HAGAMOS LAS COSAS CON PRIMOR
"Es preciso que las cosas buenas lo sean totalmente, y que las
obras de edificación se hagan con primor. Porque está escrito que en todas
nuestras obras debemos ser preexcelentes, y mucho más en las obras de Dios, o
que a Dios se aplican. La ordenanza
interior del que vela en la noche, es preciso inculcarlo más y más, nos encamina a la oración mental, alternada
con la recitación devota de los salmos de David, en recitación semitonada,
pero no cantada, a excepción del Te Deum y del Benedictus, que nos brinda
asunto digno de la meditación".
"Nuestra vocación es por todo extremo excelente y sublime. Porque,
fuerza es repetirlo, conviene el culto íntimo del alma, la oración ferviente que la meditación saca del fondo de nuestro
ser, la súplica devota y humilde
pero fervorosa y apremiante, que sube en espirales de olor al trono de Dios
para recabar sus mercedes, y atraer a la tierra la lluvia benéfica de sus
gracias; y que no se compadece con las solemnidades ruidosas del culto público,
buenas ciertamente para despertar las almas dormidas en la indiferencia y la
apatía; pero no adecuadas al cultivo de los sentimientos íntimos, y a las
erupciones del corazón encendido en el amor divino por el suave soplo del
Espíritu santo".
"En las ceremonias y procedimientos del culto divino cada método
tiene su objeto, y cada camino tiene su término, como cada flor tiene su aroma.
El campo de la iglesia es fecundo, y el perfume que despide, como otro campo
metafórico de JACOB, se compone de diversos timiamas que todos se enderezan al
trono de Dios, pero por diferentes vías, como suben los vapores de la tierra a
la atmósfera, y se condensan en nubes de variados matices a la luz del sol que
les brinda sus colores. Así, las
oraciones de los hombres a la mirada de Dios reciben, según su excelencia
respectiva y la humildad con que se ofrecen, diversa acogida ante su presencia soberana,
y corresponden en diversas maneras y grados a los dones y gracias que descienden del cielo, como el rocío de la noche
que refrigera la atmósfera después de un día de estío. Los dones son varios, como dice san Pablo a
otro propósito, porque uno es el don de los evangelistas, otro el de los
profetas, otro el de los doctores, otro el de los apóstoles, otro el de los
perfectos, y otro el de los penitentes.
Aplicando esta doctrina sin
riesgo de vanagloria, porque cumplimos mal y correspondemos menguadamente al
propósito, nuestro llamamiento a la oración y al desagravio, a la impetración y
al catecismo espiritual, a la humildad profunda y a la oración ferviente y
secreta ante el divino acatamiento. Y si los adoradores que esto lean se encuentran
distantes de la meta a que debemos llegar, consuélense con la noticia de que
más lejos está todavía quien esto escribe por ellos y para ellos, sin haber
gustado casi nunca una ráfaga de la luz que quiere hacer brillar a los ojos de
sus hermanos de vocación".
Lámpara del
santuario, tomo 15 (Madrid 1884), pp. 417-423
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