AGOSTO: DESDE EL CUARTO DE GUARDIA
Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar
LA ADORACIÓN NOCTURNA MOMENTO PARA CULTIVAR LA INTIMIDAD CON
DIOS
1º marco para esta
noche de agosto.
San Pascual es patrono de la Adoración
Nocturna, de los Congresos Eucarísticos y Asociaciones Eucarísticas ordenado
por León XIII el 28 de noviembre de 1897.
Aunque este santo apenas sabía leer y
escribir, era capaz de expresarse con gran elocuencia sobre la presencia de
Jesús en la Eucaristía. Tenía el don de ciencia infusa, es decir, poseía un
vasto conocimiento teológico sin estudio alguno.
En esta vigilia de agosto os proponemos
como sentimiento dominante el que expresa en su Canción III San Pascual Bailón
para encender en amor al que comulga.
Herido viene de amor
el Santísimo Cordero
del alma del pecador.
el Santísimo Cordero
del alma del pecador.
Gran bien os está esperando;
mirad, pecador, por vos;
que del cielo viene Dios
en vuestro amor se abrasando;
mirad que se debe amor
a un amor tan verdadero,
como el que tiene el Cordero
del alma del pecador:
¡Dios herido por amor!...
mirad, pecador, por vos;
que del cielo viene Dios
en vuestro amor se abrasando;
mirad que se debe amor
a un amor tan verdadero,
como el que tiene el Cordero
del alma del pecador:
¡Dios herido por amor!...
2º una oración
jaculatoria al espíritu santo, para que nos encienda en amores.
Iniciamos nuestras vigilias invocando al
Espíritu Santo. Hoy proponemos que el fuego de su amor nos permita
“renovar la faz de la tierra” Renovabis faciem terrae.
¡Ven, oh Santo Espíritu!,
llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos el fuego de tu amor.
V/. Envía tu Espíritu y serán
creados.
R/. Y renovarás la faz de la
tierra.
Oh Dios, que habéis instruido
los corazones de los fieles con la luz del Espíritu Santo, concedednos según el
mismo Espíritu conocer las cosas rectas y gozar siempre de sus divinos
consuelos. Por Jesucristo nuestro Señor. R/. Amén.
3º un texto de un
santo o de la iglesia que nos inicie en la oración meditativa.
Entresacados de la biografía de Fr. Ignacio Beaufays, O.F M.
«¿Quién soy yo ¡oh Dios grande y poderoso!
para que tú te acerques a visitarme?» ... «¿Quién es el hombre ¡oh Padre de
misericordias! para que tú le hagas descansar en tu propio corazón? No bien es
sacado de la nada, lo haces rey y lo colocas en un paraíso delicioso. Una vez
redimido le preparas un festín, y en este festín ¡te ofreces a Ti mismo! ¡Oh
Dios! ¡Cuánta condescendencia! ¡Cuánta liberalidad, en permitir que encierre en
mí corazón a Ti, que eres infinito!...»
«¡Oh buen Jesús! yo te ofrezco mi pobre
alma, mi tibio corazón... ¡Yo, que he pecado! te suplico ablandes mi pecho
endurecido y hagas brotar mis lágrimas. ¡Que estas laven las manchas de mi
alma! «Mi vida no es otra cosa que una larga cadena de faltas, pero tú puedes
perdonarme porque eres bueno y misericordioso. Perdón ¡oh amable Señor! pues
estoy pesaroso de haberte ofendido y estoy resuelto a servirte en adelante con fidelidad
inviolable...»
«Yo soy lo que el pequeño Benjamín sentado
a la mesa de su poderoso hermano José. «Os pido por favor que me tratéis como a
uno de vuestros amigos. Yo estoy enfermo ¡curadme! Estoy pobre ¡enriquecedme!
«Aumentad en mí la fe, el amor y las fuerzas, para que os sirva, para que pase
mi vida alabándoos, ¡para que llegue a poseeros en la gloria!»
«Jesús, por quien suspira mi corazón, yo
te estoy preparando la ciudad de Dios, obra grande entre todas. ¡Padre
celestial, ayudadme! «Yo te estoy construyendo un templo consagrado a tu
gloria. ¡Hijo de Dios, sabiduría eterna, inspiradme! «Yo voy a recibir a la
santidad por esencia. ¡Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, sed para mi
corazón una llama que ilumina, un fuego que purifica, un soplo que alienta!»
«Sed para mí un aumento de caridad, ¡que
el fuego sea más ardiente!; de humildad, ¡que mi pequeñez sea más profunda!; de
paz, ¡que mi reposo sea más completo!; y de toda virtud, ¡que yo crezca sin
cesar y que persevere en el bien hasta el fin!»
«Tus mismos labios ¡oh Jesús! lo han
dicho: “Yo soy el Pan de vida que descendió del cielo; quien me come vivirá
siempre”. «¡Oh Pan, que eres la santidad misma, da a mi paladar la gracia de
gustar de ti únicamente! ¡Concédeme que todo, fuera de ti, me sea insípido!
«¡Oh Pan, que eres la misma dulzura! En ti están encerradas todas las delicias
y todos los sabores. Tú eres un aroma siempre embriagador. ¡Recibirte a
Ti es deleitarse en la abundancia! «¡Oh Pan, que eres el cielo mismo trasladado a mi
corazón, haz que mi alma, rica en poseerte, se embriague con los placeres de los
elegidos!... «Yo te poseo como dentro de un velo. ¡Cuánto tarda en rasgarse a
mis ojos ese velo, para que pueda yo contemplarte al descubierto, a Ti,
resplandor vivífico y eterno!... ¿Llegará pronto a lucir el día claro de tu
luminosa presencia?...» «¡Oh santa Hostia! ratifica entre uno y otro una unión
indisoluble, ¡sé como un nudo que me sujete a ti para siempre!
«Gracias te sean dadas ¡oh eterno Padre! que me has
dado en la Hostia a tu Hijo, mi consuelo y mi libertad. «Gracias te sean dadas ¡oh Redentor
mío! que me
haces rico con tu propia riqueza, la de tu Cuerpo y de tu Sangre. «Gracias te
sean dadas ¡oh Espíritu Santo, que eres todo amor! Merced al divino Huésped la caridad
se desborda en mi corazón. ¡Que los ángeles del cielo, que las criaturas todas
del universo, se unan a mí para cantar tus alabanzas!»
Preguntas para el diálogo y la meditación.
■ ¿Por qué decimos en la plegaria eucarística que Cristo
es la “Fuente de toda santidad”? ¿Lo tenía presente San Pascual en estos
textos? Primero, conocimiento interno de quienes somos.
■ En estos textos San Pascual está practicando
ante todo la oración de petición o de súplica. La oración, en cualquiera de sus
modalidades, es como el aire para nuestros pulmones. ¿Sin intimar con Dios que
busca nuestro amor podría el ser humano progresar en el camino universal de la
santidad? No saber mucho, sino amar mucho.
■ De bien nacido es ser agradecidos. ¿Por qué es tan
importante en todo momento, cuanto más después de comulgar, la acción de
gracias? Pidamos al Espíritu Santo como hace el santo, que sepamos corresponder
en amores al Huésped de nuestra alma.
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