quiere que Juan entienda que él es efectivamente el Mesías y que trae el Reino de los cielos tal como lo habían anunciado los profetas del Antiguo Testamento, como Isaías (Isaías 35:5-6, 61:1). No se nos dice cuál fue la respuesta de Juan, pero Jesús avala su integridad y confirma que Juan es ciertamente el ‘mensajero’ enviado para preparar el camino al Mesías tal como había profetizado Malaquías (3:1).
     La misión profética de Juan era denunciar el pecado y llamar al arrepentimiento. El mensaje era el mismo para todos –reyes, dirigentes religiosos, la gente del pueblo- y no tenía miedo de hablar en voz alta. Eso fue lo que hizo que lo metieran en la cárcel por condenar el matrimonio del rey Herodes con la mujer de su hermano, y lo que en definitiva le costó la vida (Mateo 14:3-12).

MEDITATIO:
Jesús quiere que descubramos por nosotros mismo quién es él. ¿Quién crees que es Jesús?
¿Por qué crees que son felices las personas que no pierden la confianza en Jesús (versículo 6)?
¿De qué manera reaccionó Juan cuando se dio cuenta de que no entendía lo que estaba haciendo Jesús? ¿Qué podemos aprender de esto y de la respuesta que le dio Jesús?
Juan no era una caña sacudida por el viento. ¿De qué manera pueden afectarte el frío viento de la crítica y la burla? ¿Eres capaz de dar la cara por tu fe?

ORATIO:
     Dios sigue interviniendo en la historia y en las vidas particulares para ofrecer la curación, el auxilio y la paz. Lee el Salmo 145 para traer a la memoria la bondad y la fidelidad de Dios. Usa el salmo para dale gracias y alabanza.
     Ponte a disposición de Dios en la oración. Puede que te impulse a orar por personas concretas que necesitan su ayuda y su intervención en sus vidas en estos mismos momentos.

CONTEMPLATIO:
     Una y otra vez, en la escritura leemos relatos de cómo interviene Dios en las vidas de las personas para proporcionarles perdón, curación y guía. Dedica algún rato a reflexionar sobre las maneras en que ha intervenido Dios en tu vida.

1 comentario:


  1. Podría parecer casi una burla, o al menos una provocación, la de invitar nada menos que a la alegría en estos momentos de hondas dificultades en tantas personas. Pero he aquí que este tercer domingo de Adviento, se le llama domingo gaudete (alegraos), porque la alegría forma parte de este tiempo de espera. No era fácil y halagüeña la situación desde la que hablaba Isaías. El profeta tuvo que experimentar el vértigo de anunciar esperanza en medio de un pueblo desesperanzado; anunciar alegría y fiesta, a un pueblo que fatalmente se iba resignando con la tristeza y el luto. Y esto es lo que hizo Isaías: ¿veis el desierto y los yermos? ¿veis el páramo y la estepa? Pues florecerán como florece el narciso, y se alegrarán con un gozo de alegría verdadera. ¿Tenéis la sensación de soledad, de abandono, de que vuestra situación no hay nada ni nadie que la pueda cambiar? Pues no pactéis con la tristeza y que el miedo no llene vuestro corazón, sed fuertes, no temáis: vuestro Dios viene en persona, para resarciros y salvaros. Y como quien está ciego y vuelve a la luz, como quien sufre sordera y se le abren los oídos, como quien renquea de cojera y salta como un ciervo, como quien se amilana como mudo y consigue cantar… así, así veréis que se termina vuestro destierro, vuestra soledad, vuestra tristeza, vuestra pesadumbre…, y volveréis a vuestra tierra como rescatados del Señor.

    ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro? –le preguntarán a Jesús los discípulos del Bautista–, y Jesús responderá: decidle a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, los inválidos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, a los pobres se les anuncia la Buena Noticia. La alegría profetizada por Isaías tomaba rostro y nombre: Jesús.

    A nosotros, cristianos que recorremos este Adviento con el deseo de no repetir cansinamente el de años anteriores, se nos dirige también una invitación a la alegría. Cada uno tendrá que reconocer cuáles son sus desiertos, sus yermos, sus páramos y estepas; cada uno tendrá que poner nombre a la ceguera, la sordera, la cojera o la mudez de las que nos habla este domingo la Palabra de Dios. Pero es ciertamente en toda esa situación donde hemos de esperar a quien viene para rescatarnos de la muerte, de la tristeza, del fatalismo. Y somos llamados a testimoniar ante el mundo esa alegría que nos ha acontecido, que se ha hecho también para nosotros el Rostro, la Carne y la Historia de Jesucristo. Entonces la alegría deja de ser un lujo y se convierte en una urgencia, en un catecismo, en una evangelización. Esta es la alegría que esperamos y que se nos dará por quien está viniendo.

    + Jesús Sanz Montes, ofm
    Arzobispo de Oviedo

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