TIEMPO LITÚRGICO

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miércoles, 5 de agosto de 2020

ESCRITOS DEL VENERABLE ALBERTO CAPELLÁN


     La paz en el abandono es el don por excelencia de Dios al hombre. Y abandono es el don por excelencia del hombre a Dios. Y estas son tus palabras al comienzo de un nuevo año. Paz en el abandono de Dios. Paz que no debiera alterarse nunca. Ni por el cuidado de los negocios y el ansia excesiva de trabajo. Ni por las excesivas vicisitudes y contrariedades. Ni ante las contrariedades o contradicciones de los hombres. Ni por la muerte o ausencia de seres queridos. Ni ante la preocupación de un porvenir incierto. Ni siquiera ante los pecados.

   Ninguno que haya vivido y muerto bien, según la ley de Dios, puede llamarse pobre. Será el querido, el llorado, el ejemplar, el dichoso; el pobre, nunca. La frase, pobre don fulano, debe ser desterrada del lenguaje creyente. Sólo es pobre quien ha malogrado su primera vida y no ha hecho ahorros de méritos para la segunda. En el mundo procuran los hombres hacer un capitalito para pasar bien la vejez que dura muy poco. En cambio, sólo por excepción, hay quien procura llenar la hucha para pasar bien la Eternidad. El poderoso don mengano, que muere y se condena, es el más pobre de los mortales. A veces, caridad es hablar; a veces, es callar. Cuando se ama de veras, se atina con lo mejor en cada caso. Amar es un arte. Este es nuestro destino en la tierra y en el cielo: amar.

 

(Textos inéditos, que se publican por vez primera) 

   Alberto Capellán Zuazo Nace en Santo Domingo de la Calzada, La Rioja,el 7 de agosto de 1888. Contrae matrimonio con Isabel Arenas Mahave el 30 de junio de 1909. Labrador y padre de ocho hijos. Muere santamente en su ciudad natal el 24 de febrero de 1965. Vive una vida cristiana corriente hasta que se convierte de lleno a Dios, en 1919. A los pocos meses ingresa en la Adoración Nocturna. Su temple de Adorador queda avalado por los 15 años de Presidente, 660 noches ante el Santísimo, y su promoción a Veterano y Veterano Constante. A su extraordinario amor a la Eucaristía y a la Virgen, une inseparablemente su predilección por los pobres. Les construye un refugio en 1928, que él llamará “recogimiento”, donde personalmente les atiende hasta su muerte: “¡Cuántas veces he tenido la gran dicha de llevar a Cristo sobre mis espaldas en la persona del pobre!”. Todo en su vida lo valora a la luz de la fe. Un seglar de nuestro tiempo que cuidó la oración y el amor a sus hermanos los pobres.

 San Juan Pablo II firmó el 6 de abril de 2000 el Decreto de Virtudes Heroicas, por ello ya es Venerable.

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